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Evangelio

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Representación de los cuatro evangelistas con su correspondiente simbología:

Mateo (hombre-ángel),

Marcos (león alado),

Lucas (toro alado) y

Juan (águila).

La primera página del Evangelio de Marcos en armenio, de Sargis Pitsak, siglo XIV.

El Evangelio (del latín evangelĭum, y este del griego εὐαγγέλιον [euangelion], «buena noticia»,
propiamente de las palabras εύ, «bien», y -αγγέλιον, «mensaje») es la narración de la vida y palabras de
Jesús, es decir la buena nueva del cumplimiento de la promesa hecha por Dios a Abraham, Isaac y Jacob
de que redimiría a su descendencia del pecado1 por medio de la muerte de su Hijo unigénito
Jesucristo,2 quien moriría en expiación por el pecado de toda la Humanidad3 y resucitaría al tercer día4
para dar arrepentimiento y perdón de los pecados a todo aquel que crea en él.5 Los evangelistas
consideran que estos eventos fueron predichos por los profetas en el Antiguo Testamento.6 Entre otros,
David profetizó que Jesús resucitaría al tercer día sin ver corrupción;4 David murió y su cuerpo vio
corrupción7 y su tumba está en el monte Sion, pero Jesús resucitó al tercer día8 cumpliendo la profecía
de su resurrección y su tumba está vacía y es conocida como el Santo Sepulcro. Este es el evangelio que
predicaban los primeros discípulos de Jesús.9

En un sentido más general, el término evangelio puede referirse a los evangelios, que son escritos de los
primeros cristianos que recogen las primigenias predicaciones de los discípulos de Jesús de Nazaret.
Siendo el núcleo central de su mensaje la muerte y resurrección de Jesús. Son cuatro los evangelios
contenidos en el Nuevo Testamento de la Biblia cristiana, llamados evangelios canónicos, reconocidos
como parte de la Revelación por las diferentes confesiones cristianas. Son conocidos con el nombre de
sus autores[cita requerida]: Mateo, Marcos, Lucas y Juan.

La mayoría de los expertos consideran que estos cuatro evangelios fueron escritos entre los años 65 y
100 d. C., aunque otros expertos proponen fechas más tempranas.1011
Existen otros escritos, conocidos como evangelios apócrifos, no reconocidos como canónicos por las
iglesias cristianas actuales, de manera que estos evangelios apócrifos no son aceptados como fidedignos,
ni como textos inspirados por la divinidad. Pero sí fueron considerados «escritura» por algunas de las
facciones en que se dividió el cristianismo durante los primeros siglos de su historia, especialmente por
la corriente gnóstica, que fue la que aportó la mayor parte de estos textos, y por comunidades cristianas
que conservaron una ligazón más estrecha con la tradición judía de la que surgió el cristianismo. Este
último es el caso del evangelio de los hebreos y el evangelio secreto de Marcos, que diversos autores
(como Morton Smith) datan como contemporáneos de los evangelios canónicos y aun como fuente de
algunos de estos. Debido a este tipo de debates, hay autores que prefieren hablar de «evangelios
extracanónicos», en vez de «apócrifos», para evitar un término que implica a priori la falsedad de los
textos. El evangelio de Tomás es incluso datado por algunos expertos en el año 50 dC, hipótesis que lo
convertiría en el más antiguo conocido.121314

Índice

1 Origen del término

2 Evangelios canónicos

2.1 Origen de los evangelios canónicos

2.1.1 Teoría de las dos fuentes

2.1.2 Otras teorías

2.1.3 Evangelio según Juan

2.2 Autoría de los evangelios canónicos

2.3 Fechas de los evangelios canónicos

3 Armonización y concordismo

4 Evangelios apócrifos

4.1 Textos fragmentarios

4.2 Apócrifos de la Natividad

4.3 Apócrifos de la infancia

4.4 Apócrifos de la Pasión y Resurrección


4.5 Apócrifos gnósticos de Nag Hammadi

5 Véase también

6 Referencias

6.1 Bibliografía

7 Enlaces externos

Origen del término

La palabra «evangelio» es empleada por primera vez en los escritos de las primeras comunidades
cristianas por Pablo de Tarso, en la primera carta a los corintios,15 redactada probablemente en el año
57:

Γνωρίζω δὲ ὑμῖν, ἀδελφοί, τὸ εὐαγγέλιον ὃ εὐηγγελισάμην ὑμῖν, ὃ καὶ παρελάβετε, ἐν ᾧ καὶ ἑστήκατε,

Os recuerdo, hermanos, el evangelio que os anuncié, que recibisteis, y en el que habéis perseverado.

El Evangelio es el relato de vida y enseñanzas de Jesús. También habla del amor que Dios muestra a la
humanidad mandando a su único Hijo Jesucristo a redimir el mundo. Es así que muere por nuestros
pecados; es sepultado y al tercer día resucita de entre los muertos conforme él mismo lo había predicho.
Se aparece a sus doce apóstoles (además de otras personas), durante cuarenta días. Con su muerte se
restauran los lazos de amor quebrados desde la desobediencia de los primeros padres y se abren las
puertas del cielo (que hasta ese momento se encontraban cerradas) en beneficio de todos aquellos que
sigan su palabra, esto es "El amor a Dios por sobre todas las cosas y el amor al prójimo como a sí
mismo".

Con el mismo "sentido" aparece la palabra en el evangelio de Mateo16 y en el evangelio de Marcos.17


Posiblemente esta palabra sea la traducción al griego de una expresión aramea empleada en su
predicación por Jesús de Nazaret, pero no existen datos concluyentes. En total, la expresión «evangelio»
es usada en setenta y seis ocasiones en el Nuevo Testamento. Es significativo que sesenta de ellas tengan
lugar en las cartas de Pablo, y que no exista ninguna mención del término en el evangelio de Juan y en el
Evangelio de Lucas, aunque sí aparece en los Hechos de los Apóstoles, atribuidos a Lucas. El número de
menciones de cada término es el siguiente:18

Término Evangelio de Mateo Evangelio de Marcos Evangelio de Lucas Hechos de los


Apóstoles Evangelio de Juan

Evangelio (euangélion) 4 8 0 2 0

Evangelizar (euangelízō) 1 0 10 15 0
Se ha especulado sobre si las comunidades cristianas helenísticas adoptaron el término «evangelio» a
partir del culto al emperador. Existe en Priene una inscripción dedicada a Augusto, fechada en el año 9 a.
C., en que aparece esta palabra con un sentido muy similar al que después le darían los cristianos; tras
celebrar la aparición (epiphanein) de este emperador divinizado como salvador (soter) de la humanidad,
dicho texto termina así:

El natalicio del dios comenzó para el mundo las buenas noticias (euangelion) que vinieron por él.

La terminología empleada en Priene aparece también en otras inscripciones similares, lo que ha llevado
a considerar a algunos autores como altamente probable que el autor de Marcos conociera ese tipo de
lenguaje, dados los paralelismos encontrados al inicio de este evangelio.19 En cualquier caso, la palabra
había sido frecuentemente utilizada en la literatura anterior en lengua griega, incluyendo la primera
traducción de la Biblia a este idioma, conocida como Biblia de los Setenta.

Evangelios canónicos

Del elevado número de evangelios escritos en la Antigüedad, solo cuatro fueron aceptados por la Iglesia
y considerados canónicos. Establecer como canónicos estos cuatro evangelios fue una preocupación
central de Ireneo de Lyon, hacia el año 185. En su obra más importante, Adversus haereses, Ireneo
criticó con dureza tanto a las comunidades cristianas que hacían uso de un solo evangelio, el de Mateo,
como a los que aceptaban varios de los que hoy son considerados como evangelios apócrifos, como la
secta gnóstica de los valentinianos. Ireneo afirmó que los cuatro evangelios por él defendidos eran los
cuatro pilares de la Iglesia. «No es posible que puedan ser ni más ni menos de cuatro», declaró,
presentando como lógica la analogía con los cuatro puntos cardinales, o los cuatro vientos (1.11.18).
Para ilustrar su punto de vista, utilizó una imagen, tomada de Ezequiel 1, del trono de Dios flanqueado
por cuatro criaturas con rostros de diferentes animales (hombre, león, toro, águila), que están en el
origen de los símbolos de los cuatro evangelistas en la iconografía cristiana.

Tres de los evangelios canónicos, Marcos, Mateo y Lucas, presentan entre sí importantes similitudes. Por
la semejanza que guardan entre sí se denominan sinópticos desde que, en 1776, el estudioso J. J.
Griesbach los publicó por primera vez en una tabla de tres columnas, en las que podían abarcarse
globalmente de una sola mirada (synopsis, «vista conjunta»), para mejor destacar sus coincidencias.

Origen de los evangelios canónicos

La historia del desarrollo de los evangelios es confusa, existiendo varias teorías acerca de su
composición, como se expone a continuación. Los análisis de los estudiosos se han centrado en lo que se
llama el problema sinóptico, es decir, las relaciones literarias existentes entre los tres evangelios
sinópticos, Mateo, Lucas y Marcos.
La teoría que ha obtenido el mayor consenso es la «teoría de las dos fuentes».

Teoría de las dos fuentes

Las diferencias y semejanzas entre los evangelios sinópticos se han explicado de diferentes formas. Una
de las teorías no comprobadas, es la llamada «teoría de las dos fuentes». Según esta teoría, Marcos sería
el evangelio más antiguo de los tres, y que habría sido utilizado como fuente por Mateo y Lucas, lo que
puede explicar la gran cantidad de material común a los tres sinópticos, sin embargo, dado que los
evangelios fueron escritos en tiempo y lugares diferentes, no habría sustento en ello. Entre Lucas y
Mateo se han observado coincidencias que no aparecen en Marcos y que se han atribuido a una
hipotética fuente Q (del alemán Quelle, fuente) o protoevangelio Q, que consistiría básicamente en una
serie de logia («dichos», es decir, «enseñanzas» de Jesús), sin elementos narrativos. El descubrimiento
en Nag Hammadi del evangelio de Tomás, recopilación de dichos atribuidos a Jesús, contribuye a
consolidar la hipótesis de la existencia de la fuente Q.

La existencia de Q fue defendida por los teólogos protestantes Weisse (Die evangelische Geschichte
kritisch und philosopisch bearbeitet, 1838), y Holtzmann (Die Synoptischen Evangelien, 1863), y
desarrollada posteriormente por Wernle (Die synoptische Frage, 1899), Streeter (The Four Gospels: A
Study of Origins, treating of the manuscript tradition, sources, authorship, & dates, 1924), quien llegó a
postular cuatro fuentes (Marcos, Q, y otras dos, que denominó M y L) y J. Schmid (Matthäus und Lukas,
1930). Aunque para Dibelius y Bornkann pudo tratarse de una tradición oral, lo más probable es que se
tratase de una fuente escrita, dada la coincidencia a menudo literal entre los evangelios de Mateo y
Lucas. También se ha considerado probable que el protoevangelio Q fuera redactado en arameo, y
traducido posteriormente al griego.

Si bien la fuente Q es una hipótesis de los eruditos para intentar explicar el problema sinóptico, esta
colección de dichos de Jesús —también conocido modernamente como Logia— era de lectura y estudio
cotidiano en la iglesia primitiva y Lucas la menciona en Hechos de los Apóstoles como “Las Palabras del
Señor”. De tal forma la hipótesis de Q y de Logia adquiere sustancia.

Otras teorías

Existen otras hipótesis que prescinden de la existencia de una fuente Q. De estas, algunas afirman la
prioridad temporal de Mateo y otras consideran que Marcos fue el primer evangelio. Las más destacadas
son las siguientes:
La hipótesis propuesta por Farrer postula que el evangelio de Marcos se escribió primero y fue utilizado
como fuente por Mateo. Lucas, en una tercera etapa, habría utilizado ambos como fuentes.

La hipótesis de Griesbach da prioridad al evangelio de Mateo. Lucas lo habría utilizado como fuente, y,
finalmente, Marcos habría hecho uso de los dos precedentes. Fue propuesta por Johann Jakob Griesbach
en 1789.

La hipótesis agustiniana sostiene que Mateo fue el primer evangelio, seguido de Marcos y de Lucas, y
que cada evangelista utilizó el precedente como fuente. Esta es la teoría más próxima a los
planteamientos de los Padres de la Iglesia, y la más frecuente en la tradición católica.

La hipótesis de los esenios sostiene que fue este grupo quien escribió y recopiló la mayor parte de los
escritos de la vida de Jesús y dio inicio al evangelio de Q.

La hipótesis de Goinheix dice que el primer evangelio que circuló fue el de Mateo en lengua aramea.
Siguiendo la narrativa de este, y ayudándose con el documento que llamamos Q o Logia, Marcos y luego
Lucas escriben sus respectivos evangelios. Luego, Mateo, conociendo ya estos dos evangelios, traduce el
suyo al griego y toma elementos de aquellos. Finalmente es Juan quien da a conocer el evangelio que
estuvo escribiendo por años en Jerusalén primero y en Éfeso finalmente.

Evangelio según Juan

Artículo principal: Evangelio según Juan

Juan es sin duda el último de los evangelios canónicos, de fecha bastante más tardía que los sinópticos.
En él, los milagros no son presentados como tales sino como «signos», es decir, gestos que tienen una
significación más profunda: revelar la gloria de Jesús (ver Rivas, L. H., El Evangelio de Juan). La hipótesis
elaborada por Rudolf Bultmann (Das Evangelium des Johannes, 1941) postula que el autor de este
evangelio tuvo a su disposición una fuente, oral o escrita, sobre los «signos» de Cristo, independiente de
los evangelios sinópticos, que ha sido denominada Evangelio de los Signos, cuya existencia es
meramente hipotética.

Autoría de los evangelios canónicos

Tradicionalmente se atribuye la autoría de los evangelios a Mateo, apóstol de Jesús, a Marcos discípulo
de Pedro, a Lucas, médico de origen sirio discípulo de Pablo de Tarso y a Juan, apóstol de Jesús. Sin
embargo, hasta hoy no ha sido determinada aún la autoría real de cada evangelio.

En el seno de la Iglesia Católica, el Concilio Vaticano II en su Constitución Dei Verbum señaló que «la
Iglesia siempre ha defendido y defiende que los cuatro evangelios tienen origen apostólico. Pues lo que
los Apóstoles predicaron por mandato de Cristo, luego, bajo la inspiración del Espíritu Santo, ellos y los
varones apostólicos nos lo transmitieron por escrito, fundamento de la fe, es decir, el evangelio en
cuatro redacciones, según Mateo, Marcos, Lucas y Juan».20

Fechas de los evangelios canónicos

No hay información acerca de las fechas exactas en que fueron redactados. La mayoría de los expertos
considera que los evangelios canónicos fueron redactados en la segunda mitad del siglo I d. C., alrededor
de medio siglo después de la desaparición de Jesús de Nazaret, aunque muchos expertos consideran que
fueron redactados antes de la destrucción del Templo de Jerusalén (p. ej. J.A.T. Robinson en su libro
Redating the New Testament, J. Carrón García y J. M. García Pérez en su obra ¿Cuándo fueron escritos los
evangelios?, entre otros).

También existe una minoría que propone que los evangelios fueron redactados tras la destrucción
definitiva de Jerusalén durante el reinado de Adriano.

Raymond E. Brown, en su libro An Introduction to the New Testament, considera que las fechas más
aceptadas son:

Marcos: c. 68-73.

Mateo: c. 70-100 (aunque algunos autores, que no aceptan la prioridad de Marcos, sitúan su redacción
en una fecha anterior al año 70).

Lucas: c. 80-100 (una mayoría de estudiosos lo data en torno al año 85).

Juan: c. 90-110 (fecha propuesta por C. K. Barrett; R. E. Brown no ofrece una fecha consensuada para el
evangelio de Juan).

Estas fechas están basadas en el análisis de los textos y su relación con otras fuentes.

En cuanto a la información que nos proporciona la arqueología, dejando aparte el papiro 7Q5 del que no
se conoce el contexto, el manuscrito más antiguo de los evangelios canónicos es el llamado papiro P52,
el cual contiene una breve sección del evangelio de Juan (Juan 18: 31-33,37-38). Según los papirólogos, y
sobre la base del estilo adriánico de escritura, dataría de la primera mitad del siglo II, aunque no existe
consenso total acerca de la fecha exacta.21 De todos modos, el lapso que separa la fecha de redacción
tentativa del manuscrito original de Juan respecto de la del papiro P52, considerado la copia
sobreviviente más antigua, es extraordinariamente breve, si se compara con la de otros manuscritos de
la antigüedad preservados. Y esto se constata —en menor grado— en todos los evangelios cuyas copias
más antiguas guardan menos de un siglo de diferencia respecto de la fecha estimada de redacción de sus
originales.

María de Jesús de Ágreda (1602-1665), abadesa del convento de las Madres Concepcionistas de Ágreda,
Soria, venerable de la Iglesia Católica, por revelación privada dio a conocer que Mateo el Evangelista
habría escrito estando en Judea en lengua hebrea, el año cuarenta y dos del nacimiento de Jesucristo, a
nueve años de su resurrección. Marcos el Evangelista lo habría hecho cuatro años más tarde, es decir, en
el año cuarenta y seis, también en lengua hebrea, en Palestina. Lucas el Evangelista habría escrito en
lengua griega en Acaya, Grecia; lo habría hecho dos años más tarde, es decir, a quince años de la muerte
y resurrección de Jesús de Nazaret, y Juan el Evangelista a veinticinco años, en el año cincuenta y ocho
estando en Asia Menor, Anatolia, Turquía.22 En cualquier caso, no se conserva ningún escrito
neotestamentario redactado en arameo, sino que todos los que se conservan están en griego koiné.

Armonización y concordismo

La «armonización» fue un recurso utilizado cuando se buscaba la forma de «forzar» textos de los
evangelios que parecen contradecirse o que no están totalmente de acuerdo entre sí, para que parezca
que expresan lo mismo. De allí el nombre de «problema armónico», con el que se refería la dificultad
para reunir los cuatro relatos evangélicos en uno solo.23

Uno de los ejemplos más famosos fue el «Diatéssaron», nombre griego que se podría traducir como
«formado por cuatro». Se trata de una obra griega escrita entre los años 165 y 170 por el autor sirio
Taciano, que consiste en un solo evangelio compuesto con elementos tomados de los cuatro evangelios
canónicos, y posiblemente también de alguna fuente apócrifa. Taciano eliminó las repeticiones y
armonizó los textos para ocultar las posibles discrepancias que se encuentran en los evangelios.

Esa obra tuvo mucha popularidad en la Iglesia de lengua aramea, hasta llegar a convertirse en el
evangelio de las Iglesias de Siria. Efrén de Siria (306-373) escribió un comentario al Diatéssaron que se
conserva en la actualidad. Pero por las armonizaciones y omisiones, la obra de Taciano no refleja
fielmente el texto de los evangelios. Por otra parte, al mostrar un evangelio «único», no permite ver el
mensaje propio que ofrece cada uno de los evangelistas. Por esa razón, se ordenó en el siglo V que se
volvieran a leer los evangelios por separado.
El «concordismo» fue otro recurso que se utilizó cuando ciertos textos bíblicos en general, que reflejan
conceptos científicos de épocas en las que las ciencias estaban mucho menos desarrolladas, son
presentados de manera forzada para que expresen lo mismo que dice la ciencia en la actualidad.23

Estos recursos, utilizados en otros tiempos con cierta frecuencia hasta llegar a ser populares, han sido
dejados totalmente de lado en la actualidad. Los evangelios recogen las predicaciones apostólicas que se
desarrollaron a partir de la persona de Jesús de Nazaret, y su finalidad se vincula al anuncio de la
salvación, no a la proclamación de verdades científicas en general. Esto no impide que los evangelios
puedan ser analizados además como cualquier material antiguo (crítica histórico-literaria, crítica textual,
etc.), pero el objetivo de su redacción se sitúa en otro plano.23

Evangelios apócrifos

Véase también: Evangelios apócrifos

Textos fragmentarios

Evangelio de los Hebreos

Evangelio griego de los egipcios

Evangelio de Marción

Evangelio secreto de Marcos

Evangelio de Judas

Evangelio de María Magdalena

Evangelio de la esposa de Jesús

Fragmentos de Oxyrhynchus

Apócrifos de la Natividad

Protoevangelio de Santiago

Evangelio del Pseudo Mateo

Libro sobre la Natividad de María

Liber de infantia Salvatoris

Apócrifos de la infancia
Evangelio del Pseudo Tomás

Evangelio árabe de la infancia

Historia de José el carpintero

Evangelio armenio de la infancia

Libro sobre la infancia del Salvador

Apócrifos de la Pasión y Resurrección

Evangelio de Pedro

Actas de Pilato

Evangelio de Bartolomé

Apócrifos gnósticos de Nag Hammadi

Evangelio de Tomás

Evangelio de Felipe

Evangelio de María Magdalena

Véase también

Evangelio según san Mateo

Evangelio según san Marcos

Evangelio según san Lucas

Evangelio según san Juan

Búsqueda del Jesús histórico

Fuente bíblica

Fuente teológica

Referencias

cf. Hechos 13:32

cf. Génesis 22:2; Salmos 130:8; Salmos 2:7

cf. Isaías 53:10


Salmos 16:10 ; Oseas 6:2.

cf. Lucas 24:47

Romanos 1:2

cf. 1Reyes 2:10

cf. Marcos 16:1-6

cf. 1-12

B. Orchard y H. Riley: “The Order of the Synoptics”, ed. Mercer UP; Macon, Georgia, EEUU., 1987

John A. T. Robinson: “Redating the New Testament”, ed. Wipf & Stock, 1976

John P. Meier,A Marginal Jew: Rethinking the Historical Jesus, v. 1, p. 128.

Theissen, Gerd; Merz, Annette (1998). El Jesús Histórico: Una guía completa. Minneapolis: Fortress
Press. pp 38-39. ISBN 0-8006-3122-6.

Stevan L. Davies, Análisis de correlación

1Corintios 15:1; cf. texto griego Πρὸς Κορινθίους Α΄

Mateo 4:23; Mateo 9:35

Marcos 1:15

Rivas, L.H. El Evangelio de Juan

Bermejo Rubio, Fernando (2018). La invención de Jesús de Nazaret. Siglo XXI de España Editores. pp.
489-490. ISBN 978-84-323-1921-1.

Constitución Dei Verbum 18.

Raymond Edward Brown (El Evangelio según Juan, vol. I, p. 104) señala: «ha sido ampliamente aceptada
la datación de este papiro en 135-150». Kurt Aland y Barbara Aland (The text of the New Testament: an
introduction to the critical editions and to the theory and practice of modern textual criticism, pp. 84 y
99) señalan «ca. 125». Antonio Piñero (Guía para entender el Nuevo Testamento, p. 328) indica: «se
fecha entre el 125/130». Gerd Theissen y Annette Mertz (El Jesús histórico, p. 33) sugieren una datación
de «la primera mitad del siglo II». Eduardo Arens (Los evangelios ayer y hoy, p. 362.) propone como fecha
ante quem el año 130.

María de Jesús de Agreda (1992). Mística Ciudad de Dios. Tercera Parte, Libro VIII, cap. 9, N560-N563.
Madrid: Imprenta FARESO. pp. 1383-1384.

Rivas, Luis H. (2010). «Armonización - Concordismo». Diccionario para el estudio de la Biblia. Buenos
Aires: Amico. p. 20. ISBN 978-987-25195-1-3.

Bibliografía

Cantera, F. & Iglesias, M. (2003 [1975]). Sagrada Biblia. Versión crítica sobre textos hebreo, arameo y
griego. 3ª edición 2000, 2ª impresión 2003. Madrid: Biblioteca de Autores Católicos. ISBN 978-84-7914-
490-6.

Rivas, Luis H. (2001). ¿Qué es un Evangelio?. Buenos Aires: Claretiana. ISBN 978-950-512-401-5.

Santos Otero, Aurelio de (2009 [2003]). Los evangelios apócrifos. 1ª edición, 12ª impresión. Edición
bilingüe. También en colección BAC Selecciones. Madrid: Biblioteca de Autores Católicos. ISBN 978-84-
7914-044-1 / ISBN 978-84-220-1409-6.

Piñero, Antonio (2009). Todos los evangelios. Madrid: Editorial Edaf. ISBN 978-84-414-2116-5.

Rivas, Luis H. (2008 [2005]). El Evangelio de Juan. Introducción, Teología, Comentario. Buenos Aires: San
Benito. ISBN 987-1177-18-6.

Enlaces externos

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Morton Smith, profesor de Historia Antigua en la Universidad de Columbia de Nueva York, fue un erudito
bíblico estadounidense.

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