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1.1.Marco histórico
Aristóteles nació en el año 384 en Estagira, al norte del mar Egeo, ciudad que había
sido fundada por los jonios de Andros y Calcis. Su padre, Nicómaco, procedente de Andros, era
médico y amigo de Amintas III, el rey de Macedonia, cuya corte estaba en Pella. La familia
materna de Aristóteles, originaria de Calcis, también estaba ligada a la profesión médica. La
influencia de la circunstancia familiar –la ascendencia griega y la dedicación a la medicina- se
trasluce en la inspiración y en los intereses científicos del estagirita.
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ARISTÓ TELES (384-322 a. C.)
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La guerra entre Atenas y Macedonia había comenzado en 357 a. C., dos años después de la ascensión al trono
de Filipo II, cuandco éste, ambicionando la expansión del reino de Macedonia hacia el sur, asedió Anfipolis y Pidna.
En el 352 a. C. Demóstenes, excepcional político y orador ateniense, ya describía a Filipo como el mayor enemigo
de Atenas, peor incluso que la amenaza persa.
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El Liceo fue la escuela que fundó Aristóteles cuando regresó a Atenas en el año 335 a. C. Se ubicó en un
santurario que poseía un gimnasio público en sus jardines y un paseo porticado, el peripatos, donde Aristóteles
daba sus clases, de ahí que los aristotélicos fueran también conocidos como los “peripatéticos”.
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En 338 a. C. tuvo lugar la batalla de Queronea, en la que Filipo se proclamó vencedor 4. Como
resultado de este triunfo se constituyó la Liga panhelénica: las ciudades griegas se aliaron con
Macedonia en calidad de estados tributarios, pero conservando su independendcia. Filipo, gran
admirador de la cultura helena, no quiso destruir a los griegos sino tan sólo someterlos.
En 336 Filipo fue asesinado y Alejandro subió al trono. El año siguiente, en el 335 a. C., cuando
contaba 49 años de edad, Aristóteles regresó a Atenas para fundar el Liceo, un nuevo centro de
investigación y enseñanza. Alejandro, superando la obra de su padre, cruzó a Asia Menor (334)
y comenzó la conquista del Imperio persa, que estaba en manos de Darío III. Se proponía
fundar un imperio mundial. Pero en el 323 a. C., Alejandro Magno murió en circunstancias
poco claras y su obra quedó inconclusa5. El odio a los macedonios rebrotó en Atenas y
Aristóteles, al parecer amenazado con un proceso de impiedad por su Himno a Hermias, hubo
de abandonar la ciudad apresuradamente y refugiarse en Calcis (Eubea), donde moriría de
enfermedad en 322 a. C.
1.2.Marco sociocultural
Para los griegos de la época clásica el hombre vive esencialmente como tal y alcanza su
plenitud en la comunidad política a la que pertenece y gracias a ella. La polis griega era una
comunidad de reducidas dimensiones en territorio y en población. Para Aristóteles es “la forma
suprema de comunidad”. De hecho, hasta finales del s. IV los griegos no rebasaron ni en la
práctica ni en la teoría el marco reducido de la pequeña ciudad- estado.
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A la muerte de Alejandro su imperio no estaba consolidado. El poder pasó a su hermanastro deficiente, Filipo III
Arrideo y su hijo póstumo Alejandro IV. Pero en realidad el poder estaba en manos de sus generales, los diádocos
(sucesores) que se repartieron su imperio en reinos. Llegaron a ser los más destacados el Egipto de los Ptolomeos,
el Imperio Seléucida y la Macedonia de los antigónidas.
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poseer tierra -salvo excepciones-, pero gozaban de libertad y seguridad jurídicas en el ejercicio
de sus actividades y profesiones.
La mayoría de la población tenía que trabajar para vivir –el pequeño artesano o
agricultor trabajaba duramente, en el mejor de los casos, ayudado por algún esclavo-. Había
esclavos privados y públicos; estos últimos o bien desempeñaban puestos auxiliares en la
administración o eran alquilados a la industria privada -en Atenas, especialmente la minera-.
Por lo general, recibían buen trato –excepto en las minas-, pues eran un bien valioso.
Salvo en Esparta, la educación en las ciudades griegas era privada, aunque ya durante el
periodo helenístico, algunas ciudades-estado establecieron escuelas públicas. Solamente las
familias adineradas podían contratar un maestro. Los niños varones aprendían a leer, escribir y
citar la literatura, cantar y tocar un instrumento musical. También se entrenaban como
soldados. Estudiaban para convertirse en buenos ciudadanos. Las niñas también aprendían a
leer, escribir y hacer la aritmética elemental para dirigir el hogar. Casi nunca recibían ninguna
educación después de la niñez. En cambio en Atenas, algunos jóvenes de familias ricas
ampliaban su cultura estudiando ciencias, música, artes, oratoria e, incluso, filosofía, ya fuera
siguiendo las enseñanzas de algún maestro famoso o integrándose en centros como la
Academia platónica o el Liceo aristotélico, los centros culturales más importantes de la época.
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1.3.Marco filosófico
Durante el siglo IV existen centros filosóficos como las escuelas pitagóricas, la Academia
platónica y la escuela de Aristóteles, el Liceo, además de las escuelas socráticas: cínicos,
cirenaicos y megáricos. Pero con el reinado de Alejandro Magno y el de sus sucesores, al
quedar la ciudad-estado englobada en un conjunto más amplio, el individuo, como vimos,
pierde su antiguo marco de referencia, la polis, y se encuentra a la deriva. Se le hace necesario
contar con una guía que le oriente en su vida, inmersa ahora en una gran sociedad. De este
modo, el cosmopolitismo, con su ideal de ciudadanía universal, y el individualismo pasan a
primer plano y la filosofía toma una orientación predominantemente ética y práctica, se
centrará en la búsqueda de la felicidad. El escepticismo, el epicureísmo y el estoicismo serán las
escuelas principales del periodo helenístico.
El fundador del escepticismo fue Pirrón, nacido en Elis (el Peloponeso) hacia el 360 a. C.
Consideraba que la percepción sensorial no proporciona un conocimiento real de las cosas
mismas y no podemos ir más allá de las apariencias. Y éstas son tan vagas y contradictorias que
nunca alcanzamos seguridad. Nuestra actitud en el mundo debe ser suspender el juicio. Si en
realidad no podemos saber si algo es un mal o un bien, debemos permanecer serenos ante lo
que suceda. Y así encontraremos la felicidad, que consiste en la ataraxia (imperturbabilidad de
ánimo).
Epicuro, nacido en Samos hacia el 341 a. C., fundó su escuela –la escuela epicúrea o
epicureísmo- en un jardín que compró en Atenas. Dividía la filosofía en lógica, física y etica y
consideraba que las dos primeras estaban subordinadas a la última. La función de la física debía
ser liberar a los hombres del temor, pues impide alcanzar la felicidad. Y el atomismo es la
concepción más adecuada para ello, ya que reduce todo lo que existe a átomos y vacío.
También el alma es material y se disuelve con la muerte (no hay lugar, pues, para temer a la
muerte o a los castigos de ultratumba). La felicidad es concebida como placer que, para Epicuro
es, en realidad, ausencia de dolor. La ataraxia es el estado ideal, lo que busca el sabio.
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-todo lo que sucede, sucede necesariamente, no hay azar- y consideraban que la libertad
consiste en la posibilidad de aceptar que todo está regido por el destino, la razón universal.
También dividían la filosofía en física, lógica y moral. Esta última intenta guiar la conducta para
alcanzar la felicidad, que se encuentra en la aceptación del destino con ánimo sereno: apatheia.
2. La realidad
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Pero Aristóteles señala que el ser se dice de muchas maneras y, partiendo desde esta
reflexión, descubrirá un sistema categorial en el que se articulan lenguaje, pensamiento y
realidad. Así, considerará que la sustancia primera es el ser y los modos de ser son accidentes.
Son los géneros supremos del ser o categorías: la sustancia (primera) y sus accidentes:
cantidad (de un metro de largo), cualidad (blanco), relación (mayor), lugar (en el Liceo), tiempo
(ayer), posición (sentado), estado (vestido), acción (quema) y pasión (es quemado). Las
categorías o géneros supremos del ser permiten clasificar todo lo que existe y comprender los
diversos modos en que hablamos del ser.
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Aristóteles distingue entre la materia próxima, la que constituye a un individuo concreto –por ejemplo, la carne y
los huesos de Sócrates- y la materia primera, que es indeterminada pero que podemos distinguir sólo
intelectualmente ya que, como hemos dicho, no hay materia sin forma y, de este modo, toda materia real –por
ejemplo, una masa de bronce sin modelar- es sustancia, tiene forma.
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Como hemos visto, la forma es la esencia, lo que determina lo que algo es, y es también
la naturaleza de cada cosa. Y la naturaleza, según Aristóteles, es el principio inmanente y la
causa del movimiento y del reposo de toda cosa natural. Por su propia naturaleza los seres
naturales no son estáticos sino que están en devenir, en continuo proceso de realización.
Con los conceptos de ser y no-ser Parménides no pudo hacer inteligible el movimiento o
cambio. Con la distinción “ser en potencia” y “ser en acto” Aristóteles lo hará inteligible.
Aristóteles entiende por movimiento cualquier clase de cambio. Así, distingue entre
cambio sustancial y cambio accidental. Cambio sustancial son la generación y la corrupción. El
cambio accidental puede ser cuantitativo (aumento/disminución), cualitativo (alteración) y
locativo (traslación). Y todo cambio, según Aristóteles, se efectúa del ser en potencia al ser
en acto.
El ser en potencia es aquello que un ser no es pero que podría llegar a ser. Por ejemplo,
una semilla no es un árbol pero puede llegar a serlo. La semilla es, pues, árbol en potencia. Y
cuando se desarrolle del todo y llegue a ser efectivamente un árbol, la potencia se habrá
actualizado. En todo ser “lo que ya es ese ser es el acto 7.
Para explicar cualquier cambio es necesario utilizar tres principios: el sujeto que
cambia, la forma y la privación de la forma. El sujeto que cambia pasa de la privación a la
posesión de una forma. Por eso Aristóteles dice que el movimiento no es ni acto ni potencia,
sino una especie de “acto incompleto”: es la actualización de lo que está en potencia mientras
todavía no está en acto. Cuando la potencia está acutalizada cesa el movimiento. Pero, en
definitiva, todo cambia desde el ser en potencia al ser en acto.
Las cuatro causas que distingue Aristóteles son la causa material (la materia), la causa
formal (la forma, esencia o naturaleza), la causa eficiente (lo que da inicio al movimiento o
cambio) y la causa final (la finalidad de una cosa, aquello que tiende a realizar). Por ejemplo, en
una estatua de bronce, la causa material es el bronce del que está hecha la estatua, la causa
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La potencia (dynamis) puede ser activa o pasiva. La potencia activa es el poder o facultad de producir una acción
o un efecto; se encuentra en el agente. La potencia pasiva es la posibilidad de pasar de un estado a otro o de
recibir la accón de una potencia activa; se encuentra en el que recibe la acción, el paciente.
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Aristóteles considera que las cuatro causas son necesarias para dar una explicación
científica completa de la realidad. Pero tienen primacía la causa formal (la esencia) y la causa
final (el bien al que cada cosa tiende, su fin o telos), pues la esencia, como hemos visto, es lo
que determina lo que algo es. En el caso de los seres naturales, su esencia es su naturaleza y
ésta determina su movimiento hacia su plenitud, su fin, pues la concepción aristotélica de la
naturaleza es teleológica, es decir, Aristóteles considera que en la naturaleza todo tiende a un
fin que le es propio.
3. El conocimiento
Platón afirmaba que el conocimiento versa sobre lo universal y, por ello, consideraba
que el conocimiento sensible, al ser conocimiento de lo particular, era de segundo orden, no
era verdadero conocimiento.
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Dentro del conocimiento intelectual Aristóteles distingue: Tekhne: superior a la experiencia,
es conocimiento de lo universal pero no necesario y es el propio de las ciencias de la
producción; Phrónesis : es el conocimiento acerca de las acciones humanas, propio de las
ciencias prácticas; es también conocimiento de lo universal pero no necesario ; Episteme: es un
conocimiento acerca de lo universal y necesario, funciona demostrativamente, por lo que parte
de principios-; Nous: el nous o inteligencia es lo que nos permite conocer en una intuición
intelectual los principios, ya sean estos válidos para una sola ciencia (tesis) o generales
(axiomas) como el principio de no contradicción; Sophía: es la forma plena de saber; conocidos
los principios, se demuestra cómo se derivan a partir de ellos, de modo necesario, todas las
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ARISTÓ TELES (384-322 a. C.)
Aristóteles señala que los sentidos son facultades de conocimiento que requieren la
presencia de un objeto sensible, que es siempre una cosa individual, y que actualiza la
capacidad de sentir. El entendimiento es la facultad que piensa lo universal, las esencias. Para
que el entendimiento pase de la potencia al acto de pensar, ha de partir de la sensación y
acumulando experiencias gracias a la memoria, llega a la esencia universal común por un
proceso de inducción9. Para ello interviene la imaginación (phantasia), que es la facultad que
media entre la sensación y el pensamiento pues, en opinión de Aristóteles, el entendimiento
no puede actuar sin imágenes.
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La inducción es un proceso de generalización que parte de la observación o la enumeración de
una serie de casos particulares y establece un enunciado universal acerca de una clase de
objetos. Aristóteles pone el ejemplo de la observación de varios casos de animales sin hiel (la
mula, el caballo, el ser humano, etc.). Todos ellos viven muchos años. La generalización a la que
llega es que los animales sin hiel son longevos.
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4. El ser humano
Para Aristóteles el ser humano, como todo ser vivo, es una sustancia natural: la unión
del cuerpo, que es sustrato (hypokeimenon), materia (hyle), potencia, y el alma (psyché), que
es la esencia o forma, el acto y el fin. Esta unión de alma y cuerpo no es accidental, como
pensaba Platón, sino sustancial.
A ser el alma principio y causa de la vida, es lo que actualiza la vida en potencia de un cuerpo
que, sin alma, sería sólo materia. Por lo tanto, todos los seres vivos tienen alma y de ella
dependen todas las operaciones y facultades vitales. En tanto principio vital, los vegetales
tienen alma vegetativa, que es el principio de las funciones de nutrición, crecimiento y
reproducción. Los animales tienen alma sensitiva que, además de ser el principio de las
funciones vegetativas, es principio del conocimiento sensitivo, del apetito que sigue a dicho
conocimiento y de la facultad locomotriz. Y los seres humanos tienen alma intelectiva (racional)
que, además de ser el principio de las funciones vegetativas y sensitivas, es principio del
conocimiento racional y de la voluntad libre.
Como el alma es el principio vital, muere con el cuerpo. Sin embargo, Aristóteles aplica
la teoría de la potencia y el acto al alma intelectiva y dice que la intelección es el acto común de
la inteligencia y de lo inteligible. Lo que hace pasar la potencia de la inteligencia y lo inteligible
al acto común de intelección es un principio intelectual en acto (pues lo que está en potencia
no pasa a acto más que a través de la acción de algo que ya está en acto). Deja así lugar para
diversas interpretaciones10.
El alma, principio y causa del movimiento, como hemos dicho, es forma específica
(eidos), además de ser causa final. En tanto causa final, señala la perfección específica de lo
que algo es por naturaleza y su fin último. En los seres humanos ese fin último, el bien
supremo, es lo que llamamos felicidad pues, aunque hay muchos bienes distintos, la felicidad
es el único que se busca por sí mismo y nunca por otra cosa.
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Desde este afirmación de Aristóteles Teofrasto iniciará una tradición que se extiende a lo
largo de la Edad Media árabe y latina según la cual se distingue entre un intelecto agente (en
acto) y un intelecto paciente (o en potencia). La identidad del intelecto agente será objeto de
debate: podría tratarse del intelecto individual en lo que tiene de trascendente (interpretación
de Tomás de Aquino), podría tratarse de Dios (Alejandro de Afrodisia) o podría tratarse de la
unidad de la razón, igualmente extendida en todos los hombres (Averroes).
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El problema es determinar en qué consiste la felicidad, pues para unos es la gloria, para
otros la sabiduría, para otros el placer… Para Aristóteles, la felicidad es actividad, no consiste
en ser sino en hacer, pues el bien de cada ser es acto, la actualización de su potencialidad y,
como hemos visto, la felicidad es el bien supremo. Como vimos, el acto de cada ser es el más
conforme a su esencia, por lo que en el caso del hombre, ser racional, su acto, su bien, será la
vida contemplativa que, además de ser su propio fin, no necesita de cosas exteriores.
Sin embargo, Aristóteles admite que la vida contemplativa está por encima de la
condición humana y que el hombre, suponiendo que llegue a ella, vivirá “no en cuanto hombre,
sino en cuanto que exista algo de divino en él”. De este modo, aunque afirma que el hombre
feliz es aquel que, como un dios, “no necesita de nada ni de nadie”, se muestra sensible al
sentimiento popular de lo trágico de la vida y admite que la felicidad depende de condiciones
sobre las que el individuo no tiene poder: realizar la vida hasta su término, pues “la felicidad y
la dicha no son obra de un solo día ni de un breve espacio de tiempo”y poseer bienes
corporales –salud e integridad- y exteriores –riqueza, buena reputación, poder-, pues, en su
opinión “no se es completamente feliz si se tiene un aspecto lamentable, si se es de humilde
extracción o si se vive solo y sin hijos”. Pero nos anima al coraje, pues añade que el hombre
virtuoso es aquel que saca partido de las circunstancias para actuar siempre con la mayor
nobleza posible, semejante a un buen general que utiliza en la guerra las fuerzas de que
dispone del modo más eficaz. Es decir, nos invita a contentarnos en la vida utilizando aquello
que tenemos del mejor modo posible.
Aristóteles define la felicidad como “la actividad del alma dirigida por la virtud”. Y, si
bien rebate a quienes consideraban el placer como el bien soberano, no considera el placer
como algo contrario o ajeno a la vida virtuosa. En opinión de Aristóteles, el placer acompaña a
la felicidad legítimamente, pues las acciones virtuosas son agradables por sí mismas y el
hombre virtuoso encuentra placer al obrar con virtud.
Aristóteles define la virtud como una “disposición selectiva que consiste en un término
medio relativo a nosotros, determinado por la razón tal y como decidiría una persona
prudente”. La prudencia, una virtud dianoética11, se convierte en la virtud ética de la cual
depende toda acción virtuosa, pues de la prudencia depende el hallazgo del término medio en
cada caso concreto. La virtud es hábito, dice Aristóteles, se adquiere con la práctica, realizando
acciones virtuosas de modo constante. Pero, además, depende de la educación, la cual es, en
último término, tarea del Estado.
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El ser humano se caracteríza por sus funciones intelectuales, las cuales dependen del alma racional. Pero
comparte con los demás animales las funciones sensitivas. Éstas son el origen de sus apetitos. Desde esta
perspectiva, Aristóteles distingue entre virtudes éticas y dianoéticas. Éstas últimas son el arte, la prudencia, la
ciencia, la intelección y la sabiduría. Es decir, coinciden con los grados de conocimiento intelectual, pues la
disposición permanente hacia la actividad intelectual es, a decir de Aristóteles, una forma de virtud. Las virtudes
éticas (templanza, valentía, etc.) consisten en la moderación de los apetitos por la razón. El intelecto será lo que
imponga la actuació justa, la que realiza el justo término medio entre dos extremos viciosos, uno defecto y otro
por exceso: por ejemplo, el valor está entre la cobardía y la temeridad.
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ARISTÓ TELES (384-322 a. C.)
5. La sociedad
Para Aristóteles, ya que el individuo aislado no se basta a sí mismo, debe ser referido a
la totalidad. De este modo, el estado es anterior, por naturaleza, al individuo, como el todo es
anterior a cada una de las partes. La prioridad del Estado se basa en el hecho de que sólo él
puede bastarse a sí mismo. Pero se trata de una autarquía ética y humana, lo cual justifica su
existencia: sólo en el Estado el individuo puede alcanzar el bien al que tiende por naturaleza, su
perfección, el bien y la justicia. Y esto es así por naturaleza, pues ésta “no hace nada en vano y
el hombre es el único animal dotado de palabra”. En efecto, el hecho de que el hombre esté
por naturaleza dotado de palabra pone de relieve que puede tener relaciones de utilidad y
justicia con sus semejantes y que, por lo tanto, sólo puede acceder a la humanidad verdadera
dentro del marco del estado. Es decir, la capacidad de hablar revela que el ser humano es el
animal político (o comunitario) por excelencia y que la humanidad necesita del Estado para
realizarse.
6. Dios
Aristóteles divide el mundo físico en dos zonas, la zona sublunar –el plano físico
terrestre- y la zona supralunar –el plano físico celeste. Las sustancias de esta última zona, las
sustancias celestes, son las esferas y los astros, que son sustancias móviles, pero tienen un
único movimiento: el movimiento local circular. Están constituidas por materia inteligible: el
éter. Por la perfecta regularidad, circularidad y eternidad de su movimiento, Aristóteles las
considera “lo visible entre las cosas divinas”.
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La monarquía, la aristocracia y el gobierno constitucional serían formas de gobierno justas, pues buscarían el
bien común y los mejores y más virtuosos llevarían el gobierno.
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ARISTÓ TELES (384-322 a. C.)
Los móviles del mundo sublunar no poseen el movimiento en acto, por lo que es
necesaria una causa motriz en acto de sus movimientos y, así, con respecto a los móviles del
mundo sublunar, Aristóteles plantea el principio “Todo lo que se mueve es movido por algo”.
Pero el propio motor, en virtud de este principio, recibe su movimiento de otro motor. Y
Aristóteles considera que es necesario detenerse en la concatenación de las causas. Por esta
razón plantea la existencia de un Primer Motor Inmóvil.
El Dios de Aristóteles es hasta tal punto trascendente que el único predicado que se
puede atribuir correctamente a Dios es la Esencia. Es por esto que se ha dicho que Aristóteles
es el precursor de la teología negativa según la cual el hombre puede hablar de Dios
únicamente mediante negaciones.
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