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Parte II

SOBRE LA SIMBIOSIS HUMANA


Y LAS SUBFASES DEL PROCESO
DE SEPARACIÓN-INDIVIDUACIÓN

INTRODUCCIÓN
n esta parte presenta remos una descripción secuencial del proceso
de separación-individuación y de sus prec ursores, las fases autísti -
1 ¡\ norma l y simbiótica normal.

El capítul o 3 está dedicado a las dos prim eras fases del desa-
/l'oll o menta l. Nos damos cuenta de que no contiene ni de lejos tanto
mnterial, en forma de caracterizaciones conducta les, como los capí-
lt il s siguientes. Si bien hemos estud iado la estructurac ión temprana
d' la fase sim biótica, concentra mos nuestros esfuerzos en la interac-
1 1 n madre-h ij o y en el desarrollo del infante desde más o menos
. r. meses. Ya en 1954-1955 (en cooperación con Bertram Gosliner y
.. por sugerencia de Annemarie WeiJl), Mahler denomi nó ese perío-
do fase de separación-individuación. El propósito principal de este
libro es el de relacionar lo que hemos aprendido acerca de la sepa-
1'<1 ión-indivi duación. Hemos dejado a otros autores el estudio exten-
~0 y en profundidad de la fase neonata l, la autística normal y la de los
primeros meses sim bióticos, y ellos lo realizaro n con mucho cu idado,
Ingenio y capacidad técnica y metodológica.
En verdad, los conceptos m ismos de las dos primeras fases está n
situados en un nive l superior de abstracción metapsicológica, en
:omparac ión con las subfases siguientes . Esos conceptos derivaron
,11 comienzo de la reconstru cc ión psicoanalítica de nuestro estudio de
niños y ad ultos psicóticos y fronterizos, y también de nuestro trabajo
observacional de otros autores psicoanalistas.

1 Comunicación personal.

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Por contraste, los capítulos 4, 5 y 6 representan una conden-
sación y discusión de una enorme riqueza de datos conductales
originales. En el curso de nuestro estudio piloto en ambiente natural,
más bien asistemático, realizado a fines de la década de 1950,
no pudimos dejar de notar ciertos agrupamientos de variables
en encrucijadas específicas · del proceso de individuación. Esto nos
sugería convincentemente que era ventajoso subdividir los datos que
estábamos reuniendo sobre el proceso intrapsíquico de separa-
apítulo 3
ción-individuación, de acuerdo con los referentes conductales rei-
teradamente observables de ese proceso. Dividimos entonces el L OS PRELUDIOS DEL PROCESO DE
proceso en cuatro subfases: diferenciación, ejercitación locomotriz, SEPARACIÓN-INDIVIDUACIÓN
acercamiento, y "en camino a la constancia de objeto libidinal " .
Los capítulos 4-7 se refieren cada uno a una de estas subfases.
El capítulo 7, sin embargo, que trata de la cuarta subfase, 1 .t .fnse autística normal
ti ene en cierto modo una posición aparte respecto de los otros tres. ll 1 s semanas que preceden a la evolución hacia la simbiosis,
No es por cierto resultado de azar que no lográramos asignar a esta 1 lo estados somniformes del neonato y del infante muy pequeño
subfase un rótulo simple, expresable en una sola palabra. Sin duda el iip(lra n de lejos a los períodos de vigilia, y recuerdan ese estado pri-
establecimiento de la individualidad y de la constancia de objeto son lillflUn io de distribución de la libido que prevalecía en la vida intrau-
las cuestiones centrales de esta subfase del proceso de separación-in- h t•lnn y que se parece al modelo de un sistema monádico cerrado,
dividuación; no obstante, por su naturaleza misma, no podemos decir •llil()' uficiente en su realización alucinatoria de deseos.
con claridad dónde comienzan, y mucho menos cuándo terminan.
Esto nos trae a la memoria el uso que hacía Freud (19 11) del
Son parte de un proceso evolutivo continuo . Por ende, preferimos
ltii!'VO de ave como modelo de un sistema psicológico cerrado:
hablar del "comienzo de la consolidación" de la individualidad
(autoidentidad o autoconstancia, cf. G. y R. Blanck, 1974), y hablar \ Jn jemplo neto de sistema físico cerrado a los estímulos del mundo
del logro de un cierto grado de constancia objetal (es decir, de es- 1 1'rno, y capaz de satisfacer incluso sus requerimientos nutriciona-
tar en camino de la constancia objetal). ln n forma autística ... es el huevo de ave con su abastecimiento ali-
IIIOntario encerrado en su cáscara; para él, el cuidado de la madre se
Además, los comienzos y los logros de las representaciones
1111ita a proveer calor" (pág. 220n; la bastardilla es nuestra).
intrapsíquicas son mucho más difíciles~ aseverar desde esta fase en
adelante, y varían considerablemente de un niño a otro. Los procesos En la fase autística normal hay una relativa ausencia de catexia
intrapsíquicos están en ese momento mediados por formas verbales y di• los estímulos externos (en especial los preceptúales de distancia).
de otro tipo de expresión simbólica, y deben inferirse de éstas, de un 1 l' es el período en que se observa más claramente la barrera
modo muy parecido a lo que ocurre en el psicoanálisis clínico t¡li' se opone a los estímulos (Freud, 1895, 1920), la falta innata de
de niños. Aunque hemos tratado de explorar estos procesos mediante 11 spuesta a los estímulos externos. El infante pasa la mayor parte del
"sesiones de juego", éste no era el objetivo principal de nuestro rl(, n un estado de semisueño,y semivigilia: se despierta sobre todo
esfuerzo investigativo. Por todas estas razones, debe enttnderse que el 1 ua ndo el hambre u otras tensiones provocadas por necesidades

capítulo 7 es más provisorio y especulativo que los capítulos 4, 5 y 6. (qu izás lo que David M. Levy [1937] quería decir con el concepto de
il,lmbre de afecto) lo hacen llorar, y se hunde o cae nuevamente en el
u ño cuando está satisfecho, es decir, cuando se han aliviado las ten-
Iones excedentes.
Predominan procesos fisiológicos más bien que psicoló-
¡¡i os, y la función de este período debe encararse sobre todo en
1 1-minos fisiológicos. El infante está protegido contra los estímulos

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extremos, en una situación semejante al estado prenatal, para faci litar tilllll n correspond iente recuerdo placentero.l Volver la cabeza hacia
el crecimiento fisiológico. ' 1 pP ho (o hacia el pezón) es una transacción cenestésica primitiva
Conceptual izando metafóricamente el estado del sensorio, 11111 " la maternante", del mismo tipo que la búsqueda visual. El se-
hemos ap li cado a las primeras semanas de vida el término autismo lllllli nto visual, como el volverse hacia el pecho, muestra una
normal; pues en este estadio el infante parece hallarse en una lilllflf sión en el desarrollo, mi entras que los reflejos primordiales de
situación de desorientación alucinatori a primitiva, en la cual la satis- 111 1 1 n, implantación, prensión y el de Moro van declinando pau-
facción de necesidades parece pertenecer a su propia órbita " incondi- I,HI It.lmente y por último desaparecen.
cionada", omn ipotente y autística (cf. Ferenczi, 191 3). La tarea de la fase autística es el logro del equ ilibrio homeostáti-
Como seña lo Ribble (1943), es la maternación lo que saca gra- ' 11 d •1organismo dentro del nuevo ambiente extrauterino, por meca-
dualmente al infante de su tendencia innata a la regresión vegetativa, 111 lll s predominantemente somatopsíqu icos (Spitz) fisiológ icos.
esplácnica, y promueve la conciencia sensori al del ambiente y del El neonato trae consigo al mundo exteri or el equipo de auto-
contacto con él. En términos de energía o catexia libidinal, esto sig- llillllfa primaria (Hartmann, 1939). En la fase autística normal estos
nifica que tiene que ocurrir un desplazamiento progresivo de la libido •IPM los de autonomía primaria obedecen a las reglas de la organi -
desde dentro del cuerpo (en particular desde los órganos abdomi- 111 1 n cenestésica del sistema nervioso centra l: la reacción a cuai-
nales) hacia su periferia (G reenacre, 1945; Mahler, 1952). '111\N estímu lo que sobrepase el umbral de recepción en las sema nas
En este sentido, propondríamos distinguir dos estad ios dentro 1 ' ' ,w tismo normal es globa l, difusa, sincrética -nos recuerda la vida

de la fase del rf!locisismo primario (un concepto freudiano que nos IPI,\1- . (Esto signifi ca que hay sólo un grado mínimo de diferen-
parece muy útil mantener). Durante las primeras semanas de vida ' J.¡ ión, y que varias funciones organísmicas son intercambiables.)
extrauterin a, prevalece un estadio de narc isismo primario abso- Aunque la fase autística se caracteriza por una relativa ausencia
luto, marcado por la falta de conciencia del infante respecto de la d1 • atexia de los estím ulos externos, esto no significa que pueda no
existencia de un agente maternante. Este es el estadio que hemos l!ilb r ninguna responsividad a los estímulos externos. Wolff (1959) y
denominado de autismo normal. Va seguido por un estad io de oscu ra l l.lntz (1961 ), entre otros, han demostrado claramente que existe tal
conciencia de que uno mismo no puede proveer la satisfacción nece- IPSponsividad en el neonato, y Wolff describe adic ionalmente los
saria, sino que ésta proviene de algún lugar de fuera del sí-m ismo ' '~ 1 . dos pasajeros de " in actividad alerta", en que es muy probable que
(narc isismo primario en la fase simbióti ca incipiente), o sea el estado '"•IDocurra. Es esta responsividad pasajera a los estímu los exterio res
de omnipotencia alucinatori a absoluta o incond iciona l de Ferenczi In c¡ue contribuye a la continuidad entre la fase autística normal y las
(1913). Parafraseando a Ferenczi , podrí'!mos llamar, a este -estadio de po teriores.
narcisismo primario, omnipotencia alucinatoria condicionada.
W comienzo de la fase simbiótica
El neonato normal nace con un equipo reflejo, ta l como la
succió n, impl antación, prensión, y la Anklammerung (aferramiento) La vida de v igilia del neonato se centra en torno de sus conti-
(véase Hermann, 1936), probablemente relacionada con el reflejo de IHIOS intentos de lograr la homeostasis. El efecto de las atenciones
Moro y compl ementaria de éste. Sin embargo, la reacción que Freud qu la madre proporciona reduciendo los padecimi entos de hambre-
(1895) singularizó como más notabl e -el hecho de que el bebé 11' esidad no puede ais larse, ni el infante pequeño puede diferen-
vuelva la cabeza hacia el pecho para lograr el placer deseado, t'la rl as de sus propios intentos de reducir la tensión, ta les como
que había experimentado en contactos previos con éste (un deri- orinar, defecar, toser, estornudar, escup ir, regurgitar, vom itar, que son
vado del reflejo de implantac ión)- es de un tipo diferente. Es una
pauta de recepción adqu irida cas i-cenestésicamente, al servicio de
una importante "motivac ión de logro de placer".
1 Sólo mucho más tarde, al escribir sobre Negación (192 5) explicitó Freud
Por consigui ente, según Freud (1895), la percepción (recepción t'O n mayor detalle el logro evolu tivo de la pru eba de realidad que se produce
en el sentido de.Spitz) al servicio de la motivación de lograr placer era < 11ando la imagen del obj eto perdido puede o no puede reencontrarse mediante

capaz de producir una "identidad perceptual " de un estímu lo externo 1,1 percepción.

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~ 1.
todas maneras en que el infante trata de librarse de una tensión de- .ulu ll de la unidad dual. La necesidad que el infante tiene de
sagradable. El efecto de estos fenómenos expulsivos, así como la grati- 11 m dre es absoluta; la necesidad que la madre tiene del infante es
ficación que se obtiene con las atenciones de la madre, ayuda al li ll;iliva.
infante a diferenciar con el transcurso del tiempo entre una
El término simbiosis en este contexto es una metáfora. A dife-
calidad de experiencia "placentera"/"buena" y otra "penosa"/"mala"
11 11 ia del concepto biológico de simbiosis, en este caso no se des-
(Mahler y Gosliner, 1955). (Esta parece ser la primera base casi-onto- l ilb lo que realmente ocurre en una relación mutuamente
genética del posterior mecanismo de escisión.) I!Pn ficiosa entre dos individuos separados de diferentes especies,
Por obra de la facultad perceptiva innata y autónoma del yo ~In, ese esta?o ~e in?iferen~iación, de fusión con la madre, en que el
primitivo, aparecen rastros mnémicos de las dos cualidades primor- yo no est~ aun _diferenCiado del "no-yo" y en que lo interno y
diales de estímulos dentro de la matriz indiferenciada primigenia, lo lo xterno solo estan llegando en forma gradual a ser sentidos como
que jacobson llama el sí-mismo psicofisiólogico primigenio (en el di rentes. Cualquier percepción desagradable, externa o interna es
mismo sentido usado por Fenichel y por Hartmann, Kris, y pwyectada más allá del límite común de milieu intérieur simbióiico
Loewenstein). Podemos sugerir además la hipótesis de que esos ras- (d, el concepto de Fr_e~d, de "yo de placer puro", 1915b), que incluye
tros se catexian con energía impulsional indiferen ciada primordial 1,1 gesta/t del copart1c1pe maternante durante los actos de atención.
(Mahler y Gosliner, 1955). olo .tr~ns itoriamente -en el estado del sensorio que se denomina
A partir del segundo mes, una oscura conciencia del objeto que !11 t1v1dad alerta (cf. Wolff, 1959)- el infante pequeño parece
satisface las necesidades marca el comienzo de la fase de simbiosis 11 • ptar la entrada de estímulos provenientes de fuera del milieu
norma l, en que el infante se comporta y funciona como si él y lmbiótico. El reservorio primordial de energía que se inviste en el
su madre constituyeran un sistema omnipotente, una unidad dual "yo-ello" indiferenciado parece contener una mezcla indiferenciada
dentro de un límite unitario común. Esto es quizás lo que Freud y d li bido y agresión. La catexia libidinal investida en la órbita sim-
Romain Rolland discutieron en su diálogo, denominándolo sen- 1>1 ,tica reemplaza a la barrer~ instintiva innata que se opone a los
timiento de infinitud o sentimiento oceánico (Freud, 1930). I'Stlmulos, protege al yo rudimentario de una tensión prematura
11 espeCifica de la fase, de los traumas por tensión excesiva (d. Kriss,
En este período, la barrera casi sólida contra los estímulos (nega- 1955; Khan, 1963, 1964).
tiva, porque no está catexiada) -esta caparazón autística que excluye
los estímulos externos- com ienza a resquebrajarse.2 A raíz del giro El rasgo esencial de la simbiosis es la fusión somatopsíquica
catéxico hacia la periferia sensorio-perceptiva, comienza ahora a for- omntpotente, alucinatoria o delusiva, con la presentación de la madre
marse y a envolver la órbita simbiótica de la tJn idad dual madre-hijo y en particular, .la delusión de que existe un límite común entre dos
un escudo contra estímulos que es protector, pero también es recepti- Individuos físicamente separados. Este es el mecanismo al que regre-
< el yo en casos de perturbación muy grave de la individuación y
vo y selectivo y está positivamente catexiado (Mahler, 1967a, 1968b).
de desorganización psicótica, que Mahler (1952; Mahler y Gosliner,
Es obvio que mientras el infante es absolutamente dependiente
1955) ha descrito como "psicosis simbiótica infantil" .
respecto de su copartícipe simbiótico durante la fase simbiótica,
la simbiosis tiene un signifi ca do muy diferente para el copartícipe . En la. especie human,a, la función de autopreservación y el
'qUipo destmado a ella estan atrofiados. El yo rudimentario (aún no
funcional) del neonato y del infante pequeño tiene que complemen-
tarse con la relación emocional establecida mediante el cuidado
2 Benjamin y sus colaboradores (1961) observaron una interesante crisis
materno, unp especie de simbiosis social. Dentro de esta matriz de
fisiológica alrededor de las 3 a 4 semanas. A esa edad ocurre una crisis madu-
dependencia fisiológica y sociobiológica respecto de la maure ocu-
racional. Esta observación está apoyada por estudios electroencefalográficos y
porque se ve un acentuado aumento de sensibilidad general a la estimulación rre la diferenciación estructural que lleva a la organización del indi-
externa. "Sin la intervención de una figura materna que le ayude a reducir la VIduo para la adaptación: el yo en funcionamiento.
tensión, el infante tiende en ese período a quedar abrumado por los estímulos, Debemos a la ingeniosa lucidez de Spitz muchos conocimien-
con aumento del llanto y de otras manifestaciones motrices de afecto negati- tos acerca de la manera en que durante el segundo y tercer mes de la
vo indiferenciado." vida la recepción sensorial de naturaleza contacto-perceptual facilita

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la entrada del infante en el estadio simbiótico propiamente dicho. ·!1 11<' de algún objeto-parte que satisface esas necesidades -aunque
Sólo agregaríamos a los factores que destaca Spitz, que creemos que ,,,f.rv(a desde dentro de la órbita de la unidad dual omnipotente sim-
las experi encias contacto-perceptuales del cuerpo tótal, especial- hlurf ·a-, y se vuelve libidinalmente hacia esa fuente o agente de
mente la sensibilidad profunda de la superficie corpora l total (la pre- llhllt'rnación (Spitz, 1955; Mahler, 1969). La neces idad se transforma
sión que ejerce la madre al sostener al niño), además del sentido f lddLialmente en un deseo (cf. Schur, 1966) y más tarde en el afecto
kinestésico desempeñan también un importante papel en la simbio- 11 p ífico de an helo " 1igado a un objeto" (Ma hler, 1961, 1963, 1971 ).
sis. No olv idemos de qué manera muchos adultos bastante normales Al mismo ti empo, y de acuerdo con la secuencias de pl acer-do-
conservan el anhelo de sostener y ser sostenidos, de abrazar y ser 1 111~ curre la demarcación de las representaciones del yo corporal
abrazados (Hollander, 1970). Más all á de las experiencias primigenias d1•1llro de la matriz simbióti ca. Estas representaciones se depositan en
de cavidad, de Spitz (1955), estas últimas modalidades desempeñan liuma de " imagen corporal " (Schilder, 192 3; Mahler y Furer, 1966) .
un papel decisivo en el proceso de fami li arizac ión del infante muy 1lf'sde ese momento, representaciones del cuerpo contenidas en el yo
pequeño con su copartícipe simb iótico, las conductas de amolda- 111dimentario median entre las percepciones internas y externas. Esto
miento y sus variaciones. Todo esto está aún dentro del domin io de las 111rr sponde al concepto de Freud (1923 ), de que el yo se moldea
experienc ias cenestésicas globales. l1.1j el impacto de la realidad, por un lado, y de los impulsos instin-
Spitz (1965) describió cómo la "experiencia situaciona l unifica- llvos, por el otro. El yo corpora l con ti ene dos clases de autorrepre-
da" boca-ma no-laberi nto-p iel está fusio nada con la primera imagen nn taciones: un núcleo interno de la imagen corpora l, con un límite
visual, el rostro de la madre. Estab lecimos que si todo el resto se q11 está vuelto hacia el interi or del cuerpo y separa a éste del yo, y
mantiene igua l, la simb iosis era óptima cuando la madre permitía na- 1111 strato externo de engramas sensorioperceptivos que contribuye a
turalmente al infante pequeño enfrentar su cara a la de ell a, es decir, 1,1fijación de los límites del "sí mismo corporal" (cf. Bergmann, 1963,
permitía y promovía el contacto visual, espec ialmente mientras daba 11 1< nalizar ideas de Federn).
el pecho o el biberón al infante, o al hablarle o cantarl e. Desde el punto de vista de la imagen corporal, e/ cambio de
Esto nos recuerda que Freud (1895) pensaba que el primer pre- una catexia predominantemente propioceptiva-enteroceptiva a una
cepto estaba constituido por "masas en movimiento"; sabemos ahora r ,ltexia sensorioperceptiva de la periferia es un paso fundamental en
que la cara humana ("frente a frente") en movimiento es el primer t•l desarrollo. 3 No se comprend ía la importancia de este cambio antes
precepto significativo y es el engrama mnémico que suscita la sonrisa d • los estud ios psicoanalíticos de la psicosis precoz infantil. Sabemos
no específica ll amada social. Sólo tenemos que substitu ir las " masas 11 h raque este ca mbio fu ndamental de la catexia es un prerrequisito
en mov imiento" de Freud por la cara humana en movimiento vertica l, f'S ncial de la formación del yo corporal. Otro paso paralelo es el de
aun ocu lta por una máscara o un símbol o de ell a (Sp itz, 1946), y 1,1 desviación -mediante formaciones de defensa tales como la pro-
tendremos nuestro concepto más actua li zado del comienzo de la y' ción- de la energía destru ctiva, no neutralizada, agresiva, más
actividad emoc iona l perceptual "socia l" del ser humano. ,¡llá de los límites del sí-mi smo corpora l (cf. Hoffer, 1950b).
El encuentro mirada a mirada, incluso con un rostro enmasca- Las sensaciones internas del infante constituyen el núcleo de su
rado que se mueve en dirección vertical, es el desencadenador, el ~ r- mismo. Parecen segu ir siendo el punto central de cristalización del
organizador o quizás el "descargador" de la respuesta inespecífica "sentim iento de sí mismo", en torno del cual ll egará ·a estab lecerse un
- ll amada social- de sonrisa. Esta respuesta inespecífica de sonri- " entimi ento de identidad" (Greenacre, 1958; Mahler, 1958b, Rose,
sa señala la entrada en el estadio de la relación con un objeto que sa- 1964,1966). El órgano sensorioperceptivo -el "anillo periféri-
tisface las necesidades. Hay una catex ia temporaria de la madre co del yo", como le llamaba Freud- contribuye sobre todo a la
y/o de las atenc iones qu e ésta prod iga a raíz de la presión de la demarcación del yo respecto del mundo objetivo. Las dos clases de
" necesidad". Esto corresponde a la entrada en el período que hemos
denominado fase simbiótica. Si bien prevalece aún el narcisismo
primario, en la fase simbiótica no es tan absoluta como era en la fase 3 Lo testimonia la bien conocida insensibilidad al dolor perifér ico, y tam-
autística (las primeras semanas de vida); el infante comi enza osc ura- bi én la hipersensibilidad a las sensaciones enteroceptivas ("intestinales"), que
mente a percibir la satisfacción de sus necesidades como algo que 1 roduce pánico y que en el psicótico se equipara a los introyectos malos.

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estru cturas intrapsíquicas juntas forman el marco de referencia para la 11 11 1'(• ll as: pueden diferenciarse conceptua lmente sobre la base
autoorientación (Spiegel, 1959). d1 ti¡.¡rupamientos de fenómenos conducta les, pero se superponen en
Dentro de la órb ita simbiótica común, los dos partícipes o polos lill ldlda considerable. Sin embargo desde un pu nto de vista evolu-
de la díada pueden considerarse como polarizadores de los proce- llvu, ada fase se presenta como un período en que se hace una
sos de organización y de estructuración. Las estructuras que derivan 11111lrlbuc ión cualitativamente diferente al desarrollo psicológico del
de este doble marco de referencia representan un encuadre con el Individuo. La fase autística normal sirve pa ra la consolidación post-
cual tienen que relacionarse todas las experiencias antes de que haya ll ll oll del desarrollo fisio lógico extra uterino. Prom ueve la homeostasis
en el yo representaciones claras y globales del sí-mismo y del mundo pu 1r tal. La fase simbiótica normal marca la importantís ima capa-
objetivo Oacobson, 1964). Spitz (1965) ll ama a la mad re "yo auxi li ar" ' ld,ld fi logenética del ser humano para investir a la madre dentro
del infante. En forma simi lar, creemos que la "conducta de sosten i- d ' una vaga unidad dual, que constituye la tierra primordial a par-
miento" de la partícipe maternante, la "preocupación maternal prima- 111 el la cua l se forman todas las relaciones humanas sigu ientes. La
ria" de ésa, en el sentido de Winn icott (1958), es el organizador I . I ~P de separación-individuación se caracteriza por un continuo
simbiótico, el partero de la individuación, del nacimiento psicológico. 111111 nto de la conciencia de la separación del sí-mismo y del "otro",
ljll ' coinc ide con los orígenes de l sentim iento de sí-mi smo, de la
Suponemos en general que h acia la ultima parte del estadio
vnrd dera relació n de objeto, y de la conciencia de una realidad ex is-
simbiótico el narcisismo primario declina y cede gradualmente el
illlll en el mundo exterior.
paso al narcisismo secundario. El infante toma a su propio cuerpo,
y al de la madre, como objeto de su narcisismo secundario. Sin El autismo normal y la simbiosis normal son los dos prime-
embargo, el concepto de narcisismo sigue siendo bastante oscuro lll ' stadios de no diferenc iación: el primero es no objeta !, el último
tanto en la teoría psicoanalitica como en el uso, a menos que '' preobjeta l (Spitz, 1965). Los dos estadios ocurre n antes de la dife-
acentuemos suficientemente las vicisitudes del impulso agresivo. lfl11 iación de la matriz indiferenciada (Hartman, Kris, y Loewenstein,
11!49) o no diferenciada (Spitz, 1965); es decir, antes de que se haya
Durante el curso del desarrollo normal, sistemas protectores
¡ mducido la separación e individuac ión y la emergencia del yo rudi-
salvaguardan el cuerpo del infante de las presiones oral-sádicas, que
11/ 'ntario como estructura funciona l (Mah ler y Furer, 1963; cf. tam-
a partir del cuarto mes, comienzan a constituir una amenaza poten-
111 n Glover, 1956).
cial para su integridad fisica (Hoffer, 1950a). La barrera del dolor es
uno de tales instrumentos . Además, Hoffer (1950b) insistió parti- A lo que Sp itz denominaba "estadio preobjetal" lo hemos ll a-
cularmente en que la libidinización adecuada del cuerpo, dentro de liliJdo fase simbiótica, nombre que denota la cualidad exclusivamen-
la relación madre-hijo, es importante para el desarrollo de la ima- 11 • humana de nuestra existencia. Sigue habiendo vestigios de esta fase
gen corporal. ·' durante todo el ciclo vital.
Solo cuando el cuerpo se transforma en el objeto del narci-
sismo secundario del infante, a través de los amantes cuidados de la !,ajase simbiótica normal
madre, el objeto externo se vuelve elegible para identificación. La fase simbiótica normal está seña lada por un aumento del
Citando a Hoffer (1950a, pág. 159) diremos que desde la edad de l11vestimiento perceptua l y afectivo por parte del infante, de estímu los
3 ó 4 meses "ya se ha modificado el narcisismo primario, pero el que nosotros (los observadores adultos) reconocemos como prove-
mundo de los objetos aún no ha tomado necesariamente su con- nl ntes del mundo exterior, pero que (nosotros postulamos) el infa n-
figuración definitiva" . 1• no reconoce como de origen claramente externo. Aquí comi enza el
El autismo normal y la simbiosis normal son prerrequisitos t' tablec imiento de las "islas mném icas" (Ma hler y Gosl iner, 1955),
del comienzo de l proceso normal de sepa ración-individuación p ro no una diferenciación de interno y externo, de yo y otro. En esta
(Mahler, 1967a; Mahler y Fu rer, 1963a). Ni la fase autística normal t•l pa se va catexiando cada vez más el mundo, especialmente en
ni la simb iótica normal, ni cualquiera de las subfases de la separa- la persona de la madre, pero como unidad dual con el yo aún no
ción-individuación, es totalmente reemp lazada por la fase siguiente. t' laramente delineado, delimitado y experimentado. La catexia de la
Desde un punto de vista descriptivo, es posible observar simi litudes madre es el princ ipa l logro psicológico de esta fase. Pero también en

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este caso hay continuidad con lo que vendrá más adelante. Sabemos tlllt •r nciac ión y apa recía en situaciones en las cuales otros niños, en
que el infante ya puede responder diferencialmente a estímulos de llttllares circunsta ncias, hubi eran mostrado ap rensión o por lo menos
dentro y de fuera. (U na luz, por ejemplo, se experimentará en for- 1111.1 moderada curiosidad. Otra madre amamantaba a su beba, pero
ma diferente de un retortij ón de hambre.) Pero a menos que postu- 11n ianza puritana le impedía sentirse cómoda con un infante lactan-
lemos la existencia de ideas innatas, lo más razonable parece ser la 11 11 y no quería que la vieran amamantando.
suposición de que el niño no tiene ningú n concepto, ningú n es- En cambi o, había una madre que disfrutaba enormemente con
quema, de si mismo y de otro, al cual pueda atribuir y asimilar estos 11'• hijos cuando éstos eran pequeños, pero no los amamantó. Du-
diferentes estímulos. Postulamos que la experi enc ia de dentro y de 11 1111 ' la alimentac ión los tenía bi en agarrados y los sostenía bien.
fuera es todavía vaga; el objeto más cateq ui zado, la madre, es aú n un 111 sonreía y hablaba, e incluso cuando tenía al bebé acostado para
"objeto parcial". 1,unb iarle los pañales le pasaba los brazos por debajo para sostener-
Mahler (Mahler y Gos liner, 1955) formula la hipótes is de que 111 y cunarlo. Esta madre era particularmente afectuosa con sus hijos
las imágenes del objeto de amor, y las imágenes del yo corporal y más lltll'ntras era n bebés de brazos. Su niño era no sólo muy feliz y
tarde del yo psíquico, surgen de las huell as mnémicas cada vez 1' l.tba muy contento, sino que desarrolló muy precozmente una res-

más abundantes de experiencias instintivas y emocionales placenteras 111 1(' ta de sonrisa primero no específica y luego específica.
("buenas") y no pl acenteras ("ma las"), y de las percepciones con que Una de las madres abrigaba ambi ciones insólitamente altas
éstas ll egan a asociarse. 11 • p cto del comportamiento de su bebé en todas las áreas de fun-
' lllll miento. Su palabra favorita era "éxito". Su rob usta beba,
Si n embargo, aun la diferenéiación más primitiva sólo puede
l111tl ', ten ía que enfrentar las tensiones que le causaba la relación
ocurrir si se logra un equilibrio ps icofisiol ógico (Sander, 1962a y b).
lll tbi ótica de tintes narcisistas que le imponía su madre.
Esto depende en primer lugar de una cierta compatibilidad de las
pautas de descarga de la madre y del infante pequeño, y luego de La interacción característica de esta madre con su beba parecía
sus pautas de interacción, condu cta lmente discernibles por las seña- 1 l.tr motivada por el orgull o que le producían las pautas precoces
les mutuas que emiten, y también por el mas temprano moldeami en- d11 m durac ión muscul ar-esqueleta l que mostraba Junie. Esta pod ía
to adaptativo del infante y por sus capac idades receptivas, con una lth llll nerse tiesa en posición de pie en el regazo de su mad re,
cond ucta de sostenimiento "sufi cientemente buena" por parte de su } l,t madre le hacía batir pa lmas como si la beba ya estuviera en
mad re simbiótica (Winni cott, 1956). ¡,, ('dad de las tortitas. Al mantener su pequeño cuerpo rígido en la
l,ild,t de la madre, Junie no ten ía las manos libres para acari ciar o
Pautas de la "conducta de sostenimiento" de las madres • plorar a su madre; lo hubi era indudab lemente hecho si se la hu-
Una descripción de diversas conductas de sostenim iento s uge~
¡, 11r,1 dejado actuar espontáneamente. Esta pauta de mantener tiesa a
ltllll ', 4 de la cual su madre se sentía desmedidamente orgullosa, llegó
rirá el motivo por el cual las ll amamos organi zadores simbióti cos del
I1 1SI r, por supuesto, muy cargada de libido para la beba, que mostra-
nacimiento psico lógico . Hemos observado muchos tipos diferentes
lhl su preferencia por tal posición. La pauta de ponerse rígi da en el
de conductas de sosten imi ento durante el período simb iótico. El ama-
li lH, lL de la mad re o en otras superficies, extremadamente investida
manta mi ento, aunque es importante, no produce necesariamente una
jllll' jun ie, se transformó en una de las más notables pautas motri-
cercanía ópti ma entre la mad re y su hijo. Una mad re, por ejempl o,
estaba orgullosa de amamantar a sus bebés, pero sólo porque esto le
l''' d ésta. Mas tarde, al comienzo del período de ejercitac ión loco-
tllnlriz, el impulso a ponerse de pie parecía constituir una pauta muy
resultaba cómodo (no tenía que esterili zar los biberones); la hacía
III Otnin ente en el repertorio locomotor de Juni e, que interfirió (es
sentirse realizada y efic iente. Mientras amama ntaba a su beba la sos-
d1wlr, comp itió) durante un lapso relativamente largo, con la pauta
tenía en su regazo con el pezón metido en la boca. No la sostenía ni
111111ri z preferibl e y más madura de moverse hacia delante en pos de
acunaba con sus brazos, porque deseaba tenerlos libres para hacer lo
que se le ocurri era, independientemente de la actividad de lacta- 4 Este es también un elocuente ejemplo de lo que acentúa Phyllis
ción. Esta beba tardó mucho en sonreír. Cuando lo hi zo, se trataba de 1 il 'l' IJncre (1959): el cuerpo del niño representa un pene en el inconsciente de
una respuesta de sonrisa no específica y estereotipada. Esta respues- l1 11111dre. C reemos haberlo observado reiteradamente en las madres de nuestro
ta de sonri sa no específica duró hasta bien avanzado el período de • 1111 li o, pero optamos por no señalarlo en cada caso particular.

60 61
una meta (que predomina en la conducta motriz subsiguiente de la
mayoría de los infantes). La inclinación de Junie a ponerse de pie
interfería con su capacidad de mover hac ia adelante los brazos y las
piernas, de hacerlos funcionar en colaboración para aproximarse
a la madre, de gatear avanzando. El gateo fue uno de los logros mo-
tores que la madre de junie alentó con impaciencia y esperó con gran
expectativa.
Al observar que las pautas favoritas de maternación eran asu-
Capítulo 4
midas por el infante (véase Tolpin, 1972), notamos que esto parecía
ser esencialmente cierto cuando la pauta signi ficaba alguna frus- LA PRIMERA SUBFASE:
tración o alguna gratificación particular. Por ejemp lo, durante el pro-
ceso de destete, luego de un período de feli z amamantam iento, la LA DIFERENCIACIÓN Y EL DESARROLLO
madre de Carl se retrajo y trató de negarse pese al griterío con que su DE LA IMAGEN CORPORAL
niño reclamaba el pecho, aferrándose a su blusa y tratando de des-
garrarla para alcanzarlo. Ell a lo conso laba haciéndolo botar en su lr:ededor de_los 4 a 5 meses de edád, en el apogeo de la simbio-
regazo. El niñito tomó más tarde parte activa en esta pauta de movi- / \ rs, hay fenomenos conducta/es que parecen indicar el com ienzo
miento de arriba abajo y llegó a converti rl a en un juego de es- rlr• /,~ prrmera subfase de separación-ind ividuación, a saber, la diferen-
condidas (véase Kleeman, 1967). En este caso, la "pauta de hacer ,¡., IÓn. Durante los meses simbióticos -mediante esa actividad del
botar" fue utilizada luego por el niño en un juego que se relacionaba ptr•yó que Spitz describió como receptividad cenestésica- el infan-
con su madre, y más tarde él buscó contacto soc ial con sus padres y ln J> .'queño se hafa~ili arizado con la mitad maternante de su yo si m-
con los visitantes mediante su propia versión de su querida pauta de lrinl r o, como lo rndrca la sonrisa social no específica. Esta sonrisa se
"escondidas", que llegó a constitui r el sell o distintivo de su conduc- lt .lll for~a gradualmente en la respuesta específica (preferencia l)
ta soc ializante de aproximación. Así, en el caso de Carl, la pauta si r- ,¡,. sonrrs~ a la madre~ .que es el signo crucial de que se ha estable-
vió a un propósito constructivo, adaptativo, evolutivo.s ' Ir/o un vmculo espeCifico entre el infante y su madre (Bowlby, 1958).
Otra niña pequeña asumi ó activamente la pauta de hama- Freud acentuó que las percepciones internas son más funda-
cam iento de su madre. La madre era un a mujer inmad ura, muy lrtl'nlales y más elementa les que las externas. (El infante pequeño res-
narcisista, cuyas pautas de cuidado tenían una cua lidad mecánica. ¡rr~ncle sobre todo a percepciones internas, como observó también
Hamacaba a la niña en su regazo de• un modo tenso y desvin- po .k en su 1ibro sobre el bebé.) Estas son las respuestas del cuerpo a
cu lado. Cuando la niña asum ió la pauta, no la utilizó en la relación r mrs.mo y a los órganos internos. Greenacre (1960) sostiene que los
madre-hija. El hamacamiento se utilizó en este caso para autocon- 1 •llllbr.antes esta?os de tensión y relajación "parecerían ... formar una
fortación y estimulación autoerótica, como si la niña estuviera jugan- r P ere de nucleo central de oscura conciencia corporal"
do a la madre de sí misma. Durante la subfase de diferenciación, esta lp. g. 207). Dice Greenacre.
niñita trató de aumenta r el placer de mecerse a sí misma hamacán-
. Tengo la idea de que el proceso de nacimiento mismo es el
dose frente a un espejo, con lo cual agregaba una realimentación
lllllller gran agente que prepara para la conciencia de separación;
visual al placer kinestésico. En contraste con el caso de Carl, la pauta
IJII ' esto ocurre por el considerable impacto de presión sobre la
asumida por esta niñita no sirvió a ningún fin adaptativo y evolutivo,
11p ~diere corporal del infante y por su estimulación durante el na-
sino só lo contribuyó a su narcisismo.
' 1111er:to, ~especialmente por los acentuados cambios de presión y
ltu~cron termrca que rodean al infante al pasar de la vida intramu-
5 Cuando el padre volvía a casa o cuando llegaban huéspedes, Carl, inclu- 1 d 3 la extramural.
so a los 16 meses de edad, se ocultaba detrás de una siUa o de una balaustrada,
agachando la cabeza o agazapándose; levantaba repentinamente la cabeza y se En n~estra investigación observacional pudimos ver claramente
ponía de pie, indicando con sonidos y gruñidos que deseaba que los adultos l.r~pa uta.crones de interacción madre- infante, pero por el momento
exclamaran: " ¡Aquí está!". 11/ pudrmos conjeturar y extrapolar la pautación interna que con-

62 63
tribuyó a la "nucl earizac ión" de la imagen corporal primi tiva en sus 1" 11 t'¡ tual dirigida hacia el exterior durante los crecientes períodos
comienzos (cf. tamb ién Kafka, 1971). d• vigilia del niño. Este es un cambio de grado más bien que de cua-
La pa utación de "nuclearización" de Greenacre no es suscepti- lid.!cl, pues durante el estadio si mbiótico el niño ha estado por cierto
ble de investigac ión observac ion al, pero sí los son algunas conductas IIIIIY e tento a la figura maternante. Pero esa atenc ión se va·combinan-
que sirven a la demarcación del yo respecto del "otro", mediante el dll r dualmente con un repositorio creciente de recuerdos de las
mecanismo especular mutuo. jacobson observa que la capacidad de ldil ~ y venidas de la madre, de experiencias "buenas" y "malas";
distinguir objetos se desarro lla más rápidamente que la de distinguir 1 IIIS últimas no las podía aliviar en abso luto el yo, pero se podía
al "sí-mi smo" de los objetos. Podemos observar el amoldami ento del 1111 p •rar con confianza" que las aliviaría n las atenciones de la madre.
infante al cuerpo de la mad re y cómo se distancia de él con su tron- Al observar a los infantes en nuestro amb iente de trabajo, llega-
co; podemos ver cómo siente su prop io cuerpo y el de su madre; y 11111~ a reconocer, en algún punto durante la subfase de diferenciación,
observar cómo maneja objetos transicionales. Hoffer acentuó la im- 1111.1 ierta apariencia nueva de alerta, insistenc ia y orientación hacia
portancia del tacto (1949, 1950a, 1950b) en el proceso de formación llrrr• . Interpretamos que esta nueva apari encia del niño era una ma-
de límites, así como la importancia de la li bid ini zación del cuerpo del IIIIPstación conducta ! de "ruptura del cascarón", y decíamos un poco
infa nte por la madre. Greenacre acentúa la "aproximación a un senti- lllu •mente que un infanté con esta apa riencia había "roto el casca-
miento de unidad por el repetido contacto con la ca lidez corporal de 11111 ". Esta nueva gestaltera inconfundible pa ra los miembros de nues-
la madre o de la persona que cría al niño, [que] representa un grado lro qu ipo, pero es difíci l de definir con criterios específicos. Lo mejor
relativamente pequeño de diferenc ia de temperatu ra, textura, olor, 1 probablemente describirla en térm inos de estado (cf. Wo lff, 1959).
elasticidad", es deCi r, "turgor" [turgencia] (d. también Bak, 1941). llniño ya no parece entrar y sa lir del estado de alerta, sino que tiene
Probab lemente estas diferencias relativamente pequeñas pueden ser 1111 sensorio más permanentemente alerta cuando está en estado
fácilmente as imil adas por los esquemas sensoriomotores preordena- dr• vigil ia.
dos del niño (en el sentido de Pi aget).
Alrededor de los 6 meses com ienzan los intentos de experimen-
Sería de esperar que cuando el placer intern o, debido al segu- ltll' on la separac ión-individuación. Esto puede observarse en con-
ro anclaje dentro de la órbita si mbiótica (q ue es sobre todo entero- dii tas del infante tales como tirar del cabello, las orejas o la nari z de
ceptiva-prop ioceptiva y contactual perceptual) continúa, y el placer !11 madre, poner com ida en la boca de la madre, y poner el cuerpo
que produce la percepción sensorial externa en progres iva mad u- lr •n o para apartarse de la madre y poder contemplarla mejor, para
ración (la visión o el mirar, y qui zás la audición o el escuchar hacia r •~ ·udriñarla a ella y al amb iente. Esto contrasta con el simple
fuera) estimu la la catexia de la atención di ri gida al exterior, estas dos .un ldamiento a la madre que sostiene al niño (cf. Spock, 1963). Hay
formas de catexia de la atención pueden oscilar li bremente (Sp iegel, lgnos definidos de que el bebé com ienza a diferenciar su prop io
1959, Rose, 1964). El resultado debe ser un estado si mbiótico óptimo, 111 rpo del de su madre. A los seis meses ocurre el apogeo de la ex-
a partir del cua l puede ocurrir una lenta y suave diferenciación -y ploración manual, táctil y visua l del rostro de la madre y de las partes
expansión más allá de la órbita simbiótica-. 1 ubi ertas (vestidas) y desnudas del cuerpo de la madre; éstas son
l11s semanas durante las cuales el infante descubre con fasc inación
La ruptura del cascarón 1111 broche, un par de anteojos, o un aro que usa la madre. Pueden
ocurrir juegos de escondidas en que el infa nte aún desempeña un rol
El "proceso de ruptura del cascarón" es, a nuestro parecer, una
p.1sivo (Kieeman, 1967). Estas pautas exp lorativas se desarrollan más
evolución ontogenética gradual del sensorio -el sistema perceptua l-
I.H'de hasta constitui r la fu nción cognitiva de verificar lo no famil iar
consc iente- que permite al infante tener un sensori o más permanen-
opon iéndolo a lo que ya es fam iliar.
temente alerta cuando está despierto. (cf. también Wolff, 1959).
En otras palabras, la atención del infante, que du rante los bjetos transicionales y situaciones transicionales
primeros meses de la simbiosis se dirigía en gran parte hacia adentro, Como dijo Greenacre (1960):
o se enfocaba de una vaga manera cenestés ica dentro de la órbita sim- El objeto transicional mismo descrito por Winnicott (1953)
biótica, se expande gradua lmente con el adveni miento de la actividad •s un monumento a la necesidad de este contacto con el cuerpo

64 65

' J
de la madre, que se expresa tan conmovedoramente en la insistente lodos los infantes les gusta aventurarse y permanecer a corta
preferencia del infante por un objeto que es siemp,re el mismo, dl'i,mcia de los protectores brazos de la madre; tan pronto como su
blando, flexible, cálido al tacto, pero especialmente por la exigencia llilllricidad les permite hacerl o, tratan de desli za rse del regazo mater-
de que esté saturado por olores corporales.l ... El hecho de que él 1111, 1 ro tienden a quedarse lo más cerca posibl e de los pies de ésta,
oprima por lo común el objeto contra su rostro cerca de la nariz <i ll'rmdo y jugando.
probablemente indique en qué medida ese objeto sustituye el pe-
cho o el cuello blando de la m adre" (pág. 208) . 1 rl pauta de verifzcación
Hemos observado que la pauta de sedación o estimul ac ión Hemos encontrado que, desde más o menos 7 a 8 meses, la
preferida por la madre es adoptada, es decir, asimilada por el infante jhl llla visual de "verifi cación de la madre" -a l menos en nuestro
a su propio modo, y se transforma así en una pauta transicional, •il llili ente de trabajo- era el signo más importante y bastante regular
que puede ejemplificarse con las caricias en la cara o ciertos. movi- dl'l ·omienzo de la diferenciación somatopsíquica. En realidad, pare-
mientos repetitivos descritos en el capítulo anterior. 111 s r la pauta normal más importante de desarrollo cognitivo y emo-
Greenacre (1960) tiene la impresión de que "la visión no es sólo 1lll11 l.
un elemento accesorio sino indispensab le en el estab lecimi ento de El bebé com ienza un prolijo examen comparativo (véase Pacella,
la confluencia de la superfic ie corporal y en la promoción de la con- 1'1 72). Se interesa ahora en la " madre" y parece compararl a con
ciencia de delimitación del yo respecto del no-yo. El 'tacto' y '111ro", compara lo no familiar con lo fami liar, rasgo por rasgo.
la captac ión de las diversas partes del cuerpo con los oj os (visión) 11 infante parece fami liarizarse más exhaustivamente, por así decirlo,
ayuda a esbozar una imagen de conjunto de l cuerpo, que está más 11ll1 qué es madre, que produce la sensación, tiene el gusto, el olor, la
all á del nivel de la mera conciencia sensori al inmediata" (pág. 208).
qw iencia de madre, qué "suena" como madre. Al mismo tiempo ~~e
La investigación observacional con nuestra metodología no se centró 1 ludia a la "madre en t anto madre" (Brody y Axelrad, 1966), tamb1 en
suficientemente sobre los detalles de la estructuralización, por as í de-
Vtl descubriendo qué pertenece y qué no pertenece al cuerpo de
cirlo, del objeto trans icional, pero hemos reunido un rico material !.1 madre -un prendedor, los anteojos, etcétera-. El infante emp ieza
de impresiones cuya elaboración pod rá ser provechosa, por ejemplo, .¡ discriminar entre madre y el o la o lo que parece, produce la sen-
para nuestros estudios de seguimiento. ,¡ ·ión, .se mueve en forma diferente de, o similar a, madre.
Una de las principales diferencias que existen entre el infante
con desarroll o normal y la perturbac ión extrema que se observa 1 c>acciones y ansiedad ante extraños
en la psicosis y quizás también en estados patológicos fronterizos
posteriores, está representada, a nuestro· 'parecer, por las mismas Creemos que en la literatura ps icoanalítica sobre desarrollo del
circunstanc ias por las cuales Winnicott (1953) ca libró la normali- 111 el grupo de fenóm enos conductal es que indican el aprendi-
dad y la patología del objeto transicion al (cf. ta mbién Furer, 1964; ' •1) acerca del "otro que no es la madre" se describe en forma bas-
Kestenberg, 1968; Roiphe y Ga lenson, 1973; Bak, 1974). lt 111Le unilatera l e incompleta como "ansiedad ante extraños". Pero ya
1'11 el clásico filme de Sp itz y Wolff sobre la ansiedad ante extraños,
Como quiera que esto sea, es durante la primera subfase de la
1111 de los rasgos más notables que pudimos observar era la curiosi-
separación-individuación cuando todos los infantes normales hacen
d,ld de los infantes: su afán de averiguar acerca "de l extraño" tan
sus primeros intentos de ruptura, en un sentido corporal, con la
pro nto como éste desviaba su mirada.
situación hasta entonces completamente pas iva en que sólo son bebés
de brazos, es decir, el estadio de unidad dual con la madre. Es posi- Nuestro íntimo conocim iento, basado en deta ll ados y multifacé-
ble observar individualmente diferentes incli naciones y pa utas, así llc s estudios observacionales a lo largo de un prolongado espacio
como características generales del estadio de diferenciación mismo. dt• tiempo, nos ha enseñado que hay diferencias individuales, enor-
111 s vari ac iones de diagramación temporal, cantidad y cua lidad de lo
1 Phylis Greenacre volvió hace poco sobre el asunto para corregir la qu se agrupa indiscriminadamente bajo el título de "ansiedad de
opinión que había sostenido anteriormente, de que este factor era importante los 8 meses" en general y de "ansiedad ante extraños" en particular
para la constitución del objeto transicional. (d igo que john Benjamín comenzó a escrutar en sus prol ijos estudios) .

66 67
Para ilustrar esto comparemos a dos hijos de la misma madre en predominante en la particul ar relación madre-infante, ta l como se la
un corte transversal más o menos a la misma edad: Linda y su her- bservaba en su interacción (y en nuestras entrevistas con la madre).
mano, Peter, 16 meses mayor que ell a. A partir de ésta y de muchas observaciones si mil ares, hemos
Vi mos que Linda exam inaba tranq uila y prolijamente, sin te- ll egado a opinar que el desarrollo de las reacciones ante extraños
mor tanto visual como táctilmente, los rostros de los observadores e ubica en un contexto más ampli o, que es el siguiente: una
par(¡cipantes que le eran muy poco familiares. Su á~imo, por lo vez que el infante ha ll egado a individuarse lo suficiente como
común fe li z, persistía por unos pocos segundos despues de que un pa ra reco nocer el rostro de su madre -visual y táctilmente y quizás
extraño la sacaba de la cuna. Luego cobraba tranquil a conciencia de otros modos-, y una vez que se familiari za con la modalidad y
de algu ien " no-mad re" y comenzaba lo que Sylvia Brody (Brody y la manera de "sentir" en general de su partícipe en la díada simbió-
Axelrad, 1970) ll ama " inspecc ión de ad uana", términ o apli cado a la tica, se aplica luego con un mayor o menor asombro y aprensión a
actividad exploratori a visual y táctil muy pro lija que efectúa el infante una prolongada exp loración visua l y táctil y al estud io de los rostros
en etapa de diferenciación (véase Mahler y McDevitt, 1968). y la gestalt de otros. Los estudia de lejos y de cerca. Parece estar com-
parando y controlando los rasgos del rostro del extraño con los del
Cuando en ta les ocasiones la mad re de Linda la tomaba en bra-
rostro de su madre, y también con las imágenes internas que pueda
zos, veíamos que la beba ya no tenía necesidad de inspeccionar el
l ner de su madre (no necesariamente ni siquiera predominantemente
rostro fa mili ar de la madre; en cambio, en su excitación, tironeaba y
visuales). El infante parece también reali zar una verificación com-
manoseaba el cuello de ésta.
parando con la gestalt de su madre, particularmente con su rostro, en
El buen humor de Linda y su confianza se originaban principal- re lación con otras experiencias nuevas interesantes.
mente en su proxim idad y en la interacc ión predominantemente pla-
En niños que han tenido una fase simbiótica óptima y en los que
centera con su mad re.
ha preva lecido una "expectativa confiada" (Benedek, 1938), la
En contraste con la "confianza básica" de Linda y su total fa lta uriosidad y el asombro, discernibles en nuestro ambiente de investi-
de ansiedad ante extraños a cualquier edad, observamos que Peter, gación por la pauta de verificación, son los elementos predominantes
su herma no, mostraba una acentuada ansiedad ante extraños a los 7 ' n su examen de los extraños. En contraste, en el caso de niños cuya
y 8 meses. Luego de una latencia, qu izás un lapso de 1 ó 2 minutos, confianza bás ica no ha sido óptima, puede ocurrir un cambio abrup-
durante la cua l Peter reaccionaba ante los avances ca utelosos y sua- l que produ ce una aguda ansiedad ante los extraños; o puede haber
ves del "extraño", y durante la cual su asombro y curiosidad eran un prolongado período de reacción leve ante extraños, que interfi ere
tamb ién muy definidamente discernibles, parecía dominarlo la apren- transitoriamente con una conducta de examen placentero. Este fenó-
sión ante el extraño. Aunque estaba cerca de su madre, en la mi s- meno y los factores en que se basan sus variaciones constituyen, a
ma silla de mim bre en que ell a se hallaba sentada, y podía pega r- nuestro parecer, un aspecto importante de nuestra evaluac ión del
se al cuerpo de ésta si lo deseaba, rompía a ll orar mirando al extraño objeto libidinal, de la soc ialización y del primer paso hacia la cons-
precisamente en el momento en que su madre comenzaba a acan- l,lnc ia emociona l del objeto. Esta relación inversa entre la confianza
ciarl é la cabeza .2 b sica y la ansiedad ante extraños requiere mayor énfas is y verifi-
Ta les observaciones comparativas demostraron las importa ntes r ción (véase Mahler y McDevitt, 1968).
diferencias que existían en el resu ltado específico de la tensa e im-
predecible in teracción entre Peter y su madre, en comparación con la "Ruptura del cascarón" demorada y prematura
del clima predominantemente placentero y armoni oso que prevale-
En casos en que los procesos simbióticos, la creac ión de la mem-
cía durante la fase simbi ótica de Linda y después de su etapa de " rup- brana protectora com ún de la unidad dual, se han visto demorados
tura de l cascarón " . o perturbados, el proceso de diferenciación parece retraerse o anti ci-
Hemos tratado de entender estas va naCiones tomando en P• rse. Hemos descripto en el cap ítul o precedente el caso de la niñita
cuenta la diferente dotación de los herm anos y el clim a emociona l ('uya madre le respondía mecánicamente meciéndola, pero si n ev i-
d nte calidez e interés. En la fase simbiótica, esta niñita tenía una
2 Pudimos registrar esta conducta en un filme. t"ua lidad bl anda y no parecía amo ldarse a su madre transformarse en

68 69
casi una parte de ella. Sonreía indiscriminadamente y no respondía a fu ra una partícipe simbiótica y tuvo que hacer buena parte de la
11
su madre como persona única. A la edad erJ que otros niños comen- lc rea" por sí misma; es decir, tuvo que hacer de madre para sí misma.
zaban a participar más activamente en aproximarse o tomar distancia Así, cuando llegó a diferenciarse, puede haber mostrado ciertos sig-
de su madre, esta niñita se volvía autoeróticamente a su propio 11 s de desarrollo de un "fa lso yo" (cf. james, 1960). Esta parece ser
cuerpo en busca de estimu lación placentera; se mecía prolongada- una manera de utilizar sus propios recursos en la mayor medida
mente, y en pocas ocasiones practicaba conductas activas de distan- p sible. Nos enteramos más tarde que la actitud verdaderamente
ciami ento o aproximación. rnaterna del padre, desde edad muy temprana, ayudó a la niñita a no
.ll ejarse del mundo de objetos humanos. El niño que rec ibió insufi-
En otro caso, la relación simbiótica era insatisfactoria por dife-
l'lcnte abastecimiento simbiótico por razones muy diferentes pro-
rentes razones. La madre de este niñito estuvo deprimida durante la
longó aparentemente el período de simbiosis como para darse a sí
primera infancia de su hijo. Este era el tercer niño que tenía y se s,en-
rnismo y a su madre más tiempo para recuperar lo perdido. Emergió
tía bastante sobrecargada; la familia vivía en un nivel modesto y
d la órbita simbiótica cuando él, quizás también su madre, estu-
en una casa muy pequeña . Poco después del nacimiento de este
vieron preparados para ello.
niño, murió el padre de la madre, con el que ésta había tenido una
relación muy estrecha. Además, el hijo mayor tuvo un serio accidente El bebé Peter fue uno de los niños que tuvieron una relación
cuando el tercero tenía sólo unos pocos meses. La comb inación ~ imbiótica intensa pero incómoda. Comenzó a "romper el casca-
de todas estas circunstancias hizo que la madre, sin darse cuenta, rón" precozmente. Entró con rapidez en la fase de diferenciación,
ignorara a su nuevo hijo. Lo alimentó con biberón, a menudo se lo el sembarazándose de la incómoda simbiosis,. Peter fue un niño
daba poniéndo lo de espaldas contra ella. En general, evitaba el con- que desarrolló una fuerte reacción ante extraños y ansiedad ante
tacto visual con él. Con todo, se preocupaba básicamente mucho por 'xtraños. Esta parece haber sido una de sus primeras pautas defensi-
v s. Mucho después que hubo superado las reacciones originales ante
él, como lo hizo con todos sus hijos. Como en el caso de la niñita
'Xtraños, éstas recurrían, aunque en grado notablemente atenuado,
mencionada anteriormente, este niñito tardó en reconocer a su madre
·uando Peter sufría algún período de crisis. Parece como si la fase sim-
como una persona especial. Se demoró la respuesta específica de
biótica insatisfactoria hubiera impedido a Peter acumu lar una reserva
sonrisa . También tardó en utilizar la modalidad visual, que es el pri-
suficiente de esa confi anza básica, de esa narcisismo normal, que
mer instrumento que permite el distanciamiento activo, al posibilitar
proporciona la base sólida desde la cual se puede salir con confianza
simu ltáneamente que el niño llene el hueco espacial, es decir, mane
,ll mundo de los "otros que no son la madre". Además, al haberse
tenga un contacto perceptual a distancia. Aunque este niñito se
diferenciado -es decir, comenzado a separarse- muy pronto, Peter
demoró en este aspecto de su desarrollo, nunca mostró la cualidad
fue abrumado fácilmente por la ansiedad y la desazón, porque las
blanda y mecánica que era característica de las conductas simbiótica
·apacidades de su yo en desarrollo autónomo eran precoces y, por
y de diferenciación de la niñita mencionada.
1 tanto, vulnerables. Hemos encontrado reiteradamente que niños
También observamos niños que tenían una relación simbiótica que parecían pasar por un período desusadamente difícil al sepa-
más bien insatisfactoria debido a la gran ambivalencia de la madre rarse de la madre, tenían historias de conciencia insólitamente precoz
respecto del hijo y de su propio rol como madre. En estos niños la per- de su madre como algu ien diferente de otros ad ultos que les prod iga-
turbación de la si11Jbiosis no era provocada por indiferencia o depre- ban cuidados.
sión por parte de la madre, sino porque ésta era impredecible. Estos Estas pautas de diferenciación muy temprana parecen no sólo
infantes, como si ocurriera una compensación, conocían a sus ma- t ner una gran dos is de racionalidad, tanto en lo referente a la
dres bastante pronto; su relación mutua mejoraba cuando una r lac ión madre-hijo como a la dotación particular de cada niño, sino
mayor distancia la hacía más cómoda y cuando el niño llegaba a dis- también poner en movimiento pautas de organización de la persona-
poner de nuevas fuentes de placer por su creciente autonomía y su lidad que aparentemente mantienen su coherencia en el desarrol lo
disfrute del mundo exterior. Lo que nos parece que surge, entonces, posterior del proceso de separación-individuación y quizás más allá
es una capacidad de adaptación muy temprana por parte del infante. ele éste. El nacimiento del niño como individuo se produce cuando,
Creemos que la niñita cuya madre era narcisista y poco dada 'n respuesta a la respuesta selectiva de la madre ante las señales del
se diferenció tardíamente porque no podía confiar en que su madre niño, éste va alterando gradualmente su conducta. "Es la necesidad

70 71
inconsciente específica de la madre lo que activa y hace eclos io- Ilustraremos mejor algunos de estos fenómenos de la primera
nar las infinitas potencialidades del infante, en particular las que 11bfase (diferenciación) en algunos niños seleccionados, todos los
crean para cada madre "al niño" que refleja sus necesidades únicas 1 llil les (como todos los niños " normales:') muestran los desarrollados
e individua les. Este proceso ocurre, por supuesto, dentro del ámbito f 11nerales relacionados con la fase, junto con variaciones muy indi-
de la dotación inn ata del niño (Mahler, 1963; véase también vi dua lizadas que dependen de la relación con la madre, la dotación
Lichtenstein, 1964). Innata y la historia específica (Weil, 1970).
Hemos establecido que los infantes cuyas madres disfrutaron de Bern ie había tenido una relación temprana feliz con su madre,
la fase simbiótica sin demasiados conflictos, los que fueron saturados, qu parecía realizarse plenamente al darle el pecho. Debido a los sen-
pero no sobresaturados, durante este período de importante unidad llm ientos de culpa de la mad re respecto de su hijo mayor, y tam-
con la madre, parecían comenzar en el lapso promedio a mostrar 111•n porq ue el infante le mordía el pezón (cf. Spock, 1965), lo destetó
signos de diferenciación activa, distanciándose levemente del cuerpo 1111 forma abrupta e impulsiva y comenzó a darle biberón. El des-
de su madre. En cambio, en los casos en que había ambivalencia llll produj o un acentuado cambio en la atmósfera de la relación
o parasitismo, intrusividad, "sofocamiento", por parte de la madre, lmbiótica. Al comi enzo, el infante buscaba con la boca, en forma
la diferenciación mostraba perturbaciones de diversa intensidad 111 istente e inquieta, el pecho perdido, mientas la madre negaba
y forma . En algunos casos en que la madre actuaba claramente mo- violentamente la obvia reacción del infa nte al trauma de destete.
tivada por su propia necesidad simbiótica-parasitaria, antes que en 11 aspecto radiante y satisfecho que esta madre mostraba durante el
beneficio del infante, la diferenciación comenzaba en forma casi pPríodo de amamanta mi ento fue reemplazado por un a actitud
vehemente. Esto se dio en el caso de un niñito, ya a los 4 a 5 meses d' indiferencia y apatía, mi entras el infante a su vez se volvía in-
de edad, porque su madre era si mbióticamente demasi ado envol- quieto, in diferente y apático. El infante, que se mostraba feliz, son-
vente. Durante un buen tiempo este niño prefirió en realid ad estar en 11 nte y bien amoldado mientras tomaba el pecho, se transformó por
brazos de ad ultos que no fueran su madre, adu ltos que pudieran pro- 1111 tiempo en un bebé pasivo, no amoldado, que se dejaba tener en
porcionarle mayor oportunidad de explorar visualmente el am- brazos como un saco informe.3
biente mientras estaba en brazos . Parecía alej arse físicamente de su Luego, por un breve lapso, la interacción genera lmente difícil
madre, en forma mucho más defensiva, apoyar sus pies y brazos 1 ntre Berni e y su madre pareció sufrir una influencia favorable con
energéticamente contra el cuerpo de la madre (e incluso arqu earse 1 ,1da estímu lo maduracional que experimentaba el infante. Bernie
hacia atrás en una forma levemente op istotónica) . Tal actitud parecía 111 straba gran interés en la locomoción: ejerc itaba el gateo y el
cumplir en este caso un propósito dua l: 1) servía, como en los demás ponerse de pie con gran placer y persistencia. Cuando llegó a poder
infantes simb ióticos " más próximos al pro~fdio", para poner al niño IL•Iacionarse con otros por los ojos y dar signos de reconocimi ento
en una posición desde la cual pudiera exp lorar mejor el ambiente de dl fe rncial de su madre, y cuando obtuvo gratificación por sus propias
los otros distintos de la madre, para lograr una nueva perspectiva acer- 11nciones motri ces en parcial desarrollo, su ámbito de exploración se
ca de la madre desde una posición más estratégica, para relacionarse 11xpandió hasta incluir toda la superficie del cuarto de juegos (y toda
visu almente con ell a desde una mayor distancia; y 2) lograba el fin J,¡ extensión del departamento en que vivía) . Su madre parecía sen-
de reducir el contacto de la superficie corporal con la madre. Lo que tirse aliviada por la dismin ución de los requerimi entos simbióticos
más nos sorprendió fue que en estos niños estrechamente envueltos y la dependencia total de su hijo, y éste, a su vez, fu e capaz de usar
(en la relación simbiótica), este proceso activo de distanciamiento
com enzaba antes de lo esperado. En otro niño con una madre sim il ar,
se evitaba el estrecho contacto físico. 3 E n los años 1960-1962 experimentamos brevemente con la pauta de
La búsqueda de distancia durante la subfase de diferencia- ill ll oldamiento (cf. Mahler y La Perriere, 1965). No sólo observamos el con-
ción parecía ir acompañado por una mayor conciencia de la ma- lo m o del cuerpo del infante en relación con el de la madre, sino que también
llli'l1probamos por nosotros mismos la naturaleza del amoldamiento del infante
dre como persona espec ial, aunque esta conciencia, como en el caso
p ~ q u e ño teniéndolo en brazos. Describimos esta sensación cenestésica como :
mencionado más arriba, fuera negativa (cf. también las pautas de ",11 noldarse bien" , "fusionarse" , " rigidez de tabla" , "tipo bolsa de papas" ,
escrutinio diferencial y de "verificació n"). I'L "étera.

72 73
toda partícula de aliento y protección durante el período de ejer- dl'svincul ación del infante al comienzo de la fase de separación-indi-
citación. viduac ión. Esas madres adh ieren "apersonan" (d. Sperling, 1944)
Como hemos dicho anteriormente, se observó una transición .d infante a sí mismas y desalientan sus tanteos de funcionamiento
sorprendentemente distinta, de la fase simbiótica a la de separa- lile! pendiente, en lugar de permitir y promover una separación gra-
ción-individuación, en el otro niñito, que tuvo una relación simbió- diitll. En cambio, como hemos descripto con otro trabajo (Mahler,
tica estrecha y prolongada con su madre. Ambos progenitores de este l% 7a), hay un contingente muy grande de madres que, a diferencia
niño tenían necesidades simbiótico-parasitarias, sobrevaloraban a d1• las excesivamente simbióticas, al principio se adhieren a su hijo y
su niño como ser vegetativo, y lo mantenían en un estado de conti- lill'go lo empujan precipitadamente a la "autonomía" (d. Greenson;
nua dependencia simbiótica (d. Parens y Saul, 1971 ). Esto hizo 1%8, Mah ler, 1968b, 1971 ).
retrasar claramente el investimiento libidinal del niño en sus funcio- Así como las variables intrínsecas son muy importantes para
nes motrices (véase más abajo), para las cuales, quizás, estaba consti- 1111 eventual desarrollo armonioso de la personalidad, también una in-
tucionalmente mal dotado. Mientras que Bernie entró en la fase de lt~racc ión madre-hijo favorab le mejora la adecuación a la subfase.
separac ión-individuación con una modalidad preferida de explora- t olcman, Kris y Provence (1953) han llamado la atención, ha-
ción motriz, este niñito tuvo una modalidad preferida que incluía el l l ' muchos años, respecto de las variaciones de las actitudes de la
uso de los órganos de los sentidos táctil, prensil y visual durante un 111.1dre durante los primeros años de la vida del niño. La actitud
período prolongado. Esta preferencia parecía ser resultado de varios d1• la madre tiene también que adaptarse en todo el curso del proce-
factores. Ambos progenitores insistían en al iviar la tens ión del niño •O de separación-ind ividuación, pero más especialmente en ciertos
tan pronto como éste la manifestaba, de modo que no necesitaba Jllll1tos cruciales o encrucijadas de ese proceso.4
esforzarse en lo más mínimo para lograr lo que quería. Su madre nos
manifestó, y comunicó de una manera no verbal al niño, su deseo de l .os dos carriles evolutivos de la separación
que éste se mantuviera sedentario y accediera a que se lo manejara en JI la individuación
posición acostado, aunque el niño se opusiera especia lmente a ello.
Este mismo niñito era, por dotación lento para madurar en sus La mejor manera de entender los fenómenos del desarrollo nor-
funciones motrices. Su musculatura era más fofa, los movimientos de 111,11 consiste en observarlos cuando algunos elementos del proceso
su cuerpo, de gran tamaño, eran más cautelosos y menos enérgicos 1 •~1, n un poco perturbados. Al final del primer año y en los prime-
que los de otros niños de la misma edad. (Una excepción notable lOS meses del segundo podemos ver con particu lar claridad que el
li'Oceso i~tra~síqui~o de separación-in?ividuación sigue dos carri-
era su vigoroso movimiento de piernas cuando estaba excitado.)
Confinado a un pequeño espacio por s~ falta de capacidad loco-
l I'S evolutivos mtervmculados, pero no s1empre conmensurados ni en
motri z, hizo el uso más amplio de sus facultades perceptivo-cogniti- ,¡v, nce simétrico. Uno es el carril de la individuación, la evolución
vas y prensiles, en visible emergencia, para ocuparse y entrete- d1• la autonomía intrapsíq ui ca, la percepción, la memoria, la cogni-
nerse por largos períodos "haciendo que duraran los espectáculos ilón, la prueba de realidad; el otro es el carril evo lutivo intrapsíquico
interesantes" (Piaget, 1936). Al mismo tiempo, se mantenía extre- d1• la separación, que sigue la trayectoria de la diferenciación, el dis-
madamente alerta en el plano visual, observando lo que ocurría a su loii1Ciamiento, la formación de límites y la desvinculación de la madre.
alrededor; se relacionaban gustoso con otros y aceptaba la confor- Indos estos procesos de estructuralización cu lminarán eventualmente
tación de éstos. 1111 autorrepresentaciones interna li zadas, que se distinguen de las
l(lpresentaciones internas de los objetos. Los fenómenos conducta-
Estos dos niños ilustran dos maneras diferentes de entrar en
l t~s de superficie del proceso de separación-individuación pueden
la primera subfase de la separación-individuación: . la diferencia-
ción . Puede valer la pena hacer notar que andaban muy parejos en
4
su rendimi ento general medido por los tests de desarrol lo. Si bien estamos convencidos de que la parte preponderante de la
ul.1ptación debe provenir del infante maleable e informe, esto no significa que
Teníamos la impresión de que la madre del segundo, que había h1 lll aternación no tenga que seguir los cambiantes requerimientos del proce-
gozado intensamente de la relación simb iótica con su bebé de pecho, 11 de separación-individuación; debe haber un cierto grado de adaptación
pertenecía a ese grupo de madres que no podían tolerar la gradual l.ilnbién por parte de la madre.

74 75
observarse en infinitas vanaCiones suti les, como concomitantes
del desarroll o intrapsíquico en curso. Las situaciones óptimas pare-
cen ser aq uell as en que la conciencia de la separación corporal,
en lo que .respecta a la diferenciación de la madre, corre paralela
con (es decir, ni se retrasa mucho ni va literalmente muy por delan-
te de) el desarrol lo del fu ncionamiento autónomo e independiente del
deambulador: cognición, percepción, memori a, prueba de realidad,
etcétera; en una pa labra, las funciones del yo que sirven a la indivi-
Capítulo 5
duación.
En nuestro estud io de investigación observacional, las progre- LA SEGUNDA SUBFASE:
siones y regresiones y la gradual integrac ión de estos dos carri les EJERCITACIÓN LOCOMOTRIZ
de desarrollo -es decir, la separación y la individuación- pueden
estudiarse a través de los movimientos mutuos del niño y la madre.
lil primer período de ejercitación
Pudimos seguir este desarrollo por med io de la interacción ma-
a. su~~ase de difer~nciac i ó n se superpone con el período de ejer-
dre-hijo, y particu larmente observando la vivaz afectomovilidad, el
repertorio de gestos y las voca li zaciones del niño mismo. L
Citaclon locomotnz. En el curso del procesamiento de nuestros
d, los, descubrimos que era útil concebir el período de ejerc itación
Nos parece instructivo comparar a niños que fueron lentos en su
desarrollo locomotor con deambuladores que cami naron precoz- 1omo dividido en dos partes: 1) la primera fase de ejerc itación,
mente. Por ejemplo, dos de nuestros niñitos estaban en los extremos tln.unciada por la más temprana capacidad del infante de aleja rse
opuestos del espectro de los dos carriles del proceso de separa- rrslca,mente de su madre s;ateando, hac iendo pinitos, trepando y
ción-indivi duación: maduración versus desarrollo, separación versus pon1endose de p1e, pero aun agarrado; y 2) el período de ejercita-
individuación. Uno cam inaba ya cuando vi no al Centro, a la edad 1'1 n prop iamente dicho, caracteri zado fenomenológicamente por la
de 9 meses; el otro dio sus primeros pasos sin ayuda sólo 2 días an- lo omoción vertical libre.
tes de cump lir los 17 meses -¡nada menos que 8 meses de dife- Al menos tres desarrol los interrelac ionados, au nque discrimi-
rencia!-. nables, contri buyen a que el niño haga sus primeros progresos
En los capítu los siguientes exp li caremos e ilustraremos la reper- ~~ ~ ia la conciencia de separación y hac ia la individuac ión. Estos son
cusión que tuvo tal discrepancia en el proceso de separación-indivi- l,1 ráp ida diferenciación corporal de la madre; el establecim iento de
!In vínculo específico con ell a; y el desarrollo y funcio namiento de los
duación. .•
il¡? aratos autónomos del yo en estrecha proximidad con la madre.
Estos desarrollos parecen preparar el ca mino para que el interés
d '1 infante por su madre se extienda (mucho más definidamente
que hasta entonces) a los objetos inanimados, al com ienzo provistos
l~>r é;ta -una frazada, un pañal, un juguete que ell a ofrece, o el
l11beron con que se despide del infante por la noche-. El infante
I'Xplora estos objetos visualmente e investiga su gusto, textura y olor
1 on sus órganos preceptua les de contacto, particu larmente la boca
y las manos. Alguno de estos objetos puede transformarse en un
objeto transicional. Además, cualqui era sea la secuencia en que se
desarrollan estas fun ciones durante la subfase de diferenciación
liS aracterístico de este estad io temprano de ejercitac ión que si bie~
l111y interés y concentrac ión en estas actividades, el interés por la
lile dre parece tener decidida precedencia.

76 77
La maduración de las funciones locomotrices y de otro tipo 11111 sus abuelos, a los que conocía muy bien. Esto coincid ió en el
durante el primer período de ejercitación producía el más sa ludable 11•rnpo con su rápido cambio, de bebé de brazos a bebé en sepa-
efecto sobre los niños que tenían una relación simbiótica intensa pero t.H ión. Comenzó a gatear y a ponerse de pie. Sin embargo, estas
insatisfactoria. Parecería posible que esto se vinculara, al menos en 1111 •vas habil idades que adquiría le acarrearon mas dolor que placer.
parte, con un proceso de desvinculación satisfactoria simultánea 1' aía con frecuencia y lloraba mucho después de cada caída. No
en las mad res. Las madres que se habían mostrado muy ansiosas obstante, insistía en repetir la experiencia penosa, y este niño muy
porque no podían alivi ar la desazón de su bebé durante las fases sim- q11l to y tranqui lo pareció de repente muy impul sivo. Vemos aq uí
bióticas y de diferenciación, se sentían ahora muy aliviadas cuando l.~ramente la poderosa gravitación de lo innato dado, el impulso de
sus hijos se volvían menos frágiles y vulnerab les y un poco más in- lttdividuac ión. El niño mantuvo su relac ión positiva con las personas
dependientes. Estas madres y sus hijos no habían sido capaces de ex- q11 ' lo rodeaban y le gustaba que lo pasearan, le ca ntaran y lo con-
perimentar un tranquilo placer en el estrecho contacto físico, pero o l t~ran. Cuando volvió la madre, el niño tuvo al comienzo una cri sis
ahora podían gozar uno de otro desde una distancia un poco mayor. lt,tstante fuerte de reencuentro, ll oró inconsolablemente por un rato
Estos mismos niños se mostraban más relajados y capaces de usar a y no permitió a la madre que lo alimentara o lo pus iera a dormir. Sin
sus madre~ para obtener satisfacción y seguridad . l'tnbargo, al día sigu iente había recuperado su anterior yo tranqu ilo y
Por contraste, se observó otra pauta de interacción madre-hijo onriente. Esta reacción a separaciones breves, que es peculiarmente
durante el primer período de ejercitación, en los niños que buscaban 1•~pecífi ca de reencuentros madre-hijo en la segunda mitad del primer
más activamente la cercanía física con la madre, niños cuyas madres 11 o, podría entenderse metapsicológicamente en función de la esci-
tenían la máx ima dificultad en relacionarse con ellos durante el lón que aú n existe en las imágenes parciales internas de la madre. La
proceso de distanciamiento activo. A estas madres les agradaba la 1'~ isión se activa fác ilmente a raíz de tales ausencias breves; la madre
cercanía de la fase simbiótica, pero una vez que esta fase había pasa- d<' lil separac ión debe ser reintegrada como la madre si mbi ótica "toda
do, habrían preferido que sus hijos ya estuvieran "crecidos". lt11cna", de modo de no dañar o destru ir el objeto bueno. Si bien el
Es interesante el hecho de que a estos niños les resultó relativamente niñito sigu ió ejercitando sus nuevas habi li dades, la cual idad de impul-
difícil crecer; fueron incapaces de gozar su incipiente capacidad para •,lvidad y las frecuentes caídas disminuyeron ráp idamente. Con lama-
distanciarse y exigían muy activamente la cercanía. dre como ancla, un centro para su mundo, la parte fru stradora de las
La expa nsi ón de la capacidad locomotriz durante la primera sub- 1111 vas experiencias y exploraciones vo lvió a ser manejable, y pre-
fase de ejercitación ampl ía el mundo del niño; no sólo tiene éste un dominó la parte placentera de la exp loración. Este fragmento de ob-
rol más activo en determinar la cercanía y dista ncia con su madre, '•t•rvac ión personal se adapta muy bien a las observaciones rea li zadas
sino que las modalidades hasta entonces util i;41das para exp lorar el durante nuestro estudio, a saber, que las exploraciones tempranas sir-
ambiente relativamente fami liar lo exponen repentinamente a un Vt'n a los fines 1) de establ ecer fami liari dad con un segmento más am-
segmento más ampli o de rea li dad; hay más que ver, más que oír, más pli o del mundo, y 2) percibir, reconocer y gozar de la madre desde
que tocar. La manera en que se experimenta este nuevo mundo tttüyor distancia. Descubrimos que los niños que tenían el mejor "con-
parece estar suti lmente relacionada con la madre, que aún es el cen- l,t ·toa distancia" con la madre era n los que se aventuraban a alejarse
tro del universo del niño, desde el cual éste va sa liendo sólo gradual- tites de el la. En casos en que había demasiado confl icto por el pro-
mente hacia círcu los cada. vez más amplios. ' t'sos de separación o demasiada resistencia a aba ndonar la cerca-
Hace poco tiempo uno de nosotros (A. B.) tuvo la oportu ni dad tt fil, los niños mostraban menos placer durante este período. Pero las
de observar de cerca de un bebé de 7 meses durante este período ini- tt•glas simples tampoco son aplicables a estos procesos.
cia l del funcionamiento locomotor activo, que coi ncidió con una se- Por ejemplo, el niñito cuya madre sólo podía aceptarlo real-
paración de sus padres por 2 semanas, seguida de reencuentro. El lit nte como una parte simbiótica de sí misma e interfería activamente
bebé había sido descrito como particularmente tranquilo y relajado. 1 on sus intentos de alejarse, parecía perder totalmente contacto con
Recibía con alegría a las personas nuevas y manifestaba su curiosidad ~u madre cuando estaba a cierta distancia de ella. En cambio, una
y deleite. Examinaba prolij amente a todas las personas nuevas tanto ttlña cuya madre gozaba mucho de la cercanía fue muy capaz de
visual como tácti lmente. Durante la ausenc ia de sus padres quedó 111 ntener contacto con ell a a cierta distancia; en verdad, la beba fue

78 79
especialmente capaz durante este período de utili zar a su mad re n ces itaba, la dejara sin suficiente energía libidinal como para cate-
y se sentía reasegu rada con sólo tenerla a la vista u oír su voz. Al xl r adecuadamente al mundo de personas distintas de la madre sus
mi smo tiempo, esta niñita mostraba con bastante precoc idad un !unciones yoicas au~~nomas y probablemente también su pr~pio
deca imiento genera l de su ánimo cuando su madre no estaba en la 1uerpo, co~ un narc1s1smo (secundari o) sano. Era por lo tanto inca-
hab itación, es decir, cua ndo se interrumpía la fuente de reasegu ro pu z de ded1carse a la exploración placentera y al dominio de su rea li-
a di stancia . d,1d .en expansión . En todo caso, durante la primera subfase y al
También hemos observado en este período temprano de ejer- 1e m1enzo del período de ejercitación se veía a la niña sentada a Jos
citación que el "pichón en ciernes" se compl ace en su naciente pi s des~ madr.e, !';lplorá~dole y sup licándole con los ojos. La sub-
relación con el mundo de "otros que no son la madre" . Por ejem- ¡,', e de difer_enclac lon ~uro mucho más en el caso de Anna que en el
plo, hemos observado a un niño de 11 meses que durante esta fase il1 sus coeta neas Marg1e y Matthew, aunque las funciones de su yo
tuvo que sufrir hospitali zación por una semana. Parecía estar frustra- 1•11 sí mismas no dejaron de madurar.
do sob re todo por su confinamiento en una cuna, de modo que El ~eríodo de ejercitación de Anna se caracterizó por breves
rec ibía con alegría a cualquiera que lo sacara de ell a. Cuando retornó I'XploraCiones de tanteo. rea lizadas por su propia cuenta, en las que
del hospital, la relación con su mad re se había vuelto menos excl usi - >lo se a~eJ ~ba de los p1es de su madrepor cortos períodos. El perío-
va, y el niño no mostraba reacc ión de aferramiento ni ansi edad do de pract1ca -el lapso en que los deambuladores investía tanta
de separac ión; en ese momento su mayor necesidad en el Centro y libido en sus propi as funciones autónomas y en su explorac ión de la
en el hogar era que lo hicieran pasear llevándo lo de la mano. Si bien l1'.1i1dad en expansión- fue trans itori o y abreviado en el caso de
seguía prefiriendo que esto lo hi ciera su madre -con y para él-, Anna y ca reció de un desarrollo emocional en gran esca la. La ausen-
aceptaba fác ilmente sustitutos. ,¡,1 relattva de ese desarrollo echa luz sobre el rasgo principal de esta
Margie y Matthew (q ue sólo tenían un mes de diferencia) ha- llbfa.se, tal como nosotros la vemos: el gozoso investimiento en el
bían progresado sin altibajos durante la fase simbióti ca y también en t• JurCICIO de las funcion es autónomas, espec ialmente la movili-
la prim era subfase (diferenciación). Ambos niños podían "espera r con d,l 1, hasta la cas i total exclus ión de un ev idente interés en la mad re
confianza" que sus madres aliviaran sus tensiones instintivas, que 111 algunos momentos. Es esto, y no el desarrollo de las habili-
estuv ieran emocionalmente disponibles. A los 1O meses de edad dild s motrices por sí mismo, lo que ca racteriza la subfase normal de
se observó que ambos infantes entraban en el período de ejerc ita- ''it•r itación.
ción con gran investim iento de interés en sus incipi entes funciones Cuando el niño: a través del proceso de maduración de su apa-
motrices y en otras funciones autónomas del yo. Por largos espac ios ltiiO l?comotor, com1enza a aventurarse alejándose cada vez más de
de tiempo se ded icaron satisfechos a exp l o~a r el amb iente físico por l11s. l~'es de la madre, está a menudo tan absorbido en sus propias
sí mismos, mostrando lo que Hendri ck (195 1) ha descrito como pl a- dl ll v1dades que por largos períodos de tiempo parece olvidado de la
cer del dom ini o o destreza (lo que C. Bühler denomina Funktionslust) . pi!•scncia de. ésta . Si n embargo, vuelve periódicamente a ella, pues
Los niños retorn aban a sus madres de tiempo en tiempo para rea- pil i' e neces tta r cada tanto su proximidad física.
bastecimi ento emocional. Ambas madres aceptaro n la gradual La ~istancia óptima, es esta subfase temprana de ejercitación
desvincul ación de sus infantes deambuladores y promovieron el lummotnz, parece ser la que permite al gateador en movimi ento
in terés de éstos en la ejercitación locomotri z. Las mad res estaban Y I'Xploración, la libertad y oportunidad de rea lizar tales activid a-
emocionalmente disponib les, de acuerdo con las necesidades de los "' '~ a cierta distancia física de su madre. Debe notarse, sin embar-
ni ños,·y les proporcionaban el tipo de apoyo matern al necesa rio para 11''• que du rante toda la subfase de ejercitación la madre es siempre
el desenvo lvimiento ópti mo de las funciones autónomas del yo. 111'1 ·sana como punto estable, como " base de operaciones" que
La mad re de Anna, en cambio, era incapaz de proveer una •il lsface la neces idad de reabastecimi ento med iante contacto
disponibilidad ópti ma, de modo que la capacidad de su hij a para la 11• 11 '0. Y,imos infa ntes de 7 a 1O meses que gateaba n o hacía n rápi-
expectativa confiada estaba muy ex igida. La madurac ión de las inc i- dll~ p1n1t?s hacta la madre, parándose aga rrados a las piernas de
pientes funciones yoicas de An na ocurri ó a tiempo, pero era como si 1
lil, tocandola ~e otras maneras o simplemente apoyándose con-
la difíci l lucha que li braba para lograr de su mad re la atención que lit! l'll a. Este fenomeno es el que Furer ll amó "reabastec imiento o

80 81
recarga emocional".1 Es fácil observar cómo el infante decaído y Durante la primera subfase de ejercitac ión, luego del tira y afio-
fatigado se anima y vigoriza en brevísimo tiempo luego de tal con- l.! in icial para separarse de la madre y acceder al mundo exterior, la
tacto; después prosigue rápidamente sus exploraciones y queda de 111.1yoría de los niños parecían pasar por un breve período de aumen-
nuevo absorbido por su placer de funcionamiento. lo de la ansiedad de separación . El hecho de que fueran capaces de
ll i(•jarse e independizarse de la madre, y de seguir sin embargo co-
El fenómeno de reabastecimiento parecía pasar por diferentes
IH' tados con ella -no físicamente, sino desde las modalidades de
estadios y tenía distintas modalidades en cada niño, que a nuestro
dl slancia consistentes en ver y oír-, hacía que el uso logrado de estas
parecer se vinculaban estrechamente con la modalidad preferida de
llloda lidades de distanc ia resultara extraordin ari amente impor-
la madre. Una madre, por ejemplo, que daba gran valor al funcio-
lllllle por un tiempo. A los niños no les gustaba perder de vista a la
namiento independiente, lograba con particular eficacia mantener
lll·ldre; podían quedarse mirando tristemente la silla vacía de ésta, o
contacto con su niño rebastecíendolo a distancia. Cuando éste se le
acercaba, era por lo general para breves períodos de contacto físico.
1!,1 ia la puerta por la cual ella se había ido.
Esta madre raramente se levantaba de su si ll a, donde estaba confor-
l .n subfase de ejercitación propiamente dicha
tablemente sentada repasando la ropa de la fam ilia y charlando con
las otras madres. Parecía constantemente sintonizada con las necesi- Con el estímulo de las funciones autónomas, tales como la cog-
dades de su hijito, aun a distancia. ni ción, pero especialmente la locomoción vertica l, comienza el " idi-
En el caso de )ay, un niño cuya capacidad locomotriz se desa- lio" con el mundo (Greenacre, 1957). El deambulador da el paso
rrolló muy precozmente, de modo que la capacidad de reabastecí- llh ximo en la individuación humana. Camina libremente en postura
miento de la madre hubiera sido de especia l importancia, observamos wrtica l. Así, cambia el plano de su visión; desde una posición
lo siguiente: la madre de )ay creía que cualquier límite que se im- 1•~1ra tégica enteramente nueva descubre perspectivas, placeres y frus-
pusiera a su hijo interferiría en la eclos ión de la personalidad e 11.1 iones inesperados y cambiantes. Hay un nuevo nivel visual pro-
independencia de éste. Miraba aterrorizada m ientras )ay pasaba por por ionado por la posición vertical, bípeda.
situaciones peligrosas. No podía mantenerse en contacto con él Durante estos preciosos 6 a 8 meses (de la edad de 1O o 12
hablándole, pues no quería interferir con su " independencia". Au n- 111 •ses a 16 o 18 meses), el mundo es la ostra del deambulador inci-
que su madre lo vigilara ansiosamente desde lejos, )ay se sentía, y en plt•nte. La catexia libidinal se desplaza sustancialmente y pasa al ser-
cierta manera realmente estaba, abandonado por su madre, por más viría del yo autónomo en rápido desarrollo y de sus funciones, y el
que ésta estuviera presente. Se ponía una y otra vez en situaciones 1111 o parece embriagado por sus propias facultades y por la magnitud
peligrosas que no podía juzgar ni manejar; aunque sólo estuviera rea- di' su propio mundo. ¡El narcisismo alcanza su nivel máximo! Los
li zando actividades comunes, tenía particular'tendencia a lastimarse. primeros pasos independientes del niño en posición vertical señalan
Un a vez que se caía y estaba llorando, la madre se sentía autori zada 11! om ienzo del período de ej ercitación locomotriz por excelencia,
a ayudarlo. 11111 una amp liación sustancial del mundo y de la prueba de rea lidad .
Mark era uno de esos niños que tenía la máxima dificultad para 111 ese momento comienza un investimiento libidinal en continua
estab lecer una distancia manejable entre él y su madre. Esta se volvió pmgresión que se ap lica a las habilidades motrices de la ejercitación
ambivalente hacia él tan pronto como el niño dejó de ser parte de y ,¡ la exploración del ambiente que se va ampliando, tanto en el mun-
ell a, es decir, de ser su niño simbiótico. A veces la madre parecía evi- do humano como en el inanimado. La principal característica de este
tar el estrecho contacto corporal; otras, podía interrumpir a Mark en pt•ríodo de ejercitación es el gran investimiento narcisístico del niño
sus actividades autónomas para alzarlo, abrazarlo y tenerlo levan- nn sus propias funciones, su propio cuerpo, y los objetos y objetivos
tado. Lo hacía cuando ella lo necesitaba, no cuando él hubiera ne- dt• su "realidad" en expansión. junto con esto, vemos una gran imper-
cesitado. Esta fa lta de empatía por parte de la madre puede haber sido I IH~a bil idad a los golpes y caídas y demás frustraciones, tales como el
lo que dificultó a Mark funcionar a distancia de ella. .ur batamiento de un juguete por otro niño. Los adultos sustitutos que
!1s resultaban familiares dentro del ambiente de nuestro jardín eran
111 ' ptados con facilidad (en contraste con lo que ocurre durante la
1 Comunicación personal. ubfase sigu iente de la separación-individuación).

82 83
El deambulador en suave proceso de separación e individuación
Hemos descubierto que tanto en niños como. en niñas, en el mes
encuentra un so laz narcisístico para compensar las amenazas míni-
mismo que sigue al logro de la locomoción activa libre, la afirmac ión
mas de pérd ida de objeto -que probablemente cada paso nuevo del
rl la individualidad avanzaba a pasos agigantados. Esto parece ser el
desarro llo progresivo trae consigo- en las funciones de su yo, en rá-
primer gran paso hacia la formación de la identidad
pida evolución. El niño se concentra en la ejercitación y dominio de
sus propias habilidades y capac idades autónomas (independientes La renuncia de la madre a la posesión del cuerpo del infante,
de otros o de su madre). Sus propias habilidades lo regocijan, está 1,1nto varón como mujer, en este período es en su mayor parte casi
continuamente deleitado con los descubrimientos que rea liza en su <lutomática, aunque a veces se la expresa verbalmente como una
mundo en expansión, y casi enamorado de ese mundo y de su propia ll cesidad que se deplora. La madre de Barney decía: "Cuando él
grandeza y omnipotencia. Podríamos considerar la posibilidad de que ~' aleja corriendo de mí en el parque y tengo que llevarlo alzado,
la exa ltación de esta subfase tenga que ver no solo con el ejercicio !'On su cuerpec ito pesado, de vuelta a casa me digo, 'mejor que
de los aparatos del yo, sino también con la alborozada huida de la disfrutes de esto, no durará mucho, no lo llevarás en brazos mucho
fusión con la madre y del engo lfamiento en ella. Desde este punto de 11 mpo más'".
vista consideraríamos que, así como los juegos de escond idas del in-
Fue E. ). Anthony (1971 ) quien reconoció la pertinencia de un
fante parecen volver activas la pérdida y recuperación pasivas
l<•x to de Kierkegaard en que éste, en hermosas frases, nos presenta
del objeto gratificador de neces idades y luego del obj eto de amor,
una perspicaz descripción de la neces idad de apoyo emociona l
otro tanto ocurre con el constante escape del infante hasta que su
materno que tiene el niño cuando com ienza a cam inar libremente.
madre lo atrapa y alza, que vuelve activo el temor pasivo de ser reen-
Anthony cita los siguientes pasajes para ilustrar el hecho de que " la
golfado por la madre. Esta conducta reasegura tambi én al niño de
que la madre desea atraparlo y alzarlo en brazos. No es necesario su- Influencia de una madre perturbada y perturbadora sobre la indivi-
poner que tal conducta está destinada a serv ir a tales funciones duación de su hijo está en agudo contraste con la de la madre común
'bastante buena'" (pág. 262):
cuando comienza a su rgir, sino sólo que produce estos efectos y luego
.puede ser intenciona lmente repetida. La madre amante enseña a su hijo a caminar solo. Está bastante
1~os de él, de modo que en realidad no puede servirle de sostén,
La importancia de la locomoción vertical libre: la marcha pero le tiende los brazos. Ella imita los movimientos del niño, y si
La importan cia de la marcha para el desarrollo emocional del •ste tambalea, se inclina rápidamente como para agarrarlo, de modo
niño es tan grande que no se la puede sobreestimar. La marcha pro- qu e el niño puede creer que no está caminando solo ... Y sin embar-
porciona al deambu lador un enorme aumento de descubrimi entos o, la madre hace más aun. Su rostro anuncia una especie de re-
y pruebas de rea lidad del mundo mediantoe su propio control y 1 ompensa, de aliento. Así, el niño camina solo con sus ojos fijos en
dom inio mágico. Como dice Greenacre, está "tamb ién asociada 1·l rostro de su madre, no en las dificultades de su camino. Lo apo-
con una o leada de regocijo corporal general y de responsividad yo~ n brazos que no lo agarran, y se esfuerza constantemente
sensori al, que acompañan al logro de la posición vertical y de la mar- po r alcanzar el refugio del brazo de su madre, casi sin sospechar
cha" (1968, pág. 51).
1/lf l' en el momento mismo en que insiste en que la necesita, está demos-
Debemos menc ionar brevemente aquí el hecho de que el niño l11111do que puede valerse sin ella, porque está caminando solo
descubre su pene, aunque lo exam inaremos con mayor detalle en el (l{ ierkegaard, 1846, pág. 85).
contexto de la identidad sexual (véase pág. 121 ). El pene es genera l-
mente descubierto unas pocas semanas antes, como un órgano de
Pero en el caso de la otra madre, la situación es muy diferente:
exq uisita sensibilidada y productor de placer, cuyo movimiento, No hay ninguna señal de aliento, ninguna bendición al final
sin emba rgo, no está sujeto al dominio yo. Luego de sum ir la posi- d1•l recorrido. Hay el mismo deseo de enseñar al niño a caminar
ción vertica l, el niño puede ver su pene "desde más ángu los y lll , pero no como lo hace la madre amante. En efecto, hay ahora
pos iciones que antes, y el acrecentado interés en la micción le lt• tn or, que envuelve al niño. Ese temor lo abruma y no lo deja
agrega un mayor estímulo e importan cia como parte del cuerpo" tv.mzar. Hay el mismo deseo de guiarlo a la meta, pero la meta se
(Greenacre, 1968, pág. 51). 111/t'ille de repente aterradora (Kierkegaard, 1846, pág. 85).

84 85
Anthony continúa con sus propias pa lab ras: .¡ 1ravés de observaciones inesperadas y de ocurrencia regular de
El temor, la ambivalencia, la hostilidad inconsciente, la necesi- ''t 'uencias conductales, y comparándol as con la obra de Phyllis
i 1¡¡•cnacre (1957) sobre la niñez del artista. ¡Nos pareció que lama-
dad de encapsular, impiden que el niño se lance a caminar por su
cuenta. Con su delicada penetración, Kierkegaard cristaliza los \llrf de los deambuladores en período de ejercitación también tenían
momentos del desarrollo en que el deambulador siente el tiroteo 1111 idi lio con el mundo!
al separarse de su madre y afirma al mismo tiempo su indivi- En los casos en que se demoraba el infl ujo de la capacidad
duación. Es una experiencia mixta de enorme satisfacción evolu- dt• libre locomoc ión del ni ño, el regocijo obligatorio ocurría más
tiva, pues el nii'í.o demuestra que puede y no puede hacerlo sin su J,II'( Jc que lo usual. Así, este fenómeno parecía estar definidamente
madre, y su madre demuestra que ella puede y no p uede dejarlo vl 11 ·ulado con, y depender de, la función de activ idad locomotriz
caulinar solo (Anthony, 1971, pág. 263). llilr •, en relación con el estadio de desarrollo de otras fun ciones par-
Al hablar de situaciones de folie a deux, Anthony sigue dicien- ' l.iles autónomas del yo.
do: "la madre psicótica ll ena estos momentos con aprensión, de modo En síntesis, la marcha parece tener un gran significado simbó-
que el niño no só lo tiene a donde ir , sino que teme llegar a cua lquier llt o tanto para la madre corno para el deambul ador: es como si
parte". , 1deambulador que camina solo hubi era demostrado, al lograr la lo-
Ya muy avanzado nuestro estudio ll egamos a comprender que es ' nmoción vertical independiente, que ya puede incorporarse con
más bien la regla que la excepción que los primeros pasos sin ayuda d11r cho al mundo de seres humanos independientes. La expecta-
que da el niño siguen una dirección que lo aleja de su madre u oc u- t l6n y confianza que la madretrasunta cuando siente que su hijo es
rren durante la ausencia de ésta; esto contradice la creencia popu lar ,,¡paz de "lograrlo" ahí afuera, parece ser un importante desenca-
(reflejada por Kierkegaard, entre otros poetas), de que los primeros dt~n a nte del sentimiento de seguridad en sí mismo que experimenta el
pasos se dan en dirección a la madre. La significación de este fenó- 1111 , y quizás también el aliento inicial que lo impulsa a intercambiar
meno merece un mayor estud io. ¡wt de su om nipotenc ia mágica por el placer de la propia autono-
lll fa y de su crec iente autoestirna.
Muchas de las madres parecían reacc ionar ante el hecho de que
sus hijos se alejaran, ayudándolos a hacerlo, esto es, dándoles un sua-
1.11 bajada de tono
ve, o qu izás menos suave, empujoncito, como la madre ave alen-
taría al pichón. Las madres se interesaban en general mucho por el La mayoría de los niños que estaban en la subfase de ejercitación
funcionamiento de sus hijos en este aspecto, pero a veces lo hacían ¡uopiamente dicha parecían tener períodos importantes de regocijo,
también con críticas. Comenzaban a com,pa rar notas, y mostra- 11 por lo menos de relativa exaltación. Eran impermeab les a los golpes
ban preocupación si sus hijos parecían quedar rezagados. En el caso y t'a ídas, y sólo les bajaba el tono cuando se daban cuenta de que su
de mu chas madres, la preocupación ll egaba a concentrarse espec ial- 111 11dre no estaba en la habitación. En esas oportunidades, disminuía
mente en el afán de que sus hijos cam inaran. Una vez que consegu ían 11 movilidad gestual y de actuac ión, se reducía su interés en el am-
hacerl o alejándose a cierta distancia, era como si repentinamente la lll'nte, y parecían estar preocupados con una atención concentrada
mad re comenza ra a preocuparse por si el niño sería capaz de "lograr- lw;ia adentro, con lo que Rubifine (1961) llamó "evocación de imá-
lo" ahí afuera, en el mundo, en que tendría que va lerse por sí mismo. HPI1es".
La locomoción vertica l libre parece transformarse para muchas Nuestras inferencias acerca del estado que hemos denominado
madres en la prueba suprema del hecho de que el infante "lo logró". dt• "bajada de tono" derivan de dos fenómenos recu rrentes: 1) si una
En el curso del período de ejercitación propiamente dicho, nos pl'rsona que no era la madre trataba activamente de consolar al niño,
impresionó el efecto de tremendo regoc ijo, en verdad espectacu lar, ' '~ 1 , perdía su equ ilibrio emocional y rctinpía a llorar; y 2) el estado de
que la locomoción vertical producía sobre el humor general del "ilnjada de tono" del niño terminaba visiblemente en el momento
infante cuadrúpedo, que hasta entonces tambi én había estado muy 1l1' su reencuentro con la mad re que había estado ausente por un
oc upado. Nos dimos cuenta de su importancia para el logro de llrt•ve lapso, aunque a veces no antes de que un corto ll anto liberara
la "experiencia de nacimiento psicológico", la "ruptu ra del cascarón", !11 t nsión acum ul ada. Estos dosfenómenos corroboraron nuestra idea

86 87
de que hasta ese punto el nmo había estado en un especial "es-
tado del yo": esta bajada de tono y la "evocación de la imagen" de
la madre que de ella se infiere, recuerda una depresión anaclítica
en miniatura.2 Tendemos a ver en este hecho el esfuerzo del niño por
asirse a un estado de la mente que Joffe y Sandler (1965) denomina-
ron "el estado ideal del yo", muy afín a lo que Kaufman y Rosenblum
(1968) llamaron "retracción de conservación" en monos.
Algunos niños parecían transitoriamente muy abrumados por
Capítulo 6
el temor de la pérdida de objeto, de modo que el ''estado afectivo
LA TERCERA SUBFASE :
de añoranza filtrado por el yo" corría peligro de transformarse
muy abruptamente en llanto desesperado. Esto es lo que ocurría ACERCAMIENTO
con Barney durante el breve período en que su "individuación"
aún no acompañaba a su estímulo maduracional de locomoción,
que sirve para la separación. Por un tiempo este niño fue incapaz de f ,'11nsideraciones generales
enfrentarse emocionalmente con la experiencia de las separacio- on la adquisición de la locomoción vertical libre y con el logro,
nes autoinducidas de la madre en el espacio. Se quedaba visiblemen- que le sigue de cerca, de ese estadio del desarrollo cognitivo
te aturdido cuando se golpeaba y notaba que su madre no se hallaba t¡ll ' Piaget (1936) considera como el comienzo de la inteligencia
automáticamente junto a él. 111presentacional (que culminará en el juego simbiótico y en el len-
Nuestros datos, con sus abundantes detalles, han demostrado f llnje), el ser humano ha emergido como una persona separada y
inequívocamente que ocurría regularmente una combinación de fac- 11lilÓnoma. Estos dos poderosos "organizadores" (Spitz, 1965) consti-
tores, a partir de los cuales deducimos que había una conciencia llly n los parteros del nacimiento psicológico. En este estadio final del
naciente de pérdida de la mitad simbiótica maternante del yo. La con- pm eso de "ruptura del cascarón", el deambulador alcanza el primer
ducta siguiente, de bajada de tono, tenía diferentes matices en cada 11lv 1 de identidad, es decir, llega a constituir una entidad individual
niño cuando se los comparaba entre sí y a cada uno consigo mismo np rada (Mahler, 1958b).
a lo largo del tiempo . En la mitad del segundo año de vida, el infante se ha transfor-
Hemos establecido que esta añoranza del estado de bienestar y 111,\do en un deambulador. En ese período se vuelve cada vez mas
de unidad o cercanía con la madre faltaba de un modo característico 11 msc iente y hace un uso cada vez mayor de su separación física. Sin
en niños cuya relación simbiótica se había prolongado indebidamente 111nba rgo junto con el desarrollo de sus facultades cognitivas y la ere-
o había sufrido perturbaciones: por ejemplo, en el niño que tenía una t i 'nte diferenciación de su vida emocional hay también una notable
simbiosis exageradamente estrecha y parasitaria con su madre, y en la disminución de su impermeabilidad previa a la frustración, así como
niñita cuya relación madre-hija era lo que Robert Fliess (1961) llamó 1111, disminución de lo que ha sido un relativo olvido de la presencia
asimbiótica. Parecía disminuida e irregular en niños en los que la d ' la madre. Puede observarse un aumento de la ansiedad de sepa-
relación simbiótica con la madre se frustraba porque ésta en parte ltlción; al comienzo, ésta consiste sobre todo en temor a la pérdida
engolfaba y en parte rechazaba al niño, con su conducta impredeci- dt 'l objeto, que puede inferirse de muchas de las conductas del niño.
bl e e impulsiva. l tl falta relativa de interés por la presencia de la madre, que era carac-
lllrfstica de la subfase de ejercitación, es reemplazada ahora por un
11 \1 rés aparentemente constante en determinar dónde está la madre,
2 Aungu e en forma distinta, esta recuperación de la madre ausente en un y por una conducta activa de.,acercamiento. A medida que se desa-
estado de vigilia y bajo tono, en que se evocan imágenes, tiene su paralelo en IIOII a la conciencia de separación del dearnbulador -estimulada por
las exposiciones de Lewin (1946) y de Isakower (1938) acerca de la evocación 1111 apacidad, maduracionalmente adquirida, de alejarse físicamente
de los antiguos " mundos perdidos" en los sueños y del estado de quedarse di ' su madre, y por su desarrollo cognitivo- , éste parece tener una
dormido. 1111 sidad mayor, un deseo de que la madre comparta con él todas sus

88 89
nuevas habilidades y experiencias, así como una gran necesidad de lllt'l nte adquis ición. En cambio, su incipiente temor de pérdida del
amor objetal. 11h) to amado representa un elemento de l confli cto en vías de inter-
Como exp li camos en el capítulo anteri or, la necesidad de cer- IIIICionalización. Algunos deambuladores en edad de acercam iento
canía había quedado en suspenso, por así decirlo, durante el período ¡w 'Cen bastante sensibles a la desaprobación; con todo, defienden
de ejerc itación locomotriz. Por esta razón hemos llamado período de 111 su autonomía con el "No", y co n el aumento de la agres ión y el
acercamiento a esta subfase. III'H tivismo de la fase anal. (Recordamos aquí el clás ico artícu lo
,¡,. Anna Freud sobre el negativismo y la rendición emoc ional, 195 1a.)
Nunca se insistirá demasiado en la importancia que tiene la dis-
ponibilidad emoc ional óptima de la madre durante esta subfase. En otras palabras, en la época en que el deambul ador pequeño
"Es el amor de la madre por el deambulador y su aceptación de la di' 12 a 15 meses se tra nsforma en deambu lador grande, de hasta 24
ambivalencia de éste, lo que permite al niño catexiar su autorrepre- 1111' es, se ha llegado a un punto en que se produce un giro emocional
sentación con energía neutral izada" (Mahler, 1968b). También se ha tln suma importancia. En ese momento el deambulador comi enza
insistido sobre la importancia adicional del padre durante este perío- ,¡ I'Xperimenta r, más o menos grad ualmente y más o menos agu-
do (Loewa ld, 195 1; Greenacre, 1966; Abelin, 197 1). tl.unente, los obstáculos que entorpecen el ca mino de lo que, según
11 'Videntemente anti cipaba en el apogeo de su regocijo de "ejer-
El tipo de acercamiento corporal para " reabastecerse de com-
1llt1ción", sería su "co nquista de l mundo".· junto con la adquisición
bustible", que había caracterizado al infante en período de ejerci -
,¡,, habilidades y de fac ultades cogn itivas preceptúa les primitivas, ha
tación, es reempl azado en el lapso de los 15 a los 24 meses y
li11l> ido una diferenciación cada vez más cl ara, una separación, entre
posteriormente, por una búsqueda deliberada de contacto corporal l11 r presentac ión intrapsíqui ca del obj eto y la autorrepresentación.
íntimo, o su evitami ento. Esto se combina ahora con la interacción l 11 el apogeo mismo de su domin io, hac ia el fin al del período de
entre el deambulador y la madre a un nivel muy superi or: se vuelven 1Ji'r itación, ya ha comenzado a despuntar en el deambu lador
cada vez más importantes el lenguaje simbólico, la intercomu-
i'"Ciueño la idea de que el mundo no es su ostra, que él debe
ni cación vocal y de otros tipos, y el juego (Ga lenson, 197 1). 1111 fr ntarlo más o menos "por sus propios medios", muy a menudo
Durante la subfase de acercam iento, . hem os obse rvado tllmo un individuo relativam ente ca rente de ayuda, pequeño y aisla-
reacciones a la separación en todos nuestros niños. Aventurarnos la do, in capaz de obtener alivio o ayuda meram ente porque sienta
hi pótesis de que la mayor probabi li dad de un desarrol lo posterior ljll' los necesita, ni incluso expresa ndo verbalmente esa neces idad
favorab le se daba entre los niños cuyas reacciones a la separación se (Mn hler, 1966b).
habían caracteri za do por estados afectivos moderados y filtrados por La cua lidad y medida de la conducta de cortejo del deambu-
el yo, en los cua les predominaba la va lenc ia ]Lbidinal (amor en lugar l11dor respecto de su madre durante esta subfase proporciona impor-
de agresión). l.i lll s indi cios de la normalidad del proceso de ind ividu ación. Se
l111r cada vez más ev idente el temor de perder el amor del objeto
Las pautas de seguimiento y de huida (1•11 lugar de temor de la pérdida del objeto) .
Dos pautas características de la conducta del deambulador Pueden observarse incompatibilidades e in comprensión entre
-e l seguimientol de la madre y la huida de ell a, con la expectativa 11 111dre e hijo, aun en el caso de la madre normal y su deambul ador
de ser persegui do y arrebatado por los brazos de la madre-, indi can 1111rmal; éstas arraigan, en gran medida, en ciertas contradi cciones
tanto el deseo de reencuentro con el objeto de amor como el te- di' 'Sta subfase. La ex igencia por parte del deambu lador, de constante
mor del niño de que ese objeto lo reengolfe o reabsorba. Se puede jiiiFiicipación de la mad re, le parece contradictoria a esta: si bien el
observar continu amente en el deambulador una pauta de "evitami en- 111 o no es en ese momento tan depend iente e inerme como lo era
to", diri gida contra pos ibles intromision es en su autonomía, de 11lo med io año antes, y parece ansioso de serlo cada vez menos, sin
t•llibargo da indicios aun más insistentes de que espera que la madre
11 1111parta todos los aspectos de su vid!f Durante esta subfase algu nas
1 El seguimiento (como una sombra: shadowing) significa la incesante vi- 111t1dres no pueden aceptar la actitud exigente de sus hijos; otras, por
gilancia y seguimiento de todos los movimientos de la madre. 11111lraste, son incapaces de enfrentar la gradual separación del niño,

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el hecho de que éste se vuelva cada vez más independiente de ellas 11111ducta gestual, es decir, la afectomovilidad (Homburger, 192 3;
y se vaya separando, y ya no se lo pueda considerar como parte de• ~ l11h ler, 1944, 1949a). El previsible compromiso emocional por parte
la madre (cf. Masterson, 1973; Stoller, 1973). d1 1lt mad re parece facilitar el rico despliegue de los procesos de pen-
En esta tercera subfase, la del acercami ento, si bien la indivi· ll lll iento del deambulador, la prueba de realidad, y la conducta imi-
duación procede muy rápidamente y el niño la ejercita hasta el límite, ltlilva, al final del segundo o comienzo del tercer año de vida. En
también se da cada vez más cuenta de su separación y emplea toda 1111nbio, nos dimos cuenta bastante tarde en nuestro estudio de que el
clase de mecanismos para resistir y contrarrestar su separación dPsDrrollo emocional de la madre en su maternidad, su disposición
rea l de la mad re. Sin embargo, el hecho es que por más insistente· 11110 ional a dejar que el deambulador se separe, a darle, como hace
mente que el deambulador trate de coacc ion ar a su madre, ella y l.t madre ave, un suave empujoncito, a alentarlo hacia la indepen-
él ya no pueden seguir funcionando eficazmente como una uriidad dt•n ia, es de enorme utilidad. Puede ser incluso un elemento sine
dual, es decir, el niño ya no puede mantener su delusión de omnipo· t/lltl non de la individuación normal (sana).
tenci a parental, que él aún espera a veces que restablezca el status
qua simbiótico. '¡•¡iales de peligro en la su/fase de acercamiento:
La comunicación verbal se hace cada vez más necesa ria; la
lurnento de la ansiedad de separación
coerción gestual por parte del deambulador o la empatía preverbal El así ll amado seguimiento del deambulador detrás de su madre
mutua entre madre e hijo ya no bastan para alcanzar el fin de la satis- (lt 1 fenómeno opuesto, de " huida", que tan a menudo encontra-
facción , el del bienestar en el sentido de Joffe y Sandler (1965). IIIOS al comienzo de esta subfase) parece en cierta medida algo
El deambulador pequeño se da cuenta gradualmente de que sus obje- lllt'Vitable. (Algunas madres, con su prolongada sobreprotección
tos de amor (sus padres) son individuos separados con sus propios 11 lntrusividad, enrai zadas en sus propias ansiedades y a menudo en
intereses personales. El niño debe abandonar en forma gradua l y liS propias necesidades simbiótico-parasitarias, se transforman ellas
penosa la delusión de su propia grandeza, a menudo a través de lu- 1111 ·mas en " la sombra" de su hijo.) En casos normales, el seguimien-
chas dramáticas con su mad re, y menos, en nuestra opinión, con ln por el deambulador cede el paso a un cierto grado de constancia
su padre. Esta es la encru cij ada que denominamos "crisis de acer- 11hjetal hacia la segunda mitad de tercer año. No obstante, cuanto
camiento". 111 •nos emoc ionalmente disponible esté la madre en la época del
111 rca miento, con tanta mayor insistencia e incluso desesperación
La actitud de la madre t i dea mbulador intentará cortejarl a. En algunos casos, este proce-
en periodo de acercamiento del deamf?¡,tlador o drena un a ca ntidad tan grande de la energía evolutiva de que
dispone el niño, que como resultado no queda energía ni libido ni
Segú n su propia adaptac ión, la madre puede reaccionar a las
llf\1' sión constructiva (neutralizada) suficientes para la evolución de
exigencias del niño durante este período con una disponibilidad emo-
ltlu has emergentes del yo.
cion al continuada y una participa ción juguetona, o con toda una
gama de actitudes menos deseables. Sin. embargo, hemos podido Los casos que exponemos brevemente a continuación servirán
estab lecer que es la continuada disponibilidad emocional de la madre pMa ilustrar no sólo las pautas conducta les peculiares de esta subfase,
lo que res ulta esencial para que el yo autónomo del niño alcance su lno también conductas que hemos llegado a reconocer como signos
capacidad fun cional ópti ma, mientras va cediendo su confian za en la ¡H•Iigrosos en el período de acercami ento.
omnipotencia mágica. Si la madre está "serenamente disponible" con Las necesidades de acercamiento de Barney comenzaron mucho
un pronto abastec imi ento de libido objetal, si comparte las hazañas 1111H de lo hab itual y se manifestaron con particular agudeza. Esto
del deambulador aventurero, si responde al juego con el juego y podría rastrearse remontándose a su desarrollo locomotor precoz
facilita así los saludables intentos de imitación e identificación del durante la subfase precedente. Es el mismo niñito que tenía un típi co,
niño, la intern ali zación de la relación entre la madre y el deambu- 11Unque muy precoz, "idilio con el mundo". Q.urante el curso de su
lador puede progresar hasta el punto en que, con el tiempo, se ini - "t•j rc itación", entre 9 y 11 meses, se caía y se lastimaba a menudo,
cia la comunicación verbal, aunque aún predomine una vivaz poro siempre reacc ionaba con gran impermeabilidad. Gradualmente,

92 93
al fin del undécimo y durante el duodécimo mes, llegó a mostrarse I'Hia tendencia al acc idente, convirtiéndola en un rasgo permanente
muy visiblemente perplejo al descubrir que su madre no estaba a ma- de persona lidad. El origen de este rasgo reside incuestionab le-
no para rescatarlo de situaciones de peligro. Desde los 11 meses 111 •nte en un desequilibrio evolutivo producido durante la segunda y
en adelante, comenzó a llorar cuando se caía. En la medida en que l,¡ tercera subfases. (Las subfases de ejercitación y de acercamiento
llegó a cobrar conciencia cognitiva de su separación de la madre, co- I'S l ban bastante entremezcladas en el caso de Barney.) Un impor-
menzó a desaparecer su calma aceptación de golpes y caídas. l.lnte factor ad icional que contri buyó a la conducta de "huida" de
Durante la edad cronológica del acercamiento, manifestó en I!Mney fue su identificac ión muy precoz con su padre, al que adora-
grado exagerado la actitud opuesta al seguim iento. Desafiaba a su
¡,,¡ realmente como a un héroe, y su imitación especu lar de éste.
'1' permitía que los niños miraran, adm iraran y, a veces, participaran
madre huyendo de ella, en la confianza y esperanza (correcta) de que
l'll las hazañas atléticas de su padre, que eran muy riesgosas.
ella lo correría y alzaría en brazos, anulando con ello momentánea-
mente la separación física. La madre hizo una respuesta cada vez más Una manifestación diferente de la subfase de acercamiento de
frenética a esta peligrosa conducta de huida, de modo que por un nhservó en niños cuyas madres eran incapaces de adaptarse a la
tiempo desesperó de poder enfrentar la "inquietud" de Barney. Luego dl'svinculación progresiva y/o a las exigenc ias cada vez mayores del
alternó entre restringir a Barney y, por puro agotam iento, abandonar niño en crec imiento. La no disponibilidad maternal hizo que el pe-
su habitual vigilancia de las necesidades del niño y su sintonización l'rodo de ejercitación y exploración de tales niños fuera bastante breve
de las seña les de éste. Una de dos: o se precipitaba hacia el niño en y poco autónomo. Como nunca podían tener certeza de la disponi-
cualquier situación, fuera o no real la necesidad que éste expresaba, bili dad de sus madres y siempre estaban entonces preocupados
o se mantenía alejada de él cuando era realmente necesaria. En otras por ello, les resultaba difícil investir libido en su ambiente y en
palabras, su disponibi lidad inmediata se volvió temporariamente •u propio funcionamiento. Después de un breve rato de ejercitación,
impredecible. Sin embargo, la perturbación de la relación entre el los volvían a sus madres con una intensidad cada vez mayor e intentaban
durante este período no fue total; no llevó a Barney a la hostilidad o por todos los medios posibles hacerlas participar. Luego de expre-
a esc indirse del mundo de los objetos, ni siqu iera a un aumento de la •1lones relativamente directas de la necesidad que tenían de sus ma-
ambivalencia. Había muchos aspectos positivos en la subfase de acer- dr•s, tales como traerles un libro para que les leyeran o golpear los
camiento de Barney. Con frecu encia traía todo lo que encontraba en libros o la costura en que las madres se ocupaban habitualmente,
l.lsaban a med idas más desesperadas, como caerse o esparcir ga-
las cercanías de su madre y le llenaba el regazo; se quedaba quieto
cerca de ella y armaba rompecabezas en su regazo con su ayuda, l loli ta s por el piso y pisoteadas en una rab ieta, siempre con un ojo
o miraba un libro de lám in as con ella. La relación entre Barney y su diri gido a conquistar la atención de sus madres, si no su participación.
madre se volvió más coherentemente satisfactoria con el advenim ien- La dotación innata muy buena de una de las niñas que inte-
to de la cuarta subfase (consolidación de la individuación y de la l 1',1ban este gru po, la ayudó en lo referente a la rapidez con que se
constancia objetal), cuando aquél se transformó en un niño pac iente, di!Sa rrolló su lenguaje; om itió casi por completo el período habi-
de buen funcionamiento, y, dentro de límites normales, más seden- l th 1 de media lengua. Esta adquisición precoz de la comunicac ión
tario. Vl'rba l puede haber ocurrido precisamente porque su madre podía
Cons ideramos que la exagerada conducta de "huída" de Barney 1omunicarse mejor con ell a por medios verbal es que por cua lquier
durante la subfase de acercamiento fue resultado de la maduración 1111" ; esta madre se dirigía verbalmente a su hija y a veces incluso
11
precoz de su función locomotriz durante la subfase de ejercitación. En 1.1 consultaba", como si la niña fuera de su misma edad.
ese lapso, se había enfrentado con el hecho de la separación física de Esta niña mostró luego lo que nosotros ll egamos a considerar
la madre, antes de que sus funciones emoc ionales e intelectuales lo 1omo una señal de peligro en la tercera subfase. Se mostraba muy
hubieran preparado para el la. El carri l evo lutivo de la individuación li'llsible en su preocupación por saber dónde estaba su madre en todo
estaba retrasado respecto del de la separación . Como resultado, el lllomento, y tendía a seguirla en todos sus movimientos o cuando ésta
niño no podía evaluar adecuadamente los peligros potenciales de sus •lht ndonaba la habitación . La niña mostraba una acentuada ansiedad
proezas locomotrices (véase Frankl, 1963). Un conjunto de facto- dt• separación y no era fácil consolarla en ausenc ia de su madre.
res sobredeterminantes llevaron más tarde a una consolidación de l .1 relación estaba en ese estadio temprano jaq~eada por muchos

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indicios precursores de serios conflictos evolutivos, que daban origen 111 lad de exhibir su orgullo masculino, su pene, a su hermanita.
a acentuada ambivalencia y a la escisión de objetos "buenos" y "ma- lli t'rem entó así la envidia del pene por parte de ésta, y otro tanto
los" y probablemente también de las autorrepresentaciones. En una III 'Urrió con su desconfianza de la madre.
palabra, esta niñita mostraba de una manera exagerada las perturba- Luego se produjo una lucha alrededor del control de esfin-
ciones o crisis características del acercamiento. 111 •s, entre madre e hija. A los 2 años de edad, la niña comenzó a
Puede ser de interés referir algunos detalles de la historia evolu- 111i li zar el control de esfínteres para desafiar a su madre; se le pro-
tiva de esta niña en el curso del ominoso período de los "segundos 18 dlljo una seria constipación como resultado de la retención deli-
meses de vida". h t• ¡·~da de las heces.

Ya habíamos observado que el juego de esta niñita tenía una No vimos a esta niñita por unos 3 meses (desde los 25 a los
1H meses), y en este lapso nació una hermanita.
cualidad de formación reactiva precoz. La madre informó que su
hija había manifestado disgusto cuando le dio una parte de la arci- La niña volvió a los 29 meses de edad, muy pegada a su madre,
lla de su hermanito mayor para que jugara con ella, y esto ya había '111' llevaba en brazos a su nueva hija. La madre perecía atormenta-
ocurrido a los 18 ó 19 meses. El entrenamiento de control de esfín- di! y cansada cuando entró en la habitación. Se quejaba de que su
teres de la niña comenzó alrededor de los 20 meses, aparentemente lii¡n la estaba volviendo loca. En verdad la niña se había mostrado
sin presión.Ya decía la palabra "do-do" asociada con la micción o lilli y dificil, con sus lloriqueos y exigencias, pero además en los úl-
defecación , y al comienzo la madre sintonizaba muy bien las il lllOS 2 ó 3 días había estado reteniendo las heces y no había tenido
señales de su hija respecto de sus necesidades excretorias. Desde los 11111 guna deposición. Según su madre, la niña sufría casi todo el
20 meses en adelante se la oyó decir repetidamente "Bye-bye, wee ili'111 po y se sentía en realidad muy incómoda. El pediatra, decía
wee" cuando tiraba la cadena del inodoro. Sin embargo, muchos ' ll n, le había asegurado que éste era un hecho normal después del
observadores notaron pronto que estaba empezando a pedir viajes lhiCim.iento de otro niño, y que ella debía tomarlo con calma y no
al baño cuando quería atraer la atención de su madre o cuando de- 111t'star ningu~a atención a las prácticas eliminatorias de su hija en
seaba impedir que ésta abandonara la habitación para acudir a una ' Mt' período. Decía con un gesto de impotencia: "Pero simplemente

entrevista -en todo caso, más frecuentemente que la posibilidad 1111 puedo hacerlo".
de que tuviera realmente un necesidad intestinal o urinaria-. O bservamos a esta niñita en el cuarto de deambuladores
11 11·ntras jugaba con agua. Sin embargo, éste no era el tipo de juego
Esta niñita ya controlaba el intestino a los 22 meses y a esa
ljl l ' les gusta habitualmente a los niños de su edad, y nos pare-
edad lograba pasar días sin mojarse. Al comienzo del control
' l1'1 q ue lo hacía en forma bastante "compulsiva". La niñita empezó
de esfínteres (particularmente el anal) vimos que estaba dispuesta y
1 1 •stregar un tazón al cual se había pegado harina, y estaba muy
era capaz de complacer a su madre, de modo que tanto la madre
d1•c idida a limpiarlo fregándolo, pero no pudo lograrlo y se fastidió.
como la hija hallaban en la operación excretoria una zona de
i1·6 a la observadora y dijo: "Tazón sucio". Durante todo ese rato
encuentro cargada positivamente desde el punto de vista emocio-
¡t1t1' · ía muy incómoda. Necesitaba obviamente defecar y estaba
nal. Pero en dos meses las prácticas eliminatorias habían entrado en
IHjt> continua presión intestinal. Le brotaron gotitas de transpi-
la esfera conflictual de esta interacción madre- hija. A los 23 me-
,,¡¡·ió n de la frente y el color del rostro le iba y le venía. Dos veces
ses la deambuladora acostumbraba mojar con orina toda la habita- 1!ll'rió al baño. Se sentó en el inodoro y orinó; luego se levantó y
ción, y se valía de ello como un arma. La madre estaba entonces 1 preocupó de tirar la cadena. Volvió al cuarto de deambulado res
embarazada y a medida que pasó el tiempo su preñez hizo que \' jugaba distraída con plastilina, pero de nuevo, y durante todo el
adoptara naturahnente una actitud de ensünismam.iento narcisista. llll'¡i;O, estaba incómoda y lo pasaba sacudiéndose y saltando, a la vez
Tenía cada vez menos reacciones positivas ante las exigencias de su lj ll ' empalidecía repetidamente. Por último, se precipitó y corrió al
hija de que la acompañara al baño de su casa, ubicado en el primer llill'l , se sentó en el inodoro y dijo a la observadora: "Dame un
piso. En verdad, la madre nos dijo que pedía a su hijo, que entonces lih l'()" . M ientras estaba sentada haciendo fuerza, miraba a la obser-
tenía 4 años, que la sustituyera llevando a su hermanita al baño. El •,ld ra con expresión bastante apenada en el rostro y le dijo:
niño, según nos enteramos después, no desaprovechó la oportu- ' No dej es entrar a mamá". La observadora la animó a hablar un
••
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poco más de esto, y la rumta dijo: "Mamá me lastima" .2 Lue- 11 co nfortante. Pese a su excelente dotación, la niña era incapaz de
go miró el libro, las láminas de gatitos y potrillitos. Cuando la 1vl t~r la embestida de la ansiedad de separación y el colapso de la
observadora le estaba mostrando las láminas de los animalitos de 11 11 0estima. Su cólera contra la madre por no haberle dado un pene
granja, la niña se mostró cada vez más incómoda. Se miraba q1,1rece inconfundiblemente en su material verbal. Ambicionaba
la bombacha, que se había manchado, y pidió una limpia. Por últi- 1! 1 regalos que la madre recibía del padre. La niña, en su desalien-
mo, con extrema incomodidad, parecía incapaz de retener por má. 111, se volvió hacia su padre, y cuando la madre quedó embarazada,
tiempo las heces y pidió: "Que venga mi mamá; que venga mi t 11 medio de su perplejidad igualó obviamente los regalos con el

mamá". La madre llegó en seguida, se sentó junto a ella, y la niña l1•16, con las heces y con un pene. Mostraba gran confusión acer-
le pidió que le leyera. 3 1,¡ de los contenidos del cuerpo; sus propias fantasías de preñez eran
La observadora participante miró desde la cabina y notó que 1111 1y evidentes, pero no le resultaba claro qué tenía cada cual (hom-
la madre le estaba leyendo el mismo libro acerca de los animales hl t' o mujer) en su vientre. Parecía esperar un bebé del vientre de
de granja que le había leído la primera observadora. Señalando a 11 padre, así como del vientre de su madre.
los animales, la niñita dijo: "Mi papá tiene un chanchito en su La relación madre-deambuladora era tal que la niña tenía que
barriga". Su madre la miró perpleja y preguntó: "¿Qué?" La niña ,lt• •nder a la madre buena contra su propia rabia destructiva. Lo
repitió la frase. La madre parecía perturbada, pues su hija estaba 1111. escindiendo el mundo objetivo en " bueno" y "malo", para
hablando cosas sin sentido. Le tocó la frente para ver si tenía fiebre, 111 ,1ntener apartados lo bueno y lo malo. Lo bueno era siempre el
pero la deambuladora sonri6, señaló de nuevo el libro, y dijo: "No, 11hjcto parcial ausente, nunca el objeto presente. Para aclarar esto,
es un caballito". En este momento, con una expresión de dicha en 1lt•s ribiremos otra secuencia de eventos y verbalizaciones de esta
su rostro, defecó. Luego de mover el intestino se levantó del ino- 11 11 ita a los tres años . Cuando su madre se iba, la niñita tenía rabie-
doro; parecía relajada y comenzó a jugar a las escondidas con ! 1 ~ y se pegaba a su querida y familiar maestra jardinera, pero no
una puerta de vaivén, pidiendo a la observadora que se pusiera ~ lll maltratarla verbalmente, aunque manteniendo siempre los
detrás. h1 ,1ZOS alrededor de su cuello. Cuando leían juntas un libro, encon-
En este episodio, la secuencia de conductas y verbalizaciones l1 .1ba errores en cada lámina y cada frase que la maestra leía; retaba
nos permitió extraer conclusiones, reconstruir los elementos pre- 1 l:1 maestra; todo era al revés de lo que la maestra decía, y ésta
cursores, por así decirlo, del desarrollo de la neurosis infantil in statr.1 11;1" mala, mala, mala" .
nascendi de esta niñita. Deficientemente abastecida por la madre Mahler observó esta conducta desde la cabina de observación
desde el punto de vista emocional, ni el investimiento libidinal en y se aventuró a entrar muy despacito en el cuarto de juegos, donde
su auto-representación ni su excelente deS9.rrollo de autonomía • sentó en el ángulo más alej ado de la niñita y su amada y odia-
habían sido suficientes para reemplazar en forma gradual la omni- 11!1 m.aestra. La deambuladora inmediatamente captó la presencia de
potencia simbiótica temprana, que es una actitud forzosa en el l11" intrusa" y le ordenó encolerizada que saliera. Mahler interpretó
niño. La niña no podía identificarse de un modo progresivo y gra- , 0 11 suavidad a la niña diciéndole que comprendía: la niña deseaba
dual con la imagen materna "buena"; no podía hacer suya por 11 '~1lmente que no volviera nadie sino su madre por esa puerta y por
asimilación (internalización) una función maternante suave y • o estaba tan enojada. También estaba muy enojada porque no era
11 mamá, sino la observadora, la que le estaba leyendo. Mahler
111 siguió diciendo que ella sabía que mamá volvería pronto. Con
2 Vemos aguí la profunda confusión del niño entre dolor infligido desde 1' t~ casi-interpretación, parecían haberse abierto algunos canales
fu era y dolor derivado de fuentes somáticas (de dentro del cuerpo). En la l1hidinales; la niñita puso su cabeza en el hombro de la observado-
mente de 29 meses de esta niñita, el dolor parece provenir del introyecto 111 y comenzó a llorar suavemente. En seguida, volvió la madre. Fue
"malo"; las sensaciones dolorosas internas se externalizan luego y se atribuyen lllliy instructivo observar, sin embargo, que en ese reencuentro no
a la madre "mala". t notó ni un atisbo de exultación o felicidad en la niña. Sus
3 Tan pronto como el dolor se torna insoportable, la madre simbiótica es p1·imeras palabras fueron: "¿Qué me trajiste?", y volvió a manifes-
la única invocada para ayudar en la dolorosa eliminación de las heces. IM su disconformidad con lloriqueos.

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Por un buen tiempo esta niñita no logró alcanzar una repre pm el mundo, aun al llegar a la subfase de acercamiento, mientras
sentación de objeto unificado o reconciliar las cualidades buenas 111 1<' al mismo tiempo compartía todo lo que su madre estuviera
y las males del objeto de amor. Al mismo tiempo, sufrió detrimen 1!~puesta a compartir con él. Sólo hacia el final de la subfase de acer-
to la integración de su propia autorrepresentación y su autoestima . ' .tmiento cuando esperamos comúnmente que la conducta de
Por contraste, lo que vimos en el caso de Barney era merament<' .11 <'rcamiento ceda el paso a la constancia del objeto libidinal, com-
una distorsión evolutiva transitoria de una crisis de acercam iento. En pr •ndimos excedía evidentemente las fuerzas de Matthew.
el caso descripto in extenso mas arriba, observamos una formación d<• Durante el com ienzo de la subfase de acercamiento, Matthew
síntoma, una constipación que duró hasta avanzado el sexto año, 11frió una operación de emergencia de hernia. (Esto ocurrió durante
desarroll ada sobre la base de una relación madre-hija bastante insa- l11s vacaciones de verano.) La madre de Matthew nos dijo que tenía
tisfactoria, pero activada y en gran medida producida por la tensión '111 dejar a Matthew en el hospital, donde éste se sentía muy des-
acumulada y también por traumas a raíz de shocks. 1lc·hado. Sin embargo, se dijo que se había recuperado rápidamen-
Hasta bien ava nzada la cuarta subfase, la relación de esta niñita '" luego de volver al hogar. Cuando lo volvimos a ver, a la edad de 18
con su madre siguió plena de ambivalencia. Sin embargo, su rendi - III<'Ses, no mostraba signos de tensión excesiva, aunque observamos
miento escolar era excelente. Su desarrollo socia l era bueno. Nuestro q11 había adoptado una pauta de trepar a posiciones poco seguras.
estudio de seguimiento nos dirá más sobre el destino corrido por su 1 .t interacción entre Matthew y su madre siguió siendo placentera,

neurosis infantil.4 •ll tnque ésta tenía que dejarlo entonces librado a sí mismo en nuestro
! t•ntro, mientras su hermano mayor comenzaba a asistir al jardín de
Una relación aparentemente muy armoniosa parecía caracteri-
lnfc ntes. La madre se vio precisada a func ionar como "madre ayu-
zar la interacción madre-hijo entre Matthew y su madre, durante toda
d,ulte" de maestra jardinera, y a tomar turnos con otras madres en el
la subfase de ejerc itac ión locomotriz. La madre tenía la capac idad
¡.trdín de infantes.
de alenta r la independencia y autonomía de sus hijos, mientras que
al mismo tiempo parecía estar totalmente dispon ible para el los en el Matthew comenzó entonces a mostrar algunos signos de tensión.
plano libidinal; es decir, cal ibraba su respuesta a Matthew con una 1 lurante la ausencia de su madre, necesitaba que una observadora lo
gran comprensión intuitiva de sus variables necesidades. La capaci- 11 1viera en su regazo. Tendía a cansarse más fácilmente, y hacia el final
dad de la madre para hacerlo, según creímos en esa época, asegura- dt• la mañana regresaba a veces al gateo, en lugar de caminar. Sólo
ba a Matthew una suave progresión hacia los comienzos de la subfase 11M s pocos meses después de nacido su hermanito, Matthew mostró
de acercamiento. Pese al embarazo de la madre y la ll egada de un lgnos visibles de perturbación, con su práctica de lastimarse casi
hermanito cuando Matthew tenía 19 meses -época en que aumen- lt.tbitualmente y con un acentuado aumento de su facilidad para llo-
ta de intensidad la renovada necesidad que el déambulador tiene de ltlr. Trepaba con frecuencia al regazo de su madre, cosa que ésta per-
su madre-, el niño parecía seguir bastándose a sí mismo. Era capaz lllitía cuando no tenía en brazos al bebé. Sin embargo, cuando la
de usar a otros adultos como sustitutos de la madre y parecía haber 111adre estaba ocupada con el bebé, Matthew se dirigía a otros adul -
logrado alguna identificación con ésta, como lo mostraba su interés to . Prestaba muy poca atención al bebé. Aunque aparentemente
por otros bebés y por su hermanito, interés en el cua l el elemento t•guía estando alegre, había signos sutiles de que no todo andaba tan
agresivo parecía al comienzo sorprendentemente bien controla- l¡l n como debería. A medida que pasó el tiempo Matthew se tor-
do. Observamos que Matthew tenía también una buena relación con nó inquieto e hiperactivo, y se caía aun más que antes. Mostraba gran
su padre. Parecía capaz, en suma, de mantener un prolongado interés Interés por su imagen en el espejo, y le hacia caras. (La sign ificación
il ' esta última conducta es difícil de interpretar.)5
La madre de Matthew necesitaba creer que éste estaba madu-
4 El estudio de seguirni ento Jo está realizando John B. McD evitt, junto ¡,¡ndo y por lo tanto aumentó su expectativa de que el niño llegara
con Anni Bergman , Emn1agene Kamaiko, y Laura Salchow, actuando como ,¡ ser cada vez más independiente (!) . En realidad, la madurez
consultora M . Mahler. Patrocina este trabajo la junta directiva del Master's
Ch.ildren's Center, y, en medida limitada, el M. S. Mahler Research Fund de la
Menil Foundation. 5 Cf. los estudios de McDevitt sobre la imagen especular (inéditos) .

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,.
aparentemente mayor de Matthew -su identificación especular con En el caso de Henry, la segunda preñez de la madre y el destete
sus hermanos mayores, especia lmente con los de edad escolar- d11l niño ocu rri eron en el punto culminante del estado en el cual la
puede haber sido también una especie de triste resignación a 1.1 11ilf se temprana de ejercitación se superpone con la subfase de dife-
depresión; a la madre le habría resultado demasiado penoso recon 11 11 iación . (La madre se incorporó a nuestro proyecto cuando Henry
cerio. Otra forma de intento de adaptación fue la identificación con 11 nf un poco más de 9 meses.) En esa época, el niño gateaba hasta
el bebé rival. Matthew mostraba signos de querer ser él mismo ,¡¡ t•rcarse a ella con frecuencia y gritaba para que ella lo levan-
un bebé; como su hermanito, por ejemp lo, se metía en el corralito. 111'• : parecía necesitar contacto y continuo reabastecimiento o "recar-
Sin embargo, esto su madre no podía tolerarlo. Matthew le repl icabd 1t1 11 por parte de la madre. Esto ocurrió cua ndo comenzó a ejercitar
volviéndose menos obediente a las indicaciones verba les de la madre, 11111 cautela los preliminares de la locomoción vertical sin llegar a ca-
y comenzó a mostrar alguna actividad agresiva difusa, tal como arro· llllna r. La conducta de acercamiento y solicitación que mostraba
jar cosas o corretear sin rumbo fijo. Con anteriorid ad se había descrito l lt•nry ocurrió entonces en forma prematura, antes del período de
a Matthew como un niño feliz y radiante. En este otro período, aún IJPrcitación de la locomoción vertical. Se hallaba estrechamen-
continuaba sonriendo, pero había una impresión unánime entre los 11 • vinculada con el evidente aislamiento emocional de la madre
observadores de que su sonrisa carecía del brillo anterior. Ahora era durante su embarazo; en este respecto, el caso de Henry recuerda el
tensa, y parecía más una mueca que una sonrisa, como si con dt • la niñita que hemos relatado anteriormente. A los 11 a 13 meses
ella expresara su sumisión a las expectativas de su madre, a la vez que 11•nry realizaba proezas motrices que sobrepasaban a las de los
una apelación al mundo general. Además Matthew no reaccionaba dl'fnás niños de su grupo de edad y que todos admiraban, pero que su
mucho a las ausencias de su madre cuando ésta se iba de la habi· 111, dre daba simplemente por sentadas. Después de haber llegado él
tación, o quizás no se perm itía hacerlo. lln. !mente a dominar la locomoción vertical activa, a los 14 meses, la
A la edad de 2 años, la madre envió a Matthew al cuarto de llli.ldre cesó totalmente de responder al renovado cortejo activo de su
deambuladores, sin ella. En verdad, las exigencias que el resto de la illj . Como consecuencia Henry procedió a adoptar recursos táci-
familia implicaba para ella eran tan grandes que no pudo traernos lo cada vez más exagerados para atraerla. Durante los meses cá lidos
regularmente al niño más pequeño, que habría sido el cuarto niño d dt• verano llevaba sudando pesados juguetes en sus brazos para entre-
la familia que hubiéramos podido observar en nuestro estudio. KMios a su madre, casi como ofrendas, pero sin que le sirvi era de na-
La maestra del cuarto de dambuladores observó a Matthew mas- tltl. El carácter exagerado y repetitivo de este modo de acercamiento
turbándose de una manera autoagresiva, muy a menudo agarrando su por un período de semanas era obviamente sintómatico y sobredeter-
pene y levantando las piernas, es decir, regresando a la activ idad auto- mlnado. En el había incorporados algunos elementos de la costumbre,
eróti ca.6 La observadora del cuarto de jl.iegos notó que las expre- que desde el com ienzo tuvo la madre, de sustitu irse a sí misma por
siones faciales de Matthew no cambiaban aprop iadamente junto con Juguetes. También contenía elementos somatopsíquicos de identifi-
1 ~ ión con la muy avanzada gravidez de la madre; y había también
los cambios de situación que le ocurrían, y que tendía a volverse
inquieto e hiperactivo. Así, parece que la acumulación de traumas 111 mentos de aquiescencia al deseo consciente e inconsciente de la
(traumas de shock y de tensión en el sentido de Kris; cf. también Khan, rnadre, de que su hijo fuera grande y fuerte (era más bien pequeño).
1963) era excesiva para Matthew? El niño salió de la subfase de Por último, la actitud del .niño contenía elementos de prelimina-
acercamiento con tendencia a hall ar satisfacción en actividades auto- 1 ' primitivos de defensa, tales como identifi cación (espejamiento)

eróticas y autoagresivas, así como en la hiperactividad, y con una es- y proyección. Luego de fracasados todos estos recursos, vimos muy
pecie de blandura en su vida afectiva, todo lo cual, a la observación pronto, después de un período de depresión grave (Mah ler, 1961 ),
superficial, parecía satisfacer los deseos de la madre de que llegara a 1 mo este niñito recurría gradualmente al mecanismo de la entrega

ser independi ente y siguiera siendo su muchachito "grande" feliz. masoquística.


Ya nos hemos referido al fenómeno del seguimiento. Cuando
6 No de la manera tranquila y serena que vimos en otros niños. r sulta excesivo, es a nuestro parecer una de las señales de peligro de
7 En medio del api ñamiento en que vivía la señora M ., parecía inevitable 1' ta subfase, un signo de que la conciencia de separación que tie-
la exposición a la escena primaria. 11 el niño le está causando gran tensión: el niño intenta aferrarse a la

102 103
madre tratando de responder a cada movimiento y variación del 'l comienzo del acercamiento
ánimo de ésta, y planteándole además insistentes ex igencias. En el ca-
Al rededor de los 15 meses, notamos un importante cambio en la
so de Tommy, el rasgo sobresaliente del proceso de individuación
fue este fenómeno de seguimiento, su negativa a permitir que la ma- ·alidad de la relación del niño con su madre. Durante el período
ele ejercitación, como ya hemos dicho, la madre era la " base de
dre se le perdiera de vista. Tommy seguía los movimientos de su
operaciones" a la que el niño vo lvía a menudo en los momentos
madre con el rabillo del ojo; se precipitaba literalmente hacia ell a tan
'n que le era necesari o -cuando quería alimento, consuelo, o para
pronto como ésta se dirigía hacia la puerta, o cuando hacía cua lquier
"reabastecerse" cuando se sentía cansado o aburrido-. Pero durante
movimiento. Sus comun icaciones voca les frecuentes estaban dirigidas
'ste períod o el niño no parecía reconocer a la madre como una per-
exclusivamente a su madre y se desarrollaron en forma gradual hasta
sona separada de existenc ia autónoma. Más o menos en torno a los
adquirir el carácter de comun icac iones verbales mal enunciadas, en
las que el niño manifestaba sobre todo impaciencia. Era uno de
15 meses, la mad re ya no era sólo la "base de operaciones"; parecía
'Starse transformando en una person a con la cual el deambulador
esos deambuladores (como Barney) en los que la locomoc ión
deseaba compartir sus descubrimientos del mundo, cada vez más
ya había producido una conc iencia de sí mismos como algo separa-
, mp lios . El signo conducta ! más importante de esta nueva manera
do de la madre, antes de que estuvieran emoc ionalmente preparados
ele re lacionarse era el traer continuamente cosas a la mad re, llenarle
para enfrentarse con esa conciencia. Esto hi zo que Tommy tuviera
berrinches que duraban mucho más que los pocos minutos de
'1regazo de objetos que el niño había encontrado en su mundo en
costu mbre. xpansión . Todos esos objetos eran interesantes para él, pero el prin-
ipal investimi ento emoc ional reside en la necesidad que tiene el
En genera l, las seña les de peligro potencial que se observan niño de compartirlos con su madre (véanse los casos de Barney,
durante esta fase in cluyen una ansiedad de separación mayor que llenry y otros, págs. 94-1 02) . Al mismo tiempo, el deambulador indi -
el promedio; un excesivo segu imiento de la mad re o una continua aba a la mad re con palabras, sonidos o gestos, que deseaba que
"hu ida" impulsiva de ell a, con el fin de provocarla a que atrape al lla se interesara en sus "descubrimi entos" y participara con él en dis-
niño; y, finalmente, excesivas pertu rbac iones del dormir. (Algunas per- rrutarlos.
turbaciones transitorias del dormir son una característica normal del
j unto con la incipiente conciencia de separación, el niño ll ega-
segundo año de vida.)
ba a comprender que los deseos de su madre no eran siempre de nin-
Seleccionando material de nuestros datos y de su procesamien- guna manera idénticos a los suyos, o al revés, que sus propios deseos
to, ll egamos a establecer que podíamos subd ividi r el acercam iento no siempre co in cidían con los de su madre. Esta comprensión desa-
en tres períodos: 1) el com ienzo del acercamiento; 2) la crisis de acer- fi aba fuertemente el sentim iento de grandeza y omnipotencia del
ca mi ento; y 3) las so luciones individuales de está' crisi s, que dan por 1 eríodo de ejercitación, en que con su personita se había sentido "en
resultado pautaciones y características de personalidad con las que la cumbre del mundo" (Mahler, 1966b). ¡Qué golpe para la omnipo-
el niño entra en la cuarta subfase de la separación- individuación, l ncia en la que creyera hasta entonces sin duda alguna! ¡Qué pertur-
es decir, la consolidación de la indiv iduación, es decir, la consolida- bac ión para la bienaventuranza de la unidad dual!
ción de la individuación.
En paralelo o concomita ncia con esta sensación del niño, de
Llegamos a estas subdivisiones comparando mes por mes a los que la madre era una persona "q ue estaba ahí afuera, en el mundo"
nueve niños más exhaustivamente estudiados - el último grupo y con la que él quería compartir sus placeres, notamos que la exa l-
de nuestro estudio- con respecto al desarrollo de sus relaciones tada preocupación del deambulador por la locomoción y la explo-
objetales, sus estados de ánimo, sus tendencias psicosexuales y agre- rac ión por sí mismas estaba comenzando a disminuir. La fuente de
sivas, y también su desarrollo cognitivo. Cuando describamos con máximo placer del niño se desplazaba de la locomoción indepen-
mayor detalle el acerca miento, utilizaremos ejemplos de los estudios di ente y la exploración del mundo in anima<;lo en expansión, a la inter-
detallados acerca de estos niños. ~cción social. Los juegos de escondidas (Kieeman, 1967) y tambi én
los de imitación son ahora los pasatiempos favoritos. El reconoc i-
miento de la madre como una persona separada en el amplio mundo

104 105
iba paralela a la conciencia de la existencia separada de otros niños, Pero el nmo en etapa de acercamiento desarrolla relaciones
de que éstos eran similares, pero diferentes, del yo de uno. Esto se po- r n otras personas del ambiente, aparte del padre y la madre. En
nía en evidencia por el hecho de que los niños mostraban entonces PI caso de los niños de nuestro estudio, pudimos observar que desde
un mayor deseo de tener o hacer lo que otro niño tenía o hacía, Jlrededor de 16-17 meses en adelante gustaban de pasar períodos
es decir, un deseo de actividad especular, de imitación, de identifi- r da vez más largos apartados de sus madres, en el cuarto de deam-
cación en cierta medida con el otro niño. Los niños deseaban los buladores, y que tanto los niños como las niñas por igual comen-
juguetes o la copa de jugo de frutas y la galletita que otro niño tenía l. ban a buscar a los observadores, muy a menudo a los del sexo
en la mano. Junto con este importante desarrollo aparecía la cólera mascu lino, y formaban una vinculación muy estrecha con ellos.B
específica dirigida a un fin, la agresión, si no había manera de alcan-
zar el fin deseado. Por supuesto, no estamos perdiendo de vista el he- Reacciones a la separación en la primera subfase
cho de que estos desarrollos ocurren en medio de la fase anal, con las de acercamiento, con ejemplos clínicos
características de adquisitividad, celos y envidia típicas de esa fase. Durante la primera subfase de acercamiento encontramos un
Examinaremos más adelante, en este capítulo (véase pág. 121), ambio de actitud muy interesante en las reacciones de los niños
el descubrimiento de la diferencia anatómica sexual durante este según la madre estuviera dentro o fuera de la habitación . En ese perío-
período; basta decir aquí que para las niñas el pene parece trans- do todos ellos se daban cada vez más cuenta de la ausencia de la
formarse en el prototipo de una "posesión" deseada, pero inal- madre y querían saber dónde estaba ésta (¡con lo cual aumentaba en
canzable, de otros niños. Para los niños y las niñas por igual, este forma significativa su propia orientación espacial!). Por otro lado,
descubrimiento estimulaba la adquisición de una conciencia más in embargo, eran también cada vez más capaces de quedarse absor-
neta del propio cuerpo y de la relación de éste con los cuerpos de bidos en sus propi as actividades y a menudo no querían que se los
otras personas. El deambulador parecía experimentar cada vez más su interrumpiera. Querían "ir a ver" a la madre, pero no con la inten-
cuerpo por sí mismo como una posesión que le era propia. Ya no le ión de quedarse con ella; más bien pasaban junto a ella, se desvia-
gustaba que lo "manejaran". Y lo más notable es que se resistía a ban y alejaban para volver a sus propias ocupaciones. Esta desviación
que lo pusieran o mantuvieran en una posición pasiva mientras lo y alej amiento parecían ser más notables en varones que en nenas. Sin
vestían o le cambiaban los pañales. Ni siquiera parecía gustarle que mbargo, cuando la madre misma estaba demasiado lejos por
lo abrazaran y besaran, a menos que estuviera dispuesto a ello. Tenía- demasiado tiempo, se producían reacciones diferentes de las obser-
mos la impres ión de que esta reivindicación de la autonomía corpo- vadas en las subfases previas. Ya hemos descrito la "bajada de tono"
ral era más acentuada en los varones. que es característica de las fases de diferenciación y de ejercitación,
.. omo una reacción al hecho de que la madre se ausentara de la
La expansión social y la importancia habitación. Luego, durante el acercamiento temprano, nos pareció
de la relación con el padre encontrar un tipo diferente de conducta: la ausencia de la madre pro-
El deseo de más amplia autonomía por parte del niño no sólo se ducía un aumento de la actividad y la inquietud. Parecería que el
expresaba por el negativismo hacia la madre y otras personas, sino quivalente de la bajada de tono, en el momento en que el niño com-
que también llevaba a una extensión activa del mundo madre-hijo: prende su estado de separación, es el afecto o emoción de tristeza
principalmente para incluir al padre. El padre, como objeto de amor, (d. Mahler, 1961 ). Soportar la tristeza, sin embargo, parece reque-
desde época muy temprana en adelante pertenece a una categoría de rir una gran dosis de robustez yoica (cf. Zetzel, 1949,1965), un
objetos de amor totalmente distinta de la madre. Aunque no está to- investimiento que el niño no parece capaz de realizar a esa edad: la
talmente fuera de la unión simbiótica, tampoco es siempre plena- hiperactividad o la inquietud pueden considerarse entonces, en este
mente parte de ella. Además, el infante probablemente percibe muy
pronto que existe una relación especial del padre con la madre, 8 Esta precoz preferencia por observadores masculinos, cuando ocurría,
cuya significación, durante la fase de separación-individuación y parecía tener un estilo específico para cada sexo, que sin embargo no estamos
en la fase preedípica posterior, apenas estamos comenzando a com- en condiciones de interpretar, ni siquiera de analizar, con algún grado de cer-
prender (Abelin, 1971 ; Greenacre, 1966; Mahler, 1967a). tidumbre

106 107
caso, como una actividad defensiva temprana contra la conciencia ( los 7 a 9 meses; véanse págs. 67-69), pudimos observar una
del penoso estado afectivo de tristeza. mezc la de ansiedad, interés y curios idad. Ahora había a menudo
A medida que progresaba la subfase de acercamiento, los ni- un alejamiento deli berado del extraño, como si éste, en el momen-
ños descubrían maneras más activas de enfrentar las ausencias de la to, constituyera una amenaza para la delusión o la ilusión, ya vaci-
madre: se relacionaban con adu ltos sustitutos y se ded icaban al juego lante, de la unión exclusiva con la madre. Parecía haber una amenaza
sim biótico (véase Galenson, 1971 ). Inventaban a men udo formas de implícita en el hecho mismo de que ciertas personas que no eran
juego que los ayudaban a contro lar el hecho de la desaparición y la la madre comenzaran a volverse auténticamente importantes en la
reaparición de cosas; o su juego tendía a consistir en interacción vida del niño (conflicto de lealtad), como si esto fuera in compati-
social. Muchas formas del juego revelaban una temprana identifi- ble con la relación hasta entonces excl usiva y muy espec ial con la
cac ión con la madre o el padre; por ejemplo, en la forma en que madre (parecen confundirse la causa y la consecuenc ia, y prevale-
sostenían a las muñecas y a sus ositos. Parecía estar ocurriendo er mecan ismos proyectivos o de externa li zación).
el comienzo de la internalización de la representación objetal. El jue- En nuestra muestra de los niños más sistemáticamente observa-
go de la pelota, por ejemplo, parecía prestarse particularmente bien a dos, había varios en los cua les el período de la primera conso-
la interacción social y a la expresión de sentim ientos y fantasías de lidación de la separación no parecía haber ocurrido de la manera
deshacerse de un objeto y reen contrarlo (véase Freud, 1920). Donna rdinar ia, o bien se había interrumpido. En cada caso esto parecía
tiraba la pelota y luego experimentaba espec ial placer en reen- vincu larse con las dificu ltades surgidas durante las primeras subfases
contrarla; otra niña perdía la pelota y luego pedía a los observadores de la re lación madre-hijo. Ilustraremos este punto con nuestras ob-
que se la recuperaran; Wendy, que prefería las relaciones exclusi- servac iones acerca de dos de estos niños.
vas uno-a-uno con adultos, usaba la pelota para hacer entrar en el Durante la prirnera parte del período de 17-18 meses Mar k
juego a un observador adu lto. ontinuó interesándose en una variedad creciente de personas y
Para la mayoría de los niños, el primer período de acercamiento actividades . Se sentía atraído por el cuarto de deambuladores;
cu lminaba a la edad de 17 a 18 meses, en lo que parecía una con - era capaza de d ejar a su madre y volver a ella, y generalmente tenía
solidación y una aceptación temporarias de la separación. Esto ocu- una relación feliz con su madre. Alrededor de la mitad del período
rría junto con un gra n placer en compartir poses iones y actividades 17-18 meses Mark empezó a ponerse muy exigente. Necesitaba
con la madre o el padre, y tamb ién, cada vez más, con el mundo constantemente la atención de la madre, pero no parecía tener en
social en expansión, que incluía no solo a adultos sino también a absoluto seguridad acerca de lo que deseaba realmente de ella.
otros niños: deambuladores de la misma edad, niños mayores y bebés. C omenzó a mostrar una pauta de rápida alterancia entre conduc-
Durante el período de ejercitación, la palabra "by~-bye" (adiós-adiós) tas de acercamiento extremo y de excesiva agresión y distancia-
había tenido gran im portancia; la palabra más importante de este miento de su madre. Esta ambitendencia se extendió también a
primer período de acercamiento era "hi" (hola). otras personas y a otros fines. Por ejemplo, insistía típicamente en
Durante este nivel de eda.d de 17-18 meses, que servía para la que su madre lo alzara, pero tan pronto como lo tenía en brazos
consolidación, observamos sin embargo importantes indicios precur- exigía enojado que lo bajara. Se aferraba a su madre ansiosamente,
so ~es de la inminente lucha con el objeto de amor, que traslucían a
como si temiera que ella lo dejara o le retirara su amor para siem-
través de muchas conductas. La más llamativa de éstas era la ocurren- pre. Todo esto se debía, en nuestra opinión, a una insólita perpleji-
cia de berrinches9 prácticamente en todos los niños. Vimos muchos dad tanto de la madre como del hijo acerca de la interpretación de
signos de una mayor vulnerabilidad, de rabia impotente, y de desam- sus señales n1utuas, es decir, a un fracaso del "señalanuento mutuo",
paro. En muchos niños había una recurrencia de reaccio nes ante (Esto recuerda la perplejidad de la madre acerca de las señales de su
extraños. Como en el caso de las reacciones anteriores ante extraños hijo mayor, descripta por Mahler y Furer, 1963a, págs. 4-5; cf. tam-
bién Spitz, 1964, el descarrilamiento del diálogo").
Harriet mostró también una conducta un poco atípi ca durante
9 Mahler ha ofrecido alguna expli cación de la psicodinámica de los este período: no se aferraba a la madre, sino que más bien la igno-
berrinches, en sus estudios sobre el "tic" (Mahler y Luke, 1946; Mahler, 1949a). raba; en verdad, le prestaba mucha menos atención durante el

108 109
décimo-octavo mes que en el anterior. Cuando su madre se iba o La crisis de acercamiento:
volvía, ella casi no lo notaba. No mostraba en el intercambio social 18-20 a 24 meses y con posterioridad
el gran placer que se veía en otros niños; durante ese mes pare-
cía haberse retraído en sí misma. Se describió a esta niñita como con- entimiento de grandez a y temor a
tenta consigo misma pero generalmente no interesada en la gente. Era la pérdida del objeto de amor
típico que jugara con juguetes, muñecas y ositos y charloteara consi- Alrededor de los 18 meses nuestros deambuladores parecían
go misma, dándose la impresión de que estaba envuelta en un mundo muy ansiosos de ejercitar a fondo su autonomía, en rápido aumento.
propio, en su propia vida de fantasía. Parecía satisfacer su necesidad Preferían cada vez más netamente que no les recordaran que a veces
de cercanía física con una conducta que le era muy peculiar: no podían arreglárselas solos . Se producían como consecuencia con-
utilizando objetos inanimados. También, cuando estaba angustiada, rli ctos que parecían centrarse en el deseo de estar separado y ser
se echaba boca abajo en el piso, o en la colchoneta que estaba en el grande y omnipotente, por una parte, y hacer que la madre satis-
piso, o se apelotonaba en un espacio muy pequeño; era como si fac iera mágicamente los deseos sin tener que reconocer que en rea-
deseara ser rodeada (para no desintegrarse) de esta manera, lo que lidad llegaba ayuda del exterior, por otra. En la mayoría de los casos
le proporcionaba parte del sentimiento de coherencia y seguridad 1 humor que predominaba era el de la insatisfacción general, la insa-
que echaba de menos en la relación con su madre. iabilidad, tendencia a rápidos cambios de estado de ánimo y a
berrinches. El período se caracterizaba entonces por el deseo rápida-
Sobre la estructuralización del yo y el mente alternante de alejar a la madre y de aferrarse a ella, secuencia
establecimiento de un sí-mismo cohesivo onductal descripta muy exactamente por la palabra " ambiten-
Debemos acentuar que la primera conciencia de separae~on dencia". Pero ya a esa edad había a menudo un deseo·simultáneo en
del niño había traído consigo placenteros descubrimientos de inci- mbas direcciones, es decir, la ambivalencia característica de los ni-
piente autonomía y de interacción social, expresados en una cantidad ños que están en la mitad de la subfase de acercamiento.
de palabras y comunicaciones gestuales importantes de ese período. Era característico de los niños de esta edad utilizar a la madre
Uno de estos descubrimientos consistía en notar que uno podía pedir omo una extensión de sí mismo, proceso en el cual de alguna
que satisfacieran sus deseos, mediante el empleo de palabras y gestos manera negaban la penosa conciencia de separación. Una condue-
de pedido o necesidad. Por ejemplo, "galletita" era una de las pri- la típica de esta clase era, por ejemplo, tirar de la mano de la madre
meras palabras importantes de todos los niños. Con el descubrimien- y usarla como una herramienta para alcanzar un objeto deseado,
to de que se podía llamar a la madre y solicitar su atención, las esperar que la madre, requerida por algún gesto mágico por sí
palabras "Mira, mamá", también se volvieron de usG•muy frecuente. olo, más bien que con palabras, adivinara y cumpliera el deseo
Además, estaba el descubrimiento de que uno podía encontrar a la momentáneo del deambulador. Apareció un fenómeno inesperado y
madre y a otros, y mostrar su deleite con una exclamación; esto xtraño, aparentemente precursor de la proyección de los sentimien-
se denotaba con la palabra típica de este período, "hi! " (¡hola!). tos negativos del niño: era la ansiedad repentina que éste experi-
También era importante en este punto el descubrimiento de que a uno mentaba, de que su madre se hubiera ido, en ocasiones en que ésta
lo elogiaban y admiraban si realizaba proezas de habilidad motriz y ni siquiera se había levantado de la silla (!). Ocurrían con mayor
de otros tipos. Parecía importante para el deambulador en período de menor frecuencia momentos de un aparente y extraño "desconoci-
acercamiento, que pudiera. proporcionar placer a su madre; esto lo miento" de la madre, luego de una breve ausencia de su parte.
expresaba, desde el comienzo mismo de este período, llevándole ¿Cómo debíamos interpretar esta tendencia a "perder" repenti-
juguetes. namente el sentimiento de la presencia de la madre, en un momento
Los aspectos más penosos de la separación apenas habían co- n que, con la creciente separación, ésta se había transformado en
menzado a despuntar en los deambuladores durante estos meses, una persona ubicada en el mundo exterior? ¿Era una regresión frente
excepto en los niños en los cuales diversas circunstancias, en parte una tensión excesiva, provocada por la necesidad de reconocer
intrínsecas y en parte experienciales, promovieron crisis prematuras que uno tenía que funcionar separadamente? ¿O la causaba el con-
de separación. fli cto entre el deseo de manejarse valiéndose sólo del propio yo y el

110 111
deseo de participar de la omnipotencia materna? El deseo de fun- 11 lo recuerda un poco la duda e indecisión en la neurosis obses iva-
cionar mediante el propio yo puede resultar particularmente ame- lt llnpu lsiva.)
~az.ador para el niño en el punto mismo del desarrollo en que sus sen- Había algunos niños que podían ejercer su creciente autonomía
timientos y deseos y los de la madre están aún poco diferenciados. El
y d 'Seo de independencia con re lativamente poco conflicto visib le.
d~~eo de ser~utónom? y separado de la madre, de dejarla, podría sig-
lit • < quí otro ejemp lo tomado de nuestros registros:
nificar tamb1en emocionalmente que la madre querría dejar al niño
(período introyectivo-proyectivo de Ferenczi, 1913). La conceptua- Linda había tenido una relación inusitadamente confiada con
lización de estos fenómenos de acercamiento se volvía aun más com- 11 madre, y ésta había disfrutado todo el tiempo de esa relación.
plicada y enigmática por el hecho de que esta identidad borrosa de la l't• ro Linda protestaba ahora cuando la madre la llevaba escaleras
madre en el mundo exterior coincidía, con mucha frecuencia, con lll'iba, algo que hasta entonces la había deleÚado. La niña parecía
una tendencia por parte de ésta a reaccionar adversamente respecto IH'C ·sitar en este momento menos contacto fisico con su madre.

de su deambulador en proceso de separación e individuación . 1l ·scaba explorar "el mundo" lejos de la madre y llegó a realizar
La reacción de la madre en ese momento estaba muy a menudo teñ i- 11 11 ~ interacción social cada vez más frecuente con otras personas.

da de sentimientos de fastidio ante la insistencia del deambulador en 1 ; 11~ndo la madre no estaba en la habitación, Linda era capaz de
afirmar su autonomía, ante su deseo, por ejemplo, de atarse sin ayuda III K· r por largos períodos en forma independiente. Aunque parecía
los cordones de los zapatos, etcétera. "¿Crees que puedes arreglarte 1 1h3r de menos a su madre, podía engolfarse de tal modo en sus

solo? Muy bien, puedo dejarte librado a tus recursos, a ver cómo ll 'lividades que la buscaba sólo por un momento y luego seguía
te va". 0: " Hace un momento no querías esta r conmigo . Bueno, ahora 111 11 lo que h abía estado haciendo.

yo no quiero estar contigo" (véase Mah ler, Pine, y Bergman, 1970, En algunos casos, en cambio, en que la madre estaba insatis-
págs. 257-274). 11 • ·ha con su hijo, terrib lemente ansiosa por él; o alejada, llegaron a
Como hemos explicado anteriormente, encontramos en mu- 1x,1gerarse mucho las pautas norma les de acercamiento. En las dos
chos deambt~ l adores un enérgico resurgimiento de la reacción ante 1nnductas contrastantes de ¡¡cercamiento y distanciamiento, este con-
extraños. Con mucha frecuencia los observadores denominaban a 11 1 lo de ambivalenc ia había sido exactuado [acted out] en forma de
esto "timidez". La renovada reacc ión ante extraños ocurría espec ial- 11 tremo segu imiento o extremo alejamiento de la madre (a l final
mente ante personas del mundo exterior que en un momento ante- dt• la ejerc itac ión y al comienzo de la subfase de acercamiento),
rior de la vida del niño habían sido consideradas como am igos 11 bien había provocado un exces ivo cortejamiento de la madre, en
preferidos. Basta citar una de las conductas típicas registradas en ,111 rnanc ia con ur) extremado negativismo.
nuestras observaciones: .. l111pliación del ámbito emocional y
La relación de Frankie con otros adultos aparte de su madre
se expresaba en las siguientes conductas. A veces se acercaba a ellos rornienzo de la empatía
de una manera amistosa desde cierta distancia; sin embargo, tan Durante este período, la gama dé los afectos experimentados por
pronto como ellos se acercaban a él, huía hacia su madre. En una 111 dea mbu lador parecía amp li arse y vo lverse muy diferenciada.
oportunidad hizo rodar una pelota hacia una observadora que Al describir el período precedente, hemos hab lado de la hiperactivi-
acostumbraba ser su mejor amiga; cuando ésta se la devolvió tl,ld e intranquilidad que parecían constituir una defensa contra la
rodando, sin embargo, el niño huyó a refugiarse en su madre. 11'1 teza producida por la pérd ida de la un idad simb iótica anterior.
La indecisión era una conducta típica de este período. Varios Ahora, la necesidad de manejar los afectos de tristeza y có lera,
niños en este período se detenían un buen rato en el umbral del 111 decepción causada por la madre, o la comprensión de que las
cuarto de deambu ladores, incapaces de decidir si se incorpora- pr pias capacidades son limitadas y uno está relativamente iner-
rían o no a las actividades que allí ocurrían. La permanencia en el 111 ', podían rastrearse en muchos otros tipos diferentes de conduc-
umbral parecía ser la simbo lizac ión perfecta de los deseos en con- 1.1 . Du rante este período, por ejemp lo, observaciones rea li zadas en
flicto: el de entrar al cuarto de deambuladores alejándose de la ltluchos niños mostraron por primera vez que éstos estaban luchando
madre, y el de permanecer con la madre en el cuarto de infantes. m ntra sus lágrimas, tratando de repr imir su necesidad de llorar.

112 113
Las reacciones de Teddy ante el llanto de otro niño, por ejem· d separación . El niño comprendía con pesar no sólo que a veces
plo, eran interesantes de observar. Simplemente no podía soportar que• 1 taba solo y desamparado, sino también que ni siquiera su madre
otro niño llorara. Esto parecía estimular de alguna manera su defen· ¡odía devolverle siempre el sentimiento de bienestar, que en verdad
sividad agresiva; atacaba a otros niños sin que lo provocaran .10 Su l
ll intereses de ella estaban separados y eran distintos de los suyos,
innegable con ciencia de separación y vulnerabilidad parecían haber y que los dos no coincidían siempre de ninguna manera. Todos estos
dado origen, sin embargo, a una nueva capacidad de empatía, qu 1 nti mientos se agravaban, por supuesto, si el nacimiento de un her-
se expresaba también en formas positivas. Teddy que a menudo Il\ no se entremetía en la relación con la madre, que hasta entonces
mostraba esta reacción agresiva cuando oía llorar a otro niño, en otras h, bía sido exclusiva.
ocasiones reaccionaba con gran simpatía a las variaciones de ánimo
de otros niños. Por ejemplo, le llevaba su propia mamadera a Mark 1 eacciones a la separación durante la crisis
cuando éste lloraba, o bien se aproximó a Harriet con gran simpatía
1 acercamiento (18 a 21 meses)
e interés un día en que ésta estaba obviamente decaída.
Vimos a esta edad muchos signos de identificación con las acti- Durante el período de las más agudas crisis de acercamiento,
tudes de otros, en especial con las de la madre o del padre. Esto 1 dos los niños estaban conscientes de, y a veces eran muy sensibles
estaba en un nivel superior de indentificación del yo - no tenía 1, la ausencia de la madre de la habitación y se preocupaban por
las características introyectivas o especulares de períodos anteriores, 11veriguar dónde se hallaba. En el aspecto cognitivo, la capacidad de
tales como el de diferenciación, cuando vimos que los niños asumían t mprender que la madre podía estar en otra parte y se la podía

pautas del cuidado que sus madres les prodigaban, en sus prime- nncontrar (cf. la "permanencia del objeto" de Piaget), era algo que
ros pasos hacia la individuación y la separación (Parte 11, capítulo 3, Y< se hallaba bien establecido. Este conocimiento bastaba a veces
págs. 51-52)-. Por ejemplo, Frankie desarrolló a la edad del acer- p ra reasegurar al deambulador, cuando éste experimentaba la emo-
camiento una manera ruidosa y exigente, así como una tendencia r 1 n de echar de menos a su madre. En general, sin embargo, el
hacia la dramatización que recordaba mucho la actitud de su madre. 1 ambulador a esta edad no gustaba de que lo "dejaran abandonado"
Otro niñito era no sólo exigente, sino también muy poco dispuesto a pasivamente. Comenzaban a producirse dificultades en el proceso
compartir. Se concentraba en obligar a su madre a cumplir sus deseos. mismo de despedida, expresadas en la reacción de aferrarse a la ma-
Este niño estaba particularmente poco dispuesto a abandonar la tlr . Por lo común estas reacciones iban acompañadas por depresión
omnipotencia de la unidad dual simbiótica; esto nos recordaba la ten - y por una incapacidad inicial, breve o prolongada, de dedicarse a
dencia de su madre a una relación de apersonamiento simbiótico Juga r. ·
(Sperling, 1944), que ella había prolongado hasta bien pasado el esta- Con frecuencia, durante esos momentos de intensa angustia
dio simbiótico con su hija, que era mucho mayor. t mocional que seguían a la retirada de la madre, el deambulador
Otra forma de identificación como mecanismo de defensa era la ad hería fuertemente a una de las observadoras, quería sentarse
que exhibían niños que habían tenido que enfrentar el nacimiento de nn su regazo, y ocasionalmente manifestaba incluso una regresión a
un hermano durante el comienzo del período de acercamiento, y 1,1 somnolencia. En esos instantes, la observadora no era evidente-
que luego se identificaban con el cuidado e interés que su madre pro- In nte otro objeto de amor ni meramente alguna persona del mun-
digaba al nuevo bebé. d no-materno, sino más bien una especie de sustituto simbiótico de
La internalización parcial parecía constituir una manera de li1 madre, una extensión del yo. Pero ya había comenzado tam-
enfrentar (o defenderse contra) la creciente vulnerabilidad que el 1!1 n la escisión del mundo objetivo (véase Kernberg, 1967). Los "ob"
deambulador experimentaba a medida que aumentaba su conciencia 1 'rVadores" se prestaban especialmente bien al ejercicio de esta
d fensa por parte del niño, al transformarse en blanco de sus reaccio-
n s de cólera impotente, para proteger la imagen de la madre buena
d la rabia destructiva del niño. Esto era particularmente observable
1 O No sabemos si esta reacción afectiva puede o debe considerarse a
edad tan temprana como identificación con el agresor o como identificación t 11 los niños que habían tenido una reladón no del todo óptima con
proyectiva. IUS madres durante las subfases anteriores.

114 115
Los mecanismos de escisión (véanse págs. 97 -99; 132) en esta Otros niños mostraban una variedad de fenómenos transicio-
época podían tomar varias form as. Si la observadora en ausencia d ll t les que estaban menos cl aramente rel acionados con sus madres.
la madre se transformaba en la "madre m a l a~', no podía hacer na- l'or ejemplo; consumían grandes cantidades de pretzels y galletitas, o
da bi en , y prevalecía un mal h.umor generali za do. El niño anhelaba l¡! n insistían en ll evar de un lado a otro su mamadera. Algunos niños
a la " madre buena", pero ésta parecía existir sólo en su fantasía. 110 podía n quedarse esperando en el cuarto de juegos sin sus madres,
Cuando volvía la madre rea l, podía ocurrir que el niño la saludara ~ in o que vagaban por el guardarropa en que las madres y los niños
preguntándole "¿Qué me trajiste?", o que la recibiera con todo un t'Oigaba n sus abrigos la ll egar al Centro. Acostumbrábamos ll amar a
espectro de reacciones de cólera, despecho, u otras actitudes negati- 1'5 cuarto "habitación trans icional", porque estaba ubicado entre el
vas. O bi en la observadora, como madre sustituta, podía transfor- I'Uarto de infantes -el mundo de la madre y el infa nte- y el cuar-
marse temporariamente en la " madre buena simbiótica", y el deam- lo de deambuladores -el mundo de la autonomía del deam-
bu lador sentarse pasivamente en su regazo y comer ga lletitas, como bu lador- . El guardarropa, además ten ia una ventana del piso al techo
un niñito peq ueño. Sin embargo, a la vuelta de la madre real podía que daba al mundo exterior; hay que añad ir que cuando los abri gos
haber un impulso a llegar a ella lo más pronto posible, y al mismo !'Staban colgados, representaba el cuarto de transi ción entre el hogar
tiempq un impulso a evitarla, como para eludir una mayor frustración . y el Centro.
El. deambulador podía ignorar a la madre a su retorno, o ir hacia ella La lectura de li bros de cuentos se transformó en otra actividad
y luego desviarse, rechazando después las insinuaciones de la madre. Ir, nsicional de parti cular importancia: a muchos deambuladores les
En estos últimos casos, parecería que la mad re ausente se hubiera gustaba que les leyeran mientras la madre no estaba en la habitac ión.
transformado en la madre " mala", y por lo tanto hubiera que evitarl a. 1 s libros de cuentos parecían ser de naturaleza transicional, puesto
Otra variación consistía en tratar en form a :ambivalente a la madre ¡ue satisfacía n la neces idad de distanciamiento y de exploración de
sustituta, a la vez como "buena" y " mala", como a la mad re verdadera un mundo más ampl io (mediante la simbolización y la fantasía); por
amada con ambiva lencia cuando estaba presente. otro lado, la situación servía al fin del acercamiento, de arrimarse a la
Vimos l.uchas de esta cl ase con mu cho grados y variaciones p rsona que leía.
diferentes. Se podían percibir con especi al claridad durante este pe- Si bien los deambul adores neces itaban saber durante este perío-
ríodo las raíces de muchos problemas y dilemas. típi ca mente hu- d dónde estaba la madre, y no les gustaba en general que los dejaran
manos, que a veces no se resuelven nunca por completo durante todo pasivamente (porqu e. reacc ionaban a la desped ida de la madre), se
el c iclo vi tal. rue ron volviendo ca da vez más capaces de dej ar a la mad re activa-
Fenómenos transicionales mente y por propia iniciativa. El cuarto mismo de los deambul adores
lomó gran importancia: pareció transformarse para muchos deambu-
También 'vimos otros mecanismos destin ados a enfrentar la se- l.:tdores en un refu gio de la relación conflictual con la madre.
paración durante la cris is de acercami ento. Una ni~ita que había 1os niños tendían a estar contentos allí; se absorbían en el ju ego
entrado en esta parte de la fase de acercamiento más tarde que otros e n juguetes y materia les, y entre sí. Comenzaron a formar una
niños - probablemente porque su madre se las ingenió para satisfa- r ' !ac ión con su maestra de juego, que estaba " di sponibl e en un nivel
cer sus necesidades y seguir siendo "omnipotente" por un ti empo tan 6pti mo" para todos ell os. Esta relación no era con una madre sustitu-
largo, en lugar de darle el suave empujoncito que req uiere el pi- ln, sino con un nuevo adulto, que podía ser útil para promover los
chón-, transfirió el requerimiento de posesión exclusiva de la madre Intereses del niño en el mundo exterior. Además, este nuevo adulto
a la sill a de ésta. Cuando la madre abandonaba la habitación, la niñi - p día ofrecer sati sfacc iones alternativas y canal izar así el descanten-
ta se sentaba en seguida en la si ll a de ésta. Si se lavantaba de ella, lo promoviendo sub limac iones incipi entes.
no permitía que nadie más se sentara allí. La palabra "mía" se volvi ó
importante pa ra ell a en ese período; no hubiera compartido a la Moldeamiento del acercamiento:
mad re con nad ie, y só lo podía soportar su ausencia si conservaba
la distancia óptima
la posesión excl usiva de su silla. La si ll a se transformó para ella en
una especie de obj eto-órgano util.izado como puente con la madre A la edad de 21 meses, podía observarse un a disminución
en el sentido de Kestenberg (1971 ). g nera l de la lu cha por el acercam iento. La gritería para lograr el

116 117
control omnipotente, los períodos extremos de ansiedad de sepa- En nuestra muestra relativamente pequeña de casos, los niños, si se
ración, la alternancia de exigencias de cercanía y de autonomía, se 1 s daba una oportunidad razonable, mostraban tendencia a desvin-
calmaban por lo menos durante un tiempo, pues cada niño parecía ,ularse de la madre y a gozar de su funcionamiento en el mundo en
una vez más encontrar la distancia óptima respecto de su madre, •xpansión (véase Greenson, 1968). Las niñas, en cambio, parecían
la distancia a la cual su funcionamiento era óptimo. En nuestro am- más absorbidas por la madre en presencia de ésta; exigían una mayor
biente de estudio, esta distancia óptima estaba generalmente e rcanía y estaban más persistentemente enredadas en los aspec-
representada por el cuarto de deambuladores, cercano pero separado, los ambivalentes de la relación con ella. Esto parecía vincularse
que ofrecía estimulación, oportunidad de ejercer autonomía y un .on la comprensión de la diferencia de sexos. Había un hecho
placer creciente en la interacción social. Los elementos de la crecien- muy importante: la herida en el narcisismo, que experimentaban
te individuación, que parecían posibilitar esta capacidad para fun- 1, s niñas al no tener pene, era casi sin excepción reprochaba a la ma-
cionar a mayor distancia, sin la presencia física de la madre, son los dre (véase pág. 122).
siguientes: 1) El desarrollo del lenguaje, es decir, la designación de
Por ejemplo, la madre de una niñita percibió que su hija se es-
objetos y la expresión de deseos con palabras específicas. La capa-
¡, ba volviendo cada vez exigente e imperiosa. Todo lo quería lo
cidad de nombrar objetos (Katari, 1961) parece haber proporcionado
ex igía, y se encolerizaba mucho si no podía obtenerlo. En el parque,
al deambulador un mayor sentimiento de capacidad de controlar
gún decía la madre, la niña insistía en que ésta la hamacara inter-
su ambiente. El uso del pronombre personal "yo" aparecía también a
minab lemente. Seguía acudiendo a su madre en busca de ayuda ante
menudo en ese momento, y otro tanto ocurría con la capacidad
cualquier situación difícil, más bien que intentar de alguna manera la
de nombrar a personas familiares y a sí mismo en fotografías;11
búsqueda de soluciones propias. En una oportunidad, luego de
2) el proceso de internalización, que podía inferirse tanto de actos de
una pelea ocurrida a raíz de la ausencia de su madre que había
identificación con la madre y del padre "buenos" y proveedores
Se !ido de la habitación, miró una lámina de un libro, en la que iden-
de satisfacciones, como de la internalización de reglas y exigen-
cias (comienzo del superyó); y 3) el progreso en la capacidad de ilfi có toda clase de imágenes pero no la de "la madre" (mecanismo de
expresar deseos y fantasías mediante el juego simbólico, así como el r chazo).
uso del juego para fines de dominio. A los 22 meses, otra niñita se volvió mucho más tozuda y nega-
Alrededor de los 21 meses, hicimos la importante observación ilvista. Objetaba particularmente el uso del tipo de ropas que su
en nuestras comparaciones mes a mes, de que ya no era posible madre elegía para ella y tenía berrinches cuando querían peinarla.
agrupar a los deambuladores de acuerdo con los criterios generales Al mismo tiempo, se volvió más apegada a la madre. En el Centro,
utilizados hasta entonces. Las vicisitudes del proc;:eso de indivi- d nde desde edad muy temprana se había distinguido por su disgus-
duac ión de los niños iban cambiando tan rápidamente, que ya no se 1 respecto de otros niños, se volvió aun más cautelosa frente a ellos
trataba de conductas específicas de una fase, sino individualmente y expresaba intenso disgusto si alguien trataba de "usurpar" la aten-
muy distintas, y diferentes de un niño a otro. Lo que aquí se plantea- ción de su madre. Le resultó cada vez más difícil ir al cuarto de deam-
ba no era tanto la comprensión de la separación, sino más bien bu ladores; cuando su madre la llevó finalmente allí, la niña volvía al
la manera en que esta comprensión era afectada por, y a su vez afec- r uarto de infantes, dejando atrás a la madre. No le interesaban mucho
taba, la relación madre-hijo, la relación padre-hijo (esta última se lo juguetes, excepto como objetos de interacción social con la ma-
diferenc iaba ya claramente de la primera), y la integración de la dre y con otros adultos. Volvía a menudo a su madre en busca de
person alid ad total del niño individual. Observamos también !' trecho contacto. Comprendimos esta conducta como una compe-
que parecía producirse en ese período una diferencia bastante signi- l •ncia desplazada con sus hermanos para lograr la atención exclusiva
ficativa en el desarro ll o de los niños, en comparación con las niñas. d su madre, pues la deseaba para sí misma, por ser la beba. La mayor
P•rte del tiempo no se opuso a que su madre abandonara la ha-
11 Al redactar este libro, no pudimos analizar nuestros datos lo suficiente hitación, pero corría hacia ella cuando ésta volvía. En una de estas
o asiones, corrió hacia ella con una muñeca y le mostró con
como para determinar en fo rma inequívo ca los detalles cronológicos y los fac -
tores contextuales de la aparición del " yo" (I) no sincrético. •xcitación cómo la muñeca hacía "pípí" .

118 119
Una tercera niñita que tenía 22 meses manifestaba deseo de cer- 11,1turaleza de la disponibilidad de la madre, o con los propios
canía con su madre, y también necesidad de estimulación fís ica por ~(·ntimientos y ansiedad de la madre a medida que el niño se iba
parte de ésta. La mad re respondía teniéndola en su regazo, acaricián- volviendo más individuado.
dola y estimu lándola de una manera bastante sensual. Cuando la En síntes is, esta "fase final" muy importante del acerca miento
madre ~o estaba, la niña se estimul aba mastu rbándose. Siguió gozan- tomo desarrollo intrapsíqu ico parecía ser la suma de las soluciones
do del JUego en el cua rto de deambuladores, pero iba más a menudo ,¡ las múltiples tareas evolutivas y maduracionales, a las que había
al cuarto de infantes, obviamente debido a su mayor necesidad de 11 gado cada niño individual durante el curso de su desarroll o parti-
estar cerca de la madre. A menudo se aproximaba a su madre ju- n il ar en las subfases, hasta el com ienzo de la cuarta subfase.
gando a las escondidas, o la tentaba de alguna manera a que le diera
caza, La niña mostraba reacciones directas de celos respecto de su 1;'/ comienz o de la identidad sexual
herma nita, e incluso había tratado de sacarle el biberón. A los 22
meses, esta niñita comenzó a utili za r la pa labra "mamá" por primera Las mad res comentaban a menudo que los cuerpos de sus niñi-
vez. También se despertaba durante la noche y ll amaba a la mad re. 1,1s prod ucían una sensac ión distinta del de los varones, que las
La buscaba y preguntaba por ell a cuando ésta se iba a una entrev ista. niñas era n más bl andas y mimosas. No queremos discutir si este sen-
Mientras la madre estaba ausente, la niñ a parecía jugar alterna- limiento de las madres estaba culturalmente determinado, o sl se
tivamente a ser la beba y a ser la mad re de los bebés. Esta situación d bía al hecho de que las bebas se amoldan rea lmente de una ma-
obedecía en gran medida, por supuesto, a múltiples factores, y sólo la 11 ra más plástica que los bebés; quizás se deba a ambas cosas. En
comprendíamos porque conocíamos detalladamente las subfases pre- lodo caso, la impres ión de la madre acerca del cuerpo de sus hijos
cedentes de la histori a evo lutiva de la niña, y porque conocíamos puede muy bien sufrir la influencia de alguna pautación temprana.
a la madre. 1n general, observamos que los niños eran más motores que las niñas
y se resistían más obsti nadamente a los abrazos y los besos, más all á
Los varones, en cambio, parecían enfrentar la percepción de la
de, e incluso durante, la diferenciación; también vimos que los ni-
falta de pene de las niñas de una manera mucho menos abierta; su
1os se interesaban antes en los objetos en movimiento, ta les como
apercepción se confu ndía con preocupaciones anales, y más tarde
,1Utos y trenes.
con ansiedades fá li cas de castración, expresadas en el simbolismo
de su juego. Cualesqu iera sea n las diferencias sexuales que pueden haber
pre-existido en el sector de los aparatos innatos del yo y de las mo-
~uando los niños andaban por los 23 meses, parecía que su
dalidades tempranas del yo, eran por cierto muy compli cadas y se
capac1dad para enfrentar la separación, y también la separación fí-
combinaba n en general con los efectos que producía el descubri-
sica rea l, dependía en cada caso de la histOfia de la relación ma-
miento de las diferencias anatómicas sexuales por el infante. Esto
dre-h ijo, así como del estado presente de esa relac ión; era por cierto
ocurría a veces durante el período de 16 a 17 meses o incluso antes,
mucho menos específica de la fase. Nos resultó difícil establ ecer
pero más a menudo a los 20 ó 21 meses.
exactamente en cada caso qué era lo que producía más ansiedad en
algunos niños y más capac idad de superarla en otros. Cada niño había Por lo genera l el niño descubría su pene mucho antes. El com-
estab lec ido en esa época sus propias maneras características de ponente sensorio-táctil de esta descubrimiento puede remontarse
sobreponerse a la ans iedad. Cuando ocurrían períodos de crisis, no incluso al primer año de vida (véase Roiphe y Galenson, 1972, 1973);
s1empre era fácil percibir con qué se relac ionaba la crisis. A veces, pero no hay certeza acerca de su impacto emocional. Sin embargo,
pa;ecía vinculada con la ansiedad del niño por su rápida individua- hemos observado que alrededor de los 12 a 14 meses la posición
Cion (muy a menudo esto producía un aumento de la ambiva lencia vertica l facilita la exp loración visua l y sensorio-motriz del pene
y de la agres ión), o con presiones corporales no relacionadas con (1ág. 84). Posiblemente en combinación con un progreso maduracio-
d:cepciones simultáneas respecto de la madre; en ciertas oportu- nal en la libidinización de la zona, esto llevaba a una mayor catexia
nidades, la criS IS parecía decididamente vinculada con presiones cor- ele este órgano, de exquisita sensibilidad y productor de placer.
porales (ora les, anales y fálicas, es decir, zonales) en el sentido de Diremos al pasar que raramente se ve en la psicología evo lutiva
Greenacre (1945). En otras, parecía relacionarse con la medida y psicoanalítica alguna referencia al hecho de que el descubrimiento

120 121
del pene, y particularmente la importante experiencia de su erección 1 n particular cuidado. Era, por así decirlo, su más hermoso y femeni-
y detumescencia involuntari as, estén en paralelo con la adquisi - l! "alter ego". Durante la ausencia del padre, la madre tomó un tra-
ción de la locomoc ión libre y volu ntaria del cuerpo. Excepto Lofgren h jo que le ocupaba parte del día, y durante ese tiempo Cathy estaba
(1968), no hemos encontrado ninguna referencia a que el niñito note ,¡1 cuidado de la madre de uno de los niñitos de nuestro estudio.
que su pene, órgano muy catex iado, se mueve (o sea se pone erecto) thy, que era precoz en todos los respectos, ya tenía un entre-
por sí mismo. Esta experiencia pasiva probablemente sea muy impor- n miento parcial de control de esfínteres. Un día notamos que no
tante. Parecería que el niñito llega a cobrar conciencia del movi - quería sentarse en la bacinilla; en cambio, comenzó a gemir y a aga-
miento involuntario de su pene al mismo ti empo que desarrolla el ¡rarse la zona genital. La madre nos había dicho previamente que en
dominio de su propio movimiento corporal en posición erecta (véase v rias ocasiones Cathy se había bañado con un am iguito. Al pregun-
Mahler, 1968a). IMie si Cathy había notado el pene de su amiguito, la madre nos dijo
En todo caso, la exp lorac ión que el niño pequeño hace de su que la ni ñita había comentado que su amiguito tenía dos bultitos en
pene durante la subfase de ejercitación, parecía al comienzo una 1,1 panza. Siguió un período de mal humor extremo, y esta niñita,
experiencia de absoluto placer; vari as madres informaron que sus h sta entonces encantadora, se volvió imposible de satisfacer en
hijos se masturbaban con frecuencia y tranquilos en su casa. Esto nuestro grupo de infa ntes. Un poco más tarde, Cathy comenzó a vol-
difería de la observación que efectuamos posteriormente en la fase de v rse no sólo malhumorada sino agresiva hacia los otros niños.
separac ión-i ndividuación (al final del segu ndo y comienzo del tercer Su fo rma particu lar de agresión (de la cual nada podía disuadirla)
año), ~n que los niños aferraban su pene para tranquilizarse. r nsistía en tirar del pelo a nenas y varones por igual. Eventualmente,
lt1 madre nos dijo que como Cathy odiaba que le lavaran la cabeza,
El descubrimiento del pene por las niñas las enfrentaba con algo
ll a la había estado llevando a la ducha con ella para lavársela al lí. En
de lo que ell as mismas carecían. Este descubrimiento produjo un am-
lti ducha, Cathy había agarrado a la madre por el vello pubiano, bus-
plio rango de conductas, que indicaban claramente ansi edad, cólera
<"<ndo obviamente el "pene oculto". Debido a la precocidad verbal de
y desconfianza. Las niñas deseaban anul ar la diferencia sexual. Por
thy, tuvimos oportunidad de seguir los altibajos de sus intentos
el lo nos pareció que en las niñas la masturbación tenía una cualidad
d remediar la herida narcisística de no tener un pene. Esto debe
desesperada y saturada de agresión más frecuentemente que en los
h berla lastimado tanto debido a la ausencia del padre, y quizás tam-
varones y a edad anterior. Ya hemos mencionado que este descubri -
bién porqu e hasta entonces ella había constituido un objeto de amor
miento coinc ide con la emergencia del afecto de envidia (pág. 1OS);
muy perfecto y querido para la madre, para sí misma y para todos los
en algunas de nuestras niñas, la envid ia temprana del pene puede
d más. La niña había manifestado una autoestimación floreciente y
..
haber explicado la persistente predominancia de este estado afectivo.
El descubrimiento de la diferencia anatómica sexual tomaba
ptima, aun máxima. Había otra niñita que se sintió también muy
herida por el descubrimient() de la diferencia sexual. También en este
diferentes formas en diferentes niños. Un niñito (q ue habló precoz- ; so era muy ev idente que la niña era perfecta para la mad re, y un
mente) descubrió el ombl igo de su madre y lo ll amó " pipí" . Se en- v rdadero completam iento de su propio yo (véase Stoller, 1973;
contrarán otros ejemp los mencionados a lo largo de este li bro. alenson y Roiphe, 1971).
La reacción más dramática (y sin embrago la más típica) al des- En una palabra, descubrimos que la tarea de llegar a ser un indi-
cubrim iento más bien repentino de la dife rencia anatómica sexual viduo separado parecía en general, en este punto, más difícil para las
fue exactuada y verba lizada por Cathy a la tierna edad de 14 meses. 11 nas que para los varones, porque aquéllas, al notar la diferencia
Esto nos resu ltó singu larmente co nmovedor, debido a las circu nstan- ~ xual, tendían a vo lverse contra la madre, reprocharle, exigirl e,
cias de la vida de esta niñita en ese período. Cathy era entonces par- ~ ntirse defraudadas por ella, y no obstante estar am bival entemen-
ticularmente vu lnerable porque su padre estaba temporariamente 1 li gadas a ell a. Exigían de la madre que sa ldara un deuda, por así
ausente. La niña era insólitamente brillante, encantadora, eminen- d cirio. Como la niña es afectada por su prop ia imperfección, puede
temente verba l, y precoz, gozaba del favor de todo el mundo y era un v lverse también imperfecta en el inconsciente de la madre. Los va-
gran consuelo para su mad re. Esta última sentía un orgullo poco rones, en cambio, parecían enfrentarse con la ansiedad de castración,
común por las cualidades femeninas de su hijita y la vestía siempre 1 ero esto sólo ocu rría más tarde; durante el segundo y tercer año, les

122 - ·- -- - --- 123


resultaba más fácil que a las nenas funcionar por separado: eran más que eran precursoras de la neu rosis infantil, pero que pueden incluso
capaces de volverse hacia el mundo exterior, o hacia su propio cuer- <'ntorpecer decididamente el camino del desarrollo de la neurosis
po, para obtener placer y satisfacción; también se volvían haci a Infantil, en el sentido clásico del término (!) . Como dijimos antes,
su padre como alguien con quien podían identificarse. En cierto modo <' 1 conflicto al comienzo es exactuado, es decir, indicado por con-
parecían enfrentar su ansiedad de castración en una fase de triangu - ductas coercitivas dirigidas hacia la madre y destinadas a forzarla a
lación casi-edípica (Abelin, 1972): en nuestro ambiente de trabajo no fu ncionar como la extensión omnipotente del niño; estas conduc-
era fácil seguir este proceso. lns alternan con signos de aferramiento desesperado. En otras pala-
bras, en estos niños con un desarrollo no óptimo puede discernirse el
Examen de la tercera subfase ·onflicto de ambivalencia durante la subfase de acercamiento por
En nuestro estudio observacional pudimos ver por qué ocurre .la le rápida alternancia de conductas de aferramiento y negativismo.
crisis de acercamiento, y también por qué, algunos casos, ésta se Es tas conductas alternantes son los ingredientes de los fenómenos que
transforma en un conflicto intrapsíquico irresuelto y sigue siéndolo. d nom inamos "ambitendenci a", es decir, la situación que se produce
Puede constituirse en un punto desfavorable de fijación e interferir mientras las tendencias en contraste no están aún plenamente inter-
as í con el desarrollo edípico posterior; en el mejor de los casos, acre- nali zadas. Este fenómeno puede ser en algunos casos un reflejo del
c ienta la dificultad de resolución del compl ejo de Edipo y le da un h cho de que el niño ha escindido el mundo de objetos en "bueno"
sello pecu li ar. La tarea evo lutiva en el apogeo mismo de la lucha por y " malo" de un modo más permanente que lo que sería óptimo.
la separación-individuac ión, durante la subfase de acercamiento, es Mediante esta escisión, se defiende al objeto " bueno" contra los deri-
rea lmente tremenda. Se encuentran y acumulan en esta importante vados del impulso agresivo.
encrucijada del desarrollo de la person alidad presiones y confl ictos Estos dos mecanismos -coerción y esc isión del mundo obje-
orales, anales y de la primera fase · genital. Hay una necesidad de 1 1- , si son excesivos, resultan tambi én característicos de la mayoría
renunciar a la omnipotencia simbiótica, y hay también una más aguda de los casos de transferencia fronteriza en adultos (Mahler, 1971:
conciencia de la imagen corporal y de la presión del cuerpo, en es- véa se también Frijling-Schreuder, 1969). Pudimos estudiar los posi-
pecial en los puntos de libidinizac ión zonal. Parece tambalear la bles antecedentes de este hecho en el material verbal de proceso
creencia en la omnipoten cia de la madre. primario de unos pocos niños al final de su segundo año de vida
Si bien se alivia en parte el temor de la pérdida de objetos y de y durante el tercer año. Estos mecanismos, junto con el probl ema
aba ndono en este estadio de la evo lución, la situación se complica le establecer lo que Maurice Bouvet (1958) describió como la " dis-
mu cho por la internali zac ión de las ex igencias parentales: esto no tancia óptima", pueden prevalecer ya en la cuarta subfase de la sepa-
sólo indi ca el comienzo del desarroll o del . 5uperyó, sino que tam- rac ión-individuación, en la época en que debe comenzar a lograrse
bién se expresa en el temor de perder .el amor del objeto (!). En la "constancia del objeto libidinal" ya disminuir las reacciones a la
consecuenc ia, observamos un a vulnerabilidad intensificada del separación.
deambulador en período de acercamiento. El temor de perder el Es probable que las perturbaciones que ocurren en la subfase de
amor del objeto va en paralelo con reacciones extremadamente , cercamiento reaparezcan en formas mucho más definidas e indivi-
sensibles a la aprobación y desaprobación de los progenitores. Hay dua lmente diferentes, durante la fase final de ese proceso en el cual
una mayor conciencia de las sensaciones y presiones corporales, en debe irse demarcando una autorrepresentación unificada a partir de
el sentido de Greenacre. Estas aumentan por la conciencia de las sen- una representación fusionada e integrada del objeto.
saciones intestinales y urinarias que se producen durante el período El resultado clínico de estas crisis de acercamiento será deter-
de entrenam iento de esfínteres, aun en el caso de un desarro ll o total - minado por 1) el desarrollo hac ia la constancia del objeto libidinal;
mente normal. Los niños a menudo muestra, en algunos casos muy 2) la cantidad y calidad de las frustraciones posteriores (traumas por
dramáticamente, una reacción al descubrimiento de la diferencia ana- ob retensión) 3) posibles traumas por shock; 4) el grado de la ansie-
tómica sexual. dad de castración; 5) el destino del comp lejo de Edipo; y 6) las crisis
La persistencia y el grado de la cr isis de acercamiento indican volutivas de la ado lescencia: todo lo cual funciona dentro del con-
una internalización prematura de confli ctos, perturbaciones evolutivas texto de la dotación constitucional del individuo.

124 125
Capítulo 7
LA CUARTA SUBFASE:
LA CONSOLIDACIÓN DE LA
INDIVIDUALIDAD Y LOS COMIENZOS DE
LA CONSTANCIA OBJETAL EMOCIONAL

D esde el punto de vista del proceso de separación-individuación,


la tarea principal de la cuarta subfase es doble: 1) el logro de una
Individualidad definida y en ciertos aspectos vitalicia, 2) el logro de
un cierto grado de constancia objeta!.
En lo que respecta al sí-mismo [self], hay una estructuralización
1 gran alcance del yo, y se producen signos definidos de interna-
lización de exigencias parentales, que indican la formación de pre-
cursores del superyó.
El establecimiento de la constancia objeta! afectiva (emocio-
n 1) (Hartmann, 1952) depende de la gradual internalización de una
Imagen constante positivamente catexiada de la madre. Esto, para co-
·' menzar, permite que el niño funcione separadamente (en ambientes
( miliares, por ejemplo en nuestro cuarto de deambuladores) pese a
grados moderados de tensión (añoranza) e incomodidad. La constan-
ia objeta! emocional se basará por supuesto, en primer lugar, en el
logro cognitivo del objeto permanente, pero también participan de es-
ta evolución todos los otros aspectos del desarrollo de la personalidad
del niño (véase McDevitt, 1972)1. La ultima subfase (aproximada-
mente el tercer año de vida) constituye un período evolutivo intra-
psíquico extremadamente importante, en el curso del cual se logra un
· ntimiento estable de entidad (límites del yo). En esta subfase parece
ocurrir también la consolidación primitiva de la identidad sexual.

1 J. B. McDevitt, en artículos y discusiones aún inéditos, ha elaborado en


~ rma significativa los criterios de la constancia de objeto libidinal, en el sen-
tido que le damos en este libro.

127
Pero la consta ncia objeta l implica algo más que el manteni- e onstancia obj eta l li bid ina l. Otros aspéctos de maduración y desarro-
miento de la representación del objeto de amor ausente (cf. Mahler, ll o instintivos y del yo toman parte en la lenta transición de la relación
1965a; M ahler y Furer, 1966). Implica también unifi cac ión del objeto rl ' amor más primitiva y ambivalente, a la relac ión más madura
" bueno"y " malo" en una representación tota l. Esto promueve la fus ión (que en el caso ideat raramente alcanzado, es postambivalente),
de los impulsos agresivo y libidinal, y modera el od io por el obj e- lllutua, de dar y tomar; con el objeto de amor, prop ia del niño en edad
to cuando la agresión es intensa. Nuestro punto de vi sta acerca de la c•s olar y del adulto.
constancia del objeto libi dina l es muy sim ilar (creemos que es idén- Antes de proseguir, debemos deci r algo más sobre lo que Piaget
tico) al de Hoffer, au nque los formulemos de un modo distinto. Hoffer di e acerca de la "perm anencia del obj eto" (Piaget, 1937; véase tam-
(1955) afirmó que la constancia obj eta l debe considerarse como el bién Gouin-Decarie, 1965) y sobre nuestro propio uso de la expresión
último estad io en el desarroll o de una relación objeta l madura. Ti e- t onstancia objeta/. La obra de Piaget (1937) ha aclarado que el desa-
ne una repercusión espec ial sobre el destino de los impulsos agres ivos rro llo de la permanencia del objeto ocurre a los 18 a 20 meses y se
y hostil es. En el estado de consta ncia objeta l, el objeto de amor no 1onsolida razonab lemente en esa época. Pero los estud ios de Piaget
será rechazado ni ca mbi ado por otro, aunqu e ya no pueda propor- ~e centran sobre objetos físicos inanimados, transitori amente cate-
cionar satisfacciones; en ese estado aún se añora al objeto, y no se lo xi dos. ¿Ocu rre este desarro ll o al mismo ritmo si se trata del obj eto
rechaza (od ia) como insatisfactorio simp lemente porque esté ausente. llbidina l, es decir, de la madre? Por los datos que hemos obtenido, de-
El lento establ ec imiento de la constancia del objeto emociona l ¡, mos contestar dec ididamente esta pregunta en forma negativa. Hay
es un proceso compl ejo y multidetermin ado, que incluye todos los p r lo menos dos diferenc ias fundamental es entre el objeto libidinal
aspectos del desa rrollo psíquiCo. Los determin antes previos esencia- y los objetos estud iados por Piaget: 7) el niño está en continuo con-
les son 7) la fe y la confianza a raíz de que ya en la fase simbiótica ha 1,\ to con el objeto li bidina l, es decir, con la mad re; y 2) estos
ocurrido un alivio regul ar de la tensión provocada por las necesi- I'Ontactos ocurren a menudo en condiciones de gran estim ul ación: de
dades, alivio proporcionado por el instrumento· de satisfacción de ,u oranza, frustración, gratificación, exc itación. La madre, que es un
necesidades. En el cu rso de las subfases del proceso de sepa ración- "objeto" en el sentido psicoana lítico, es decir, algo med iante lo cua l
individuación este alivio de la tensión provocada por las necesidades ~' logra gratificación de impulsos, es mucho más que un "obj eto" en
se va atribuyendo gradua lmente al obj eto tota l que las satisface (la 1•l sentido meramente físico-descriptivo del término . Creemos que el
mad reL y se transfiere luego, por med io de la internali zación, a la re- t ontacto repetido y el alto nivel de estimulación producen difere ncias
presentac ión intrapsíquica de la madre; y 2) la adquisición cognitiva l'n lo que respecta al grado de adqu isición de un concepto de per-
de la representac ión interna simbó li ca del objeto permanente (en el rn anenc ia (véase Bell,1970; Fraiberg, 1969; M cDev itt, 197 1, 1972;
sentido de Piaget); en nuestro caso, del objeto úni co de amor: la Pine, 197 4).
madre. Hay impli cados mu chos otros factores, tal es como la dotación
Pero el efecto del status libidinal del objeto sobre el grado de
y madu ración insti ntiva innatas, la neutrali zación de la energía instin-
,1dquisición de un concepto de su permanencia no es .de ninguna
tiva, la prueba de rea lidad, la tolerancia a la frustrac ión y a la ans ie-
manera inequívoco. Uno de nosotros ha sugerido que "el incremento .
dad, etcétera .
d 1 aprendizaje y del registro de recuerdos, que puede ocu rrir en
Sólo después de bien avanzada la constancia objetal, que de t ndiciones de estimulación óptima (esto es, un estado impul sional
acuerd o a nuestra concepción no parece ocurrir antes del tercer año que no alca nce dimensiones traumáticas) y de repetido encuentro, es
(véase Mahler, 1965b), la madre puede ser sustituida durante su ~ u sceptibl e de solidificar aspectos de la representac ión interna
ausenc ia físi ca, al menos en parte, por la presencia de una imagen rl 1 objeto libidina l aun antes de los 18 a 20 meses" (Pine, 1974).
interna confi ab le que se manti ene relativa mente estable, cualquiera M Dev itt (1972, inédito), por otra parte, hab lando del período aun
sea el estado de neces idad instintiva o de incomodidad intern a. Sobre p sterior a los 18 a 20 meses, sugiere que " la representación mental
la base de este logro, puede prolongarse y tol erarse mejor la sepa- rl la mad re puede ser tan vapu leada por violentos sentim ientos de
ración temporari a. El establ ec imiento de la permanencia del objeto 1' lera, que se desqu icie la estab ilidad de esta imagen, al menos en su
y de una " imagen menta l" de l objeto en el sentido de Piaget es un ,¡ pecto libidinal, por oposición al cognitivo" (véa nse también los
prerrequisito necesa rio, pero no suficiente, del establecimiento de la 1 apítu los 5 y 6, págs . 78-123). Es interesante agrega r que Bell (1970)

128 129
ha demostrado experimentalmente que los infantes que tienen rel a muchos otros factores evolutivos, del estado que prevalece en el yo, y
ciones armoniosas con su madre desarrollan la "permanencia de per d la respuesta afectiva del ambiente en ese momento. Damos a con-
sanas" antes que la "permanencia de objetos", mientras que si 1,1 llnuación un ejemplo.
relación es inarmónica ocurre lo contrario. (N uestros estudios han Describiremos la conducta de tres niños en el día en que se pi-
ilustrado ampliamente este punto.) Así, "la presencia de intensos vín· dió a sus madres, con adecuada exp licac ión, que se retiraran a su sec-
cu los libidinales y agresivos con el objeto puede ... contribuir a un lo· lor del cuarto de infantes y dejaran más sistemáticamente a sus hijos
gro más rápido y menos fijado de una representación permanente d<• h, jo el cuidado de la maestra del cuarto de deambuladores. Aquí,
un objeto permanente" (Pine, 1974; véase también L. Kaplan, 1972). t mo en nuestros ejemplos anteriores, cada caso se caracteriza por
Todo esto sugiere que el desarrollo de la constancia del objeto 11na conducta relacionada con la fase y por acentuadas variaciones
libidinal es un proceso comp lejo. En general, sin embargo, la cons Individuales.
tancia del objeto libidinal es suficientemente estable en el niño nor Tres deambuladores grandes (de 26 a 28 meses) estaban en
mal de 3 años, como lo representa sociocultura lmente la elección dP 1ondiciones de incorporarse al cuarto de deambuladores, que les
esa edad como punto común en que se considera apto al niño para r •sultaba ya muy fami liar. Su atractivo los había tentado por mu-
entrar en el jardín de infantes (véase A. Freud, 1963). t has meses, pero estaban en conflicto porque no querían dejar a
Esta cuarta subfase del proceso de separación-individuación no u madre en el cuarto de infantes y requerían su presencia en el cuar-
es una subfase en el mismo sentido que las primeras tres, puesto qu<' 1() de deambuladores. Cuando se pidió a las madres que se retiraran
tiene su extremo abierto por el lado de la mayor edad. ,11 cuarto de infantes, ubicado aliado y fácilmente accesible, pudimos
Vemos que ocurre un cambio prominente, aunque todavía sólo observar, por un lado, la reacción de los deambuladores a esta leve
relativo, entre los fenómenos de la subfase de acercamiento, con una ~ •paración, y por otra, la disposición de las madres a separarse de sus
mayor o menor dificultad en la despedida, y la acrecentada capacidad nlrios, que ahora funcionaban en forma más independiente, y la ma-
de jugar separadamente de la madre, con indicaciones de que el niño 11 raen que lo hacían (capítulo 2, págs. 36-39).
puede aferrarse automáticamente cada vez más a la imagen de la La primera niñita, cuya madre había estado emociona lmente
madre ("la madre buena") en ausencia de ésta. Pero estos cambios no dlsp,an ible de una manera óptima -ahora diríamos que alcanzó el
alcanzan un punto term inal único y definido.2 wado máximo- durante el curso de las subfases anteriores, pare-
Hemos establecido que a medida que esta subfase avanza, da haber progresado más que los otros niños en lo que respecta a
el niño se va vo lviendo en general cada vez más capaz de aceptar dP 1,1 constancia objeta!. Creemos que la imagen de la madre estaba ca-
nuevo la separación de la madre (como ocurría en el período de ejer- lex iada en forma positiva y no amb ivalente; en verd ad, esta niña com-
citación); en verdad, cuando está absor~ido por el juego, parece• ¡¡rendía dónde estaba la madre y podía arreglárselas muy bien durante
preferir quedarse en el cuarto de deambuladores sin la madre, a ten r 1111a breve ausencia de la madre (sea que ésta se hallara en otra
que dejar ese cuarto para estar con ella. Consideramos esto como hl bitac ión o hubiera salido del Centro) desde más o menos la edad
signo del logro incipiente de la constanc ia objeta! emoc ional. d 25 a 26 meses. El día en que se pidió a las madres que se quedaran
Sin embargo, parecen ocurrir en el niño muchos procesos complejos, t•n el cuarto de infantes, la investigadora jefe a cargo del cuarto de
conflictuales y no confli ctuales, en el curso del tercer año, que hacen ti ambuladores describió la primera reacción de la niñita de la si-
que la constancia objeta! sea aún un logro más bien fluido y r • guiente manera. La niña se quedó cerca de la madre mientras ésta
versible. Se trata todavía, como comunicó Hartmann a uno de noso- t•staba sentada con ell a en el cuarto de deambuladores. Cuando la
tros (Mahler), de una cuestión de grado.3 Depende del contexto d<• 111adre se fue, la niña se permitió interesarse cada vez más en el juego
Iniciado por la investigadora, y por un breve rato ni siquiera se preo-
t'upó por averiguar el paradero de la madre. En verdad, cuando la
2 Entre los psicoanalistas, Jacobson (1964) es el que aclara la persistenci.1 madre abandonó la habitación la niña no se dio cuenta en seguida de
de los problemas de fusión del yo y de las imágenes objetales hasta bien avan u partida. Sólo la percibió cuando estaba dibujando y se iba sintien-
zado el tercer año.
tl muy satisfecha consigo misma, punto en el cual preguntó varias
3 Comunicación personal v es, "¿Dónde está mamá?" Creemos que en ausencia de ésta, y que

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había sido capaz de utilizar el juego y su relación con personas ustituyéndo la por una relación niño-adulto uno a uno. Debe acen-
que le era fami li ares para mitigar su preocupación, sa ludaba a su luarse que la crisis de acercamiento aú n arroj a su sombra sobre el
mad re con sonri sas; hacía gestos de bienvenida con los juguetes qu<' progreso evo lutivo de esta niña hac ia la constancia objetal emocio-
llevaba y en genera l parecía auténticamente comp'l acida de verl a. nal; la progresión está muy a menudo, j alonada por regres ión y
El niñito mostraba una ausenci a de reacción afectiva aprovechando ¡~mb i va l e n c i a que interfiere muy visib lemente en el proceso de des-
ese momento deseaba compartir su dibujo con la mad re (acerca- P dida, cuando la "madre rea l" está aún potencialmente allí.
mi ento), pero cuando nad ie contestó su llamado fue capaz de seguir Es típi co que cuando hay una gran dosis de ambiva lencia en
dibujando, e incluso llegó a engolfarse más en esa actividad . (En nues- 1,1 relación, la sali da de la madre provoque una có lera y añoranza
tra descripc ión del tercer año, sin embargo, veremos con mayor ro ns iderab le, expresa o táctica; en ta les condiciones, ya no puede
deta lle cuá n delicadas, compl ejas y ab iertas a alternativas están aún 111 ntenerse la imagen positiva de la madre. Las reacciones de los
las vicisitudes de la constancia objetal emocional en ese período de Ir s niños al reencuentro con sus madres revelaron tamb ién pautas
edad). orprendentemente distintas en el desarrollo de la constanc ia de obje-
En contraste con la primera niñita, que había logrado aparen- lo. La primera niñita, que parecía haber conservado la imagen pos iti-
temente un alto grado de constanci a objetal lib id inal en este punto, v, de la mad rt durante la ausencia de ésta, y que había sido capaz
había un niñito que sufri ó frustrac iones tempranas en su relación con d util izar el juego y su relac ión con person as que le eran fami liares
la madre. Actuó ese día como lo había hecho en muchos días ante- >, ra mitigar su preocupación, sal udaba a su madre con sonri sas;
riores, como si tuviera una imagen interna conflictu al y ambi gua de \wcía gestos de bienven ida con los juguetes que le llevaba y en gene-
su madre, hasta el punto de que en general deseaba evitarla. En ese 1\11 parecía auténticamente complacida de verla. El ni ñito mostraba
día, estaba muy tranq ui lo y apagado desde su llegada al Centro. 1111a ausencia de reacción afectiva apropi ada: no se notaba ningún
Como de costumbre, se enfrascó en sus actividades, pero desde que >lacer por su parte cuando vo lvía la mad re. Esta comentaba que su
su madre aba ndonó el cuarto de deambuladores su humor bajó llijo no la echaba de menos, que "no le importaba". Cuando la segun-
de tono cada vez más, y ll egó quizás a estar incluso levemente depri - d, niñita veía que su mad re volvía, reaccionaba con visible amb iva-
mido. Expresó su infelicidad quedándose indiferente junto a la pil eta, 1 •ncia. Hacía muecas, luego trataba de sonreír, pero parecía herida y

sin interesarse en el juego con agua, que era por lo común una de sus t•nojada con su madre.
actividades favoritas . Sin embargo, no preguntó por su madre, y no Los referentes conducta les, indi cadores de estas variaciones en
parecía notar su ausencia, pero su mi rada era más bien distante. t• l desarroll o de la constancia de objeto emocional , son intel igib les
La segunda niñita mostraba otro tipo más de conducta. En ge- m dia nte el estudio de la relación del infante-deambu lador con su
neral, su tolera ncia a que la madre la dej ara e~q muy mala, aunque la madre du rante la subfase de la separación-individuación.
separación fuera muy breve. Respondía a la sa lida de la madre ele La primera niñita tuvo la buena suerte de haber disfrutado de
una manera inmed iata e intensa. Cua ndo notaba que la mad re estaba 1111a maternación óptima, es decir, flexible y progresiva, de acuer-
por irse, corría hacia ella, se aferraba, gemía y lloraba. La investi- d con las ca mbiantes necesidades de las subfases anteriores. Su
gadora sugirió a la niña que tomara una muñeca con la que había madre era pac iente, comprensi va, y estuvo emocionalmente dis-
estado jugando con gra n placer en la semana anterior. Por un momen- P nible de una manera coherente en las primeras dos subfases,
to la niñ a dejó de ll orar, abrazó a la muñeca contra su cuerpo, y pare- y uando fue evolutivamente apropiado -así lo pensamos en esa
ció esta r a punto de ponerse a jugar con ella; pero cuando se dio poca- alentó poco a poco la independencia de desarroll o y el
cuenta de que su mad re en verdad no se iba a quedar, fu e incapa7 uncionami ento autónomo de su hij a. En parte por dotación y en parte
de jugar con la muñeca. En ca mbio, apretaba a la muñeca y lloraba romo consecuenc ia de la óptima interacción mad re- hija en la fase
mi entras corría tras su madre. Por último, notó la figura de un mi em· lmbiótica y en las primeras dos subfases del proceso de separac ión-
bro del eq uipo que le era fami liar y cuya presencia parecía reco nfor Individuación, esta niñita había desarrollado en su segundo año de
tarl a un poco . Siri embargo, sigui ó abatida durante el lapso en que su vida las sigui entes características: confi anza básica, segu rid ad en su
mad re estuvo ausente. En otras palabras, podía mantener su equi - madre y en otras personas, y un narcisismo secundario sano con
li bri o emocional por un corto tiempo en ausencia de la madre buena autoestima. La niña estaba decididamente más avanzada que

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cua lquiera de sus coetáneas en lo que respecta al funcionamiento 11 1 lituto de la madre que satisfacía las necesidades, o trataba de lograr
secundariamente autónomo de su yo. Wtificaciones autoeróticas y n arc is~sticas tales como e! balanceo vi.o-
l t~nto en el cabal lito-hamaca o el m1rarse con frecuencia en el espe¡o.
Como observamos en el caso citado más arriba, esta niña, a l o~
25 y 26 meses, superaba las ausencias de su madre. Cuando pregun- u ansiedad de separación y su cólera contra la madre produjeron una
taba por ell a, entendía claramente una explicación simple sobre Sll '" ntuada regresión de tipo narcisista.
paradero y se quedaba satisfecha. Parecía que la niña tenía una ima·
1ti logro de la individualidad
gen interna sana y satisfactoria de su madre y una representación
intrapsíquica que era positiva y cargada de confianza. Esto permitía Como el niño aprende a expresarse verbalmente durante este
un excelente funciona miento autónomo del yo, pese a alguna leve d p •ríodo, podemos rastrear algunas de las vicisitudes del proceso de
sazón y "añoranza" causada por la ausencia de la madre. l'paración intrapsíquica de la madre, y los confli ctos que lo rodean,
Sin embargo, veremos que la constancia de objeto libidinal de o~n a lizando el material verbal que obtenemos del niño, junto con la
esta niñita, pese a su buen desarrollo, no podía mantenerse ante trau- l1 nomenología de su conducta. La comunicación verbal , que comen-
/ > durante la tercera subfase, se desarrolla durante ésta y en la cuar-
mas de shock insó litamente fuertes y acumul ados (págs. 160-162).
loi subfase de la separación-individuación, y reemplaza lentamente a
Nos sorprendió ver, el día en que se pidió a las madres que per- lo otros modos de com uni cación, aunque el lenguaj e gestual de todo
manecieran en el cuarto de infantes, con qué resistencia la madre de 1•l uerpo y la afectomovilidad aún siguen siendo muy visibles. El jue-
esta niñita cump lió el pedido de la investigadora jefe, cuidadosa- 1\0 se vuelve más planificado y constructivo. Hay un comi enzo de
mente explicado, de que las madres se retiraran al cuarto adjun- 11 1 go de fantasía, desempeño de roles y juego como-si. Las observa-
to, fácilmente accesible, y dejaran que sus hijos fueran y vinieran r 1 nes acerca del mundo real se vuelven detalladas y están cla-
a voluntad. (Por primera vez se nos hizo claro que la madre de esta 1\lmente incluidas en el juego, y hay un creciente interés en los
primera niñita no sólo estaba "disponible" para ell a en forma ópti ma 1 ompañeros de juego y en los ad ultos que no son la madre. Com ienza
y no específica de la fase, sino que lo estaba en med ida excesiva.) ,¡ desarrollarse un sentimiento del tiempo (y también de las relaciones
En contraste con esta madre, que estaba demasiado fácilment 1• paciales), y junto con él, una creciente capacidad de tolerar la
dispon ible no sólo en la subfase de acercamiento sino mucho des- d •mora en la gratificación y de soportar la separación. El niño de esta
pués, la madre del niñito (que hemos descripto brevemente más arri - 11lad no sólo comprende, sino que también utiliza, conceptos tales
ba) no podía dejar de ser impredecib le en sus actitudes y tendencias t omo "más tarde" o "mañana": experimenta con tales conceptos,
emocionales respecto de su hijo. Cuando lo vigil amos después que su fl larizados por la idas y venidas de la madre. Vemos una fuerte
madre abandonó el cuarto de deambuladores, ~ niño parecía estar r'<'S istencia activa a las exigencias de los adultos, una gran necesidad
completamente engolfado en juegos de fantasías, tenía a veces una y t~n deseo (a menudo todavía no realista) de autonomía ( ind~pen­
expresión fac ial serena y otras triste, carecía de la vivacidad carac- d ncia). También es característica de esta subfase la recurrencta de
terística de esa edad, y no se relac ionaba bien con personas. Aun 1111 negativismo leve o moderado, que parece ser esencial para
así, el funcionamiento autónomo de su yo era excelente. En otras 1'1 desarrollo del sentimiento de identidad . (E l niño está aú n princi-
pa labras, tuvo que confi ar y confió con excesiva predominancia y pre- P<lmente en la fase anal y fáli ca temprana del desarrollo zonal.)
coc idad en su propia autonomía, reprimi endo aparentemente su Así, la cuarta subfase se caracteriza por el despliegue de fun-
necesidad emocional de apoyo de la madre. t Iones cognitivas complejas: la comunicación verbal, la fantasía y la
La segu nda niñita seguía reaccionando a la despedida de la ma- prueba de realidad. Durante este período de rápida diferenciación
dre con gran ansiedad; se ponía triste, se sentía desdichada y se retraía. d 1 yo, desde 20 ó 22 meses hasta 30 ó 36 meses, se desarrolla tanto
En los días en que no estaba demasiado perturbada, podía enfrentar !,1 individuación que incluso una descripción sintética de ella exce-
parcia lmente la situación maternando activamente a su muñeca, es 11 •ría del ámbito de este libro (Esca lona, 1968). Baste decir que el
decir, identificá ndose con su madre. De no ser así, se transformaba 1' tablec imiento de representaciones mentales del yo como algo neta-
ella misma en la beba desamparada, que comía constantemente, bus- m nte separado de las representaciones de los objetos, prepara el
caba a su observador favorito (mascu lino) y se apoyaba contra él como e ;¡mino para la formación de la autoidentidad.

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En casos ideales, durante la segunda mitad del tercer año per madre, que deseaba buscar jugando contacto corpora l con el niño.
siste el investimiento libidinal haya o no una satisfacción inmed iata, y Al mismo tiempo, el niño parecía buscar y gozar con frecuencia
esto permite que se mantenga el equ ilibrio emocional del niño d juegos más enérgicos con el padre. Tenemos la impresión de que
durante las ausenc ias del objeto. t'stas conductas eran signos de temor de reengolfamiento por la "ma-
Durante el período de simbiosis normal, el objeto narcisística- dre después de la separación", que estaba narcisísticamente investida
mente fusion ado se percibía como "bueno" -es decir, en armonía p ro era un peligro contra el que había que defenderse; algunos de los
con el yo simbiótico-, de modo que la identificación primaria ocu- niños parecían creer aú n en la omnipotencia de esa madre, aunque
rría bajo una valencia positiva de amor. Cuanto menos gradualmente ~ ntían que ella ya no les dejaba compartir sus poderes mágicos
y más abruptamente surge la concienc ia intrapsíquica de la separa- (Mahler, 1971 ).
ción, o cua ndo más intrusivos y/o impredecibles son los progenitores, Las principales condiciones de la salud mental, en lo referente
tanto menor será la gravitación ejercida por la función adaptadora y ,,¡desarrollo preedíp ico, se centran en el logro y continuidad de la
negociadora del yo. Es decir, cuanto menos predecible y confiable o ra pacidad del niño para retener o restablecer su autoestima en el con-
cuanto más intrusiva haya sido la actitud emociona l del objeto de 1 xto de una relativa constancia objetallibidinal. En la cuarta subfase,
amor en el mundo externo, tanto mayor será la medida en que 1 que es abierta, deben tener principio ambas estructuras internas: la
objeto se mantiene como, o se transforma en un cuerpo extraño no constancia objeta! libidinal y una autoimagen unificada basada en
as imil ado -un introyecto "malo"- en la economía emocional verdaderas identificaciones del yo. Sin embargo, creemos que estas
intrapsíqu ica (cf. Heimann, 1966). En el esfuerzo por expu lsar este dos estructuras representan meramente el comien zo del proceso evo-
"introyecto malo" entran en juego derivados del impulso agres ivo; y lutivo en curso.
parece desarrollarse una acrecentada proclividad a identifi car la La "madre interna", la imagen interna o representación intra-
autorrepresentac ión con el introyecto "ma lo", o por lo menos a con- psíquica de la madre, debe llegar a esta r más o menos dispon ible
fundir ambas cosas. Si esta situación emerge durante la subfase d 'n el curso del tercer año, para proporcionar confortación al niño en
acercam iento, puede desencadenarse tanta agresión como para inun- ,\usencia física de la madre. La primera base de la estabi lidad y
dar o barrer al "objeto bueno", y junto con él, a la autorrepresen - 1 cua lidad de esta representación interna es la relación real madre-
tación buena (Mahler, 1971, 1972a). Esto estaría indi cado por fuertes hijo, como la vimos desenvolverse en la interacc ión cotid iana entre
berrinches precoces, por los intentos cada vez más decididos d ,1 mbos. Parecía ser resultado de las tres subfases precedentes. Sin em-
ob li gar a la madre y al padre a funcionar como yoes casi-externos. bargo, éste no es de ninguna manera un punto terminal. Mostraremos
En una palabra, puede producirse una gran ambivalencia, que si - en la parte 111, cuando demos una descripción mas detallada de las·
gue dañando el desarrollo sin tropiezos hacia la co nstanci a de objeto vicisitudes de la separación-individuación de cinco niños, cómo este
emociona l y el narcis ismo secundario sano. Estas' son las conse- nuevo y pequeño ser, que en su tercer año está dispuesto a poner en
cuenc ias en el caso de los niños en los cuales una comprensión ,1 ción su funcionamiento independiente en un mundo ya relativa-
demasiado repentina y penosa de su desamparo ha producido una mente ampliado, trata de capear sin la presencia física de su madre
contracc ión demasiado repentina de su sentimiento previo de om- 1, s nuevas tormentas que a veces amenazan con barrer, o incluso lo
nipotencia, así como de la omnipotencia mágica compartida con 1 gran, esa delicada estructura interna recién formada de relativa
los progenitores, en el sentido de Edith Jacobson (1954). Estos son los onstancia emocional.
deambuladores que en el tercer año en particular muestran tendencia
Las amenazas contra la constancia objeta! libidinal y el fun-
a esc indir el mundo objeta! en "bueno" y "ma lo", y para los cuales
ionamiento individual separado se originan en varias fuentes.
la "madre real" (Bowlby, 1958), "la mad re después de la separación" Ante todo, hay la presión de la maduración de los impulsos, que en-
(Mahler, 1971 ), es siempre frustradora, y cuya regul ac ión de la autoes-
frenta al niño con nuevas tareas durante la fase anal, que implica
tima es muy preca ri a.
exigencias de control de esfínteres. Luego, al entrar en la fase fálica,
Hemos observado que muchos de nuestros niños normales se ,¡ niño se vuelve mucho más co nsciente de la diferencia sexual, y
retraían de la madre o mostraban otros signos que había que inter- junto con ello experimenta una ansiedad de castrac ión de variable
pretar como una especie de temor erotizado a ser acorralado por la intensidad .

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Los psicoanalistas están bien al tanto de la gran vari edad d mantener la constancia de objeto libidinal durante la cuarta sub-
negac iones, fantasías, acusaciones y temores con que el niño trata r. se. Trataremos de determinar en qué medida ll ega a su fin, si es
de enfrentar estos prob lemas. Para nosotros, es importante ver en este que lo alcanza, la lucha característica de la subfase de acerca-
punto de qué manera todo esto afecta a la incipiente constancia ob- mi ento, y/o la manera en que la solución de las cris is de acercamien-
jeta! li bidinal y al investimiento libidinal del yo en proceso de indi- lo promueve u obstacu li za el progreso hacia una individualidad
viduación. (, utoidentidad) sana y hacia la constancia objeta l. Asimismo procu-
r remos demostrar cómo cada niño comienza a organi za"r de una
Hemos descrito de qué modo la ans iedad de castración, ya
manera característica y va solidifi cando gradua lmente la estru ctu-
desde la segunda mitad del segundo año en adela nte, puede contra-
r, defens iva, y también el estilo adaptativo de cada niño, es decir,
rrestar el desarrollo y la integración sana de las autorrepresenta-
sus ma neras de enfrentar sus problemas individualidades (véase
ciones (probab lemente, ante todo, la imagen corpora l), y tamb ién los
Mahler y Mc0evitt,1968).
procesos identificatorios, li bidi nalmente catexiados. Los traumas acu-
mulativos de carácter evo lutivo (cf. Kha n, 1964), en la fase anal y
especialmente en la fálica, pueden constituir un bloqueo en el pro-
ceso de constancia del objeto, y también en el de la consolidación
preli minar de la individualidad del niño.
Estos eventos precedentes y en curso determinan de una mane-
ra decisiva el estilo y grado de integrac ión de la individualidad del
niño de tres años. Ambos logros -consolidación de la individuali-
dad y constancia emocional- se ven fác ilmente cuestion ados por la
lucha que se produce en torno de los hábitos de eliminación, y
por la conciencia de la diferenc ia anatóm ica entre los sexos, lesión
del narcisismo para la niña pequeña y gran peligro para la integridad
corporal del niño en esa edad.
En el tercer año, hay en la vida de cada niño una constelac ión
particular que es resultado de la personalidad empática de la madre
experienciada hasta entonces, que puede ser óptima o menos que
óptima, y de su capac idad de maternación, a la qu~ el niño responde.
Esta respuesta se extiende hacia el padre y hacia toda la constelación
psicosocial de la fa mi lia del niño. Sus reacc iones está n muy influi-
das por sucesos accidenta les, au nque a veces decisivos, tales como
enfermedades, intervenciones quirúrgicas, accidentes, separaciones
de la madre o del padre, es decir, factores experienc iales. Los even-
tos accidentales de esta clase constituyen, en cierto sentido, el desti-
no de cada niño y son la sustancia a partir de la cua l se forman los
temas y tareas de la vida particul ar de éste, que son infin itamente
variados, pero tamb ién infinitamente recurrentes.
Cuando describamos los movimientos de aumento y disminu-
ción en el cam ino hacia, y en el alejamiento de, la constancia de ob-
jeto emoc ional de los cinco niños cuyo desarroll o hemos seguido a
través de los confli ctos de acercamiento hasta el final del tercer año,
veremos los conflictos y luchas de cada niño, tendientes a obtener y

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