Está en la página 1de 10

1. Los fundamentos filosóficos del Estado.

En torno a la cues ón del origen y la naturaleza del estado y su relación con el


individuo existen dos grandes grupos de teorías: las teorías organicistas - también llamadas
“naturalistas”- y las teorías contractualistas.

Teorías organicistas o naturalistas : Para este grupo de teorías el Estado sería algo
natural y previo al individuo. Desde este punto de vista, el individuo solo ene sen do dentro
del Estado y para el Estado, por lo que los derechos individuales estarían subordinados a los
colec vos. En general, las doctrinas organicistas reciben este nombre porque suelen comparar
el Estado con un organismo y defienden el origen natural del mismo. Esta idea se basaba
normalmente en los siguientes argumentos:

- El ser humano aislado no puede sobrevivir, pues es incapaz de sa sfacer por sí solo sus
necesidades vitales.
- El ser humano es por naturaleza social.
- La finalidad del Estado no es solamente la supervivencia sino también el vivir bien (en sen do
moral) de los individuos.

Las teorías de Platón y de Aristóteles son los primeros ejemplos de este po de teorías, pues
la vida de los griegos era comunal, se vivía en el seno de la ciudad-estado. Para un griego era
inconcebible vivir fuera de la comunidad polí ca. De esta experiencia surge la doctrina según
la cual el ser humano es social por naturaleza y la sociedad es una ins tución natural, pues es
el único marco posible para la vida propiamente humana.

Teorías contractualistas o convencionalistas: según los contractualistas el individuo es


anterior al Estado, que surgiría como consecuencia de un acuerdo o convención (un contrato)
entre los individuos. Desde esta perspec va, el Estado solo ene sen do a par r de los
intereses de los individuos, por lo que los derechos colec vos no pueden tener prioridad sobre
los individuales. Dentro de este grupo de teorías se encuentran las de los contractualistas
clásicos: Hobbes, Locke y Rousseau. El convencionalismo de los sofistas sería precursor del
contractualismo clásico.

2. El convencionalismo de los Sofistas.

A pesar de sus diferencias, los sofistas coincidían en su ac tud crí ca ante la sociedad
y la tradición, su interés por estudiar el lenguaje y su ideología democrá ca. Todos ellos
coincidían también en separar con claridad dos ámbitos: el de lo natural (physis), y el de lo
creado por el ser humano (nomos). Así, rechazan el supuesto origen divino de las leyes
humanas y subrayan su carácter convencional y, por lo tanto, arbitrario. Mientras que las leyes
de la naturaleza son universales, necesarias e inmutables, las leyes humanas, que determinan
lo bueno y lo malo, lo injusto y lo injusto a nivel é co y polí co, son par culares, con ngentes
y variables. En general, los sofistas consideraban que el Estado se halla básicamente ligado al
poder.

(Los sofistas rechazaban el origen divino de las leyes humanas. Las leyes de la naturaleza son
necesarias e inmutables y las leyes humanas son par culares, variables y arbitrarias)
La condición de extranjeros de los sofistas y su conocimiento de la diversidad de costumbres y
creencias entre los pueblos contribuía a su apreciación de la rela vidad de las leyes humanas,
caracterís ca esta que comprome a su legi midad: si las leyes son convencionales y
arbitrarias, ¿qué es lo que nos obliga a cumplirlas? desde ese presupuesto común, las
respuestas fueron diversas.

Protágoras se inclina a favor del respeto de las leyes humanas, el nomos, ya que
piensa que el hombre progresa en la medida en que se aleja del estado de la naturaleza.
Efec vamente, las leyes humanas son convencionales y no naturales; igual que se establecen
unas podrían haberse establecido otras, es por eso que difieren entre unos pueblos y otros y
que están sujetas a cambios a lo largo del empo. Sin embargo, tal convencionalidad no
cons tuye en principio un argumento en su contra: las leyes se presentan como el resultado
de un acuerdo y enen más o menos valor en función de la u lidad de las mismas para regular
los asuntos públicos. Protágoras se inclina a favor de un desarrollo legal basado en el diálogo y,
de acuerdo con el modelo democrá co, está a favor de un acuerdo alcanzado por mayoría.

Trasímaco declara que el Estado se basa en el interés del más fuerte, no en la jus cia,
pues la ley es el instrumento del poderoso para dominar al débil, la imposición ránica,
oligárquica o democrá ca en un mundo donde los dioses están ausentes1.
An fonte aboga por el cumplimiento de la ley cuando las circunstancias así lo exijan,
por ejemplo, en público, pero considera que en privado sólo es ú l atender a los preceptos de
la naturaleza. Afirma que por naturaleza todos los seres humanos son iguales y que las
diferencias son establecidas por la ley, que es imposición y a menudo se opone a lo natural.
Hipias de Elis argumenta contra las diferencias que se establecen entre individuos de
dos comunidades dis ntas o entre las escalas sociales de una misma comunidad, dado el
carácter ar ficial de dichas escalas sociales.
Calicles2 considera que la ley favorece a la mayoría, los débiles, pues es la imposición
de aquéllos, sobre los fuertes, a los que desean contener por miedo y por envidia. Pero la ley
de la naturaleza es que el fuerte domine sobre el débil.

3. Platón: La Jus cia es el fin del Estado


La teoría polí ca de Platón (V- IV a. C) guarda una relación esencial con su é ca:
existen valores morales absolutos y las leyes del Estado han de someterse al código eterno de
la jus cia.
La teoría polí ca de Platón (V- IV a. C) guarda una relación esencial con su é ca:
existen valores morales absolutos y las leyes del Estado han de someterse al código eterno de
la jus cia. Y se inscribe en un movimiento extenso de crí ca a la democracia al que se
adscriben Isócrates, Jenofonte y Aristófanes, entre otros.
Platón considera que la polí ca es una ciencia y que su finalidad es hacer de los
ciudadanos hombres justos. Por lo tanto, es una forma de conocimiento, el conocimiento del
bien y del mal. De ahí que ataque a los polí cos por su ignorancia y que afirme que, o bien los
gobernantes han de ser filósofos, o que han de ser los filósofos quienes gobiernen: sólo desde
el conocimiento es posible lograr que la jus cia –virtud polí ca por excelencia- reine en la polis

1 Ver “República” de Platón, libro I.

2 Aparece en el diálogo de Platón “Gorgias”. Tal vez sea un personaje inventado por Platón, aunque es posible que
fuera trasunto de Alcibíades, el estratego, destacado político y demagogo.
y, por lo tanto, se den las condiciones para que los individuos sean justos también.
Para lograr la jus cia Platón diseña la polis ideal, una utopía polí ca que parte de las
diferencias naturales entre los seres humanos. Esta utopía se basa en dos principios: el
principio de correspondencia estructural entre el alma y el estado y el principio de
especialización funcional de cada estamento –como también de las partes del alma-.
La polis nace como consecuencia de que los individuos aislados no pueden sa sfacer
sus necesidades vitales, dice Platón. Al unirse los individuos en comunidad se produce la
división del trabajo pues, por naturaleza, cada uno ene capacidades dis ntas de las de los
demás. Y atendiendo a estas capacidades, Platón considera que la sociedad ha de estar
dividida en tres estamentos jerarquizados: los gobernantes (filósofos), los guardianes de la
ciudad (guerreros) y los productores (artesanos y agricultores).Tenemos aquí el principio de
correspondencia estructural pues, recordemos, que el alma era también tripar ta. Y así lo
afirma el propio Platón en República: “En el alma de cada uno hay las mismas clases que en la
ciudad, y en el mismo número”.
Pero, además, a cada estamento le corresponde una función, respec vamente: el
gobierno, la defensa y la producción. Tenemos aquí el principio de especialización funcional
paralelo al que vimos a propósito de las partes del alma. Y a cada parte del alma y al
estamento que le corresponde, Platón les asigna la misma virtud: a los gobernantes-filósofos,
como al alma racional, les corresponde la virtud de la prudencia-sabiduría; a los guardianes,
como al alma irascible, les corresponde la fortaleza-valor; y a los artesanos-agricultores, como
al alma concupiscible, les corresponde la templanza. La jus cia en la ciudad, como en el
individuo, es la armonía entre los tres estamentos, armonía que se basa en que cada parte
cumpla con la función que le corresponde, como ocurre en los individuos.
La ciudad ideal de Platón está gobernada por la aristocracia de la virtud y el saber, por
lo que los gobernantes no se dejarán llevar por sus deseos y ambiciones personales sino que su
guía será el orden inmutable de las Ideas.
Para que esta ciudad ideal sea posible Platón considera necesario cuidar de los
siguientes aspectos:
- Educación: el Estado ha de ser quien se encargue de la educación de los
ciudadanos. Eugenesia: los mejores han de tener hijos entre sí.
- Abolición de la familia y de la propiedad privada en los dos estamentos superiores.
- Igualdad de mujeres y varones, pues Platón considera que los dones naturales
están diseminados indis ntamente entre los dos sexos y que las mujeres sólo
enen menor fuerza sica que los varones.
En cuanto a las formas polí cas, Platón piensa que el devenir histórico produce degradación y
no progreso como afirmaba Protágoras. Y así, a la Aristocracia (que Platón considera la más
perfecta forma de gobierno) sucede la Timocracia (dominio del ansia de honores y ambición) y
a ésta la Oligarquía (gobierno de una minoría, los ricos). La Democracia se produce cuando el
pueblo elimina a los ricos y se hace con el poder. Pero el pueblo, no educado, comete
desmanes que conducen a la Tiranía, el peor de todos los gobiernos, pues “de la extrema
libertad surge la esclavitud”, afirma Platón en República.
Esquema de las formas de gobierno:

Monarquía / aristocracia Gobiernan el/ los más sabios


Timocracia Gobierno de los guerreros
Oligarquía Gobierno de los más ricos
Democracia Gobierno popular
Tiranía Gobierno de quien logra imponerse por la fuerza

4. Aristóteles: el ser humano es el zoon poli kón


Para Aristóteles (s. IV a. C.), el individuo aislado no se basta a sí mismo, por lo que
debe ser referido a la totalidad. De este modo, el estado es anterior, por naturaleza, al
individuo, como el todo es anterior a cada una de las partes. La prioridad del Estado se basa en
el hecho de que sólo él puede bastarse a sí mismo, alcanza la autarquía. Pero se trata de una
autarquía é ca y humana, lo cual jus fica su existencia: sólo en el Estado el individuo puede
alcanzar el bien al que ende por naturaleza, su perfección, el bien y la jus cia. Y esto es así
por naturaleza, pues ésta “no hace nada en vano y el hombre es el único animal dotado de
palabra”. En efecto, el hecho de que el hombre esté por naturaleza dotado de palabra pone
de relieve que puede tener relaciones de u lidad y jus cia con sus semejantes y que, por lo
tanto, sólo puede acceder a la humanidad verdadera dentro del marco del estado. Es decir, la
capacidad de hablar revela que el ser humano es el animal polí co (o comunitario) por
excelencia y que la humanidad necesita del Estado para realizarse.
Aristóteles, a diferencia de Platón, considera que es necesario dis nguir entre la mejor
cons tución en absoluto y la mejor cons tución posible dadas las circunstancias, pues esta
úl ma es la que la polí ca real y concreta deberá llevar a la prác ca atendiendo a aspectos
como la geogra a y la historia. La polí ca es una ciencia empírica. Y desde esta consideración,
si bien Aristóteles recoge la clasificación de los sofistas según la cual la ranía, la oligarquía y la
democracia son las formas degeneradas de la monarquía, la aristocracia y el gobierno
cons tucional3, no otorga la primacía a ninguna forma de gobierno y defiende una polí ca
sustentada en las clases medias y dirigida por los mejores. Adaptarse a la naturaleza concreta
de los seres humanos y a otras circunstancias determinadas parecería ser en el ámbito polí co
como en el é co, lo mejor, la actuación prudente. Aristóteles no superó la polis como marco
de referencia de su reflexión polí ca y consideró absurdo el universalismo de Alejandro
Magno.

5. El contractualismo clasico: Hobbes, Locke, Rousseau

Las teorías contractualistas de los siglos XVII y XVIII (caracterís cas y principales
representantes) conectan con el Derecho Natural racionalista y con las teorías de los derechos
naturales. Son el resultado de la búsqueda de un nuevo principio de legi midad, dis nto de los
sistemas tradicionales. Desembocarán en el principio de legi midad democrá ca.
La construcción de este nuevo principio de legi midad se levanta sobre dos ficciones:
la de un contrato social, que estaría en el origen de la sociedad y del poder polí co, y la de la

3 La monarquía, la aristocracia y el gobierno cons tucional serían formas de gobierno justas, pues
buscarían el bien común y los mejores y más virtuosos llevarían el gobierno.
existencia de unos derechos naturales, previos a las relaciones sociales, polí cas y jurídicas y
ya vigentes en un supuesto estado de naturaleza.
Como señala el profesor Eusebio Fernández4, podemos interpretar literalmente el
pacto originario y los derechos del estado de naturaleza. O podemos considerar dichas teorías
como principios reguladores de la sociedad civil y polí ca.
En el primer caso se trataría de defender la exigencia de considerar la sociedad y el
poder polí co como si efec vamente se hubieran originado a través de un contrato, lo que
permi ría jus ficar las excelencias de una vida social de hombres libres e iguales y
fundamentar el poder en el consen miento de los gobernados, haciendo así posible la
par cipación en la elaboración de las leyes de los que van a ser sus des natarios y la
permanencia y vigencia del principio de la soberanía popular.
En el segundo caso se trataría de conver r los derechos naturales en derechos
morales, es decir, en exigencias morales referentes a la seguridad, a la autonomía, a la
libertad y a la igualdad humanas, cuyo reconocimiento, respeto y garan a posibilitan una
convivencia social justa y limita y legi ma al poder polí co. Esta segunda interpretación cuenta
con precedentes en J. LOCKE, J. J. ROUSSEAU y E. KANT. Y permite comprender cómo esas dos
ficciones referidas anteriormente conquistarán el pensamiento moral, jurídico y polí co de los
siglos XVII y XVIII y han llegado hasta nuestros días.
Hobbes LOCKE ROUSSEAU
Estado de naturaleza Los hombres son Los seres humanos Los seres humanos
libres (derecho poseen ciertos viven asilados unos
natural). derechos naturales: de otros y son
derecho a la propia autosuficientes.
Actúan movidos por vida, a la libertad y a
dos principios: la propiedad. Son libres e iguales
autoconservación y (sólo existen las
sa sfacción de Son racionales, desigualdades
ape tos naturales. libres e iguales. sicas).
Viven en La propiedad genera Actúan movidos por
permanente estado conflictos dos principios:
de guerra. ocasionales. autoconservación y
compasión por sus
semejantes.
Pacto o contrato Acuerdo por el que Acuerdo por el que Acuerdo por el que
social cada contratante se elige un poder los contratantes se
renuncia a sus que medie en los someten a la
derechos naturales a conflictos y defienda voluntad general.
favor de un poder los derechos
único naturales.
Estado civil Se organiza bajo la Se organiza bajo la Se organiza bajo la
forma de ESTADO forma de ESTADO forma de un ESTADO
ABSOLUTISTA LIBERAL DEMOCRÁTICO

4 Eusebio Fernández, Anuario de Derechos Humanos, h ps://core.ac.uk/download/pdf/29401229.pdf


6. El realismo polí co: Nicolás Maquiavelo

Maquiavelo (en italiano: Niccolò di Bernardo dei Machiavelli, Florencia 1469-1527) fue
un pensador ac vo en la vida polí ca de su país, la convulsa Florencia del s. XV. Se le
considera el fundador de la ciencia polí ca; contribuyó a definir el concepto moderno de
Estado. Fue un gran conocedor del pasado histórico de la polí ca y some ó a un minucioso
análisis la realidad de la ac vidad polí ca de su momento. Su propósito fue analizar
cien ficamente los fenómenos polí cos, lo cual se muestra en su realismo y en la búsqueda de
regularidades. Sus obras más importantes son “El príncipe” y “Discursos sobre la primera
década de Tito Livio”.

El realismo de Maquiavelo parte de que hay que tratar los fenómenos polí cos tal y
como son, sin aplicar consideraciones morales. Por lo tanto, Maquiavelo se centrará en la
forma en la que se puede instaurar un Estado y en cómo dotarle de estabilidad y permanencia,
es decir, en cómo se ob ene y se conserva el poder. En cuanto a las regularidades que busca
toda ciencia, Maquiavelo se interesará por aquellas que gobiernan el comportamiento de los
individuos y de los Estados, pues sólo conociéndolas se puede predecir, dominar y manipular el
ámbito de la realidad polí ca.

Maquiavelo parte de una visión nega va de la naturaleza humana en la que prima la


compe ción y la pugna por el poder y según la cual el ser humano es capaz de cualquier acción
con tal de conseguir sus obje vos, aunque ello conlleve infligir daño o destruir al otro. Siendo
que la polí ca va unida inevitablemente al conflicto, su recto ejercicio requiere de la astucia
por parte del príncipe y el empleo del ins nto además de la racionalidad.

El realismo polí co de Maquiavelo postula el principio de que los estados se conducen


por el principio de interés nacional, por la razón de Estado. Así, el análisis de la dinámica
polí ca que hace Maquiavelo está basado en dicho principio y en la experiencia de la prác ca
polí ca que recoge la historia. Por este mo vo en los “Discursos sobre la primera década de
Tito Livio” cri ca los métodos de gobierno y las ins tuciones de la Italia de su época
comparándolos con los de la República romana. Maquiavelo cri ca que los gobernantes de su
época no tomen en cuenta los ejemplos del pasado para aprender y evitar cometer errores. Y
en especial culpa a la Iglesia de que la Italia de su época sea un país débil y dividido5 .

Maquiavelo no juzga las prác cas de los gobernantes desde principios de carácter
moral o religioso. El estado es el poder polí co y las relaciones de poder son decisivas en la
defensa de sus intereses. Ocasionalmente, pueden provocarse tensiones entre la moral y la
polí ca; en estos casos, se da prioridad al éxito polí co de la decisión tomada. Así pues, si un
gobernante pretende hacer primar el interés y la defensa del estado, pueden darse
circunstancias en las que pudiera plantearse la conveniencia o inconveniencia de unas normas
jurídicas, morales y económicas que en condiciones normales resultan de u lidad. En estos
casos, Maquiavelo ende a jus ficar la búsqueda del éxito polí co y el empleo de los métodos
más realistas y eficaces para el logro y el mantenimiento del poder, aun mediante el empleo
de prác cas que pudieran ser consideradas como contrarias a la é ca, como son el engaño o la
simulación. La virtù polí ca consis rá en saber aprovechar los momentos favorables que
brinda la fortuna y en saber resis r los malos con energía y dinamismo, previsión, audacia,
astucia, ins nto y razón. La fortuna favorece al príncipe virtuoso, piensa Maquiavelo.

5
7. Kant: La paz perpetua (1795)

“En endo aquí por antagonismo la insociable sociabilidad de los hombres, esto es, el
que su inclinación a vivir en sociedad sea inseparable de una hos lidad que amenaza
constantemente con disolver esa sociedad. (...) El hombre ene una tendencia a socializarse,
porque en tal estado siente más su condición de hombre (...) Pero también ene una fuerte
inclinación a individualizarse(aislarse), porque encuentra simultáneamente en sí mismo la
insociable cualidad de doblegar todo a su mero capricho (...) Pues bien, esta resistencia es
aquello que despierta todas las fuerzas del hombre y le hace vencer su inclinación a la pereza,
impulsándole por medio de la ambición, el afán de dominio o la codicia, a procurarse una
posición entre sus congéneres, a los que no puede soportar, pero de los que tampoco es capaz
de prescindir “

Sin esta tendencia el ser humano sería pacífico, pero no desarrollaría su capacidad
moral y polí ca. El fin hacia el cual son impulsados los s. humanos por la insociable sociabilidad
es el contrato fundacional del orden social o estado de derecho.

Kant considera que el estado de derecho no es el “remedio” a la naturaleza conflic va


del ser humano, sino su salida más deseable por ser la más racional. Y es sólo el primer paso en
el largo y penoso camino hacia la completa realización polí ca y moral de la especie humana,
igual que la guerra es un mecanismo dispuesto por la naturaleza para impulsar a las naciones
a encontrar las herramientas racionales que sus tuyan a las armas. Igual que en el caso de los
individuos en el seno de una sociedad, en el nivel de los Estados, la guerra es el estado natural
en que se encuentran. Pero, además, la instauración del estado de derecho exige el fin del
estado anómico y de barbarie natural entre los Estados. Así afirma en “Idea….”:

“El problema del establecimiento de una cons tución civil perfecta depende a su vez
del problema de una reglamentación de las relaciones interestatales (...) La Naturaleza ha
u lizado (...) nuevamente la incompa bilidad de los hombres, cifrada ahora en la
incompa bilidad de las grandes sociedades y cuerpos polí cos (...) como un medio para
descubrir en su inevitable antagonismo un estado de paz y seguridad”.

Desde esta idea Kant se plantea cómo conseguir la paz entre los estados. La paz
perpetua es el ideal que anima el intento kan ano de conseguir un orden mundial, un orden
cosmopolita, que no es el orden pasajero del derecho internacional. Se trata de conseguir un
orden jurídico global que asegure la paz.

El orden cosmopolita que concibe Kant consiste en una federación de Estados libres,
independientes. Esta federación pondría fin al “estado de naturaleza” en el que se encuentran
los Estados. Pero los Estados no estarían sujetos a un poder superior como lo están los
individuos dentro del Estado. La soberanía de cada Estado debe ser salvaguardada. Los Estados
man enen su capacidad de atribuir competencias a esa federación protectora contra la guerra.
Así pues, el orden cosmopolita en el que piensa Kant no es una organización con órganos
comunes y autoridad coerci va. Se trata más bien de una vinculación moral de los gobiernos.
Pero ante la crudeza de la polí ca real ¿cómo se podría asegurar el mantenimiento de ese
orden?

Kant considera erróneo pensar que una instancia jurídica real puede cumplir el ideal
de una comunidad pacífica mundial: mientras no exista la mo vación moral del derecho, la paz
no se podrá conseguir. Pero Kant encuentra tendencias naturales posi vas a par r de las
cuales pueden crearse las condiciones para el progreso moral y polí co:

- La tendencia a la paz de las repúblicas: las poblaciones de los Estados cons tucionales
democrá cos, por interés propio, exigen a sus gobiernos polí cas pacifistas.

- El espíritu comercial de los pueblos: el provecho mutuo que resulta del comercio es mula las
relaciones pacíficas.

- El fortalecimiento de la esfera pública mediante el principio de publicidad: los principios


cons tucionales son criterios que permiten enjuiciar la polí ca.

Así pues, la paz perpetua sólo se consigue si, primero, se da un pacto entre Estados
republicanos que deciden abandonar el estado de libertad salvaje imperante para formar una
comunidad pacífica en la cual ninguno de los entes polí cos pierde su soberanía porque ellos
mismos, así reunidos, son la autoridad máxima que los regula y controla. La guerra o la
inseguridad constante es lo que obliga a los Estados a cons tuir una federación de Estados
libres. Pero ocurre que el estado de naturaleza entre las naciones también se refleja en la
conducta inhospitalaria hacia los extranjeros. Por ello incluye Kant, como una condición
imprescindible para conseguir la paz perpetua que exista también un un derecho
cosmopolita. Este derecho ha de establecer las condiciones de jus cia adecuadas para la
persona humana en tanto poseedora de dignidad y de autonomía. Es decir, ha de garan zar el
respeto a los derechos fundamentales pertenecientes a todo ser racional.

Pero Kant aún encuentra un obstáculo importante para el establecimiento defini vo


de la paz: la supuesta incompa bilidad entre moral y polí ca. Para dar respuesta a esta
enorme dificultad Kant empieza estableciendo la realidad obje va de la moral considerada
como “suma de leyes incondicionalmente obligatorias de acuerdo con las que debemos
actuar”.Una vez reconocida la autoridad de la moral, resulta una “incoherencia manifiesta” el
afirmar que es imposible actuar conforme a ella. Por este mo vo para kant la oposición entre
moral y polí ca es ar ficial.

Kant no pretende que en la prác ca polí ca sea fácil guiarse por el respeto a la ley,
pero rechaza la idea de que el conocimiento empírico deba ser el punto de par da para la
formulación de máximas. Así pues, el mayor impedimento para la paz no es la maldad
humana, ni un des no inevitable, sino la “mala fe” que consiste en dar de lado el juicio de la
razón prác ca y atenerse a una “sabiduría pragmá ca” que nos aleja cada vez más del deber
racional de obrar conforme a la jus cia.

La manera de resolver la supuesta incompa bilidad entre moral y polí ca consiste


“principio de publicidad”, según lo denomina Kant. Este principio, al ponerse en prác ca,
invalida la tesis según la cual la jus cia es lo que el poderoso impone, pues gran parte del éxito
de los poderosos se debe a la falta de publicidad de los propósitos que persiguen. Por el
contrario, toda máxima jurídica aspira a la publicidad, esto es, a ser reconocida por todos
como algo legí mo, pues sólo así puede garan zarse su cumplimiento. La idea rectora del
principio es: si no se pueden hacer públicos los propósitos de una acción entonces la máxima
que la jus fica es injusta y, por lo tanto, contraria al derecho.

Kant se an cipa a una de las ideas que hoy enen mayor vigencia cuando se trata el
tema de la democra zación de la polí ca y la creación de una “esfera pública”, una esfera de
discusión publica de las inicia vas de gobierno y de las demandas de los ciudadanos. El
principio de publicidad kan ano es el contrapeso necesario al poder polí co, pues intereses
contrarios a las demandas legí mas de los ciudadanos se verían descubiertos y rechazados.

Para Kant el establecimiento de una paz defini va, además de un deber, es una
esperanza bien fundada, pues es un ideal proyectado por la propia razón al cual nos podemos
acercar paso a paso de manera constante. El derecho cosmopolita es la globalización de la
jus cia.

8. Los fundamentos del liberalismo en el s. XIX: John Stuart Mill

En términos económicos, John Stuart Mill es considerado como el úl mo gran


economista clásico; sus predecesores fueron Adam Smith, Thomas Malthus y David Ricardo.

En el ámbito polí co J. S. Mill se encuadra en el liberalismo, corriente que promueve


las libertades civiles y que considera la libertad humana como un principio inalienable; su obra
On Liberty (Sobre la libertad) es una de las fundamentales del Liberalismo. En ella J. S. Mill
expone el principio que, a su juicio, debería gobernar las relaciones entre la sociedad y sus
miembros: el laissez faire (dejar hacer). Este principio consiste en la no intervención de la
autoridad, ya que las personas son soberanas en sus acciones. Como ejemplo J. S. Mill señala
que el Estado no puede impedir a una persona que pase por un puente en malas condiciones
en consideración de su propio bien. Sólo puede aconsejar, adver r o suplicar, pero en ningún
caso obligar a alguien a que haga algo o deje de hacerlo por su propio bien. Este ejemplo se
proyecta a la mayoría de los actos sociales, incluyendo los económicos. Pero a pesar de su
defensa del laissez faire, J. S. Mill fue introduciendo una serie de excepciones. Planteó que una
vez cumplidos sus deberes de policía la autoridad podía hacer mucho para ayudar a mejorar el
bienestar material de la gente. Una de las excepciones más famosas al laissez faire que J. S.
Mill menciona es el caso de reducción de horas de trabajo. La dicotomía entre las leyes que
plantea J. S. Mill jus fica estas excepciones; por una parte, las leyes económicas, de
producción, son inmutables y deben ser acatadas; en cambio las leyes sociales de la
distribución dependen de la voluntad de los hombres y son producto de valores y filoso as
sociales cambiantes.

Dentro del esquema de pensamiento liberal la doctrina económica del capitalismo


vincula la prosperidad social a la inicia va individual. La libertad permi ría que los individuos
más preparados tomasen inicia vas produc vas que redundarían en beneficio de la sociedad
en su conjunto. Pero John Stuart Mill se distancia de los defensores de la libertad económica
sin restricciones como Adam Smith o David Ricardo. Mientras que estos consideraban que el
sistema conduciría a un equilibrio entre los dis ntos agentes vinculados a la producción -la
idea de la “mano invisible” de A. Smith-, J. S. Mill abogaba por la intervención del estado en
protección de las clases más desfavorecidas para asegurar que los beneficios del desarrollo
industrial alcanzara también a las clases trabajadoras.
Stuart Mill era par dario de que el estado tuviera cierto control de la economía, pero
se oponía a un modelo estrictamente redistribu vo e igualitario, que pudiera resultar
uniformador y limitador de las libertades individuales.

También podría gustarte