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Santa Rosa de Lima

(30 de Agosto)
Este 30 de agosto es la fiesta de Santa Rosa de Lima, patrona de América, el Perú y
las Filipinas. Sus obras y milagros han trascendido las fronteras de nuestra nación y
sus devotos se multiplican en diferentes países y continentes. Una de las principales
características de su vida fue el amor que desplegó por el prójimo. Ese es el rasgo
más sobresaliente de una existencia llena de virtudes.
En pleno centro histórico de Lima, al inicio de la avenida Tacna, se encuentra el
santuario de Santa Rosa de Lima. Allí, cada 30 de agosto, miles de fieles se congregan en torno a un pozo y arrojan
una serie de peticiones escritas a mano sobre papel. La gran carga milagrosa que se le atribuye a la santa peruana
aumenta con los años y es el principal elemento motivador de las personas que acuden a esta morada con la secreta
esperanza de que sus deseos serán cumplidos.
Ya sean enfermedades del alma o del cuerpo, penurias económicas, sueños difíciles de alcanzar o imposibles que
desafían la lógica humana, nada está fuera del alcance milagrosa de esta santa que en vida fue una mujer humilde,
dedicada a la penitencia y a la oración. Una devoción que en nuestros tiempos sería muy difícil de igualar. Sin
embargo, a pesar de su entrega a las labores de la Iglesia, Rosa tuvo una sensibilidad artística que le permitía
admirar el canto de los pájaros y dedicar parte de su tiempo a la música.
ENTRE EL DOLOR Y EL SERVICIO POR LOS DEMÁS
Santa Rosa sabía que era un ser terrenal, y por ello se sentía presa del pecado, de los malos pensamientos y de la
naturaleza impura del mal. La historia cuenta que los ángeles la visitaban frecuentemente, pero también tuvo
encuentros un tanto desagradables con demonios que la perturbaban y trataban de conducirla al lado oscuro.
Al parecer, el bien y el mal entablaban combates colosales a la vista de la santa, quien se refugió en las horas de
oración para liberar su alma de la congoja ocasionada por la incertidumbre de dar un paso en falso y ser presa de los
vicios del mal.
Pero Santa Rosa de Lima no fue únicamente una persona experta en el arte de ahuyentar la tentación a través del
martirio, dueña de una gran resistencia física que le permitía permanecer encerrada largas temporadas en un cuarto
de apenas tres metros cuadrados. La admiración que despierta Santa Rosa no reside en una vida llena de sufrimiento
que en ocasiones era autoinflingido. La entereza de esta mujer estuvo más bien en el camino del servicio y de la
preocupación por los otros.
El catecismo de la Iglesia Católica da cuenta de una anécdota que grafica a la perfección este comportamiento. El día
en que su madre le reprendió por atender en casa a los pobres y enfermos, Santa Rosa de Lima le contestó: "Cuando
servimos a los pobres y a los enfermos servimos a Jesús. No debemos cansarnos de ayudar a nuestro prójimo". ¿Se
necesitan acaso mayores pruebas del grado de responsabilidad que Santa Rosa de Lima asumió frente a los demás?
Rosa de Lima nació en Lima en 1586. Sus humildes padres fueron Gaspar de Flores y María de Oliva. Aunque fue
bautizada con el nombre de Isabel, se la llamaba Rosa y ése fue el único nombre que le impuso durante su
Confirmación el arzobispo de Lima, Santo Toribio.
La situación económica de la familia se volvió un poco inestable cuando el padre de Rosa fracasó en la explotación
de una mina. La santa trabajaba el día entero en el huerto, cosía por la noche y ayudaba al sostenimiento de la
familia. A pesar de las dificultades, Rosa estaba contenta con su suerte, hasta que sus padres la indujeron a casarse.
Fueron diez años de lucha, ya que la santa había decidido hacer votos de virginidad y consagrar su vida a Dios. Por
ello, ingresó en la tercera orden de Santo Domingo, imitando así a Santa Catalina de Siena. A partir de entonces se
recluyó en una cabaña que había construido en el huerto.
Rosa pasó los tres últimos años de su vida en la casa de Don Gonzalo de Massa, un empleado del gobierno cuya
esposa le tenía particular cariño. Antes de su muerto sufrió una penosa y larga enfermedad. Murió el 24 de agosto
de 1617, a los 31 años de edad. Fue canonizada por el Papa Clemente X en 1671, convirtiéndose de esta manera en
la primera santa americana canonizada.
Día de la reincorporación de Tacna a la patria
(28 de Agosto)

El 28 de agosto de 1929, luego de 46 años de cautiverio, la heroica ciudad de Tacna


retornó al suelo patrio. Pese a la política de chilenización, de abusos y vejámenes, los
peruanos allí residentes mantuvieron en alto su patriotismo y su amor por la patria
izando nuestra bandera todos los 28 de agosto de cada año.

El Perú cedió a Chile, por el Tratado de Ancón, perpetua e incondicionalmente la


provincia litoral de Tarapacá y le entregó por un período de 10 años los territorios de
Tacna y Arica, los cuales quedarían durante este tiempo sujetos a la legislación de ese
país. El plebiscito acordado en el Tratado de Ancón para 1894, por el cual los
habitantes de Tacna y Arica decidirían su nacionalidad, nunca se llegó a realizar y
esas provincias siguieron ocupadas por Chile de hecho y por la fuerza más de 40
años.

Luego de Fracasar diversas fórmulas se llegó, por fin, a una negociación directa entre
los gobiernos de Perú y Chile, firmándose el Tratado de Lima, el cual dividió el
territorio en dos: Chile se quedaba con Arica y devolvía Tacna y los territorios al norte
de la frontera. La entrega se realizó en una emotiva ceremonia el 28 de agosto de
1829, día grande para los tacneños y todos los peruanos. El paseo de la bandera en la
ciudad de Caplina es un homenaje a aquellas valientes mujeres que, enfrentándose al
invasor, paseaban la bandera peruana por dos de mayo, Arias y Aranjuez, con lo cual
rendían homenaje al Perú libre y soberano.

En esa fecha del 28 de agosto de 1829 Tacna, la ciudad heroica regresó al Perú para
no separarse jamás.

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