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1. Introducción
La pena no solo es uno de los elementos más característicos de la
ley penal, sino también, se trata del elemento más tradicional,
puesto que su origen se remonta históricamente a los inicios del
hombre viviendo en sociedad y aplicando consuetudinariamente
una sanción como forma de control social. Hoy en día, la pena sigue
siendo un mecanismo de control social que se encuentra regulado
dentro del ordenamiento jurídico en materia penal, cuya regulación
resulta indispensable para mantener las condiciones de vida
mínimas que permitan la convivencia pacífica en sociedad.
Sin la pena, la convivencia en sociedad sería imposible, su
justificación no es una cuestión religiosa ni filosófica, sino una
amarga necesidad. En realidad, toda concepción de la pena es,
necesariamente, una concepción del derecho penal, de su función y
del modo de cumplir esa función. Por ello, cualquier rol que señale
el Estado para la pena, lo señala también para el derecho penal,
siendo esta la razón que justifica la existencia de una estrecha
relación entre las funciones del derecho penal y las teorías de la
pena, ya que toda teoría de la pena es una función que debe
cumplir el derecho penal. (Bacigalupo, 1998, p. 7)
Para establecer los límites a la aplicación de la pena por parte del
ius puniendi, la doctrina ha desarrollado diferentes teorías respecto
de esta.
2. Teorías absolutas de la pena
Históricamente la retribución fue una reacción frente al delito, se
consideraba que el mal no debe quedar sin castigo y que el autor de
un actuar prohibido debía encontrar en este su merecido (Mir Puig,
2004, p. 87)
Por su parte, el artículo VIII del título preliminar del texto normativo
antes citado expresa: