Está en la página 1de 9

Hª del delito

TEMA 8: LA JURISDICCIÓN MILITAR EN ESPAÑA HASTA LA


CONSTITUCIÓN DE 1978

1. FUERO Y JURISDICCIÓN MILITAR

El ordenamiento jurídico español siempre ha contemplado la existencia de una jurisdicción


ejercida por las autoridades militares para juzgar y hacer ejecutar lo juzgado de acuerdo con el
Derecho militar.

Dicha jurisdicción se fundamentaba en las exigencias profesionales de la milicia, así como en


las circunstancias extremas en las que debían actuar los ejércitos. Esta jurisdicción se perfiló
históricamente por el Derecho romano y visigodo. También fue regulada por el Derecho
medieval, sobre todo, adquirió entidad a lo largo de la Edad Moderna. Durante el S.XVI la
jurisdicción militar consolidó y amplió sus competencias, así como su autonomía con respecto
a la jurisdicción ordinaria.

Además, la jurisdicción militar no entendía sólo de cuestiones penales, también de asuntos


civiles que afectaran a las personas “aforadas”. Dicha jurisdicción, desde el siglo XVI, fue
considerada como “especial” de la misma forma que también fue calificada desde el Antiguo
Régimen (siglos XVI-XVIII) como jurisdicción “privilegiada”, porque disponía de su propio marco
legal.

Los estatutos privados eran habituales en aquellos siglos pues les estaban reconocidos a varios
grupos sociales y profesionales, tales como: la nobleza, el clero, los caballeros de las Órdenes
Militares, o el personal al servicio de la Inquisición o de la Hacienda Real.

La Constitución de Cádiz de 1812, afirmó: "una de las principales causas de la mala


administración de justicia entre nosotros es el fatal abuso de los fueros privilegiados
introducido para la ruina de la libertad civil". Aquella Constitución estableció que: "En los
negocios comunes, civiles y criminales no habrá más que un solo fuero para toda clase de
personas”.

Pese a ello, la propia Constitución de 1812 reconoció como excepción la necesidad de que
existiera una jurisdicción militar: "Los militares gozarán también de fuero particular. De esta
forma, la jurisdicción militar comenzó a estar sujeta a los principios legales y constitucionales
del Estado.

La vuelta al absolutismo con Fernando VII impidió el cumplimiento de tales pretensiones.


Posteriormente, la Constitución de 1837 reiteró la necesidad de mantener la jurisdicción
militar y en cambio, la de 1845 guardó silencio en torno a esta cuestión. Finalmente, tras la
Revolución Gloriosa de 1868, el llamado “decreto de unificación de fueros” suprimió todos los
fueros privilegiados, que continuaban existiendo por lo que desaparecieron con esta norma las
jurisdicciones especiales de Hacienda y la mercantil, manteniéndose en vigor, no obstantes, la
jurisdicción militar.

Posteriormente, la ley orgánica del Poder judicial de 1870, dispuso que la jurisdicción ordinaria
conocería de todas las causas civiles y criminales, a excepción de las que expresamente se
atribuyeran a la jurisdicción militar, como eran las instruidas por delitos y faltas cometidos por
militares.

1
Hª del delito

La “Ley de jurisdicciones” de 1906 sometió con amplitud a los tribunales militares los delitos
de ofensas, orales o escritas, contra la unidad de la patria, la bandera y el honor del ejército.

Posteriormente, la Segunda República quiso completar el objetivo limitador del ámbito


competencial de la jurisdicción militar. La norma la reconocería competente tan sólo en los
delitos militares, siempre que no estuviera declarado el Estado de Guerra.

También privó de sus competencias jurisdiccionales a los capitanes generales y demás mandos
militares. Competencias que se encomendaron a los oficiales letrados de los Cuerpos Jurídicos
del Ejército y la Armada.

No obstante, el deterioro del orden público durante el periodo republicano, limitó el alcance
efectivo de esta reforma, y la Guerra civil hizo que dejaran de aplicarse, regresando al final de
la misma al modelo pre-republicano, con el ejercicio por la jurisdicción militar de amplias
competencias, incluidos los delitos de terrorismo.

2. REGULACIÓN LEGAL HISTÓRICA DE LA JURISDICCION MILITAR

La jurisdicción militar recibió reconocimiento legal durante la Edad Media. Durante el Siglo XVI,
las Ordenanzas de las Guardas de Castilla de 1551, confirmaron la competencia de la
jurisdicción militar en todos los pleitos civiles y criminales de sus miembros, estableciendo que
fuesen juzgadas por el “alcalde” (juez) de tales Guardas. Posteriormente, Felipe II extendió
esta amplia jurisdicción militar a toda la “gente de guerra”.

Aparecieron numerosas disposiciones reguladoras y semejante variedad de éstas complicaron


mucho en el siglo XIX la armonización del Derecho penal y procedimental militar con los
nuevos principios constitucionales. Además, las Ordenanzas iban quedando anticuadas en
muchos aspectos.

Muchos oficiales consideraron que los cuerpos normativos constituidos por las Reales
Ordenanzas del siglo pasado, eran aún a mediados del siglo XIX suficientemente sólidos, por lo
que la reforma de sus apartados debía abordarse no como la elaboración de un texto legal ex
novo, sino como una reforma de las mismas Ordenanzas. En este sentido, hay que tener en
cuenta el profundo arraigo entre la oficialidad de las viejas Ordenanzas. Se entendía que no
era posible “tocar una parte de las Ordenanzas sin llegar al todo”.

Tampoco faltaron quienes consideraban útil aquella anticuada pero sencilla justicia penal
militar para controlar el orden público.

Por el contrario, los partidarios de la codificación pusieron de relieve el magma existente de


disposiciones de dudosa vigencia sobre múltiples aspectos del Derecho punitivo militar, que
además eran contradictorias con el espíritu constitucional.

También pensaban unos y otros, los partidarios de las viejas Ordenanzas y los de la nueva
codificación, que semejante proceso provocaría el descontento de la clase militar.

En definitiva, la gran reforma codificadora del Derecho penal militar se hizo esperar por dos
causas fundamentales: la inestabilidad política propia de aquellas décadas decimonónicas así
como el apego a las viejas Ordenanzas de la mayor parte de la oficialidad.

2
Hª del delito

Pese a tales resistencias, en 1865 se creó una junta encargada de reformar las leyes penales
militares y las reguladoras de los correspondientes procedimientos judiciales. Sin embargo,
tales proyectos quedaron aplazados con motivo de la Revolución Gloriosa de 1868.

Entretanto, se dictaron normas legales para suavizar la penalidad de ciertos delitos militares y
equipararla a la de delitos similares tipificados por el Derecho penal común.

Sólo la estabilidad política que proporcionó la restauración de la monarquía con Alfonso XII en
1875, favoreció el logro de que se consiguiera codificar el Derecho penal del Ejército y la
Armada.

Así, en 1880 se creaba una nueva comisión, y en 1882 se aprobaba una “ley de bases”, a las
que debían atenerse las futuras “leyes de organización”, atribuciones y procedimientos de los
Tribunales militares y los Códigos penales para el ejército y la Armada.

Además, los futuros Códigos militares tenían que adaptarse a las prescripciones de la ley penal
común. En virtud de dicha “ley de bases” se aprobaron al poco tiempo tres disposiciones para
el ejército:

- Ley orgánica de los tribunales militares


- Código penal militar
- Ley de enjuiciamiento militar

Por lo que respecta a la Armada, se aprobó la siguiente legislación:

- Código penal de la Armada


- Ley de Organización y atribuciones de los tribunales de Marina
- Ley de enjuiciamiento militar de Marina.

No obstante, en el Ejército se consideró que su normativa estaba demasiado dispersa, al


quedar dividida en tres leyes, por lo que muy pronto se acometió la redacción de un Código de
justicia militar que agrupara, de manera conjunta y sistemática, la regulación legal de los
órganos jurisdiccionales, los delitos y faltas objeto de la jurisdicción militar y los
procedimientos judiciales.

Después de la Guerra Civil se aprobó finalmente el Código de Justicia Militar, en 1945, que vino
a modificar las disposiciones de los anteriores Códigos del Ejército y de la Marina de la Guerra.

Una de las competencias sería el contrabando, cuando esta actividad ilegal se vincula a
partidas numerosas y armadas: naufragios, abordajes, arribadas, puertos y zonas marítimas
etc.

Los bandos militares eran órdenes, con fuerza de ley penal, dictadas por las autoridades
militares en campaña o en “estado de guerra” o “de sitio”, en los que dicha autoridad asumía
todos los poderes. Los bandos ampliaban el ámbito de la jurisdicción militar, e incluso podían
crear nuevos delitos, establecer sus penas, o modificar las que correspondieran a los ya
tipificados.

3
Hª del delito

3. RIGOR DEL DERECHO PENAL MILITAR

Las principales características del Derecho penal militar han sido el rigor y su práctica sumaria,
con la finalidad de que los castigos fueran ejemplares y rápidos.

Hay que considerar que las penas más graves solían aplicarse únicamente en tiempos de
guerra y, sobre todo, estando frente al enemigo. En cambio, en tiempos de paz y en
guarnición, lo habitual era corregir las mismas conductas con otras medidas disciplinarias, sin
recurrir al proceso penal.

Ciertamente, cualquier negligencia profesional en la vida militar podía adquirir una gravedad
inusitada, pues una disciplina férrea siempre es necesaria para garantizar el resultado de las
operaciones, la seguridad de los demás soldados y la de la población civil.

Otro aspecto del Derecho penal militar es que la voluntariedad podía no ser una condición
exigible para la comisión de un delito. Es más, en ciertas situaciones excepcionales, ni siquiera
se requería haber participado directamente en los hechos delictivos para ser condenado.
Ejemplares también eran las condenas a muerte entre grupos de soldados desertores.

También ha existido siempre en los ejércitos la concepción de que cualquier acto delictivo o
meramente antisocial, no sólo deshonraba a su autor, sino además, al cuerpo al que
pertenecía, a su unidad militar, a su ejército y, en definitiva, a u rey y a su nación. De ahí que
los castigos por tales infracciones tuvieran un marcado carácter de infamia pública.

Los delitos castigados con mayor dureza por las Ordenanzas militares y de la Armada en el
siglo XVIII fueron: robos de vasos sagrados (ahorcamiento y descuartizamiento), ultrajes a
imágenes divinas y sacerdotes (ahorcamiento o amputación de mano), o insulto a lugares
sagrados cuya pena podía llegar a ser la de ahorcamiento.

Por lo que se refiere a la pena de azotes, puede considerarse equivalente a la de “baquetas”,


aunque ésta tiene un superior componente de ejemplaridad, al ser aplicada por los
compañeros del infractor, golpeándole con las baquetas de las armas mientras se atravesaba
dos filas de soldados formados frente a frente.

Otra cuestión era la de aplicación de “tormento” que fue excepcional en la jurisdicción militar,
do forma que sólo se podía aplicar en caso de duda para conocer quienes habían participado o
colaborado en el crimen y tras la oportuna petición del consejo de guerra, que debía autorizar
el capitán general tras oír a su auditor.

El rigor de las penas aplicadas por la jurisdicción militar se suavizó durante el siglo XIX. En la
España liberal se abolió la ejecución en la horca, en la jurisdicción militar se sustituyó por la de
“garrote”. Quedó prohibido en el ejército el castigo disciplinario de “palos”, exigiendo que para
aplicarse precediera sentencia judicial. La de azotes se suprimió igualmente y ese abolió la
pena de baquetas. También se suprimió el tormento y los apremios sobre los reos.

4
Hª del delito

4. EXTENSION DE LA JURISDICCION MILITAR

Con un criterio subjetivo estaban sujetos a la jurisdicción militar todos los oficiales, cadetes,
guardiamarinas, suboficiales, soldados y marineros, que sirvieran en los distintos cuerpos y
unidades de los ejércitos, milicias y armadas navales, así como los que al retirarse del servicio
activo mantuvieran esta consideración, al recibir la correspondiente “cédula de preeminencia”,
incluidos los soldados que hubieran servido más de quince años.

En número de personas sometidas al fuero militar aumentó notablemente a lo largo del siglo
XVIII. No sólo quedaban sujetos a esta jurisdicción quienes tuvieran la consideración de
militares, sino también los servidores de la Administración Militar y Naval, a los que en
ocasiones se denomina “políticos”, tales como: oficiales del Consejo Supremo de Guerra y del
Consejo del Almirantazgo, los de las Secretarías de Guerra y Marina, los intendentes,
comisarios, contadores, tesoreros y otros “oficios de sueldo”, miembros del Cuerpo
Administrativo de la Armada, Auditores y asesores de guerra y marina, conocidos como
“togados”, así como sus dependientes.

También estaban sujetos a la jurisdicción militar los cirujanos y el personal sanitario estable de
las unidades y Hospitales militares, quienes prestaran servicio en las fábricas, fundiciones,
maestranzas, almacenes y arsenales militares y navales, y en general todos los operarios al
servicio de las fuerzas armadas, los músicos, los miembros de la Guardia Civil y del Cuerpo de
Carabineros.

También se concedió el fuero militar, en ciertas condiciones, a las esposas, viudas, hijos y
criados de los militares.

No obstante, los paisanos, cuando cometían diversos delitos tipificados por el Derecho Penal
militar, también quedaban sujetos a esta jurisdicción. Delitos como espionaje, atentados
contra la persona del rey, conspiración, resistencia a fuerza armada, encendidos y robos en
cuartes, agresiones a centinelas, etc. Podían ser sometidos a la jurisdicción militar como
cooperadores, inductores, cómplices o encubridores.

También estaban sometidos a la jurisdicción militar los asentistas o contratistas de los


ejércitos. La jurisdicción penal militar podía juzgar así a todos los militares sujetos al fuero
militar, menos aquellos que fueran exceptuados como delitos sobre débitos y fraudes a la real
hacienda, los cometidos con ocasión de tratos y comercios ajenos a la condición de militar,
resistencia a la justicia, desafíos, juegos prohibidos, hurtos en la Corte, portar armas
prohibidas, amancebamiento, etc.

Durante el Antiguo Régimen, el más grave de los delitos, la herejía, también estaba
exceptuado de la jurisdicción militar, por corresponder su conocimiento con carácter exclusivo
al Santo Oficio de la Inquisición.

Semejante amplitud de la jurisdicción militar se redujo notablemente por el decreto de


unificación de fueros de 1868, el cual fijó los tipos delictivos sobre los que era competente el
alcance de su competencia:

- Los cometidos por militares y marinos de todas clases en servicio activo, que no
tuvieran la consideración de delitos comunes.
- Traición
- Deserción o de seducción y auxilio a la deserción.

5
Hª del delito

- Espionaje, insulto a centinelas, salvaguardias o tropa armada; y atentado y desacato a


la Autoridad Militar.
- Robo de armas, pertrechos, municiones o efectos pertenecientes a la Hacienda militar,
en los almacenes, cuartes, establecimientos militares, arsenales y buques del Estado.
- Los cometidos en plazas sitiadas por el enemigo, o que tiendan a alterar el orden
público.
- Los delitos y faltas comprendidos en los bandos que con arreglo a las Ordenanzas
dictaran las autoridades militares con competencia para ello.
- Los cometidos por prisioneros de guerra.
- Los cometidos por los asentistas (contratistas) que tengan relación con sus asientos y
contratas.
- Los de cualquier clase, cometidos a bordo de las embarcaciones mercantes, sobre
presas, represalias y contrabando marítimo, naufragios, abordajes y arribadas.
- Las faltas especiales que se cometieran por los militares en el ejercicio de sus
funciones-
- Las Infracciones de las reglas de policía de las naves, puertos, playas y zonas marítima,
de las Ordenanzas de Marina.

Estaba atribuido también a la jurisdicción militar el conocimiento de delitos cometidos en


determinados lugares propiamente militares o de interés militar tales como cuarteles,
campamentos, campos de concentración, alojamientos, buques de guerra, arsenales, ríos
navegables, radas, bahías, y el espacio aéreo sujeto a la soberanía nacional, las aeronaves,
estacionadas o en vuelo, e incluso las extranjeras que aterrizasen en España.

También estaban sometidos a la jurisdicción militar con criterio territorial, los presidios o
plazas fuertes del norte de África, el Protectorado de Marruecos, las fábricas y otros lugares
donde se fabricaran armas, buques y pertrechos, así como los armadiós.

5. DELITOS DE LOS QUE CONOCÍA LA JURISDICCION MILITAR.

Por lo que se refiere al Código de Justicia Militar de 1945, los principales delitos militares que
contemplaba fueron los siguientes:

- Delitos contra la seguridad de la Patria: traición, espionaje y delitos contra el derecho


de gentes, devastación y saqueo.
- Delitos contra la seguridad del Estado de los ejércitos: rebelión, sedición , insulto a
centinela, salvaguardia o fuerza armada, atentados, amenazas, desacatos, injurias y
calumnias a la autoridades militares, ultrajes a la nación, su bandera o himno nacional,
o injurias a los ejércitos o a instituciones, armas, clases o cuerpos determinados de los
mismos.
- Delitos contra la disciplina militar: insubordinación y extralimitaciones en el ejercicio
del mando
- Delitos contra el honor militar
- Delitos contra los fines y medios de acción del Ejército: abandono de servicio, delitos
contra los deberes del centinela, abandono de destino o residencia, deserción,
inutilización voluntaria para el servicio, denegación de auxilio, usurpación de
funciones, uso indebido del uniforme militar y negligencia.
- Delitos contra los intereses de los ejércitos: fraudes, ocupación y destrucción indebida
de documentos militares, y allanamiento de dependencias militares.

6
Hª del delito

- Delitos de naturaleza común cometidos por militares o en lugar sujeto a jurisdicción


militar: asesinato, homicidio y lesiones cometidas en acto de servicio o con ocasión de
él, o en cuartel u otra dependencia militar, o en casa de oficial, robo, hurto, estafa,
apropiación indebida, amenazas, incendio; violación y abusos utilizando la ventaja u
ocasión que proporcionen los actos de servicio, malversación de caudales, falsificación
o infidelidad en la custodia de los documentos militares, o fraudes al Estado por razón
de cargo, acusación do denuncia falsa, falso testimonio y prevaricación y cohecho
cometidos en procedimiento militar.

Las Siete Partidas de Alfonso XX el Sabio establecieron ya una diferencia entre sanciones
penales y disciplinarias, al considerar las primeras como “castigos” y a las segundas como
“escarmientos”: “castigo es ligero amonestamiento de palabra, o de ferida, o de palo, que face
el cabdillo”; “escarmiento es pena que manda dar el cabdillo contra los que errasen en manera
de justicia”.

Las competencias para imposición de este tipo de sanciones estaban atribuidas, a los mandos
más inmediatos del infractor.

El código de justicia Militar de 1945 sistematizó las faltas cometidas por militares en graves y
leves. En cuanto a las faltas leves (militares y comunes), se sancionaban por el jefe militar más
inmediato del infractor, sin apenas trámites, con castigos de hasta quince días de arresto en
casa o cuarto de banderas y hasta dos meses en castillo, si se era oficial y hasta dos meses en
castillo si se era oficial; y para la tropa, hasta dos meses de arresto, recargos en oficios
mecánicos y pérdida del empleo de cabo.

6. ORGANOS JURISDICCIONALES Y PROCESO MILITAR

En el Antiguo Régimen, la suprema autoridad de la jurisdicción militar era el rey, que decidía
sobre estas materias a propuesta del Consejo Supremo de Guerra.

En el siglo XVIII, dicho Consejo contaba además con ministros togados, que eran asesores en
materias jurisdiccionales. Por delegación del rey ejercían la jurisdicción militar los generales al
mando de los ejércitos, armadas y distritos territoriales y, particularmente, los capitanes
generales.

El modelo judicial establecido se fundaba en la delegación de la jurisdicción del capitán general


en el auditor general en los casos más graves. En los demás casos, la causa se juzgaba por los
maestres o mandos de los tercios o unidades, con sus auditores letrados particulares.

Sin embargo, en el siglo XVIII aparecerá en España una institución de origen francés, como
eran los consejos de guerra, compuestos exclusivamente por oficiales no letrados, con lo que
la jurisdicción penal se militarizó aún más.

Estos consejos de guerra eran órganos judiciales accidentales, pues se constituían por orden
de la autoridad judicial militar, de acuerdo con las necesidades de cada momento.

En definitiva, la jurisdicción militar se ejercía en nombre del rey en nombre del rey por los
siguientes tribunales y autoridades militares:

1) Por el Consejo Supremo de Guerra y Marina


2) Por los generales en jefe de los ejércitos y escuadras navales.
3) Por los capitanes generales y almirantes de distritos o zonas.

7
Hª del delito

4) Por los generales y almirantes comandantes en jefe de cuerpo de ejército o escuadra


naval con mando independiente.
5) Por los gobernadores de plazas sitiadas o bloqueadas.
6) Por los consejos de guerra de oficiales generales.
7) Por los consejos de guerra ordinarios
8) Por los consejos de guerra excepcionales.

El procedimiento penal militar se iniciaba con las diligencias sumariales para el esclarecimiento
de los hechos y descubrimiento de culpables. No debían durar más de tres días en guarnición y
uno en campaña, de lo que se ocupaba el instructor así como practicar averiguaciones,
informaba a la autoridad judicial que lo había designado sobre la existencia o no del delito. En
caso de considerar que tal delito no se había cometido, proponía la conclusión del proceso por
sobreseimiento, y en caso contrario, la continuidad del proceso.

Concluidas las diligencias, el instructor adquiría el carácter de acusador fiscal, y proponía a la


autoridad judicial la constitución del correspondiente consejo de guerra.

El consejo de guerra ordinario se componía de, al menos, siete oficiales de la misma unidad, si
se trataba de juzgar a alguien con el empleo de sargento o inferior, los consejos de guerra
ordinarios debían ser presididos por un coronel o teniente coronel, tres capitanes vocales, más
un vocal ponente, capitán o comandante del Cuerpo Jurídico.

Los consejos de guerra de oficiales se constituían para juzgar a jefes y oficiales, a militares de
cualquier graduación con la Cruz Laureada de San Fernando, máxima condecoración militar al
valor heroico, funcionarios del orden judicial y fiscal, así como a funcionarios de rango
superior.

El consejo de guerra, tras la celebración de la vista pronunciaba sentencia. Esta sentencia no


era firme, pues necesita la aprobación de la autoridad jurisdiccional superior del ejército. En
caso de “disentimiento” entre la autoridad militar competente y su auditor, debía elevarse al
Consejo Supremo de Guerra y Marina.

Además, cuando la sentencia pronunciada por el Consejo de Guerra era de condena a muerte
o prisión perpetua, o era su oficial el acusado, se necesitaba la Conformidad del Consejo
Supremo de Guerra y Marina.

Los jueces instructores al igual que los secretarios instructores, debían ser militares
profesionales pertenecientes a las armas.

Si la pena impuesta era de muerte, debían notificarse por medio del ministro respectivo al
Gobierno, en cuyo caso se procedía a su ejecución, o también podía conmutarla por la pena
inferior.

Las sentencias, en el caso de plazas sitiadas y bloqueadas, o de buques sueltos, no era


necesario elevarlas para su conformidad, ejecutándose las penas sin dilación.

8
Hª del delito

7. LAS PENAS Y SU EJECUCIÓN

Conforme a las Ordenanzas del siglo XVIII, las penas podían ser.

- Muerte: ejecutada en la horca, si el delito era común o por acto particularmente


deshonroso, o por fusilamiento en los demás casos. En los crímenes sacrílegos, solía
quemarse o descuartizarse el cuerpo.
- La pena de muerte sólo se podía imponer con pruebas concluyentes siempre que el
reo no fuera confeso. Dicha pena debía ejecutarse al tercer día de lectura de la
sentencia al reo.
- Antes de la ejecución de cualquier castigo se pregonaba “la pena de vida” para quien
“grite perdón”.
- Amputación de mano, en las ofensas de obra con daños a sacerdotes, y podía ser
complementaria de la muerte en la horca.
- Prisión: no muy frecuente, ya que lo habitual era la condena a servir durante el tiempo
que procediera en arsenales de marina.
- Pena corporal. Azotes y baquetas
- Mordaza: para algunos delitos de palabra, como las blasfemias reiteradas.
- Deposición (pérdida) de empleo militar o suspensión en el mismo.

En comparación con los códigos penales comunes, la mayor amplitud de los periodos de
duración de las penas, su mayor indeterminación, así como el mayor número de casos en que
se contemplaba la pena de muerte, frecuentemente como pena única a aplicar a determinados
delitos.

En cuanto a las penas militares eran las siguientes: muerte, reclusión militar perpetua,
reclusión militar temporal, prisión militar mayor, prisión militar correccional, arresto militar,
pérdida de empleo, separación del servicio, suspensión de empleo, destino a un cuerpo de
disciplina, recargo en el servicio.

Además, eran penas accesorias: la degradación militar, la deposición de empleo, y la pérdida o


comiso de los instrumentos y efectos del delito.

Por otra parte, los militares debían sufrir la detención y la prisión preventiva en
establecimientos penitenciarios militares y quedar separados así del resto de presos. También
debían estar separados los oficiales de la tropa.

Conforma a las ordenanzas del siglo XVIII, quienes se negaran a aplicar la pena, la recibirán
ellos mismos.

También podría gustarte