Está en la página 1de 24

Teorías sobre la culpabilidad

A. Teoría psicológica de la culpabilidad


El penalista vienés Franz von es el principal
artífice de la formulación psicológica de la
culpabilidad, que, según él, debe contemplarse de
manera estricta, es decir, abarcando solamente la
relación subjetiva entre el acto y su autor.
Dicha relación sólo puede ser de carácter
psicológico.
La propuesta de Von Liszt está muy influenciada
por el pensamiento positivista decimonónico. Bajo
este esquema, el delito se dividía en dos
aspectos a partir de la perceptibilidad de los
sentidos: lo interno, que se corresponde con la
culpabilidad, y lo externo, relacionado en forma
directa con la antijuridicidad. Visto así, la
culpabilidad pasó a ser considerada la suma de
todos los elementos subjetivos del hecho. De
acuerdo con Von Liszt, no basta que el resultado
pueda ser objetivamente referido a la
manifestación de voluntad del agente, sino que
también debe darse subjetivamente el nexo de
culpabilidad del autor. Deducimos de lo anterior
que lo que importa de verdad en esta teoría es el
nexo o conexión psicológica entre el individuo y
su hecho.
Para esta concepción de la culpabilidad la
relación psicológica se manifiesta en dos
vertientes, en las cuales se agota ese vínculo
subjetivo: el dolo y la culpa. Estas son las dos
especies en que la culpabilidad se divide. En tal
caso, la dolosa sería la forma mejor elaborada
porque cumple la condición exigida de nexo
psíquico entre el sujeto y su hecho; no puede
decirse lo mismo de la culpa, salvo que expresa
una imperfecta relación subjetiva del autor y el
hecho por él realizado.
En cuanto a la pena, la tesis psicológica exige
la proporcionalidad de aquélla al acto individual
de voluntad considerado en sí mismo, y también
obliga a prescindir de cualquier valoración de la
personalidad total del agente y del proceso
motivacional que sustenta la conducta. Emerge así
la conexión con la idea de retribución, entendida
como justa reacción a un hecho objetivamente
lesivo: el reproche de culpabilidad encuentra
fundamento en la idea de retribuir al hecho
individual cometido con una pena proporcionada a
su gravedad objetiva y específica.
Las principales objeciones que se hacen a esta
teoría se dan en los planos dogmático y
funcional. En el primero, no logra generar un
concepto superior en el cual pudieran
incorporarse dolo y culpa: mientras el dolo
consta de conciencia y voluntad como actitudes
psicológicas efectivas, para configurar la culpa
son suficientes también actitudes psicológicas
potenciales. Y desde la perspectiva funcional, se
advierte que la teoría analizada no valora todas
las posibilidades de la culpabilidad como
elemento de graduación de la responsabilidad
penal, sobre todo porque no considera las
variadas motivaciones que llevan a una persona a
delinquir.

Elementos
Las diversas conceptualizaciones en torno a la
culpabilidad son una prueba irrefutable de la
relevancia que este concepto tiene en la ciencia
penal y, sobre todo, en la teoría del delito.
Aquí se explicarán los elementos que configuran o
estructuran la culpabilidad. No es posible hablar
de culpabilidad en el caso concreto de la persona
que ha cometido un hecho típico y antijurídico,
si tal persona no reúne una serie de requisitos
que son, precisamente, los elementos que integran
dicho concepto.
Con respecto a la culpabilidad, nuestra posición
va de la mano de la teoría motivadora de las
normas penales a la que nos hemos adherido desde
hace ya algunos años. Compartimos los argumentos
que fundamentan esta perspectiva teórica, en el
sentido de que las normas citadas inciden, de una
manera u otra, en la conducta del sujeto en
sociedad. La influencia de las normas sociales y
de las propiamente jurídico-penales es
determinante a la hora de construir los vínculos
con otros integrantes del colectivo social.
Los individuos que poseen las mínimas condiciones
psíquicas y culturales para sentirse motivados
por las normas penales deben responder por sus
actos, sobre todo si contrarían la ley penal. La
capacidad de motivación del individuo le permite,
entre otras cosas, conocer el contenido de la
norma penal, aunque no necesariamente deba
comprender en forma cabal los aspectos técnicos
de la misma; en virtud de ese conocimiento (real
o potencial), el sujeto está también en
condiciones de ordenar su comportamiento según la
norma.
Es perfectamente posible que algunas personas
carezcan de estos requisitos, es decir, que no
estén en condiciones de sentirse motivadas por la
norma, entre otras razones debido a deficiencias
de carácter psíquico, falta de madurez,
desconocimiento de la prohibición normativa o
bien porque se encuentren en situaciones en que
no les sea exigible un comportamiento distinto;
en tal caso, si hubieran cometido un hecho típico
y antijurídico, no podría afirmarse la existencia
de la culpabilidad y, por ende, no podría
aplicarse pena alguna.
El Derecho penal de base democrática no puede (no
debe) valerse de conceptos o categorías que
carezcan de una fundamentación racional. La
culpabilidad, en tanto fundamento y límite de la
pena, requiere a su vez un fundamento material
sólido y lo más racional posible que no puede ser
el libre albedrío, traducido en ese poder obrar
de modo distinto, como ya se dijo en otra parte.
Con el propósito de conocer más a fondo el
elemento culpabilidad, en las lineas que siguen
nos ocuparemos del estudio de los elementos que
la integran.

Elementos de la culpabilidad

Los tres elementos que integran la culpabilidad


son:
1. La imputabilidad o capacidad de culpabilidad.
2. El conocimiento de la antijuridicidad del
hecho realizado.
3. La exigibilidad de un comportamiento distinto.

Es muy importante tener en cuenta que cada uno de


estos elementos tiene la característica de la
graduabilidad, es decir, pueden presentarse en
mayor o menor intensidad, lo que produce un
efecto concreto en la culpabilidad, pues en
algunos casos pueden excluirla por completo y en
otros simplemente disminuirla. Por ejemplo, la
minoría de edad penal no es susceptible de
graduabilidad, ya que se trata de una
determinación legislativa -inris et de jure-, de
índole político-criminal. Para facilitar el
estudio y comprensión de cada uno de estos
elementos, en los apartados que siguen se
analizarán tanto en su expresión positiva como en
aquella que los niega o excluye.
Antes de seguir, es pertinente dejar sentada la
diferencia entre causas de exclusión y causas de
anulación de la culpabilidad:
Las primeras (causas de exclusión) dejan intacto
el tipo de injusto, con todo lo que ello comporta
en orden a la aplicación de sanciones no penales,
medidas de seguridad, admisión de la legítima
defensa frente al que actúa, posibilidad de
participación de terceras personas, etcétera; las
segundas (causas de anulación) convierten el
hecho en algo lícito y aprobado por el
ordenamiento jurídico, no cabe legítima defensa
frente a ellas, tampoco cabe responsabilidad
penal por participación de terceros, etcétera.

La imputabilidad como capacidad de culpabilidad

Dentro de este elemento caben todos los supuestos


que se refieren a la madurez psíquica y a la
capacidad del individuo para motivarse. Cuando
éste no tenga las suficientes facultades
psíquicas para poder ser motivado racionalmente,
no habrá culpabilidad.
Para saber en qué consiste la imputabilidad o
capacidad de culpabilidad es preciso recordar que
ésta se basa en la capacidad de motivación del
autor del hecho típico y antijurídico, quien debe
poseer un mínimo de facultades psíquicas y
físicas de acuerdo con las cuales, en un momento
determinado, pueda atribuírsele la
responsabilidad del delito cometido.
Al conjunto de facultades psíquicas y físicas del
sujeto se le denomina imputabilidad, capacidad de
culpabilidad o capacidad de motivación. La
ausencia de esta capacidad en el sujeto impide
que sea declarado culpable, y esto sucede cuando
falta la madurez necesaria o se padecen graves
alteraciones psíquicas. Habiéndose rechazado la
visión librearbitrista de los fenómenos
jurídicos, la investigación sobre la
imputabilidad consistirá básicamente en la
constatación de la motivabilidad del autor del
hecho y no sobre si pudo o no actuar de otro
modo. El fundamento de la imputabilidad radica en
el proceso de socialización del individuo, más
concretamente en la normalidad de sus facultades
psíquicas y de relación social.
Entendemos por socialización el proceso a través
del cual un individuo es absorbido por la cultura
de una sociedad; constituye un proceso de
aprendizaje de conducta que dura toda la vida.
Así, mediante la transmisión de normas
conductuales se enseña a aceptar una estructura
social determinada y luego, cuando el individuo
socializado haya interiorizado estos esquemas
convirtiéndose en un agente socializador, es muy
probable que coadyuve al mantenimiento de la
cultura y de la estructura social imperante.
Por lo demás, el concepto de imputabilidad no
puede ser comprendido en sí mismo, sino inmerso
en una estructura social concreta, es decir, como
el resultado de un proceso de socialización que
inicia con el nacimiento y continúa a lo largo de
la vida del individuo, caracterizado por la
incorporación que el sujeto hace de las diversas
exigencias normativas de índole social que la
vida en comunidad le presenta. Cualquier
alteración en el proceso de socialización, afecte
o no las facultades volitivas o intelectivas,
debe ser considerada al formular juicios
valorativos sobre el comportamiento del
individuo, más aún si se trata de afirmar o negar
la capacidad de culpabilidad.
Cuando se quiera determinar la imputabilidad de
un sujeto, lo mismo importarán los aspectos
psíquicos y físicos que los de naturaleza
sociocultural, en la medida en que estos últimos
influyen de manera decisiva en la configuración
de la personalidad del individuo y condicionan
igualmente su comportamiento en el seno social.
Ni qué decir tiene que el proceso de
socialización es por demás complejo, al estar
condicionado en buena medida por la interrelación
con otros integrantes del colectivo-social.

Las causas de inimputabilidad

Lo contrario a la imputabilidad se denomina


inimputabilidad. Para determinar su existencia
las legislaciones penales utilizan fórmulas que
pueden ser biológicas, psicológicas,
psiquiátricas, cronológicas, sociológicas,
socioculturales, jurídicas y mixtas. Las más
comunes son las formulaciones psicológica-
psiquiátrica, biológica-psiquiátrica y la
biopsicológica, y en algunos casos se observan
variantes eclécticas.'
Corresponde al peritos atender estas dos
cuestiones: identificar cuál criterio se adoptó
en la ley penal correspondiente y considerar que
para afirmar la inimputabilidad es indispensable
la presencia de las condiciones siguientes:
♦ Que la conducta del sujeto actuante sea
ilícita.
♦ La existencia de un disturbio mental o
circunstancia predicable del sujeto, como minoría
de edad, trastorno mental, desajuste
sociocultural o estado similar.
♦ Que el trastorno mental provoque la incapacidad
de comprender la ilicitud de su conducta o para
determinarse conforme a esa comprensión.
♦ La relación entre el disturbio mental y la
conducta.
Volviendo a los criterios de configuración de la
inimputabilidad, en términos genéricos, pueden
asumirse perfectamente los tres siguientes: a)
biológico, b) psicológico y c) mixto.

A. Método biológico

Se le conoce también como psiquiátrico,


naturalista, descriptivo o etiológico. Este
método
... enumera los factores necesarios para sostener
la inimputabilidad sin mencionar la razón por la
que dichos factores reproducen la incapacidad de
culpabilidad. Se sustenta en consideraciones de
orden biológico u orgánico relacionados con la
inmadurez mental del sujeto, como la minoría de
edad, sordomudez, y utiliza técnicas
psiquiátricas para elaborar la excluyente sobre
supuestos de anormalidad biopsíquica. Opera con
independencia de que los diversos desórdenes
mentales hubieren tenido o no relación directa
con el ilícito cometido.
B. Método psicológico

Para establecer la exención de responsabilidad,


el método o fórmula psicológica (identificada
también como sistema valorativo) fija su atención
en los efectos de anulación de la facultad
intelectual o volitiva, ello sin considerar las
causas que la hayan provocado. No es una
propuesta convincente, sobre todo porque para
determinar la imputabilidad sólo toma en cuenta
las facultades psíquicas y volitivas del sujeto y
cómo éstas inciden en su actuación, sin
considerar la influencia significativa que tienen
factores de índole sociocultural y psíquicos.10

C. Método mixto

Este método se refiere tanto al efecto como a la


causa. Exige una causa biológica y una
psicológica o psicológica-valorativa. Como puede
apreciarse, combina elementos de las dos fórmulas
anteriores; de esta manera, se requiere la
constatación de una previa base psicopatológica
que impida al sujeto, en el momento de realizar
el hecho, conocer la antijuridicidad de su
conducta o de obrar conforme a tal entendimiento.
La fórmula mixta es la más extendida en las
legislaciones penales del país y cuenta con mayor
aceptación en el ámbito jurisdiccional.
Cabe señalar que cuando un individuo no goza de
la capacidad de culpabilidad, es decir, no posee
las facultades psíquicas mínimas que posibilitan
la atribución del juicio individual de
imputabilidad, no es posible aplicarle sanción
penal alguna.

El Código Penal para el Distrito Federal (art.


29, fracc. vn) establece que el delito se excluye
cuando, al momento de realizar el hecho típico,
el agente no tenga la capacidad de comprender el
carácter ilícito de aquél o de conducirse de
El Código Penal para el Distrito Federal (art.
29, fracc. vn) establece que el delito se excluye
cuando, al momento de realizar el hecho típico,
el agente no tenga la capacidad de comprender el
carácter ¡lícito de aquél o de conducirse de
acuerdo con esa comprensión, en virtud de padecer
trastorno mental o desarrollo intelectual
retardado, a no ser que el sujeto hubiese
provocado su trastorno mental para cometer el
hecho en ese estado (actio libera in causa), en
cuyo caso responderá por el resultado típico
producido en tal situación.

con respecto a las expresiones trastorno mental y


desarrollo intelectual retardado, en ambos
supuestos falta en el individuo la posibilidad de
comprender el carácter ilícito del hecho o de
conducirse de acuerdo con esa comprensión. Ahora
bien, la amplitud del concepto trastorno mental
determina que en el mismo se incluya cualquier
tipo de trastorno mental, así sea transitorio o
permanente. Una formulación tan abierta como ésta
permite una graduación de la imputabilidad.

Causas específicas de inímputabilidad

A. Trastorno mental y desarrollo mental


insuficiente:
Las enfermedades mentales son muchas y variadas.
Es muy conocido el catálogo que sobre ellas
elaboró el alemán Emil Kraepelin, considerado el
padre de la psiquiatría científica moderna y la
genética psiquiátrica. Este científico reconoció
14 enfermedades mentales:
1. Alteraciones por traumatismos cerebrales.
2. Alteraciones psíquicas y otras encefalopatías
orgánicas.
3. Alteraciones por intoxicaciones, endógenas y
exógenas.
4. Alteraciones mentales por enfermedades e
infecciones.
5. Alteraciones por sífilis.
6. Procesos arteroescleróticos y de regresión.
7. Epilepsia genuina.
8. Esquizofrenia.
9. Psicosis maniaco-depresivas.
10. Psicopatías.
11. Reacciones psicógenas.
12. Paranoia.
13. Oligofrenia.
14. Casos oscuros.
De más está decir que el problema de las
enfermedades mentales se caracteriza,
definitivamente, por ser un asunto de elevada
polémica, dada su evidente complejidad. Este
primer catálogo, por supuesto, no ha sido el
único. En 1978 se elaboró otra clasificación cuya
aceptación internacional fue más amplia:
♦ Trastornos mentales orgánicos:
• demencia involutiva
• reacción orgánico-cerebral aguda (delirium)
• los producidos por las drogas.
♦ Trastornos mentales orgánicos:
• deficiencia y retardo mental (generalmente
orgánicos, pero también por ambiente poco apto)
• epilepsia sintomática orgánica y esencial.
♦ Trastornos de personalidad:
• algunos orgánicos
• algunos (la mayoría) de carácter social:
esquizoide, paranoide, entre otros.
♦ Trastornos sexuales (orgánicos y sociales)
♦ Trastornos funcionales:
• esquizofrenias (pensamiento, afectividad y
conducta)
• enfermedades afectivas: manías depresivas,
estados paranoicos, neurosis.
La Asociación Americana de Psiquiatría ha
configurado un manual diagnóstico y estadístico
de los trastornos mentales, conocido como dsm
(vigente ahora el dsm iv), que contiene una
clasificación de los trastornos mentales y
proporciona una descripción de cada una de las
categorías; su objetivo es facilitar la actividad
de los expertos en el tratamiento de este tipo de
padecimientos, y es muy probable la pronta
aparición de un documento actualizado. Por su
parte, la Organización Mundial de la Salud (oms)
recomienda el uso de otro catálogo: el denominado
cie-10 -Clasificación Internacional de
Enfermedades, 10a edición-, que tiene un uso muy
extendido mundialmente.
Estos intentos de clasificación no se refieren a
las personas, sino a las enfermedades que
padecen. No es un documento que puedan
interpretar (mucho menos aplicar) personas
carentes de capacitación o desconocedoras
profundas de la disciplina. Son instrumentos
altamente especializados. En el espacio
jurisdiccional es materia propia de peritos.
Si la enfermedad mental plantea problemáticas de
gran complejidad para los especialistas, más aún
para quienes no lo son, como sucede en el caso de
los penalistas, quienes requieren una opinión
calificada a fin de establecer la existencia e
intensidad de cada una de estas enfermedades.
Recapitulando: para efectos penales, si en un
caso concreto la persona realiza una conducta
típica y antijurídica afectada por alguno de los
trastornos o patologías psiquiátricas
mencionados, entenderemos que el sujeto ha
manifestado un comportamiento perturbado que
permite considerar la imposibilidad de
responsabilizarlo del mismo, dada la
inimputabilidad que le caracteriza. En
consecuencia, no cabe formular juicio de reproche
alguno. Cuestión distinta a suponer que no deba
intervenirse jurídicamente, debido a la
peligrosidad que su comportamiento pudiera
representar para la comunidad. En tal caso, no se
habla de la aplicación de una pena (que se basa
en la culpabilidad, no olvidarlo), pero sí de una
medida de seguridad.
La graduabilidad de esta causa de exclusión del
delito se evidencia en la consideración que el
art. 65 (en relación con el 29, fracc. VII) del
cpdf establece, señalando que si la capacidad del
autor sólo se encuentra disminuida, por
desarrollo mental retardado o por trastorno
mental, ajuicio del juzgador se le impondrá de
una cuarta parte de la mínima hasta la mitad de
la máxima de las penas aplicables para el delito
cometido o las medidas de seguridad
correspondientes, o bien ambas, tomando en cuenta
el grado de inimputabilidad, conforme a un
certificado médico apoyado en los dictámenes
emitidos por cuando menos dos peritos en la
materia.

B. Alteración de la conciencia
Si la imputabilidad radica en el juicio crítico
que rige a la conciencia, como indica Olga Islas,
ante la ausencia de éste queda eliminada la
imputabilidad, lo que conduce a las conclusiones
siguientes:
♦ Que en los casos de conciencia regida por el
juicio crítico el sujeto tiene voluntabilidad e
imputabilidad (capacidad psicobiológica).
♦ Que en los casos de conciencia no regida por el
juicio crítico (conciencia perturbada), el sujeto
tiene voluntabilidad, pero no imputabilidad.
♦ Que en los casos de inconsciencia el sujeto
carece tanto de la voluntad como de la
imputabilidad (incapacidad psíquica).
Caben en esta categoría agotamientos, excesos de
fatiga, adormecimientos, acciones bajo hipnosis o
en estados poshipnóticos y determinadas formas de
estado pasional, que deben ser diagnosticados
correctamente.
Estos casos también pueden ser entendidos como
regulados por la noción de exigibilidad, cuando
hay imputabilidad.

C. Anomalía psíquica

La anomalía psíquica consiste en


condicionamientos de la obediencia a la norma por
trastornos de la vida afectiva y de la percepción
de los impulsos, los cuales hacen que el autor
aparezca no tanto como retrasado -por ejemplo, en
la oligofrenia-, sino como distinto, aunque en el
caso concreto las fallas sólo le permitan una
existencia restringida. Entre las expresiones de
esta anomalía se mencionan las psicopatías,
neurosis e impulsos.
Hans Góppinger, experto en Medicina y
Criminología, hace notar que la anomalía tiene
como punto de partida una norma media
(imaginada), y sólo con base en conocimientos
empíricos amplios de psiquiatría es posible la
separación frente a lo no anormal. Indica,
además, que aunque las opiniones son casi siempre
unánimes en lo

referente a la existencia de una anomalía, no


siempre sucede lo mismo respecto de su génesis,
pronóstico y terapia. El criminólogo alemán
escribe:
La anormalidad psíquica, como tal, es neutral en
el sentido de una valoración. A ello no se opone
el que una personalidad en la que hayan sido
psicopatológicamente comprobadas algunas
anormalidades sea enjuiciada por un tribunal, y
eventualmente condenada, a causa de una violación
de las normas deontológicas del derecho penal. La
anormalidad psíquica, por un lado, y el juicio de
valor o de disvalor sobre un delincuente o sus
hechos, por otro, representan categorías
distintas. Mientras que fuera de la
psicopatología científica al analizar una
personalidad y su conducta se recurre casi
siempre a sistemas de valores y a concepciones
del mundo tradicionales e individuales como
criterios de la valoración, en la psicopatología,
con el concepto de lo anormal, se pretende
únicamente comprobar de una manera neutral que la
personalidad discrepa de una norma media en este
o en el otro campo psíquico.
Los expertos en estados mentales reconocen que la
discusión en torno a las irregularidades
psíquicas no sólo está determinada por los
avances científicos experimentados, sino también
por la necesidad de clarificar los conceptos
utilizados. Esto es, depende de qué se entiende o
cómo han sido definidas la psicopatía o la
neurosis. Algunas anormalidades psíquicas están
condicionadas por una enfermedad (las psicosis),
y otras se presentan como variedades del ser
psíquico. Otra vez habla Góppinger:
Cuando se pretende dar un dictamen lo más
completo posible y psicológicamente "fundado"
sobre una personalidad se la denomina como
"psicópata agresivo y neurótico". El que con
tales conceptos no pueda lograrse una aprehensión
de los aspectos psíquicos de una personalidad, es
algo evidente. El psicópata no existe, como
tampoco existe el neurótico. Por regla general,
lo que un neurótico presenta son determinados
rasgos irregulares y eventualmente también más o
menos dominantes de la personalidad, determinados
aspectos de su conjunto psíquico que son
calificados de anómalos, y determinadas formas de
conducta. Por eso unos neuróticos son distintos
unos de otros, y otro tanto sucede con los
psicópatas, no sólo en el sentido
psicopatológico, sino también respecto a la
repercusión social de su anormalidad.
Sin duda, en este aspecto, la intervención del
experto es fundamental. Los juristas, y sobre
todo los jueces, habrán de apoyarse en las
opiniones o dictámenes altamente especializados,
elaborados por verdaderos conocedores de la
disciplina que se encarga de los estados
mentales. El estudio del caso concreto permitirá
determinar si el sujeto estaba o no inmerso en
una anomalía psíquica y si, por último, ello
excluye o disminuye en algún grado la
responsabilidad que le es inherente.

Estados de intoxicación y síndrome de abstinencia


Muchos delitos son cometidos bajo el influjo del
alcohol o las drogas, y otros son perpetrados en
medio de los síntomas propios del síndrome de
abstinencia,29 afectando en forma indubitable la
capacidad de entender y querer del sujeto.
En relación con la embriaguez,30 originada por
causas exógenas y con efectos pasajeros,
independientemente de su origen etílico, de gases
o de drogas, también puede dar lugar a estados
que generan inimputabilidad; de esta manera, para
ser una causa de exclusión de la culpabilidad por
inimputabilidad, la embriaguez debe ser plena o
total, de modo que coarte la capacidad de
autodeterminación o para conducirse conforme a
ella.
Por lo que respecta al denominado síndrome de
abstinencia o síndrome de privación a drogas, se
define como el “grupo de signos y síntomas que
aparecen en el individuo como consecuencia de la
supresión o reducción del consumo de una droga y
que son característicos de cada tipo de droga”.
Si es originado por insuficiente aporte de droga,
se llama abstinencia por supresión, y si aparece
por la acción de un antagonista, se le conoce
como abstinencia precipitada. Se identifican los
tipos siguientes:
♦ Síndrome de abstinencia agudo. Conjunto de
signos y síntomas orgánicos y psíquicos que
aparecen inmediatamente después de interrumpir el
consumo de una sustancia psicoactiva de la que un
sujeto es dependiente. Cada grupo de sustancias
psicoactivas produce un característico síndrome
de abstinencia agudo y fácilmente diferenciable.
La intensidad y gravedad de este síndrome
dependen del tipo y de la cantidad de sustancia
consumida habitualmente.
♦ Síndrome de abstinencia tardío. Puede
describirse como un conjunto de disregulaciones
del sistema nervioso neurovegetativo y de las
funciones psíquicas básicas, que persisten
durante un largo periodo (meses o años) después
de conseguir la abstinencia. Este cuadro causa
múltiples trastornos físicos y psíquicos al
paciente, le dificulta enormemente el desarrollo
de una vida saludable y autónoma, y contribuye a
precipitar los procesos de recaída en los hábitps
tóxicos.

Síndrome de abstinencia condicionado. Consiste en


la aparición de sintomato- logia típica de un
síndrome de abstinencia agudo en un individuo,
que ya no consume, al ser reexpuesto a los
estímulos ambientales que fueron condicionados, a
través de un proceso de aprendizaje, hacia el
consumo de la sustancia de la que era
dependiente. El síndrome de abstinencia
condicionado suele crear un gran desconcierto en
el paciente, provocándole cuadros de gran
ansiedad y miedo que pueden precipitar un nuevo
consumo tóxico como forma de evitar la situación
displacentera en que se encuentra.
Quien actúa bajo los efectos del alcohol o las
drogas, e incluso quien lo hace inmerso en un
estado de síndrome de abstinencia, se encuentra
afectado en su capacidad de comprender y/o
querer. Ciertamente, se trata de una probable
exención de la responsabilidad que es graduable,
en función de la concreta disminución de las
facultades del sujeto en el momento en que actúa.
En el caso del síndrome de abstinencia, no es
complicado imaginar cómo una persona que lo
padece y que no puede soportar los intensos
estados de ansiedad se ve impulsada a procurarse
la sustancia, incluso mediante la violencia
contra otras personas o sus bienes; delinquiendo,
pues.
Para tener un punto de comparación sobre este
tema, cabe señalar que la jurisprudencia española
ha formulado una serie de requisitos para que
pueda apreciarse la existencia de la eximente,
que puede ser incompleta o una atenuación por
incurrir en estado de intoxicación; son los que
se apuntan a continuación:
♦ Requisito biopatológico. El sujeto tiene una
dependencia a una sustancia desde hace algún
tiempo.
♦ Requisito psicológico. Consiste en la
afectación de las facultades mentales del sujeto.
♦ Requisito temporal o cronológico. La afectación
debe concurrir en el momento mismo de la comisión
del delito.
♦ Requisito normativo. Debe evaluarse la
intensidad o influencia de tales sustancias en
las facultades mentales del sujeto para valorar
el grado de afectación de su capacidad de
motivación por la norma penal y,
consiguientemente, para determinar el grado de
exención o atenuación de la responsabilidad que
corresponda.
En nuestros ordenamientos penales no se
contemplan (como sí sucede en el código penal
español) eximentes como las referidas al síndrome
de abstinencia o a la intoxicación completa del
sujeto en el momento de cometer la infracción
penal. Sin embargo, parece un problema que
requiere mayor atención.

F. La edad penal

En relación con la edad penal, la Constitución


Política ordena en su art. 18 lo siguiente:
La Federación, los Estados y el Distrito Federal
establecerán, en el ámbito de sus respectivas
competencias, un sistema integral de justicia que
será aplicable a quienes se atribuya la
realización de una conducta tipificada como
delito por las leyes penales y tengan entre doce
años cumplidos y menos de dieciocho años de edad,
en el que se garanticen los derechos
fundamentales que reconoce esta Constitución para
todo individuo, así como aquellos derechos
específicos que por su condición de persona en
desarrollo les han sido reconocidos.
Las personas menores de doce años que han
realizado una conducta prevista como delito en la
ley, sólo serán sujetos a rehabilitación y
asistencia social.
Por su parte, un instrumento internacional en
materia de Derechos Humanos, concretamente la
Convención sobre los Derechos del Niño, establece
que se entiende por niño todo ser humano menor de
18 años de edad, salvo que, en virtud de la ley
que le sea aplicable, haya alcanzado la mayoría
de edad, la que en nuestro país se alcanza a los
18 años, conforme a lo dispuesto por el art. 34
constitucional.
Coincidimos con quienes sostienen que el de la
edad penal no es, ni mucho menos, un problema
relacionado con la falta de madurez de las
personas, sino que, por lo contrario, se trata de
un asunto vinculado con cuestiones de índole
político-criminal, que encuentra sustento en la
consideración de que un juicio de imputabilidad o
inimputabilidad no puede —ni debe— desvirtuar la
condición de persona del sujeto ni su dignidad ni
derechos. En la legislación penal mexicana, la
minoría de edad supone una presunción iure et de
iure (de pleno y absoluto derecho) de
inimputabilidad.
La concepción tradicional, ya superada por
algunas legislaciones, tendía a considerar a los
menores de edad sujetos inferiores, que merecían
un trato diferenciado en virtud de su falta de
madurez, asemejada a una especie de incapacidad
jurídica que, en la práctica, le privaba de las
garantías propias de un delincuente adulto.
Ahora bien, que una persona menor de 18 años haya
cometido un delito no la lleva, así nada más, a
no enfrentar su responsabilidad. Lo que sucede
realmente es que

También podría gustarte