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I.

LA PRIMERA FE1

¿CÓMO SE CONVIRTIÓ LA FE EN UN FACTOR EN LA TRADICIÓN DE JESÚS?

1. El Cristo de la fe frente al Jesús histórico

- Un rasgo que caracteriza la búsqueda del Jesús histórico es su antítesis con el “Cristo de la fe”.
Esta búsqueda comenzó como una reacción contra el Cristo del dogma cristiano, “perfecto en su
divinidad y perfecto en su humanidad, verdadero Dios y verdadero hombre” (calcedonia).
- Era percibido como excesivamente apartado de aquel hombre que caminó por las orillas del mar de
Galilea. Ése que experimentó la existencia cotidiana en la Palestina del siglo I. Por ello, no es
extraño que el culto mariano alcanzara gran popularidad, porque se busca una figura maternal que
intercediese ante este Cristo fascinante.
- El contraste entre “Jesús histórico” y “Cristo de la Fe”, se puso de manifiesto por primera vez con
la crítica de D.F. Strauss que realizó al libro Life of Jesús, de F.D.E. Schleiermacher.
- F.D.E. Schleiermacher, planteaba que el cuarto evangelio estaba escrito por Juan, hijo de Zebedeo y
por tanto, ofrecía una presentación más fiable y autorizada. Este autor encontró a un Jesús que era
la concreción histórica de su concepto de religión, entendida como “sentimiento de absoluta
dependencia”. Juan en su evangelio mostraba a un Jesús que se distinguía por su “fuerza constante
de su conciencia divina que constituía una certeza de la existencia de Dios en él”. “Su conciencia
de Dios nunca le falló, y aparte de ella él no tenía valor alguno”.
- Strauss critica: “la cristología de Schleiermacher es un último intento por hacer al Cristo eclesial
aceptable para el mundo moderno… al igual que el Cristo de la Iglesia, es escasamente una figura
humana… La ilusión de que Jesús podría haber sido un hombre en el sentido pleno y que, a la vez,
como persona individual destacara sobre el conjunto de la humanidad es la cadena que aún bloquea
el puerto de la teología cristiana frente al mar a abierto de la ciencia racional”… “El ideal del
Cristo dogmático y del Jesús de Nazaret histórico, se separan para siempre”.
- El gran objetivo de la primera fase de la búsqueda del Jesús histórico, es trascender el Cristo de la
fe para recuperar al Jesús histórico. De este modo, liberar al Jesús histórico de las cadenas y del
oscurantismo de la fe posterior. (Volver a la religión de Jesús y no sobre Jesús)
- Dos frutos famosos dentro de esta búsqueda;
o Ernest Renan, Jesús promovía “un culto puro, una religión sin sacerdotes y sin prácticas,
que reposase enteramente sobre los sentimientos del corazón, sobre la imitación de Dios,
sobre la relación inmediata de la conciencia con el Padre celestial”.
o Adolf Harnack (versión más influyente) encontramos un “Jesús histórico” cuyo evangelio se
centraba en la paternidad de Dios, en el valor infinito del alma humana y en la importancia
del amor, “la verdadera fe en Jesús es actuar como él lo hizo y no una ortodoxa fidelidad al
credo”. Para él, entonces recuperar al Jesús histórico, no consistía en suprimir la fe de los
credos y el dogma posterior, sino que era, suprimir la fe de los primeros cristianos. San
Pablo fue quien comenzó el proceso de transformación del sencillo mensaje moral judío de
Jesús en la religión helenizada del culto sacrificial. De un evangelio de Jesús centrado en el
Reino de Dios, pasó al uno centrado en Jesús mismo.
- La conclusión de Strauss, -a fines del s. XIX- de que en el cuarto evangelio el Jesús de la historia
había desaparecido tras el Cristo de la fe tenía gran consenso. William Drede, completó esta visión
al insistir que los evangelios sinópticos eran producto de la fe. El “secreto mesiánico” de Mc, según
él, había sido ideado por el autor en el proceso de composición de la vida de Jesús. Esta

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DUNN JAMES D.G., Redescubrir a Jesús de Nazaret. Lo que la investigación sobre Jesús histórico ha olvidado, Sígueme,
Salamanca 2005, pp.17-44
conclusión, -a lo largo del s. XX- hizo que los evangelios se contemplasen como productos de la fe.
Garantizando que el punto de partida de estos textos expresaban una teología del evangelista y no
la comprensión que Jesús tenía de su propia misión.
- Esta orientación se vio reforzada por el desarrollo de la crítica de las formas, cuyo aspecto más
importante es la tesis de que cada unidad de la tradición debe hacer tenido un contexto vital (Sitz im
Leben) que explica y determina dicha forma. En consecuencia, no puede haber garantía alguna
respecto a cuánto se remonta al contexto de la propia misión de Jesús. El Cristo de la fe sigue
ensombreciendo al Jesús histórico.
- Günther Bornkamm, observa “no poseemos ni una sola ‘sentencia’, ni un solo relato sobre Jesús –
aunque sean indiscutiblemente auténticos-, que no contengan al mismo tiempo la confesión de la
comunidad creyente o que, al menos, no la implique”. Más bien, sólo se expresa en ellos la
confesión de la fe: Jesucristo aquél que une el Jesús terrestre y el Cristo de la fe.
- Robert Funk, el propósito de esta investigación sobre el Jesús histórico es liberarlo de las
prisiones… escriturísticas en las que lo hemos encarcelado… lo que pueda ser atribuido a las
comunidades que usaron esa tradición ha de ser eliminado. Pretende subrayar una especie de
triunfo del “Jesús histórico” sobre el “Cristo de la fe”.
- En todos estos ejemplos hay un rasgo llamativo que se puede descubrir: en la búsqueda del Jesús
histórico, la fe supone un obstáculo, la fe lleva al investigador por el camino erróneo, la fe es
mala, la historia es buena.
- Es necesario poner en entredicho esta ofensiva por dos razones: 1) hemos de reconocer que la
primera fe de los discípulos es lo que nos permite obtener cualquier información acerca del Jesús
de Galilea. 2) hemos de reconocer la falacia que supone considerar que el Jesús real debe ser un
Jesús que no es el de la fe, diferente al de los evangelios.

2. El impacto de Jesús

- El punto de partida para cualquier búsqueda de Jesús debiera ser el hecho histórico de que Jesús
causó impacto duradero en sus discípulos. Nadie puede cuestionar que Jesús existió y ejerció un
tipo de misión en Galilea a finales de los veinte o principios de los treinta, antes de ser ejecutado
por Poncio Pilato.
- En particular, Jesús formó discípulos; el efecto que causó en ellos les llevó, a escribir los relatos
evangélicos acerca de él. El impacto de su misión llevó sus vidas en una dirección totalmente
nueva, fue duradero.
- Por tanto, su respuesta fue un compromiso de fe. Puede que Jesús causara impresiones muy
distintas, impresiones que son imposibles de recuperar. Pero, en el caso de los discípulos, Jesús les
impactó de tal manera que en ellos surgió la fe, y esa experiencia se encuentra en el origen de todo
lo que vino a continuación.
- Por lo tanto, la fe entre los discípulos de Jesús no surgió por primera vez con la pascua. Por
supuesto, esa fe inicial fue iluminada y transformada por lo que ocurrió el viernes santo y el día de
pascua. Efectivamente, es la fe pascual la que proporciona el contexto de todas las tradiciones
sobre Jesús en su ubicación actual dentro de los evangelios. Estos estaban destinados a la
predicación del Evangelio.
- Además, esta fe inicial modeló la tradición sobre Jesús desde el principio. Sería posible afirmar
que Jesús causó impresión en los discípulos como individuos, los cuales consideraron valiosos los
recuerdos de lo que habían oído decir de Jesús y de lo que le habían visto hacer. Los discípulos
siguieron guardando sus recuerdos y sólo cuando apareció alguien como Mateo o Marcos, en su
vejez, comenzaron a entregar tales recuerdos a la tradición. Estamos seguros de que la tradición
de Jesús fue formulada en primer lugar desde la perspectiva de una fe cristiana bien desarrollada.
- Es difícilmente imaginable que aquello que Jesús hacía y decía no se comentase. Si se contaban
historias sobre Jesús entre la gente, es muy probable que quienes tuviesen una impresión favorable
de Jesús poseyeran sus propias historias acerca de lo que les había impactado. El intercambio de
impresiones, la reflexión sobre los sorprendentes dichos de Jesús y la repetición de las historias de
sus hechos son los inicios de la tradición de Jesús.
- Deducir que la tradición sobre Jesús comenzó como una cuestión de expresión oral en la medida en
que los discípulos hablaban entre ellos acerca del fuerte impacto que Jesús les produjo constituye
un a priori convincente. Es decir, las formas más primitivas de la tradición de Jesús eran expresión
inevitable de su fe –de una fe de discípulos- , que no es la fe pascual y que todavía no refleja el
evangelio tal como acabó siendo expuesta por Pablo y el resto de los primeros apóstoles. Esta
deducción se puede corroborar a la luz de los datos de la tradición misma de Jesús.
- Heinz Schürmann, demostró que siguiendo el principio de la crítica de las formas, que el comienzo
de la tradición de los dichos de los evangelios debe situarse en el círculo prepascual de los
discípulos y así, en Jesús mismo. La fe que expresa y que dio origen a esta tradición en cuanto tal
fue la fe suscitada por Jesús durante su misión prepascual, una fe de discípulos, no todavía la de
pascual ni la cristiana, pero fe en Jesús.
- La importancia de esto queda bien ilustrada por la reflexión con el documento Q, el cual es una de
las fuentes junto con Mc, en las que se basaron Mt y Lc. De esta investigación se destacan dos
aspectos: 1) la prácticamente ausencia de un relato de la pasión en la fuente Q, que está formada
casi en exclusiva por dichos de Jesús. 2) carácter galileo del material Q. A esto se añade la actual
convicción de que lo que con más claridad refleja un evangelio es la comunidad en cuyo seno se
elaboró o para la cual fue compuesto –por eso se habla de una comunidad Q-.
- La lógica que subyace es falaz, acerca de la explicación de las dos características de Q que han
llevado a especular sobre la comunidad Q. La explicación más evidente para estos rasgos es que el
material de Q apareció en primer lugar en Galilea y allí recibió su estructura estable antes de la
muerte de Jesús en Jerusalén. Es decir, expresa el impacto causado por Jesús durante su misión
galilea y antes de que la sombra de la cruz comenzase a extenderse sobre la misión o sobre los
recuerdos de su enseñanza.
- En resumen, Q demuestra que las enseñanzas de Jesús no habían sido simplemente recordadas por
sus primeros discípulos, sino que habían sido formuladas reflejando el origen local y temporal
donde fueron pronunciadas y habían permanecido de ese modo.
- Consecuentemente, la fuente Q, refleja y da testimonio del impacto provocado por la misión de
Jesús que está en el origen de la fe de los discípulos. Fe que los impulsó a seguirle. Como tal, nos
retrotrae no sólo a las décadas de los setenta y ochenta, cuando se compusieron los evangelios, sino
también a finales de los veinte o principios de los treinta, a la época y a la misión de Jesús mismo.
- Así, nos permite escuchar, a Jesús en persona, tal como esos primeros discípulos lo escucharon.

3. El llamado Jesús histórico

- Un grave problema en la búsqueda del “Jesús histórico”, es el concepto mismo, ya que sufre de
doble personalidad.
- Por un lado, es el Jesús reconstruido por la investigación histórica. Entonces, el “Jesús histórico”
no es aquel hombre que caminó por Galilea, es más bien lo que sabemos acerca de Jesús, lo que
podemos reconstruir por medio de los recursos históricos. En palabras de Leander Keck, “el Jesús
histórico es el Jesús del historiador, no la cosa en sí”.
- Por otro lado, nos encontramos con que este Jesús nació presentado como una antítesis del Cristo
de la fe. La motivación que subyacía en el origen era la preocupación por eliminar la maleza del
dogma para descubrir al Jesús real detrás de ella. La fórmula “Jesús histórico”, pese a las
clarificaciones y las sutilezas del método histórico, no es más que una referencia al hombre de
carne hueso de Nazaret. Otros en cambio, adoptan al “Jesús histórico” para referirse al hombre que
se halla detrás de los Evangelios, al real.
- Pero, esta confusión encubre el verdadero problema, el presupuesto de que el Jesús histórico debe
ser diferente al Jesús que suscita la fe e incluso diferente al de los evangelios.
- Por lo tanto, el Jesús humano, el Jesús histórico, debe ser completamente diferente de un Jesús que
contemplamos a través de las lentes tintadas de la fe en Cristo como divino Hijo de Dios. El
enunciado original de la tradición, lo encontramos en la huella dejada por Jesús, lo que cautivó y
modeló sus vidas es lo que expresaron con palabras en lo que ahora conocemos como la tradición
de Jesús.
- De esta intuición se desprenden dos corolarios:
a) Jamás lograremos eliminar la fe de la tradición, aunque busquemos un núcleo carente de ella.
Cuando eliminamos la fe, lo eliminamos todo y no queda nada. No podemos retroceder a
través de la tradición hasta un Jesús que no dejara huella o un Jesús que dejara una huella
diferente. Lo único que tenemos es la impresión que causó. El único Jesús que tenemos a
nuestra disposición es aquél tal como fue contemplado y oído por quienes formularon por
primera vez las tradiciones que poseemos. El Jesús de la fe, visto a través de los ojos y
escuchado a través de los oídos de la fe que suscitó por lo que dijo e hizo.
b) No disponemos de otras fuentes que proporcionen una imagen alternativa de Jesús o que gocen
del mismo respeto que los evangelios sinópticos, cuando tratamos de encontrar un testimonio
del impacto inicial provocado por Jesús. Las otras menciones de Jesús son demasiado escuetas
para considerarlas. Algunos desean rescatar algunos evangelios tardíos, como el Evangelio de
Tomás. Sin embargo, probablemente da testimonio de una fe tardía, de una fe gnóstica.
- Por tanto, nos encontramos nuevamente con que el único Jesús que podemos encontrar es el Jesús
de los Evangelios, es decir, el que dejó huella y que constituye la primera fase de la tradición de
Jesús. Recorriendo la impresión dejada por Jesús –que transformó a pescadores y publicanos en
discípulos y apóstoles-, tal como ésta queda atestiguada en la tradición sobre él, aún podemos
esperar experimentar de algún modo ese impacto hoy.
- Martin Kähler, señala que no poseemos fuentes en las que podamos basar una biografía de Jesús.
Los evangelios resultan inadecuados como fuentes de una vida de Jesús. Por tanto, los biógrafos,
sólo lo lograrán inspirándose en lo que Kähler llama un quinto evangelio, a saber, los propios
ideales del historiador. Ellos rellenan los vacíos en el relato del evangelio, leído como historia,
incluyendo en su lectura elementos de su propia fe y prioridades personales. De ahí surge el
llamado Jesús histórico.
- Este autor plantea que lo que poseemos en los evangelios es el “Cristo bíblico de la historia”. Él
comprende el término historia, como lo meramente histórico, los datos, independiente de cualquier
significado que se les pueda atribuir.
- Por otra parte, de la historia, denota su significado histórico, los acontecimientos y las personas de
la historia que llaman nuestra atención en virtud del influjo que has ejercido.
- Por tanto, en los evangelios se presenta al Cristo de la historia, a Jesús visto en su significación.
Pero al mismo tiempo, existe el intento de descubrir un Jesús histórico, despojado del significado
que hasta ese momento se le había atribuido y listo para ser vestido con el significado que los
individuos puedan afirmar ver en él. Se trata de algo ridículamente absurdo.
- Es necesario subrayar que, en los evangelios no se puede encontrar un Jesús histórico, sólo una
figura histórica que se nos presenta a través del influjo que ejerció en sus discípulos, a través del
impacto que les causó cuando los llamó a seguirle.
- La diferencia es que Kähler, pensaba en términos del “Cristo bíblico”, el Cristo que fue predicado
por los primeros cristianos. Es decir, reflexionaba teniendo en cuenta lo que posteriormente se
comprendería como fe pospascual.
- Bultmann asumió en estos términos el influjo de Kähler: lo que se alzaba en el centro para
Bultmann era el kerigma, el Cristo proclamado.
- Descartar el influjo que Jesús realmente tuvo, eliminar el impacto que Jesús causó, es suprimir todo
y dejar un escenario vacío que espera ser rellenado con una creativa mezcla de la propia
imaginación y de los valores del historiador.
- Si nos sentimos insatisfechos con el Jesús de la tradición sinóptica, cabe sólo aceptarlo, pues no
existe otro Jesús verdaderamente histórico o de la historia. Sólo está el Jesús a quien podemos ver
y oír por medio del influjo que tuvo, por el impacto que produjo en sus primeros discípulos, tal
como lo muestra en las tradiciones que formularon y recordaron; este Jesús está a disposición del
investigador.
- En conclusión, dos quejas frente a la corriente principal de la investigación sobre el Jesús histórico:
1) Incapacidad de reconocer que el impacto generador de fe que Jesús tuvo en aquellos a quienes
llamó al discipulado es el punto de partida apropiado para intentar “remontarnos” hasta Jesús.
No aceptar que la tradición de Jesús es el resultado directo de dicha comprensión y constituye
un claro testimonio de ese impacto.
2) Investigación cautivada mucho tiempo por la quimera de un Jesús histórico, una figura objetiva
artificial enterrada en los evangelios y esperando ser exhumada, la cual es distinta del Jesús de
los evangelios; todo ello sin percatarse de que mientras menos se parece esa imagen al Jesús de
los evangelios, más revela las intenciones de los investigadores.

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