Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
El hierro llegó hasta Grecia. Hay constancia de que las tribus eolias que
habitaban la Grecia interior, menos civilizadas que las tribus jónicas de la Grecia
micénica, importaban del norte hierro fundido en pequeñas cantidades, si bien no
lo fabricaban. Los historiadores griegos se refieren a estas tribus con el nombre
de Aqueos. No hay muchos datos sobre quiénes eran los aqueos. Tal vez fueran
simplemente los griegos eolios o tal vez éstos absorbieron, pacíficamente o no, a
nuevas tribus del norte que les trajeron el conocimiento del hierro junto con
nuevos rasgos culturales. Por ejemplo, una costumbre diferenciada de los aqueos
que permite seguirles el rastro frente a los micénicos es que en lugar de enterrar a
sus muertos los incineraban. La incineración parece haber surgido con las nuevas
técnicas de fundición que requería el hierro. Los aqueos debieron de ser un
pueblo más rudo que los micénicos, pero éstos debieron de ver en ellos un
refuerzo conveniente para sus campañas militares.
No se sabe a ciencia cierta quiénes eran los troyanos. La ciudad estuvo habitada
desde mucho tiempo atrás, pero ahora había caído bajo el control de una nobleza
grecohablante. Tal vez fueran griegos micénicos que la habían ocupado a modo
de colonia, pero es más plausible que los "nuevos" troyanos fueran un grupo de
cretenses que, ante la decadencia de su nación, decidieron trasladarse a un lugar
más propicio para "volver a empezar". Su buen conocimiento del Mediterráneo
les habría llevado a Troya, donde habrían sometido a la población asiática y se
habrían convertido en un molesto rival para los griegos micénicos.
Durante los últimos años del reinado de Ramsés II la presión sobre los reinos
hebreos de Edom, Amón y Moab seguía aumentando. Llegó una nueva tribu
dirigida por un caudillo poderoso: Josué. Esta tribu debió de ser especialmente
belicosa y parecía tener muy claro el objetivo de cruzar el Jordán e invadir
Canaán. Tal vez por ello acogió gustosa en su seno a los hombres más fieros que
encontró en la zona: por una parte a una tribu de honderos ambidiestros de gran
puntería y por otra a un pueblo de pastores oriundo del norte de Palestina
llamado Bene-jamina, cuyo caudillo tenía el título de Dawidum, (posible origen
del nombre David). Éstos formaron la tribu de Benjamín, y formaron con los
hombres de Josué una coalición identificada con el nombre de Raquel, una diosa
de características similares a las de Lía (tal vez las diferencias de culto
Lía/Raquel se usaron como signos distintivos de los dos grandes grupos tribales
que acechaban Canaán). La coalición de Raquel se engrosó pronto con las tribus
de Dan y Neftalí.
Josué debió de pactar una alianza con las tribus de Lía para facilitar su plan de
invasión. La confederación se llamó Israel, que significa algo así como "Dios
lucha con nosotros". Hacia 1226, Josué cruzó el Jordán con sus hombres y ocupó
una rica franja de tierra a la que llamaron Efraím (región fértil), mientras que
Benjamín ocupó la zona inmediatamente más al sur. Probablemente, la tribu
original de Josué estaba formada por dos clanes poderosos, uno de los cuales
ocupó Efraím y el otro fue extendiéndose hacia el norte hasta tener su territorio
propio, al que dio el nombre de Manasés. Así, las tribus de Raquel pasaron a ser
tres: Efraím, Manasés y Benjamín. De la federación de Raquel original surgió
también una tribu diminuta: la tribu de Leví, que en realidad era una clase
sacerdotal que no ocupó más que unas pocas ciudades dispersas. Posteriormente
la tribu de Leví fue considerada como una tribu de Lía, en lugar de una tribu de
Raquel.
Sin embargo, los griegos micénicos empezaron a aventurarse por el mar con fines
militares. Sin duda les llegaron productos exóticos provenientes de tierras lejanas
a través del mar Negro, pero esta vía comercial estaba enteramente bajo el
control de Troya. Oriente debió de adquirir fama de ser una tierra rica y
paradisiaca. En efecto, los griegos tenían una leyenda al respecto, según la cual
mucho tiempo atrás un grupo de cincuenta héroes mitológicos capitaneados
por Jasón emprendieron una arriesgada aventura hacia oriente en busca
del vellocino de oro, la piel de un carnero divino cuya lana era de oro, símbolo de
la prosperidad de las tierras lejanas. Embarcaron en la nave Argos, por lo que
eran conocidos como los Argonautas, entre los cuales estaba el mismo Teseo, el
que venció al Minotauro y liberó a Atenas del dominio cretense, y con
él Hércules, y su padre Peleas, y Orfeo, y muchos otros. Respecto a Troya,
resultó ser un pequeño obstáculo en el camino, pues, cuando trató de impedir el
paso a la expedición, Hércules desembarcó, saqueó la ciudad y mató al
rey Laomedonte junto con todos sus hijos excepto Príamo, que era el rey a la
sazón. Nada de esto tiene visos de realidad. Más bien debemos suponer que estas
historias fueron inventadas por los griegos micénicos para animar al pueblo, o tal
vez a los aqueos, pueblo tan poco interesado por el mar como Egipto, a lanzarse
sobre Troya y acabar con su hegemonía. Las leyendas griegas al respecto hablan
de una coalición de Argivos y Aqueos en una expedición contra Troya. En
principio "argivo" hace referencia a la ciudad de Argos, que era una de las
ciudades micénicas más importantes, pero es probable que el término se usara
para referirse indistintamente a todos los griegos micénicos. Naturalmente,
el casus belli según los griegos no fue tan prosaico como el de borrar del mapa
una ciudad molesta. Según la tradición, la guerra se debió a que Paris, el hijo de
Príamo, se llevó (no está muy claro si por la fuerza o de mutuo acuerdo)
a Helena, la mujer de Menelao, rey de Esparta, quien solicitó la ayuda de su
hermano Agamenón, rey de Micenas, para recuperarla. A su vez, éstos
reclamaron la ayuda de otros reyes, como Ulises de Ítaca o el aqueo Aquiles. Al
margen de los detalles poéticos, las tradiciones griegas parecen describir dos
facciones en pie de igualdad: los argivos, capitaneados por Agamenón y los
aqueos, capitaneados por Aquiles. La ciudad de Troya fue destruida y los griegos
convirtieron el acontecimiento en una de sus gestas más memorables.
Las leyendas griegas continúan explicando que, al volver a su patria, los héroes
se encontraron con una situación turbulenta. Las fábulas se inclinan hacia sucesos
más románticos en torno a adulterios, envenenamientos y disputas por el poder,
pero la realidad histórica subyacente era de otra naturaleza. Los pueblos
indoeuropeos se habían ido extendiendo por la Europa oriental, eran belicosos y
en estos momentos debían de pasar por un periodo de escasez o superpoblación,
por lo que se expandían en todas direcciones y desplazaban a su vez a otros
pueblos. La Grecia micénica empezó a sufrir el acoso de otro pueblo
indoeuropeo, emparentado con los griegos pero mucho menos civilizado:
los Dorios. Los dorios tenían armas de hierro, lo que les concedía una
superioridad contra la que los griegos micénicos no tenían nada que hacer. Como
fruto de estas convulsiones el Mediterráneo se llenó de hordas de piratas que
sobrevivían atacando y saqueando las ciudades costeras. Estaban formados por
mezclas heterogéneas de dorios, griegos micénicos y habitantes de poblaciones
variadas que no encontraron mejor salida que lanzarse al mar. Un grupo
numeroso de estos piratas desembarcó en las costas de Libia y se unió a los
nativos en un ataque contra Egipto.
Los sorprendidos egipcios, que nunca habían sufrido un ataque por mar,
llamaron "Pueblos del Mar" a los invasores, y así se les conoce en la historia.
Meneptah consiguió expulsarlos a duras penas, pero el poder egipcio se vio
seriamente dañado. De Egipto, los pueblos del mar pasaron a Chipre, desde
donde amenazaron las costas de Canaán y de Anatolia.