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CURSO DE LAS CARTAS CATOLICAS

Las Cartas Católicas

Tema 1: La Iglesia en la segunda mitad del siglo I. 1. Desarrollo de las comunidades y


actividad literaria de los Apóstoles. 2. El nombre de "Cartas Católicas".

Tema 2: La Carta de Santiago. 1. La Carta de Santiago en el Canon. 2. Estilo y estructura.


3. Destinatarios. 4. Autor y fecha de composición. 5. Contenidos teológicos. 6.
Cuestiones selectas.

Tema 3: La Primera Carta de Pedro. 1. Lugar y significado en el canon. 2. Estilo y


estructura. 3. Autor. 4. Destinatarios y circunstancias de composición. 5. Fecha y lugar
de composición. 6. Contenidos teológicos. 7. Cuestiones selectas. 8. Relación con la
tradición paulina.

Tema 4: La Segunda Carta de Pedro. 1. Canonicidad. 2. Significado dentro del Canon.


3. Estilo y estructura. 4. La cuestión del autor. 5. Fecha, lugar y circunstancias de
composición. 6. Contenidos teológicos. 7. Cuestiones selectas.

Tema 5: La Carta de Judas. 1. Lugar y significado en el canon. 2. Estilo y estructura. 2.2.


Género literario. 2.3. Estructura y contenido. 3. Autor. 4. Destinatarios y fecha de
composición. 5. Doctrina.

Introducción a las Cartas Católicas:

Son escritos breves que no están dirigidos a una persona o comunidad concreta,
sino a toda la Iglesia, de ahí el nombre de católicas o eclesiales. Debido a su
antigüedad, son una buena fuente de información sobre la vida de los primeros
grupos cristianos, su organización, el culto y sus planteamientos doctrinales.
Surgidas en los ambientes judeocristianos, pretenden dar respuesta al problema
de estar en el mundo sin ser del mundo. Los cristianos eran conscientes de que el
mundo tenía que recibir el mensaje de la salvación por su predicación y su
testimonio, y a la vez se sentían extraños en él por el rechazo de su anuncio. El
peligro que les amenazaba era replegarse sobre sí mismos y olvidar la misión, o
bien contemporizar con el mundo y suavizar las exigencias del evangelio para
hacerlo más aceptable. Las cartas alumbran un camino de solución, insistiendo en
la paciencia para soportar las pruebas y en la fidelidad al Señor. La fe y el
bautismo son el único camino para entrar en el reino de la luz establecido por
Cristo en su pasión, muerte y resurrección. Gracias a la salvación por él alcanzada
y mediante el Espíritu, el cristiano, hecho hijo de Dios, puede combatir por la
verdad hasta la vuelta de Jesús como juez del mundo. La vida moral se centra en
el amor a Dios y al prójimo, que une a los creyentes entre sí y con Dios como una
gran familia, en la Iglesia. El fundamento de esta fe y de este modo de vivir es la
vida y las enseñanzas de Jesús. Dada esta orientación fundamental, las cartas

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católicas son un buen testimonio de la parénesis cristiana primitiva. A sus autores


no les preocupa tanto la presentación del kerigma para suscitar la fe en Jesucristo
cuanto la predicación en clave moralizante dirigida a quienes pertenecen a la
Iglesia. A estos se les presenta su mensaje con la exigencia de vivir los
acontecimientos de cada día según las normas de la fe y guiados por el ejemplo
del Señor.

Desde un punto de vista catequético estos escritos proyectan su luz sobre el


problema que se plantea a los cristianos que quieren vivir la doble exigencia de la
fidelidad a Cristo y del servicio a los hombres. El influjo materialista del ambiente
y las dificultades pueden llevar a las comunidades a la rutina y a la mediocridad y
estas, a la pérdida del fervor primero y a la superficialidad. La razón última de
esto es el cansancio de los creyentes, empeñados en una lucha que dura
demasiado tiempo. En esas circunstancias es necesaria la vuelta a Cristo, maestro
de vida y de doctrina, que permite lograr la coherencia entre la vida y la fe,
corregir la impaciencia y evitar la adulteración del mensaje.

Tema 1: La Iglesia en la segunda mitad del siglo I. 1. Desarrollo de las comunidades y


actividad literaria de los Apóstoles. 2. El nombre de "Cartas Católicas".

1. Desarrollo de las comunidades y actividad literaria de los Apóstoles.

Jesús de Nazaret (6 a. C. - 30 d. C.)


Jesús nació en el reinado de Herodes, seguramente seis años antes del comienzo de
nuestra era. Vivió en Nazaret como un piadoso judío, practicando la ley según el
espíritu de los fariseos, los más religiosos entre los judíos. Hacia los años 27-28, después
de ser bautizado por Juan bautista, inaugura sus dos o tres años de vida pública. Escoge
algunos discípulos y, junto con ellos, proclama, con palabras y sobre todo con los
hechos de su vida, la venida del reino de Dios. El no escribió nunca nada (¡síf, en la
arena en cierta ocasión...).Condenado por los responsables religiosos, fue crucificado
por los romanos, seguramente el 7 de abril del año 30.

Las comunidades (alrededor de los años 30-70)


La resurrección de Jesús y la venida del Espíritu en pentecostés permiten a los
discípulos comenzar a descubrir el misterio de Jesús. Estos discípulos siguen siendo
judíos, pero forman en el seno del judaísmo un grupo extraño: el de los testigos de Jesús
resucitado. (El color gris del cuadro quiere representar al judaísmo dentro del cual nació
el cristianismo). Tienen que mantener una doble fidelidad: A Jesús - a la vida, que les
plantea no pocas cuestiones. Para responder a estas cuestiones, se remiten a los
recuerdos que tenían de Jesús. Pero lo hacen a la luz de la resurrección. Esos recuerdos
van tomando forma, sobre todo, en torno a tres centros principales de interés: - los
discípulos predican para anunciar a los judíos y luego a los paganos a Jesús resucitado:
es el grito de fe de los primeros cristianos; - los discípulos celebran al resucitado en la

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liturgia, sobre todo en la eucaristía. Con esta ocasión toman forma muchos de sus
recuerdos sobre Jesús;
- los discípulos enseñan a los nuevos bautizados, recogiendo para ello los hechos y las
palabras de Jesús.
Pronto se agregan nuevos discípulos a los primeros:
Bernabé, los siete diáconos con Esteban y Felipe, sobre todo PABLO. Convertido hacia
el año 36, llevará la buena nueva al Asia Menor, Grecia..., hasta Roma. Los paganos
pueden desde entonces entrar en la iglesia sin verse obligados a hacerse judíos
previamente: es lo que se decidió en el «concilio» de Jerusalén del año 50.
Entre los años 51 y 63, Pablo escribe sus cartas a varias comunidades.
Durante este período, el judaísmo oficial va poco a poco desechando a los cristianos.
El año 70, los romanos destruyen Jerusalén. Algunos fariseos, reunidos en Yamnia (o
Yabné, al sur de Tel-Aviv), le dan una nueva vida que continúa hasta hoy.

Redacción de los escritos (alrededor del 70-100 d. C.)


Cuatro teólogos reúnen las tradiciones que ya se habían redactado y dan su testimonio
sobre Jesús. El evangelio según MARCOS recoge hacia el año 70 la predicación de Pedro
en Roma. Intenta hacer ver que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, sobre todo a través de
sus actos, especialmente sus milagros. El evangelio según LUCAS se escribió hacia el
80-90 para las comunidades compuestas sobre todo por paganos convertidos. Muestra
cómo, en Jesús, Dios visita a su pueblo y viene a manifestarle su cariño. LUCAS escribió
un segundo tomo: los Hechos de los apóstoles, donde muestra cómo la palabra de la buena
nueva, llevada por los apóstoles bajo el impulso del Espíritu, llega a todos los rincones
del mundo. El evangelio según MATEO se redactó seguramente entre el 80-90, en una
comunidad de antiguos judíos que se hicieron cristianos. Mateo ataca con viveza a los
fariseos de Yamma y muestra cómo Jesús cumple las Escrituras. MATEO y LUCAS, en
su intento por llegar al misterio de Jesús, se remontan hasta su infancia, presentándola
bajo la luz de su vida y de su resurrección. El evangelio según JUAN es una meditación
muy profunda sobre Jesús palabra (o verbo) de Dios. Escrito quizás entre el 95-100,
muestra cómo el crucificado está hoy vivo y nos da su Espíritu. A través de los signos
que hace Jesús, hay que creer para ver. JUAN -el mismo o quizás otro- presenta en el
Apocalipsls a Jesús como término de la historia. Entretanto, JUAN, PEDRO, SANTIAGO,
JUDAS Y otros discípulos escriben cartas a diversas comunidades. El año 135, tras una
segunda rebelión de los judíos, los romanos diezman a la población. Durante varios
siglos, los judíos no podrán entrar en Jerusalén. Los cristianos ya habían dejado la
ciudad y se había instalado por toda el área mediterránea. El cuadro de las páginas 10-
11 presenta de forma muy esquemática las tres grandes etapas de la formación del
Nuevo Testamento. Se trata de algo muy importante y hemos de volver sobre ello. Lo
haremos con ayuda de imágenes y de comparaciones; es un poco peligroso, pero
resultará menos árido y vosotros sabréis matizar las cosas.

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Los judíos y los cristianos en el imperio


El judaísmo es ante todo Jerusalén, centro de la religión oficial en torno al templo, que se
extiende luego a la «tierra de Israel», la Judea, como se llamaba entonces (hasta el año
135 no se la llamará «Palestina » o «tierra de los filisteos»). Este territorio, de una
extensión como Bélgica o Cataluña, no contaba entonces más que con medio millón de
judíos. El judaísmo es también la diáspora o dispersión. Hace siglos que los judíos se
instalaron fuera de Judea: unos se quedaron en Babilonia después del destierro; otros se
establecieron en Alejandría, donde formaban la quinta parte de la población; por todas
las ciudades por donde pasa Pablo hay florecientes comunidades judías (por ejemplo:
13, 14; 14, 1; 16,13; 17,2; 18,4...). Se calcula que del 8 al 10% de la población del imperio
era judía (es decir, unos 7-8 millones). Era activo el proselitismo o deseo de lograr
conversiones (19, 13; d. Mt 23,15). Los judíos gozan en el imperio de un estatuto
especial: exención del servicio militar, respeto del sábado, posibilidad de pagar un
impuesto anual al templo. Así, pues, dependen oficialmente de dos jurisdicciones: la del
emperador y la del sanedrín de Jerusalén. El cristianismo no es, al principio, más que
una secta dentro del judaísmo y goza de sus mismos privilegios. Cuando se separe del
judaísmo, se convertirá para la ley romana en una «religión ilícita», en una
«superstición», y podrá entonces ser perseguida.

2. El nombre de "Cartas Católicas".

¿Por qué se llaman católicas a estas cartas? Católico significa universal. Mientras las
cartas de san Pablo, hasta ahora vistas, tienen por destinatario una iglesia particular y
su contenido trata de temas aplicables especialmente a esa comunidad, estas cartas que
ahora veremos no tienen un destinatario particular; son dirigidas a todas las iglesias; su
mismo contenido también es universal, referido para todos.

Estas cartas no tienen carácter epistolar como las de san Pablo, sino que son como
breves exposiciones y sentencias doctrinales acompañadas de algunas normas prácticas,
con objeto de defender la pureza de la fe, amenazada por herejías propagadas en el seno
de las comunidades cristianas por falsos maestros, como ya lo había anunciado san
Pablo: “Yo sé que después de mi partida se introducirán entre vosotros lobos rapaces
que no perdonarán el rebaño, y de entre vosotros mismos surgirán hombres que
enseñarán cosas perversas para arrastrar a los discípulos en pos de sí” (Hechos 20, 29-
30).
Las cartas católicas se llaman católicas porque están dirigidas a todos, sin limitación
geográfica. Se atribuyen a Santiago, Pedro, Judas. En ellas se anima a permanecer en la
sana doctrina y se desenmascara a los falsos maestros. También se invita a hacer vida y
obras la fe, practicando las virtudes cristianas.

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Tema 2: La Carta de Santiago. 1. La Carta de Santiago en el Canon. 2. Estilo y


estructura. 3. Destinatarios. 4. Autor y fecha de composición. 5. Contenidos teológicos.
6. Cuestiones selectas.

1. La Carta de Santiago en el Canon.

La carta de Santiago es la primera entre las siete Epístolas no paulinas que, por no
señalar varias de ellas un destinatario especial, han sido llamadas genéricamente
católicas o universales, aunque en rigor la mayoría de ellas se dirige a la cristiandad de
origen judío, y las dos últimas de S. Juan tienen un encabezamiento aún más limitado.
S. Jerónimo las caracteriza diciendo que "son tan ricas en misterios como sucintas, tan
breves en palabras como largas en sentencias".

2. Estilo y estructura.

La carta de Santiago está escrita en griego esmerado, pero con reminiscencias semitas
tanto en el vocabulario como en el estilo. Vocabulario rico, rico en aliteración, rima,
frases rítmicas, palabras gancho, recurso a la diatriba. Escrito vivaz y de gran actualidad
por su exhortación práctica. Más que una carta parece una homilía o catequesis de tono
moralizante. El autor utiliza a fondo el legado de las tradiciones proféticas y
sapienciales del Antiguo Testamento, tratando de conservar dentro de la corriente
cristiana algunos valores tradicionales que él consideraba peligrosamente amenazados.

Capítulo 1: alegría y paciencia en la prueba.


Capítulo 2: la fe sin obras es una fe muerta.
Capítulo 3: el control de la lengua y la verdadera sabiduría.
Capítulo 4: la humildad frente a la ambición.
Capítulo 5: diversas exhortaciones.

3. Destinatarios.

Escribió esta carta no mucho antes de padecer el martirio y con el objeto especial de
fortalecer a los cristianos del judaísmo que a causa de la persecución estaban en peligro
de perder la fe (cf. la introducción a la Epístola a los Hebreos). Dirígele por tanto a "las
doce tribus que están en la dispersión" (cf. 1, 1 y nota), esto es, a todos los hebreo-
cristianos dentro y fuera de Palestina (cf. Rom. 10, 18 y nota).

4. Autor y fecha de composición.

Autor de la carta de Santiago es el mismo Santiago, hermano de Cleofás y de María,


hermana de la Virgen. Por tanto, es primo de Jesús, gobernó la comunidad cristiana de
Jerusalén desde el año 42 en adelante y sufrió el martirio en el 62. Compuso su carta

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hacia el año 60. La dirige a las doce tribus de la dispersión, esto es, a los cristianos de
origen judío dispersos por todo el mundo grecorromano.

5. Contenidos teológicos.

Ellos son de profesión cristiana, pues creen en el Señor Jesucristo de la Gloria (2, 1),
esperan la Parusía en que recibirán el premio (5, 7-9), han sido engendrados a nueva
vida (1, 18) bajo la nueva ley de libertad (1, 25; 2, 12), y se les recomienda la unción de
los enfermos (5, 14 ss.).

La no alusión a los paganos se ve en que Santiago omite referirse a lo que S. Pablo suele
combatir en éstos: idolatría, impudicia, ebriedad (cf. I Cor. 6, 9 ss.; Gál. 5, 19 ss.). En
cambio, la Epístola insiste fuertemente contra la vana palabrería y la fe de pura fórmula
(1, 22 ss.; 2, 14 ss.), contra la maledicencia y los estragos de la lengua (3, 2 ss.; 4, 2 ss.; 5,
9), contra los falsos doctores (3, 1), el celo amargo (3, 13 ss.), los juramentos fáciles (5,
12).

El estilo es conciso, sentencioso y extraordinariamente rico en imágenes, siendo clásicas


por su elocuencia las que dedica a la lengua en el capítulo 3 y a los ricos en el capítulo 5
y el paralelo de éstos con los humildes en el capítulo 2. Más que en los misterios
sobrenaturales de la gracia con que suele ilustrarnos S. Pablo, especialmente en las
Epístolas de la cautividad, la presente es una vigorosa meditación sobre la conducta
frente al prójimo y por eso se la ha llamado a veces el Evangelio social.

6. Cuestiones selectas.

a) Fin de la carta de Santiago: animarles a soportar con fortaleza las persecuciones y


hacer vida y obras la fe.
b) Contenido teológico-espiritual: exhorta a vivir las virtudes cristinas: paciencia,
dominio de la lengua, caridad para con los pobres; condena la avaricia, la ambición, la
acepción de personas. En esta carta está la fundamentación bíblica del sacramento de la
unción de enfermos. Y sobre todo, lanza su mensaje principal: la fe sin obras es una fe
muerta.

Tema 3: La Primera Carta de Pedro. 1. Lugar y significado en el canon. 2. Estilo y


estructura. 3. Autor. 4. Destinatarios y circunstancias de composición. 5. Fecha y lugar
de composición. 6. Contenidos teológicos y espiritual. 7. Cuestiones selectas. 8. Relación
con la tradición paulina.

1. Lugar y significado en el canon.

La primera carta de Pedro es el único escrito del NT que tiene el honor de ser citado
dentro del mismo canon. Efectivamente, a él se refiere la segunda carta de Pedro (2Pe

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3,1). En la tradición posterior de la Iglesia este escrito petrino es citado varias veces por
Policarpo, en la carta a los Filipenses, y por Ireneo de Lyon (comienzos del siglo ni).
Esta carta es reconocida y acogida como canónica en las Iglesias de Alejandría
(Clemente, Orígenes y Atanasio) y de Africa (Tertuliano), así como en la de Palestina.
De este consenso general en favor de la canonicidad de la carta petrina en las Iglesias de
Oriente se hace portavoz Eusebio de Cesarea (Hist. Eccl. III, 3,1,4; 25,2; VI, 25,8). Por el
contrario, sigue siendo enigmática la ausencia de este escrito en el canon de Muratori,
atribuido a Hipólito romano (siglo III), y en el canon de la Iglesia siria, que excluye
incluso hasta el siglo v todas las cartas católicas. En los siglos sucesivos, como atestigua
Jerónimo, la carta de Pedro fue acogida en las Iglesias de Occidente. Una prueba de la
difusión del texto de esta carta se tiene en el P72, del siglo u!, y en los códices
mayúsculos más importantes de los siglos iv-v.

2. Estilo y estructura.

La PRIMERA CARTA DE SAN PEDRO es una exhortación a un grupo de Iglesias


situadas en cinco provincias romanas de Asia Menor. Allí, como en otras regiones del
Imperio, comenzaba a vislumbrarse un horizonte sombrío para las incipientes
comunidades cristianas. Los creyentes no cuestionaban las estructuras sociales o
políticas de su tiempo (2. 13-14), pero habían introducido un estilo de vida nuevo, que
los hacía vivir como "extranjeros" en su propio ambiente (1. 1; 2. 11). Esta forma de vida
diferente no tardó en hacerse sospechosa, y la reacción de la sociedad pagana tampoco
se hizo esperar. El simple hecho de ser cristiano se convirtió en un delito, "sancionado"
con la calumnia, el desprecio y la hostilidad más o menos abierta (4. 14-16).

En tales circunstancias, el Apóstol Pedro escribió esta Carta desde Roma (5. 13), quizá
poco antes de la persecución de Nerón (64 d. C.). Lo hizo con el fin de alentar a los
cristianos a profundizar cada vez más su compromiso bautismal (3. 21), abandonando
definitivamente las malas costumbres (4. 3) y desmintiendo con el testimonio de su
conducta las calumnias de los paganos. De allí que la preocupación central de la Carta
sea el comportamiento cristiano, no sólo dentro de la comunidad eclesial, sino también
en relación con el mundo (2. 12; 3. 15-16; 4. 4).

Las repetidas alusiones al Bautismo (1. 3, 22-23; 2. 2; 3. 21) hacen pensar que Pedro, al
escribir su exhortación, se inspiró en la catequesis y en la liturgia bautismal de la Iglesia
primitiva. Además, su enseñanza presenta muchos puntos de contacto con la doctrina
de Pablo. Este hecho es perfectamente explicable, ya que Silvano o Silas, el antiguo
compañero del Apóstol de los paganos (Hech. 15. 22; 18. 5), debió prestarle una amplia
colaboración en la redacción de esta Carta (5. 12).
Capítulo 1: Llamado a una vida nueva.
Capítulo 2: Llamado a una conducta cristiana.
Capítulo 3 y 4: Llamada a la caridad.
Capítulo 5: Exhortaciones.

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3. Autor.

Simón Bar Jona (hijo de Jonás), el que había de ser San Pedro (Hech. 15, 14; II Pedro 1,
1), fue llamado al apostolado en los primeros días de la vida pública del Señor, quien le
dio el nombre de Cefas (en arameo Kefa), o sea, "piedra", de donde el griego Petros,
Pedro (Juan 1, 42). Vemos en Mt. 16, 17-19, cómo Jesús lo distinguió entre los otros
discípulos, haciéndolo "Príncipe de los Apóstoles" (Juan 21, 15 ss.). S. Pablo nos hace
saber que a él mismo, como Apóstol de los gentiles, Jesús le había encomendado
directamente (Gál. 1, 11 s.) el evangelizar a éstos, mientras que a Pedro, como a Santiago
y a Juan, la evangelización de los circuncisos o israelitas (Gál. 2, 7-9; cf. Sant. 1, 1 y nota).
Desde Pentecostés predicó Pedro en Jerusalén y Palestina, pero hacia el año 42 se
trasladó a "otro lugar" (Hech. 12, 17 y nota), no sin haber antes admitido al bautismo al
pagano Cornelio (Hech. 10), como el diácono Felipe lo había hecho con el "prosélito"
etíope (Hech. 8, 26 ss.). Pocos años más tarde lo encontramos nuevamente en Jerusalén,
presidiendo el Concilio de los Apóstoles (Hech. 15) y luego en Antioquía. La Escritura
no da más datos sobre él, pero la tradición nos asegura que murió mártir en Roma el
año 67, el mismo día que S. Pablo.
El texto se coloca bajo el nombre y la autoridad de Pedro de manera explícita en el
encabezamiento de la carta: "Pedro, apóstol de Jesucristo, a los emigrantes esparcidos
por el Ponto..." (lPe 1,1; cf 5,1). Este origen petrino de la carta no fue discutido hasta
comienzos del siglo pasado.
En tales circunstancias, el Apóstol Pedro escribió esta Carta desde Roma (5. 13), quizá
poco antes de la persecución de Nerón (64 d. C.). Lo hizo con el fin de alentar a los
cristianos a profundizar cada vez más su compromiso bautismal (3. 21), abandonando
definitivamente las malas costumbres (4. 3) y desmintiendo con el testimonio de su
conducta las calumnias de los paganos. De allí que la preocupación central de la Carta
sea el comportamiento cristiano, no sólo dentro de la comunidad eclesial, sino también
en relación con el mundo (2. 12; 3. 15-16; 4. 4).
Su primera Carta se considera escrita poco antes de estallar la persecución de Nerón, es
decir, cerca del año 63 (cf. II Pedro 1, 1 y nota), desde Roma a la que llama Babilonia por
la corrupción de su ambiente pagano (5, 13). Su fin es consolar principalmente a los
hebreos cristianos dispersos (1, 1) que, viviendo también en un mundo pagano, corrían
el riesgo de perder la fe. Sin embargo, varios pasajes atestiguan que su enseñanza se
extiende también a los convertidos de la gentilidad (cf. 2, 10 y nota). A los mismos
destinatarios (II Pedro 3, 1), pero extendiéndola "a todos los que han alcanzado fe" (1, 1)
va dirigida la segunda Carta, que el Apóstol escribió, según lo dice, poco antes de su
martirio (II Pedro 1, 14), de donde se calcula su fecha por los años de 64-67. "De ello se
deduce como probable que el autor escribió de Roma", quizá desde la cárcel. En las
comunidades cristianas desamparadas se habían introducido ya falsos doctores que
despreciaban las Escrituras, abusaban de la grey y, sosteniendo un concepto perverso

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de la libertad cristiana, decían también que Jesús nunca volvería. Contra ésos y contra
los muchos imitadores que tendrán en todos los tiempos hasta el fin, levanta su voz el
Jefe de los Doce, para prevenir a las Iglesias presentes y futuras, siendo de notar que
mientras Pedro usa generalmente los verbos en futuro, Judas, su paralelo, se refiere ya a
ese problema como actual y apremiante (Judas 3 s.; cf. II Pedro 3, 17 y nota).

4. Destinatarios y circunstancias de composición.

Las dificultades qúe se aducen para impugnar la atribución a Pedro de la carta se


derivan de dos constataciones: el buen nivel de la lengua griega y el contenido de la
carta, que sería poco "petrino". Para solucionar la primera dificultad se puede pensar
siempre en la utilización de un secretario, a quien habría dictado la carta el autor. En el
presente caso se nos presenta este secretario expresamente antes del saludo final: "Por
medio de Silvano, a quien tengo por un fiel hermano vuestro, os he escrito estas pocas
palabras..." (1Pe 5,12a). Pero siguen en pie las objeciones debidas a la falta de indicios
que revelen la personalidad y las características del apóstol Pedro. En efecto, las
instrucciones y exhortaciones de la carta están construidas mediante fórmulas
tradicionales de la catequesis y de la exhortación cristiana. Además, la fraseología, así
como el esquema teológico, se resienten del influjo de la tradición paulina. También esta
dificultad podría resolverse remitiendo al papel del secretario-redactor Silvano, que
pertenece al círculo de los colaboradores de Pablo.

Pero sigue en pie una dificultad de carácter cronológico, basada en una expresión
precisa del texto. Al final, el autor envía los saludos de la comunidad en la que habría
sido redactada la carta: "Os saluda la Iglesia de Babilonia, elegida por Dios lo mismo
que vosotros, y Marcos, mi hijo" (IPe 5,13). Mientras que la figura de Marcos,
colaborador en un primer tiempo de Pablo y Bernabé y conocido luego en la tradición
como secretario-intérprete de Pedro, confirmaría la tradición petrina de este escrito, la
alusión a la Iglesia "en Babilonia" desplaza la redacción del texto a la época posterior al
año 70. Efectivamente, con este apelativo simbólico tras la caída de Jerusalén los escritos
apocalípticos judíos y cristianos designan a la ciudad de Roma. Por consiguiente, el
escrito habría surgido en un período en que Pedro habría sido ya condenado a muerte
en la ciudad de Roma. En conclusión, el autor de la carta de Pedro podría ser un
cristiano anónimo de Roma, que se sirve de la tradición y autoridad de Pedro para
enviar un escrito circular a los cristianos de Asia, quienes, a su vez, se insertan en la
tradición paulina. El origen romano del texto es confirmado por las afinidades notables
con la primera carta de Clemente, que conoce y valora la tradición de los dos apóstoles
y mártires de Roma (96 d.C.). La carta existía ciertamente a finales del siglo I y era
conocida en las Iglesias del Asia Menor, dado que el autor de la segunda carta de Pedro
remite expresamente a este texto, puesto bajo la autoridad de Pedro.

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5. Fecha y lugar de composición.

Pero sigue en pie una dificultad de carácter cronológico, basada en una expresión
precisa del texto. Al final, el autor envía los saludos de la comunidad en la que habría
sido redactada la carta: "Os saluda la Iglesia de Babilonia, elegida por Dios lo mismo
que vosotros, y Marcos, mi hijo" (IPe 5,13). Mientras que la figura de Marcos,
colaborador en un primer tiempo de Pablo y Bernabé y conocido luego en la tradición
como secretario-intérprete de Pedro, confirmaría la tradición petrina de este escrito, la
alusión a la Iglesia "en Babilonia" desplaza la redacción del texto a la época posterior al
año 70. Efectivamente, con este apelativo simbólico tras la caída de Jerusalén los escritos
apocalípticos judíos y cristianos designan a la ciudad de Roma. Por consiguiente, el
escrito habría surgido en un período en que Pedro habría sido ya condenado a muerte
en la ciudad de Roma. En conclusión, el autor de la carta de Pedro podría ser un
cristiano anónimo de Roma, que se sirve de la tradición y autoridad de Pedro para
enviar un escrito circular a los cristianos de Asia, quienes, a su vez, se insertan en la
tradición paulina. El origen romano del texto es confirmado por las afinidades notables
con la primera carta de Clemente, que conoce y valora la tradición de los dos apóstoles
y mártires de Roma (96 d.C.). La carta existía ciertamente a finales del siglo I y era
conocida en las Iglesias del Asia Menor, dado que el autor de la segunda carta de Pedro
remite expresamente a este texto, puesto bajo la autoridad de Pedro.

6. Contenidos teológicos y espiritual.

La primera carta de Pedro se impone a la atención de los lectores cristianos por el


puesto central que concede a la esperanza. Se trata de una apertura a la salvación, que
tiene su fuente en la iniciativa de Dios, pero que se vive en el contexto comunitario y en
el testimonio público incluso en un ambiente hostil.

1. EL FUNDAMENTO CRISTOLÓGICO DE LA ESPERANZA. Ya desde la plegaria o


bendición de apertura de esta primera carta se nos da la entonación temática de la
misma: "Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que llevado de su gran
misericordia nos ha hecho nacer de nuevo mediante la resurrección de Jesucristo de
entre los muertos a una esperanza viva" (lPe 1,3). Si la iniciativa del proceso salvífico se
remonta al amor gratuito de Dios (griego, járis), tiene, sin embargo, su cumplimiento en
Jesucristo, el "siervo" fiel, que con su resurrección se ha convertido en el fundamento de
la esperanza. Esta consiste en la salvación, inaugurada ya ahora mediante la fe
bautismal, pero que espera su plena manifestación en 'el futuro. También la promesa
profética de la primera alianza iba orientada hacia la actuación histórica de la salvación
en Jesucristo: "En esta salvación centraron sus estudios e investigaciones los profetas
que anunciaron la gracia que Dios os tenía destinada. El Espíritu de Cristo, que estaba
en ellos, les dio a conocer de antemano lo que Cristo tenía que sufrir y la gloria que iba a
alcanzar" (lPe 1,10-11). Esta experiencia de salvación, centrada en Jesucristo, punto focal
de la historia, se realiza en el acontecimiento bautismal. Apelando a las imágenes del

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primer éxodo, el autor invita a los destinatarios cristianos a vivir según el estilo de los
peregrinos salidos de la esclavitud del pecado, rescatados y liberados por la muerte
salvífica de Jesús, el nuevo y definitivo cordero pascual. Recogiendo un fragmento de
profesión de fe cristológica, el autor se dirige a los cristianos en estos términos: "Sabed
que habéis sido rescatados de vuestra vida estéril..., no con bienes perecederos, como el
oro o la plata, sino con la preciosa sangre de Cristo, el cordero sin tacha ni defecto,
predestinado desde toda la eternidad y manifestado en los últimos tiempos por amor
hacia vosotros, los que por él creéis en Dios, el cual, habiéndole resucitado de entre los
muertos y coronado de gloria, viene a ser por lo mismo el objeto de vuestra fe y de
vuestra esperanza" (lPe 1,18.21).

También a la imagen de Cristo, presentado como "siervo" fiel, remite el autor a los
lectores cristianos para darles la razón de la confianza y perseverancia que han de tener
en medio de las pruebas. Como caso extremo se refiere a la condición de los esclavos
cristianos sometidos a dueños perversos. Incluso en esa situación tienen que seguir los
pasos de Cristo, que permaneció fiel a Dios, realizando así el proceso salvífico: "Esta es
vuestra vocación, pues también Cristo sufrió por vosotros, y os dejó ejemplo para que
sigáis sus pasos. El, en quien no hubo pecado y en cuyos labios no se encontró engaño;
él, que siendo ultrajado no respondía con ultrajes, siendo maltratado no amenazaba,
sino que se ponía en manosdel que juzga con justicia; él, que llevó en su propio cuerpo
nuestros pecados sobre la cruz, para que muertos al pecado vivamos para la justicia..."
(lPe 2,18-24).

A este himno cristológico, inspirado en la figura del siervo doliente de la tradición


isaiana, hace eco otro párrafo en donde se utiliza a su vez un fragmento de catequesis
bautismal. Se le propone como motivación de la actitud que se sugiere a los cristianos:
tienen que responder con el amor activo, incluso en la situación de injusticia opresiva y
violenta: "Mejor es sufrir por hacer el bien que por hacer el mal, si Dios así lo dispone.
Pues también Cristo murió una vez por los pecados, el justo por los injustos, con el fin
de llevarnos a Dios" (IPe 3,17-18). En esta formulación de fe, centrada en el misterio
pascual, se inserta una catequesis de tipo bautismal, en donde se recuerda de forma
actualizada la historia de Noé, salvado de las aguas del diluvio por medio del arca. Esta
se presenta como la imagen prefigurativa del bautismo cristiano, que salva no en virtud
de una purificación externa, sino gracias a "la resurrección de Jesucristo, el cual, una vez
sometidos los ángeles, las potestades y las virtudes, subió al cielo y está sentado a la
diestra de Dios" (IPe 3,20-22). En este contexto puede interpretarse igualmente la
expresión enigmática con la que el autor describe la eficacia universal de la acción
salvífica de Jesucristo, que se extiende incluso al mundo de los muertos (cf lPe 3,19; 4,6).

2. LA DIMENSIÓN ECLESIAL Y TESTIMONIAL DE LA ESPERANZA. El proceso


salvífico, cuya raíz es la acción gratuita y benigna de Dios y que se lleva a cabo en
Cristo, tiene como meta final la "herencia" o la "corona de gloria". Pero se va realizando
ya ahora en el camino histórico de la experiencia eclesial, inaugurada por el bautismo.

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También para trazar la imagen de la Iglesia el autor recurre a algunos motivos


tradicionales, fragmentos de himnos y de catequesis. Guarda especial interés la
reconstrucción de la experiencia bautismal como "baño de purificación", que debe su
eficacia a la acción y a la palabra de Dios, acogidas por la fe: "Purificados por la
obediencia a la verdad con el fin de llegar a una fraternidad sincera, amaos
entrañablemente unos a otros, como quienes han nacido de nuevo; y no de una semilla
corruptible, sino incorruptible, la palabra viva y eterna de Dios" (lPe 1,22-23). La Iglesia
se deriva de este renacer espiritual. Como un edificio espiritual, está edificada sobre
Cristo, piedra escogida y viva. A él se adhieren los creyentes como piedras vivas, como
en una construcción, para formar el nuevo templo, en donde se practica el culto
espiritual. En una célebre síntesis de eclesiología el autor refiere a la comunidad
cristiana las prerrogativas del pueblo de la primera alianza: "Vosotros sois linaje
escogido, sacerdocio real, nación consagrada, pueblo de su propiedad, para anunciar las
grandezas del que os ha llamado de las tinieblas a su luz maravillosa" (lPe 2,9).

Esta experiencia eclesial se vive en relaciones fraternas, caracterizadas por el amor


(griego, agápé y philadelphía), en donde se actúan los dones espirituales y las funciones
ministeriales (cf lPe 4,8-11; 5,1-5). Pero el estatuto de los cristianos, llamados a ser
templo espiritual para anunciar las obras grandes de Dios y capacitados para ello por el
don del Espíritu de Dios, los mueve a dirigirse al ambiente exterior con un testimonio
valiente y coherente. En medio de un clima de sospechas y de hostilidad, el testimonio
cristiano se vive como coherencia ética, "hacer el bien", que desmonta las prevenciones y
los recelos del ambiente. Este testimonio tiene una función no sólo apologética, sino
también misionera. En efecto, nuestro predicador invita a los destinatarios a vivir su
condición de "perseguidos" según la paradoja de la bienaventuranza evangélica:
"Alegraos de participar en los sufrimientos de Cristo, para que asimismo os podáis
alegrar gozosos el día en que se manifieste su gloria" (lPe 4,13). Pero lo que importa en
estas condiciones de hostilidad y de prejuicios es que los cristianos no se retiren a un
gueto defensivo. Con lealtad, con coherencia y también con libertad y confianza tienen
que proponer abiertamente su propia opción de fe: "Si, a pesar de todo, os veis
obligados a padecer por la justicia, ¡dichosos vosotros! No temáis sus amenazas ni os
turbéis. Glorificad en vuestros corazones a Cristo, el Señor, dispuestos siempre a
contestar a todo el que os pida razón de vuestra esperanza; pero hacedlo con dulzura y
con respeto, con la conciencia tranquila, para que todos los que interpretan mal vuestra
vida cristiana queden avergonzados de sus mismas palabras" (lPe 3,13-16).

La lectura de este escrito, que figura bajo el nombre y la autoridad de Pedro, acogido en
el canon cristiano, es de inmediata actualidad para cada uno de los cristianos y de las
comunidades, llamados también hoy a vivir como minoría en un ambiente que es a
menudo refractario y hostil. En este contexto es sumamente urgente encontrar las raíces
teológicas y cristológicas profundas de la esperanza cristiana, que no es huida de la
realidad, sino testimonio valiente y libre de la salvación prometida y acogida en la fe.

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7 Cuestiones selectas.

I. Cómo acceder al conocimiento de la Persona y de la obra de Jesucristo

A. Las investigaciones históricas

1. Jesucristo, que es el objeto de la fe de la Iglesia, no es ni un mito ni una idea abstracta


cualquiera. Es un hombre que vivió en un contexto concreto y que murió después de
haber llevado su propia existencia dentro de la evolución de la historia. La investigación
histórica sobre él es, pues, una exigencia de la fe cristiana. Esta investigación no carece
de dificultades, como lo demuestran los avatares que ella ha conocido en el transcurso
del tiempo.

1.1. El Nuevo Testamento no tiene por finalidad la de presentar una información


puramente histórica sobre Jesús. Pretende, ante todo, transmitir el testimonio de la fe
eclesial sobre Jesús y presentarlo en su plena significación de «Cristo» (Mesías) y
«Señor» (Êýñéoò, Dios). Este testimonio es expresión de la fe y busca, a la vez, suscitar
la fe. No puede, pues, componerse una «biografía» de Jesús, en el sentido moderno de la
expresión, entendiéndose por tal un relato preciso y detallado, cosa que sucede
igualmente con numerosos personajes de la antigüedad y de la Edad Media. Sin
embargo, no deberían sacarse de esto conclusiones de un exagerado pesimismo acerca
de la posibilidad de conocer la vida histórica de Jesús, como bien lo demuestra la
exégesis actual.

1.2. Durante los últimos siglos, la investigación histórica sobre Jesús ha sido dirigida
más de una vez contra el dogma cristológico. Esta actitud antidogmática no es en sí
misma, sin embargo, un postulado necesario del buen uso del método histórico-crítico.
Dentro de los límites de la investigación exegética es ciertamente legítimo reconstruir
una imagen puramente histórica de Jesús o bien -para decirlo en forma más realista-
poner en evidencia y verificar los hechos que se refieren a la existencia histórica de
Jesús.

Algunos, por el contrario, han querido presentar imágenes de Jesús eliminando los
testimonios de las comunidades primitivas, testimonios de los cuales proceden los
Evangelios. Creían, de este modo, adoptar una visión histórica completa y estricta. Pero
dichos investigadores se basan, explícita o implícitamente, en prejuicios filosóficos, más
o menos extendidos, acerca de lo que en la actualidad se espera del hombre ideal. Otros
se dejan llevar por sospechas psicológicas con respecto a la conciencia de Jesús.

1.3Las cristologías actuales deben evitar caer en tales errores, si es que quieren ser
valederas. El peligro es particularmente grande para las así llamadas «cristologías desde
abajo», en la medida en que pretenden apoyarse en investigaciones puramente
históricas. Es ciertamente legítimo tener en cuenta los investigaciones exegéticas más

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recientes, pero es preciso velar del mismo modo a fin de no volver a caer en los
prejuicios de los que hemos hablado anteriormente.

B. La unidad entre el Jesús terrenal y el Cristo glorificado

2. Las investigaciones científicas sobre el Jesús de la historia tienen, ciertamente, un


gran valor. Esto es particularmente verdadero para la teología fundamental, así como
para los contactos con los no-creyentes. Pero un conocimiento verdaderamente cristiano
de Jesús no puede encerrarse dentro de estas perspectivas limitadas. No se accede
plenamente a la persona y a la obra de Jesús si no se evita disociar el Jesús de la historia,
del Cristo tal como ha sido objeto de la predicación. Un conocimiento pleno de
Jesucristo no puede obtenerse a menos de tenerse en cuenta la fe viva de la comunidad
cristiana que sostiene esta visión de los hechos. Esto vale tanto para el conocimiento
histórico de Jesús y para la génesis del Nuevo Testamento, como para la reflexión
cristológica de hoy.

2.1. Los textos del Nuevo Testamento tienen como finalidad el conocimiento cada vez
más profundo de la fe, y su aceptación. No consideran, pues, a Jesucristo en la
perspectiva del género literario de la pura historia o de la biografía en un marco, por así
decirlo, retrospectivo. La significación universal y escatológica del mensaje y de la
persona de Jesucristo exige que se sobrepasen tanto la pura evocación histórica, como
las evocaciones puramente funcionales. La noción moderna de la historia, avanzada por
algunos como en oposición con la fe, y considerada como desnuda presentación objetiva
de una realidad pasada, difiere, por lo demás, de la historia tal como la concebían los
antiguos.

2.2. La identidad sustancial y radical de Jesús en su realidad terrenal con el Cristo


glorioso, pertenece a la esencia misma del mensaje evangélico. Una investigación
cristológica que pretendiera limitarse al solo «Jesús de la historia», sería incompatible
con la esencia y la estructura del Nuevo Testamento, incluso antes de ser objeto de
rechazo por parte de una autoridad religiosa magisterial.

2.3. La teología sólo puede captar el sentido y el alcance de la resurrección de Jesús a la


luz del acontecimiento de su muerte. Del mismo modo, ella no puede comprender el
sentido de esa muerte, sino a la luz de la vida de Jesús, de su acción y de su mensaje. La
totalidad y la unidad del acontecimiento de la salvación, que es Jesucristo, implican su
vida, su muerte y su resurrección.

2.4. La síntesis original y primitiva del Jesús terrenal y del Cristo resucitado, se
encuentra en diversas fórmulas de «confesión de fe» y de «homologías» que hacen
hincapié al mismo tiempo y con especial insistencia en su muerte y en su resurrección.
Con Rom 1, 3ss, citemos, entre otros, el texto de 1Cor 15, 3-4: «Os he transmitido en
primer lugar lo que yo mismo he recibido: que Cristo ha muerto por nuestros pecados,

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según los Escrituras; que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, según las
Escrituras». Estos textos establecen una conexión auténtica entre una historia individual
y la significación por siempre duradera de Jesús. Presentan en un nudo la «historia de la
esencia» de Jesucristo. Esta síntesis constituye ejemplo y modelo para toda auténtica
cristología.

2.5. Esta síntesis cristológica no supone solamente la confesión de fe de la comunidad


cristiana como elemento de la historia, sino que muestra también que la Iglesia,
presente en las diversas épocas, permanece siendo el lugar en que se da el verdadero
conocimiento de la persona y de la obra de Jesucristo. Sin la mediación de la ayuda de la
fe eclesial, el conocimiento de Cristo no es más posible hoy que en la época del Nuevo
Testamento. No hay «palanca de Arquímedes» fuera del contexto eclesial, aunque
ontológicamente Nuestro Señor conserve siempre la prioridad y primacía sobre la
Iglesia.

2.6. Hoy en día es fructífero y necesario, en el campo de la teología dogmática, un


retorno hacia el Jesús terrenal, dentro del marco más amplio que queda indicado. Es
sumamente importante poner en evidencia las innumerables riquezas de la humanidad
de Jesucristo, y más de lo que lo hicieron los cristologías del pasado. Jesucristo ilustra e
ilumina en el más alto grado la dimensión última y la esencia concreta del hombre,
como lo dice el Papa Juan Pablo II en su primera Encíclica(204). Puestas en esta
perspectiva, la fraternidad y la solidaridad de Jesús con nosotros, no ensombrecen en
modo alguno su divinidad. Como se verá más adelante, el dogma cristológico, tomado
en su sentido auténtico, prohibe toda falsa oposición entre la humanidad y la divinidad
de Jesús.

2.7. El Espíritu Santo, que ha revelado a Jesús como Cristo, comunica a los fieles la vida
mismo del Dios trinitario. Suscita y vivifica la fe en Jesús como Hijo de Dios exaltado en
la gloria y presente, a la vez, en la historia humana.

Ésta es la fe católica. Ésta es también la fe de todos los cristianos, en la medida en que,


además del Nuevo Testamento, conservan fielmente los dogmas cristológicos de los
Padres de la Iglesia, los predican, los enseñan y dan testimonio de ellos con la
autenticidad de sus vidas.

8. Relación con la tradición paulina.

El llamado "corpus paulinum" es un conjunto de cartas que la tradición de la Iglesia nos


ha transmitido como de San Pablo, apóstol del siglo I de la era cristiana. Estos
documentos, catorce, desde los mismos orígenes del cristianismo han gozado de una
autoridad muy especial dentro de la vida de la Iglesia. Esa autoridad se basó, desde los
inicios, en la persona de Pablo, que evangelizó, desde su conversión y durante más de
20 años, muchas de las grandes urbes de Asia Menor, Macedonia y Acaya, llegando

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hasta la misma capital del Imperio, Roma, y según algunas tradiciones, hasta los
confines del Occidente entonces conocido, Hispania. La Iglesia, después de un largo y
complejo proceso, declaró canónicas las catorce cartas, aunque esto sólo se produjo de
una forma clara y expresa a partir del siglo IV. Esta inclusión en el canon bíblico
suponía la declaración de la convicción de la Iglesia de que habían sido inspiradas por
Dios y, por tanto, eran normativas, autoritativas para la fe y las costumbres.

La importancia de un estudio serio de estas cartas radica aquí: la Iglesia reconoce que
Dios se ha servido de ellas para transmitirnos algo suyo, revelado, y el Espíritu Santo es
garante de que con ellas esto se ha hecho fielmente. Por tanto, lo que ahí encontramos,
al igual que en el resto del Nuevo Testamento, no es sólo un conjunto de verdades que
hay que creer, sino también un camino de salvación. Para llegar a estos contenidos, que
es el objeto principal de esta asignatura, debemos, pues, estudiar y entender las
diferentes fases del proceso en el que, de diferentes modos, han intervenido Dios y el
hombre, para dar origen a estos escritos. Nos centraremos aquí en los siguientes puntos:

1. Qué documentos estudiar y por qué: es la parte que llamaremos el "canon paulino".
Se trata de estudiar en primer lugar los motivos que originaron el paso de la tradición
oral sobre Jesús y su evangelio a la escrita. El estadio en que nos centraremos es el
tercero de los descritos por Dei Verbum 19 para el caso de los Evangelios: primero
Jesús, con sus obras y sus palabras, nos enseñó lo necesario para nuestra salvación;
después de la Ascensión, los Apóstoles lo predicaron; por último, lo autores sagrados lo
pusieron por escrito:

La Santa Madre Iglesia firme y constantemente ha creído y cree que los cuatro referidos
Evangelios, cuya historicidad afirma sin vacilar, comunican fielmente lo que Jesús Hijo
de Dios, viviendo entre los hombres, hizo y enseñó realmente para la salvación de ellos,
hasta el día que fue levantado al cielo. Los Apóstoles, ciertamente, después de la
ascensión del Señor, predicaron a sus oyentes lo que Él había dicho y obrado, con
aquella crecida inteligencia de que ellos gozaban, amaestrados por los acontecimientos
gloriosos de Cristo y por la luz del Espíritu de verdad. Los autores sagrados escribieron
los cuatro Evangelios escogiendo algunas cosas de las muchas que ya se trasmitían de
palabra o por escrito, sintetizando otras, o explicándolas atendiendo a la condición de
las Iglesias, reteniendo por fin la forma de proclamación de manera que siempre nos
comunicaban la verdad sincera acerca de Jesús. Escribieron, pues, sacándolo ya de su
memoria o recuerdos, ya del testimonio de quienes "desde el principio fueron testigos
oculares y ministros de la palabra" para que conozcamos "la verdad" de las palabras que
nos enseñan (cfr. Lc 1,2-4).

Como veremos, el caso del resto de los escritos del Nuevo Testamento es análogo, con la
peculiaridad de que las cartas atribuidas a San Pablo podemos definirlas como un
“comentario” fiel al Evangelio. Es precisamente por esto por lo que muy pronto
empezaron a gozar de gran estima entre las iglesias —ya en el tercer cuarto del siglo I

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d.C., y no sólo entre los autores ortodoxos— e incluso a ser usadas de una forma
autoritativa. Entre los factores que nos ayudan a explicar su inclusión en el “canon
neotestamentario”, con lo que ello implica, nos fijaremos sobre todo en su transmisión
“textual” —número, orden, texto griego— y en su transmisión como “colección”, siendo
separadas de otros escritos, los apócrifos, también atribuidos al apóstol.

2. Una vez que se ha determinado cuáles son las cartas, se debe proceder a su lectura
personal y pausada. En ellas encontramos muchos datos que, junto a los que nos
proporciona la fuente paralela más importante, el libro de los Hechos de los Apóstoles,
nos servirán para reconstruir la historia que hay detrás de estos documentos, incluida la
vida del apóstol Pablo. Para ello haremos uso también de fuentes extrabíblicas que nos
ayuden a comprender mejor la geografía, la historia, la sociedad, la cultura y las
religiones del siglo I de nuestra era en el Imperio Romano y en el mundo judío. Con este
contexto delimitado podremos volver a las cartas, y hacer una segunda lectura más
provechosa, y entenderlas de una forma más parecida a como debieron entenderlas los
primeros destinatarios.

3. El siguiente paso consiste en el estudio pormenorizado de cada una de las catorce


cartas. Para ello veremos en primer lugar algunas nociones generales sobre los géneros
literarios epistolar y retórico, que nos ayudarán a entender mejor la estructura de estos
escritos y su contenido. De cada una de las cartas intentaremos sacar los datos que nos
puedan hacer comprender mejor las circunstancias del emisor y de los destinatarios.

4. El último pasó, al que va dirigido todo lo que hemos visto antes, hace referencia al
mensaje o teología que hay detrás de las cartas. Como veremos, muchos de estos
documentos son respuesta a circunstancias concretas de una época y de un lugar; sin
embargo, con ellos Pablo nos ha transmitido toda una visión teológica de la obra
redentora de Jesucristo y de sus consecuencias en el hombre. Aquí es precisamente
donde encontraremos ese núcleo de revelación que Dios ha querido transmitirnos y que
el Espíritu Santo ha garantizado que nos llegue fielmente. Y todo ello a través de
circunstancias y palabras humanas que, por otro lado, constituyen un excelente primer
comentario al Evangelio de Jesucristo. Como veremos, Pablo supo profundizar en este
mensaje para después transmitirlo fielmente, con toda su fuerza y con sus implicaciones
caras a la vida del hombre.

Tema 4: La Segunda Carta de Pedro. 1. Canonicidad. 2. Significado dentro del Canon.


3. Estilo y estructura. 4. La cuestión del autor. 5. Fecha, lugar y circunstancias de
composición. 6. Contenidos teológicos. 7. Cuestiones selectas.

1. Canonicidad: El primer autor que menciona esta carta y la reconoce como escrito
canónico, es orígenes Eusebio la clasifica entre los antilegómenos y afirma que no es
auténtica. El concilio de Laodicea, hacia el año 360), la incluye entre los escritos

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canónicos. Tan solo en Hilario, Ambrosio y el español Prisciliano reconocen esta carta
como escrito canónico.

2. Significado dentro del canon:

El significado de la palabra “canon”: ‘Canon’ viene del griego kanwn, y significa vara o
medida. Los antiguos usaban varas para medir cosas y para establecer la rectitud de las
cosas. Llegó a significar una norma o regla (algo ideal o recto; véase el uso de kanwn en
Gal. 6.16), o una lista (una medida). Aplicada al NT, la palabra habla de la lista
normativa de los libros del NT. ¿Cuántos libros pertenecen al NT? Los personajes del
NT y los escritores del NT eran conscientes de que Dios estaba revelándose en su época
y hasta a través de ellos (p.ej., Mc 1,15, 2Cor 6,2, 1Tes 2,13, 2Pe 3,16). Los apóstoles
exhortaban a que leyeran sus cartas en las reuniones de los creyentes (p. ej. Col. 4,16).
1Tim 5,18 cita Lc 10,7 como Escritura con Dt. 25,4. Algunos libros canónicos no
aparecían en algunas de las listas: hebreos, Santiago, 2Pedro, 2 y 3 Juan, Judas y
Apocalipsis. La presencia de estos libros en un canon significa que el canon en sí es una
clave interpretativa para dichos libros. Las Escrituras como colección limitan y añaden a
las posibilidades de interpretación de cada libro. Cada libro significa más porque hay
un juego intertextual entre los libros. Y cada libro significa menos, porque la
interpretación del libro es limitada por el acuerdo de los demás libros. Brevard Childs,
con su idea del criticismo canónico, ha renovado interés en la interpretación canónica
dentro de círculos eruditos.

3. Estilo y estructura:

La Segunda Carta de San Pedro nos presenta a Jesucristo nuestra fortaleza, para poder
conocerlo viviendo su misma vida en nosotros. La Primera Carta era para alentar a los
creyentes que tenían terribles persecuciones y sufrimientos provocados desde fuera de
la Iglesia, por las persecuciones de los emperadores Romanos. Esta Segunda Carta es
todavía más importante, es para advertirnos de los horrorosos peligros que nos vienen
desde dentro de la Iglesia, y cómo superarlos. La Primera fue la Epístola de los mártires
de los primeros tiempos, y de la Iglesia perseguida de todos los siglos… esta segunda es
todavía más trascendental: Es la Epístola de los tiempos postreros, de nuestros días,
donde miles de herejías nacen dentro de la Iglesia, y viven amparándose en la Biblia y
en el mismo Cristo… En la Primera abundaban las palabras sufrimiento y gloria, en ésta
abundan las palabras conocimiento vivido, porque es la forma de vencer las herejías.
Esta Carta es el testamento último de San Pedro, la escribió antes de morir (1,14). En ella
ejerce los ministerios de pastor y confirmador de la fe que Jesús le encomendó en Juan
21,15-17 y Lc 22,32. Y sobre todo el ministerio de infalibilidad que el mismo Cristo le
ofreció en Mt. 16,19. Es la Carta de la fe y la esperanza, que nos describe este cuerpo
como una tienda de campaña pasajera (1,13), donde habitamos temporalmente hasta la
Parusía, la Segunda Venida del Señor, que será cierta con seguridad absoluta (3,8-13). El
Esquema de la Carta: 1- La vida cristiana verdadera (Capítulo 1). 2- Falsos profetas, con

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falsas sectas, que seguirán muchos (Capítulo 2). 3- La Parusía, la gloriosa y aterradora
Segunda venida de Cristo (Capítulo 3). Por otra parte, podemos ver otra propuesta
como: Saludo, 1, 1-2. I. Exhortaciones iniciales y razón de las mismas, 1, 3-21. II. Aviso
contra los herejes, libertinos,2, 1-22. III. Reflexiones sobre los motivos de que no se haya
producido aun la Parusía, y sobre la certeza de su llegada, 3, 1-13.

4. La cuestión del autor:

La paternidad petrina de esta epístola se afirma claramente en 1, 1 y está implicada en la


referencia a la transfiguración (1, 16-18 y a ¡Pe 3,1). Las principales objeciones que se
formulan contra la paternidad petrina son: La estrecha conexión con la epístola tardía
de Judas, conexión que refleja una dependencia de aquella con respecto a ésta y no
viceversa. El indicio de una situación post-apostólica en 2Pe 3, 2-4 y 3, 16. OBJECIONES
SOBRE LA AUTORIA DE PEDRO.

5. Fecha, lugar y circunstancias de composición:

Una fecha posible como dentro de unos límites razonables, serían los últimos años del
siglo I o los primeros del siglo II. Esta segunda carta de S. Pedro es (como lo fue la
segunda de Pablo a Timoteo) el testamento del Príncipe de los Apóstoles, pues fue
escrita poco antes de su martirio (v. 14) probablemente desde la cárcel de Roma entre
los años 64 y 67. Los destinatarios son todas las comunidades cristianas del Asia Menor
o sea que su auditorio no es tan limitado a los judío-cristianos como el de Santiago (cf.
Sant. 1, 1).

San Pedro nos pone por delante, desde el principio de la primera Epístola hasta el fin de
la segunda, el misterio del futuro retorno de nuestro Señor Jesucristo como el tema de
meditación por excelencia para transformar nuestras almas en la fe, el amor y la
esperanza (cf. Sant. 5, 7 ss.; y Jud. 20 y notas). "La principal enseñanza dogmática de la
II Pedro —dice Pirot— consiste incontestablemente en la certidumbre de la Parusía y,
en consecuencia, de las retribuciones que la acompañarán (1, 11 y 19; 3, 4-5). En función
de esta espera es como debe entenderse la alternativa entre la virtud cristiana y la
licencia de los "burladores" (2, 1-2 y 19).

6. Contenidos teológicos:

En la segunda carta refuta el error de aquellos que trataban de quitar importancia al


juicio de Dios y negaban la Parusía. Recomienda la paciencia, arrepentimiento y
conversión, porque el Señor puede pedir cuentas en cualquier momento.

7. Cuestiones selectas:

Mantener la fe como la enseñan los testigos de Cristo (1,16-21).

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Luchar contra los falsos maestros que dividen la Iglesia (Cap.2)


Explicar por qué Cristo no vuelve todavía (Cap. 3).

Tema 5: La Carta de Judas. 1. Lugar y significado en el canon. 2. Autor, Fecha y Lugar


de Composición. 3. Situación Vital. 4. Género Literario y Fuentes. 5. Estructura y
Mensaje. 6. Mensaje Teologico-Espiritual.

La carta de Judas es uno de los escritos más breves del NT, ya que sólo tiene 25
versículos en un solo capítulo. Este hecho explica quizá en parte el escaso interés y el
poco conocimiento que ha tenido este texto en la historia de la exégesis hasta nuestros
días. Pero la autoridad espiritual del remitente, "Judas, siervo de Jesucristo, hermano de
Santiago", y la fuerza incisiva de su estilo, así como la proposición del mensaje en forma
esencial, lo recomiendan a la atención de los lectores cristianos.

1. Lugar y significado en el canon:

La carta de Judas, que forma parte actualmente del grupo de las siete epístolas católicas,
es conocida y acogida como canónica en Roma ya en el siglo H (canon de Muratori,
hacia el año 180). Es además conocida como texto canónico por Clemente de Alejandría
y por Orígenes, a pesar de que existen algunas dudas sobre su canonicidad. Eusebio de
Cesarea la coloca entre los escritos "discutidos", pero señala que muchas iglesias
conocen la carta de Judas y la leen (Hist. Eccl. II, 23,25; III, 25,3). En la Iglesia africana,
Tertuliáno la considera canónica y es reconocida como tal por el concilio de Cartago y
por san Agustín. En las Iglesias de Siria (Antioquía) se observan algunas dudas e
incertidumbres sobre su canonicidad. Las razones de esta perplejidad se deben en parte
al recurso que se hace en nuestro escrito a los textos apócrifos judíos. Pero están
contrapesadas por la autoridad del remitente, que se presenta como un personaje
importante de la primera tradición cristiana.

2. Autor, Fecha y Lugar de Composición:

El remitente de la carta se presenta a sí mismo como "Judas, siervo de Jesucristo,


hermano de Santiago" (Jds 1). De las cuatro personas que en el NT llevan el nombre de
Judas, procediendo por exclusión, se llega a uno de los cuatro hermanos o parientes de
Jesús (cf Mt 13,55; Mc 6,3). Este Judas no pertenece al grupo de los doce, conocidos
como apóstoles, pues en ese caso habría señalado este título en la dedicatoria de la carta.
Por otra parte, el autor no se presenta como "hermano de Jesús", sino de Santiago,
refiriéndose al personaje más conocido en los ambientes judeo-cristianos de la primera
generación, bajo cuyo nombre y autoridad figura también una carta [/ Santiago]. Para la
identificación de este Judas no hay ningún dato preciso en el escrito. Existen, por el
contrario, algunas dificultades reales para hacer coincidir al autor de nuestro escrito con
el Judas histórico: el buen nivel de la lengua griega, la explícita colocación en el período
posapostólico (Jds 17). También el contexto histórico-cultural al que alude la carta

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supone un período posterior a la primera generación cristiana. En cambio, se pueden


deducir algunos datos orientativos para trazar la figura del autor, del uso del AT y de
algunos textos apócrifos judíos. Juntando todos estos elementos podemos decir que el
autor de la carta de Judas es un cristiano anónimo, quizá un discípulo de Judas o que de
todas formas pertenece al ambiente y a la tradición de Santiago. También el lugar de
composición de este escrito guarda relación con estos datos: el ambiente siro-palestino,
o bien el egipcio-alejandrino. Por lo que se refiere a la fecha de composición, hay que
tener en cuenta el probable uso o el conocimiento de la carta de Judas por el autor de la
2Pe. Por consiguiente, nuestro escrito existía y estaba en circulación ya a finales del siglo
I.

3. Situación Vital:

La finalidad del escrito se indica inmediatamente después del saludo: "Queridísimos,


tenía un gran deseo de escribiros acerca de nuestra común salvación, y me he visto
obligado a hacerlo para exhortaros a luchar por la fe, que de una vez para siempre ha
sido transmitida a los creyentes. Porque se han filtrado entre vosotros algunos hombres,
destinados desde antiguo a caer en la condenación, gente malvada que han convertido
en libertinaje la gracia de nuestro Dios y niegan a nuestro único dueño y Señor,
Jesucristo" (Jds 3-4). Los dos objetivos perseguidos por el autor son entonces: la
denuncia polémica de algunos "malvados" que se han infiltrado en la comunidad, y el
deseo de poner en guardia a los cristianos fieles y consolidarlos en la fe tradicional. El
frente adversario es dificil de identificar sobre la base del texto, que recurre a los
modelos de la denuncia de estilo profético. Lo que se dice de estos disidentes no
obedece a la preocupación de hacer de ellos un retrato objetivo, sino más bien a la de
desenmascararlos y denunciarlos ante la comunidad cristiana. Se trata de tendencias
sincretistas teórico-prácticas, caracterizadas por un espiritualismo gnostizante, que
desemboca en el libertinaje ético. El grupo de disidentes, que vive todavía dentro de la
comunidad (Jds 12), parece ser que no reconoce el señorío absoluto de Jesucristo, sino
que se apoya más bien en las especulaciones esotéricas sobre los seres espirituales, los
ángeles. Partiendo quizá de una falsa concepción de la libertad del Espíritu y de una
antropología dualista, los promotores de esta disidencia caen en cierto laxismo
permisivo, que desemboca en desórdenes sexuales (Jds 8.11). También la identificación
de los destinatarios resulta precaria, dada la generalidad de las fórmulas empleadas. El
saludo inicial suena así: "A los elegidos y amados de Dios Padre y conservados para
Jesucristo" (Jds 1). Se puede pensar en una comunidad cristiana de la segunda
generación, de origen judío o al menos familiarizada con los textos de la tradición
bíblica y con algunos escritos de la apocalíptica judía, pero expuesta a las tendencias
sincretistas. El conjunto de todos estos elementos hace pensar en una o varias
comunidades de judíos convertidos, con una presencia de pagano-cristianos.

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CURSO DE LAS CARTAS CATOLICAS

4. Género Literario y Fuentes:

El escrito, puesto bajo el nombre y la autoridad de Judas, se presenta como una carta en
su forma externa. El estilo es el de un discurso o predicación de exhortación, pero con
fuertes acentos de carácter profético apocalíptico. El escrito de Judas se distingue por el
uso —citas, alusiones, expresiones— características del AT, interpretadas en clave
actualizante y tipológica (Jds 5.7.11). Aparecen algunas afinidades y semejanzas con los
escritos del NT, en particular con la carta de Santiago y las cartas pastorales. A su vez,
es un hecho único y excepcional no sólo la referencia implícita a textos apócrifos judíos,
sino la cita explícita de uno de estos apócrifos: 1 Henoc 1,9/Jds 14-15; cf Asunción de
Moisés/ Jds 9; Testamentos de los 12 patriarcas/ Jds 6-7.

5. Estructura y Mensaje:

La breve composición de Jds no presenta dificultades para la definición de su


estructura, favorecida por un estilo incisivo, que recurre fácilmente a los
procedimientos retóricos de las palabras gancho.

Estructura: La forma o modelo exterior es la de una carta con dedicatoria —remitente,


destinatarios, saludo (Jds 1-2)— y una doxología de conclusión como saludo final (Jds
24-25). Tras la introducción temática, en la que se indica la ocasión y el motivo (Jds 3-4),
el escrito se articula en dos partes bastante lineales:

1. ° Denuncia polémica de los falsos maestros (Jds 5-16);

2. ° Exhortación a los cristianos fieles (Jds 17-23).

La primera parte se desarrolla a su vez en pequeñas secciones: a) anuncio del juicio de


condenación sobre la base de los ejemplos de la tradición bíblica (Jds 5-8); b) ejemplo del
arcángel Miguel, que condena la necia arrogancia de los aberrantes (Jds 9-10); c) tres
figuras bíblicas de rebeldes —Caín, Balaán y Coré—, prototipos de los impíos (Jds 11-
13); d) la profecía de Henoc del juicio de Dios sobre los impíos (Jds 14-16). Tras esta
parte negativa y polémica viene la positiva en forma de exhortación, en dos momentos:
a) recuerdo de las palabras proféticas de los apóstoles para los últimos tiempos (Jds 17-
19); b) invitación a la fe perseverante que ha de tener la comunidad (Jds 20-23).
Hacia los años 80-90, esta carta, a veces desconcertante y que utiliza textos judíos
contemporáneos, previene a los cristianos contra las falsas doctrinas.

6. Mensaje Teológico-Espiritual:

La intención polémica de nuestro escrito no excluye por completo la alusión, aunque


discreta, a las motivaciones de la fe tradicional. En el fondo puede vislumbrarse una
cristología sacada de las fórmulas y títulos tradicionales y un proyecto de vida cristiana.

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Jesucristo es proclamado como único Señor (Jds 4.17.21). Es notable en la última


exhortación la estructura trinitaria de la existencia cristiana: "Vosotros, en cambio,
queridos, asentaos en el cimiento de vuestra santa fe, orad en el Espíritu Santo;
conservaos en el amor de Dios, aguardando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo
para la vida eterna" (Jds 20-21). A esta exhortación con una sólida base teológica
corresponde el texto espléndido de la doxología final, donde el estilo eficaz del autor se
conjuga con un planteamiento teológico seguro: "Al único Dios, nuestro salvador, que
es poderoso para guardaros sin pecado y presentaros intachables ante su gloria con
alegría, gloria, majestad, soberanía y poder con Jesucristo, nuestro Señor, desde
siempre, ahora y por los siglos de los siglos. Amén" (Jds 24-25).

Partiendo de esta cristología esencial y de la teología tradicional se puede vislumbrar el


proyecto de vida cristiana, bien en términos negativos como contraposición a las
desviaciones de los disidentes, bien en términos positivos como invitación a conservar
la fe en una santidad de vida y coherencia ética, que tiene su centro en la caridad (Jds
23-24). En resumen, el pequeño escrito de Judas, dictado por la urgencia polémica,
propone la experiencia cristiana en sus rasgos tradicionales contra el riesgo de
deformaciones típicas de un ambiente de frontera religiosa y cultural.

Bibliografía

 J-Oriol, Escritos Joánicos y Cartas Católicas, edit. Verbo Divino, Pamplona,2008


 E.Bianchi, El Apocalipsis, Ediciones Sígueme, Salamanca, 2009
 E. Cothenet, Las cartas de Pedro, Cuadernos Bíblicos 47, Ed. Verbo Divino, Estella 41980.
 A. GARCÍA-MORENO, Introducción al Misterio. Evangelio de San Juan, Ed. Eunate, Pamplona 1997.
 A. GEORGE - P. GRELOT, Introducción crítica al Nuevo Testamento, vol. II, Ed. Herder, Barcelona
1982.
 J. Guillet, Jesucristo en el evangelio de Juan, Cuadernos Bíblicos 31, Ed. Verbo Divino, Estella 81980.
 A. Jaubert, El evangelio según san Juan, Cuadernos Bíblicos 17, Ed. Verbo Divino, Estella 151980.
 U. Vanni, Apocalipsis, Ed. Verbo Divino, Estella 81980.
 Equipo CAHIERS EVANGILE, El Apocalipsis, Cuadernos Bíblicos 9, Ed. Verbo Divino,
Estella 131980.

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