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HISTORIA DEL DELITO Y DEL CASTIGO EN LA EDAD CONTEMPORANEA

CAPITULO VII – LA CONFIGURACIÓN DEL SISTEMA PENITENCIARIO EN DEMOCRACIA

1.- LA TRANSICIÓN DE LA DICTADURA A LA DEMOCRACIA (1975-1982)

- La Transición fue el escenario de la transformación legal –de iure- del sistema penitenciario
franquista, cuyo desarrollo legal, y sobre todo real –de facto- , tuvo lugar durante los años
posteriores. Sin embargo, ninguno de estos cambios se podrá entender en toda su complejidad
si no vemos antes, aunque sea brevemente, cuál era la situación que los precedió.

1.1- El sistema penitenciario al final de la dictadura franquista

- Desde mediados de los años cincuenta se había moderado el discurso religioso aplicado al
castigo, sustituyéndose la retórica tradicionalista por un nuevo lenguaje basado en los avances
de la “ciencia penitenciaria” y la “observación de la conducta”. De esta manera se empezaron
a emplear términos como el de “individualización científica”, asociados a una nueva
orientación reformadora. Cambios semánticos fueron recogidos, primero, en un nuevo
Reglamento de los Servicios de Prisiones (RP) aprobado en 1946, y más tarde en una
importante reforma del mismo, de 1968. Sin embargo, este tímido discurso aperturista
prácticamente no tuvo repercusión en el interior de los centros.

- En los más de 70 centros penitenciarios que había en 1975 en España, malvivían alrededor de
15000 personas de promedio (95% hombres frente a 5% mujeres aproximadamente). De estas,
la gran mayoría eran delincuentes de derecho común, es decir, sin una finalidad política en sus
acciones. Los hurtos, robos de vehículos, robos con violencia y un incipiente consumo de
drogas, constituían la mayoría de causas que los acababan llevando a prisión, con el añadido
de la prostitución para las mujeres.

- Todos estos actos eran severamente castigados por el Código Penal de 1944, refundido en
1973. Junto al Código Penal estacó la actualización de la antigua Ley de Vagos y maleantes,
promulgada en 1970 bajo el nuevo título de Peligrosidad y Rehabilitación Social (LPRS). Un
texto tan represivo como ambiguo que castigaba con cárcel patologías como el alcoholismo,
meras conductas consideradas antisociales antes incluso que derivasen en delitos, y que
también se usó, entre otros fines, para la represión de la homosexualidad.

- Continuaba habiendo presos políticos, aunque el Estado franquista no reconociese


oficialmente su condición. Su porcentaje fue variando en función de los avatares y las oleadas
represivas, pero estaría entre un 5% y un 10% de la población total encarcelada. Eran
mayoritariamente hombres jóvenes, pero con formación, conciencia política y redes de apoyo
en el exterior, de lo que carecían la mayoría de presos comunes. Fueron miles de obreros y, en
menor medida, estudiantes condenador por el Tribunal de Orden Público (TOP) por causas que
en países democráticos eran legales, como pertenecer a un sindicato o partido, manifestarse o
repartir propaganda.
1.2- La agitación en las prisiones durante los primeros años de la Transición

- Tras la muerte de Franco, la concesión de diversas medidas de gracia que permitieran la


excarcelación de los presos políticos provocó un sentimiento de agravio comparativo entre los
presos comunes, quienes protagonizaron un intenso ciclo de protestas para reivindicar un
cambio de su situación.

- La demanda de amnistía como condición sine qua non para la apertura de un proceso
democratizador había sido largamente reclamada por las organizaciones que formaban la
oposición política. Esta presión obtuvo un primer resultado cuando Juan Carlos I concedió un
indulto que rebajaba las penas de los condenados en función de su gravedad y que en
términos prácticos supuso la libertad para algo más de 400 presos políticos y más de 5000
presos comunes. La parquedad del indulto y la continuidad de los integrantes del último
gobierno franquista al frente del primer gabinete de la monarquía provocaron un incremento
de la presión social a favor del inicio de un auténtico cambio de político. El nombramiento de
Adolfo Suárez como Presidente del Gobierno en julio de 1976, se ha de interpretar en ese
contexto, de la misma manera que la concesión de una amnistía que beneficiaba a una parte
de los presos políticos que permanecían en prisión.

- Al día siguiente de hacerse pública la medida, un grupo de reclusos de la madrileña prisión de


Carabanchel se amotinaban en los tejados reclamando una “amnistía total” que también les
beneficiase. Este motín marca el inicio del que se conocerá como movimiento de presos
sociales, el cual tuvo a la Coordinadora de Presos en Lucha (COPEL) como su principal
estandarte.

- A nivel oficial, durante los primeros meses del conflicto, la Dirección General de Instituciones
Penitenciarias no reconoció a los miembros de la Coordinadora como interlocutores, optando
por aislar y trasladar de centro a los que consideraban sus líderes. Así las cosas, los presos
sociales recurrieron masivamente a plantes, huelgas de hambre, motines y autolesiones
colectivas para dar a conocer su situación. En el verano de 1977 se aprobó una reforma
provisional del RP que suavizaba la disciplina y buscaba adaptar la norma a los nuevos tiempos.

- El alcance de esta reforma quedaba muy lejos de las demandas de los presos. Pocos meses
después, la aprobación de la Ley de Amnistía que permitía la excarcelación de los últimos
presos políticos del franquismo y el fracaso en sede parlamentaria de una proposición de Ley
de Indulto, cerraron definitivamente la puerta a una excarcelación masiva. Este revés provocó
una enorme frustración colectiva que se tradujo en acciones de protesta cada vez más
violentas y a la desesperada.

- Sin embargo, el punto de inflexión no lo provocó ni un motín ni ningún informe, sino dos
muertes de muy distinto signo. Primero la de un joven militante libertario afín a las ideas de
COPEL, Agustín Rueda, salvajemente golpeado por funcionarios de la cárcel de Carabanchel en
marzo de 1978. Y cuando aún no había dado tiempo a asimilar la brutalidad de esta acción, el
Director General de Instituciones Penitenciarias, Jesús Haddad, fue asesinado por un comando
de los Grupos de Resistencia Antifascista Primero de Octubre (GRAPO) el 22 de marzo. La
gravedad de la situación había alcanzado su cénit, era imprescindible afrontarla con urgencia y
determinación.
1.3- El fin del movimiento de presos y la aprobación de la Ley Penitenciaria

- Jesús Haddad fue el primer Director General que puso las bases de la reforma que debía
acabar con la situación de excepcionalidad permanente. Tras su asesinato culminó la tarea su
sucesor al frente de la DGIP, Carlos García Valdés. Este joven jurista emprendió una decidida
actuación encaminada, por un lado, a acabar con las protestas de os presos, aplicando
medidas parciales y transitorias que aminorasen la tensión y ayudasen a restablecer el orden;
mientras que, por otro, se erigió en el máximo responsable de la redacción de la futura ley.

- En cuanto a las medidas más destacadas de su actuación, incidieron en tres aspectos:

1) Edificios, de los que estableció un detallado inventario de deficiencias y reformas a


efectuar

2) Internos, hacia quienes emprendió una política de concesiones y sanciones que


mediante órdenes circulares modificaban el RP, adelantando por la vía de los hechos
algunas de las futuras reformas

3) Funcionarios, colectivo muy desprestigiado que reivindicaba más efectivos y


mejoras laborales que fueron progresivamente atendidas

- La suma de esta iniciativas dio como resultado un considerable descenso de las protestas
lideradas por la COPEL. Al inicio del mandato de García Valdés, las expectativas creadas por el
talante dialogante del nuevo Director General propiciaron una tregua táctica por parte de los
reclusos. Mientras que, a partir del verano de 1978, las restricciones a la comunicación y la
movilidad impuestas a los miembros más destacados de la Coordinadora, así como al desgaste
personal y colectivo acumulado tras dos años de intensas movilizaciones, certificaron el declive
de la COPEL, cuya desaparición puede fecharse a finales de 1978. Ello no evitó, sin embargo, el
estallido recurrente de protestas cada vez menos organizadas y con objetivos más confusos.

- En lo que respecta a la fijación del texto de la reforma, el Antreproyecto de ley estaba


terminado antes del verano de 1978 pero hubo de esperar hasta la aprobación de la
Constitución en diciembre, la disolución de las Cortes y el inicio de la nueva legislatura para
que empezase su discusión parlamentaria. La reforma española era una de las últimas en
participar del movimiento europeo de reforma penitenciaria posterior a la Segunda Guerra
Mundial, basado en tres principios:

1) La pena privativa de libertad debe consistir estrictamente en la sola privación de


esa libertad, sin constricciones o sufrimientos añadidos.

2) La ejecución de la pena debe tender principalmente a la reeducación y la


reinserción del delincuente

3) El régimen y la acción penitenciaria deben asegurar el respeto de los derechos


fundamentales de las personas.

- La nueva ley penitenciaria, cuya esencia está recogida en el artículo 25.2 de la Constitución,
se basaba en el principio de prevención especial, por lo que presentaba como rasgo más
destacable de la privación de libertad la finalidad reeducativa y reinsertadora de la misma.
- También creaba en España por primera vez la figura el Juez de Vigilancia Penitenciaria como
órgano superior de control de la actividad penitenciaria y garantía de los derechos de los
internos, por citar algunas de las novedades más destacadas de la norma.

- La Ley General Penitenciaria (LOGP) fue aprobada en el Congreso por 284 votos a favor y solo
dos abstenciones, y un mes y medio después el Pleno del Senado hizo lo propio por
aclamación.

1.4- Alcance y límites de la LOOGP ante la realidad carcelaria

- La aprobación de la LOGP supuso un paso de gigante en la transformación de las viejas


prisiones de la dictadura. Por primera vez en más de un siglo una norma con rango de ley
regulaba su funcionamiento. Era además la primera Ley Orgánica que se aprobaba en el nuevo
marco constitucional, lo que da una idea de la urgencia de la reforma.

- En cuanto a la legislación, el primero de los textos que merece nuestra atención es el Código
Penal. En mayo de 1978 se había modificado a través de la llamada “Ley de Cuantías” que
elevaba considerablemente las cuantías económicas de los tipos penales que servían para
graduar la pena. Gracias a esta medida en torno a un millar de reclusos quedaron en libertad.
Pese a todo, continuaba siendo necesario abordar una reforma integral. Con este ánimo , en
enero de 1980 se hacía público un Proyecto de nuevo CP. Este texto preveía una serie de
elementos que lo convertían en una sólida apuesta por la humanización del sistema penal:
despenalización de todos los delitos de opinión, reducción del tiempo máximo de
encarcelamiento a 20 años – 25 en casos excepcionales-, incorporación de las medidas de
seguridad ante la previsible derogación de la LPRS y eliminación de las medidas predelictivas,
eliminación del agravante de multireincidencia, reducción de la variada tipología de penas a
solo dos: el arresto de fin de semana y la prisión –solo para penas superiores a los seis meses o
un año- etc. Sin embargo también presentaba notables lagunas y contradicciones por lo que
fue objeto de una feroz crítica dirigida por los sectores más conservadores y los propios
estamentos profesionales afectados, en una labor de oposición que en parte tenía como
blanco al propio gobierno de la UCD. Ante esta situación, el ejecutivo acabó por retirarlo sin
que llegase a ser discutido por los parlamentarios.

- Con la aprobación del Reglamento de Prisiones podría considerarse que la reforma de las
prisiones alcanzaba su objetivo pero la realidad distaba mucho de lo esperado. “Toda la
reforma penitenciaria podría quedarse tan solo en letra impresa si no se arbitran los medios
económicos necesarios para adecuar los establecimientos a la nueva circunstancia que se
derivará de la aprobación de la ley” , había afirmado su máximo promotor en 1978. Y los
medios no llegaron. El funcionario de prisiones carecía de los efectivos suficientes para hace
frente a las nuevas tareas que la Ley General Penitenciaria y el Reglamento de Prisiones les
encomendaba. Además sus miembros estaban más desmotivados y enfrentados que nunca
con la dirección de la administración, a la que acusaban, mayoritariamente, de dejadez y
excesiva laxitud, mientras exigían mejoras en sus condiciones laborales.

- La disparidad entre los propósitos formulados en la ley y la cruda realidad se agrandó todavía
más a causa del incremento de la delincuencia común y el endurecimiento de su persecución,
lo que provocó un considerable aumento del número de personas presas.
- La inflación penitenciaria no se debió exclusivamente a la comisión de más delitos por efecto
de la adicción a las drogas. Tanta o más repercusión tuvieron los cambios legislativos,
justificados por la creciente alarma social que el terrorismo y la escalada de delincuencia
común estaban causando, con la ayuda de determinados medios de comunicación. En 1980 se
reformó la Ley de Enjuiciamiento Criminal, ampliando todavía más los supuestos por los que
podía decretarse prisión provisional y prolongar su duración.

1.5- El efecto del terrorismo sobre las prisiones

- A pesar de que la mayoría de problemáticas que presentaba el sistema penitenciario de la


Transición estaban relacionadas con el rápido crecimiento de la población reclusa que
custodiaba y los escasos medios que contaba para ello, los efectos de la violencia política, y
particularmente del terrorismo, sobre las prisiones no fueron menos y merecen una
explicación. Para empezar conviene recordar que la Transición no fue en absoluto pacífica,
como demuestran las más de 3200 acciones de violencia política y las 700 víctimas mortales,
530 de ellas por terrorismo, que tuvieron lugar entre 1975 y 1982, lo que la sitúa como la
transición más sangrienta de Europa en la década de los setenta. Partiendo de esta base se
entiende mejor el papel que jugó el sistema penitenciario dentro de la ofensiva estatal para
hacer frente, así como su condición de campo de batalla y objetivo a batir por parte de las
mismas organizaciones terroristas.

- En el ámbito penitenciario, el artículo 10 de la LOGP supuso la creación de departamentos o


prisiones especiales en las que las normas generales de funcionamiento para el resto de
centros quedaban supeditadas a la preeminencia absoluta de la seguridad. Estos
departamentos fueron inaugurados en 1979 en la prisión de Herrera de la Mancha, a la que
fueron destinados algunos de los antiguos líderes de las revueltas carcelarias encabezadas por
la COPEL. A los pocos meses de su llegada, una denuncia colectiva puso al descubierto el
régimen de terror y malos tratos que se implantó en aquella prisión.

1.6- Últimas movilizaciones

- Durante el último año y medio de gobierno de UCD, liderado por Leopoldo Calvo Sotelo tras
el intento de golpe de estado del 23-F, las prisiones españolas fueron el escenario de las
últimas movilizaciones de presos, mientras la inauguración de nuevos centros empezaba a
cambiar, lentamente, el deteriorado paisaje carcelario.

- La elevada tasa de preventivos (56%), lo dilatado de la espera para ser juzgado (18 meses de
media) y las pésimas condiciones de reclusión estuvieron en la base de la masiva movilización
de septiembre de 1981, cuando hasta 7000 reclusos de delito común de cuarenta prisiones se
declararon en huelga de hambre para presionar en demanda de una reforma del Código penal,
la aceleración de los procesos judiciales y la aplicación del nuevo Reglamento Penitenciario. A
diferencia de las anteriores, estas movilizaciones fueron pacíficas.

- Mientras tanto, los esfuerzos de planificación e inversión de los años precedentes empezaban
a dar frutos: en 1980 se habían inaugurado las prisiones de Murcia, Cuenca y Arrecife de
Lanzarote; en 1981 las de Ocaña II, Albacete, la primera fase de la nueva prisión de Puerto de
Santa María y Cáceres II… Pese a todo, en las viejas cárceles de preventivos, las condiciones no
mejoraron y a finales del verano de 1982 varios miles de presos emprendían una nueva huelga
de hambre para reclamar las reformas del Código Penal y Ley de Enjuiciamiento Criminal.

2.- LA CONSOLIDACIÓN DEL MODELO PENITENCIARIO DURANTE LOS GOBIERNOS


SOCIALISTAS (1982-1986)

2.1- Las primeras reformas

- Las movilizaciones de otoño de 1982 todavía tendrían una última réplica en la primavera
siguiente, justo antes de que el nuevo ejecutivo de Felipe González emprendiera la tan
deseada reforma de la LECr. En abril el Congreso aprobó, con la sola oposición del Grupo
Popular, la Ley que deshacía el entuerto de la reforma efectuada tres años atrás. La nueva
norma ponía límites a la prisión preventiva que había llenado las cárceles en tan poco tiempo.
A esta reforma la complementó otra parcial del Código Penal, que dejó de lado un
Anteproyecto de un nuevo Código elaborado ese mismo año y que no prosperó. Este tándem
legal, bautizado como la “minireforma socialista”, suprimió los efectos agravatorios de la
multirreincidencia que tanto perjuicio causaban a los delincuentes habituales, mantuvo la
redención de penas por el trabajo por el beneficio que representaba para los presos, eliminó la
inscripción eterna de los antecedentes penales, volvió a elevar las cuantías económicas que
afectaban a los delitos patrimoniales, que vieron suavizadas sus penas, despenalizó la
conducción sin permiso, que pasó a considerarse un ilícito administrativo y movido por el gran
cambio social producido en los últimos años, se regularon los delitos relacionados con el
tráfico de estupefacientes , distinguiendo entre drogas blandas y duras, y despenalizando la
tenencia para el consumo propio. Todo ello supuso la libertad para casi 5000 presos que
permanecían a la espera de juicio y otro millar más de condenados, pero a los que se les
redujo la pena.

- El resultado inmediato fue la extensión de una psicosis de inseguridad promovida por los
sectores más conservadores, encabezados por Alianza Popular y los medios de comunicación
afines. Pero la feroz oposición al Gobierno llevó al PSOE a retroceder y antes de finalizar 1984
se aprobaba la tercera modificación de los mismos artículos de la LECr en menos de cinco años.
La “contrarreforma” supuso la vuelta hacia postulados más duros en la prescripción de la
prisión provisional, que podía alargarse mediante prórrogas en caso de que la administración
no tuviera tiempo suficiente de juzgar al reo para que éste no escapase a la acción de la
justicia, lo que estaba condenado a suceder en gran número de ocasiones dada la escasez de
medios y el colapso estructural que padecía.

- Durante el primer gobierno del PSOE también se reformó el RP de 1981. Pese a su reciente
fecha de aprobación, en su elaboración se había conservado el esqueleto del RP de 1956, por
lo que presentaba apreciables contradicciones con los contenidos y orientaciones de la Ley
Orgánica que pretendía desarrollar. La reforma afectó a 48 artículos y consistió en dar mayor
prioridad al tratamiento, por encima de las acciones regimentales, reelaborar la normativa
disciplinaria, revisar la existencia de diferentes modalidades dentro del régimen cerrado y
otorgar al Juez de Vigilancia Penitenciaria un lugar más destacado en la defensa de las
garantías de los internos.
2.2 – Balance de los primeros diez años de la LOGP

- Pese a estos logros, el continuo incremento de la población reclusa empequeñecía cualquier


mejora. La masificación, la estructura obsoleta de los centros, la lentitud del funcionamiento
de la Justicia, la prolongación excesiva de la prisión preventiva, el mal funcionamiento de los
Equipos de Observación y Tratamiento y el colapso de la Central Penitenciaria de Observación
provocaban una deficiente clasificación de los reclusos, paso previo obligatorio para la
aplicación del tratamiento más adecuado. Tampoco se cumplieron los objetivos de educación,
deporte…

- La mujeres presas – apenas un millar frente a los más de 24000 hombres – sufrían un
encarcelamiento todavía más penoso debido a esta infrarrepresentación. De 86 cárceles
operativas en ese momento, solo 3 lo eran de mujeres en exclusividad (Madrid, Barcelona y
Valencia); en el resto había algunos departamentos para ellas, completamente insuficientes en
todos los aspectos.

2.3- El efecto del consumo de drogas y la definitiva renovación del mapa penitenciario

- A riesgo de resultar reiterativos, es necesario insistir en que gran parte de los problemas que
presentaba el sistema penitenciario se debían al continuo incremento de la población reclusa,
observable desde mucho antes de la entrada en vigor del Nuevo Código Penal de 1995.

- Las razones de este incremento se debieron a un aumento de la delincuencia producido a lo


largo de la década de los ochenta (que, pese a todo, aún era más baja que la media europea),
pero especialmente a una acusada tendencia al encarcelamiento, la cual tuvo a los
consumidores de drogas duras – particularmente heroína intravenosa- con pocos recursos,
entre sus principales destinatarios. La tendencia criminalizadora en lugar de su tratamiento
sanitario llenó las cárceles de este tipo de drogo-delincuentes que sin las medidas higiénicas y
sanitarias adecuadas se infectó masivamente de VIH/SIDA por vía parenteral. La aprobación
del Plan Nacional sobre Drogas de 1985 o al reforma del CP en materia de tráfico de drogas de
1988, pese a que intentaron cambiar la concepción social y jurídica de los usuarios de drogas,
acabaron por ahondar en la estigmatización y criminalización de los consumidores que para
financiarse su dosis también ejercían como pequeños traficantes. Una tendencia persecutoria
que se reforzó con la conocida como “Ley Corcuera”, que establecía sanciones económicas
para la tenencia y el consumo público. Por último, aunque menos evidente, tampoco se debe
obviar la “desinstitucionalización”, que conllevó el paulatino cierre de antiguos manicomios
desde mediados de los años 80 sin una alternativa real para atender a quienes los ocupaban.
La inauguración de nuevas cárceles no pudo hacer frente al incremento constante de
población reclusa.

- Para acabar con el problema estructural de las prisiones, en 1991 se aprobó el “Plan de
Amortización y Creación de Centros Penitenciarios” que debería ejecutar la Sociedad Estatal de
Infraestructuras y Equipamientos Penitenciarios (SIEP), creada en 1992 por orden ministerial.
De esta manera se empezaron a edificar los conocidos como “centros-tipo” o popularmente
“macrocárceles”, con capacidad para más de un millar de presos, pero que gracias a su diseño
permitían la compartimentación y en el funcionamiento independiente de cada módulo del
resto, como si de una “minicárcel” se tratase. Así se podían dedicar módulos a mujeres o
régimen cerrado en todas las nuevas prisiones, una necesidad generada por la nueva política
hacia presos terroristas, dejando atrás la época en que las prisiones se especializaban por
entero a un tipo de reclusos.

2.4- La dispersión penitenciaria como política antiterrorista y la creación de los FIES

- La concentración de presos de organizaciones terroristas en unas pocas prisiones se mantuvo


durante casi toda la década de los ochenta bajo los gobiernos del PSOE. En su base se
encontraban tanto experiencias similares en otros países europeos, como la escasez de
centros para custodiar en condiciones especiales a esta población reclusa que rondaba el
medio millar. Sin alterar este esquema, el principal movimiento se produjo en octubre de
1983, cuando 150 presos de ETA fueron trasladados a Herrera de la Mancha en un clima de
enorme tensión, que provocó que se llegase a autorizar a los Cuerpos de Seguridad del Estado
a prestar las tareas de vigilancia interior.

- Después de algunas tentativas a partir de 1987 esta situación dio un giro radical en la
primavera de 1989, tras el fracaso de las “conversaciones de Argel” entre el Gobierno y ETA.
En mayo, el Ministro de Justicia, Enrique Múgica, anunció oficialmente el inicio de una política
de dispersión selectiva que todavía hoy sigue vigente. Los presos de ETA más beligerantes irían
a cárceles más alejadas, en sl sur de España e incluso el archipiélago canario, mientras que los
dispuestos a abandonar la disciplina de la organización, rechazar la violencia y emprender un
itinerario individualizado de reinserción, se les acercaría progresivamente al País Vasco, donde
se revisaría su clasificación para que pudieran progresar de grado y disfrutar de beneficios
penitenciarios, en la que actualmente se conoce como “vía Nanclares” o “vía Zavalla. Los
presos de los GRAPO, aunque a escala menor, siguieron el mismo camino.

- La profusión de incidentes de todo tipo movió a la administración a profundizar en los


métodos de aislamiento que ya se venían empleando bajo la cobertura del artículo 10 de la
LOGP, tanto contra terroristas presos, especialmente a raíz del inicio de la política de
dispersión, como contra delincuentes comunes. A mediados de 1989 una orden de difusión
interna establecía un sistema progresivo de tres fases dentro del régimen cerrado, del que se
regulaban todos los aspectos de la vida del preso (salidas al patio, cacheos, pertenencias,
comunicaciones…) bajo el común denominador de la restricción casi total de movimientos.
Meses después, otra circular la complementaba al establecer la cumplimentación de fichas de
seguimiento para los internos por delitos de terrorismo. Dos años más tarde, una nueva misiva
interna hacía referencia por primera vez a los Ficheros de Internos de Especial Seguimiento
(FIES). Teóricamente se trataba de una base de datos de carácter administrativo para el
seguimiento y control de determinados colectivos de reclusos: vinculados a bandas armadas y
organizaciones terroristas (FIES BA); internos de especial peligrosidad sometidos al régimen
especial (FIES RE) y presos relacionados con organizaciones dedicadas al narcotráfico (FIES NA).
Pero en la práctica se instauró un régimen encubierto – cuanto menos- alegal, caracterizado
por una drástica restricción de las condiciones de vida, que para los clasificados como FIES RE
suponía aislamiento en celda durante más de veinte horas al día, salidas en parejas o en
solitario a un minúsculo patio, cacheos con desnudo integral, posibilidad de disponer de
escasísimas pertenencias personales, recuentos diarios… Por todo ello, además, un terreno
abonado para la práctica de malos tratos.
- En 1995 se ampliaron las categorías de estos ficheros en dos nuevos tipos muy dispares entre
sí y cambió la denominación de todos ellos, que pasaron a ser: FIES-1 CD (Control Directo), que
sustituía al anterior FIES RE, para reclusos especialmente conflictivos o peligroso; FIES -2
(Narcotraficantes); FIES -3 (Bandas Armadas); FIES-4 (Fuerzas de Seguridad y funcionarios de
Instituciones Penitenciarias), para los que la inclusión en esta categoría implica un conjunto de
medidas para protegerlos del resto de reclusos; y FIES-5 (Características especiales), donde se
incluyen los reclusos incluidos en “control directo” que evolucionen de modo positivo, los
vinculados a la delincuencia común de carácter internacional, los responsables de delitos
contra la libertad sexual extraordinariamente violentos, y que hayan causado gran alarma
social y, en su día, los insumisos o al servicio militar.

2.5- La aprobación del nuevo Código Penal y el Reglamento Penitenciario

- La aprobación del llamado “Código Penal de la democracia” en 1995 y el Reglamento


Penitenciario de 1996 supusieron la culminación del largo proceso de reforma del sistema
penal-penitenciario y la apertura de una nueva etapa marcada por el incremento de la
punitividad bajo el signo del populismo.

- Entre las medidas despenalizadoras que le nuevo texto incluía hay que destacar la supresión
de la pena de prisión inferior a seis meses, por entender que le ingreso por un periodo tan
corto no permite la realización de ninguna de las “supuestas” tareas educadoras, y en cambio,
posee todos los inconvenientes de la cárcel, lo que enlazaba con la posibilidad de sustituir las
penas de hasta dos años de prisión por arrestos de fin de semana, multas o trabajos en
beneficio de la comunidad. Pero si por algo destaca el nuevo CP fue por su dureza respecto a la
situación anterior. Se incrementaron las penas de algunos de los delitos más frecuentes (robo,
robo con fuerza, tráfico de drogas duras, lesiones) y se suprimió la redención de penas por el
trabajo, gracias al acial la mayoría de presos reducían una buen ritmo sus condenas.

- Junto al nuevo CP también entró en vigor un nuevo RP. En su Exposición de motivos se señala
que le nuevo texto responde a los importantes cambios que habían sufrido las prisiones y su
población desde la aprobación del anterior, en base a los cuales se dotaba al sistema de
nuevos recursos para alcanzar los siguientes objetivos:

1) Profundizar el principio de individualización científica en la ejecución del


tratamiento, ampliando los programas a los presos preventivos

2) Potenciar y diversificar la oferta de actividades de tratamiento

3) Facilitar el acceso a las prisiones de entidades públicas y privadas que trabajasen


en asistencia a los reclusos y aumentar para estos los permisos de salida y el
régimen abierto

4) Redefinir el régimen cerrado

- Aunque no lo explicitase, el nuevo Reglamento también respondía a las necesidades de


funcionamiento de las nuevas prisiones-tipo o polivalentes, cuyas primeras plasmaciones se
inauguraron en esos años: Madrid V, Topas (Salamanca) y Huelva en 1996 entre otras.
Finalmente, y no son elementos menores, endurecía los requisitos para que los presos
enfermos terminales pudieran obtener la libertad condicional, sancionando una práctica que
ya tenía lugar por parte de algunos JVP, y daba cobertura legal a los FIES, a través de su
disposición transitoria cuarta, y una nueva instrucción que sancionó las líneas maestras ya
vistas. Muchos años después y tras una larga batalla judicial liderada por la asociación de
Madres Unidas contra la Droga, el Tribunal Supremo declaró nulo de pleno derecho una parte
fundamental del régimen FIES, pero una modificación posterior del RP volvió a legalizarlo.

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