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NEURODESARROLLO DEL LENGUAJE Y DEL CONOCIMIENTO DEL

LENGUAJE

Desarrollo del lenguaje

El desarrollo del lenguaje se encuentra intrínsecamente ligado a la madurez


cerebral del niño y al contexto sociofamiliar en el que se esté desarrollando. Tal y
como veremos en los siguientes apartados, el lenguaje infantil se inicia con un
período prelingüístico en el que, el bebé emite pequeños balbuceos que se irán
convirtiendo poco a poco en expresiones sonoras; éstas, a pesar de no tener
relación con el lenguaje tal y como lo entendemos, adquieren un significado
contextual, permitiendo que pueda expresarse con las personas de su entorno.
Aproximadamente en el 8º mes, el balbuceo del bebé dará lugar a un
comportamiento ecolálico del que emergerán sus primeras palabras (como pueden
ser "mamá" o "papá"), y a partir de este momento aumentará exponencialmente la
capacidad del niño de producir palabras. Durante el 2º año de vida, se produce
una explosión funcional en su capacidad de adquirir y manejar el lenguaje. Esta
explosión coincide con un pico de mielinización de los axones, lo que permite que
haya una conexión más fluida en los circuitos neuronales que se establecen entre
diferentes áreas cerebrales, provocando un manejo más integrado del uso del
lenguaje (Rodríguez, 2016). Desde este momento, el niño avanza de manera
vertiginosa en el manejo y adquisición de este proceso, de manera que a los 5-6
años, podemos decir que ya ha estructurado la base del lenguaje, y tendrá que
enriquecer y optimizar su manejo, aprender a manejar la lectura y escritura,
perfeccionar el manejo social del mismo y aprender a utilizarlo voluntariamente
como herramienta de pensamiento (Pérez y Capilla, 2008).

A nivel corporal, un niño de 3 años tiene ya todos sus dientes de leche, el


abdomen ya no es redondeado y la longitud del tórax supera la de la cabeza,
pierde el aspecto de bebé y se hace más longilíneo. El crecimiento corporal va
haciéndose cada vez más evidente, y aproximadamente aumenta unos 3 Kg de
peso y 7 cm de longitud por año.
La circunferencia craneal pasa de 50 cm a los 3 años de edad, a 53 a los 10 años:
aumenta “solamente” 3 cm. En esta etapa, aunque siguen construyéndose nuevos
circuitos neuronales, predomina la consolidación de los circuitos formados en la
etapa anterior. La mielina va envolviendo los circuitos que se hacen más
consistentes con el uso y así va engrosándolos, siendo este aumento de grosor lo
que más hace crecer el cerebro en esta etapa.
Este enlentecimiento del crecimiento se corresponde con una disminución del
apetito y del ritmo de las comidas, y con menos necesidad de horas de sueño, en
la mayoría de niños desaparece la siesta.
En cuanto al neurodesarrollo predomina aquí el progresivo dominio del
lenguaje y con él, la evolución del pensamiento, la comprensión del entorno y la
sociabilidad.
Entre los tres y los seis años los niños son más competentes con respecto al
conocimiento, a la inteligencia, al lenguaje y al aprendizaje, dado que se observa
una mayor capacidad para el procesamiento de la información como producto de
las conexiones que se establecen entre los lóbulos cerebrales.
Este procesamiento de la información está relacionado con la percepción, en la
que confluyen dos tipos de fases: en la primera, se construye la información a
partir de las sensaciones que captan nuestros receptores. En la segunda, se hace
a partir de la memoria, que completa la información recibida y nos ayuda a
interpretarla mejor.

Desarrollo del Lenguaje


Las reglas generales del neurodesarrollo rigen la adquisición del lenguaje:
Es secuencial – sucede en todos los niños más o menos al mismo tiempo con un
patrón similar.
Es uso-dependiente – el lenguaje surge de la interacción con otros.
Hay un período crítico para su aparición – no puede aparecer antes de que el
cerebro esté maduro para albergarlo, ni después porque luego será mucho más
difícil.

Los trastornos del lenguaje son ya evidentes en esta etapa y afloran las
dificultades en los aprendizajes formales, muy probablemente relacionadas con la
falta de maduración y consolidación de los circuitos que posibilitan la adquisición
de los aprendizajes académicos.
En esta etapa se confirma el diagnóstico de autismo y puede hacerse diagnóstico
de Trastorno por Déficit de Atención-Hiperactividad –TDA-H–. No es infrecuente
que en un mismo niño encontremos varios problemas a la vez.

Consolidación de los circuitos formados


Según el niño mejora su destreza fonatoria y amplía su vocabulario, será mejor
comprendido por todos. Más o menos a los veinte meses, dice unas cincuenta
palabras, y entonces empezará a combinarlas de dos en dos y dirá cosas como
«mamá guapa». Pero las frases de solo dos palabras suelen ser muy imprecisas,
y «Mami come» puede significar que el niño quiere comer, que la madre está
comiendo o que el niño quiere que coma, por lo que será el contexto lo que
permitirá al adulto comprender el significado para ayudar al niño a avanzar en sus
competencias comunicativas.
Como la práctica del lenguaje es lo que facilitará su desarrollo, es muy importante
no ignorar sus intentos de comunicación, ya sean gestos, ya sean sonidos o
palabras, y contestarle siempre. Cuando el niño habla y recibe una respuesta,
comprende que la comunicación ha funcionado, entonces se anima a seguir
hablando y acelera la adquisición de su vocabulario, de modo que alrededor de los
dos años usa entre doscientas y trescientas palabras, aunque puede entender casi
dos mil.
El siguiente paso es aprender a combinar las palabras que conoce ordenándolas
en oraciones aún muy elementales, para lo cual utiliza un habla telegráfica y dice
cosas como «nene quiere agua», «este pie pupa» o «perro tiene pelota». A pesar
de ser rudimentarias, estas frases contienen una estructura correcta con sujeto,
verbo y complementos, pero aún no sabe usar plurales ni género, ni conjugar los
tiempos verbales, ni emplear adecuadamente las partículas que «afinan» el
lenguaje y le dan todos sus matices, como los artículos, preposiciones y
pronombres.
Su vocabulario sigue ampliándose cada vez a mayor velocidad y entre los dos y
los tres años empieza a hablar más. Pero se trata de un lenguaje que acompaña
su acción y, para entenderlo, es necesario estar presente cuando el niño habla. Al
cumplir los tres años la mayoría de niños tienen un vocabulario amplio de unas mil
palabras, que pronuncian de forma inteligible y con las que construyen frases que
permiten una comunicación sencilla pero fluida. Parece entonces conveniente que
los padres dediquen tiempo a achuchar y hablar a sus hijos, aunque parezca que
no los entienden aún. Cuando todavía no podemos hablar, los humanos nos
hacemos una idea de cómo es el mundo a través de los sentidos. Escuchar la voz
y la risa de nuestros padres, así como sentir su abrazo, su tacto y sus besos, nos
permitió una vez empezar a idear el mundo en nuestra mente. Sin su
concurrencia, el neurodesarrollo no es el mismo.
Han concluido los tres años más dinámicos y prolíficos que tendrá en toda su vida.
Gracias al progresivo dominio de sus capacidades motoras, ha aprendido a andar
solo y su movimiento corporal es cada vez más preciso. Corre, salta, sube
escaleras, chuta una pelota… Todo lo hace ya con total desparpajo. También
controla sus esfínteres y utiliza el orinal para hacer sus necesidades. Con las
manos es capaz de realizar labores difíciles y de precisión, como comer con
cubiertos o garabatear.

de los 3 a los 6 años


De los tres a los seis años, cuando se adquieren los elementos básicos del
lenguaje, se amplía el vocabulario y se aprende a dominar la gramática, el
pensamiento del niño se hace más elaborado y establece sus primeras relaciones
sociales.
De los 3 a los 6 años predomina el dominio progresivo del lenguaje
se amplía el vocabulario: desde unas 100 palabras a los 3 años a 2.000 a los 6
años.

de los 6 a los 10 años


De los 6 a los 10 años predomina el desarrollo del pensamiento formal con el
dominio del lenguaje, mejora la comprensión del entorno y se adquieren nuevos
conocimientos basados en la lógica de lo concreto.
de los seis a los diez años, se perfecciona el dominio del lenguaje a través de su
estudio. La lectura y la escritura dan acceso a los conceptos académicos, y el
marco escolar desarrolla los talentos personales y sociales, mientras los padres,
aún muy importantes, van quedando en un segundo plano porque el niño debe
encontrar el sitio que ocupa entre sus iguales.

A partir de los tres años de edad, empieza a fijarse tanto la dominancia manual
como la localización cerebral del lenguaje que, en estos años de párvulo, va a
experimentar su mayor y más rápido desarrollo. Primero, las ideas se transforman
en palabras, y aprende una media de dos palabras nuevas al día, de modo que su
vocabulario se amplía de las mil palabras que de promedio conoce un niño de tres
años a las tres mil de uno de seis.
de modo que su vocabulario se amplía de las mil palabras que de promedio
conoce un niño de tres años a las tres mil de uno de seis. El vocabulario aumenta
en cantidad y calidad, lo que va a permitirle un uso cada vez más correcto del
lenguaje para expresar con precisión sus pensamientos. Poco a poco aparecen
los artículos, que deben concordar con el género del nombre, el uso de otros
pronombres personales además del yo, los pronombres posesivos, las
preposiciones, los adverbios de lugar y tiempo, el uso de verbos auxiliares y, con
ellos, los tiempos verbales pasados y futuros, y por fin el uso del condicional.

Con la ampliación del vocabulario y el uso de preposiciones, pronombres y


tiempos verbales, empieza el caos. Es frecuente que entre los tres y los cinco
años se produzca una etapa de confusión en la que el niño mezcla las formas
verbales y pronominales de forma inadecuada. De este modo, aunque el adulto
insista en corregirlo cuando dice «te quiero darte un beso», el niño persistirá en su
error y solo lo corregirá cuando se convenza de que es incorrecto.
Es a partir de los cinco años, al empezar a usar los adverbios de tiempo, cuando
aparecen los complementos circunstanciales de tiempo —«después de comerme
la carne, me comeré las patatas»—, porque justo a esta edad surge la noción del
tiempo.
Con este progreso del lenguaje crecen las áreas temporales que lo sustentan, su
volumen alcanza la mitad del que tendrá en la edad adulta. También participan en
la memoria y permiten al párvulo situar los sucesos en el tiempo y el espacio,
recordar lo que ha hecho —a esto lo llamamos memoria episódica—, pero solo
aquellos momentos especiales para él permanecerán por siempre en su memoria
—memoria autobiográfica—, lo cual da continuidad a su historia personal, a su
conciencia del yo. Es la edad en que se fijan los primeros recuerdos y cuando se
puede empezar a anticipar el futuro.
La progresión en las capacidades lingüísticas está implicada y promueve los
avances en todas las áreas del neurodesarrollo. El lenguaje parece ser en gran
medida el centro de nuestra actividad mental y el mediador de las funciones de
integración y adaptación del cerebro. Por eso es importante detectar cuanto antes
los retrasos y trastornos en su desarrollo, incluso antes de esta etapa en que se
hacen ya evidentes.
Los circuitos cerebrales del niño de seis años son ya muy estables. Aunque según
aprende continúa modificándolos, la mielinización se completa hacia los siete años
de edad, como reflejo de la madurez y eficiencia alcanzadas en los procesos
sensoriales y perceptivos, lingüísticos y cognitivos. Leer y escribir son
determinantes, pues la lectura da acceso al resto de conocimientos y la escritura
permite transmitir los propios.

TRASTORNOS DEL LENGUAJE


La calidad del lenguaje depende de una adecuada estructura anátomofuncional y
de la influencia del medio.
El niño con trastorno del lenguaje puede presentar desarrollo deficiente de la
comprensión (habilidad para entender o decodificación) o de la producción
(capacidad de lograr una comunicación simbólica hablada, escrita o gestual)
Podemos encontrar algún trastorno de la audición o del lenguaje receptivo, del
habla o del lenguaje expresivo, aunque son frecuentes los trastornos mixtos.
La prevalencia de los trastornos del lenguaje llega al 15% en los preescolares, 3 a
6% en los escolares. Es cuatro veces más común en varones, y también es
frecuente la historia familiar. Los trastornos de expresión de lenguaje son notorios
entre los 18 y 36 meses.

En caso de que el niño tarda en hablar, debemos considerar las siguientes


etiologías: retraso simple del lenguaje (RSL), trastorno específico del lenguaje
(TEL), trastornos del espectro autista (TEA), discapacidad intelectual, hipoacusia,
hijos de padres sordo-mudos y privación ambiental extrema. La hipoacusia es la
tercera causa en frecuencia, por lo que se debe descartar, en primer lugar, en
todos los niños con retraso o alteraciones en el lenguaje. Su incidencia en el
período neonatal es de 3-5/1000 nacidos vivos, siendo la enfermedad congénita
más frecuente, incluso más que el hipotiroidismo (15).

En los niños que dejan de hablar (regresión del lenguaje), debemos buscar afasias
adquiridas secundarias a lesiones cerebrales (expresivas o receptivas); síndrome
de Landau Kleffner (afasia epiléptica); mutismo selectivo; regresión autista;
síndrome de Rett; trastorno desintegrativo infantil (TDI), y enfermedades
degenerativas (12,14,15).

Cuando el niño habla mal, reconoceremos alguno de estos trastornos: tartamudez


(también llamada espasmofemia), disartria, dislalia, trastornos de la prosodia y voz
nasal. Debemos distinguir entre la tartamudez evolutiva, parte de la adquisición
normal del lenguaje, y la verdadera, que requiere intervención (12,14,15).

Otros trastornos incluyen el de tipo semántico-pragmático y los trastornos del


lenguaje escrito (dislexia, disgrafia, hiperlexia, etc.) que requieren reconocimiento
y una intervención temprana y oportuna.

TRASTORNOS DEL DESARROLLO SOCIAL Y AUTISMO


La definición del autismo ha evolucionado en los últimos años, hasta llegar a la
que tenemos actualmente y que corresponde al Diagnostic and Statistical Manual
of Mental Disorders, Fifth Edition (DSM-5) (17) (Tabla 5). Los criterios utilizados
han sido resumidos en dos puntos principales: déficit en la interacción social y la
comunicación, y presencia de intereses restringidos y repetitivos
(comportamientos estereotipados verbales o motoras, sensoriales o
comportamientos inusuales, y/o adhesión excesiva a rutinas y patrones
ritualizados de comportamiento).
Bibliografía y Webgrafía
https://neuropediatra.org/2017/02/06/desarrollo-del-lenguaje/
https://neuropediatra.org/2015/12/16/etapas-del-neurodesarrollo/
https://www.orientacionandujar.es/wp-content/uploads/2016/03/Gu%C3%ADa-pr
%C3%A1ctica-para-docentes-y-familias-ayudar-a-mejorar-el-lenguaje-oral-y-
escrito.pdf
La aventura de tu cerebro El neurodesarrollo: de la célula al adulto María José
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