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Establecimiento de Metas y

Terminación

Este capítulo gira entorno a dos procesos importantes en psicoterapia:


establecimiento de metas y terminación. Estos dos temas están relacionados
porque la terminación exitosa es una meta terapéutica importante.

ESTABLECIMIENTO DE METAS

El establecimiento de metas en psicoterapia fue enérgicamente defendido


por Alfred Adler, quien pensaba que la relación terapéutica era un esfuerzo
colaborativo entre terapeutas y clientes en el que el cliente asumía la respon­
sabilidad de trabajar en pos de unas metas previamente acordadas (Dinkme-
yer, Dinkmeyer y Sperry, 1987). Alder no creía que los clientes llegaban a
terapia para ser “curados”. Sino que, por el contrario pensaba que clientes y
terapeutas constituían un contrato en el que iban desgranando las responsabi­
lidades de cada parte en el proceso de ayudar a los clientes para realizar cam­
bios constructivos en sus vidas. Por esta razón, es importante especificar las
metas ya que permite a los terapeutas y a los clientes evaluar sus progresos.
El valor del establecimiento de metas queda patente en un estudio que com­
paró a dos tipos de clientes: aquéllos que habían abandonado la terapia des­
pués de la primera sesión y un segundo grupo de pacientes que
permanecieron durante un período más largo (Epperson, Bushway y Warman,
1983). Un indicador importante de qué clientes permanecerían en la terpia era
la sensación que éstos tenían de que el terapeuta había reconocido claramente
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sus problemas. Una función importante del establecimiento de metas es ase­


gurar al cliente que el terapeuta comprende por qué razón ha llegado el clien­
te a la terapia, así como, qué es lo que desea conseguir.

Propósitos de las metas

Cormier y Cormier (1991) identificaron los siguientes propósitos de las


metas en psicoterapia.
1. Las metas proporcionan una dirección a la terpia. El establecimiento
de metas permite a cliente y terapeuta asegurar que van en la misma
dirección y llegar a un acuerdo respecto a lo que quieren conseguir de
la terapia. Los clientes son más propensos a comprometerse en la tera­
pia si perciben que el terapeuta les comprende como individuos con
necesidades y deseos particulares. Si terapeuta y cliente van a embar­
carse juntos en un viaje, necesitan un destino.
2. Las metas permiten a los terapeutas evaluar su competencia. Las
metas permiten a los terapeutas determinar si poseen las competencias
y formación necesaria para trabajar con un cliente particular en la bús­
queda de un resultado concreto.
3. Las metas facilitan el rendimiento. Las metas facilitan el rendimiento
porque se ensayan mentalmente y llaman la atención de recursos y
estrategias de afrontamiento muy útiles (Dixon y Glover, 1984, pags.
128-129).
4. Las metas sugieren estrategias terapéuticas eficaces. Los cambios que
un cliente desea dan al terapeuta una base para elegir estrategias tera­
péuticas apropiadas y relevantes. Las metas, permiten a los terapeutas
encontrar una dimensión a su terapia y proceder con una “base funda­
mentada” (Bandura, 1969, pag. 70).
5. Las metas permiten a los terapeutas y clientes vigilar sus progresos.
Al vigilar sus progresos, clientes y terapeutas pueden evaluar qué
estrategias funcionan y cuáles requieren ser modificadas.
6 Las metas son auto motivadoras. El proceso de definir las metas es en
sí mismo motivador (Lloyd, 1983). Las metas recuerdan a los terapeu­
tas y a los clientes que lo que están haciendo merece la pena y el
mejor de sus esfuerzos.

Establecer metas

Cormier y Cormier (1991) también identificaron los siguientes pasos que


terapeutas y clientes debían seguir a la hora de seleccionar metas para la terapia.
PRINCIPIOS COMUNES EN PSICOTERAPIA 261

1. Explicar el propósito de las metas. Cormier y Cormier (1991) reco­


miendan que los terapeutas estructuren el proceso del establecimiento
de metas explicando a los clientes cuál es el propósito de las mismas.
Esto refuerza la relación de colaboración entre terapeuta y cliente y
asegura que ambos mantienen expectativas compatibles.
2. Identificar metas. Normalmente los clientes tienen una idea bastante
vaga sobre sus metas en la terapia, por varias razones. Primero, porque
muchos clientes no son capaces de articular sus problemas concretos,
luego no debe sorprendernos que no puedan definir sus metas. Los
clientes también tienen dificultades para especificar las metas porque
ésta es una competencia que muchas personas no han adquirido. Un
primer paso en la identificación de metas es establecer una distinción
entre elección y cambio (Dixon y Glover, 1987). Algunas metas
requieren que los clientes elijan; otras metas requieren cambios. Para
las metas que requieren cambios, es importante evaluar si el cliente
posee las competencias necesarias y el apoyo social y ambiental para
hacer posibles estos cambios. Si no es el caso, las competencias deben
ser aprendidas o habrá de alterarse el sistema ambiental.
Otro paso importante en la identificación de metas es ser concreto y
operativo. Cuando un cliente presenta una meta difícil de definir
(como por ejemplo “mejorar mi autoestima” o “tener mejores relacio­
nes”), hay que pedirle al cliente que especifique qué es lo que haría de
manera diferente si eso ocurriese. A los clientes se les debe pedir que
sean muy concretos respecto a comportamientos o ideas particulares
que cambiarían si sus metas se alcanzasen. Como tarea para casa, los
clientes pueden elaborar una lista de cosas que se pueden imaginar a sí
mismos haciendo o pensando de manera diferente una vez alcanzadas
sus metas. A los clientes que tienen dificultad para pensar en compor­
tamientos o cogniciones concretas que definan sus metas, se les puede
proporcionar una lista de comportamientos manifiestos y encubiertos
y se les pide que marquen aquéllos que les gustaría hacer más (y
menos) a menudo (Cautela y Upper, 1975; 1976). Un último paso para
identificar las metas es formularlas en positivo. Los clientes no deben
restringir sus listas a cosas que les gustaría realizar con menos fre­
cuencia. Es importante que los clientes se motiven a sí mismos a
dominar nuevas competencias conductuales y cognitivas que sustitu­
yan a las menos adaptativas que desean abandonar (Maultsby, 1984).
3. Determinar si la meta pertenece realmente al cliente. En este punto es
conveniente realizar dos matizaciones: (1) ¿Desea realmente el cliente
cambiar? o ¿considera el cliente que sus problemas están causados por
otras personas o circunstancias? (2) ¿está el cliente en terapia por él
mismo o por alguien más? Esta segunda matización es relevante para
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cualquier cliente, pero especialmente importante ante clientes con


poder limitado como son los niños, los ancianos o los discapacitados.
4. Determinar si la meta es realista. Las metas terapéuticas deben resul­
tar desafiantes. Es más probable que metas desafiantes estimulen un
mayor esfuerzo en los clientes y les entusiasmen más que metas insg-
nificantes. Ahora bien, las metas deben ser realistas, y es la responsa­
bilidad del terapeuta determinar con los clientes si sus metas son
alcanzables.
5. Identificar las ventajas y desventajas de una meta. Es conveniente
realizar un análisis de coste/eficacia de las metas del cliente. Una
forma de hacer esto es pedir al cliente que elabore una lista con cuatro
columnas en la que recoja ventajas inmediatas, ventajas a largo plazo,
desventajas inmediatas, y desventajas a largo plazo. La lista de venta­
jas ayudará a motivar a los clientes a asumir los riesgos y a realizar los
esfuerzos necesarios para la consecución de sus metas. La lista de des­
ventajas es valiosa porque hace que tanto los clientes como los tera­
peutas se den cuenta de que habrá momentos en los que será difícil
seguir adelante con las “tareas”. Cuando esto ocurra las sugerencias
recogidas en el Capítulo 5 para afianzar el compromiso pueden ser
directrices valiosas.
6. Asumir un compromiso. Cliente y terapeuta asumen el compromiso de
trabajar juntos hacia la consecución de metas acordadas de antemano.
Este compromiso puede ser formalizado en un contrato verbal o escri­
to. Implica que terapeuta y cliente han acordado que las metas son rea­
listas, que pertenecen al cliente y que sus ventajas sobrepasan a sus
desventajas. El contrato también implica que el terapeuta tiene los
conocimientos y formación necesarios para asistir al cliente. El contra­
to no debe estar dirigido a conseguir el éxito. En lugar de percibir las
metas como una actitud dirigida al rendimiento, es preferible adoptar
un acercamiento dirigido al dominio (véase Capítulo 2). Alcanzar el
denominado éxito no es tan importante como desarrollar competencias
personales y recursos de afrontamiento.

Definir las metas

Cormier y Cormier (1991) definen los siguientes pasos que terapeutas y


clientes deben seguir a la hora de definir y poner en práctica sus metas.
1. Definir comportamientos encubiertos y manifiestos asociados con la
meta. Tal y como se ha sugerido antes, las metas deben ser definidas
operativamente preguntando al cliente cómo actuaría o qué pensaría si
ya hubiese alcanzado sus metas. El terapeuta debe centrar la atención
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en aquello que el cliente desea hacer en lugar de en aquello que desea


dejar de hacer.
2. Definir las condiciones o el contexto de la meta. A los clientes se les
pide que especifiquen dónde, cuándo, y con quién les gustaría poner
en práctica sus metas. Es más realista pensar en cambiar comporta­
mientos propios para acomodarse a situaciones concretas que pensar
en volver del revés toda la personalidad de uno.
3. Definir el nivel del cambio deseado. El terapeuta y el cliente, acuerdan
un nivel de cambio que éste puede alcanzar de una manera realista.
Los clientes experimentan una mayor sensación de colaboración si
pueden decidir cuánto, con qué frecuencia, y a qué ritmo deben poner
en práctica sus metas.
4. Identificar submetas. Generalmente es más fácil alcanzar una meta
final identificando las submetas que se van alcanzando por el camino.
Al elaborar una lista de submetas, el terapeuta y el cliente pueden pro­
porcionar a este último oportunidades de gratificación a medida que
estas submetas se vayan aproximando o superando (Bandura, 1969)
5 Identificar obstáculos. Terapeuta y cliente identifican obstáculos en el
camino de las metas del cliente. Esto les da la oportunidad de diseñar
estrategias de afrontamiento para estos obstáculos cuando aparezcan.
6. Identificar recursos. La noción de que el terapeuta y el cliente están
implicados en un esfuerzo de colaboración dirigido a conseguir las
metas del cliente implica una disposición abierta a todos los recursos
disponibles, pudiendo incluir personas de apoyo o programas comuni­
tarios
7. Revisar el progreso. Terapeuta y cliente necesitan disponer de algún
medio para vigilar sus progresos. Esto permite a los clientes disfrutar
del placer de sus logros. También ofrece al terapeuta y al cliente la
oportunidad de identificar obstáculos y recaídas y de desarrollar estra­
tegias de afrontamiento más adecuadas.

ALGUNAS METAS TERAPÉUTICAS POSIBLES

El Capítulo 2 recogía una visión general de las metas que son relevantes
para prácticamente todas las relaciones terapéuticas. En este apartado vamos
a centrar nuestra atención en algunas metas terapéuticas más especificas.
Muchos clientes llegan a la terapia con problemas concretos que desean supe­
rar, y estos problemas a menudo sugieren metas inmediatas. Solucionar los
problemas inmediatos de un cliente o ayudarle a superar síntomas concretos
es, por supuesto, algo importante que no debe ser desdeñado. Claro que,
como señalo Cari Rogers (1961; 1977), los terapeutas habitualmente intentar
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adoptar una visión más amplia de sus clientes ayudándoles a implicarse en un


proceso de crecimiento mediante el cual alcancen un funcionamiento perso­
nal más satisfactorio. ¿Cómo puede el terapeuta utilizar lo que Martin Fisher
(1990) denomina la “experiencia compartida” de la psicoterapia para ofrecer
al cliente lo que Donald Meichenbaum (1986) define como “experiencia irre­
versible”? Un punto del que partir es identificar el esquema del cliente, que
incluye su forma particular de ver el mundo y sus esperanzas, demandas,
expectativas y deseos (Beck, Freeman et al., 1990). Por ejemplo, un cliente
que percibe su valía personal a partir de lo que otros piensan de él puede ser
ayudado a explorar este esquema durante el curso de la terpia. Así mismo, un
cliente que se siente en la necesidad de controlar todas las facetas de su vida
puede ser animado a evaluar las ventajas y desventajas de ese punto de vista.
Un cliente que siente la necesidad de protegerse de relaciones personales ante
el riesgo de que le hagan daño, puede experimentar suficiente confianza en la
relación con el terapeuta como para descubrir que las ventajas de las relacio­
nes humanas sobrepasan a sus inconvenientes.
Irvin Yalom (1980) afirma que las cuatro metas existenciales son aceptar
los desafíos de la muerte, la libertad, el aislamiento y la falta de sentido.
Albert Filis y Windy Dryden (1987) ofrecen los siguientes criterios de salud
psicológica como metas posibles que pueden ponerse en la terapia el terapeu­
ta y el cliente.
1. Auto-interés. Es bueno sacrificarse por los demás, pero no completa­
mente o de una manera exagerada. Las personas necesitan sobre todo,
cuidar de sí mismas.
2. Interés social. Las personas generalmente se sienten mejor cuando
pueden obtener apoyo y placer de sus interacciones con otros.
3. Autodirección. Las personas sanas asumen responsabilidad sobre sus
vidas, pero saben cómo cooperar con otros.
4. Alta tolerancia a la frustración. La alta tolerancia a la frustración
capacita a las personas para afrontar las inevitables insatisfacciones y
disgustos de la vida.
5. Flexibilidad. La flexibilidad capacita a las personas para adaptarse a
las demandas y desafíos de la vida.
6. Aceptar la incertidumbre. La incertidumbre puede dar miedo, pero
también aporta excitación y fascinación a la vida.
7. Comprometerse a logros creativos. Esta es una fuente de gratificación
y de dar sentido a la vida.
8. Pensamiento científico. Uno debe ser objetivo respecto a los propios
sentimientos y considerar las consecuencias a largo plazo de las pro­
pias acciones. Las percepciones e interpretaciones del comportamiento
de otras personas pueden ser verificadas a través de la comunicación.
PRINCIPIOS COMUNES EN PSICOTERAPIA 265

9. Autoaceptación. La autoaceptación significa negarse a puntuar el


valor que uno tiene como persona. Sólo las acciones pueden ser juzga­
das como buenas o malas, nunca las personas.
10. Asumir riesgos. Los riesgos son necesarios para alcanzar una vida
plena y con sentido. Las personas no pueden aprender y crecer si no
son capaces de asumir riesgos y de afrontar el fracaso.
11. Hedonismo a largo plazo. Necesitamos planificar nuestro futuro. Esto
puede requerir posponer el placer inmediato en aras de una ganancia a
largo plazo.
12. No utopismo. La vida no es una panacea, y no hay utopía. Debemos
aceptar el hecho de que en la vida existen el dolor y el sufrimiento, al
igual que la felicidad y el placer. Es conveniente evitar la idea de que
existe lo que Paúl Watzlawick (1988) denominó “solución última”.
13. Autoresponsabilidad. Nosotros somos responsables de nosotros mismos.
Es preciso que nos preguntemos qué podemos hacer para vivir unas
vidas más gratificantes y cómo podemos minimizar lo que Albert Ellis
(1987) definió como nuestra tendencia innata a amargamos la vida.

TERMINACIÓN

La terminación proporciona al terapeuta y al cliente la oportunidad de des­


pedirse de una manera mutuamente gratificante. Esta es una experiencia
nueva e importante para muchos clientes que no han aprendido cómo separar­
se de las personas que han llegado a ser significativas para ellos. Según pala­
bras de Maholick y Turner (1979): “La terminación de la terapia puede
concebirse como la recapitulación de múltiples adioses anteriores en la vida.
Al mismo tiempo, es la preparación para ser capaz de manejar más adecuada
y abiertamente los adioses futuros” (pag. 584).
Teyber (1988) describió la experiencia de aprendizaje que proporciona
una terminación exitosa con las siguientes palabras.
En el pasado de la mayoría de los clientes, éstos han experimentado finales
dolorosos con personas significativas corno algo “que solo les ocurría a ellos”.
En muchos casos, o bien no estaban preparados de antemano para la separación,
no comprendían por qué o cómo estaba ocurriendo este final particular, o no fue­
ron capaces de participar en la marcha discutiéndola con la persona que partía.
Estos tipos de respuestas han dejado a muchos clientes con sentimientos de falta
de poder y sin control ante algunas de las experiencias más importantes de sus
vidas. (Pag. 191)
Una meta importante de la terminación es enseñar a los clientes cómo
concluir las relaciones con una sensación de seguridad y dominio. Por esta
razón, la terminación es un proceso esencial en terpia y no debe ser evitado.
266 ESTABLECIMIENTO DE METAS Y TERMINACIÓN

La terapia, como la misma vida, termina si como terapeutas restamos impor­


tancia al proceso de la terminación o no nos permitimos a nosotros mismos estar
tan emocionalmente dispuestos como lo hemos estado durante las sesiones fina­
les. ¿Qué le estamos diciendo al cliente respecto a cómo tiene que comportase,
con sus habilidades recién estrenadas, ante una situación que tiene un final cier­
to? ¿No le estaremos enseñando a defenderse contra la pérdida y la muerte en
lugar de mostrarle la necesidad de vivir la vida hasta sus últimas consecuencias?
(Martín y Schurtman, 1985, pag. 95)
La tarea del terapeuta es permanecer emocionalmente accesible y recono­
cer, aceptar y experimentar con el cliente cualquier sensación de ansiedad,
negación y dolor que pueda acompañar al proceso de la terminación.

La terminación como proceso

En su artículo “Análisis terminable e interminable”, Freud (1937) señaló


que aunque la meta de la cura en psicoterapia tiene un sentido teórico, no es
probable que se de en la mayoría de los casos. Freud advertía a los terapeutas
que no se comprometieran en una curación total de sus clientes pues corrían el
peligro de mantenerlos para siempre en terapia. El artículo de Freud sugiere un
compromiso de cura en el que los clientes sufran menos por sus problemas y
alcancen el suficiente auto-conocimiento y competencias para la vida como
para que puedan afrontar ésta de una manera más gratificante en el futuro de lo
que lo han hecho en el pasado (Weiner, 1975, pag. 265). Dado que la psicotera­
pia no suele tener un punto ideal donde concluirla, es preferible contemplar la
terminación como un proceso en lugar de como un acontecimiento aislado
(Ekstein, 1965. Weddington y Cavenar, 1979). Según han señalado Freud y
otros autores el proceso de la terminación comienza durante la primera sesión
de terapia y continúa hasta que el cliente y el terapeuta se dicen adiós.

Metas de la terminación

Antes de discutir las metas de la terminación, debemos reconocer que la


terminación es en sí misma una importante meta en psicoterapia. Goldberg
(1975) describió cómo manejaba él la terminación como meta de la terapia:
“Debo ser consiente de que a no ser que me alíe con mi cliente y le garantice
un futuro como paciente, la terapia no terminará nunca, ya que ambos nos
fundiremos en la creencia mágica de que aquello que no ha nacido no puede
morir” (pag. 342). Los terapeutas y los clientes deben anhelar el proceso de
decirse adiós como una experiencia importante de su trabajo conjunto. Las
tres metas concretas que hay que alcanzar antes de completar la terminación
fueron descritas por Ward (1984): (1) evaluar la disposición del cliente a ter-
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minar, (2) llegar a la clausura de la relación terapéutica, y (3) preparar al


cliente para transferir lo que ha aprendido en la terpia a su propia vida.

Evaluar la disposición del cliente a terminar


La disposición para terminar se evalúa haciendo que terapeuta y cliente
hablen sobre su progreso en la consecución de las metas terapéuticas. Ward
(1984) sugiere volver la vista atrás a las primeras sesiones y evaluar los cam­
bios que han sucedido en el cliente desde entonces. Tal y como nos recuerda
Szasz (1965), dado que la psicoterapia es una relación contractual en la que el
cliente paga al terapeuta por un servicio, generalmente depende del cliente el
decidir cuándo se ha alcanzado un avance satisfactorio o si hay algo más que
ganar permaneciendo en la terpia.

Alcanzar la clausura de la relación terapéutica


El terapeuta y el cliente deben sentirse reconciliados entre sí antes de dar
por concluido su trabajo conjunto. Esto se logra cuando el terapeuta está dis­
puesto a modelar aceptación y franqueza hacia los muchos sentimientos que
pueden aparecer cuando ambos están preparados para separarse. Cliente y
terapeuta deben revisar su trabajo conjunto y compartir los sentimientos que
han experimentado durante los diversos momentos de la relación terapéutica.
Una buena forma de llegar a la clausura es a través de la expresión de aprecio
mutuo. El terapeuta y el cliente pueden terminar con una nota positiva com­
partiendo cosas concretas que valoran el uno en el otro.

Aprender a transferir
El objetivo de transferir el aprendizaje es afirmar que los clientes pueden
aplicar lo que han aprendido durante la terapia a su vida exterior. Esto se
consigue haciendo que terapeuta y cliente discutan los planes que éste últi­
mo tiene para afrontar en el futuro nuevos desafíos. A menudo, ios terapeu­
tas deciden ir espaciando gradualmente las sesiones de terapia, dando por
hecho que los clientes pueden volver a sesiones de seguimiento o sesiones
de “estímulo”* en caso necesario. La terminación debe coincidir con una
sensación de que el cliente tiene suficiente confianza y seguridad personal
en sus habilidades para mantener los logros terapéuticos después de que la
terapia termine.

Decidir cuándo terminar

Si aceptamos el argumento de que la terpia no acaba en una cura, se hace


evidente que la decisión de cuándo termina la terapia es necesariamente sub-
N. T.: Booster
268 ESTABLECIMIENTO DE METAS Y TERMINACIÓN

jetiva. Freud (1937) sugiere que la terapia puede terminarse cuando se han
cumplido los siguientes criterios.
1. El cliente ya no sufre de los síntomas iniciales.
2. El cliente ha alcanzado un “insight” suficiente y desarrollado estrate­
gias de afrontamiento para evitar que los síntomas vuelvan a aparecer.
3. Es poco probable que el cliente continúe haciendo avances significati­
vos si continua en la terapia.
Maholick y Turner (1979) enumeraron una lista más extensa de criterios
para evaluar cuándo resulta apropiado terminar la terapia.
1. Examinar hasta qué punto se han reducido o eliminado los problemas
o síntomas iniciales.
2. Determinar si el estrés que motivó al cliente a solicitar la terapia se ha
disipado.
3. Evaluar el incremento en la capacidad de afrontamiento.
4. Evaluar un incremento en el conocimiento y valoración del yo y de los
otros.
5. Determinar niveles mejorados de relaciones con los otros y de querer
y ser querido.
6. Examinar el incremento en las capacidades para planificar y trabajar
productivamente.
7. Evaluar el incremento en la capacidad para jugar y disfrutar de la vida.
Kramer (1990) propone la resolución de la transferencia como un criterio
adicional en la terminación de la terapia. Weigert (1952) consideraba que esta
resolución tenía lugar cuando el cliente era capaz de ser cándido y esponta­
neo. Un terapeuta entrevistado por Kramer (1990) para su investigación sobre
la terminación, ofreció la siguiente descripción de un buen final en la relación
cliente terapeuta: “Los clientes reconocen abiertamente la relación que han
establecido conmigo, expresan sus sentimientos hacia mí, especialmente lo
que yo significo para ellos. Me ven como una persona que continúa interesa­
da en ellos mas allá de mi rol profesional” (pag. 49).
Levenson (1976) sugiere que el cliente debe ser capaz de contemplar al
terapeuta: “como una persona real, que no simplemente le ataca o le perdona
como un padre fracasado sino que suscita un esfuerzo amoroso y constructivo
para comprometerse con él y cambiarle” (pag. 340).
Kramer (1990) también recoge la sugerencia de Freud en el sentido de que
existe un momento en el que hay que dar por terminada la terapia. Este autor
sugiere que terapeuta y cliente realicen un análisis de coste-eficacia con el fin
de determinar si ulteriores beneficios de la terapia podrían ser suficientes
para compensar el consiguiente gasto económico y de energía emocional.
PRINCIPIOS COMUNES EN PSICOTERAPIA 269

Inicio de la terminación

Kramer (1990, pag. 27) explica que la frase comenzando el proceso de


terminación está mal empleada, dado que el proceso de concluir la terapia
comienza en las primeras sesiones. Este es un concepto que Kramer conside­
ra que los terapeutas deben entender y tener en cuenta antes de iniciar una
relación terapéutica. Ahora bien, aunque el proceso de terminación pueda
comenzar al inicio de la terapia, debe llegar un momento en el que terapeuta
y cliente acuerden dejar de programar sesiones de terapia.

Terminación iniciada por el cliente


Los terapeutas tradicionales que contemplan al psicoterapeuta como un
experto que trata y cura a clientes consideran que la terminación debe ser ini­
ciada por el terapeuta (Kupers, 1988). En su opinión, sólo el terapeuta puede
determinar cuándo resulta apropiado terminar. Los psicoterapeutas contempo­
ráneos no suscriben esta idea. Estos perciben a los clientes como personas autó­
nomas que deben ser animadas a asumir la responsabilidad de sus vidas y de su
trabajo en la terapia (Kramer, 1990; Kupers, 1988; Szasz, 1965). Raskin y
Rogers (1989) también suscriben este punto: “Se puede confiar en que los
clientes elijan a su propio terapeuta, decidan la frecuencia y longitud de su ter-
pia, hablen o permanezcan callados, decidan que necesidades explorar, alcan­
cen su propio “insight” y sean los arquitectos de sus propias vidas”. (Pag. 156).
Kramer (1990) afirma que habitualmente es preferible que el cliente deci­
da cuándo debe terminar la terpia. También advierte a los terapeutas que no
deben oponerse a la decisión del cliente.
Una de las mejores razones para estar de acuerdo con el cliente es que no
estar de acuerdo no es terapéutico ni de ayuda. Si el cliente suscita ideas y senti­
mientos relacionados con terminar la terapia y el terapeuta manifiesta por cual­
quier razón su desacuerdo, la relación terapéutica -suponiendo que sea buena- se
va a ver irrevocablemente dañada o minada. Esto se va a producir aunque el
desacuerdo del profesional se produzca de una manera aparentemente bien inten­
cionada y sin intrusión. (Pag. 41)

Terminación iniciada por el terapeuta


Un principio ético importante recogido en el Capítulo 7 obliga a los terapeu­
tas a terminar o remitir el cliente a otro terapeuta cuando sienten que no pueden
ofrecer al cliente un servicio útil. Weiner (1975, pag. 273) afirma que “persua­
dir a un paciente para permanecer en psicoterapia tiene el mismo valor dentro
del contrato eficaz del tratamiento, como seducirle para comenzarla”. Ahora
bien, Kramer (1990) siguiere a los terapeuta que se pregunten a sí mismos si
honestamente su deseo de terminar con un cliente no está motivado por el abu­
rrimiento, la falta de simpatía u otras cuestiones de contratransferencia.
270 ESTABLECIMIENTO DE METAS Y TERMINACIÓN

También es justo reconocer que es perfectamente correcto que los terapeutas


tengan sentimientos negativos hacia sus clientes. Ahora bien, el que inicien la ter­
minación porque no han resuelto sus propios asuntos personales, es una cuestión
muy diferente. Cuando un terapeuta tiene, por ejemplo, problemas para manejar a
un cliente excesivamente dependiente, su tarea tal vez deba ser la de consultar con
otro profesional en lugar de racionalizar que la terminación es un medio apropiado
para manejar el problema. Si no hay claves o sugerencias de terminación por parte
del paciente, y no hay criterios observables, entonces un final iniciado por el tera­
peuta puede muy bien ser debido a la contratransferencia. (Pag. 31)
Cuando las cuestiones de proceso en la relación terapéutica causan males­
tar al terapeuta, éste habrá de buscar supervisión y convertir este malestar en
una experiencia de aprendizaje provechosa. Permitir que el malestar se acre­
ciente hasta que el único recurso sea el de terminar la terapia no responde ni a
los intereses del cliente ni a los del terapeuta.

Terminación prematura

El cliente inicia prematuramente la terminación


Es lamentable cuando una terpia termina antes de que se ha alcanzado una
sensación de clausura. Cuando la terminación deba producirse antes de lo
deseado, aún es posible que el terapeuta y el cliente saquen algo positivo de
ella. Los clientes pueden tener razones de logística para desear terminar una
terapia, que pueden ir desde un traslado a problemas económicos. Los clien­
tes también pueden tener una idea que difiera de la del terapeuta respecto a
qué es lo que están dispuestos (o preparados) a lograr de la terapia. Cuando
un cliente desea terminar la terapia, el terapeuta no debe discutir con él o
interpretar su deseo como resistencia. Generalmente, es más beneficioso
dedicar algún tiempo a resumir los progresos hechos por el cliente hasta ese
momento y ayudarle a alcanzar una visión global de todo lo que ha pasado,
desde dónde partía y a dónde le gustaría llegar. Ayudar a los clientes a lograr
una perspectiva de sus problemas y a apreciar las posibilidades que la terapia
les ofrece, puede ayudarles mucho en sus planes futuros. El simple hecho de
que un cliente desee parar en ese momento la terpia, no significa que no esté
dispuesto a continuar en el futuro. Ahora bien, cuando un cliente desea termi­
nar, no debe hacerse en la misma sesión en la que se ha suscitado por primera
vez el tema. Los terapeutas deben pedir a los clientes que vuelvan para una
sesión especial de terminación.

Terminación prematura iniciada por el terapeuta


Los terapeutas deben hacer todo lo posible para evitar sorprender a los
clientes con una terminación inesperada. Cuando los terapeutas son incapaces
de continuar una relación terapéutica, el cliente debe ser advertido con mucha
PRINCIPIOS COMUNES EN PSICOTERAPIA 271

antelación. Los terapeutas deben planificar con tiempo suficiente una termi­
nación cómoda. Los sentimientos que genera el terminar la terapia antes de lo
deseable han de ser compartidos abiertamente entre terapeuta y cliente con el
fin de minimizar los sentimientos del cliente de ser abandonado (Dewald,
1965; Glenn, 1971). Aunque pueda ser doloroso, la terminación prematura
puede ser una experiencia de aprendizaje valiosa si se maneja de una manera
apropiada.
Una situación común en la que la terminación prematura no puede ser evi­
tada se produce en los centros de “counseling” en los que los internos o resi­
dentes tienen un periodo limitado de permanencia. No hace falta decir que los
terapeutas que saben que su tiempo con un cliente es limitado abordarán esta
cuestión al comienzo de la terapia de manera que el número de sesiones se
convierta en parte de su contrato terapéutico. Es evidente que cuando la tera­
pia va a constar de un número limitado de sesiones será preciso formular
metas que puedan ser alcanzadas durante ese periodo. Cuando se acerca el
momento de terminar la terapia, terapeuta y cliente podrán evaluar hasta
dónde han llegado y decidir si el cliente desea continuar el trabajo con otro
terapeuta. En caso afirmativo, el terapeuta puede ayudar al cliente facilitando
el cambio. Esto incluye remitir al cliente al profesional y ayudarle a manejar
las ansiedades y dudas que pueda tener respecto a tener que volver a empezar
con otra persona. Los terapeutas deben tener cuidado de no ser demasiado
cercanos emocionalmente a un cliente cuando anticipan que este será transfe­
rido en breve a otro terapeuta.
Ante una terminación prematura iniciada por el terapeuta, los clientes pue­
den tener una serie de posibles reacciones (Penn, 1990). Pueden sentirse
enfadados con el terapeuta porque les abandona. También pueden sentir
ansiedad por ser dejados. Otra reacción común en los clientes es la autoculpa-
bilización. El cliente puede creer que el terapeuta le deja porque no le gusta,
es inadecuado, o indeseable como cliente. Los terapeutas habrán de anticipar
este tipo de sentimientos cuando tengan que terminar una terapia antes de lo
deseado.
Los terapeutas también anticipan la terminación prematura con emociones
encontradas (Penn, 1990). Ellos también pueden sentirse ansiosos y experi­
mentar una sensación de perdida por tener que decir adiós a un cliente antes
de lo que quisieran. Es probable que el terapeuta experimente cierta sensa­
ción de culpa por “abandonar” al cliente. Además de sus propios sentimientos
por la terminación prematura, el terapeuta debe manejar también los senti­
mientos del cliente. Rabia, dolor o depresión dirigidos por el cliente hacia el
terapeuta no deben ser tomados como algo personal sino comprendidos como
algo predecible y una respuesta comprensible que habrá de ser tratada tera­
péuticamente. Los terapeuta se ven en el desafío de manejar sus reacciones
personales ante las expresiones de falta de satisfacción de los clientes de una
272 ESTABLECIMIENTO DE METAS Y TERMINACIÓN

manera profesional. Según Schafer (1973) los terapeutas quieren verse a sí


mismos como “alguien que ha ofrecido algo bueno, ha realizado un esfuerzo
sincero, ha conseguido algunos resultados (si ese fuese el caso) bajo situacio­
nes muy poco ventajosas” (pag. 141)

Cómo afecta la terminación a los clientes

Los terapeutas deben ser sensibles al hecho de que la terminación puede


ser una experiencia traumática para los clientes en psicoterapia. Strupp y
Binder (1984) describen como la terminación genera recuerdos de separacio­
nes dolorosas; Mikkelson y Gutheil (1979) establecen una analogía entre ter­
minación y muerte. Ahora bien, la terminación no es siempre una
adversidad, y para muchos clientes la experiencia de terminar la terapia
puede ser positiva. Marx y Gelso (1987) estudiaron a clientes que habían
terminado una terapia en un centro de ”counseling” universitario y encontra­
ron escasa evidencia de efectos negativos. Era mucho más probable que los
clientes describiesen sus experiencias de terminar la terapia en términos
positivos que negativos. La mayoría de los clientes informaba haber experi­
mentado sentimientos del siguiente tipo respecto a terminar la terapia:
calma, vitalidad, salud, reflexión y satisfacción. Los clientes que si habían
experimentado sentimientos negativos en relación a la terminación afirma­
ban haber experimentado miedo, soledad y nerviosismo. Los clientes que
habían tenido más dificultades para terminar la terapia eran aquéllos que
habían sufrido anteriormente pérdidas traumáticas en sus vidas. También era
más difícil para los clientes conducir la terapia cuando habían desarrollado
una relación estrecha con su terapeuta a lo largo de un período de tiempo
relativamente prolongado.
Cuando los clientes son excesivamente dependientes o no han aprendido
cómo afrontar la perdida, pueden reaccionar ante la terminación devaluando
al terapeuta, negociando más tiempo, o regresando y experimentando una
recaída (Roth, 1987). Cuando la terminación se planifica, discute con sufi­
ciente antelación, y se realiza siguiendo las sugerencias que se darán más
adelante, habitualmente es una experiencia positiva para los clientes.

Cómo afecta la terminación a los terapeutas

La terminación puede tener una carga emocional no sólo para el cliente


sino también para el terapeuta. Greene (1980) ideó el Cuestionario de Termi­
nación del Terapeuta para evaluar las siguientes reacciones positivas y negati­
vas a la terminación.
El cambio de rol se caracteriza por una menor preocupación por la distan­
PRINCIPIOS COMUNES EN PSICOTERAPIA 273

cia profesional, convirtiéndose en una persona más “real”, siendo más expre­
sivo emocionalmente y deseando compartir más información personal.
La negación se caracteriza por contemplar al cliente como alguien que no
tiene problemas para acabar la terapia, y que se siente completamente positi­
vo y reconciliado con el terapeuta.
La depresión se caracteriza por experimentar la terapia como algo menos
gratificante, tener dificultad para concentrarse en las tareas terapéuticas y el
deseo de retraerse emocional mente.
La ansiedad se caracteriza por sentirse perturbado y emocionalmente
implicado y preocupado por el bienestar del cliente.
La satisfacción por la tarea se caracteriza por una mayor satisfacción
hacia el trabajo terapéutico, confianza de que el cliente ha mejorado y senti­
mientos de confianza personal por la propia competencia como terapeuta.
Goodyear (1981) y Martin y Schurtman (1985) describieron cuatro pro­
blemas que podían experimentar los terapeutas cuando la terpia se terminaba.

Culpa
Los terapeutas pueden experimentar sentimientos de culpa por el abando­
no al cliente. Esta culpa es exacerbada en terapeutas que no han resuelto sus
propios sentimientos de independencia e individualidad.

Ansiedad
Los terapeutas pueden experimentar ansiedad generada por la perdida de
su rol profesional. Durante la terminación, los terapeutas deben abandonar su
rol de expertos valorados por sus clientes como figuras de autoridad. Otra
fuente de ansiedad es la preocupación por el cliente. Los terapeutas pueden
estar preocupados por el bienestar de los clientes y por su satisfacción con la
terapia. Dado que la terminación es una experiencia potencialmente traumáti­
ca para los clientes, los terapeutas pueden sentirse preocupados por su capaci­
dad para dar por terminada la terapia de una manera apropiada.

Dudas personales
Los terapeutas pueden experimentar sentimientos de falta de seguridad y
depreciación personal además de depresión. Se pueden preguntar si han
ayudado verdaderamente a su cliente, cuestionando su competencia. Estos
sentimientos pueden llevar al terapeuta a aferrarse al cliente en busca de
garantías que le tranquilizan, o a intentar ofrecerle “algo de valor” en
forma de consejo.

Pérdida
Los terapeutas pueden experimentar sentimientos de duelo por la pérdida
de la importante y significativa relación que han desarrollado con el cliente.
274 ESTABLECIMIENTO DE METAS Y TERMINACIÓN

Los terapeutas deben prescindir también de la placentera experiencia vicaria


de ver a sus clientes desarrollarse, crecer y hacer mejorías en sus vidas.
Martín y Schurtman (1985) advierten que los terapeutas pueden intentar
defenderse contra la experiencia potencialmente negativa de la terminación
adoptando los siguientes tipos de maniobras.
1. Los terapeutas pueden quitar importancia y suavizar la terminación,
no dedicando suficiente tiempo y energía al proceso de la terminación.
2. Los terapeutas pueden proyectar sus sentimientos negativos hacia el
cliente y culparle de no apreciarles lo suficiente y no sacar el máximo
provecho de la terapia. Esta proyección se puede traducir en un aban­
dono prematuro del cliente, antes de que él esté preparado para dejar
la terapia, o provocando que éste la abandone.
3. Los terapeutas pueden negar sus sentimientos contemplando la termi­
nación como un ejercicio académico realizado sólo para proporcionar
al cliente una experiencia de aprendizaje.
4. Los terapeutas pueden volverse dependientes del cliente buscando
ansiosamente que éste les asegure sus competencias clínicas y valía
personal.
Es evidente que la terminación puede ser una experiencia tan significativa
para el terapeuta como para el cliente. Es conveniente que los terapeutas
recurran a supervisión cuando consideren que ésta les puede ayudar a aprove­
char al máximo esta valiosa experiencia.

UN MODELO PARA TERMINAR LA TERAPIA

En el estudio realizado por Marx y Gelso (1987), sobre la terminación de


la terapia en un centro de “counseling” universitario, la mayoría de los clien­
tes señalaba haber realizado alguno de los siguientes comportamientos duran­
te el proceso de terminación.
• Dar las gracias al terapeuta.
• Resumir el trabajo conjunto.
• Evaluar la cuantía de las metas alcanzadas.
• Discutir sus planes de futuro.
• El terapeuta revelaba sus sentimientos respecto a la terminación de la terapia.
• Fijar una fecha para una sesión final.
• Compartir con el terapeuta los sentimientos suscitados en relación a la termina­
ción de la terapia.
• El terapeuta invitaba al cliente a volver si éste sentía la necesidad de hacerlo.
Lamb (1985) describió un procedimiento para terminar la psicoterapia que
PRINCIPIOS COMUNES EN PSICOTERAPIA 275

comenzaba siete semanas antes de que la terpia estuviera programada para


concluir.

Siete semanas antes de la terminación


En este punto el terapeuta y el cliente han acordado que la terapia va a ter­
minar. Es evidente para ambos que se ha progresado lo suficiente como para
terminar la terapia o que han tenido lugar otras circunstancias que requieren
terminar. El cliente y el terapeuta diseñan su plan para terminar la terapia y
dejan claro que se están aproximando hacia la sesión terapéutica final.

De cinco a seis semanas antes de la terminación


Durante estas sesiones, el cliente y el terapeuta revisan el curso de la
terapia. Observan lo que han experimentado juntos y qué cambios ha hecho
el cliente en su vida. El terapeuta y el cliente analizan las estrategias de
afrontamiento que éste último ha aprendido y revisan aquellas que le gusta­
ría aprender en el futuro. Repasan las emociones y sentimientos que han
experimentado juntos. El terapeuta recuerda al cliente que en cuatro sema­
nas se dirán adiós. El terapeuta y el cliente comparten sus sentimiento res­
pecto a concluir la terpia.

De cuatro a tres semanas antes de terminar la terapia


El terapeuta y el cliente hablan sobre su relación. Cómo se han sentido el
uno con el otro y cómo han ido cambiando estos sentimientos durante el
curso de la terapia. Qué han aprendido sobre sí mismos a medida que han ido
interactuando. Qué tipos de sentimientos y emociones han experimentado
durante las sesiones de terapia. Ambos identifican incidentes críticos en sus
sesiones de terapia que les han influido especialmente en su trabajo conjunto.
También comparten sus respuestas a la pregunta: “¿Qué ha significado nues­
tra relación para mi?
Este también es el momento de discutir la transición del terapeuta a otras per­
sonas como sistema de apoyo del cliente. ¿A quién puede utilizar el cliente como
personas de apoyo una vez que la terapia haya concluido? ¿Continúa habiendo
áreas de asuntos inacabados que el cliente desee abordar? ¿Qué impresión tiene
el cliente respecto a reanudar en algún momento del futuro una terapia?
Por último, es importante que durante estas sesiones se reconozcan los sen­
timientos de tristeza y pérdida ante la perspectiva de decirse adiós. ¿Cómo pue­
den cliente y terapeuta utilizar su relación terapéutica para aprender algo acerca
de lo que significa cuando las personas deben alejarse la una de la otra?

Dos semanas antes de terminar


Es el momento de centrar la atención en los planes que el cliente tiene
para el futuro. ¿Qué ha aprendido el cliente durante la terapia que hará que le
Z16 ESTABLECIMIENTO DE METAS Y TERMINACIÓN

resulte más fácil afrontar los desafíos con los que pueda encontrarse una vez
que la terapia haya concluido? El terapeuta y el cliente puede utilizar la ima­
ginación o el rol playing para preparar a éste último para responder a futuros
problemas. Ambos pueden revisar el estilo poco adaptativo que tenía inicial­
mente el cliente para responder a desafíos y compararlo con las competencias
que actualmente posee para resolver dificultades parecidas.
También se recuerda al cliente que en la próxima sesión, ambos se dirán
adiós. No es infrecuente que en este punto el cliente o bien intente negociar
una o dos sesiones adicionales o que sugiera que no es preciso tener una últi­
ma sesión. Este miedo es comprensible, y el terapeuta debe ser empático pero
firme. Es el momento de concluir la terapia, pero la sesión final no debe ser
evitada.

La sesión final
La tarea de la sesión final es decirse adiós. Esta sesión puede resultar
extraña porque habitualmente no hay una agenda formal. Ahora bien, debi­
do a que el terapeuta y el cliente han tenido varias semanas para pensar en
ello y prepararse, normalmente podrán convertirlo en una experiencia
constructiva. El terapeuta y el cliente comparten apreciaciones y reconoci­
miento de su unión a medida que recorren el proceso de despedirse. Algu­
nos terapeutas pueden programar una sesión de seguimiento, pero esto
debe hacerse con cautela dado que puede parecer una extensión del proce­
so de terminación. Tal vez sea preferible dejar la puerta abierta a que el
cliente pueda volver a llamar si desea volver a concertar sesiones de tera­
pia en el futuro.

DIRECTRICES PARA UNA TERMINACION EXITOSA

Kottler (1991, pag. 171) describe la importancia de terminar la terapia de


una manera que permita a los clientes sentirse bien por su trabajo y continuar
actuando como sus propios terapeutas en el futuro. Yalom (1985) recalca que
“la terminación es más que el final de la terapia, es una parte integral del pro­
ceso de la terapia, y si se maneja y comprende adecuadamente, puede ser una
fuerza importante en la instigación al cambio” (pag. 368). Strupp y Binder
(1984) contemplan la terminación como una oportunidad para que los clien­
tes aprendan cómo separarse de personas significativas para ellos de una
manera constructiva y adaptativa.
Concluimos este capítulo con una serie de directrices para la terminación
exitosa de la terapia basadas en las ideas discutidas en las páginas anteriores
(Kramer, 1990; Pipes y Davenport, 1990).
PRINCIPIOS COMUNES EN PSICOTERAPIA 277

Discutir precozmente la terminación

El terapeuta debe comenzar a hablar sobre la terminación en las etapas ini­


ciales de la terapia, y recordar al cliente de vez en cuando, que llegados a un
punto, la terapia concluirá y será el momento de decirse adiós. Muchos terapeu­
tas llegan al punto de establecer una fecha de terminación al comienzo de la
terapia. Esto no se hace para que los clientes se pongan ansiosos (aunque Freud
sí fijaba fechas de terminación para motivar a clientes recalcitrantes); en lugar
de esto, el objetivo del terapeuta es modelar una disposición a hablar de ciertos
asuntos incómodos de una manera abierta. Es mejor ser explícito acerca de
cuestiones sensibles que esperar hasta que éstas afloren sintomáticamente.

Tener metas claras

Es mucho más fácil que cliente y terapeuta trabajen hacia la consecución


de un final satisfactorio si ambos has compartido las metas mutuas. Las
metas de la terapia deben ser tan objetivas como sea posible de manera que
terapeuta y cliente puedan evaluar sus progresos durante el curso de la tera­
pia. Cuando los logros del cliente sean sutiles, el terapeuta puede ayudarle a
apreciar estos avances haciendo una revisión del curso de la terapia. Si el
cliente está preparado para esperar dificultades y recaídas como una parte
natural de la terapia, entonces éstas pueden ser sorteadas sin problemas. El
terapeuta debe ser sensible para acompasar su agenda personal con lo deseos,
necesidades, capacidades y limitaciones del cliente.

Prestar atención a claves para la terminación

Además de comunicar a los clientes sus progresos, los terapeutas han de ser
sensibles a aquellas claves que indican que los clientes pueden estar preparados
para concluir la terapia. Cuando se presentan este tipo de indicaciones, es impor­
tante que el terapeuta plantee abiertamente al cliente cuándo podría ser apropia­
do terminar la terapia. A continuación se describen algunas de las claves más
comunes para terminar la terapia (Kottler, 1991; Kramer, 1986; 1990).
El cliente no tiene tantas cosas sobre las que hablar Las cuestiones que
el cliente suscita son menos sustantivas. Las sesiones de la terapia son menos
intensas. El terapeuta debe determinar si se ha llegado a una meseta y si hay
algo más que se deba trabajar o si la terpia ha comenzado a resolverse.
Los clientes comienzan a relacionarse con el terapeuta de una manera
mas igualitaria. Los clientes ya no necesitan idealizar o despreciar al tera­
peuta. Se da una sensación de que ambos se han convertido en compañeros.
278 ESTABLECIMIENTO DE METAS Y TERMINACIÓN

El cliente se relaciona con el terapeuta de una manera menos formal. El clien­


te es más abierto e inmediato. Los psicoanalistas se refieren a este fenómeno
como la resolución de la transferencia. Los terapeutas humanistas señalan
que el cliente ha desarrollado un mayor sentido de “yo”. En su ensayo “El
Arte del Psicoanálisis”, Jay Haley (1963) da la siguiente descripción del equi­
librio de la relación cliente terapeuta.
En última instancia tiene lugar un hecho sorprendente. El paciente sube de
manera casual un peldaño, y el analista baja otro, y el paciente no parece pertur­
bado por este hecho. Se llega a un momento en el que a éste no parece importarle
realmente si el analista controla realmente la relación o si es él quien la controla.
En otras palabras, está curado. (Pag. 201)
El cliente requiere menos input y feedback del terapeuta. Existe una sen­
sación de que el cliente ha interiorizado gran parte de lo que tiene lugar en la
terapia. Esto se hace especialmente evidente cuando el cliente demuestra la
capacidad de afrontar las recaídas o dificultades. El cliente puede hacer ahora
gran parte del trabajo de la terapia por sí solo.
Se da una pauta de sesiones de terapia menos frecuentes. Los clientes o
bien comienzan a perder sesiones o encuentran razones para programarlas
con menor frecuencia. Cuando esto ocurre, el terapeuta debe evitar tomárselo
como algo personal. Por el contrario, debe intentar equilibrar su empatia por
el evidente deseo del cliente de espaciar la terapia con su intento de hacer que
estos evalúen honestamente cualquier aspecto o problema que aún necesiten
trabajar (bien ahora o en el futuro).

Respeto a la autonomía del cliente

Anteriormente ya señalamos que un objetivo principal de la psicoterapia es


fortalecer la sensación de dominio, competencia y autoresponsabilidad del
cliente. Con este fin, los terapeutas deben respetar los puntos de vista que el
cliente tenga respecto a cuándo desea terminar la terapia. Esto no quiere decir
que los terapeutas no puedan manifestar su propia opinión profesional y ayudar
al cliente a contemplar todas las cuestiones relevantes. Ahora bien, los terapeu­
tas deben evitar colocar a los clientes en una situación en la que no van a ganar
nada, etiquetándoles de resistentes cuando intentan terminar la terapia y de
dependientes cuando desean continuarla (Kramer, 1986, pag. 529).

Mantener una relación profesional

Cuando la terapia se aproxima a la terminación, no es infrecuente que los


terapeutas actúen de una manera menos formal, se centren menos en el proce­
PRINCIPIOS COMUNES EN PSICOTERAPIA 279

so, y compartan más información sobre sí mismos. Esta es una reacción natu­
ral a la mayor sensación de bienestar que el cliente experimenta respecto al
terapeuta como “persona real”. Ahora bien, conviene tener en cuenta el valor
de mantener la relación cliente/terapeuta a un nivel profesional. Al fin y al
cabo, el mayor compromiso del terapeuta es hacia el crecimiento personal
del cliente. El trabajo terapéutico que cliente y terapeuta han luchado por rea­
lizar juntos se vería comprometido si el terapeuta dejase de considerar el
aspecto sagrado de la relación terapéutica y comenzase a actuar como amigo
del cliente.

Mantener la puerta abierta

La mayoría de los terapeutas contemporáneos no suscriben la visión tradi­


cional de que, una vez que la terapia ha terminado, el terapeuta y el cliente no
deben volver a mantener ningún contacto. En opinión de Arnold Lazarus
(1981): “¿Se debe contemplar a todos los pacientes que vuelven al médico o
al dentista solicitando más cuidados como fracasos terapéuticos o recaídas?
Nosotros esperamos que no. No obstante, esta terminología y la mitología
subyacente impregnan el cuidado de la salud mental” (pag. 30)
Budman y Gurman (1988) recomiendan que los terapeutas mantengan una
perspectiva de atención primaria con sus clientes, proporcionándoles la opor­
tunidad de programar citas en el futuro si sienten el deseo de realizar una tra­
bajo terapéutico adicional. Tal y como indican estos autores a sus alumnos:
“no hay nada más fácil que conseguir que un paciente no vuelva” (pag. 290).
Evidentemente, muchos terapeutas parecen tener unas excepcionales habili­
dades innatas para conseguir que sus pacientes nunca vuelvan. Pensamos que los
pacientes pueden y deben volver cuando lo necesiten. Esta perspectiva no impide
que la terapia se lleve a cabo de una manera eficaz y eficiente, sino que defiende
una visión más flexible en el sentido de que “no es preciso hacerlo todo de una
vez.” (Budman y Gurman, 1988, pag. 290)

SUMARIO

El establecimiento de metas es importante porque proporciona una direc­


ción al esfuerzo de colaboración entre terapeuta y cliente. Los propósitos de
las metas son: (1) proporcionar una dirección a la terapia, (2) permitir a los
terapeutas evaluar su competencia, (3) facilitar el esfuerzo y el rendimiento
del cliente, (4) sugerir estrategias terapéuticas útiles, (5) permitir a clientes y
terapeutas seguir sus progresos de cerca y (6) proporcionar auto-motivación.
Los pasos para seleccionar las metas incluyen: (1) explicar el propósito de las
metas, (2) identificar metas, (3) determinar si las metas pertenecen realmente
280 ESTABLECIMIENTO DE METAS Y TERMINACIÓN

al cliente, (4) determinar si las metas son realistas, (5) identificar las ventajas
y desventajas de las metas y (6) establecer un compromiso. Los pasos para
definir las metas incluyen: (1) definir comportamientos manifiestos y encu­
biertos asociados con la meta, (2) definir las condiciones o contexto de la
meta, (3) definir el nivel de cambio deseado, (4) identificar submetas, (5)
identificar obstáculos, (6) identificar recursos y (7) revisar el progreso.
Cari Rogers señala que los terapeutas suelen intentar ayudar a sus clientes
a embarcarse en un proceso de crecimiento que les permita llegar a ser perso­
nas con un funcionamiento más completo. Las metas esenciales identificadas
por Irving Yalom incluyen resolver los desafíos de la muerte, libertad, aisla­
miento y falta de significado. Albert Ellis y Windy Dryden identificaron los
siguientes criterios de salud psicológica como metas posibles para terapeutas
y clientes: (1) auto-interés, (2) interés social, (3) autodirección, (4) alta tole­
rancia a la frustración, (5) flexibilidad, (6) aceptar la incertidumbre, (7) com­
promiso de logros creativos, (8) pensamiento científico, (9) autoaceptación,
(10) asunción de riesgos, (11) hedonismo a largo plazo, (12) no utopía y (13)
autoresponsabilidad.
La terminación proporciona a los terapeutas y a los clientes una oportuni­
dad de decirse adiós de una manera mutuamente satisfactoria. Esto es una
experiencia nueva e importante para muchos clientes y debe ser evitada. La
terminación comienza al principio de la primera sesión de terapia. Se debe
dejar bien claro al comienzo de la terapia que, en algún momento, el terapeu­
ta y el cliente darán por terminada su relación. Muchos terapeutas recomien­
dan establecer una fecha de terminación hacia la que poder trabajar junto con
el cliente. La mejor situación es aquella en la que tanto el terapeuta como el
cliente acuerdan cuándo es un momento oportuno para concluir la terapia.
Ahora bien, si el cliente decide terminar la terapia, los terapeutas deben apo­
yarles por haber tomado la responsabilidad de su vida y ayudarles a ganar
una visión general de lo que han aprendido en la terapia y qué podrían lograr
potencialmente en el futuro de una terapia.
La situación ideal, es aquélla en la que la terminación tienen lugar una vez
que los clientes han sido capaces de encontrar soluciones a sus síntomas o
problemas y han aprendido suficientes estrategias de afrontamiento como
para mantener sus logros y resolver problemas similares en el futuro. En el
mejor de los casos, terapeuta y cliente han alcanzado un nivel cómodo de
autorevelación en su relación. Ahora bien, en muchas ocasiones, la termina­
ción de la terapia no llega en el momento ideal y es responsabilidad del tera­
peuta conseguir que el cliente vuelva en la medida de lo posible a una sesión
de terminación. La terminación puede ser una experiencia de pérdida tanto
para los terapeutas como para los clientes, los terapeutas deben estar abiertos
a discutir un amplio abanico de sentimientos que pueden ser suscitados por el
proceso de terminación. Se sugieren las siguientes directrices para una termi­

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