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Religiosas profesas de la Orden


Franciscana de la Inmaculada
Concepción y mártires, asesinadas por
odio a la Fe en 1936 durante la Guerra
Civil Española
De las 14 nuevas beatas, la figura más conocida es la de la Madre María Carmen Lacaba Andía,
superiora del monasterio de Madrid. Isabel, este es su nombre secular, era originaria de
Borja, un pueblo cercano a Zaragoza en España, donde nació el 3 de noviembre de 1882.,
hábil músico, pronto escuchó al Señor llamándola.
La elección de las Concepcionistas parecía la más natural, ya que su madre trabajaba en su
convento, por lo que a las 18 se le abrirá la puerta del claustro. Durante muchos años la
maestra novata, la recuerdan por su bondad, su dulzura y afabilidad, pero al mismo tiempo
severa e inquebrantable en la fe.
Los rasgos sobresalientes de su personalidad fueron la capacidad de perdonar y los
momentos en los que se recogió en el silencio de la oración, como aún testifica el cardenal:
“El silencio es condición esencial de la oración; El mismo Jesús nos invita a no decir muchas
palabras, sino a confiar en él - concluyó - pero la oración es ante todo dejar que Dios hable
a través de nosotros; en el silencio se hace oír”.
Cuando la situación en España empeoró, sus superiores les aconsejaron a las hermanas que
se fueran, que abandonaran los conventos y monasterios y se refugiaran en apartamentos
para ser menos llamativos. Pero están las hermanas mayores, están las hermanas
enfermas. No pueden irse todas y quedan muchas, especialmente las responsables, madres
hasta el final.
El 22 de agosto de 1936, la abadesa, Madre Inés de San José y sor María del Carmen de la
Purísima Concepción fueron sacadas del monasterio de El Pardo en Madrid. Ambas
derramaron su sangre "por odio a la fe". Ni siquiera un mes después, el 17 de septiembre,
la superiora, Madre María de San José y Sor María de la Asunción, desaparecieron del
monasterio de Escalona, cerca de Toledo. Ya nadie sabrá nada de ellos. El 8 de noviembre
del mismo año, otras 10 monjas, también de la misma Congregación, las Franciscanas
Concepción, irán al martirio, pero del monasterio de Madrid. Apoyadas hasta el final en
coraje y fe por la superiora, son fusiladas Madre María Carmen Lacaba Andía, Sor María del
Pilar de los Desamparados, Sor María de la Asunción, Sor María del Santísimo Sacramento,
Sor María Balbina de San José.
Parece un boletín de guerra y lo es. En efecto, es más: un verdadero “plan para la
descristianización total de España”, como tarjeta. Angelo Becciu.
Cuenta un testigo que la Madre Carmen y las otras 9 monjas de su convento fueron sacadas
y masacradas una a una, quedando a ella última, la superiora que no dejaba de consolar a
las demás y recordarles que solo iban a conocer al esposo celestial. Este es el significado del
martirio cristiano: un segundo bautismo capaz de borrar todos los pecados con sangre,
permitiendo que el mártir muera como un inocente, digno de los que perdonan y aman a
sus perseguidores.
CONGREGATIO DE CAUSIS SANCTORUM
MATRITENSIS
Beatificationis seu Declarationis Martyrii
Servarum Dei
Mariae Carmelitidis Lacaba Andía
(in saeculo: Isabellae)
et XIII Sociarum
Religiosarum Conceptionistarum
(+ 1936)
_____________________________

DECRETUM SUPER MARTYRIO

«Jesús recuerda cuánta gente es perseguida y ha sido perseguida sencillamente por haber
luchado por la justicia, por haber vivido sus compromisos con Dios y con los demás»
(Francisco, Exhortatio Apostolica Gaudete et Exsultate, 90).

Esta idea del Papa Francisco puede iluminar la vida y la muerte de las Siervas de Dios
María del Carmen Lacaba Andía y de sus Compañeras, Religiosas Concepcionistas de la
Federación de Santa Beatriz de Silva. Todas ellas, abriéndose a la acción de la gracia,
supieron leer con profunda mirada de fe la voluntad de Dios, que les indicaba un nuevo
horizonte del anuncio evangélico, esto es el supremo testimonio de la vida. En el contexto
particularmente dramático de la persecución anticristiana y de la guerra civil española
(1936-1939), ellas dieron un admirable ejemplo de fe madura y de total disponibilidad al
servicio del prójimo, sostenidas por un profundo espíritu de oración y de una granítica
esperanza frente a la muerte.
El curso de su existencia se había distinguido por una asidua búsqueda de la voluntad de
Dios y por un heroico ejercicio de las virtudes. En la oración y en el recogimiento habían
madurado una profunda comunión con el Señor y un abandono confiado en la Divina
Providencia. Completamente olvidades de sí mismas María del Carmen Lacaba Andía y sus
Compañeras con la más absoluta sencillez todo lo habían orientado a la mayor gloria de
Dios y a la salvación del prójimo. La caridad, por ello, brotaba límpida de su corazón y se
derramaba, con humildad y dulzura, hacia todos con los que se encontraban. Su perfil se
delinea límpidamente en la óptica de aquel “genio feminista” protagonista también en el
campo social, proclamado por el Santo Padre Juan Pablo II, que el martirio ha coronado de
nueva gloria.
1. La Sierva de Dios María del Carmen Lacaba Andía , en el siglo Isabel, nació en Borja
(Zaragoza) el 15 de enero de 1882, siendo sus padres Juan Lacaba Arilla y María Andía Ceric.
Fue bautizada el 16 de enero de 1882 y confirmada el 15 de abril de 1890. Era la cuarta de los
seis hijos que tuvo el matrimonio. Sus padres eran modestos trabajadores capaces de crear
en la familia un clima verdaderamente cristiano. Al padre le gustaba leer y comentar, el día
anterior a los domingos y a las fiestas, las lecturas de la Celebración Eucarística, a la mujer
y a los hijos. En casa, la joven Isabel, cuidaba de los hermanos más pequeños, le gustaba
estudiar y, contemporáneamente, se dedicaba también al estudio de la música, actividad
que perfeccionaría después en el Monasterio. Trabajó como sirvienta en un chalet, no sólo
ayudando a sus dueños, sino también trabajando por su interés, siendo puntual y
demostrando una gran capacidad de trabajo. Con 18 años le manifestó a su madre su deseo
de consagrarse al Señor. La madre, que había trabajado en el Monasterio de las
Concepcionistas de Borja, la puso en contacto con ellas. Sin embargo a los 19 años, Isabel
prefirió entrar en el Monasterio de la calle Sagasti de Madrid, el 3 de noviembre de 1902.
Acogida por la Comunidad, el 12 de febrero de 1903 vistió el hábito recibiendo el nombre de
Sor María del Carmen Lacaba, iniciando así el año de noviciado y el 9 de marzo de 1904 hizo
la profesión de votos simples y el 10 de marzo de 1907 la de votos solemnes en manos de la
Abadesa Petra de San José. Con cuarenta años fue nombrada Maestra de Novicias y en el
capítulo de 1935 fue elegida Abadesa por unanimidad. Sufrió el martirio el 8 de noviembre
de 1936.

Junto a ella encontraron la muerte las compañeras del Monasterio de Madrid:

2. Sor María del Pilar de los Desamparados (en el siglo: Petra Manuela Pairós Benítez).
Nació en Pamplona el día 29 de abril de 1863, hizo sus votos solemnes el 29 de noviembre
de 1888 y fue inmolada “in odium fidei” el día 7 de noviembre de 1936.
3. Sor María de la Asunción (en el siglo: Eustaquia Monedero de la Calle). Nació el 20 de
septiembre de 1884 en Anaya (Segovia), hizo su profesión solemne en el mes de septiembre
de 1893, y fue sacrificada el día 7 de noviembre de 1936.
4. Sor María del Santísimo Sacramento (en el siglo: Manuela Prensa Cano). Nació en El
Toboso (Toledo) el día 25 de abril de 1887, hizo sus votos solemnes en diciembre de 1909 y
fue inmolada el día 7 de noviembre de 1936.
5. Sor María Balbina de San José (en el siglo: Manuela Balbina Rodríguez Higuera). Nació
en Madrid el día 10 de marzo de 1886, hizo su profesión solemne el 12 de enero de 1924 y
fue sacrificada el día 7 de noviembre de 1936.
6. Sor María Guadalupe de la Ascensión (en el siglo: Mª de las Nieves Rodríguez Higuera).
Hermana de Sor María Balbina, nació en Madrid el día 5 de agosto de 1892, emitió sus votos
perpetuos el 7 de noviembre de 1932 y fue inmolada el 7 de noviembre de 1936.
7. Sor María del Pilar (en el siglo: Clotilde Campos Urdiales. Nació en Valdealcón (León)
el día 6 de julio de 1897, hizo su profesión solemne el 2 de mayo de 1928 y fue inmolada el
7 de noviembre de 1936.
8. Sor María de Jesús (en el siglo: Basilia Díez Recio). Nació en Moradilla del Castillo
(Burgos) el 14 de julio de 1889, hizo su profesión solemne el día 15 de julio de 1925 y fue
sacrificada el día 7 de noviembre de 1936.
9. Sor María Juana de San Miguel (en el siglo: Juana Josefa Ochotore Aniz. Nació en
Arraiza (Navarra) el 27 de diciembre de 1860, emitió sus votos solemnes el 27 de enero de
1893 y fue inmolada el 7 de noviembre de 1936.
10. Sor María Beatriz de Santa Teresa (en el siglo: Narcisa García Villa). Nació en Nava de
los Caballeros (León) el 18 de marzo de 1908, hizo su profesión solemne el 19 de marzo de
1929 y fue sacrificada el 7 de noviembre de 1936.

Las Concepcionistas del Monasterio de El Pardo que derramaron su sangre:

11. Madre Inés de San José (en el siglo: Inés Rodríguez Fernández). Abadesa. Nació en
Avedillo (Zamora) el 2 de noviembre de 1889, hizo sus votos solemnes el 17 de abril de 1910
y fue sacrificada el día 22 de agosto de 1936.
12. Sor María del Carmen de la Purísima Concepción (en el siglo: María del Carmen
Rodríguez Fernández). Hermana de M. Inés de San José, nació en Avedillo (Zamora) el día
28 de octubre de 1895, emitió sus votos solemnes el 28 de enero de 1919 y fue inmolada el
22 de agosto de 1936.

Las Concepcionistas del Monasterio de Escalona que derramaron su sangre:

13. Madre María de San José (en el siglo: Josefa Itoiz). Abadesa. Nació en Pamplona, el 3
de marzo de 1871. Emitió sus votos perpetuos en 1897. Trasladada por los milicianos a la
Dirección General de Seguridad de Madrid, el día 17 de septiembre de 1936 desapareció sin
dejar rastro.
14. Sor María de la Asunción (en el siglo: Asunción Pascual Nieto). Nació en Villorobe
(Burgos) el 14 de agosto de 1887 y tomó el hábito concepcionista el 31 de octubre de 1909.
Desapareció también de la Dirección General de Seguridad de Madrid, sin dejar huella
alguna el 17 de septiembre de 1936.
La fama del martirio de las Siervas de Dios se difundió en la comunidad eclesial, por lo
que del 1 de julio de 2008 al 15 de marzo de 2010 se celebró en la Curia eclesiástica de Madrid
el Proceso diocesano, cuya validez jurídica fue reconocida por esta Congregación con
decreto del 12 de febrero de 2012. Preparada la Positio, tuvo lugar la Sesión de la Comisión
Histórica el 10 de junio de 2008. Por consiguiente se discutió, según el uso habitual, si las
muertes de las Siervas de Dios fue un verdadero martirio. El 11 de mayo de 2009 se celebró
el Congreso Peculiar de los Consultores Teólogos que expresó su parecer favorables. Los
Padres Cardenales y Obispos en la Sesión Ordinaria del 8 de enero de 2019, presidida por mi
Card. Angelo Becciu, han reconocido que las susodichas Siervas de Dios fueron asesinadas
por su fidelidad a Cristo y a la Iglesia.
De hisce omnibus rebus, referente subscripto Cardinale Praefecto, certior factus,
Summus Pontifex Franciscus, vota Congregationis de Causis Sanctorum excipiens rataque
habens, hodierno die declaravit: Constare de martyrio eiusque causa Servarum Dei Mariae
Carmelitidis Lacaba Andía (in saeculo: Isabellae) et XIII Sociarum, Religiosarum
Conceptionistarum, in casu et ad effectum de quo agitur.
Hoc autem decretum publici iuris fieri et in acta Congregationis de Causis Sanctorum
Summus Pontifex referri mandavit.

Datum Romae, die 15 ianuarii 2019

ANGELUS Card. BECCIU


Praefectus

+ MARCELLUS BARTOLUCCI
Archiep. tit. Mevaniensis
a Secretis
HOMILÍA DE BEATIFICACIÓN

Misa de Beatificación de María Carmen Lacaba Andía y 13 Compañeros mártires


Homilía del Card. Giovanni Angelo Becciu
(22 de junio de 2019, Catedral de Santa María la Real de la Almudena, Madrid, España)

"Me alegro de los ultrajes, de las dificultades, de las persecuciones, de la angustia sufrida
por Cristo: porque cuando soy débil, entonces soy fuerte" (2 Co 12, 10).

Queridos hermanos y hermanas,

Estas palabras de San Pablo, proclamadas en la primera lectura, las podemos aplicar hoy a
las 14 monjas de la Orden Franciscana de la Inmaculada Concepción (Concepcionistas),
asesinadas durante la persecución religiosa que pretendía eliminar la Iglesia en España. Se
mantuvieron firmes en la fe: no se asustaron por los atropellos, las angustias y las
persecuciones. Estaban dispuestos a sellar con sus vidas la Verdad que profesaban con sus
labios, asociando su martirio de fe, esperanza y caridad con el martirio de Jesús.

La Beata María del Carmen (en el mundo Isabel Lacaba Andía) y los trece Compañeros eran
monjas de la misma familia monástica, pero de tres monasterios diferentes: Monasterio de
Madrid, Monasterio de El Pardo, Monasterio de Escalona. Todos, perseverando en su
consagración a Dios, dieron la vida por la fe y como prueba suprema del amor. Fue
precisamente la aversión a Dios y la fe cristiana lo que le llevó al martirio. De hecho,
sufrieron persecución y muerte a causa de su estado de vida religiosa y total adhesión a
Cristo y a la Iglesia. Sus verdugos fueron milicianos que, impulsados por el odio a la Iglesia
católica, fueron protagonistas de una persecución religiosa general y sistemática contra los
pueblos más representativos de la comunidad católica. Los nuevos beatos ciertamente
tenían en mente la exhortación del divino Maestro:Buscad ... ante todo el reino de Dios y su
justicia "( Mt 6,33). Son un ejemplo y un estímulo para todos, pero especialmente para las
monjas concepcionistas, y también para todos aquellos consagrados que dedican
totalmente su vida a la oración y la contemplación. En esta preciosa misión de oración, las
monjas de clausura están llamadas a " gustar y ver lo bueno que es el Señor ", para dar
testimonio a todos de lo envolvente que es el amor de Dios.

" Tres veces oré al Señor ... Y él me dijo:" Bástate mi gracia "( 2 Co 12, 8-9). Estas palabras
de san Pablo, que acabamos de escuchar, parecen inspirar los mensajes dejados por estos
14 mártires. En diferentes lugares y épocas afrontaron con generosidad y valentía su
ofrenda de sacrificio al Señor. La integridad espiritual y moral de estas mujeres nos ha
llegado a través de testigos directos e indirectos y también a través de
documentos. Estamos profundamente afectados por los testimonios reportados sobre su
martirio. En el asalto al monasterio de Madrid, los atacantes gritaron: "¡ Mueran las
monjas !"; y estos morirán exclamando: “ Viva Cristo Rey! ". En el caso de las monjas de El
Pardo, los verdugos, al descubrir a las monjas entre las personas que las habían acogido
tras el ataque al monasterio, les hicieron la pregunta: “¿ Vosotras sois monjas?”; las
monjas respondieron: " Sí, por la gracia de Dios "; [1] esto equivalía para ellos a una
sentencia de muerte que los milicianos ejecutaron sin ningún otro motivo. Por su parte, las
monjas de Escalona, expulsadas de su comunidad, fueron expulsadas del municipio por los
milicianos locales y enviadas a la Dirección General de Seguridad de Madrid, para obligarlas
a abandonar su fe e ir a la apostasía. Para obligar a las monjas más jóvenes a hacer esto, las
dos monjas mayores fueron separadas del grupo y llevadas a un callejón sin salida, donde
fueron torturadas y finalmente fusiladas.

Todos los testimonios que hemos recibido nos permiten afirmar que estas Monjas
Concepcionistas murieron por ser discípulas de Cristo, porque no quisieron negar su fe y
sus votos religiosos. Cuando al comienzo de la guerra, en la zona republicana, las
comunidades se trasladaron a las casas de familiares o amigos, se adaptaron sin quejarse
jamás, dando un ejemplo de heroísmo. Nunca tuvieron una actitud de animosidad hacia
quienes eran la causa de sus sufrimientos, pero respondieron con caridad. Partieron para el
sacrificio glorificando a Dios y perdonando a sus verdugos, siguiendo el ejemplo de Cristo
que dijo en la cruz: " Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen" ( Lc 23, 34).

El testimonio de estos Beate constituye un ejemplo vivo y cercano para todos. Su muerte
heroica es un signo elocuente de cómo la vitalidad de la Iglesia no depende de planes o
cálculos humanos, sino que fluye de la adhesión total a Cristo y su mensaje de
salvación. Estas monjas nuestras lo sabían muy bien, y sacaron fuerzas no del deseo de
protagonismo personal, sino del amor incondicional a Jesucristo, incluso a costa de sus
vidas. Su existencia es como un mensaje directo a las personas consagradas y a los fieles
laicos de hoy. A los consagrados, los nuevos beatos dicen permanecer fieles a su vocación y
pertenencia gozosa a la Iglesia, sirviéndola a través del propio Instituto, en una intensa
vida de comunión fraterna, en la perseverancia y en el testimonio de la propia identidad
religiosa. A los fieles laicos,

"La fuerza se manifiesta plenamente en la debilidad " ( 2 Cor. 12: 9), el Señor respondió al
apóstol Pablo. Hoy damos gracias por esta fuerza que también se ha convertido en la fuerza
de los mártires en la tierra de España. La fuerza de la fe, la esperanza y el amor, que resultó
más fuerte que la violencia. Se ha superado la crueldad de los pelotones de fusilamiento y
todo el sistema de odio organizado. Cristo, que se hizo presente junto a los mártires, vino a
ellos con la fuerza de su muerte y martirio. Al mismo tiempo, vino a ellos con el poder de su
resurrección. El martirio, de hecho, es una revelación particular del misterio pascual, que
continúa operando y se ofrece a los hombres y mujeres de todos los tiempos como promesa
de nueva vida. Así escribió el famoso escritor romano Tertuliano: "Sanguis martyrum -
semen christianorum"; la sangre de los mártires es semilla de cristianos.[2]

No podemos dudar de la fecundidad de esta semilla, incluso si las fuerzas que buscan
erradicar el "semen christianorum", es decir, los valores cristianos, parecen crecer de
diversas formas desde la conciencia y el tejido de nuestras sociedades. Frente a actitudes de
cierre hacia las personas más necesitadas, frente al indiferentismo religioso, el relativismo
moral, la soberbia de los más fuertes hacia los más débiles, frente a los ataques a la unidad
de la familia y la sacralidad de la vida humana, no podemos olvidar la belleza del
evangelio. La palabra de Dios siempre echa nuevas raíces. ¡Sobre estas raíces los discípulos
del Señor debemos y podemos crecer! Estos 14 nuevos beatos, que permanecieron
perseverantes en la fe incluso en el momento de la oblación suprema,

Nos encomendamos a su intercesión, cuya existencia se ha convertido para toda la Iglesia,


especialmente para el pueblo de Dios peregrino en España, un poderoso faro de luz, una
invitación urgente a vivir el Evangelio de manera radical y con sencillez, ofreciendo una
valentía testimonio de fe, que supera todas las barreras y abre horizontes de esperanza y
fraternidad.

Beata María del Carmen Isabel Lacaba Andía y Compañeros mártires, ¡ ruega por nosotros!
___________________
[1]
Summarium Documentorum , Doc. 12, 149-158; Doc. 15, 161-195; Doc. 24, 230-241.
[2]
Apol, So 13 - CCL I, 171.

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