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El derecho penal sugiere su aplicación en casos de imperiosa y evidente necesidad:

Verdadero

Falso

Correcto

La afirmación, según la cual, es un recurso extremo que sólo debe ser utilizado cuando no exista
otro medio eficaz para hacer frente a la situación planteada, se corresponde con el:

El principio del bien jurìdico.

El principio de la última ratio

El principio del acto

Todas las anteriores

Correcto

La sanción penal presupone los ataques más graves e intolerables al bien jurídico; es una
consecuencia del principio:

de la última ratio

del carácter fragmentario del derecho penal

Todas las anteriores

Correcto

El derecho penal persigue la perfección de las personas y la santificación espiritual:

Falso. El derecho penal protege el orden social básico, para lo cual, requiere de la santificación y
la perfección espiritual

Cierto. Pero, además, advierte sobre la gravedad de determinados hechos cuya verificación
constituye un grave atentado contra las bases mismas de la sociedad.

Falso. El derecho penal intimida y advierte con pena sobre la gravedad de determinados hechos

Todas las anteriores

Ninguna de las anteriores


Los criterios de prevención general y prevención especial como complemento para la defensa
social. La prevención que reza esta teoría puede verse desde dos corrientes principales, una de
ellas es la Prevención General, quien tiene como padre a Anselm Von Feverbach, él manifiesta que
es una intimidación o coacción sicológica respecto de todos los ciudadanos, pues las personas al
observar la aplicación de la pena a sus semejantes que han delinquido tendrán temor de cometer
acciones antijurídicas, pues su accionar traerá como consecuencia una acción más grave o, como
sostiene Feverbach, seguirá un mal a su hecho; quien además entendía que a la coerción física del
Estado, era necesaria una coacción sicológica en el momento de la incriminación legal, para
impedir las lesiones jurídicas. Sin embargo, se sostiene actualmente que la intimidación no es el
único camino de la prevención general, por lo que la doctrina moderna diferencia entre
prevención general negativa, prevención intimidatoria y la prevención general positiva. Es
importante resaltar que ésta última no trata de comprobar la función que se le ha atribuido a la
pena, sino cuál debe ser su función. A nuestro parecer para implantar una prevención general
efectiva a través de las penas, éstas no deben ser prolongadas, puesto que como profesa la
doctrina de los límites del derecho penal, la pena se justifica sólo si sus intervenciones se reducen
al mínimo necesario, puesto que, si la política criminal está orientada a sancionar con penas
severas como la pena de muerte, los procedimientos anti garantistas como la tortura; no logran la
prevención general que persiguen. Tal como señala Luigi Ferrajoli “…si el fin es el mínimo de
sufrimiento necesario para la prevención de males futuros estarán justificados únicamente los
medios mínimos, es decir, el mínimo de las penas como también de las prohibiciones, fomentando
de este modo la confianza en la norma, la fidelidad al derecho y la aceptación de las consecuencias
de la infracción de la norma. Por otro lado, la prevención especial llamada también prevención
individual, expresa que la finalidad de la pena está dirigida a influir sobre el agente de manera
directa y por ende individual.

Esta teoría es llevada a su máxima expresión por Franz Von Liszt; quien entendía la función
preventiva especial de la pena en base a la intimidación dirigida a los delincuentes ocasionales que
no necesitan corrección; corrección dirigida a los delincuentes habituales que la necesitan y son
capaces de ella; inocuización dirigida a los no susceptibles de corrección; a los irrecuperables la
aplicación de la pena privativa de libertad debe ser perpetua, lo que actualmente ha sido dejado
de lado; pues las modernas doctrinas y políticas criminales propugnan que una cadena perpetua
no resocializa, ni mucho menos ejerce función preventiva pues en un sentido ontológico, sólo
contribuye a retrasar el avance jurídico penal, deshumanizando al Derecho Penal e impidiendo la
rehabilitación de aquel que ha delinquido. Se trata de prevenir el delito resocializando o
rehabilitando al delincuente; y no hacer del delincuente un objeto o como dice Muñoz Conde: “un
conejillo de indias”, dado que el probar cuál será la pena a imponer, sólo contribuirá a estigmatizar
la dignidad de la persona y dejará de lado la resocialización con finalidad preventiva especial, ya
que incrementará la violación de los derechos humanos, por lo que tan poco legitimará la función
punitiva estatal. En este sentido, compartimos la opinión de Mir Puig, al sustentar que, en un
Estado democrático, la resocialización nunca debe ser obtenida contra la voluntad del penado.
Bustos Ramírez resalta la importancia de la prevención al haber concentrado su interés sobre el
individuo, considerado como tal en sus particularidades y no refiriéndose solamente a un ser
abstracto indefinible, como en el caso de las otras teorías; y que en este sentido la directriz tiene
un carácter humanista, pues pretende un encuentro con el hombre real. Consideramos que sólo si
la teoría de la prevención Especial de la Pena no va contra la dignidad de las personas, puede
coadyuvar a no olvidar al que sufre condena y que puede reivindicarse.

La función preventiva. La función preventiva del Derecho Penal.

La pena, como sanción impuesta a aquel que ha infringido el Derecho Penal Objetivo a través de
sus acciones u omisiones y que es la manifestación del derecho que tiene el Estado a castigar o
sancionar, cumple con funciones que se enmarcan dentro del contenido del Derecho Penal ya que
gira en torno a la función de la pena aunque corrientes modernas apuntan a desplazarlas cuando
resultan innecesarias, siempre y cuando se haga uso de acciones ético políticas que coadyuven a
concientizar y crear una cultura preventiva para evitar hechos ilícitos que configuren tipos penales.
Así pues, existen teorías que tratan de explicar la función de la pena siendo una de ellas la Teoría
Relativa, la misma que asigna a la pena el objetivo de prevenir delitos como un medio para
proteger determinados intereses sociales; se centra entonces en una función utilitaria ya que sirve
como un medio para evitar la comisión de delitos que lesionen y pongan en peligro bienes
jurídicos. A menudo en nuestro medio se escucha la frase: “más vale prevenir que lamentar” (con
la misma frecuencia que es ignorada) ya sea para referirnos a temas relacionados con situaciones
que a lo largo de nuestra vida no tocan vivir, como pueden ser las coyunturas de orden
económico, financiero, académico, político y situaciones que tiene que ver con la salud. Dicho
esto, es paradójico que a pesar de su importancia pocos conozcan lo que significa realmente
prevenir, máxime si con ello pueden avizorarse estados que pueden causar daños irreversibles, y
la relevancia pero sé que adquiere en nuestro ordenamiento jurídico y en general en el Derecho,
más aún, si “…es la expresión de los principios de justicia que regulan las relaciones de las
personas en sociedad y determinan las facultades y obligaciones que les corresponden,
considerando las circunstancias histórico- sociales…”

La retribución. La retribución como fundamento de la sanción penal.

Según Kant y Hegel, el fundamento de la pena radica en la mera retribución. Es la imposición de un


mal, por el mal cometido. En esto se agota y termina la función y fin de la pena. A través de la
retribución se hace justicia al culpable de un delito. Kant, es de la opinión que la pena sólo tiene
sentido si es retribución de la culpabilidad y, en consecuencia, no puede imponerse simplemente
como medio para conseguir otro bien para el delincuente mismo o para la sociedad. Es decir, que
la pena únicamente se justifica para sancionar un mal cometido por el delincuente. Hegel afirma
que la pena según el ordenamiento jurídico representa la voluntad general y niega con la pena la
voluntad especial de la delincuente expresada en la lesión jurídica que queda anulada por la
superioridad moral de la comunidad, descalificando la persecución de fines distintos a la mera
retribución del derecho lesionado mediante la pena.
Roxin, igualmente afirma que: “…la teoría de la retribución hoy ya no es sostenible
científicamente. Si tal como se mostró…, la misión del derecho penal consiste en la protección
subsidiaria de los bienes jurídicos, entonces para el cumplimiento de esa tarea, no puede servirse
de una pena que prescinda de toda finalidad social. Dicho de otro modo, el Estado como
institución humana, no está capacitado ni legitimado para realizar la idea metafísica de justicia. La
idea de que puede compensar o eliminar un mal mediante la imposición de otro mal (el
sufrimiento de la pena) sólo es accesible a una creencia a la cual el Estado no puede obligar a
nadie, a partir de que él ya no deriva su poder de Dios sino del pueblo. Sin embargo, la idea
retribucionista de algún modo todavía tiene fuerte arraigo en la sociedad, que reacciona frente a
los más graves delitos exigiendo el castigo de sus culpables “el que la hace, la paga”. También las
ideas de “venganza” y de “castigo” se basan en una concepción retributiva de la pena.

Fines de la Penas. Continuando con este apasionante tema, la doctrina ha elaborado varias teorías,
que fundamentalmente se resumen en la teoría de la retribución, y en las teorías de la prevención.
Estas últimas se traducen a su vez en dos corrientes conceptuales, siendo la primera la que tiende
a la prevención general, y otra que apunta hacia una prevención especial.

En primer término, y en lo que se refiere a la teoría de la retribución, cabe señalar que su


fundamento descansa en que todo mal causado no debe quedar sin castigo alguno, debiendo el
culpable del hecho encontrar su merecido en dicho castigo. En consecuencia, los exponentes de
esta postura son contestes en afirmar que la pena tiende a materializar una retribución exigida por
la justicia (MIR PUIG, Santiago. Derecho Penal. Parte General. Quinta edición. Editorial Reppertor,
Barcelona, 1998, p. 46). Cabe afirmar también, que esta antigua postura doctrinal es una teoría
absoluta de la pena, en razón de que su sustento conceptual es la justicia, la cual es un valor que
se basta a sí mismo, es decir, un valor absoluto. Por otra parte, las teorías de la prevención se
fundamentan en la afirmación de que la pena tiene por finalidad o misión prevenir futuros delitos,
a los fines de salvaguardar específicos intereses o bienes sociales. A diferencia de la tesis de la
retribución, las teorías de la prevención son teorías relativas de la pena, ello en virtud de que su
fundamento son las necesidades de prevención, las cuales son de carácter relativo y circunstancial.
Dentro de esta corriente doctrinal de la prevención, destaca en primer lugar, la teoría de la
prevención general, la cual toma como postulado esencial que la pena debe tender a una
prevención frente a la colectividad, es decir, enviar un mensaje al colectivo (y lograr así una
influencia psicológica en sus miembros) para evitar que en su seno surjan delincuentes. Cabe
destacar que el momento en que opera esa influencia psicológica es cuando se produce la
conminación legal. A su vez, dentro de esta línea de criterio de la prevención general podemos
encontrar dos vertientes, siendo la más antigua la denominada prevención general negativa, la
cual implica que la pena tenga por finalidad crear en los miembros de la sociedad una coacción
psicológica de no delinquir, es decir, utiliza como herramienta esencial la intimidación en las
personas para evitar la comisión de futuros delitos.

En segundo lugar -y distinta a la anterior- tenemos la teoría de la prevención general positiva,


cuyos exponentes afirman que la pena tiene por finalidad la afirmación positiva del Derecho Penal,
mediante la creación de una conciencia social de respeto a la norma, es decir, una conciencia de
respeto del Derecho. Tal como se señaló anteriormente, dentro del campo conceptual de las
posturas de la prevención también se encuentra la teoría de la prevención especial, la cual está
referida a una persona en específico y no a la colectividad. Es decir, la pena debe tender a prevenir
delitos que puedan provenir del actuar de una persona en concreto que ya ha delinquido, a los
fines de que no vuelva a incurrir en delito alguno. Dicho, en otros términos, la pena está dirigida a
la persona que está sufriendo los efectos de la pena en virtud de haber cometido un delito, para
que no incurra de nuevo en la tentación de cometer otro hecho punible. De esto se infiere
claramente que el mecanismo de esta postura opera, a diferencia de la prevención general, al
momento de la imposición y ejecución de la pena respectiva. Por otra parte, debe señalarse que
las teorías de la pena no son categorías ahistóricas, al contrario, constituyen concepciones que han
informado a lo largo de la historia a los distintos modelos de Estado, a los efectos de delinear el
cometido o la función que debe cumplir en ellos el Derecho Penal. De lo anterior se desprende
que el fin de las penas y la función del Derecho Penal se encuentran en íntima relación, ya que la
función de éste dependerá de cuál es el fin político-criminal que se le asigne a la pena,
dependiendo esto último a su vez del modelo de Estado que se adopte. En el caso específico del
Estado venezolano, se debe afirmar que el artículo 2 de la Constitución de la República Bolivariana
de Venezuela consagra un modelo de Estado democrático y social de Derecho y de Justicia, que ha
sido entendido por esta Sala, en sentencia No. 656/2000 del 30 de junio, de la siguiente forma:

“El artículo 2 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela expresa que Venezuela


es un Estado Social de Derecho y de Justicia”. Esto significa, que dentro del derecho positivo actual
y en el derecho que se proyecte hacia el futuro, la ley debe adaptarse a la situación que el
desarrollo de la sociedad vaya creando, como resultado de las influencias provenientes del Estado
o externas a él. Son estas influencias las que van configurando a la sociedad, y que la ley y el
contenido de justicia que debe tener quien la aplica, deben ir tomando en cuenta a fin de
garantizar a los ciudadanos una calidad integral de vida, signada por el valor dignidad del ser
humano. El Estado constituido hacia ese fin, es un Estado Social de Derecho y de Justicia, cuya
meta no es primordialmente el engrandecimiento del Estado, sino el de la sociedad que lo
conforma, con quien interactúa en la búsqueda de tal fin.

Un Estado de esta naturaleza, persigue un equilibrio social que permita el desenvolvimiento de


una buena calidad de vida y para lograr su objeto, las leyes deben interpretarse en contra de todo
lo que perturbe esa meta, perturbaciones que puedan provenir de cualquier área del
desenvolvimiento humano, sea económica, cultural, política, etc. El Estado así concebido, tiene
que dotar a todos los habitantes de mecanismos de control para permitir que ellos mismos tutelen
la calidad de vida que desean, como parte de la interacción o desarrollo compartido Estado-
Sociedad, por lo que puede afirmarse que estos derechos de control son derechos cívicos, que son
parte de la realización de una democracia participativa, tal como lo reconoce el Preámbulo de la
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. Entonces, entendiendo que el sistema
político y jurídico venezolano parte de un modelo de Estado democrático y social de Derecho y de
Justicia, el Derecho Penal en Venezuela estaría llamado a materializar una misión política de
regulación activa de la vida social, que asegure el funcionamiento satisfactorio de ésta, a través de
la tutela de los bienes jurídicos de los ciudadanos. Lo anterior acarrea la necesidad de conferir a la
pena la función de prevención de los hechos que atenten contra dichos bienes jurídicos, y no basar
su cometido en una hipotética necesidad ético-jurídica de no dejar sin respuesta -a saber, sin
retribución-, el quebrantamiento del orden jurídico. Pero para que el Estado social no degenere en
autoritario, sino que se mantenga como democrático y de Derecho, deberá respetar una serie de
límites que garanticen que dicha prevención se ejercerá en beneficio y bajo control de todos los
ciudadanos (MIR PUIG, Santiago. El Derecho penal en el Estado social y democrático de derecho.
Editorial Ariel Derecho. Barcelona, 1994, p. 44).

Con base en los anteriores planteamientos, se puede afirmar que el fin de la pena –y por ende la
función del Derecho Penal- en un modelo de Estado como el que está delineado en el artículo 2
constitucional, tendrá que ser la prevención limitada, tomando en cuenta para ello los
fundamentos filosóficos que en aquél convergen. Sobre este punto, MIR PUIG enseña:

“En cuanto Derecho penal de un Estado social, deberá legitimarse como sistema de protección
efectiva de los ciudadanos, lo que le atribuye la misión de prevención en la medida –y sólo en la
medida- de lo necesario para aquella protección. Ello ya constituye un límite de la prevención.
Pero en cuanto Derecho penal de un Estado democrático de Derecho, deberá someter la
prevención penal a otra serie de límites, en parte herederos de la tradición liberal del Estado de
Derecho y en parte reforzados por la necesidad de llenar de contenido democrático el Derecho
penal. Lo dicho basta aquí para poner de manifiesto que nuestro modelo de estado aconseja
decidir la alternativa básica de retribución o prevención en favor de una prevención limitada que
permita combinar la necesidad de proteger a la sociedad no sólo con las garantías que ofrecía la
retribución, sino también con las que ofrecen otros principios limitadores.” (MIR PUIG. Ob. Cit., p.
65).

Pero es el caso que tales límites al poder punitivo del Estado o ius puniendi, se encuentran
constituidos básicamente por los siguientes principios: 1) Legalidad (derivado del modelo de
Estado de Derecho), 2) Utilidad de la intervención penal; 3) Subsidiariedad y carácter fragmentario
del Derecho Penal; 4) Exclusiva protección de bienes jurídicos; 5) Lesividad (dimanando estos
cuatro del modelo de Estado social); 6) Humanidad de las penas, 7) Culpabilidad, 8)
Proporcionalidad; y 9) Resocialización (derivándose estos últimos del modelo de Estado
democrático); arropados todos por el artículo 2 de la Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela.

Como corolario de lo antes expuesto, cabe afirmar, partiendo del modelo de Estado venezolano,
que la pena –y por ende el Derecho Penal- tiene por función la prevención de delitos, a los fines de
evitar que los bienes jurídicos de los ciudadanos se vean lesionados. Claro está, dicha prevención
debe estar limitada por los principios antes señalados. Cabe destacar que las distintas facetas de la
prevención se materializan en tres etapas fundamentales, a saber, la prevención general ve
cabalmente desplegados sus efectos al momento de la conminación penal; mientras que en la
oportunidad de la imposición de la pena por parte del Juez, se hace efectivo tanto el contenido de
la prevención general como el de la prevención especial. Por último, en la ejecución penal la
sanción atenderá esencialmente a una finalidad preventivo-especial.
Entonces, teniendo en cuenta cuál es la finalidad de las penas en el modelo de Estado venezolano,
y los tres momentos en que dicha finalidad se concreta, forzoso es señalar que la pena de sujeción
a la vigilancia de la autoridad, establecida como sanción accesoria tanto a la pena de presidio
como a la de prisión, regulada en los artículos 13.3 y 16.2 del Código Penal, respectivamente,
persigue, en principio, un objeto preventivo-especial, que está fundado, en un régimen
constitucional como el venezolano, no en el grado de posibilidad o probabilidad de reincidencia de
la persona que ha cumplido una pena privativa de libertad por la comisión de un determinado
delito, sino en el interés general que tiene la ciudadanía en lograr, con la intervención del Estado,
la efectiva reinserción a la vida en sociedad de la persona que estuvo apartada de ella por causa de
su transgresión del ordenamiento jurídico.

El Derecho Penal tiene como principal función imponer la pena al acusado a cualquier costo, a fin
de satisfacer el interés de la colectividad que clama justicia.

Verdadero

Falso

Correcto

El Derecho Penal en sentido Objetivo es:

La facultad o poder del Estado para crear normas penales y exigir la aplicación de la pena

EL conjunto de normas mediante las cuales el Estado Prohíbe comportamientos humanos

Todas las anteriores

Ninguna de las anteriores

Correcto

Solo los ataques graves al bien jurídico que por su intensidad y calidad no quede otra opción más
que aplicar la pena, es una afirmación que deriva del principio del:

La Última Ratio

Principio de culpabilidad

Principio de la pena humanitaria

Carácter fragmentario del Derecho Penal

Correcto

Maque la o las opciones correctas. El disvalor del resultado es:


La esencia dañosa del delito en su aspecto objetivo

La lesión o puesta en peligro al bien jurídico penalmente tutelado

Ninguna de las anteriores

En Venezuela la acción penal es:

Delegable a la víctima.

Pública. Por tanto, le corresponde ejercerla en forma exclusiva y excluyente al Estado.

Ninguna de las anteriores.

Correcto

El carácter valorativo del derecho penal impone la obligación de realizar una determinada
conducta o abstenerse de ella:

Verdadero

Falso

Correcto

Marque la o las opciones correctas. El Derecho Penal es una rama autónoma por cuanto:

Determina en forma independiente el praeceptum iuris

Determina en forma independiente las acciones ilícitas penales

No es complementario de otras ramas jurídicas.

Ninguna de las anteriores

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