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del evangelio a Cornelio y su familia. Segú n su narració n, el concilio fue una reunió n de los
apó stoles y los ancianos de la iglesia de Jerusalén convocada para considerar, en primer
lugar, los términos en los cuales los creyentes gentiles podían ser admitidos como
no) y, en segundo lugar, los medios a través de los cuales el intercambio social, y
1
Ver (entre mucha literatura pertinente) H. Lietzmann, «Der Sinn des
Aposteldekretes und seine Textwandlung», Amicitiae Corolla … presented to J. R. Harris, H.
G. Wood, ed., Londres, 1933, pp. 203–211; K. Lake, «The Apostolic Council of Jerusalem»,
Beginnings I.5, Londres, 1933, pp. 195–212; M. Dibelius, «The Apostolic Council» (1947),
trad. ing., Studies in the Acts of the Apostles, Londres, 1955, pp. 93–111; B. Reicke, «Der
geschichtliche Hintergrund des Apostelkonzils und der Antiocheia-Episode», Studia Paulina
in honorem J. de Zwaan, J. N. Sevenster y W. C. van Unnik, eds., Haarlem, 1953, pp. 172–187;
E. Haenchen, «Quellenanalyse und Kompositionsanalyse in Act 15», Judentum,
Urchristentum, Kirche: Festschrift fü r J. Jeremias, W. Eltester, ed., Berlín, 21964, pp. 153–
164; M. Simon, «The Apostolic Decree and its Setting in the Ancient Church», BJRL 52,
1969–1970, pp. 437–460; G. Zuntz, «An Analysis of the Report about the ‘Apostolic
Council’», Opuscula Selecta, Manchester, 1972, pp. 216–249; T. Holtz, «Die Bedeutung des
Apostelkonzils fü r Paulus», NovT 16, 1974, pp. 110–148; D. R. Catchpole, «Paul, James and
the Apostolic Decree», NTS 23, 1976–1977, pp. 428–444; E. Bammel, «Der Text von
Apostelgeschichte 15», Les Actes des Apotrês = BETL 48, J. Kremer, ed., Gembloux/Lovaina,
1979, pp. 439–446; A. Strobel, «Das Aposteldekret als Folge des antiochenischen Streites»,
Kontinuitä t und Einheit: Festschrift fü r F. Mussner, P. -G. Mü ller y W. Stenger, eds.,
Freiburgo, 1981, pp. 81–104; C. K. Barrett, «Apostles in Council and in Conflict», Freedom
and Obligation, Londres, 1985, pp. 91–108.
especialmente lo referido al acto de compartir la mesa, podía promoverse entre creyentes
sus recientes experiencias en Chipre y Asia Menor, pero no tomaron parte alguna en la
Todos nos damos cuenta de la importancia decisiva que este acontecimiento tuvo en
la misió n posterior de la Iglesia. Una vez que Antioquia había iniciado la misió n entre los
gentiles (Hch 11,20), esto planteaba varios problemas a la Iglesia naciente: ¿estaban
obligados los paganos convertidos a guardar la ley de Moisés (Hch 15,5)?, ¿tenían que ser
circuncidados?, ¿deberían, pues, los gentiles ser también judíos, aunque fuera en aspectos
meramente rituales, para poder salvarse (Hch 15,1)? La respuesta de Pablo es tajantemente
clara en Gá latas: só lo basta con aceptar el Evangelio de Jesú s para entrar por el camino de la
Los Hechos exponen los acontecimientos de los inicios, pero ya no los de Jesú s, sino
los primeros pasos de sus discípulos tras la Pascua. Hablan de unos acontecimientos que
hay que situar en las décadas de los 40 a los 60, pero lo hacen desde una perspectiva
posterior, la que se tiene a partir del añ o 80. Durante este tiempo se ha reflexionado y se ha
aprendido. Señ alo algunas características del Libro de Los Hechos: La primera es que
hablan del norte de Á frica, donde sabemos que hubo un cristianismo muy pujante, ni
tampoco de su despliegue hacia la parte oriental. Es también una visió n idealizada: basta
con leer los primeros capítulos en los que omiten los conflictos y aspectos que pudieran
resultar má s turbadores; el estudio crítico nos descubre que las cosas fueron má s
complejas. No solo existió la misió n paulina, sino que hubo también otros misioneros,
algunos con visiones bien diferentes. Conocemos el caso de Pedro, de Apolo, de Priscila y
Aquila… Pablo tiene que polemizar con otros misioneros que, como dice en la carta a los
Gá latas, se entromete nen su campo de misió n y ademá s plantean el evangelio de una forma
diferente a la suya. También en otras cartas polemiza con aquellos misioneros que tienen
visiones distintas. Es decir, las cosas fueron má s complejas y no tan idealizadas; esto es
normal porque al principio las cosas no suelen ser claras, es necesario discernir, tomar
opciones, ver por dó nde hay que caminar. Una tercera característica: en los añ os ochenta y
tantos, los Hechos quieren justificar esa Forma de cristianismo expansivo, incluyente,
abierto… es decir, misionero, que resultaba una auténtica novedad. Y lo justifica con el
recurso del espíritu de Dios; como veremos después, la misió n ha sido impulsada por el
Espíritu y va má s allá de la vida del Jesú s terrestre, pero desarrolla con creatividad una
diná mica que se descubre en ella. Precisamente porque es novedosa, la misió n plantea
problemas, surgen diferencias sobre có mo realizarla, hay conflictos y, como antes he dicho,
circunstancias del judaísmo del siglo I, y de un desarrollo histó rico que termino en el siglo II
con la creació n de esta nueva religió n. No se le puede atribuir a Jesú s de Nazaret ninguna
Al desaparecer de la escena histó rica Jesú s de Nazaret lo que se había creado era una
pequeñ a comunidad judía mesiá nica. No existía ninguna diferencia entre los judíos en
general y los judíos que se encontraban dentro de este pequeñ o grupo. En muchas
congregaciones judías de la Diá spora ni se había oído hablar de este grupo mesiá nico
mesianismo de Jesú s por parte del resto del pueblo judío (30-50) surgió a consecuencia de
esto el denominado “problema de los gentiles”. En realidad, el problema de los gentiles fue
pueblo de Israel.
diferentes grupos que existían dentro de las sinagogas en el siglo I. Por otra parte,
considerar que a medida que las sinagogas se iban alejando geográ ficamente de Judea y su
las sinagogas má s occidentales tendrían una gran cantidad de població n de origen gentil y
en forma inversa las sinagogas orientales tendrían una mayor cantidad de població n judía
por su cercanía con Judea. Los tres grupos dentro de la sinagoga eran:
Paidos,1991), 123.
1. Los judíos, seguramente muchos de ellos descendientes de los primeros
2. Los prosélitos de Justicia (Guer Tzedek) eran aquellos gentiles que hacía muchos
Milá o corte del prepucio, circuncisió n, y en el caso de las mujeres con la inmersió n ritual.
el caso de las mujeres realizaban la inmersió n ritual. No eran conversos al judaísmo pero
¿Cuá l era el principal problema que tenía el tercer grupo (Prosélitos de la Puerta)
Recordemos que una pequeñ a infecció n durante el proceso de corte del prepucio
quedaba en calidad de “incircunciso”. En cambio, las mujeres, a las que simplemente se les
pedía el bañ o de inmersió n ritual para la conversió n al judaísmo, ellas eran admitidas al
segundo grupo en forma casi automá tica. Así que se llenaron las congregaciones hebreas de
judía? Cada día se incorporaban má s gentiles sin circuncisió n que no podían participar de
pleno derecho en la actividad comunitaria judía. Hasta como hemos podido ver en el caso
de un hijo de madre judía como Timoteo, las familias tenían cierto temor a la observancia
forma vá lida:
Primera posició n: la religió n judía debe admitir sin circuncisió n a los gentiles a la
todos los pueblos. Para esta posició n no era (ni es) necesaria la conversió n de todos los
gentiles al judaísmo, sino que ellos pueden seguir siendo gentiles. Actualmente dentro del
que esta es la posició n de Saulo de Tarso. Ahora es gracioso, que si bien la posició n de Pablo
coincide con la posició n de muchos judíos modernos, la critica a Pablo es que dejó que los
gentiles no observaran la Torá . Sin embargo, nosotros nos preguntamos ¿Có mo es posible
por una parte otorgarle validez a los gentiles que alcancen la salvació n sin convertirse al
judaísmo, y al mismo tiempo decir que Saulo de Tarso tergiversó o modifico el judaísmo?
Saú l de Tarso (Pablo) jamá s modificó el judaísmo, simplemente luchó para que el judaísmo
aceptará de modo utó pico la “salvació n de los gentiles” a través de la fe en el Mesías. Porque
el cará cter universal de los profetas de Israel ya admitía esta salvació n universal. La
judaísmo, el rabino actuará en los mismos términos que actuó Saú l de Tarso/Pablo,
exigiéndole el cumplimiento de los preceptos de la ley de Moisés para los gentiles (las
La segunda posició n3 (que será sostenida por el grupo de los judaizantes) dirá que
para que un gentil quiera reconocer al Mesías de Israel debe circuncidarse y aceptar
judaísmo, y a partir de allí, siendo judío, puede conectarse con el Mesías. No se alcanza la
redenció n fuera del judaísmo, sino que se debe ser judío a todos los efectos, y entonces en
Mesías automá ticamente provoque la “salvació n de los gentiles”, porque entonces ¿Con que
el Mesías entonces, ¿para qué observar la Torá ? ¿no tiene entonces eficacia redentora la
3
Jean Danielou , Teología del Judeocristianismo (Madrid: Cristiandad, 2007), 89.
Si el ethos del cristianismo primitivo es tan importante en la configuració n y
delineamiento de la Iglesia primitiva, entonces cabe preguntarse por el origen de ese mismo
ethos desde su inspiració n primigenia, en Jesucristo. Ahora bien, deviene problemá tico
hablar y sostener que Jesucristo propuso una ética, lo cual no quita que haya vivido desde
determinar si Jesú s formuló o creó una ética específica, si dio origen a un ethos en sus
discípulos que ellos hubiesen podido heredar. Este rastreo no es fá cil y puede resultar
polémico, por ello, se acude en este apartado a Rudolf Bultmann que nos brinda unas
orientaciones claves. Sostiene Bultmann que Jesú s propiamente no estructuró una ética,
dado que no era su pretensió n ni interés. Lo que realizó en su vida, sin embargo,
donde el ethos que É l vivió encuentra un lugar privilegiado. Así lo entendieron aquellos
testigos que escucharon su palabra, que compartieron la cena con él, estos seguidores
fueron carismá ticos itinerantes como lo señ ala Theissen: El ethos radical procede en su
represoras de la vida cotidiana. Vivieron una vida distante del poder, la posesió n, el trabajo
y la familia. En su centro estaba Jesú s, también carismá tico itinerante, cuyo estilo de vida
4
Cfr. Bultmann, Jaspers, Jesú s: la des mitologizació n del Nuevo Testamento, 65
5
Theissen, La religió n de los primeros cristianos, 125
Una vez efectuado este acercamiento a lo que se puede considerar el corazó n del
ethos de Jesú s se entiende su posició n frente a iconos de la religiosidad judía, sin que por
ello se diga que Jesú s cayó en una anarquía o un rechazo al judaísmo, al contrario, su actitud
judaísmo. A continuació n, se hace una breve ubicació n en lo que fue la praxis de Jesú s frente
a los símbolos claves del judaísmo: la ley, el culto y el templo. Se tiene como presupuesto
apostó lica tuvo que sortear entonces diferentes comprensiones para configurarse como
Iglesia -Ekklesia asamblea de Dios unida en una misma fe, en un solo Señ or, en un só lo
conflictos que sortearon las comunidades primitivas para madurar en su opció n de fe,
acontecimientos reales vividos; hay que considerarlos como fueron y desde allí aprender
para nuestra experiencia religiosa cristiana hoy La asamblea de Jerusalén muestra de una
manera contundente las interpretaciones del ethos heredado por Jesú s y, su incorporació n
helenistas6; solamente el conflicto y el choque entre las diversas tradiciones permite trazar
Bernabé.
dos valores fundamentales que el cristianismo introdujo en la ética antigua pagana, pero
paganismo se da una trasformació n cualitativa del ethos.7Gerd Theissen introduce una pista
significativa al referirse a los dos valores que aparecen como nuevos en el mundo pagano y
que proceden de la tradició n judía: el amor al pró jimo y la humildad (o renuncia al estatus).
la tradició n judía, pero que en esa forma son nuevos: el amor al pró jimo y la humildad (o
renuncia al estatus). Por eso, al lado de una adaptació n a los valores y normas del entorno
pagano (con pretensió n superadora) aparece la conciencia de una oposició n a él. Junto a la
pretensió n de cumplir mejor que todos los otros las normas generales del entorno, aparece
marginales.8
6
Ibid.,126.
7
Ibid.,103 ss.
8
Ibid., 87 y 88.
Ahora viendo un poco del detalle en cuestió n la teología que en torno al concilio de
Jerusalén fue fundamental para cumplir el mandato expresado por Jesú s en Hechos 1:10-11.
visitació n de Dios a los gentiles y del cumplimiento de esa profecía, cabe a destacar que La
iniciativa de Dios al «visitar a los gentiles» de este modo se mostró cuando envió su Espíritu
sobre Cornelio y su casa mientras escuchaban la predicació n de Pedro. Pero había predicho
su acció n por medio de los profetas. Jacobo para demostrar eso cita Amos 9: 11-12;15-18.
involucra dos lecturas variantes,9 pero el resultado es una completa espiritualizació n del
pasaje: «para que posean el remanente de Edom» se convierte en «para que el resto de la
humanidad busque» (el objeto de «buscar» no está expresado en la LXX, pero el objeto
implícito es, claramente, «a mí», es decir, «al Señ or», como lo deja en claro la cita de Jacobo).
conocimiento del verdadero Dios a los gentiles. Preparó así el camino para que Jacobo
9
LXX (εκζητησωσιν) presupone el heb. yidresu («puedan buscar») en lugar de yiresu
del TM («puedan poseer») y la vocalizació n ’adam («humanidad», «género humano») en
lugar de ’edom («Edom») del TM; má s aun, ignora la partícula ’et antes de se’erit, que señ ala
a esta voz como el objeto del verbo; su traducció n griega οι καταλοιποι των ανθρωπων la
trata como el sujeto.
LXX Septuaginta (versió n griega precristiana del AT)
LXX Septuaginta (versió n griega precristiana del AT)
Dios ha cumplido su promesa diná stica a David (cf. el argumento de Pedro en 2:25–
36 y el de Pablo en 13:23, 32–37). Esto puede ser lo que se entiende aquí con la idea de
gentiles está produciéndose aquí y ahora, dice Jacobo, a través de la misió n a los gentiles; en
un á rea mucho má s amplia que la que gobernó David, hay hombres y mujeres de raza gentil
grande que el gran David. «El resto de la humanidad» incluye a los gentiles: «Todos los
gentiles sobre los cuales se ha invocado mi nombre» (esto es, en el bautismo). Una
fraseología similar aparece en Santiago 2:7, donde se les recuerda a los lectores «el precioso
nombre que fue invocado sobre ustedes». La misió n gentil, entonces, es obra de Dios: él la
ese á mbito. Quizá s no (es má s probable que Lucas haya elegido la LXX); pero se ha señ alado
que «incluso nuestro hebreo masorético hubiera servido admirablemente a este propó sito,
ya que predecía que ‘el taberná culo de David’, es decir, la iglesia del Mesías, lograría la
posesió n de todas las naciones que son llamadas por el nombre ‘del Dios de Israel’». 10
C. C. Torrey, Composition and Date of Acts, Cambridge, MA, 1916, pp. 38s. Así
10
también C. Rabin: «El TM seguramente hubiera apoyado la exégesis ofrecida aquí» (The
Zadokite Documents, Oxford, 21958, p. 29).
Se reconoce que el discurso de Jacobo adopta la forma que los rabinos conocían
como una respuesta yelammedenu, en la cual se hace una apelació n a las Escrituras como
Quedaba, de todos modos, un problema prá ctico. En la mayoría de las ciudades los
creyentes gentiles tenían que vivir junto con creyentes judíos, los que había sido educados
de tal modo que guardasen las restricciones levíticas en cuanto a las comidas, evitando a la
vez el contacto con los gentiles hasta donde fuera posible. Si se daría una asociació n libre
entre ambos grupos, tenían que establecerse ciertas normas, especialmente en cuanto a la
comunió n a la mesa. Por lo tanto, Jacobo indicó , como su juicio ponderado, que a los
cristianos gentiles debía instruírselos para que evitaran las comidas que tuvieran
completamente la sangre, y que debían ajustarse al có digo judío de relaciones entre los
sexos, en lugar de conformarse con las normas paganas a las que estaban acostumbrados.
11
Respuesta al pedido yelammedenu rabbenu, «que nuestro maestro nos instruya».
Ver J. W. Bowker, «Speeches in Acts: A Study in Proem and Yelammedenu Form», NTS 14,
1967–1968, pp. 96–111 (especialmente pp. 107–109).
12
Esta decisió n, a pesar de las condiciones que la acompañ aban, debe haber
comprometido a la iglesia ante los ojos de sus vecinos judíos; requería bastante coraje y «da
testimonio de una sorprendente magnanimidad que difícilmente pueda explicarse sobre
otras bases que el sentido de la obligació n … de seguir la intenció n del mensaje de Jesú s»
(M. Hengel, Victory over Violence, trad. ing., Londres, 1975, p. 87
CONCLUSION
A través del presente artículo he intentado presentar algunas aristas, a mi entender,
la historia en el marco del Nuevo Testamento. En este sentido pareciera ser que los escritos
biografía de Pablo de Tarso, nos ofrecieran una oportunidad invaluable: poder hacer una
que nos encontramos ante una fusió n del acontecimiento histó rico y su reflexió n teoló gica.
BIBLIOGRAFIA
Aguirre, Rafael et al. Así empezó el cristianismo. Estella - Navarra: Verbo Divino. 2010.
Bultmann, Rudolf y Jaspers, Karl. Jesú s: la desmitologizació n del Nuevo Testamento. Buenos
Aires: Editorial Sur. 1968.
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Holzner, Josef. San Pablo. Heraldo de Cristo. Barcelona: Herder. 2008
Una Iglesia renovada en la Asamblea de Jerusalén: La novedad de vida para el diá logo
ecuménico. 144
Vidal, Senen. Las cartas originales de Pablo. Valladolid: Editorial Trotta. 1996.