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PSICOLOGÍA DEL DESARROLLO – CLASE 1

Facundo Rodríguez Arcolia

Les doy la bienvenida a esta primera clase.

Aquí introduciré dos textos que ustedes van a trabajar. Digo “trabajar” porque, en efecto, estudiar es un trabajo. Sugiero
practicar sobre los textos un subrayado que implique:

▪ Una primera lectura sobre un apartado, un subtítulo.


▪ Una segunda lectura con lapicera de color para subrayar.
▪ Una tercera lectura sobre lo subrayado únicamente, para remarcar con resaltador de texto un concepto, una idea.

De ese modo podrán identificar con una simple mirada al momento de estudiar, los conceptos principales de un párrafo.
Eso facilita considerablemente la comprensión global de un texto y, en consecuencia, el proceso de memorización de ideas
que se torna más ameno.

A esto me refiero con “trabajar un texto”.

Trabajo de estudiantes… desplazamiento de la condición de alumna/o, condición de pertenencia institucional… a la


condición de estudiantes: condición existencial y pedagógica. Ser estudiante es venir a estos espacios institucionales en
busca de unas palabras, siempre incompletas, para comprender lo humano y sus vicisitudes. Algo de lo humano nos
inquieta y, por eso, ustedes y yo estamos aquí… buscando palabras que nos faltan.

Y eso conlleva un trabajo, en el sentido psicoanalítico de arbeit – de trabajo psíquico – porque, además de resignarnos a
no poder encontrar todas las palabras ni las garantías de una explicación acabada… además de esa frustración de base,
habrá que soportar vérselas con la propia infancia, eso que está en permanente bullicio en nosotros, los grandes.

Bienvenidas y bienvenidos, estudiantes.

Contenido
EL ESTUDIO DEL MUNDO DE LOS NIÑOS ................................................................................................................................ 2
La infancia como construcción social.................................................................................................................................. 2
La construcción de teorías sobre la infancia ....................................................................................................................... 3
LA INFANCIA, CATEGORÍA PROBLEMÁTICA ............................................................................................................................ 6
La infancia como invento après-coup ................................................................................................................................. 8

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EL ESTUDIO DEL MUNDO DE LOS NIÑOS

Tomo prestado el título del texto de Diane Papalia que trabajarán esta semana. Se trata de una primera parte extraída de
un manual “Psicología del Desarrollo. De la infancia a la adolescencia” editado por Mc Graw Hill. Como sucede con los
manuales de estas editoriales anglosajonas, se encontrarán con mucha información distribuida bajo un modo muy
didáctico. Sugiero que lean los textos principales y las consignas que les van dando porque son soportes para la
comprensión y el trabajo de estudio.

En especial, tomen en cuenta los “Indicadores” que la autora les va ofreciendo en los márgenes. En la página 6, por
ejemplo, tienen uno a izquierda: “¿Qué es el desarrollo infantil y cómo ha evolucionado su estudio?”. Como verán son
preguntas que van orientando la lectura y que nos ayudan a preguntar sobre el texto en otras instancias académicas, como
los parciales.

A continuación, voy a parafrasear algunas ideas importantes de ese texto como haría en clase presencial y, luego, ustedes
tendrán el trabajo de profundizar lo que aquí menciono de modo introductorio.

Comencemos…

La infancia como construcción social

Lo que Papalia nos da a pensar en su texto es que los períodos del desarrollo son arbitrarios y que responden a una
construcción social. Y esto es así porque no resulta sencillo decir en qué momento un niño se convierte en adolescente y,
mucho menos, en qué momento un adolescente se convierte en adulto. Más bien, el concepto mismo de infancia es el
efecto de una construcción social.

Dicho esto, ¿En qué se basan los estudios sobre el desarrollo infantil? Van a poner el foco sobre los procesos de cambio y
estabilidad en los niños. Hay dos tipos de cambios que se estudian:

Cambios cuantitativos, como la estatura, el peso, el vocabulario…

Cambios cualitativos, que son los cambios que se dan a nivel de la estructura del aparato psíquico.

Los cambios cuantitativos suelen ser continuos a lo largo de la infancia y están vinculados con la maduración del cuerpo
y del cerebro.

¿Qué es la maduración? La maduración es el desarrollo de una secuencia natural universal de cambios físicos y
conductuales por el cual se adquieren nuevas capacidades. La maduración está influenciada tanto por la herencia (que es
única para cada niño), como por la cultura.

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Al contrario de los cambios cuantitativos, los cambios cualitativos son discontinuos. ¿Qué significa esto? Básicamente
que no se puede precisar cuándo se producen. Por ejemplo, pensemos en los estadios piagetianos que estudiaremos en
esta asignatura…

… si bien hay unas edades estipuladas por Piaget que marcan inicios y finales de cada estadio en la génesis de la inteligencia
humana, en verdad, no podemos precisar cuándo se va a pasar de un estadio a otro. Lo que sí tenemos son datos que nos
permiten inferir a través de observaciones que un niño o una niña ya estarían en condiciones de atravesar el umbral de
un estadio hacia el siguiente.

La construcción de teorías sobre la infancia

Habrá diferentes orientaciones que aborden las cuestiones del desarrollo en la infancia. Nosotras(os) en esta asignatura
abordaremos algunas de ellas. Más allá de la diversidad de teorías y enfoques que Papalia presenta en su texto – son
nombres y corrientes que les resultarán familiares – la autora sostiene que todos esos enfoques son el intento de
responder (de manera incompleta) a tres preguntas:

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¿Los niños son activos o pasivos en su desarrollo?

¿El desarrollo es continuo o en etapas?

¿El desarrollo tiene mayor influencia de la herencia o de la cultura?

Estas discusiones arrancan allá por el siglo 18…

John Locke y los empiristas van a sostener que los niños Jean-Jacques Rousseau sostendrá la hipótesis del buen
nacen como tabulas rasas sobre las cuales se van a salvaje por la cual los niños nacen naturalmente
escribir impresiones provenientes de los sentidos, de la bondadosos y con tendencias positivas hacia un
experiencia sensorial (empeiria). desarrollo que, en su encuentro con la sociedad, esas
tendencias se verán corrompidas, desviadas.

Estas posturas fundamentan 2 modelos que tienen plena vigencia para la explicación o comprensión del desarrollo
humano: modelo mecanicista y modelo organísmico.

Modelo mecanicista

Los seres humanos son explicados utilizando la metáfora de la máquina que reacciona ante los estímulos de un ambiente.
Si conocemos bien el funcionamiento de la máquina podremos predecir cómo reacciona ante determinados estímulos y
de ese modo anticiparnos al comportamiento de un individuo.

Consideran que el desarrollo es continuo en su evolución y ese desarrollo está gobernado por los mismos factores
subyacentes que son los que permiten predecir comportamientos a partir de lo que sucedió con anterioridad. Por eso
abordan el cambio cuantitativo.

Ciertos abordajes de las actuales neurociencias podrían encuadrarse en este modelo, también algunas teorías cognitivas
anglosajonas, principalmente, aquellas que son herederas del conductismo.

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Modelo organísmico

Concibe al ser humano recurriendo a la metáfora de la persona como organismo o sistema. La simple modificación de
uno de los elementos modifica la totalidad del sistema. Y en esa modificación siempre hay un punto azaroso. Por lo tanto,
la introducción del azar en estos modelos torna imposible una predicción de la conducta.

Lo anterior supone que la construcción teórica que elaboran no puede estar basada en la explicación, sino más bien en lo
comprensión. Más que interesarse por establecer determinadas secuencias de causas y efectos – lo propio de la
explicación, lo propio de los enfoques naturales desplazados a la psicología – exploran al nivel del impacto de las vivencias
en la vida de las personas capaces de producir cambios internos.

El foco estará puesto en los factores internos que producen el desarrollo porque no son suficientes los estímulos externos
para ese cambio. Lo importante es cómo un hecho es vivenciado por la persona, más que el estímulo en sí. Además, no
tienen la capacidad ni de acelerar ni de retrasar el desarrollo.

Ponen el foco en el cambio cualitativo porque el desarrollo sucede en etapas diferenciadas unas de otras como los
peldaños de una escalera. Cada etapa lleva a la persona a enfrentarse a problemas diferentes y adquiere capacidades
nuevas que complementan las anteriores y que dan lugar a las que vendrán.

Nuevamente, los estadios piagetianos son un buen ejemplo de esto. Sin embargo, encuentro dificultoso encuadrar al
Psicoanálisis en este modelo y, definitivamente, está en las antípodas del modelo anterior.

Me interesa traer esto aquí ya que habrá muchos autores psicoanalíticos en nuestra asignatura y mi posicionamiento
teórico, si bien conversa con las teorías cognitivas, también se ubica primordialmente en el Psicoanálisis, en especial la
escuela francesa, Lacan.

Dicho lo anterior, podría arriesgar que las fases de la sexualidad infantil desarrolladas por Freud en sus “Tres ensayos de
teoría sexual”, bien podrían contemplarse bajo este modelo organísmico. Lo mismo podríamos pensar de las “ocho edades
del hombre” de Erik Erikson y de los trabajos de Spitz y Mahler… todos autores que estudiaremos este cuatrimestre. Lo
interesante es que esos pensadores – sacando a Freud, por supuesto – pueden contemplarse desde los modelos
organísmicos porque forman parte de la escuela norteamericana de psicoanálisis, más conocida como “Ego Psychology”,
lugar de residencia y estudio de la autora del manual.

Si tuviésemos que incluir allí a la escuela inglesa de Psicoanálisis – Klein, Bion, Winnicott – tendríamos problemas. Y ni que
decir de intentar encuadrar en ese modelo organísmico a la escuela francesa lacaniana. Más allá de esto, lo que Papalia
intenta esquematizar de modo interesante – y que, como todo esquema, siempre será impreciso en algún punto – existen

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varias perspectivas que abordan la cuestión del desarrollo de la infancia que van a estar encuadradas en alguno de estos
dos modelos.

Dichas estas palabras introductorias, las y los invito luego de esta clase a abordar el texto que encontrarán en la bibliografía
del aula virtual. Allí profundizarán estos temas que han sido presentados y recortados de aquel material bibliográfico a
efectos introductorios y didácticos.

LA INFANCIA, CATEGORÍA PROBLEMÁTICA

Nuevamente tomo prestado el título para orientar qué texto apoya lo que aquí les compartiré. Me refiero al texto de
Noemí Allidière “La infancia: ¿Una categoría psicosociológica problemática?”.

La hipótesis inicial que mueve a la autora a escribir ese artículo es que, en las últimas décadas, la categoría “infancia” se
ha ido deslizando hacia un vacío de sentidos.

Personalmente, suelo apoyarme en este extraordinario artículo para proponerles una hipótesis a pensar a lo largo de la
asignatura… una hipótesis que quisiera que no perdiésemos de vista y que dejaremos trabajar de modo latente a lo largo
del cuatrimestre.

Desde ya quiero aclarar que una hipótesis en nuestros territorios debe incomodar… debe ir a “contra pelo” de los discursos
epocales. Una hipótesis da a pensar cuando tiene la capacidad de alterar un saber, una comodidad… cuando nos arranca
del sofá y nos arranca el control remoto. Caso contrario, continuaríamos en el “más de lo mismo” tan caros al conformismo
disfrazado bajo múltiples adaptaciones yoicas. Conformismo del pensamiento que, dígase sin rodeos, enmascara la
desimbricación de la pulsión de muerte. En esto, el Psicoanálisis hace su aporte por esa capacidad que tiene de subvertir,
incomodar, dislocar, agujerear… los denominados “sentidos comunes”.

Hablamos de la infancia. Hay algo del orden del amor a los niños que suele escucharse en estos tiempos bajo eslóganes
variados y que, más allá de lo política, pedagógica o psicológicamente correcto, entra en clara contradicción con algunas
acciones de unos grandes hacia unos chicos. Entiéndase, de unos grandes que hemos heredado el mundo hacia quienes
son los nuevos herederos de la cultura… los recién llegados.

Cuestión de anfitrionaje, podríamos decir. Hay algo así como unas recepciones ambiguas que ofrecen hospedajes variables
en función del estrato social o la etnia a la que los niños pertenezcan. Y que determinaría que existen, por un lado, unos
niños de primera clase para los cuales hay mucho amor, a veces, en exceso; y hay niños de segunda clase a los cuales se
les destina el odio. No deberíamos olvidar algo que el Psicoanálisis nos ha enseñado respecto al odio como el reverso del
amor. Lacan sostiene inventa un neologismo: odionamoramiento.

Somos seres ambiguos. Lo aprendimos de Freud cuando en 1920 expuso una reformulación de su metapsicología y nos
presenta ese más allá del principio del placer que nos habita: la pulsión de muerte. Somos sustancias gozantes, dirá Lacan.
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Esto es algo que retoma Allidiére en su texto incomodando nuestro posicionamiento frente a las infancias. Ella sostiene
que esa ambigüedad que estoy planteando aquí está marcada históricamente por la supremacía del infanticidio como
una forma habitual de relación con los niños en las culturas occidentales. Eso constituyen, ni más ni menos, que el
basamento de nuestra cultura actual.

En Grecia los ancianos estaban encargados de resolver acerca de la utilidad de conservar o no la vida de un recién nacido
a partir de determinar si estaba apto o no para la vida. En caso de que los ancianos considerasen que el niño no estaba
apto para la vida, su destino eran las laderas del monte Taijeto. Allí eran abandonados a la espera de la muerte.

En Roma el infanticidio se practicaba sobre aquellos recién nacidos enfermos o con alguna malformación. Encontraban su
destino final en otro relieve ya no montañoso: el río Tíber. Allí eran ahogados. Esto es una práctica habitual y con
reconocimiento de los pensadores de la época. Por ejemplo, Seneca sostenía que ahogar a los niños débiles y anormales
no era un acto de ira, sino de la razón que separa lo malo de lo bueno.

En el medioevo el infanticidio continuó de manera travestida: los niños y las niñas morían “accidentalmente” en mano de
sus propios padres en situaciones hogareñas. El infanticidio, entonces, toma la forma del filicidio. En el siglo XVII surge el
abandono como práctica regular en las clases bajas dando surgimiento a los asilos de huérfanos. Ya en el siglo XVIII surge
una variante del abandono: el abandono simbólico, relata Allidière.

Ese abandono simbólico tan presente en nuestros días surge como modalidad en el siglo XVIII alcanzando a todas las clases
sociales. En ciertos sectores sociales aparece la figura de cuidadoras, de mujeres nodrizas, que venían a ocupar el lugar de
las madres, inclusive en las tareas de amamantamiento. Lo mismo sucedía con la familiaridad sexual entre grandes y chicos
que, muy tardíamente, comienza a considerarse abuso sexual.

Es en este contexto en el que surge la categoría “infancia” cuando, como sostiene Allidière, se establece una relación entre
la posibilidad de supervivencia y desarrollo del niño con los cuidados que se le brindaban. ¿Se dan cuenta que la
modernidad tuvo que inventar una categoría para poner a salvo a los chicos de los grandes? ¿Para qué crear una
Convención para los derechos de niños y niñas, si no es para protegerlos de algunos grandes?

Como se pone en primer plano el tema de los cuidados, entonces, también en la modernidad surge la concepción de
familia. Estamos frente a la institución primera encargada de cuidados que acompañan el desarrollo del cachorro humano.
Si bien esos cuidados están marcados por la ambivalencia afectiva que vengo sosteniendo en esta clase, comienza a
pensarse la necesidad de que prime el amor (pulsión de vida) por sobre la agresión (pulsión de muerte).

Sin embargo, la agresión no desaparecerá. Más bien, tomará distintos disfraces según la ocasión. En particular me gusta
sintetizar esos modos de agresión solapados y permitidos en la expresión “¡Es por tu bien!”. Por cierto, hay un excelente
libro de la psicoanalista Alice Miller que aborda esta cuestión: “Por tu propio bien. Raíces de la violencia en la educación
del niño”.

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La infancia como invento après-coup

Ya saliendo un poco del texto de Allidière, pero tomándolo como excusa para pensar algo, les propongo pensar a la infancia
como un invento aprés-coup para referirnos, ficcionalmente, a ese tiempo para el cual no teníamos ninguna palabra. Ese
tiempo en el que somos dependientes de palabras prestadas, de palabras donadas, de sentidos adjudicados por otros.

Y esa dependencia conecta a los pequeños con los grandes. Hay algo en la infancia que está cargado de ambigüedad y en
lo cual se han depositado unas cosas. Cosas que, cuando no son tramitadas por los grandes, pasan a los chicos como una
demanda excesiva de trabajo de elaboración. A ese trabajo de elaboración que se les pasa a los chicos por impotencia de
los grandes, Silvia Bleichmar lo llamará “malestar sobrante”. A mi me gusta identificarlo en la expresión: “¡Ya no sé qué
hacer con vos!”, una oda a la impotencia de un grande frente a un chico.

Los grandes actuamos como prestadores de identidad de los chicos. Los nuevos, los recién llegados, arriban a este mundo
desnudos de identidad. Y los grandes estamos aquí, ofreciendo vestimentas posibles a esos chicos que, a su vez, nosotros
heredamos de otros antepasados. ¿Qué ocurre cuando una generación ha decidido no pasar ni prestar más identidad a
las nuevas generaciones? Insisto: ¿Qué ocurre cuándo unos grandes le declaran su impotencia a un chico diciéndole que
ya no saben qué hacer con él/ella?

Somos prestados de identidad y la identidad es el gran tema entre grandes y chicos… y es el gran tema para una psicología
del desarrollo. En medio de los discursos actuales que postulan la “autoeducación”, la “autoestima”, y otros tantos
“auto”… quienes nos posicionamos desde el Psicoanálisis entendemos que si hay “auto” es “auto-erotismo” y que eso no
hace lazo con otros.

Malas noticias: no somos sin otros. Porque no somos sin que otros nos ofrezcan material identitario para poder decir “Yo”.
Esa primera persona del singular que postula la gramática no puede hacerse sin un enorme plural, como diría Graciela
Frigerio. ¿Qué sucede cuando la oferta identitaria es limitada? La posibilidad de firmar “Yo” se acota.

Sin embargo, a veces los grandes prestamos identidad a los más chicos y otras nos volvemos prestamistas de identidades:
te doy un rasgo identitario, pero a cambio te cobro a cambio un interés. Oficiar de prestadores o de prestamistas tiene
que ver con unas decisiones que los grandes tenemos que tomar frente a los chicos. Pero, además, cualquier decisión que
tomemos estará acompañada de ambigüedad, de “odioenamoriamiento”.

¿Por qué se pone en juego nuestra cara más mortífera frente a los chicos? Cuando hay allí un rasgo propio que nos resulta
insoportable. Por lo tanto, esta asignatura debe convocarnos a sostener la hipótesis del odio a los niños por parte de
algunos grandes bajo diferentes ropajes, algunos más sutiles que otros. Y, esa convocatoria, abrirnos la posibilidad de un
trabajo de elaboración de la propia infancia que no ignore esa ambigüedad.

Hasta aquí mi primera clase.

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