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EL AJI CHUNCHO

En un restaurante italiano, no hay pícaro que se resista a alburear a quien se le


ocurre ordenar, “por favor, un penne a la putanesca para mí”. Les cuento esto
porque acabo de regresar de Perú y me encantó el pipí de mono. ¿Saben qué
es?

Una de la primeras referencias al pipí de mono proviene de 1590. José de


Acosta escribió en su Historia natural y moral de las Indias: “en lengua del
Cuzco se dice uchu, y en la de Méjico, chili […] sólo es de saber que cerca de
los antiguos indios fue muy preciada y la llevaban a las partes donde no se da
por mercadería importante. No se da en tierras frías, como la sierra del Perú:
dáse en valles calientes y de regadío. Hay ají de diversos colores: verde,
colorado y amarillo; hay uno bravo, que llaman caribe, que pica y muerde
reciamente” (III, cap. 20).

La cocina peruana está de moda con justa razón. Es extraordinaria, patrimonio


intangible de la humanidad, cocina compleja y variada. Grosso modo se divide
en tres regiones montaña, selva y costa. El pipí de mono es, como apunta
Acosta, un picante nativo de la selva.

En Lima, mis anfitriones me invitaron a comer a un restaurante de la Amazonia


peruna. Confieso que desconocía la mitad de los platillos. Había peces de ríos,
frutos exóticos, aromas exquisitos. En la mesa me topé con uno encurtidos en
forma de aceitunas, perfumados con un poco de orégano y aceite de olivo.

El mesero me previno, “son muy picantes”. Típico mexicano, pensé: “A mí el ají


peruano me hace los mandadados”. Mordí uno de esos frutos, amarillo, con unos
toques rojizos. ¡Vaya enchilada! Hace años que no lloraba. Fue mi primer y único
contacto el pipí de mono, también conocido como pichita o pinguita de
mono. En la escala Scoville de picor, este ají ronda las 80,000 unidades,
debajo de las 100,000 del chile habanero, pero muy por arriba de las 10,000
del  mexicanísimo chile serrano.

Cuando los españoles llegaron a estas tierras en busca de oro y especias, se


toparon con que el Perú tenía en abundancia metales preciosos y ajíes. En un
primer momento, los conquistadores pensaron que los picantes americanos eran
especias y las llamaron pimientas de las Indias. Pero pronto utilizaron el nombre
de ají para referirse a los chiles. Ají es una palabra del taíno, lengua hablada en
las Antillas cuando la conquista.

Este ají debe su nombre al supuesto parecido del fruto con el pene de un
mono. La historia de la gastronomía tiene un toque morbosidad. Pensar en
aquel que descubrió cómo ordeñar a una vaca nos lleva a pensar, ¿qué
demonios le andaba haciendo a la vaca? Pues algo parecido sucede con el pipí
de mono, no sabemos qué le andaban viendo a los changos y peor aún, en qué
andaba pensando cuando se les ocurrió ponerle ese nombre al ají.

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