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El término 

Espíritu de Cuerpo es utilizado frecuentemente para señalar la identificación


que los miembros de un grupo sienten con el mismo. A través de ese sentimiento los
miembros son motivados a lograr objetivos comunes del grupo.

unidad
nombre femenino
1. 1.
Propiedad que tienen las cosas de no poder dividirse ni fragmentarse sin alterarse
o destruirse.
"se rompía así la unidad geográfica y política de la zona"

A finales del siglo que ya es pasado, un notable columnista de este diario


anunciaba con acento triunfal que se había roto el espíritu del cuerpo del Ejército.
Grave, gravísima equivocación conceptual. Quizá esto podría decirse de la
guerrilla narcotraficante, donde su accionar se solidifica en la complicidad de una
asociación para delinquir, que hoy evidencia serio resquebrajamiento. Jefes que
desertan y acusan a los que fueron sus camaradas. Un escolta que asesina a su
jefe y presenta su diestra cercenada como prueba para ganar recompensa.
"Ajusticiamientos" tenebrosos dentro de la propia fuerza combatiente.
Jamás el espíritu de cuerpo puede confundirse con complicidad. El columnista,
para sustentar el título de su escrito, presenta el caso de los 27 militares retirados
por supuestos delitos contra el Derecho de Gentes. Veintisiete casos de distinto
alcance, carácter, lugar y tiempo aún no comprobados, así en algunos de ellos
existieran serios indicios de culpabilidad, no pueden tomarse como ejemplo
condenable para una institución de 140 mil hombres, unidos en un mismo
propósito de defender una sociedad amenazada y un Estado blanco de la
barbarie. Si esa sociedad y ese Estado no se han derrumbado, es precisamente
porque el espíritu de cuerpo, entre otras virtudes de nuestro Ejército, ha tendido
en torno a ellos una coraza de entrega, sacrificio, unidad espiritual, propósito
noble y generoso de servicio.
El espíritu de cuerpo es amor por la institución íntimamente compartido por sus
miembros. Mística por servir a esa entidad histórica que resume en su alma
intangible un pretérito grande y glorioso. Dentro del Ejército, el espíritu de cuerpo
expresa los mismos sentimientos y valores en torno al Batallón, la Brigada, la
División, a los que sirve con lealtad, sacrificio, entrega generosa de todas las
facultades intelectuales, profesionales y afectivas.
No, don León Valencia. El espíritu de cuerpo en el Ejército no se ha roto, gracias a
Dios, al cuidado de valores transmitidos y cultivados de generación en
generación, que la bien larga sucesión de comandantes ha tenido el cuidado de
preservar. Si en algunos casos ha existido esa perversa interpretación de que el
espíritu de cuerpo obliga a callar, a ocultar, a proteger el delito, se deben
sancionar con toda la energía y la autoridad que proporcionan a los comandantes
el Código Penal y el Reglamento de Régimen Disciplinario para las Fuerzas
Militares.
Solidaridad sí hemos tenido, cimentada en el genuino espíritu de cuerpo, hacia
compañeros injustamente acusados de delitos inexistentes, o expulsados de las
filas donde militaron con honor, dignidad, disciplina y conducta intachables, pero
que en una situación compleja y confusa resultan incriminados, no pocas veces
por organismos oficiales precipitados, impulsivos o ignorantes de aspectos
castrenses que no se tienen en cuenta al prejuzgar y condenar sin averiguar
siquiera y muchas veces investigar dentro de la juridicidad del debido proceso.
En esta columna se defendieron, en su momento, generales, oficiales de distintos
rangos y comandantes con posición de garantes. Invariablemente sobre sólidas
bases probatorias de inocencia. Buena parte de los defendidos fueron
rehabilitados más tarde por la Fiscalía, Procuraduría, Justicia Ordinaria, para no
mencionar la Penal Militar, que el articulista considera cómplice dentro de su
peculiar concepción del Espíritu de Cuerpo del Ejército. En esos casos, el mal ya
estaba hecho, el honor del oficial mancillado, el profundo daño moral a él y a su
familia irreversible. Recordemos algunos pocos nombres: Farouk Yanine, Álvaro
Velandia, Rodrigo Quiñones, Héctor Martínez, Jaime Uscátegui... Jefes todos
distinguidos, prestigiosos, de dignas y brillantes carreras profesionales.
Un distinguido escritor público, con responsabilidad informativa hacia sus
lectores, debería profundizar un poco en sus juicios antes de consignarlos en
columnas leídas por miles de colombianos poco conocedores de los temas
castrenses y menos aún del alma militar de nuestro Ejército. 

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