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Instrucciones para abrir una ventana (un homenaje a Julio Cortázar)

En la apertura de una ventana se nos presenta la paradoja de tener que levantar un muro.
Preferiblemente, y para que el efecto de la ventana sea óptimo, se han de construir tres o
más muros creando una superficie intramuros. A continuación, colocaremos una placa
normal a los susodichos muros para techar el recinto y, de esta manera, aislarnos
completamente del exterior. Si estamos en una latitud lluviosa, habrá que aplicar a esa
placa una ligera inclinación para que el agua de la lluvia corra a lo largo y no se
estanque sobre ella.
Una vez aislados del exterior, ya estamos en situación de poder abrir una o varias
ventanas. Si lo que se desea es evitar la muerte por asfixia únicamente hará falta abrir
ventanas minúsculas a través de las cuales pase el suficiente aire para poder respirar. El
inconveniente está en que eso solo nos da unas horas más; lo que se tarde en morir de
sed. Para sobrevivir un poco más tendremos que dar a las ventanas el tamaño suficiente
para que el cuerpo pueda pasar a su través.
Las ventanas podrán tener la forma geométrica que más guste al usuario. Las más
acostumbradas están hechas con cuatro líneas rectas unidas entre sí con ángulos de
noventa grados. Con cuatro líneas de igual longitud hacemos una ventana cuadrada. Con
dos líneas de igual longitud y otras dos líneas también de igual longitud entre sí, pero
más cortas que las dos líneas precedentes, haremos una ventana rectangular. También se
podrán hacer ventanas redondas; y si el usuario es imaginativo y muy habilidoso podrá
hacer ventanas de fantasía. Después de decidir la forma de la ventana y dónde queremos
situarla dibujaremos su silueta sobre el muro. Lo ideal sería con reglas, escuadras y
compases; pero una realizada a mano alzada nos puede servir. A continuación,
cogeremos el cincel y la maza, apoyamos la parte biselada del cincel en el centro
geométrico de la silueta dibujada en el muro y golpeamos el cincel con la maza hasta
que traspasemos el muro con el cincel. Seguidamente apoyamos el cincel en el borde
del hueco practicado anteriormente para seguir golpeándole con la maza y, con
paciencia y trabajo, ir ampliando el hueco hasta llegar a una de las líneas antes
dibujadas sin sobrepasarla. Una vez agrandado el hueco hasta todo el perímetro de la
silueta hecha sobre el muro, ya tenemos la ventana abierta. Ya hay comunicación con el
exterior. Ya podemos ver más allá del muro. Ya puede entrar el aire, el agua de la lluvia
o alguien; o salir nosotros.
Si el borde inferior de la ventana está a cierta altura del suelo, pongamos por caso un
metro, para poder salir habrá que encaramarse a ese borde inferior y saltar por encima
de él. Esa operación puede resultar incomoda en determinadas ocasiones como cuando
nos hemos roto una pierna o nos hemos hecho viejecitos. Para prevenir esa incomodidad
habrá que abrir otra ventana cuyo borde inferior toque el suelo y así poder salir o entrar
andando. El procedimiento de apertura es el mismo que en el caso descrito antes.
Siguiendo este procedimiento se pueden abrir tantas ventanas como se desee.
Advierto que, llegados a este punto, el abridor de ventanas tiene que activar
mecanismos de autocontrol porque está demostrado científicamente que el hecho de
abrir ventanas en muros provoca el llamado efecto pipas: una vez que se empieza no se
puede parar. Por lo que se acaba abriendo, en los casos más extremos, una ventana total.
Este paroxismo abridor tiene la consecuencia de trasladarnos de nuevo al principio con
la desagradable sorpresa de tener que levantar otra vez un muro para poder abrir una
ventana.

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