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Citina nació en casa, en una noche calurosa de Escalona, en julio de 1933.

Nació el día
de la Virgen del Citina, por eso decidieron llamarla así. Un nombre muy grande para
una niña tan pequeña. A los pocos meses falleció su madre, y su abuela la crio en la más
profunda tristeza. Tuvo que llevar luto hasta los 18 años, en los cumpleaños siempre le
daban un globo negro, y tenía que ir todos los días al cementerio, pues nunca debía
olvidar, que su madre había muerto.
Lita nació una noche muy fría, en Alemania, en el año aquel. Cuando Citina salió de su
humilde casa para ir al hospital, la nieve le cubrió las rodillas, era la primera gran
nevada del año. Según las creencias de la época, tal y como presentaba Citina la forma
de la barriga, se decía que iba a ser un niño, al que habían decidido llamar Ricardo.
Pero, en contra de todo pronóstico, nació una niña, con el pelo muy negro y una tez
oscura que asustó mucho a las enfermeras alemanas. Al carecer de nombre de niña, y
habiendo llamado a su otra hija Citina, decidieron meter nombres de reinas en una bolsa
y elegir al azar. Salió Lita, un nombre muy grande para una niña tan pequeña.
Lara nació en Madrid, el 18 de abril de xxxx unas semanas antes de lo previsto. Lita
solamente tenía dos condiciones para elegir el nombre: que fuera corto y que no fuera
católico. Al haber presenciado la agonía de su madre y el rechazo a los cementerios que
había desarrollado durante su infancia, Lita optó por un nombre de origen griego.
Y ahí estaba yo, Lara. Con un nombre muy corto, y para alegría de Lita, incapaz de ser
acortado. Lara significa protectora del hogar, y supongo que por eso le atrajo tanto a mi
madre ese nombre. Debo añadir que, aunque el objetivo de mi nombre fuera su
simplicidad y su falta de cultura católica, todos me llaman Laris, y siempre me
preguntan por el día de mi santo.
Mi nombre tiene una larga historia, pues han sido los nombres largos y fuertes de la
familia los que hicieron decidir a mi madre un nombre sencillo y de origen extranjero.
He decidido nombre a Citina y a Lita porque lo creía necesario, pues su historia es mi
historia.

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