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Andrés Petit nació el 27 de noviembre de 1829 y fue bautizado el 3 de enero de 1830

según lo atestigua el libro de Bautismos de Pardos y Morenos, tomo 33, folio 209,
número 813. Se aclaran otras interrogantes. El apellido Petit viene dado por doña Leonor
Petit, dueña de su madre, la esclava Juana Mina. Del padre ni siquiera se menciona el
hecho de que fuera desconocido y tiene de padrinos a Enrique y Margarita Benedit Petit,
quienes con seguridad forman parte de los amos blancos. Corrobora esta suposición
que en el mismo libro de bautismos aparece asentado, inmediatamente después del de
Andrés, el de una esclava adulta, también perteneciente a Doña Leonor Petit y con
Margarita Petit fungiendo de nuevo como madrina.

No obstante el hecho de que aparezcan estos dos importantísimos documentos que


prueban su existencia real, se mantienen algunas de las interrogantes y se abren otras
más, por lo que se mantiene su condición de personaje enigmático. Es difícil, por tanto,
realizar una análisis lo más objetivo posible sin caer en el terreno de la especulación.

Profundizando algo en la rama Kimbisa del Santo Cristo del Buen Viaje fundada por él, si
se le realizara un minucioso análisis se pudiera llegar a la conclusión de que siendo su
génesis el Palo no debe ser considerada una rama dentro de esta, sino un culto
independiente, creación única de Petit basado en los conocimientos que tenía de este,
de Osha y de la Religión Católica junto con aspectos del Culto traído del Calabar.

Poco o casi nada estudiado, la referencia más amplia sobre este culto la encontramos en
el libro de Lydia Cabrera publicado en Miami. Como no es nuestro objetivo hacer muy
extenso el presente trabajo, sólo nos referiremos a los aspectos que son tomados de las
Religiones mencionadas.

En primer lugar, para ser un Kimbisero hay que ser una persona honorable, de buenas
costumbres, lo que se verifica antes de ser aceptado. Aquí tenemos la primera similitud
con la secta Abakuá en su esencia más pura.

Después, el iniciado debe prestar un juramento en el que se entremezclan los


mandamientos cristianos, pero el primero de todos consiste en jurar por la fe en la
existencia de Dios. El animal sacrificado en la iniciación es un gallo (otra semejanza con
los Abakuá), ya que los animales de cuatro patas (chivos, carneros) se sacrifican cuando
es la consagración de un Padre o Madre capacitado, algo así como el equivalente del
Tata-Nganga y la Yayi.

El Kimbisa jura ante el crucifijo no blasfemar ni maldecir, perdonar a su enemigo,


atender a sus hermanos, no traicionar la institución entre otros. Es importante detenerse
en específico en uno: perdonar a su enemigo. Este principio es puramente cristiano, en
ninguno otro culto de los traídos del Africa lo encontraremos. No es característica usual
de los Mayomberos, ni de los Ñáñigos, ni de Osha, el perdón. Al contrario, en Mayombe
aplican la máxima de «clavo saca clavo, mayombe tira y mayombe contesta». Esta
diferencia es la que independiza a los Kimbisa de los demás.

UNA DE LAS CELEBRACIONES más importantes de los Kimbiseros es la Comida de los


Muertos, Despedida del Año Viejo y el Advenimiento del Año Nuevo. Allí mientras se les
reza, se canta y baila, se coloca una cazuela con comida (arroz con frijoles y carne de
puerco) de la que todos van comiendo con la mano a la vez que bailan alrededor. Rito
similar de comunión mediante la comida tienen los Abakuá.

De Osha toma los Santos en su carácter sincrético, a través de sus imágenes, y también
en la presencia de ellos a través del matari.

No es el propósito deternese en las similitudes con el Palo, ya que por supuesto, los
Kimbiseros realizan sus trabajos a partir de los poderes de los palos y hierbas del
monte, y tienen su Prenda o Nganga que nunca será judía, sino cristiana.

De la Prenda famosa de Petit conocida como Mamá Lola se cuenta que esta fue
heredada por su mejor ahijado.
Someramente hemos mencionado algunos de los aspectos que nos hacen presuponer
que el culto Kimbisa no es una rama más del Palo Monte, sino un culto, por su esencia
cristiana, independiente.

Pero además, si hiciéramos un estudio más profundo del culto de Palo Monte en sus
otras ramas más conocidas, Brillumba y Mayombe, notaríamos la influencia de la
Kimbisa de Petit, porque en estas anteriores apreciamos junto a la prenda judía, la
cristiana, que no es más que el resultado del sincretismo religioso en el que Andrés Petit
jugó un papel determinante.

Se pudo constatar visitando el Munanso-Mbele de un famoso Tata-Nganga Brillumbero


de Guanabacoa que este no difería mucho del de los Kimbiseros descritos en el libro de
La Regla Kimbisa. Otro factor influyente es que por lo general un Palero es a la vez
Santero y Abakuá y entonces sus asas adquieren esa coloración especial del manto en
que se envolvía Petit.

Mención aparte y muy especial atención merece su Testamento, protocolado cinco días
antes de morir, por el notario Don Luis Justo Marín de Guanabacoa (tomo 2, 1878, Nave
1, estante 6). Con este importantísimo documento se abren otras incógnitas, y nos
ofrece datos de interés como la dirección de la casa en que habitaba en Guanabacoa,
calle de Candelaria, No. 40; afirma ser hijo de padres desconocidos y bautizado en la
Parroquia del Santo Cristo del Buen Viaje. Si desconoció al morir a la humilde esclava
quizás fuera que en realidad esta únicamente fungiera como tal o no lo supiera...

Dejando a un lado las especulaciones, el testamento comienza con la proclamación de


su fe católica como era característico de la época y con las mismas frases utilizadas por
el notario en otros testamentos.

La primera parte es la que aparece transcrita en su defunción. En cuanto a las deudas,


éstas no son tantas entre lo que él debe y lo que otros le adeudan. No hay una
enumeración detallada para ser un inventario legal, de los cuadros al óleo e imágenes
que lega al Monasterio de Santa Catalina, y específica que allí tenía algunos depositados
de antemano. En este primer acápite del Testamento ofrece los rasgos de su
espiritualidad al pedir cuatro velas al Santo Cristo del Buen Viaje, y el féretro sin lujos,
ofreciendo un rasgo de humildad, pero el hecho de solicitar que fuera cerrado de
inmediato, posibilitaba que cualquier ceremonia funeraria ritual que se realizara no
estuviera a la vista de todos. Abakuá al fin, sus ekobios con seguridad le realizaron el
llanto, que siempre se les hace al morir a los juramentados, y quizás el gallo de la
muerte lo acompañara en su destino final. Otra de las legendarias versiones sobre su
muerte es que lo acompañó su Nganga, pero de todas maneras, existían razones muy
poderosas para solicitar el cierre de inmediato de su féretro, y que enigma y leyenda
vayan juntos de la mano.

Es significativo que su imagen del Santo Cristo del Buen Viaje fuera legada a Don
Domingo Sabate para cuando este regresara del extranjero, los motivos no se consignan
y los desconocemos.

A su ahijado Francisco Báez le deja la suma de quinientos pesos, y otras pequeñas


cantidades a un grupo de personas, indistintamente blancos y negros, «en recompensa
de los buenos servicios que le han prestado los agraciados «.

Instituye por su albacea y único heredero a Don Domingo León y Lanouvé, quien se
encargaría de repartir los bienes y del funeral.

Esta figura desconocida juega un papel trascendental en el final de sus días, y al parecer
era escribano de actuaciones de la misma notaria, ya que es nombrado como tal en
otros documentos y escrituras.

Un dato muy curioso es que el testamento no aparece firmado por él porque «...el
testador que asegura no escribir haciendo lo de su ruego y designación el testigo Carrió
«.

El estudio del testamento evidencia a un hombre religioso, y habría que leer en las
entrelíneas cuando dice «con cuantas facultades sean necesarias y las de arreglar
judicial o extrajudicialmente su juicio testamentario según le conviniere a Don Domingo
León y Lanouvé « lo que muestra que este era un hombre de toda su confianza, ya que
esos cultos eran muy mal vistos en la época, considerados aún hasta muy entrado el
siglo XX: «cosas de negros».

En cualquier caso, la vida del gran taumaturgo continúa siendo un misterio.

Antes de emitir alguna conclusión hemos de percatarnos de que no obstante tener ya la


certeza de que Andrés Petit no es una leyenda, que fue un ser con dotes excepcionales
cuya existencia fue real, es poco lo que hemos logrado despejar de ese gran enigma que
él representa. Esta figura desconocida juega un papel trascendental en el final de sus
días, y al parecer era escribano de actuaciones de la misma notaria, ya que es nombrado
como tal en otros documentos y escrituras.

Tanto los creyentes como los libros de referencias lo mencionan con otros nombres
agregados al de pila: Andrés Facundo Cristo de los Dolores; sin embargo, en ninguno de
los documentos legales encontrados aparecen. Podemos pensar que son adicionados o
superpuestos, ya sea al fundar el culto Kimbisa o al profesar como terciario dominico si
en realidad lo hizo. Es característico de estas órdenes religiosas (franciscanos,
dominicos o carmelitas) agregar un nombre netamente católico en relación con la orden
que se profesa. Pudiera ser Cristo de los Dolores y el Facundo tenga más que ver con la
afrocubanía. Lola se le dice a las Dolores, y hay que recordar el nombre de su prenda
Kimbisa: Mamá Lola.

Son muchas las interrogantes que aún quedan sobre Andrés Petit: por qué en la
defunción y testamento se dice padres desconocidos si en la fe de bautismo aparece
una oscura esclava como la madre; por qué en su defunción y testamento es un pardo
ingenuo si fue bautizado como párvulo esclavo; quién, cómo y en qué momento, a título
de qué no fue nunca esclavo el que tomó el apellido del ama; por qué estuvo tan ligado
durante su vida al ambiente religioso; quién le inculcó esa fe católica; pero a la vez, por
qué vías estuvo imbuido de los cultos afro traídos por una parte de sus ancestros...

Se despeja un tanto parte del misterioso laberinto que es Andrés Petit, porque lo
analizado hasta el presente nos condiciona para aseverar que fue un hombre
básicamente religioso, asceta y célibe, como los grandes místicos.

El mágico contrapunto de Petit.

Independiente de las sombras que dificultan un cabal conocimiento de su vida podemos


intentar el trazo de un análisis valorativo que nos ofrezca una dimensión justa de Andrés
Petit.

Su venta del secreto Abakuá para posibilitar que también fueran aceptados los hombres
blancos no fue más que producto del profundo conocimiento que poseía de nuestra
nacionalidad; porque prejuicios aparte, fuimos conformados y somos esa liga
heterogénea y nada ortodoxa de diferentes razas. En casi ningún otro país como este
caben aspectos que marquen diferenciaciones, y por tanto, discriminaciones.

El polvo de sus sandalias que recorrían las calles estrechas de la Habana Vieja y
Guanabacoa conocieron de esa mezcla que a la vez conllevó a lo que tal vez
denominemos como una confusión de cultos y que no pasa inadvertida aún en nuestros
días.

Si estábamos conformados de negros y blancos que iban a la misma iglesia aunque no


se asentaran sus bautismos y enterramientos en los mismos libros, si la fe no se le
negaba ni al que acababa de llegar de la ardiente Africa desconociendo a un Nazareno,
por qué razón no iban a integrarse los blancos que lo desearan en un culto profesado
por el amigo o el hermano de crianza.

Petit fue profundamente católico. Podemos casi asegurar que terciario dominico. Su
devoción al Santo Cristo del Buen Viaje también lo atestigua.

Se cuenta, y me inclino a que no sea leyenda, que uno de los ocho estudiantes de
Medicina fusilados en 1871 era Abakuá. De ser cierto, con seguridad integró el primer
juego de blancos fundado por Petit.

Este hecho como muchos otros más, atestigua que lo mejor de la nobleza criolla, y al
decir lo mejor me refiero a la ligada a los afanes independentistas, estuvo vinculada a
los cultos de Petit.

La fundación del culto Kimbisa del Santo Cristo del Buen Viaje fue otro intento de lograr
la integración de blancos y negros en una misma fe. A veces no se llega a esta por el
camino más recto, sino que se necesita de tomar atajos y salvar los vericuetos.

Eminentemente cristiano, a él se debe la introducción del crucifijo en estos cultos.

Lo que hizo mediante su obra y vida fue convertirse en una hermosa parábola de la
transculturación.

Andrés Petit, por ser él mismo un ejemplo de la mezcla de razas, sintió esa dualidad en
su propia existencia, por lo que utilizó varios senderos a la vez. Lo mismo consagró
como Isué, que preparó su Nganga, el tronco de los demás kimbisas, que rezaba en
latín.

En música se le denomina contrapunto a la concordancia armoniosa de voces


contrapuestas. Guarda gran similitud con este concepto la integración armónica de
distintas religiones realizada por Petit.

Andrés Petit, incluido con las diversas religiones que practicó y fundó, además de la
vida que llevó consagrada a realizar el bien, ayudando a los más pobres, sin ostentación
ni lujos, sino asceta igual que un monje de convento fue, sin lugar a dudas, un hombre
principalmente místico.

Entiéndase por místico el individuo que busca la luz por diversos caminos, que no
desdeña ningún conocimiento, ninguna escuela filosófica; en fin, que se dedica a la vida
espiritual. No existe margen de duda alguna para aseverar que Andrés Petit fue, en
esencia, un hombre místico.

La legendaria historia de sus milagros y hechicerías vista a la luz de los grandes


avances científicos puede ser escuchada con sonrisas incrédulas y escépticas, para las
que nunca habrá una prueba objetiva. Se podrá estar de acuerdo o no con ellas, pero
estas superviven dentro de lo más puro de nuestras tradiciones, porque como escribiera
ese grande de nuestras letras, Alejo Carpentier: "Los que no creen en Santos, no pueden
curarse con milagros de Santos".

Su trayectoria vital es un ejemplo fehaciente del proceso de transculturación, y aún con


muchos de sus enigmas por descifrar, su controvertida imagen de fantasía y leyenda
pulsa las cuerdas de nuestra historia para conformar ese contrapunto maravilloso del
siglo XX dentro del que es indiscutible el lugar primordial que ocupa.

El Enigma Petit.

Petit andaba las calles de La Habana vestido de levita negra y calzando sandalias. Era
habitual que llevara un bastón, báculo famoso, que a diferencia de los bastones
corrientes tenían casquillos de plata por ambos lados, que lo semejaba más con un Itón
de los utilizados por los altos dignatarios Abakuá. Bastaba con que lo levantara y dijera
sus palabras mágicas de Adiós, mi niño, para que lograra lo mismo paralizar en plena
calle a un transeúnte que impedir un atraco.

Podía predecir, a quien él estimara, el número de la lotería, y lograr que un culpado,


procedente de familia adinerada, saliera absuelto del juicio, siempre y cuando
ofrendaran limosnas para su Convento.

Aparte del sobrenombre de Andrés Kimbisa se le conocía también con el del Caballero
de Color, porque en una ocasión en que estaba de visita en casa de un criollo de título
nobiliario, otro de los visitantes le protestó por recibir a un mulato, a lo que el dueño le
contestó que ese hombre era un caballero de color.

Consultaba tan sólo con un vaso de agua que removía con una varilla y antes exigía el
rezo de tres Padre Nuestros, tres Ave Marías y tres Credos. NO es casual la utilización
del número tres. También sabía rezar en latín.

Otras de las leyendas es que fue terciario de la Orden Franciscana y Limosnero de San
Francisco de Asís. En la actualidad ya no se ven aquellos hombres que salían con la
cruz y el estandarte, dando tres golpes en el suelo con ella y reclamando pan y limosna
para su Convento y sus pobres.

Como buen Palero, si su Nganga o Prenda le exigía que saliera a las calles a pedir la
caridad para los necesitados, lo hacía descalzo. Lo meritorio del hecho de fundar la
Rama Kimbisa fue el ampliar este culto para los blancos y que él mismo tomara no sólo
los principios del Palo, sino también de la Santería y el Catolicismo en gran medida.

Dentro de los abakuá ocupó la plaza de Isué, que corresponde a una especie de obispo y
es uno de los cuatro jefes (obones) principales en un juego o potencia. Bakokó Efor fue
al que perteneció.

También introdujo la devoción a Cristo y se dice que la plaza de Abasí (Dios) que ha de
ser ocupada por lo general por uno de los más ancianos de la potencia, fue de su
creación.

Por treinta onzas de oro se juran los primeros blancos en 1857. Y es Andrés Petit quien
lo permite para con ese dinero comprar la libertad de varios ekobios. Sin embargo, este
hecho considerado por algunos como una alta traición a los suyos, no sólo sirvió para
libertar algunos esclavos, sino que él lo hizo en un sentido más amplio. El blanco que
fuera monina de un negro no iba a permitir que se cometieran abusos e injusticias sobre
su hermano de Religión. Pero hay todavía más, porque cualquier separación de razas, de
una o de otra, conlleva una discriminación, y Petit comprendió, más pronto que algunos
de sus contemporáneos, -quizás su condición de pardo lo ayudara-, que en esa mezcla,
gústele o no a muchos, estriba la esencia de los pobladores de esta tierra.

Se cuenta que algunos Ñáñigos, molestos contra Petit por permitir la entrada a los
blancos, lo esperaron en el Puerto a su regreso de un viaje que hizo, -esto también está
dentro de la leyenda-, a Tierra Santa y al Vaticano a visitar al Papa, en esa época era Pío
Nono, quien le bendijo la rama de olivo traída con la que confeccionó su mágico bastón
y utilizó para crear su Nganga además de darle permiso para fundar el culto Kimbisa
Santo Cristo del Buen Viaje. Desde la embarcación Petit sólo tuvo que levantar su
báculo para que los que lo aguardaban, unos con un cuchillo, otros con un revólver o
una navaja, quedaran paralizados y él descendiera despreocupadamente sin ningún
tropiezo.

Pero al aparecer, la molestia de muchos ekobios negros perduró, pues los principales
miembros de la potencia Bakokó Efor fueron suspendidos en sus funciones y
castigados. Y aquí nos encontramos de nuevo con uno de los tantos enigmas que
rodean la historia de la vida de Andrés Petit. Si él, junto con los principales obones de
su juego, fue suspendido, cómo es posible que seis años después de la venta realizan la
primera consagración de plazas, y cómo en 1875, tres años antes de su muerte, aparece
testificado en un acta Abakuá en Regla. Porque es muy probable que la suspensión
fuera por un tiempo extenso.

El 24 de diciembre de 1863 nace la potencia Mukarará Efó o Aknarán Efó, primer juego
conformado por ñáñigos blancos. Estos pertenecían a las mejores familias de la nobleza
criolla. Ya con anterioridad a estas fechas el segundo Marqués de Casa Calvo había sido
desterrado por Tacón, entre otras cosas, por permitir reuniones de negros en su casa.
Es precisamente en 1878, el año en que falleció Petit, en que se crea el segundo juego
de blancos: Ecorie Efor.

Los cultos que son muy cerrados como es el caso del Palo Monte, y en mayor medida, el
Abakuá, se rodean de una atmósfera misteriosa, -a veces una leyenda negra que los
perjudica-, que los torna muy interesantes a los ojos del neófito. Estas prácticas traídas
del Calabar y el Congo, al ser eminentemente secretas, convierten en muy difícil y hasta
imposible, el trabajo para el investigador, aunque a su vez es lo que ha asegurado su
supervivencia.

En medio de todo ello se alza la figura de Andrés Petit o Andrés Kimbisa, aún
mencionado a más de un siglo después de su muerte, en la mayoría de las ocasiones
con veneración, por los creyentes de ambas religiones.

Tanta era la leyenda que la realidad se perdía en el tupido bosque de historias,


anécdotas, referencias escritas o narradas de forma verbal. Y hasta se llegó a pensar lo
impensable, -claro que nunca por los continuadores de estos cultos-, de que Andrés
Petit era eso únicamente, un personaje legendario.

Dentro del enmarañado ramaje existía un hecho único al parecer verídico por la
coincidencia general: había muerto en Guanabacoa, ignorándose el año preciso (1872 ó
1889 cita L. Cabrera

Después de rastrearlo sin fruto alguno en los legajos de Cofradías y Cabildos y en


algunos de los Protocolos Notariales del Archivo Nacional, en un libro de la Parroquia de
la Asunción de la Vetusta Villa, casi sepultado el nombre en el índice por un trabajo de
encuadernación posterior, aparecía al fin un dato certero que certificara su paso real por
la vida. Allí, en el tomo 14 del Registro de Difuntos correspondiente a Pardos y Morenos,
Folio 10, Número 27, en hojas que el tiempo deshace, aparece registrada la muerte, el 20
de mayo de 1878, del pardo ingenuo, Andrés Petit.

Para que no quepan dudas de que se refiere al Petit legendario, el sacerdote transcribió
con su cuidadosa caligrafía, parte del testamento otorgado cinco días antes, en que se
dice que no sólo recibió los Santos Sacramentos y que era soltero de cuarenta y ocho
años de edad, sino que además disponía por su alma las treinta misas de San Gregorio y
las mandas pías, pidió que se le amortajase con el hábito del Padre Santo Domingo, se
le colocase en una caja sin lujo que se cubriría de inmediato alumbrándose el féretro
con cuatro luces puestas encima de la mesa de su habitación en que tiene la imagen del
Santo Cristo del Buen Viaje.

Un análisis detallado de esta certificación de defunción nos comienza a trazar una


imagen del hombre que nos desvela nuevas facetas. Comienza a aclararse el aspecto de
que Andrés Petit, incluido con las diversas religiones que practicó y fundó era, en
definitiva, un hombre eminentemente religioso.

Quién sino un terciario dominico hubiera pedido ser amortajado con el traje de fraile. Se
conoce que los terciarios, tanto franciscanos, dominicos o carmelitas, realizan los votos
de castidad, pobreza y obediencia.

La fecha de muerte nos ofreció la probable de nacimiento, pues tendría que haber
ocurrido a finales de 1829 o en 1830. Después de un pesquisaje en las Iglesias más
antiguas de La Habana, se encontró su Fe de Bautismo donde era de suponer, en la
Parroquia del Santo Cristo del Buen Viaje. Vínculos internos, muy estrechos, lo ligaban a
ella.

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