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Escuchar al fin y al cabo no es tanto una cuestión de inteligencia como de confiar en las otras
personas. Significa aceptarlas tal como piensan y son y darse cuenta de que cada uno es un
mundo único que es preciso entrever para entenderse. Y muy importante: para escuchar con
propiedad hay que admitir el hecho de que los demás también piensan que tienen razón.
1.- DISTRAERSE. Es cuando alguien nos habla, pero lo ignoramos porque nuestra mente está
"en las nubes". Tal vez tenga algo importante para decirnos, pero estamos sumidos en
nuestros propios pensamientos.
2.- FINGIR QUE SE ESCUCHA. Muy común. Seguimos sin poner mucha atención a la otra
persona, pero al menos fingimos que lo hacemos, soltando comentarios en momentos
importantes, como "si". "ajá", "claro". La persona que habla por lo general entenderá y sentirá
que no es lo suficientemente importante para ser escuchada.
5- ESCUCHAR DE FORMA EGOCÉNTRICA. Sucede cuando vemos todo desde nuestro propio
punto de vista. En vez de ponemos en el lugar del otro, queremos que ellos se pongan en el
nuestro. Es de aquí de donde provienen frases corno «Se cómo te sientes». No sabemos
exactamente cómo se siente, sino cómo nos sentimos nosotros, y suponemos que ellos sienten
del mismo modo, como el vendedor de zapatos que piensa que nos deberían gustar los
zapatos porque le gustan a el. Escuchar de forma egocéntrica es con frecuencia un juego de
ganarle al otro, como si las conversaciones fueran una competencia: "Crees que te fue mal a ti
hoy?" Eso no es nada. Deberías oír lo que me sucedió a mí".
La virtud de escuchar.
Cuentan que un rey chino envió a su primogénito a estudiar donde el gran maestro Pan Ku
con el objeto de prepararlo para la sucesión del trono.
El sabio lo envió enseguida a escuchar los sonidos de un bosque solitario. El príncipe Tai
regresó del bosque al cabo de un año y describió la entonación de las lechuzas, la caída de las
hojas, el susurro del viento, el zumbido de las abejas, el rumor de los arroyos, y el gorgojeo de los
pájaros.
El maestro se declaró insatisfecho por la descripción y le dijo al muchacho que volviera por un
año más y pusiera mayor atención a los ruidos del bosque.
Transcurrieron muchos meses y el joven soberano se esmeraba en escuchar y escuchar, sin
progresar nada. Una mañana comenzó apercibir unos ruidos distintos y se alegró de saber que
por fin podría satisfacer a su mentor.
Al regresar, le dijo a Pan Ku:
-Maestro, al fin pude oír lo nuevo: el ruido de las flores cuando se abren, el sonido de la tierra
cuando se calienta bajo el sol y la entonación de la hierba al beber el rocío de la mañana.
Pan Ku hizo un gesto de descontento y repuso:
-Sólo cuando el futuro comandante haya aprendido a escuchar de cerca el corazón de las
personas, sus sentimientos no comunicados, sus penas inexpresadas y sus quejas silenciosas,
sólo entonces podrá inspirar confianza a su pueblo. El buen mando es aquel que rehúsa las
palabras superficiales y penetra hondamente en el alma de la gente para oír sus verdaderas
opiniones, sus sentimientos y deseos.