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I. Concepto
Segunda. Estamos refiriéndonos a una función que constituye para los hombres
garantía de tutela judicial efectiva. Nuestro bloque de constitucionalidad reconoce
a toda persona, con absoluta claridad, el derecho de acudir ante los jueces o
tribunales frente a los conflictos que puedan afectar sus derechos, e impone que el
mecanismo de protección estatal sea organizado y operado de modo tal que la
solución judicial del conflicto sea adecuada y efectiva.
Obviamente que esa actividad del Estado no se ejerce sin finalidad; no se juzga
en abstracto, intransitivamente, sino que se juzga porque, frente a quien debe
juzgar, está planteada una controversia, un conflicto de intereses a dirimir. Y para
dirimirlo hemos dicho que el juez precisa ante todo, tener “conocimiento de causa”,
es decir, estar informado e instruido acerca de la verdad de los hechos que
motivaron el proceso judicial. Luego, ya puesto en condiciones de emitir su juicio,
él hará, mediante la sentencia, la declaración oficial de certeza acerca del
pretenso derecho en cuya tutela fue requerida su interención. A dicho fin, en esta
ocasión el juez deberá hacer una serie de razonamientos.
Hemos visto que toda persona tiene derecho de ocurrir ante los jueces o tribunales
competentes pidiendo tutela frente a los conflictos que puedan afectar sus
derechos.
¿Cuáles son los conflictos que pueden afectar a los derechos de las personas y
hagan necesaria la tutela jurisdiccional?
Básicamente dos:
a) la trasgresión del derecho; y
En una asociación primitiva, en la que no exista por encima de los individuos una
autoridad capaz de decidir y de imponer su decisión, para resolver los conflictos
de intereses entre los asociados no existen más que dos medios: el acuerdo
voluntario entre los dos interesados, dirigido a estable- cer amistosamente cuál de
los dos intereses debe prevalecer; o el choque violento entre los dos interesados,
cada uno de los cuales empleará contra el otro la propia fuerza para constreñirlo a
abandonar toda pretensión sobre el bien discutido.
Desde luego que el empleo de la fuerza privada como medio de defensa del
derecho (autodefensa) constituye la negación de todo derecho y de toda pacífica
convivencia social. Quiere decir, además, victoria de la prepotencia sobre la
justicia, en cuanto el más fuerte tiene siempre la razón.
Desde hace muchos años empero con más frecuencia en el hogaño aparece
prevista en numerosos textos normativos expresos. Son ejemplos típicos de tutela
inhibitoria las ejercidas en el añejo “juicio de jactancia”; el interdicto de retener; la
denuncia de daño temido (prevista en los arts. 2499 del Cód. Civil y 623 bis del
Cód. Proc. Civ. y Com. de la Nación); el pedido de rendición de cuentas anticipada
al tutor (establecido en el art. 459 del Cód. Civil); el proceso de inahabilitación, en
los términos del art. 152 bis del Cód. Civil; en los procesos regidos por los
principios de prevención y precautorio del derecho ambiental (receptados en el
art. 4° de la ley 25.675 —General del Ambiente—); por la función preventiva
diseñada para el acceso a la justicia de los consumidores (arts. 52, 53 y 55 de la
ley 24.240 —de Defensa del Consumidor—), etc. En el mismo sentido, el
Anteproyecto de Código Civil y Comercial (año 2012) legisla —en la sección
denominada De la función preventiva y la sanción pecuniaria disuasiva— acerca
de la acción preventiva en los siguientes términos: “La acción preventiva procede
cuando una acción u omisión antijurídica hace previsible la producción de un daño,
su continuación o agravamiento. No es exigible la concurrencia de ningún factor
de atribución. Están legitimados para reclamar quienes acrediten un interés
razonable en la prevención del daño cuya ocurrencia se prevé” (art. 1711); “La
sentencia que admite la acción preventiva debe disponer, a pedido de parte o de
oficio, en forma preventiva o provisoria, obligaciones de dar, hacer o no hacer,
según corresponda; debe ponderar los criterios de menor restricción posible y de
medio técnico para asegurar la eficacia en la obtención de la finalidad” (art. 1712).
Las funciones del Estado son básicamente tres: legislar, administrar y resolver los
conflictos que se susciten en el seno de la sociedad. En el sistema constitucional
argentino, la función de resolverlos conflictos compete de manera exclusiva y
excluyente al Poder Judicial. Esto resulta del art. 18 Constitución Nacional, que
consagra la garantía del juzgamiento por el juez natural y con ello impide que la
labor jurisdiccional pueda ser asumida total o parcialmente por los otros poderes; y
del art. 109 de la Constitución que prohíbe al presidente de la República ejercer en
ningún caso funciones judiciales o arrogarse el conocimiento de las causas
pendientes o restablecer las fenecidas.
Para la delimitación entre las funciones del Estado solamente sirve el criterio
sustancial, entendiéndose como sustancia el contenido o los efectos jurídicos de
los actos que cada una de ellas produce, independientemente del órgano que lo
lleva a cabo (criterio orgánico) y de la forma en la cual es realizada (criterio
formal).
Adoptar el criterio orgánico significa llamar función legislativa a toda aquella que
proviene de los órganos legislativos, función jurisdiccional a toda la cumplida por
los órganos judiciales y administrativa a toda la realizada por el ejecutivo. Esto un
juego de palabras, o una explicación a posteriori y lo que precisamos es una
caracterización apriorística, para ser utilizable cada vez que se quiera distribuir
funciones entre los diversos poderes.
Juzgar es aplicar la ley al caso concreto. El juez debe encontrar, dentro del
ordenamiento jurídico, la norma que considere contempla el caso a decidir; debe
interpretarla razonablemente como también en consideración a las nuevas
necesidades de la comunidad y cuidar que la norma escogida nos sea en sí o por
el resultado que resultará de su aplicación en el concreto caso repugnante a la
letra o al espíritu de otra de jerarquía superior.
Por otra parte, la sanción de una ley no impide que otra posterior la derogue,
mientras que es propio de la sentencia judicial firme su inmutabilidad, y por tanto,
salvo casos excepcionalísimos —de cosa juzgada írrita— lo que fue ya juzgado no
puede ser objeto de un nuevo juzgamiento.
A saber:
a) En la función administrativa falta el tercero imparcial que tiene la función
jurisdiccional. Cuando un juzgado de faltas resuelve sobre la infracción al tránsito
de algún ciudadano el juez de faltas actúa como un órgano de la administración
que decide el conflicto de ésta con el administrado. Es “juez y parte”, calidades
absolutamente incompatibles en la función jurisdiccional. De tal modo se dice que
la actividad administrativa se desarrolla en forma de autotutela, mientras que la
actividad jurisdiccional es heterónoma. En la administrativa, el propio sujeto decide
por sí y para sí el conflicto; en la jurisdiccional, el conflicto es decidido por otro —el
juez— y para otros —las partes—.
b) El acto administrativo admite revisión en la sede judicial, mientras que los actos
jurisdiccionales gozan de la cualidad de la cosa juzgada que los torna irrevisables.
a) notio;
b) vocatio;
c) coertio);
d) iuditium, y
e) executio.
a) Notio: Consiste en la potestad del juez de juzgar con “conocimiento de causa”,
vale decir, de formar su convicción con el material de conocimiento que le
suministran las partes y los que él mismo incorpora al proceso.
Poder del órgano jurisdiccional de conocer los términos del conflicto, los hechos
alegados por las partes y las pruebas y elementos de juicio reunidos en el
proceso, que como contracara se traduce en el deber de sentenciar respetando el
principio de congruencia.
Podrá notarse que todos estos poderes están ínsitos en la definición que hemos
dado de la jurisdicción al decir que “es el poder público que una rama del gobierno
ejercita instruyendo un proceso, para esclarecer la verdad de los hechos que
afectan el orden jurídico (notio) actuando la ley en la sentencia (iuditium) y
haciendo que esta sea cumplida (executio)”.
Admitiéndose que en la realidad del proceso, el imperio o coerción de hacer
cumplir las decisiones dictadas durante la tramitación de aquel (coertio) y de
vincular a las partes a las consecuencias jurídicas del mismo (vocatio), acompaña
a todas las resoluciones judiciales, al menos como una prevención. Esos cinco
poderes constituyen deberes de oficio. No puede negarse a un juez la facultad de
usar de ellos, empero tampoco puede el juez negarse a cumplirlos.
Paradojalmente, la ley impone que ciertos trámites en los que no existe conflicto
alguno, configurado ni en ciernes, deban ser cumplidos no obstante ante el Poder
Judicial. Por ejemplo, rectificación de partidas, inscripción tardía de nacimientos,
venias supletorias para la realización de ciertos actos, procedimientos sucesorios,
etc.
1. Concepto
La denominada función jurisdiccional no contenciosa es la que se ejercita con
relación a procedimientos en que falta el conflicto, existe una petición del
interesado pero no dirigida contra otra parte o en perjuicio de nadie.
2. Caracteres
a) La ausencia de conflicto hace que no nos hallemos ante una “demanda” (de
una parte contra otra), pues no hay pretensión de un actor contra un demandado,
sino tan sólo una solicitud.
b) La falta de traba de litis determina que la declaración judicial final que se emita
no haga cosa juzgada. Por consiguiente, la declaración judicial hecha mediante
estos procedimientos se presume cierta hasta prueba en contrario; y los terceros
que adquieran derechos de aquel en cuyo favor se ha hecho la declaración judicial
se presume de buena fe hasta prueba en contrario.
Partes
Pretensión
Demanda
Juzgador
Sentencia
Procedimiento voluntario Participaciones
Procedimiento
Solicitud
Funcionario judicial
Resolución
3. Naturaleza
Se dice desde un sector que la función que el órgano judicial cumple en los
procesos voluntarios es jurisdiccional porque:
Instar para que en tiempo razonable la rama legislativa del poder del Estado
suprima las vetustas normas orgánicas que atribuyen al Poder Judicial la
atención de los pedimentos no contenciosos; y que la Corte Suprema de
Justicia de la Nación y los más Altos Tribunales de las Provincias, en tanto
cabezas del respectivo Poder Judicial, vigilen de cerca el cometido para, de
mantenerse la inercia, desactivar tal omisión mediante una sentencia
declarativa de su inconstitucionalidad.
Propiciar entre tanto, como propuesta inmediata, se asignen a los jueces de
paz, vecinales o de las pequeñas causas la atención de los asuntos de la
mal llamada “jurisdicción voluntaria”.