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2022

SISTEMA CONSTITUCIONAL
MEXICANO
PODER JUDICIAL

Mtro. Agustín Pérez Saldaña


¿Qué es el Poder Judicial de la Federación?
Es el Poder que cuenta con las atribuciones necesarias para impartir justicia de
manera cumplida y para mantener el equilibrio entre los demás Poderes. Los
integrantes de este Poder son, entre otros, los Ministros de la Suprema Corte de
Justicia de la Nación, los Magistrados del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la
Federación, los Magistrados de los Tribunales de Circuito –Colegiados y Unitarios–
y los Jueces de Distrito. Ellos son responsables, entre otras cuestiones, de
interpretar las leyes; resolver las controversias que surjan entre particulares, cuando
se trate de asuntos de competencia federal; intervenir en las controversias que se
susciten cuando una ley o acto de autoridad viole garantías individuales, y resolver
conflictos entre autoridades, por ejemplo, cuando aleguen una invasión en su ámbito
de atribuciones. Además forma parte de este Poder el Consejo de la Judicatura
Federal que cumple con importantes funciones de carácter administrativo, de
disciplina y vigilancia y tiene bajo su responsabilidad al Instituto de la Judicatura
Federal que se preocupa de la formación de Magistrados, Jueces, Secretarios y
Actuarios a fin de que posean los atributos constitucionales de independencia,
imparcialidad, objetividad, profesionalismo y excelencia que deben regir la carrera
judicial.
El artículo 49 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos establece
uno de los principios esenciales de cualquier Estado constitucional de derecho: el
de división de poderes.
Su texto es el siguiente:
El Supremo Poder de la Federación se divide para su ejercicio en Legislativo,
Ejecutivo y Judicial …. No podrán reunirse dos o más de estos Poderes en una sola
persona o corporación, ni depositarse el Legislativo en un individuo, salvo el caso
de facultades extraordinarias al Ejecutivo de la Unión, conforme a lo dispuesto en el
artículo 29. En ningún caso, salvo lo dispuesto en el segundo párrafo del artículo
131, se otorgarán facultades extraordinarias para legislar.
El principio de división de poderes, que también es una institución política, ha estado
presente desde el surgimiento del Estado constitucional y, en cierto sentido, marca
su nacimiento. Esto es así porque la división de los poderes es un mecanismo
fundamental para proteger las libertades individuales que caracterizan al Estado
Constitucional. Si los poderes no se encuentran divididos, las libertades peligran, y
sin éstas no es posibles hablar de la existencia de un Estado constitucional de
derecho en términos modernos. En el articulo 16 de la declaración francesa de 1789
quedaría plasmado el significado de esta concepción transformadora: “toda
sociedad en la cual la garantía de los derechos no está asegurada ni la separación
de poderes establecida, no tiene Constitución”.
A partir de entonces el “contenido mínimo” de la “Constitución” del Estado
constitucional estará caracterizado por estos dos elementos: a) la protección de los
derechos naturales (en un principio, entendidos solamente como derechos de
libertad), y b) la separación de los poderes. Como apunta Roberto L. Blanco Valdés,
el artículo 16 es mucho más que la simple constatación del principio de división de
poderes: “es una afirmación solemne de la consustancialidad entre la Constitución
y la defensa de la libertad y de la indisponibilidad de esa defensa-y de la protección
de la Constitución misma como orden de derechos- si los poderes que nacen con la
Revolución se concentran en unas mismas manos y no permanecen separados”. Lo
cual, conviene agregar, su pondría (como posteriormente, en efecto supuso) un
regreso inmediato a la tiranía que se quería abandonar.
En la constitución, en forma implícita e indirecta, se prevé la existencia de una
función jurisdiccional genérica y amplía que tiene dos grandes manifestaciones: la
federal, confiada a diversos tribunales, unos con jurisdicción amplia y otros
restringida; la otra, la local, depositada en diversos tribunales, cuya existencia, en
algunos casos, está prevista en la constitución, y en otros son de creación particular
en cada entidad.
En el ámbito federal, la constitución ha depositado, en principio, el ejercicio de la
función jurisdiccional en un conjunto de tribunales a los que ha denominado poder
judicial de la federación. Debido a la existencia de otros tribunales, no deja de haber
cierta imprecisión en la formula utilizada en el art. 94; su redacción era explicable
en el texto original de 1857, en que únicamente existían en forma paralela al judicial
federal el gran jurado y los tribunales militares; pero no en la actualidad, pues en
virtud de lo dispuesto por el constituyente de 1917 y de diversas reformas, se ha
previsto la existencia de un elevado número de autoridades a las que ha sido
atribuido el ejercicio de una parte de la función de juzgar.
La función jurisdiccional, entendida como la facultad de dirimir una controversia con
fuerza vinculativa para las partes, en el ámbito federal tiene diversas
manifestaciones, la principal, la confiada a la rama judicial o, para utilizar la
denominación constitucional, al poder judicial de la federación, que es la amplia y
referida a un número casi indeterminado de materias y sujetos; las otras, que son
especializadas y limitadas, y que han sido confiadas a diferentes tribunales: tribunal
de lo contencioso administrativo (art. 104 fracc.III), tribunal federal de conciliación y
arbitraje de los trabajadores al servicio del estado (arts. 107, fracc. V, inciso d, 123,
B, fracc. XII), tribunal federal de justicia administrativa (art. 73, fracc. XXIX-H),
tribunales militares (art. 13), tribunales agrarios (art. 27 fracc. XIX) y el jurado de
sentencias (art. 110).
Una de las funciones más importantes del Poder Judicial de la Federación es
proteger el orden constitucional. Para ello se vale de diversos medios, entre ellos,
el juicio de amparo, las controversias constitucionales, las acciones de
inconstitucionalidad y la facultad de investigación. Cabe señalar que todos los
medios señalados incluyen entre sus fines, de manera relevante, el bienestar de la
persona humana.
Conclusión:
Un Poder Judicial federal más independiente
"El término 'independencia' es usado, generalmente, para caracterizar la relación
entre el Poder Judicial y otras instituciones u órganos. Un juez independiente es
aquel que no está bajo la influencia o el control de alguien más" (Fiss, 1993: 55), de
donde se sigue que la independencia judicial, en términos muy concretos y sencillos,
debe ser vista desde dos planos, el externo y el interno.
"El principio de la independencia judicial conduce, inevitablemente, a la exigencia
de que los tribunales detengan el monopolio de la administración de justicia".
Partiendo de la definición que da Guasp del concepto de la jurisdicción, como la
función específica estatal que tiende a la satisfacción de pretensiones, llegamos a
la afirmación de Requejo Pagés cuando considera que: "el modo en que en el
Estado de derecho se garantiza el respeto de la legalidad consiste en conectar su
custodia con el ejercicio de aquellas actuaciones del sistema normativo a través de
las cuales éste llega a sus fases terminales, es decir, aquellas en las cuales la
concreción normativa alcanza su grado máximo de irrevocabilidad: las actuaciones
jurisdiccionales del derecho"; de aquí se concluye que el Estado ha confiado a un
órgano específico, el Poder Judicial, la realización de esas pretensiones, pues,
como afirma el mismo Requejo, por razones evidentes "el órgano más capacitado
para llevar a cabo las labores tutelares del ordenamiento es aquel con cuya
actuación finaliza el proceso de concreción de la sucesión normativa que arranca
desde la Constitución". A estos dos principios de exclusividad y unidad
jurisdiccional, que requieren el respeto no sólo de los otros poderes del Estado sino
también de todos los sectores de la sociedad, responden las reglas de
procedimiento preestablecidas.

De esta forma, la exclusividad y unidad jurisdiccional viene a significar y exigir que


cualquier posible conflicto que surja en la vida social pueda o deba ser solucionado
en última instancia por jueces y tribunales independientes y predeterminados por la
ley, y que la función de juzgar se imparta por un solo cuerpo de jueces y magistrados
articulado en cuanto a la organización de los órganos judiciales, las reglas de
competencia, las de procedimiento y las garantías procesales, que tienen que ser
las mismas para todos los órganos jurisdiccionales.

En definitiva, la unidad jurisdiccional, que responde históricamente a la exigencia de


suprimir las jurisdicciones especiales propias del antiguo régimen, y la exclusividad
jurisdiccional como potestad del Estado que impide la justicia privada como medio
de solución de conflictos, lo que conlleva las garantías de acceso a la justicia para
el ciudadano, son las dos caras de una misma moneda, constituyendo un
presupuesto indispensable de todo Estado de derecho; de nada sirve que la
aplicación de las leyes se realice a través de garantías para las partes por jueces y
magistrados independientes, si dicha facultad puede ser sustraída de la jurisdicción
y conferida a funcionarios o particulares que, aun cuando pueden tener los aspectos
funcionales de la jurisdicción (conocer, decidir, ejecutar), no poseen los orgánicos
(independencia e imparcialidad).

Referencia bibliográfica:
DUGUIT, Leon, La separación de poderes y la asamblea nacional de 1789, trad.
de Pablo Pérez Tremp, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales,
1996.
López Betancourt, E. (2018). Derecho constitucional.. IURE Editores.
https://elibro.bibliotecabuap.elogim.com/es/lc/bibliotecasbuap/titulos/
40254

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