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Doctorado en educación

Análisis del comportamiento humano

Óscar Iván Restrepo Yepes


000-00-6337

Ensayo
Liderazgo y poder en la resolución de conflictos
Unidad 2 (Actividad 2.3)

Miguel Ángel Araiza Lozano


29/05/2022
Ensayo: El poder de la educación en la transformación social y del individuo

“Gracias al lenguaje, los humanos no habitamos simplemente en un medio biológico sino en un


mundo de realidades independientes y significativas incluso cuando no se hallan efectivamente
presentes”

Fernando Savater

Introducción

El ser humano es un ser social por naturaleza. Esto es inherente a la condición humana
porque para perpetuarse como especie siempre necesita de otro. Ese otro con el que se va a unir
en el acto sexual para poder engendrar. Ahí, se constituye la primera partícula de la sociedad que
llamamos familia. Pero las familias necesitaron de otras familias para poder enfrentar las
necesidades que les generaba el entorno, como la consecución de alimento, la protección contra
agresiones externas al grupo y para la distribución del trabajo. Estas relaciones dan origen a las
primeras unidades societales del sistema social.

Ahora las sociedades, como hoy se conocen, han sido fruto de un proceso histórico y han
tenido distintas maneras de organización, algunas mejores, otras no tanto, pero siempre han
tratado o han buscado la mejor manera de organizarse con el paso del tiempo, pues las sociedades
primitivas avanzaron y trabajaron sobre la especialización. Es decir, no todos son agricultores, no
todos son cazadores, entonces se van a dividir quiénes son agricultores, quiénes son cazadores,
quiénes se dedican a cuidar la ciudad. Entonces se empezó a dividir lo que cada uno tiene que
hacer para que la sociedad pueda funcionar. Aparece la división del trabajo y con ella la
necesidad de perpetuar estas habilidades en las siguientes generaciones. Esto dio origen a una
unidad societal que llamamos escuela.

En el presente trabajo se expondrá cómo la complejización de los grupos humanos trajo


consigo no solo la división del trabajo, sino también los conflictos, producto de las dinámicas
sociales. Además, la necesidad de perpetuar el capital simbólico que ha construido en cada una de
las generaciones, a través de diversas instituciones como el Estado, la iglesia y en especial, la
educación.
Desarrollo

La escuela es una de las unidades societales que surgen del sistema social y lo hace por la
necesidad que ha tenido la humanidad de conocer, de interpretar, de descifrar y comprender la
realidad y las construcciones simbólicas de las que se ha rodeado (Rincón Serrano, 2006). Pero
también de la necesidad de control que se debe ejercer sobre cada uno de los individuos que
constituyen el grupo social y así, consolidar el sentido de pertenencia e integración de ellos.

Entonces fue necesario encargar en la educación la tarea de moldear a los individuos las
características propias del sistema para un momento histórico dado. Por tal razón, la educación se
convierte en un dispositivo de transmisión y transformación de la cultura (Díaz Villa, 2019).
Pero, además, la sociedad le encargó la labor de convertirse en un mecanismo para ejercer el
control sobre todos los integrantes de un grupo social. En este ejercicio de control se descartó la
forma inicial como se dirimían los conflictos (el castigo, la carencia, la prohibición, entre otras) y
se optó por el lenguaje, pues el poder social opera en la mente de las personas (Van Dijk, 2013).
Esto quiere decir que es a través de la palabra y el discurso que la sociedad establece la coerción,
pero también la concertación entre los individuos y la legitimación del poder.

Según Rodríguez, Herrera y Bañol (2018), la educación tiene un deber trascendental en el


desarrollo de los individuos y es prepararlos para la construcción de una sociedad ideal y
ofreciendo las bases para insertarse en ella con un compromiso con los otros. Es así, que en la
escuela se legitiman conductas que permiten que la sociedad se siga perpetuando con su capital
cultural.

En este sentido, la escuela en su papel de formador de las futuras generaciones se ve


abocada a entender que la conducta humana puede ser moldeada para consolidar los objetivos
que la sociedad se ha trazado. Para lograrlo, tiene que distribuirse en distintos rangos que asignan
a cada uno de sus miembros. Por ejemplo, el docente es el encargado de enseñar; es decir, tomar
los objetos de saber que la sociedad ha establecido como válidos y a través de la trasposición
didáctica se los comunica al estudiante. Este último, tiene un rango más bajo en esta escala social
y su rol es el de permitir que los docentes (y por ende la sociedad) modifiquen su
comportamiento al participar en el proceso de aprendizaje. En el caso del rector de la institución
educativa, se le ha asignado burocráticamente el rango de líder. Pero, no el líder carismático que
se ganó su puesto porque el grupo lo reconoce como las persona con las suficientes capacidades
para desempeñar el cargo, sino un líder burocrático que llegó allí por las vicisitudes del sistema.

Después de asignados los rangos como van a ser reconocidos dentro de este sistema social
asumen su rol y establece relaciones con los otros desde el lugar que ostenta. Así, el estudiante se
subordina ante el docente. Y este lo hace ante el rector. En este sentido, se ejerce el poder que
inviste cada rango. Y cada uno se comporta de acuerdo con lo que se espera de él.

Para Alcover (2003), el poder es la capacidad que posee un actor social para modificar o
afectar la conducta de otro. Este ejercicio de poder se hace desde el lenguaje, como se había
expresado en párrafos anteriores, porque es a través del lenguaje que se explica y se comprende
nuestra realidad y nuestras relaciones dentro de la sociedad. Entonces, los docentes ejercen un
control mental sobre los estudiantes usando las sanciones que están escritas en los manuales de
convivencia (norma que regula el comportamiento de los estudiantes) o por medio de la
persuasión; es decir, que por medio de la palabra se convence al otro para que haga lo que se
espera de él. Pero lo que no se da cuenta el docente, es que él también es controlado por el
sistema y lo que dice y hace fue impuesto por otro de un rango superior, ya sea el rector, la
secretaría de educación o el Ministerio de Educación Nacional.

Por su parte, las sociedades, todas si importar su tamaño, son proclives a los conflictos
dadas sus dinámicas internas. La escuela no está exenta de esto. Todos los integrantes que no
piensan igual y que no quieren adoptar las conductas consideradas válidas, generan los conflictos
para el sistema. Pero estos se dirimen con la norma, la sanción o la exclusión del individuo del
grupo social como lo plantea Foucault (2013).

Lo que debería buscar la escuela es la formación en un liderazgo centrado en el


aprendizaje que le asigne un rol al estudiante de mayor protagonismo en el proceso de
aprendizaje y le permita reconocer el potencial trasformador que tiene como individuo de la
sociedad en la que se desenvuelve (Argos, 2014).

Conclusión

Para concluir, la transformación que ha vivido la sociedad desde sus orígenes hasta hoy
está ligada a la configuración de los roles de los individuos que la componen. Desde el líder de la
manada que se invistió con el poder de controlar y resolver los conflictos que surgieron al interior
de su comunidad; hasta el individuo gregario que aportó con su trabajo en el fortalecimiento de
su grupo social (Rodríguez, Herrera y Bañol, 2018).

La escuela es una muestra de que la sociedad moldea las conductas, comportamientos y


conocimientos que concibe importantes y desecha otros que no lo son. Esto se convierte en un
ejercicio de poder en el que unos se imponen sobre los otros, incluso sin darse cuenta. Por esta
razón, la educación se convierte en un mecanismo de transformación de la sociedad y del
individuo que la constituye (Díaz Villa, 2019).

Por otra parte, es importante señalar la importancia del lenguaje en estos procesos
educativos, pues por medio de él, se vehiculiza todos los conocimientos, pero también, es a través
suyo que se imponen las representaciones mentales que ha construido la sociedad y el statu quo
que quiere conservar o las utopías que desea construir.

Referencias bibliográficas

Alcover. (2003). Liderazgo y poder. Psicología del trabajo y de las organizaciones.


Foucault, M. (2013). <i>Las redes del poder. </i>. Prometeo Libros.
https://elibro.net/es/ereader/ucuauhtemoc/191385?page=52
Argos, J. (2014). Liderazgo y educación. Santander, Spain: Editorial de la Universidad de
Cantabria. Recuperado de https://elibro.net/es/ereader/ucuauhtemoc/55383?page=13.
Díaz Villa, M. (2019). Discurso y pedagogía: poder, control y educación en Basil Bernstein.
Editorial UOC. https://elibro.net/es/ereader/ucuauhtemoc/113330?page=160

Rincón Serrano, A. (2006). El individuo y las organizaciones. Madrid, Spin: Ecobook - Editorial
del Economista. Recuperado de https://elibro.net/es/ereader/ucuauhtemoc/59657?
page=120.
Rodríguez Bustamante, A. Herrera Saray, G. D. y Bañol López, W. (2018). Educación y escuela:
espacio para la ciudadanía, convivencia y diálogos. Poiésis, (35), 41-51. Recuperado de
https://elibro.net/es/ereader/ucuauhtemoc/126255?page=5.
van Dijk, T. A. (2013). <i>Discurso y poder. </i>. Editorial Gedisa.
https://elibro.net/es/ereader/ucuauhtemoc/61073?page=62

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