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En los tiempos modernos en los que disponemos de aparatos que realizan las

tareas de limpieza del suelo automáticamente sin más esfuerzo que apretar un botón,
echamos de menos el ejercicio físico y acudimos al gimnasio o nos damos sendas
caminatas. Pero no tiene que buscar fuera del hogar lo que puede desarrollar en su
propia casa. Piense en los tiempos de confinamiento y valorará esta posibilidad de
mover su musculatura además de contribuir al ahorro de energía eléctrica.

Vaya a un supermercado, o mejor aún, a una pequeña tienda del comercio local
(ayude a los pequeños autónomos que están sufriendo con la crisis económica) y
compre un mango, quiero decir una vara de uno coma cuarenta centímetros. No sea
tiquismiquis y cójala aunque esté cubierta de un dibujo de un estampado espantoso. Lo
de menos es la estética, piense que el mango es esa pieza indispensable para accionar
nuestra máquina de barrer. Adquiera también la escoba propiamente dicha que deberá
colocar en la parte inferior de la vara enroscándola, esto es, girando en el sentido de las
agujas del reloj. Una vez tenga montado muestro artilugio solo tiene que ponerlo en
contacto con el suelo y realizar pequeños movimientos a lo largo de la habitación. Coja
el mango con ambas manos, una mano colóquela a unos diez centímetros de la parte
superior y la otra unos quince centímetros más abajo. Ahora solo queda accionar las
manos y hacer desplazar la escoba.

Comience desde una esquina y termine en esa misma esquina agrupando el


polvo a medida que maneja su escoba. No deje ningún rincón sin recorrer. Puede poner
música para seguir un ritmo adecuado a su estado de ánimo: desde lentamente hasta
rápidamente pasando por todas las melodías intermedias. Poco a poco, paso a paso, vea
como va creciendo el montón de residuos. Aquí un papel que después de cumplir su
función como recordatorio de las provisiones a obtener para el fin de semana ha
terminado en el suelo, acá un alfiler que ha caído de la manga de la camisa cuyos puños
te quedaban largos, allá unas migas del bocadillo de jamón serrano que te comiste esta
tarde. Todo se va acercando, hasta las piedrecitas que se han soltado de tus botas altas
de cuero marrón con las que saliste a pasear por el parque.

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