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MATERIA: DERECHO PROCESAL CIVIL

DOCENTE: LD. ERASMO CARLOS JANATHAN BALDERAS

ALUMNA: BEDA KARINA DE LEON RAMIREZ.

TEMA: JURISDICCION, COMPETENCIA, PARTES Y TERCEROS

SINTESIS

¿Qué es Jurisdicción?

Proviene del latín iurisdiction que se forma de la locución ius dicere la cual literalmente
significa “decir o indicar el derecho”, este significado etimológico no nos permite determi-
nar el carácter específico de la jurisdicción, pues si bien es cierto que , en ejercicio de la
función jurisdiccional, el juzgador “dice el derecho” en la sentencia, también lo es que el
ejercicio de la función legislativa y de la función administrativa, el órgano legislativo y el
agente de la administración pública también “dicen el derecho” en la ley y en el acto admi-
nistrativo respectivamente.

En el lenguaje jurídico suele ser empleada con muy diversos significados. Como lo men-
ciona Couture, como ámbito territorial el art. 156 fracc. V del CPCDF dispone que en los
juicios sucesorios es competente “el juez en cuya jurisdicción haya tenido su último domi-
cilio el auto de la herencia. En este precepto el legislador utiliza la expresión jurisdicción
para referirse a la demarcación territorial o ámbito espacial dentro del cual tuvo su último
domicilio el autor de la sucesión y en el que, por tanto , el juzgador puede ejercer válida -
mente su función jurisdiccional. Puede ser usada como sinónimo de competencia; este
significado es producto, también de una confusión, a reserva de analizar más adelante el
tema de la competencia, desde ahora debemos advertir que no se deben confundir estos
dos conceptos, la expresión jurisdicción designa la naturaleza de la función propia del
juzgador; en cambio la competencia es un concepto que se aplica a todos los órganos del
Estado y no solo a los jurisdiccionales, para indicar la esfera o el ámbito espacial, materia,
o personal etc. También se ha tenido la confusión entre jurisdicción y competencia por
parte de las leyes procesales tal como es el caso del art. 149 del CPCDF establece en su
parte inicial “la Jurisdicción por razón del territorio es la única que se puede prorro-
gar” en realidad el legislador se estaba refiriendo a la “competencia por razón del terri-
torio, para permitir su prorroga” es decir su modificación por acuerdo de las partes o
por la sumisión del demandado, cuando este compareciese ante un juzgador sin objetar
su competencia por razón de territorio. También como conjunto de órganos jurisdicciona-
les pertenecientes a un mismo sistema o con competencia en la misma materia, ya sea
por jurisdicción federal o jurisdicción local o estatal, o bien por la jurisdicción militar, la
jurisdicción del trabajo o bien por la jurisdicción administrativa. De acuerdo con Couture,
en el sentido técnico y preciso del vocablo jurisdicción es una función pública, una función
de los órganos del Estado.

DIVISIÓN DE PODERES

Este es uno de los principios fundamentales de los Estados democráticos de derecho mo-
dernos, la división de poderes como principio histórico político y no limitaremos a repetirlo
como dogma, en cada estado hay tres clases de poderes: el poder legislativo, el po-
der ejecutivo de las cosas relativas al derecho de gentes y el poder ejecutivo de las
cosas que depende del derecho civil. Así quedaron trazadas las tres principales funcio-
nes del estado moderno, de acuerdo con el principio de la división de los poderes: - una
función estatal- la legislativa- destinada a la creación de normas jurídicas generales de
leyes y dos funciones estatales,- la ejecutiva y la judicial- dedicadas a la aplicación de
esas leyes: la ejecutiva referida a la política exterior y a la seguridad interior; y la judicial, a
la imposición de las penas y a la resolución de conflictos entre particulares.

De acuerdo con Eisenmann reconoce que una de las ideas fundamentales de Montes-
quieu era la limitación del poder por el poder mismo, el camino menos adecuado para
lograr este objetivo hubiese sido el de establecer una separación absoluta de tres “pode-
res” como funciones propias y exclusivas, que no se interfieren entre sí. En México la divi-
sión de poderes se acogió formalmente por las constituciones mexicanas desde la de
Apatzingán de 1814 hasta la vigente de 1917. En el Art.9 del Acta Constitutiva de la Fe-
deración de 1824 señala que de acuerdo con la interpretación histórico-. Político de Eisen-
mann. Este menciona lo siguiente: “el supremo poder de la federación se divide, para
su ejercicio en, legislativo, ejecutivo y judicial; jamás podrán reunirse dos o más de
estos en una sola corporación”

JURISDICCIÓN Y OTRAS FUNCIONES DEL ESTADO

Cabe mencionar que el concepto de jurisdicción, al igual que los de acción y de proceso
que más adelante examinaremos, tiene una relatividad histórica según lo menciona Ca-
lamandrei ya que no se puede encontrar una definición absoluta, que fuese válida para
todos los tiempos y para todos los pueblos. La distinción entre la función legislativa, por
un lado, y las funciones jurisdiccional y ejecutiva por el otro, es relativamente sencilla si se
toma en cuenta la muy diferente naturaleza de los actos que resultan de cada una de
ellas. A través de la función legislativa se van a crear normas jurídicas abstractas e imper-
sonales, a las que se denomina leyes. Dentro de los Estados democráticos de derecho,
solo se da el nombre de ley a las normas jurídicas generales expedidas por el órgano le-
gislativo -Congreso, asamblea o parlamento-, que reúne a representantes electos por me-
dio del voto popular. También los poderes ejecutivo y judicial suelen tener facultades para
expedir normas jurídicas generales. El poder ejecutivo, como hemos visto puede ser in-
vestido por el congreso de facultades extraordinarias para legislar en las hipótesis previs-
tas en los arts. 29, y 131, segundo párrafo, de la Constitución. El poder judicial de la fede-
ración está facultado para expedir normas jurídicas generales. Por un lado, el consejo de
la judicatura federal tiene a su cargo determinar, a través de acuerdos generales, el nú-
mero y la competencia por materia de los órganos del Poder Judicial de la Federación, así
como las circunscripciones territoriales en que dicho órganos deben ejercer su competen-
cia( arts. 94 párrafo sexto de la Constitución y 81 fraccs. IV, V y VI de la LOPJF). Por otro
lado, el pleno la Suprema Corte de Justicia de la Nación está facultado para determinar,
también mediante acuerdos generales, la competencia por materia de cada una de las
salas y el sistema de distribución de los asuntos de que estas deban conocer; así como
para ordenas la remisión a los tribunales colegiados de circuito de aquellos asuntos en los
que haya establecido jurisprudencia o los que, conforme a los mencionados acuerdos
generales, la propia Suprema Corte “determine para un mejor impartición de justicia”
(Arts. 94, párrafo octavo, de la Constitución y 11 fraccs. IV y VI de la LOPJF). La limitación
de los efectos de la obligatoriedad de la jurisprudencia no es aplicable a la jurisprudencia
que establece el Pleno al resolver las acciones de inconstitucionalidad y la controversias
constitucionales, pues las sentencias que dicta en estos procesos tienen efectos genera-
les, confirme lo establece el Art. 105, fracc. I penúltimo párrafo, y fracc. II, párrafo final de
la Constitución Política. Tampoco es aplicable a las declaratorias generales de inconstitu-
cionalidad que emitan el Pleno, las cuales tienen efectos erga omnes, con base en lo que
dispone los párrafo tercero y cuarto del art. 107 de la Constitución Política.

Podemos definir la jurisdicción como la función pública que ejercen órganos del
Estado independientes o autónomos, a través del proceso, para conocer de los liti-
gios o las controversias que les plantee las partes y emitir su decisión sobre ellos;
así como para, en su caso, ordenar la ejecución de tal decisión o sentencia.

La jurisdicción es, en primer término, una función que desempeñan órganos del Estado;
una función pública. Tiene razón Couture cuando señala que las definiciones que conci-
ben a la jurisdicción como una “potestad”, un “poder” o una “facultad”, contemplan solo
uno de sus aspectos y no toman en cuenta que, además del conjunto de poderes o facul-
tades que implica la jurisdicción, esta también impone, a los órganos que la ejercen, un
conjunto de deberes. Por ello resulta preferible la expresión función pública, que alude
tanto a las facultades que confiere a los órganos jurisdiccionales como a los deberes que
les impone. La función jurisdiccional se desenvuelve a través de dos actividades funda-
mentales a) la cognición que incluye tanto el conocimiento del juzgador acerca del litigio
planteado por las partes como la decisión que aquel emite sobre dicho conflicto, a través
de la sentencia, y b) eventualmente, la ejecución forzosa, forzada o procesal de la senten-
cia en caso de que la parte condenada no cumpla, de manera voluntaria, el mandato con-
tenido en aquella. Como señala Calamandrei, “la Cognición se dirige a la declaración de
certeza de un mandato individualizado, y se expresa en una decisión la ejecución forzada
trata de hacer que el mandato individualizado, sea prácticamente ejecutado.

La doctrina procesal acepta pacíficamente que la función jurisdiccional se desenvuelve,


en primer término, a través de la cognición, en ejercicio de esta función, el juzgador debe
tomar conocimiento del conflicto, a través de las afirmaciones de hecho y las argumenta-
ciones jurídicas expresadas por las partes y, sobre todo, con base en las pruebas aporta-
das en el proceso; y también debe resolver el litigio, en forma congruente con las accio-
nes y excepciones hechas valer por las partes. Para dirigir el desarrollo del proceso, el
juzgador cuenta con facultades de imperio; puede imponer medios de apremio para hacer
cumplir sus determinaciones y puede aplicar medios de apremio para hacer cumplir sus
determinaciones y puede aplicar correcciones disciplinarias para mantener el orden y
exigir que se le guarde respeto y consideración (art. 55 y59 del CFPC; 61, 62 y 73 del
CPCDF y 53 y 104 del CNPP).

Pero también debemos recordar que, de acuerdo con el pensamiento de Couture, el signi-
ficado técnico y preciso del vocablo jurisdicción es el de “función pública de hacer jus-
ticia”. En último análisis, esta función Pública debe solucionar los litigios mediante la apli-
cación del derecho, pero también con base en criterios de justicia. el juzgador debe impar-
tir justicia conforme a derecho, para emplear la célebre expresión de Roscoe Pound. En
este sentido, Perelman ha señalado, con todo acierto, que el Juzgador no puede conside-
rarse satisfecho por haber podido fundar y motivar legalmente su decisión de una manera
aceptable, “Debe apreciar también el valor de esta decisión y (determinar) si le parece
justa o, por lo menos, razonable.” Por otro lado, la doctrina discute el carácter jurisdiccio-
nal o no de la ejecución forzada, forzosa o procesal de la sentencia. Este debate obedece,
en buena medida, al hecho de que en algunos procesos la etapa de ejecución no queda-
ba a cargo del juzgador, como sucedía en el proceso penal; o bien, de que la ejecución
resultaba todavía poco satisfactoria o muy complicada, como ocurría en el proceso admi-
nistrativo. Conviene advertir que estas situaciones eran excepcionales y en buena medida
ha sido superadas; lo normal es que el juzgador sea quien ordene la ejecución forzada de
la sentencia. Estimamos que no solo es normal, sino que es como debe ser. Aun en la
etapa de ejecución puede surgir controversias entre las partes que deben ser resueltas
por el juzgador, en el ejercicio de la función jurisdiccional. Por ello, lo más adecuado es
que el juzgador no solo conozca y resuelva el litigio, sino que también ejecute lo juzgado.

Debemos señalar, asimismo, una característica fundamental de la sentencia que pronun-


cia el juzgador: una vez concluidas o precluidas las oportunidades de impugnación
contra la sentencia, esta adquiere la autoridad de la cosa juzgada, que impide que
aquella pueda ser modificada. Para Enrico Tulio liebman, la autoridad de la cosa
juzgada consiste en “la inmutabilidad del mandato que nace de una sentencia”.
Esta es una cualidad que solo puede adquirir la sentencia. Por último, la función juris-
diccional solo se realiza por medio del proceso. Esto significa que dicha función solo se
puede poner en movimiento una vez que la parte actora o acusada haya iniciado el ejerci-
cio de la acción; y que la propia función solo se puede desenvolver, canalizar, encauzar,
precisamente a través de este método dialectico de debate, de acciones y excepciones,
de discusión sobre hechos y fundamentos de derecho, de conocimiento y resolución de
litigios, que es el proceso. La función ejecutiva, como su nombre lo indica se dirige a la
ejecución de las leyes y en estos se asemeja a la función jurisdiccional. Sin embargo, ya
hemos advertido que esta tiene como finalidad la resolución de litigios por medio de la
aplicación del derecho, aplicación que no se traduce necesariamente en la ejecución de la
ley. Pero, además, esta ejecución de las leyes es que se hace consistir la función admi-
nistrativa, se lleva a cabo por medios y métodos totalmente distintos; su publicación; el
control directo y exclusivo de la coacción organizada; la realización de las tareas que las
leyes confían al gobierno; el mantenimiento del orden público y el funcionamiento de los
servicios públicos.

Después de haber expuesto la definición y las características de la función jurisdiccional y


de la función administrativa, estamos en condiciones de señalar las diferencias fundamen-
talmente que existen entre ambas funciones siguiendo las ideas de Alcalá-Zamora y
Couture.

ELEMENTOS SUB- ELEMENTO OBJE- ELEMENTO ES- CUALIDAD DEL


JETIVOS TIVO TRUCTURAL RESULTADO

En la función juris- El objeto sobre el Ya hemos señalado La sentencia que


diccional intervie- cual se ejerce la que la función juris- pronuncia el juzga-
nen tres sujetos jurisdicción es un diccional solo se dor en el ejercicio
principales: El juz- litigio o conflicto puede desarrollar a de la función juris-
gador que es el entre partes de tras- través del proceso. diccional, una vez
titular de la función cendencia jurídica. La función adminis- concluidas o no
y las dos partes: la Este litigio normal- trativa no requiere utilizadas oportuna-
que pretende (acto- mente se manifiesta necesariamente mente las impugna-
ra o acusadora) y por la pretensión de una secuencia de ciones, obtiene una
aquella contra quien una de las partes y actos para su ejerci- cualidad que solo
se pretende (de- la resistencia de la cio; pero cuando ella puede lograr: la
mandada o acusa- otra; sin embargo, esta secuencia lle- autoridad de la
da). Una condición también puede lle- gar a darse, será cosa juzgada.
esencial para el gar a no manifestar- solo un procedi-
ejercicio de la fun- se, cuando el de- miento administrati-
ción jurisdiccional, mandado no com- vo y no un proceso.
según hemos visto, parece a expresar
es la independencia su resistencia. Pero
institucional del juz- aun en este último
gador o, al menos, caso y juzgador
su autonomía fun- debe ejercer su
cional. función partiendo
del supuesto de la
existencia del litigio.

Esta cualidad es ajena administrativos, los cuales puede ser modificados o anulados nor-
malmente. Estos actos no pueden obtener, por sí mismo, la autoridad de la cosa juzgada.
Solo una vez que dichos actos hayan sido objeto de un proceso jurisdiccional y de senten-
cia con autoridad de cosa juzgada, ya no podrán ser modificados; pero no se puede afir-
mar que tales actos administrativos posean la autoridad de la cosa juzgada, sino que es-
tán protegidos por una sentencia que tiene esa cualidad; es decir, por una sentencia fir-
me.

DIVISIONES DE LA JURISDICCIÓN

La jurisdicción, en tanto función pública conforme a derecho, no es susceptible de ser


dividida ni clasificada. La función de conocer y juzgar los litigios y de ejecutar lo juzgado
es esencialmente la misma, cualquiera que sea la rama del derecho sustantivo que se
aplique a través de dicha función. Sin embargo, diversos sectores de la doctrina suelen
formular alguna divisiones o clasificaciones que, más que referirse a la función jurisdiccio-
nal en sí misma, conciernen a los órganos que la ejercen, a la materia sobre la que recae
o al ámbito en el que se debe desarrollar.

JURISDICCIÓN CONTENCIOSA Y VOLUNTARIA

Esta división tradicional pretende distinguir la jurisdicción en contenciosa voluntaria, según


que aquella recaiga o no sobre un litigio. La finalidad de la jurisdicción es la resolución de
litigios, mediante la aplicación del derecho y de criterios de justicia; y que el elemento ob -
jetivo de la función jurisdiccional consiste precisamente en el litigio sobre el que se ejerce
dicha función. La expresión jurisdicción voluntaria tiene sus orígenes en el derecho ro-
mano y proviene de un texto de Marciano, en el que indica que los procónsules tenían,
fuera de la ciudad de Roma, jurisdicción “pero no contenciosa, sino voluntaria: para
que
ante ellos (pudiesen) ser manumitidos tanto los libres como los esclavos y hacerse
adopciones”.

La doctrina y la legislación han intentado superar esta equivoca denominación. En Francia


se utiliza la expresión jurisdicción graciosa, que mantiene el error de llamar jurisdic-
ción a procedimientos que no tienen esa naturaleza, con el agravante de agregar un cali-
ficativo poco afortunado. En la LFT, a partir de la reforma de 1980 se introdujo la expre-
sión Procedimientos Paraprocesales, también de poca fortuna, pues recurre al prefijo
para, uso muy frecuente en el inglés, el cual suele utilizarse para designar a personas que
tiene parcialmente alguna preparación, que están al servicio de otras personas que cuen-
tan con la preparación completa (entre otros, paralegal o paramedic, para designar a los
auxiliares o asistentes de los abogados y médicos). Pero estos procedimientos no son
procesales, ni poco, ni mucho; simplemente, no son procesales. Tampoco se desarrollan
necesariamente en torno o cerca de un proceso. Por eso pensamos que la denominación
más acertada es la que propuso Ignacio Medina Lima: procedimientos judiciales no con-
tenciosos o, más brevemente, procedimientos no contenciosos.

JURISDICCIÓN FEDERAL, LOCAL, CONCURRENTE Y AUXILIAR

La forma de Estado Federal establecida en el art. 40 de la Constitución implica, en el ám-


bito legislativo, la existencia de dos tipos de ordenamientos jurídicos distintos – el federal
o, más ampliamente, el nacional; y los locales, de cada entidad federativa-, pero relacio-
nados y coordinados a partir de la propia Constitución Federal. En cuanto a la función
jurisdiccional, el sistema federal supone también la existencia de dos clases de juzgado-
res: loa federales, cuya misión se concentra en la aplicación de las leyes y disposiciones
jurídicas federales o nacionales, expedidas por el Congreso de la Unión; y los locales
cuya función se dirige, regularmente, a la aplicación de las leyes y disposiciones jurídicas
expedidas por el órgano legislativo de la entidad federativa correspondiente.

Se suele denominar Jurisdicción Federal tanto al conjunto al conjunto de juzgadores


federales como a su competencia para conocer de conflictos sobre la aplicación de leyes
o disposiciones jurídicas de carácter federal. Así mismo, se suele designar como jurisdic-
ción local tanto al conjunto de juzgadores de cada entidad federativa como a su compe-
tencia para conocer de los litigios sobre la aplicación de leyes o disposiciones jurídicas de
carácter local. Por último, la jurisdicción auxiliar es aquella que prestan los tribunales de
las entidades federativas a los órganos del Poder Judicial de la Federación, cuando cola-
boran en el desempeño de las funciones de estos, de acuerdo con lo que dispone el Art.
1° fracc. VIII de la LOPJF.

Por jurisdicción auxiliar en materia de amparo se entiende la que deriva del párrafo se-
gundo de la citada fracc. XII, el cual atribuye al juez de primera instancia local competen-
cia para recibir la demanda de amparo y ordenas la suspensión provisional del actor recla-
mado, cuando en el lugar resida la autoridad responsable no exista juez de distrito (o tri-
bunal unitario de circuito), y se trate de actos que importen peligro de privación de la vida,
ataques a la libertad personal fuera de procedimiento, incomunicación, deportación o ex-
pulsión, proscripción o destierro, extradición, desaparición forzada de personas o alguno
de los prohibidos por el art. 22 de la Constitución Política, así como la incorporación forzo-
sa al Ejército armada o fuerza Aérea nacionales (art. 159 de L.A)

JURISDICCION FORZOSA Y PRORROGABLE

Por jurisdicción forzosa se suele entender aquella competencia de los órganos jurisdiccio-
nales que no puede ser alterada ni modificada por acuerdo expreso ni por sumisión tacita
de las partes. Es una jurisdicción improrrogable. La regla general es que la competen-
cia de los órganos jurisdiccionales no puede ser modificada ni ampliada por acuerdo ex-
preso ni por sumisión tacita de las partes; es decir que es forzosa o improrrogable.

Es preciso el art. Del CFPC, que en su primer párrafo expresa” la competencia territorial
es prorrogable por mutuo consentimiento de las partes, expreso o tácito”. El consentimien-
to expreso se puede manifestar a través de la cláusula que las partes incluyan dentro de
un contrato principal, en el que acuerdan someter los conflictos que puedan surgir sobre
la interpretación o aplicación del contrato a la competencia de determinado tribunal y re-
nuncian en forma explícita a la competencia del tribunal que pudiera corresponderles por
razón de su domicilio este consentimiento expreso también puede hacerse constar en un
convenio celebrado con posterioridad al contrato (art. 1093 del CCom) y 152 del
CPCDF).a esta cláusula o convenio se le denomina de elección de foro o de foto prorro-
gado. La parte actora se somete tácitamente a la competencia del juez, por el hecho de
interponer su demanda ante este, la parte demandada, por contestar la demanda o recon-
venir al actor, sin objetar la competencia del juez. (arts. 23, CFPC, 1094 CCom y 153 del
CPCDF). Cabe advertir de las partes no tienen una libertad absoluta para modificar o ex-
tender la competencia por razón de territorio. Por un lado, el art. 568 del CFPC señala los
asuntos que son de la competencia exclusiva de los tribunales mexicanos, por lo que res-
pecto de los mismo carecerá de validez cualquier acuerdo o cláusula que pretenda “pro-
rrogar” la competencia en favor del tribunal extranjero. Por otro lado, el art. 567 del mismo
ordenamiento establece, también en relación con la prórroga de competencia territorial en
favor de tribunales extranjeros, que no se considerará válida la cláusula o convenio de
elección de foro, cuando la facultad de elegirlo opere en beneficio exclusivo de las partes,
pero no de todas. Por último, determinadas cláusulas de elección del foro que se celebren
entre personas que residan en diferentes Estados nacionales, en materias civiles y mer-
cantil, están sujetas al Convenio sobre Acuerdos de Elección de Foro suscrito el 30 de
junio de 2005, en la Conferencia de la Haya de Derecho Internacional Privado. El decreto
por el que el Estado Mexicano aprobó este convenio fue publicado en el DOF del 19 de
Junio del 2007. El decreto promulgatorio del convenio se publicó en el DOF del 1 de Octu-
bre del 2015.

JURISDICCIÓN RETENIDA Y DELEGADA

Esta clasificación de la jurisdicción corresponde a la época de la monarquía absoluta,


cuando el rey concentraba la mayor parte de las funciones pública y no regia el principio
de la división de poderes, entonces el monarca podía ejercer la jurisdicción de dos modos;
retenida, es decir, personalmente, o delegada, por medio de otros funcionarios. Esta
clasificación describe la evolución misma de los tribunales administrativos en Francia. En
la constitución del año VIII (1799) se creó el Consejo de Estado que, además de redactar
los proyectos de ley, era asesor del Ejecutivo. Con este último carácter, el Consejo de
Estado conocía de los conflictos administrativos y preparaba proyectos de decisiones que
eran sometidos a la aprobación del Jefe de Estado. Por eso afirmo que en sus orígenes
del Consejo de Estado fue un tribunal de justicia retenida. La ley del 24 de mayo de 1872
faculto al Consejo de Estado para resolver por sí mismo los conflictos administrativos y lo
convirtió en un tribunal de justicia delegada. De acuerdo con esta clasificación, tribunales
de justicia retenida son aquellos que carecen de autonomía respecto de la administración
pública y se limitan a formular proyectos de decisión que someten a la aprobación de la
propia administración. En cambio, los tribunales de justicia delegada son los que poseen
autonomía respecto de la administración y se encuentran facultados para pronunciar sen-
tencias. En rigor, los llamados tribunales de justicia retenida no son tribunales, ya que
carecen de autonomía y esta es una condición indispensable en el órgano que ejerce la
jurisdicción, según hemos visto.

JURISDICCION ORDINARIA, ESPECIAL Y EXTRAORDINARIA

Esta es otra clasificación que se basa en el tipo de competencia de los órganos jurisdic-
cionales. Así, se suele entender por jurisdicción ordinaria o común la que ejercen los juz-
gadores que tienen competencia para reconocer de la generalidad de los litigios; por juris-
dicción especial la que compete a los juzgadores para conocer de cierta clase de litigios, y
por jurisdicción extraordinaria la que se atribuye a órganos creados exprofeso para cono-
cer de uno o más litigios concretos y determinados. Esta última “especie” de jurisdicción
se encuentra prohibida por el art. 13 de la Constitución.
LIMITES DE LA JURISDICCION

La función jurisdiccional suele tener dos tipos de limites:

a) Los objetivos, que se determinan por la clase de litigios de los que pueden conocer
los juzgadores de acuerdo con su competencia, tema al que nos referiremos en los
apartados siguientes;
b) Los subjetivos , que derivan de la situación jurídica en que se encuentran determi-
nadas personas.

Los limites subjetivos de la jurisdicción se manifiestan, en forma preponderante aunque no


exclusiva, en el derecho procesal penal, a través de la institución conocida como inmuni-
dad. Por otro lado, la constitución prevé otro tipo de inmunidad para los funcionarios
públicos que señalan, en forma limitativa, en el primer y quinto párrafos del art. 111.
Para que se pueda ejercer la jurisdicción penal contra estos funcionarios, el precepto cita-
do exige que previamente la Cámara de Diputados declare, por mayoría absoluta de los
miembros presente en la sesión, si hay o no lugar a proceder en contra del funcionario. Si
la cámara declara que “ha lugar a proceder” significara que retira la inmunidad al funcio-
nario, por lo que este podrá ser enjuiciado por la jurisdicción penal ordinaria, previo el
ejercicio de la acción por el Ministerio Público. La institución de la inmunidad también pro-
tege a los miembros de las misiones diplomáticas y consulares. La inmunidad de los
miembros de las misiones diplomáticas se encuentra previstas en la Convención sobre
Relaciones Diplomáticas de Viene de 1961; la de quienes forman parte de las misiones
consulares, en la Convención sobre Relaciones Consulares, también en Viena 1963. En el
caso de la jurisdicción civil con varias salvedades.

COMPETENCIA

Habíamos señalado anteriormente que el art. 16 de la Constitución establece la garantía


de legalidad, la cual no solo es aplicable a los actos de los órganos jurisdiccional, sino a
los de cualquier autoridad, cuando afecten, de alguna manera, los derechos o los interés
jurídicos de las personas. De acuerdo con el primer párrafo de este precepto constitucio-
nal, “nadie puede ser molestado en su persona, familia, domicilio, papeles o pose-
siones, sino en virtud de mandamiento escrito de la autoridad competente, que fun-
de y motive la causa legal del procedimiento”. Si aplicamos este concepto al derecho
procesal, podemos afirmar que en este campo la competencia es la suma de facultades
que la ley da al juzgador para ejercer su jurisdicción en determinado tipo de litigios o con-
flictos. El juzgador por el solo hecho de serlo, es titular de la función jurisdiccional, pero no
se puede ejercerla en cualquier tipo de litigios, sino en aquellos para lo que está facultado
por la ley; es decir, en aquellos en los que es competente. La competencia del órgano
jurisdiccional forma parte del concepto del derecho al juez natural, el cual consiste en el
derecho toda persona tiene para ser juzgada por tribunales por tribunales competentes,
previamente establecidos en la ley, independientes e imparciales. La competencia es tam-
bién un presupuesto procesal, es decir, una condición esencial para que se pueda consti-
tuir y desarrollar válidamente el proceso. Por esta razón, independientemente de los dere-
chos que las partes tienen para cuestionar la competencia, el propio juzgador debe verifi-
car, en cada litigio que se le plantee, si tiene o no competencia para conocer de él.

CRITERIOS PARA DETERMINAR LA COMPETENCIA

Para llegar a establecer cuándo un litigio concreto queda o no dentro de aquellos que
puede conocer un juzgador, es decir, dentro de los asuntos de su competencia, las leyes
procesales señalan ciertos factores a los que se conocen comúnmente como criterios
para determinar la competencia. Así, por ejemplo, el Art. 144 del CPCDF dispone lo si-
guiente “la competencia de los tribunales se determinara por la materia, la cuantía, el
grado y el territorio. Estos cuatro factores constituyen los criterios fundamentales, en
virtud de que son los que normalmente se toman en cuenta para determinar la competen-
cia. Al lado de estos cuatros criterios fundamentales existen otros que eventualmente in-
fluyen sobre la competencia del juzgador, a los que podemos calificar de complementa-
rios: la prevención, la atracción y la conexidad. Por último, en algunas leyes se incluye
también el turno, pero este, en sentido estricto, no es un criterio para determinar la com-
petencia, sino solo un orden interno de distribución de los asuntos que ingresan, el cual
no afecta, en modo alguno, la competencia de los órganos jurisdiccionales.

MATERIA

Este criterio se basa en el contenido de las normas sustantivas que regulan el litigio o
conflicto sometido al proceso, por razón de la materia, son competentes para conocer de
las controversias sobre la comisión de delitos federales, los jueces federales penales; de
las controversias sobre la comisión de delitos locales, ejecutados en la Ciudad de México,
conocen los jueces penales y los jueces penales de delitos no graves, según se trate de
delitos graves o no graves. El criterio de la materia también nos permite determinar cuán-
do un litigio debe ser sometido a los tribunales del trabajo, a los tribunales administrativos
o a los tribunales agrarios.

CUANTIA

El criterio de la cuantía o del valor toma en cuenta el quantum, la cantidad en la que se


puede estimar el valor del litigio. En materia penal este quantum se traduce en la clase y
dimensión de la pena aplicable; en materia civil, la cuantía del litigio suele medirse por su
valor pecuniario. También la competencia en materia civil residual, a la que hicimos refe-
rencia en el apartado anterior, ha quedado distribuida, atendiendo a los criterios de la
cuantía y la materia entre los jueces civiles, los jueces de lo civil de cuantía menor y los
jueces de lo civil de proceso oral. Los juzgados de proceso oral civil tienen competencia
para conocer de los juicios contenciosos que versen sobre la propiedad o demás dere-
chos reales, de los juicios que versen sobre derechos personas de naturaleza civil, en
ambos casos con cuantía inferior a la que se indica en párrafo anterior para los jueces de
lo civil. Por último, los jueces de lo civil de cuantía menor conocen de varios juicios y pro-
cedimiento, exclusivamente debido a la cuantía menor: a) que no excedan de la cantidad
que señala el art. 1340 del CCom.($200 000.00) para la procedencia del recurso de ape-
lación, en el caso de los juicios y procedimientos mercantiles de “jurisdicción concurrente”,
cantidad que se debe actualizar cada año (art. 1339 del CCom; cantidad que fue actuali-
zada para el 2016 a $574 690.47), o b) de la cantidad que establece el art. 691 del CP -
CDF ($500 000.00, actualizada en 2016 a $574 690.47), para el mismo fin, en el caso de
los juicios especiales hipotecarios y ejecutivos civiles (art. 71, fraccs I y V, de la LOTSJ-
DF). También conocen del juicio de pago de daños culposos causados con motivo del
tránsito de vehículos.

GRADO

Normalmente el ejercicio de la función jurisdiccional no se agota con una sola cognición;


es decir, con el conocimiento y la decisión del litigio por parte de un solo juzgador. Toman-
do en cuenta que el o los titulares del órganos jurisdiccional son seres humanos-y, por
tanto, seres susceptibles de equivocarse-, las leyes procesales regularmente establecen
la posibilidad de que la primera decisión sobre el litigio sea sometida a una revisión por
parte de un juzgador de superior jerarquía, con el din de que determine si dicha decisión
fue dictada con apego o no a derecho, y, por consiguiente, si debe o no confirmarse o
convalidarse. A cada cognición del litigio por un juzgador se le denomina grado o instan-
cia.
El grado o instancia es un criterio para determinar la competencia, según que un litigio
determinado haya sido sometido o no al conocimiento de un juez.

TERRITORIO

El territorio es el ámbito espacial dentro del cual el juzgador puede ejercer válidamente su
función jurisdiccional. Este ámbito espacial recibe diferentes denominaciones: circuito,
distrito, partido judicial, etcétera. Dentro del Poder Judicial de la Federación, la Supre-
ma Corte de Justicia de la Nación es el órgano jurisdiccional que tiene competencia en
todo el territorio de la República. Los demás órganos jurisdiccionales del Poder Judicial
Federal – excluyendo a la Sala Superior y a las salas regionales del Tribunal Electoral-
tienen competencia en circunscripciones más reducidas: en circuitos, los tribunales
colegiados y unitarios; y en distrito; los jueces. De este modo, el territorio de la Repú-
blica se divide para el efecto de determinar la competencia de los órganos del Poder Judi-
cial Federal, en circuitos, y estos, a su vez, en distritos. Las reglas específicas para deter-
minar la competencia por razón del territorio varían de acuerdo con la materia de que se
trate. Por el contenido general de esta obra, no podríamos analizar detalladamente cada
una de dichas. Sin embargo, trataremos de proporcionar un panorama de las más rele-
vantes.

En el derecho procesal civil y mercantil se puede destacar las siguientes reglas;

a) Cuando en la demanda se ejerzan acciones reales (a través de las cuales recla-


man derecho reales) sobre inmuebles o bien acciones personales (sobre obliga-
ciones) derivadas de contratos de arrendamientos sobre inmuebles, es competen-
te el juez del lugar de la ubicación del inmueble de que se trate, y
b) Cuando se ejerzan acciones reales sobre muebles o acciones personales que
no deriven de contratos de arrendamiento, el juez competente es el del domicilio
del demandado.

En la Ley Federal del Trabajo se otorga a la parte actora, en los conflictos individuales, la
opción de demandar ante alguna de las juntas de conciliación y arbitraje siguientes:

a) La del lugar de celebración del contrato individual de trabajo;


b) La del domicilio del demandado, y
c) La del lugar de prestación de los servicios.

Para conocer del juicio de amparo indirecto es competente el juez de distrito en cuya
demarcación territorial deba tener ejecución, trate de ejecutarse o se haya ejecutado el
acto reclamado. Si este no requiere ejecución materia, será competente el juez ante quien
se haya presentado la demanda. En los juicios amparo directo es competente, por regla
general, el tribunal colegiado en cuyo circuito resida la autoridad responsable.

ATRACCIÓN

El fenómeno de la atracción se manifiesta particularmente en el derecho procesal civil.


Consiste en la acumulación que debe realizarse de los juicios singulares que sigan
contra una persona, al juicio universal que se promueva en caso de dicha persona fa-
llezca (juicio sucesorio), o sea declarada en estado de insolvencia (juicio de concurso
civil). En la disciplina mencionada, los juicios se clasifican en singulares, cuando ver-
san sobre uno o más derechos o bienes determinados, y en universales, cuando afectan
la totalidad del patrimonio de una persona, salvo los bienes que deban excluirse confirme
a las leyes.

CONEXIDAD

Este fenómeno se presenta cuando dos o más litigios distintos, sometidos a procesos
diversas, se vinculan por provenir de la misma causa o relación jurídica sustantiva (cone-
xidad objetiva); o porque en ellos intervienen las mismas partes (conexidad subjetiva).
Para evitar que sobre los litigios conexos se dicten sentencias distintas, por separado, y
que estas lleguen a ser contrarias o contradictorias, procede la acumulación de los proce-
sos en los que se tramiten litigios, con la finalidad de que, aun cuando se sigan sustancia-
do “por cuerda separada”, se resuelvan en una sola sentencia. La acumulación se suele
hacer del proceso más reciente al más antiguo.

El fenómeno de la conexidad, además de producir la acumulación de los procesos, deter-


mina que la competencia para conocer del segundo o de los ulteriores procesos se des-
place hacia el juzgador que se encuentra conociendo del primer proceso, en materia pe-
nal, el juzgador del primer proceso es el que conozca “de las diligencias más antiguas”.
La conexidad y la consecuente acumulación de los procesos se regulan en el dere-
cho procesal civil, (art. 72-76 del CFPC y 39-40 del CPCDF); en el derecho procesal
mercantil (arts. 1359-1361 del CCom.) en el derecho procesal del trabajo (arts. 766-
770 de la LFT); en el derecho procesal penal (arts. 30-34 del CNPP); en el derecho
procesal administrativo (arts. 31 y 32 de la LFPCA) y el derecho procesal constitu-
cional (arts. 72-76 del CFPC, de aplicación supletoria a la LA)
PREVENCION

La prevención es un criterio complementario y subsidiario para determinar la competencia,


pues se suele recurrir a él cuando, de acuerdo con los criterios anteriores, varios jueces
resultan ser competentes para conocer en forma simultánea del mismo asunto; entonces
se afirma que será competente el que haya prevenido en la causa, es decir, el que haya
conocido primero.

TURNO

Se denomina turno al orden o modo de distribución interno de las demandas o los asun-
tos que ingresan, cuando en un lugar determinado existen dos o más juzgadores con la
misma competencia. El turno se puede llevar acabo por periodos (horas, días, semanas,
etc.) por orden de ingreso por programas automatizados. Estimamos que el turno es solo
un orden o método interno de distribución de los asuntos entre juzgadores con la misma
competencia; pero no es, en sentido estricto, un criterio para determinar la competencia,
ni fundamental ni complementario. Este método interno de distribución del trabajo es pre-
cisamente la existencia de varios juzgadores con la misma competencia. Estos juzgado-
res no dejarían de ser competentes por los errores que llegaren a cometerse en el turno.

CUESTIONES Y CONFLICTOS DE COMPETENCIA

La competencia es un presupuesto de validez del proceso, el propio juzgador tiene el de-


ber de verificar, en cada litigio que se le plantee, se suelen denominar cuestiones de
competencia los medios a través de los cuales partes objetan la competencia del juzga-
dor. Tradicionalmente estos medios o vías han sido dos: la declinatoria y la inhibitoria.

La declinatoria es una vía de impugnación directa, ya que se promueve ante el juzgador


que está conociendo el litigio, pidiendo que se abstenga del conocimiento del mismo y
remita el expediente al juzgador que se estima competente. En cambio, la inhibitoria es
una vía indirecta, en virtud de que se promueve ante el juzgador que no está conociendo
del litigio pero que se estima competente para conocerlo, pidiéndole que dirija oficio al que
está conociendo del litigio y se considera incompetente, a fin de que se inhiba o deje de
conocer del asunto y remita y expediente al primero. Así mismo, el juzgador ante el que
se promueve la inhibitoria debe resolver en primer término, si se considera o no compe-
tente para conocer del litigio de que se trate. Solo si estima que es competente dirigiría el
oficio inhibitorio al juzgador que esté conociendo el litigio, el cual, a su vez deberá deter-
minar si es o no competente. Si estima que no es competente, remitirá el expediente al
juzgador que lo dirigió el oficio. Pero si se considera competente, la cuestión de compe-
tencia se convertirá en un conflicto o contienda de competencia entre los dos juzgadores
que afirman tener competencia para conocer del mismo asunto (conflicto de competen-
cia positivo). Si loa dos juzgadores en conflicto no tienen como superior jerárquico al
mismo tribunal, la contienda no podrá ser resulta por ninguno de sus superiores jerárqui-
cos, ya que estos no pueden ejercer su jurisdicción sobre los dos juzgadores, sino solo
sobre uno de ellos. En el Poder Judicial de la Federación, para los conflictos de compe-
tencia entre jueces de distrito pertenecientes a diversos circuitos y entre tribunales de
circuito, funciona como tribunal de competencia la Suprema Corte de Justicia, por conduc-
to de la salsa que corresponda según la materia. Los ordenamientos procesales suelen
regular las cuestiones de competencia en los términos que hemos señalados, así lo hacen
el CNPP (arts. 27 y 28) y el CFPC (arts. 34-38). En la LFT solo se admite la declinatoria
y no la inhibitoria (art. 703. Sin embargo, el CPCDF no parece facultar a los juzgadores
para que resuelvan sobre su propia competencia, sino que tanto en la declinatoria como
en la inhibitoria prevé la remisión automática del expediente al superior jerárquico, quien
decide cuál juzgador es el competente. Por último, cabe señalar que, por regla general,
las actuaciones llevadas a cabo por un juzgador declarado incompetente son nulas. Esta
regla general, como tal, admite las excepciones que las propias procesales señalan.

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