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Se
llaman SINÓPTICOS.
Los tres evangelios organizan sus materiales teniendo en cuenta un esquema fijo:
El evangelio de San Marcos es el más antiguo. Mateo y Lucas montaron su narración evangélica
sobre el modelo de Marcos.
Mateo y Lucas tienen una fuente común, llamada Fuente Q (viene de la palabra alemana Quelle, que
significa fuente), que era un escrito que contenía dichos y sentencias de Jesús.
SAN MARCOS
SAN LUCAS
Fecha: entre los años 70-90.
Destinatarios: comunidades surgidas en el mundo pagano.
Objetivo: mostrar las características de los seguidores de Jesús.
Autor: Posiblemente Lucas, el compañero de Pablo.
Lugar de composición: no hay acuerdo (¿Efeso, Corinto, Roma?).
SAN MATEO
fecha: Hacia el año 80 o algo después.
Destinatarios: cristianos de ascendencia judía.
Objetivo: Animar a su comunidad para que siga las enseñanzas de Jesús, modelo y salvador.
Autor: Cristiano de origen judío. La tradición lo ha identificado con el apóstol Mateo.
Lugar de composición: la región de Siria o Antioquía
SAN JUAN
Este evangelio rompe el molde de los sinópticos. Se distingue de los otros por su estilo, vocabulario y
estructura.
La estructura: El camino de Jesús comienza en el Padre y termina en el Padre; el escenario de su
vida es Galilea y Judea; sus temas intentaron mostrar a Jesús como manifestación de la verdad
divina.
Fecha: la redacción última entre los años 90 y 100.
Destinatarios: cristianos de la comunidad de Juan evangelista.
Objetivo: Jesús se revela como hijo de Dios y salvador del mundo.
Autor: La tradición lo atribuye al apóstol Juan.
Lugar de composición: Efeso, ciudad de Asia Menor, o la región de Siria lindante con Palestina.
También hay otros libros cristianos que hablan de Jesucristo, pero no han sido recibidos
por la Iglesia como auténticos y revelados. En ellos cuenta más que la fe y la historia la
exageración maravillosa, la admiración humana milagrera, las reflexiones particulares. A
estos libros se les llama Apócrifos.
¿El Jesús judío, real e histórico, es el mismo Cristo que el predicado por los
apóstoles y la fe de la Iglesia? ¿Los Evangelios son narraciones históricas o son
invenciones de los que conocieron a Jesús? Leyendo los Evangelios, ¿nos
acercamos al verdadero Jesús histórico?
Se han dado muchas soluciones desde el campo protestante, pero algunas terminan
diciendo que el Cristo histórico no es el mismo que el Cristo predicado por los apóstoles
y que nos muestran los Evangelios. El teólogo protestante más influyente llamado
Bultmann dice que no interesa el Jesús histórico, sino el Jesús de la fe. Interesa, dice, el
mensaje de Jesús; lo demás es mito inventado por los apóstoles: nacimiento virginal,
milagros, resurrección, etc.
Los hechos que narran eran conocidos de todos; bien por haberlos visto personalmente,
bien por haberlos oído a quienes los vieron. No pudieron, por tanto, desfigurar nada de
la realidad. En este caso hubieran sido desmentidos, y no hay huella alguna de
rectificaciones. Si los evangelistas hubieran dicho lo que no es verdad, sus Evangelios
hubieran sido rechazados por aquella generación que fue testigo de los hechos. No
existe ningún documento que muestre este rechazo.
En cambio los evangelios apócrifos, que carecen de rigor histórico, fueron comúnmente
rechazados. Son relatos fantasiosos e inverosímiles. Contienen errores en la geografía
de Palestina, y les falta fidelidad al marco histórico. Estos evangelios nunca han sido
aceptados por la Iglesia, por no estar contenidos en el Canon de Muratori que es una
lista de los libros inspirados que hizo la Iglesia en el siglo II.
Los datos que dan los Evangelios sobre la geografía del país, situación política y
religiosa, sobre las costumbres, concuerdan con lo que sabemos de todo esto por otras
fuentes. Además, los evangelistas murieron por defender la verdad de lo que decían; y
nadie da su vida por lo que sabe que es mentira.
Aparte de que como están inspirados por Dios no pueden equivocarse ni mentir. El
Concilio Vaticano II dice que la Biblia entera está inspirada por Dios. Y san Pablo: "La
Escritura está inspirada por Dios".
Predican lo que ellos habían visto y oído, bajo la luz de la resurrección y Pentecostés.
También acudieron al Antiguo Testamento para comprender mejor todo lo referente a
Jesús. Y al transmitir los dichos y hechos de Jesús tuvieron en cuenta las circunstancias
de sus oyentes, con las consecuentes variantes.
Es necesario estar en permanente contacto con los escritos del Nuevo Testamento para
redescubrir el rostro de Jesucristo: sus dimensiones humanas y divinas. Este
permanente contacto es necesario para no hacer de Jesús un mito; no idealizar y
desencarnar la imagen de Jesús; no dejarnos captar por ideologías; reencontrar la
unidad en la misma fe; no hacer de Jesús un ideal puramente humano; no conformarnos
con nuestras proyecciones y deseos; encontrar el camino hacia Dios, sin perder al
hombre.
Cuando se lee el Evangelio, uno se da cuenta de que existen textos de muy diferentes
categorías: unos narran la infancia de Jesús, otros su actividad en Galilea; otros narran
palabras que Jesús dijo, otros narran hechos, enseñanzas, la pasión o la resurrección. Lo
importante es que todos los textos dependen de Jesús, se refieren a Jesús. Ahora bien,
unos dependen de Jesús directamente, otros actualizar o interpretan los hechos o dichos
del Señor. Pero todos son necesarios para el conocimiento histórico de Jesucristo.
Cada evangelista nos transmite, junto con su historia, su propio interés, sus acentos,
sus aspectos personales o culturales. Pero es indudable que existe una fundamental
identidad respecto a la Persona de quien hablan e incluso de los sucesos que narran. Por
eso, para encontrar la verdadera imagen de Jesucristo no se puede elegir un texto y
rechazar otros. Tampoco se pueden despreciar los textos que no coinciden con mi
manera de ver las cosas. Se han de tener todos en cuenta, si bien es posible hacer una
distinción dado el carácter del texto que se trate. Es como sacar una fotografía desde
diversos ángulos de vista.
¿Por qué algunos hoy quieren negar la historicidad de los Evangelios, siguiendo
la escuela protestante de Bultmann?
Hoy nadie se preocupa del problema de la historicidad del Corán (al fin y al cabo el
Corán es una recopilación ecléctica de doctrinas, y Mahoma, que pretendió tener una
revelación divina no la justificó nunca por milagros); y, sin embargo, muchos se
preocupan por la historicidad de los Evangelios. El motivo es claro: las otras religiones
no tienen la originalidad del cristianismo. El cristianismo se presenta como Dios entre
nosotros, como Dios mismo encarnado para redimirnos de las grandes impotencias que
pesan sobre la humanidad: el pecado, el mal y la muerte. Es la doctrina de la comunión
fraterna en Cristo; por eso es por lo que se le persigue, por eso es por lo que muchos
tienen que dar cuenta de él. Como decía Daniélou, la causa última de la persecución al
cristianismo reside en su suprema belleza, en la belleza que irradia de la verdad.
Junto con la de la prioridad de Marcos, la hipótesis Q fue formulada en 1900, y es uno de los
fundamentos de la escuela moderna del Evangelio.2 B. H. Streeter formuló la visión de Q más
ampliamente aceptada: que fue un documento escrito (no una tradición oral) redactada en griego,
que prácticamente todo su contenido aparece en Mateo, en Lucas o en ambos, y que Lucas preserva
con mayor frecuencia el orden original del texto que Mateo. En la hipótesis de dos fuentes, tanto
Mateo como Lucas habrían utilizado Marcos y Q como fuentes. Algunos estudiosos han postulado que
Q es en realidad una pluralidad de fuentes, algunas escritas y otras orales. Otros han intentado
determinar las fases en las que Q fue compuesto.3
La existencia de Q ha sido desafiada en ocasiones.3 Uno de los escépticos más notables de Q es Mark
Goodacre, un profesor de Nuevo Testamento de la Universidad de Duke.4 La omisión de lo que
debería haber sido un documento altamento preciado por los archivos primitivos de la Iglesia, así
como de las menciones de los padres de la primera Iglesia, podría verse fundamental y simplemente
como un gran acertijo del moderno Estudio Bíblico.5 Sin embargo, otros académicos explican este
punto señalando que copiar Q no hubiera sido necesario, al estar insertado en otros textos,
principalmente dos evangelios no canónicos que lograron gran preeminencia. El consejo editorial del
Proyecto Internacional Q afirma: «Durante el siglo II, cuando el proceso canonizador estaba teniendo
lugar, los escribas no hicieron nuevas copias de Q, dado que el proceso canonizador conllevó la
elección de lo que debía y lo que no debía ser utilizado en los servicios eclesiásticos. De ahí que
prefirieran hacer copias de los Evangelios de Mateo y Lucas, donde los dichos de Jesús a partir de Q
estaban reescritos para evitar malentendidos, y para encajar en su propia situación y comprensión de
lo que Jesús quería decir realmente».6 A pesar de estos desafíos, la hipótesis de las dos fuentes
mantiene un amplio apoyo.3
Historia de la fuente Q
El presente artículo se limita al Logia Jesu canónico. Incluso este título comprende un área más amplia que
la que técnicamente cubre el término Dichos de Jesús. En rigor, todas las palabras de Cristo que aparecen
en los libros inspirados del Nuevo Testamento son Logia Jesu canónicos, mientras que la expresión técnica
comprende sólo los "Dichos de Jesús" de los que habla San Papías en un pasaje conservado
por Eusebio (Hist. Ecl., III.39.16).
La cuestión relativa al Logia Jesu, tomada en este sentido restringido, se ha vuelto importante debido a su
conexión con los llamados "problemas sinópticos". Lessing (Neue Hypothesen uber die Evangelisten, ed.
Lachmann, XI, -§ 53) consideraba el "Evangelio de los Hebreos" como la fuente de los
tres Evangelios Sinópticos canónicamente aceptados. Eichhorn (Einleitung in das Neue Testament, 1804)
aceptaba como su fuente un evangelio primitivo, que contenía las cuarenta y dos secciones comunes a los
Sinópticos; compuesta en arameo por los Apóstoles, poco después de Pentecostés, y posteriormente
traducida al griego, daba un resumen del ministerio de Cristo, y les sirvió como guía a los
primeros evangelistas en su predicación. Bleek y de Wette, en sus "Introductions", substituyeron el
“Evangelio de los Hebreos” de Eichhorn por un evangelio compuesto en Galilea, el cual fue la fuente de
Mateo y Lucas; en nuestro segundo Evangelio tenemos, entonces, un compendio del primer y tercer
Evangelios.
Una gran cantidad de otros escritores trataron de resolver el problema sinóptico mediante la teoría de la
dependencia mutua de los tres primeros Evangelios; otros más, mediante el recurso a las tradiciones no
escritas. Fue en esta coyuntura que Schleiermacher ("Ueber die Zeugnisse des Papias von unseren beiden
ersten Evangelien" in "Studien and Kritiken", 1832, IV) trató de demostrar que los textos de Papías sobre
Mateo y Marcos no se refieren a nuestros primer y segundo Evangelios, sino a unos Mateo y Marcos
primitivos. Poco después, Credner (Einleitung, 1836) encontró en el Marcos primitivo la fuente de toda la
materia histórica contenida en los Sinópticos, y en el Mateo primitivo la fuente de los discursos en el Primer y
Tercer Evangelios. Weisse ("Evangelische Geschichte", 1838; "Die Evangelien-Frage", 1856) concurre con
Credner, pero sustituye nuestro Marcos canónico por el proto-Marcos de Credner.
La hipótesis de Credner fue seguida con leves modificaciones por Reuss ("Geschichte der heil. Schrift N. T.",
3ra. ed. 1860), Holtzmann ("Die synoptischen Evangellen II, 1862), Weizsacicer (l Untersuchungen uberdie
evang. Gesch.", 1864), Beyschlag ("Die apostolische Spruchsammlung" en "Studien and Kritiken", 1881, IV),
de Pressense ("Jesus-Christ, son temps", etc., 7ma. ed., 1884), y otros, todos los cuales aceptaban la Logia
y el proto-Marcos como las fuentes de los Sinópticos. La Logia y nuestro Marcos han sido considerados
como fuentes de los primeros tres Evangelios, aunque con varias explicaciones, por tales eruditos como G.
Meyer ("La question synoptique", 1878), Sabatier (en Encycl. des sciences religieuses, XI, 781 ss.), Keim
(Geschichte Jesu I, 72, 77), Wendt (Die Lehre Jesu, 1), Nosgen (cf. Stud. u. Krit., 1876-80), Grau
(Entwicklungsgeschichte des N. T. Schriftthums, 1871), Lipsius (cf. Feine, "Jahrb. f. prot. Theol.", 1885), y B.
Weiss ("Jahrb. f. deutsch. Theol.", 1864; "Das Markusevang. u. seine synopt. Parallelen", 1872; "Das
Matthausevang.", 1876; "Einl. en das N. T.", 1886).
En cuanto al contenido de la Logia, la obra debe haber contenido la mayoría del material común a Mateo y
Lucas, con excepción de aquella que estos Evangelios comparten con Marcos. Este material asciende a
aproximadamente una sexta parte del texto del tercer Evangelio, y dos onceavos del texto del primer
Evangelio. En estas partes, el primero y tercer Evangelistas no dependen ni Marcos ni el uno del otro, sino
que deben haber seguido la Logia, un documento que ahora se representa por "Q". Cuando Eusebio (loc.
cit.) copió las palabras de Papías que "Mateo compuso la Logia en hebreo [arameo], y cada uno las
interpretó como pudo", probablemente entendió que se referían a nuestro primer Evangelio. Pero los críticos
insisten en que Papías debió haber entendido que sus palabras denotaban una colección de los "Dichos de
Jesús", o la Logia (Q). Se ha escrito mucho sobre este documento hipotético Q y ha sido investigado por
Weiss, Holtzmann, Wendt, Wernle, Wellhausen, y recientemente por Harnack ("New Testament Studies", II:
"The Sayings of Jesus", etc.; tr. Wilkinson, Nueva York y Londres, 1908), y Bacon ("The Beginning of Gospel
Story", New Haven, 1909). Se intenta una reconstrucción de la Logia en "Die Logia Jesu nach dem
griechischen and hebraischen Text wiederhergestellt", 1898 de Resch (cf. también sus "Aiissercanonische
Paralleltexte zu den Evangelien" en "Texte and Untersuchungen", X, I-V, 1893-96), y en la obra de Harnack
ya citada.
Se ha planteado una serie de preguntas en esta investigación, pero no ha surgido una respuesta del todo
satisfactoria. ¿Es posible resolver el texto de la fuente Q del primer y tercer Evangelios, viendo que un
Evangelio puede haber sido corregido a partir del otro? ¿Usaron San Mateo y San Lucas la misma traducción
o recensión de Q? ¿Alguno de los Evangelistas prestó atención al original arameo? ¿En cuál de los dos
Evangelios es Q mejor reproducido tanto en lo que respecta al alcance y a la disposición? ¿Qué parte del
material propio del primer o tercer Evangelio se ha tomado de Q? Una vez más, ¿fue la forma original de Q
un evangelio, o fue una colección de Logia real? Estas son algunas de las preguntas fundamentales que los
críticos deben responder. Luego vienen las preguntas en cuanto a la autoría de la Logia, su tiempo y lugar de
origen, su relación con San Pablo, su influencia en San Marcos, la causa, la forma y el tiempo de su
desaparición, y otros problemas similares. La respuesta a muchas, si no a todas, de estas preguntas no es
satisfactoria hasta el momento.
El estudioso del registro de Eusebio de las palabras de Papías tendrá sus dudas en cuanto al sentido de
la logia promovida por los críticos.
1. En varios otros escritores antiguos la palabra no tiene el sentido restrictivo de los meros
"dichos": Rom. 3,2 se la aplica a todo el Antiguo Testamento; Heb. 5,12, a todo el cuerpo de la doctrina
cristiana; Flavio Josefo la hace equivalente a ta hiera grammata (Bel. Jud., VI, V, 4); San Ireneo usa ta logia tou
Kyriou de los Evangelios; otros casos de un significado más amplio de logia han sido recopilados por Funk (Patres
Apostol., II, 280), y Schanz (Matthaus, 27-31).
2. La logia de San Papías al menos puede referirse al Evangelio de San Mateo. Eusebio (Hist. Ecl.,
III.39.16) comprende las palabras en este sentido. El contexto de Papias también sugiere esta interpretación;
pues, hablando de San Marcos, Papías dice que el evangelista registró "lo que Cristo había dicho y hecho", y lo
que había oído hablar a San Pedro, y no "como si estuviésemos componiendo un relato ordenado de la logia”, de
modo que las logia son equivalentes a las "palabras y hechos" de Cristo registrados. Una vez más, el título de la
obra de Papías es Logion Kuriakon Eksegesis, aunque el escritor no se limita a la explicación de los “dichos" del
Señor.
La Logia, o documento Q de los críticos, no se basa, por lo tanto, en ninguna autoridad histórica, sino sólo en
inducción crítica.