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Sylvain, Silvita, Silviña, Silvi, Silveira, Silvio. Todos ellos son mi nombre.

Cada uno de
ellos con un significado muy particular, definidos por la emoción de la persona que los
utiliza. Sylvain es formal e informal a la vez, neutro, para todo tipo de situaciones y
emociones. Silvita es un regaño leve. Silviña es una explicación condescendiente. Silvi
es producto de la alegría. Silveira es muestra de la creatividad jocosa de papá. Y, por
último, Silvio, significa huye de la abuela. Nombre versátil y polifacético, así como su
poseedora.
¿Qué vieron en mí al nacer para ponerme este nombre? Me gustaría pensar que éste fue
insertado en las mentes de mis padres por un ser sobrenatural para que marcara mi
destino. Sin embargo, ahora que ya no soy una niña, y aunque la fantasía y la
imaginación sean parte de mí, debo reconocer que mis padres eran mucho más
terrenales. Me supongo que debió sonarles bien por ser corto y conocido; y porque, al
ser ellos personas sencillas de pueblo gallego, se habrían fijado en sus semejantes para
hallar inspiración. Aunque me gusta la idea de ser única e irrepetible, mi nombre no caía
tan lejos, ya que en la misma carretera en la que se situaba mi casa, ya había otra
Sylvain. Esta chica no era la trágica Sylvia Plath o el amor no correspondido de Elvis
Presley, sin embargo, tenía una esencia amable, tierna y creativa; y, debo reconocer que,
en aquel momento, compartir mi nombre con ella, no me parecía un destino terrible.
Si bien ahora me encanta mi nombre, no siempre fue así. Durante mi adolescencia, mi
nombre fue mancillado por abusones sin imaginación. Silva, me llamaban.
Curiosamente, sin saberlo, éstos habían hallado el origen etimológico de este bello
nombre, el cual, significa selva o bosque siniestro. Este significado implica peligro,
inmensidad, privacidad y misterio; lugar virgen en el que sólo los más aventurados se
atreven a penetrar. Mi nombre define a una mujer que protege los bosques, la guardiana
de los secretos más profundos, protectora de la pureza y la naturalidad; y una
privilegiada que se siente segura entre las sombras entre las que pocos se atreven a
transitar.
Debo confesar que, aunque no siempre me ha gustado, en el momento presente, no me
imagino utilizando otro nombre distinto a este, ni ningún otro que me defina mejor. No
sé si el hábito hace al monje o si el monje hace al hábito, pero, en lo que a mi respecta,
acertaron de lleno con la elección. Soy simplemente: Sylvain.

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