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Los últimos años de su reinado fueron especialmente cruentos. Unos 460 letrados
fueron enterrados vivos. Hubo deportaciones masivas hacia los territorios de la
gran muralla. El hijo mayor del emperador se enemistó con su padre y se vio
obligado a suicidarse. Por ello el trono fue ocupado por el segundo hijo, que
gobernó más despóticamente, si cabe, que su padre.
Continuaba la guerra entre Roma y Macedonia. La liga aquea, que contaba con el
apoyo de Filipo V de Macedonia, se puso bajo el mando de Filopemén de
Megalópolis. Había luchado en Selasia y luego había marchado a Creta en busca
de aventuras. Ahora había regresado a Grecia y reformó el ejército aqueo, con el
que se enfrentó a Esparta, la cual recibió, por su parte, el apoyo de Roma.
Egipto decaía bajo el torpe gobierno de Ptolomeo IV. Años atrás, el rey cometió
el error de formar un ejército nativo, y desde entonces los griegos tuvieron que
sofocar una rebelión tras otra.
Ese año murió el rey parto Tirídates, lo cual fue inmediatamente aprovechado por
Antíoco III, que en 209 logró pactar con los partos la anexión de su territorio al
Imperio Seléucida. Éstos conservaron, no obstante, una gran autonomía. De este
modo, el Imperio volvía a tener casi su extensión original.
Entre tanto Escipión ocupaba Cartago Nova. Tomó la decisión de liberar a los
rehenes que habían capturado los cartagineses, con lo que se ganó las simpatías
de los nativos. Incluso Indíbil se puso del lado de Roma. Luego Escupión derrotó
a Asdrúbal en Baecula (Bailén).
Pese a sus victorias fuera de Italia, Roma no se atrevía a atacar a Aníbal, cuyo
ejército se iba desgastando lentamente. Pidió ayuda a Cartago, pero Cartago
nunca se la dio. Los gobernantes cartagineses recelaban de que un Aníbal
victorioso y carismático pudiera adueñarse de Cartago tras la guerra, así que
trataban de ganar la guerra fuera de Italia. Aníbal apeló a Asdrúbal, quien
en 208 decidió repetir la hazaña de su hermano y, evitando a los romanos, se
dirigió a Italia a través de los Alpes.
Ese mismo año Filopemén derrotaba al tirano de Esparta Macánidas, que fue
sucedido por Nabis. Éste completó las reformas iniciadas por Agis IV y
Cleomenes III. Hasta llegó a poner fin a la esclavitud en Esparta. Por esta época
la práctica totalidad de Egipto estaba fuera de control. Ptolomeo IV pidió ayuda a
los sacerdotes egipcios, que gozaban de gran autoridad sobre el pueblo. Éstos le
concedieron el rango de faraón y lograron mantenerle en el poder, pero
despojaron la monarquía en su provecho.
Asdrúbal había llegado al norte de Italia, y su objetivo era reunirse con Aníbal,
que estaba en el sur. Dos ejércitos romanos los vigilaban, pero no se atrevían a
atacar. El ejército que vigilaba a Aníbal estaba bajo el mando de Cayo Claudio
Nerón, que había luchado a las órdenes de Marcelo. Asdrúbal envió mensajeros a
su hermano comunicándole un plan de ruta y un punto de reunión, pero estos
mensajeros fueron interceptados por Nerón, que decidió abandonar a Aníbal y
partir apresuradamente hacia el norte. Los dos ejércitos romanos se unieron y
atacaron a Asdrúbal por sorpresa a orillas del rio Metauro. Asdrúbal trató de
retirarse cruzando el río, pero perdió mucho tiempo buscando un vado y, cuando
lo encontró, ya era demasiado tarde, los romanos cayeron sobre él y tuvo que
luchar. Los romanos obtuvieron una victoria completa. Asdrúbal murió en la
batalla, su cadáver fue encontrado, le cortaron la cabeza, la llevaron al sur y la
arrojaron al campamento de su hermano. Aníbal debió de comprender que la
guerra estaba perdida, pero aún no había sido derrotado. Se retiró con su ejército
a Bruttium, en la punta de la bota italiana, donde los romanos le acorralaron, pero
sin atreverse aún a luchar contra él.
Escipión llegó a un acuerdo secreto con el númida Masinisa. Éste se había aliado
con Cartago con la esperanza de recuperar el trono que Sífax le había arrebatado
a su padre, pero ahora Sífax se había aliado con Cartago y se había casado con su
prometida Sofonisbe, así que Masinisa se volvió prorromano.
Una muestra de la inseguridad que Aníbal causó en Roma es que los romanos
llegaron a plantearse si sus dioses no serían suficientemente poderosos para
protegerles, y empezaron a buscar el apoyo adicional de dioses extranjeros. En
Asia Menor estaba muy extendido el culto a Cibeles, una diosa muy antigua
llamada también Gran Madre, o Madre de los Dioses. Su culto se había
extendido por Grecia y Roma, pero este año fue sancionado oficialmente. Una
adecuada interpretación de los Libros Sibilinos prometía la victoria si se
trasladaba a Roma una roca sagrada dedicada a Cibeles que había caído del cielo
(o sea, que era un meteorito) y se guardaba en un templo de Pesinonte (en
Galacia), famoso por sus oráculos. Se suponía que Cibeles protegía a los
hombres, contra la tentación y contra el mal.
La roca fue trasladada a Roma con toda la pompa, acompañada por una corte de
sacerdotes que implantaron en la ciudad los extraños ritos asociados a la diosa.
Los sacerdotes eran eunucos galos que se engalanaban como mujeres, y los ritos
eran orgiásticos. Se celebraban al son de flautas, címbalos y tímpanos, y
terminaban en delirios y automutilaciones de los iniciados. Pocos años después,
el gobierno prohibió a los ciudadanos el culto a Cibeles, por lo que éste se volvió
minoritario.
Ese mismo año Antíoco III regresó a Mesopotamia como había regresado en su
día Alejandro Magno: con un Oriente totalmente conquistado. Ello le llevó a
hacerse llamar Antíoco el Grande (a imitación de Alejandro). Entre tanto,
Ptolomeo IV se había enamorado de Agatoclea, una cortesana de Alejandría, a la
vez que de su hermano Agatocles. Ambos consiguieron ejercer una gran
influencia sobre el rey, hasta el punto de que Agatoclea logró que mandara
asesinar a su madre Berenice y a su hermana y esposa Arsinoe. Ptolomeo IV
murió al año siguiente, en 203, y fue sucedido por su único hijo, Ptolomeo
V, que sólo tenía ocho años. Se produjo una lucha por la regencia. Agatocles
trató de hacerse con el poder, pero el pueblo se rebeló y fue asesinado junto con
su hermana. Antíoco III vio una gran oportunidad en las revueltas aguas egipcias
y se apresuró a aliarse con Filipo V de Macedonia. Este año murió Magón, el
hermano de Aníbal, cuando se dirigía a Cartago por mar. Escipión venció a
Asdrúbal Giscón, que fue apartado del mando por el senado cartaginés.
Aníbal empezó la batalla con una carga de elefantes, pero los romanos hicieron
sonar trompetas con las que los asustaron y los hicieron retroceder, lo que
desorganizó a la caballería de Aníbal, que fue destruida por los jinetes de
Masinisa, que atacaron de inmediato. Los pocos elefantes que no retrocedieron
pasaron por los huecos que oportunamente dejaron las legiones, que hicieron gala
una vez más de su agilidad en las maniobras. A continuación Escipión dirigió
meticulosamente el avance de cada una de sus líneas de soldados, que hicieron
huir a todas las líneas cartaginesas excepto a la última, formada por los soldados
mas veteranos. Como éstos resistían, Escipión hizo retroceder a sus tropas para
que Masinisa atacara por la retaguardia, lo que destrozó finalmente el ejército
cartaginés. Escipión fue conocido desde entonces como Escipión el Africano, en
recuerdo de su victoria en África.
En 201 se firmó el tratado de paz que puso fin a la Segunda Guerra Púnica.
Cartago perdió todas sus colonias, y vio limitado su territorio a sus posesiones en
África. También tuvo que entregar su flota y sus elefantes y se comprometió a
pagar una pesada indemnización durante un periodo de cincuenta años. Cartago
no podía hacer la guerra, ni siquiera en África, sin el consentimiento romano.
Además Masinisa recibió el trono de Numidia, se casó con Sofonisbe y, como
aliado de Roma, tuvo la libertad para perjudicar a la inerme Cartago a su antojo.
Muchos romanos eran partidarios de imponer además que Aníbal fuera
entregado, pero Escipión insistió en que se respetara a un militar que siempre
había combatido honestamente. Ahora Roma dominaba el sur y el este de
España, aunque iba a necesitar unos pocos años para consolidar su autoridad en
la zona.
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