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“La Teoría de la Culpabilidad” de Fabián García Miranda, realice un mapa conceptual de

las características principales que sostiene la teoría normativa de la culpabilidad.

La Teoría de la Culpabilidad

I. INTRODUCCIÓN

A. Diferencia entre injusto y culpabilidad

Desde el sistema penal clásico (Liszt, Beling, Radbruch) todos los elementos
objetivos del delito se incluían en el injusto y todos los subjetivos en la
culpabilidad, pues fue Liszt quien analizó de manera sistemática el delito a
partir de la distinción entre la antijuridicidad y culpabilidad. De ello se colige
que la diferencia entre injusto y culpabilidad, estriba en que el primero, se
conforma exclusivamente de caracteres externos objetivos de acción, en tanto
que la culpabilidad se compone de los elementos anímicos subjetivos.

El injusto (tipo y antijuridicidad) decide sobre el problema de si una conducta


se ajusta o no a las reglas del Derecho penal y la categoría de responsabilidad
(culpabilidad) responde desde puntos de vista políticos-criminales a la
cuestión de la necesidad jurídico penal de sancionar en el caso concreto.

II. EVOLUCIÓN DE LA CULPABILIDAD.

A. Teoría psicológica.

La separación del aspecto externo (injusto) con respecto al aspecto interno


(culpabilidad) en el sistema de Liszt, Beling y Radbruch, da lugar al llamado
concepto psicológico de culpabilidad, según el cual, la culpabilidad constituye
la relación subjetiva existente entre el hecho y el autor, y esta relación sólo
puede ser psicológica. Así, el delito existía como resultado de una doble
vinculación: la relación de causalidad material, la cual daba lugar a la
antijuridicidad, y la conexión de causalidad psíquica, que contemplaba a la
culpabilidad.

La culpabilidad ha de encarnar en una de sus dos especies -dolo y culpa- pero


éstas, no solamente eran sus especies sino la culpabilidad misma. El delito
doloso era la especie más perfecta de culpabilidad porque suponía la relación
psíquica completa entre el autor y el hecho, en tanto que la culpa se entendía
como una conexión síquica imperfecta con el hecho.

Así, el acto culpable es la acción culposa o dolosa del individuo imputable, de


donde se sigue que la imputabilidad aparece como presupuesto necesario de la
culpabilidad.

La teoría psicológica, enfrentó grandes problemas porque no pudo explicar


satisfactoriamente por qué en los casos de culpa inconsciente (donde no hay
relación psicológica) subsiste la culpabilidad e, inversamente por qué en los
supuestos de vis compulsiva (coacción psíquica), donde no se desvanece el
nexo psicológico, queda insubsistente la culpabilidad; situaciones por las que
fue desplazada dando paso a la concepción normativa de la culpabilidad.

B. Teoría normativa.

El conocimiento psicológico de culpabilidad fue sustituido por el concepto


normativo de culpabilidad, cuyos principales expositores son Frank,
Goldschmidt y Freudenthal.

Para la concepción normativista de la culpabilidad, ésta no es una situación


puramente psicológica (intelecto y voluntad), sino que representa un proceso
atribuible a una motivación reprochable del agente. En efecto, partiendo del
hecho concreto psicológico, ha de examinarse la motivación que llevó al
hombre a esa actitud psicológica, dolosa o culposa, pero además, es preciso
deducir, de tales motivos, si el autor cometió o no un hecho reprochable.

La concepción normativista se funda pues, en el reproche (basado en el acto


psicológico, en los motivos y en la caracterología del agente) y en la
exigibilidad. Así, los aspectos fundamentales en esta teoría son: a) La
culpabilidad es un juicio de referencia por versar sobre un hecho psicológico;
b) La culpabilidad es un proceso atribuible a una motivación reprochable del
agente; c) La reprochabilidad de la conducta (activa u omisiva) únicamente
podrá formularse cuando se demuestre la exigibilidad de otra conducta
diferente a la emitida por el sujeto, y; d) La culpabilidad tiene como
fundamentos en consecuencia, la reprochabilidad y la exigibilidad.

Esta teoría tuvo la virtud de permitir el análisis total de la personalidad del


agente; de manera que, al fijarse los límites de la culpabilidad por medio de la
exigibilidad, se obligó al juez a realizar un estudio de las condiciones
objetivas del individuo en relación directa con la norma y a través del acto
concreto.

Sin embargo, al sustentar que la pena es retribución y que por tanto, sólo sería
exigible a aquel a quien se le pudiera reprochar lo que hizo dolosa o
culposamente, sus expositores englobaron en un solo concepto el objeto de
reproche y el juicio de reproche, lo cual será duramente criticado por la teoría
finalista.

C. Finalismo.

Como consecuencia de trasladar la finalidad al centro del injusto, el finalismo


de Welzel sustrajo tanto el dolo como la infracción del deber objetivo del
cuidado, base de la imprudencia, de su tradicional sede en la culpabilidad.
Todo el hecho, concebido como unidad definida por lo subjetivo y no solo su
parte objetiva, se constituye en contenido del injusto. La culpabilidad deja de
continuar cobijando la parte subjetiva del hecho. De ese modo se consigue
abandonar por completo el contenido psicológico de la culpabilidad y
convertir la concepción normativa del causalismo en una concepción
puramente normativa.

En concreto, el contenido de la culpabilidad queda en el finalismo constituido


por los elementos siguientes:

a) La imputabilidad, sin la cual se entiende que el sujeto carece de libertad


para comportarse de otro modo a como lo hace. De presupuesto previo de la
culpabilidad, se erige en condición central de la reprochabilidad.

b) La posibilidad de conocimiento de la antijuridicidad del hecho. El dolo pasa


al injusto sólo como dolo natural por lo que no incluye el conocimiento de la
prohibición. La falta de dicha posibilidad no excluye, pues, el dolo (natural),
sino que excluye la culpabilidad (error de prohibición invencible).

c) La ausencia de causas de exculpación, como el estado de necesidad


exculpante. Si bien se reconoce que estas causas no excluyen por completo la
posibilidad de actuar de otro modo ni, por tanto, la culpabilidad, se entiende
que la disminuyen de forma suficiente (perdonar su culpabilidad) al sujeto y
eximirle del reproche de su culpabilidad.

III. FUNDAMENTOS DE LA CULPABILIDAD.

A. La exigibilidad.

El conocimiento de lo injusto no puede fundamentar totalmente el reproche de


la formación de voluntad, sino solamente cuando el autor pudo determinar
realmente su voluntad de acuerdo con la comprensión de lo injusto en la
situación concreta de la decisión.

Se trata de la posibilidad concreta del autor capaz de culpa, de poder


determinarse en la decisión real de la voluntad para la comprensión de lo
injusto. Esta posibilidad concreta de una autodeterminación adecuada al
sentido para un actuar conforme a Derecho, es el elemento más importante de
la reprochabilidad, al cual los elementos intelectuales están subordinados,
pues el contenido de la reprochabilidad se funda, precisamente, en que el autor
hubiera podido y debido determinar su voluntad adecuadamente al Derecho,
en lugar de antijurídicamente.

La exigibilidad de una conducta conforme a derecho o conforme a la norma,


es un juicio de apreciación pero también es un elemento necesario de la
culpabilidad, de suerte que la no exigibilidad constituye un factor que descarta
la culpabilidad.
La reprochabilidad es la valoración jurídica de la disposición contraria a la
norma y al derecho que hubo en el acto, revelado al juez mediante la
posibilidad que tuvo el autor de proceder de otra manera. En consecuencia, la
reprochabilidad no se confunde con la exigibiidad, la primera, es la conclusión
del juicio relativo a la culpabilidad, consecuentemente, la exigibilidad es
previa a la conclusión del juicio. Entonces, hay exigibilidad y, por ende,
reprochabilidad cuando el sujeto pudo y debió obrar en forma diferente a
como lo hizo.

La exigibilidad como concepto jurídico tiene un presupuesto que consiste en


la existencia previa de una norma de Derecho que imponga la obligación de
guiar la conducta en un cierto y determinado sentido. Del contenido de cada
norma relativa a las conductas se desprende la exigibilidad de actuar en forma
tal que no se lesionen o pongan en peligro los bienes jurídicamente protegidos.

B. El libre arbitrio y la crisis de la culpabilidad.

El planteamiento tradicional se ha basado en la idea de libertad de voluntad y


ha considerado como presupuesto fundamental de la responsabilidad el poder
actuar de otro modo. Así, las causas que excluyen la culpabilidad deberían
encontrar como fundamento la ausencia en el autor de dicha posibilidad de
actuar de otra forma. El afianzamiento del principio de culpabilidad, que se
entiende que solo puede derivar del libre albedrío constituye, pues, la razón de
fondo para el sostenimiento de este tradicional fundamento de la culpabilidad.

Ahora bien, desde el positivismo italiano han existido críticas radicales en


contra de la libertad de voluntad como fundamento de la culpabilidad y en
consecuencia, de la culpabilidad misma, siendo la principal de ellas, la
indemostrabilidad científica del libre albedrío, porque se concluyó que el
delincuente, lejos de ser un hombre libre, es un ser determinado al delito,
frente al cual, al Estado le cabe actuar en defensa de la sociedad. Inclusive, en
los últimos años, los planteamientos en contra del libre albedrío han ido más
allá, y no precisamente para plantear el retorno al determinismo, sino para
completar y hasta sustituir el concepto mismo culpabilidad.

C. Teorías preventivas.

a) La Teoría de la necesidad de pena.

Gimbernat Ordieg, encuentra que el principio de culpabilidad debe ser


sustituido por el de necesidad de pena, con lo cual no se dejaría al ciudadano
al arbitrio estatal y, por ende, el fundamento y presupuesto de la pena no sería
la culpabilidad, sino la necesidad político-criminal de prevención (general o
especial) que de ella exista.
A favor de esta construcción que ofrece evidentes atractivos desde el prisma
de la prevención, se alega que el castigo de los inimputables no es necesario
frente a la colectividad (prevención general) porque ésta no lo exige ni se
escandaliza por la impunidad de aquellos, lo cual no se opone, por tanto, a la
eficacia de la prohibición general. Por otra parte, frente al imputable, la pena
tampoco sería necesaria por razones de prevención especial, ya que, de
concurrir peligrosidad en el sujeto, cabe acudir a medidas de seguridad más
apropiadas que la pena.

b) La Teoría preventiva-retributiva.

De la teoría de Ordieg, resalta finalmente una consecuencia fundamental: el


abandono de que la pena es una retribución por el hecho cometido, basada en
el reproche a quien libremente optó por el injusto, supuesto que la pena no
retribuye nada, ni busca realizar la justicia, sino que tiene una misión más
modesta: prevenir delitos.

Autores como Luzón Peña han intentado fundamentar tanto desde el punto de
vista político-criminal como dogmático la exclusión de la retribución como fin
o esencia de la pena y la aceptación de la prevención general y especial como
sus únicos fines. Desde el ángulo político-criminológico, la retribución de
culpabilidad es inaceptable porque tal culpabilidad entendida como
reprochabilidad, presupone la existencia del libre albedrío, que es
indemostrable; en consecuencia, la proporcionalidad es perfectamente
explicable partiendo únicamente de la prevención general, ya que para que la
pena pueda cumplir eficazmente su fin de encausar conductas y evitar delitos
debe ser proporcional con el hecho.

Con lo anterior, se busca advertir los peligros que puede representar la


aplicación del criterio de “necesidad de pena” para ciertas garantías de la
persona humana, pues por un lado, se corre el riesgo de que se aprecie de
manera muy subjetiva, y que como afirma Roxin, si no se hace constar en la
ley, el juez confunda la prevención correcta con la falsa y vaya demasiado
lejos al imponer la pena y, por el otro, que las desproporciones entre pena y
hecho lleguen a ser muy dramáticas, dada la exclusiva visión preventiva que
animaría su imposición. De lo que se concluye que si desaparece la
culpabilidad como criterio regulador de la pena y se introduce el de su
necesidad se llegaría a extremos tan inconvenientes como la imposición de
penas muy drásticas o muy leves.

D. La motivabilidad.

El propio Gimbernat es quien introduce una diferenciación entre sujetos


motivables y no motivables mediante la pena, lo que viene a constituir un
criterio complementario de la necesidad preventiva de la pena. Parte de la
aseveración de que, conforme la teoría dominante, el inimputable o el que
invenciblemente desconoce la prohibición penal, no es reprochable, no es
culpable, en virtud de que no tuvo oportunidad de optar de manera libre por lo
injusto. Sin embargo, esta “inculpabilidad” no puede basarse en una distinción
entre delincuentes “libres” y “no libres” en su actuar, sino en delincuentes
motivables y no motivables mediante la pena.

Ahora bien, si se reconoce que el inimputable tiene escasa o nula


“motivabilidad”, debe aceptarse que la pena no supone para él, ex ante, un
factor inhibidor serio y que ex post, el método más adecuado para su
readaptación no es el de la pena, sino el del tratamiento médico. Si a esto
aunamos que la impunidad del loco en nada relaja la eficacia inhibitoria de la
pena frente a los imputables, se deberá arribar a la conclusión de que no
existen razones ni de prevención general ni de prevención especial para
imponerles pena (esto es, la falta de una necesidad social y personal de
prevención aconseja la exención de pena).

A este respecto Mir Puig, señala que todo ello sugiere distinguir entre aquellas
condiciones sin las cuales el sujeto no puede ser en absoluto motivado por la
norma, y las que solo determinan una anormalidad motivacional.

La imposibilidad absoluta de motivación normativa impide la propia


infracción de una norma personalmente dirigida al sujeto, esto es, no tiene
sentido tratar de evitar, mediante una norma prohibitiva, cuya función es la
motivación de una persona (como medio de prevención respetuoso del
individuo), lo que dicha persona no puede evitar de ningún modo.

En el caso de la anormalidad motivacional, es decir, cuando no falta toda


posibilidad de ser motivado por la norma, sino solo la posibilidad de un acceso
normal a la misma, tiene sentido dirigir el mensaje normativo al sujeto, que
podría infringir la norma de motivación, pero no será legítimo considerarle
penalmente responsable. Al inimputable no le falta necesariamente toda
posibilidad de entrar en contacto intelectual con la norma, sino que, en cuanto
aquel actúa conscientemente, ésta puede incidir en su proceso de motivación;
lo que sucede es que al hacerlo, la norma no puede desplegar entonces la
intensidad motivadora que normalmente posee.

E. Sustitución del concepto de culpabilidad por el de responsabilidad.

Al exponer su teoría del fin de la pena, Roxin afirma que lo decisivo no es


poder actuar de otro modo, sino que el legislador, desde puntos de vista
jurídico penales, quiera hacer responsable al autor de su actuación; por ello,
sugiere reemplazar el vocablo culpabilidad por el de responsabilidad, bajo la
premisa de que: La culpabilidad supone que el delincuente hubiera podido
actuar de un modo distinto a como lo ha hecho, pero esta voluntad no existe o
no se puede demostrar científicamente, luego, como no es posible demostrar la
existencia de la culpabilidad y toda vez que no se pueden derivar deducciones
científicas de premisas indemostrables, tampoco se puede trabajar con el
concepto de culpabilidad, entonces, si la pena es la respuesta a una conducta
culpable, la indemostrabilidad de la culpa lleva consigo, la supresión de la
pena.

Al cambiar la denominación de culpabilidad por responsabilidad, en realidad


examina si el autor de una conducta antijurídica es merecedor de pena.
Entonces, si el tipo establece las tablas legales, es decir, prohibiciones
fundamentales a modo de anunciar para todos los ciudadanos a efecto de
prevención general, y la antijuridicidad designa la conducta correcta en casos
de conflicto, el siguiente grado del delito hace referencia a si es necesaria una
sanción contra el autor concreto desde puntos de vista jurídico penales.

Roxin afirma que el injusto decide sobre el problema de si una conducta es o


no ajustada a las reglas de la Ley del Derecho Penal; en cambio la categoría de
la responsabilidad responde desde puntos de vista político criminales a la
cuestión de la necesidad jurídico penal de sancionar en el caso concreto. Pues
el legislador, como el juez que interpreta su voluntad, sólo puede deducir esa
respuesta de los postulados de la teoría del fin de la pena. El grado de
responsabilidad es, por tanto, el ámbito en que la política criminal referida al
autor penetra directamente en la dogmática del Derecho Penal.

IV. FUNCIONES DE LA CULPABILIDAD.

A. La culpabilidad como principio limitador de la pena.

Como vimos, para Roxin la culpabilidad no puede ser útil para fundamentar la
pena puesto que presupone la libertad de voluntad, cosa que hasta los
partidarios de la retribución consideran indemostrable. Sin embargo, esta
hipótesis que no podría fundamentar la pena, sirve en cambio para limitarla,
pues de acuerdo con ella, la pena no puede sobrepasar la medida de la
culpabilidad.

De este modo, el principio de culpabilidad aparece no como el fundamento de


la pena, sino como medio imprescindible para limitar la intervención penal
estatal, pues tiene la función de asegurar al individuo que el Estado no
excederá su potestad penal (en aras de la prevención general o especial) más
allá de la responsabilidad que le corresponde a un hombre concebido libre y
capaz de culpabilidad.

B. Principio de culpabilidad y de proporcionalidad.


Al abordar el problema que para la doble vía (pena y medidas de seguridad)
del derecho penal supone la fundamentación de la pena conforme al fin, Roxin
encuentra que si la pena no se propone de modo primario la compensación
retributiva de la culpabilidad, sino que en vez de eso persigue, en todo caso,
con ayuda de tal criterio, ya no se le puede delimitar de las medidas que sirven
para los mismos fines.

Sin embargo, el autor afirma que ya Liszt había encontrado un criterio


diferenciador –con independencia del fin- basado en la normalidad
motivacional, que acaso existe en los imputables, pero no en los inimputables.

Así, agrega que para comprobar judicialmente la existencia de esa


motivabilidad normal es irrelevante concebirla como algo basado en la
capacidad de libres decisiones de voluntad o concebirla como algo a su vez
determinado, por lo que propone como criterio diferenciador, que a la sanción
preventiva de una conducta socialmente insoportable le llamemos pena si está
limitada por el principio de culpabilidad y medida de seguridad si lo está por
el principio de proporcionalidad, de esta forma, la diferencia estriba solo en el
tipo de limitación.

Cabe aclarar que a raíz del surgimiento del funcionalismo, el principio de


culpabilidad sigue siendo el límite de la pena hacia arriba (porque no puede
pasar del máximo de su culpabilidad), sin embargo deja de serlo hacia abajo,
dado que en los delitos llamados “menores”, la prevención general quedaría
excluida lo mismo que la especial, en virtud que se trata de conductas que no
provocan alarma social y, por ende, no necesitan ser sancionados para
confirmar la observancia de la norma violada por el resto de la sociedad.

De tal suerte que, ante estos supuestos, el sistema funcional opta por la
aplicación de otro tipo de penas reduciendo al máximo la imposición de penas
penales, en apego al principio de intervención mínima o última ratio, de modo
que la pena a imponer a quien ha cometido un delito de esta naturaleza se
sujeta, igualmente, al principio de proporcionalidad, consistente en que la
pena debe ser proporcional al hecho cometido, atendiendo a la nocividad
social de la conducta.

C. Fundamento de la medición de la pena.

Desde Achenbach, se distingue de modo más claro entre culpabilidad para la


fundamentación de la pena y para la medición de la pena. La culpabilidad para
la fundamentación de la pena atañe a la cuestión de bajo qué presupuestos
existe culpabilidad y, por tanto, por regla general, responsabilidad jurídico-
penal.

En cambio, la culpabilidad para la medición de la pena atañe al supuesto de


hecho o tipo de conexión para la medición judicial de la pena y por tanto al
conjunto de los momentos que poseen relevancia para la magnitud de la pena
en el caso concreto.

Asimismo, ambos conceptos han de separarse porque poseen presupuestos


distintos. Mientras que en la culpabilidad para la fundamentación de la pena se
pregunta por la imputabilidad o capacidad de culpabilidad y por la posibilidad
de conocimiento de la prohibición, la culpabilidad para la medición de la pena
depende de la teoría de la medición de la pena. Sin embargo, tal y como indica
el propio Roxin, la asequibilidad normativa que decide sobre la culpabilidad
para la fundamentación de la pena, repercute en le caso de su disminución
también en la culpabilidad para la medición de la pena.

La culpabilidad en tanto que es límite de la pena, limita también el poder de


intervención estatal, pues el grado de culpabilidad señala el límite máximo de
la pena. Esta función protege al delincuente, impidiendo que por razones
puramente preventivas se limite su libertad personal más de lo que
corresponda a su culpabilidad.

V. ESTRUCTURA DE LA CULPABILIDAD.

A. Presupuestos y elementos de la culpabilidad.

La culpabilidad se concibe a nivel de consecuencia de una conducta, típica y


antijurídica, lo cual se traduce en una reflexión metódico-sistemática que nos
orilla a pensar en su existencia sólo cuando estamos ante un resultado
producto de una acción típica y antijurídica, a la cual sumaremos la ausencia
de eximentes de culpabilidad.

En consecuencia, los presupuestos de la culpabilidad son: la acción, la


tipicidad, la antijuridicidad y la ausencia de eximentes de culpabilidad.

Ahora bien, si se pretende referir el aspecto relativo a los elementos de la


culpabilidad, es claro que existen una serie de conceptos como consecuencia
de los cuales resulta la culpabilidad; así, los elementos que integran la
culpabilidad, conforme al estado actual de la evolución de la Teoría del Delito
son:

a) Imputabilidad o capacidad de culpabilidad, con la aclaración de que ésta no


debe entenderse a nivel de presupuesto como lo manejaban los penalistas
causalistas, quienes consideraban que la imputabilidad se fundaba en el libre
albedrío, sino desde la óptica finalista que considera a la imputabilidad
verdadero elemento de la culpabilidad, y la concibe como la capacidad del
sujeto de motivarse de acuerdo a la norma;

b) Conocimiento de la antijuridicidad del hecho cometido; y


c) La exigibilidad de un comportamiento distinto o no exigibilidad de otra
conducta.

B. Capacidad de motivabilidad.

La capacidad motivadora de la norma penal, supone que los individuos sean


capaces de motivarse en su comportamiento por los mandatos y prohibiciones
normativas. A partir de un determinado grado de desarrollo biológico,
psíquico y cultural, es posible atribuirle al individuo el hecho cometido y
hacerle responsable del mismo.

La motivabilidad, es decir, la capacidad para reaccionar frente a las exigencias


normativas es la facultad humana fundamental que unida a otras (inteligencia,
afectividad, etc.), permite la atribución de una acción a un sujeto y, en
consecuencia, la exigencia de responsabilidad por la acción por él cometida.
Cualquier alteración importante a esa facultad, deberá determinar la exclusión
o, si no es tan importante, la atenuación de la culpabilidad.

VI. LA IMPUTABILIDAD.

A. Capacidad e incapacidad de culpabilidad.

La imputabilidad penal significa capacidad para conocer y valorar el deber de


respetar la norma y la capacidad de actuar o de determinarse conforme a dicha
comprensión, es decir, de motivarse de acuerdo a la norma.

Para la teoría finalista la imputabilidad es capacidad de culpabilidad,


entendida como capacidad del autor para:

1.- Comprender lo injusto del hecho (momento cognoscitivo o intelectual), y

2.- Para determinar su voluntad conforme a esa comprensión (momento


volitivo).

De esta manera, la inimputabilidad como capacidad de culpabilidad, no se


refiere, a la manera del sistema causalista de libre albedrío, sino en forma más
precisa, a la posibilidad o capacidad de que el sujeto se haya podido motivar,
de obrar conforme a la ley o en el sentido de la ley.

La capacidad de comprensión de lo injusto, se refiere a que al autor se le exige


pueda reconocer que su conducta transgredió normas sociales indispensables
para la vida en común, no es necesario que conozca el hecho como tipificado
por la ley. Por ello, si no de da esa comprensión, puede presentarse una causa
de inculpabilidad.

La inimputabilidad supone entonces que el autor haya sido capaz de obrar


responsablemente, por ello se requiere que haya tenido la capacidad de
comprender lo ilícito del hecho, y la capacidad de dirigir su voluntad
conforme a dicha comprensión. Se busca en realidad determinar si el autor es
un sujeto normal de ser motivado por la norma, si no es así, y debido a su
anormalidad de ser motivado se le considerará “inimputable”.

Se reconocen en el sistema normativo mexicano dos causas de


inimputabilidad: la minoría de edad y el trastorno mental o desarrollo
intelectual retardado.

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