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1) Orificio: está formado por bordes musculares retraídos que están invadidos por tejido
fibroso, este conjunto constituye el anillo de eventración. Se hacen evidentes los bordes
de la dehiscencia cuando examinando al paciente le pedimos que levante la cabeza o
contraiga los músculos del abdomen, evidenciando de esta manera los márgenes de la
debilidad, el tamaño del anillo y la consistencia.
Aunque más del 50% de las eventraciones se desarrolla durante el primer año
postoperatorio, especialmente durante los primeros 6 meses, no debemos olvidar que
pueden aparecer a lo largo de toda la vida del paciente. Existe una serie de factores de
riesgo dependientes del paciente, de la intervención quirúrgica y de la enfermedad de
base que motiva la intervención inicial, que pueden predisponer al desarrollo
postoperatorio de las hernias incisionales.
SEGÚN LA LOCALIZACIÓN:
1. Eventraciones mediales. Son las más frecuentes y representan
aproximadamente el 80% de todas las eventraciones. Dentro de este grupo
debemos distinguir entre las eventraciones epigástricas y periumbilicales, y las
subumbilicales.
• Eventraciones epigástricas y periumbilicales. Aparecen por encima de la línea
arqueada y presentan una incidencia similar en ambos sexos. Se producen con
más frecuencia tras cirugía gástrica o biliar, a veces en la parte inferior de una
esternotomía.
• Eventraciones subumbilicales. Aparecen por debajo de la línea arqueada, ya que
esta zona está debilitada porque en la parte posterior de los músculos rectos solo
se encuentra la fascia transversalis. Ocurren habitualmente tras intervenciones
ginecológicas y cirugías de abordaje pélvico.
1) Factores generales: edad y sexo: mayor porcentaje entre los 40 y 60 años (más
probabilidad de afecciones malignas). Los hombres son más afectados que las
mujeres (menor elasticidad parietal y respiración de tipo abdominal)
2) Factores dependientes del terreno: las proteínas son de gran importancia para el
proceso de cicatrización, por lo cual es vital normalizar los valores proteicos previo a
la operación. La hipovitaminosis C debe tenerse en cuenta, pues el ácido ascórbico
cumple un rol importante en la formación del colágeno. El déficit del complejo B debe
considerarse por su participación en el proceso de cicatrización. Es de tener en
cuenta la frecuencia de evisceraciones que se presentan en los pacientes
cancerosos por su efecto negativo en el proceso cicatrizal. Estos enfermos
presentan una proporción 2 veces mayor que los operados por patología benigna, la
razón estaría dada por los trastornos que ocasiona esta situación (hipoproteinemia,
debilidad, adelgazamiento, etc.) La obesidad es un importante factor predisponente
por las alteraciones que produce en los tejidos y la dificultad que genera en el cierre
de la laparotomía
TRATAMIENTO: es quirurgico.
Reparación primaria Esta técnica consiste en el cierre primario del defecto de pared
abdominal, bien por sutura directa de sus bordes o mediante solapamiento de los
mismos con o sin incisiones de descarga Cuando el defecto es de un tamaño que
impide su cierre directo o este se hace con una tensión inaceptable, es necesario
realizar otras técnicas. La mayoría han caído en desuso después de la aparición de la
reparación prótesica, pero algunas son la base anatómica de técnicas actuales. La
técnica de Albanese (incisiones de descarga sobre el músculo oblicuo mayor que
permiten el acercamiento de los tejidos) es la precursora de la actual técnica de
separación de componentes, descrita por Ramírez en la década de los noventa.
También puede cubrirse el defecto mediante injertos fasciales, mioplastias con
colgajos musculares o miocutáneos. La única evidencia científica con grado de
recomendación A. de que se dispone en cirugía de la hernia ventral, es la
contraindicación de cierre simple del defecto sin material protésico, cuando este tiene
un diámetro superior a los 3 cm dada su inaceptable tasa de recidiva, mayor del 60%
Reparación con prótesis: Toda hernia con defecto mayor de 3 cm debe repararse
con material protésico si no existe contraindicación para ello
La cirugía debe ser lo más precoz posible. Debe revisarse la herida quirúrgica de
forma completa y decidir la conveniencia de realizar un cierre primario, diferido o
mantener el abdomen abierto. Mientras se prepara la exploración quirúrgica deben
corregirse las posibles alteraciones hidroelectrolíticas o hematológicas del paciente.
En el quirófano, es necesario retirar el material de sutura de la piel y plano
aponeurótico por completo. La herida quirúrgica reciente permite una separación no
traumática de los bordes, avanzando entre ellos con el dedo con suaves maniobras.
Se aconseja tomar muestras para un cultivo microbiológico ya que la mayoría de las
dehiscencias de herida quirúrgica presentan infección polimicrobiana. Deben lavarse
con abundante suero los planos expuestos, las vísceras y la cavidad abdominal.
También es necesario explorar la cavidad abdominal por si hubiera alguna otra
complicación asociada, como dehiscencias anastomóticas, abscesos residuales, etc.,
evacuar los hematomas y esfacelos de la herida quirúrgica, exponiendo los planos
aponeuróticos y musculares con margen suficiente para valorar la sutura de los
mismos.