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ALIMENTARSE: DIMENSIONES

ANTROPOLÓGICAS E HISTÓRICAS
DE UN HECHO CULTURAL TOTAL
Guillermo de la Peña
Ricardo Ávila
(Coordinadores)
UNIVERSIDAD DE GUADALAJARA
Alimentarse: un hecho cultural total
Dr. Ricardo Villanueva Lomelí
Rector General

Dr. Héctor Raúl Solís Gadea


Vicerrector Ejecutivo Guillermo de la Peña
Mtro. Guillermo Arturo Gómez Mata
Secretario General

Dr. Aristarco Regalado Pinedo


Rector del Centro Universitario de los Lagos Cuando hablamos de la comida mexicana —o, más propiamente, de la alimen-
tación mexicana— surge con frecuencia una paradoja: por un lado se encomia
Dr. Francisco Javier González Vallejo
Secretaria Académica
su excelencia; por otro, se lamenta la pobreza nutricional en que viven muchos
habitantes de este país, especialmente los de menores ingresos económicos. La
Mtra. Yamile F. Arrieta Rodríguez UNESCO ha reconocido un cierto tipo de comida mexicana como patrimonio cul-
Jefa de la Unidad Editorial tural de la humanidad. Abundan los restaurantes con menús que incorporan o re-
significan recetas de la cocina nacional consideradas tradicionales, y algunos de
NB. El Seminario de Estudios Regionales Guillermo de la Peña, sobre temas alimentarios, fue organizado por el CIESAS
ellos figuran en las listas de los mejores de México, América y el mundo. Cada año
de Occidente y el Centro Universiario del Sur (CUSur), de la Universidad de Guadalajara, los días 14 y 15 de marzo de 2019,
en Zapotlán el Grande, Jalisco. La concepción del mismo estuvo a cargo de Guillermo de la Peña, Ricardo Avila y Sarah
aparecen libros exitosos que divulgan “la cocina tradicional de México”, en edicio-
Bak-Geller, quien expuso una interesante conferencia en el mismo evento, aunque lamentablemente no pudo ser inclui- nes de lujo, profusamente ilustradas. No puede dudarse de que muchos produc-
da en este volumen. El soporte logístico del seminario estuvo a cargo de Alejandro Macías y Lizette Sevilla, de CUSur, así tos importantes e incluso indispensables en la alimentación mundial provinie-
como de Olimpia Muñoz de CIESAS-Occidente. ron originalmente de nuestras tierras: entre otros, el maíz, el tomate, el cacao, el
Primera edición, 2020 amaranto… (Crosby, 1972). Sin embargo, no es raro que se culpe a las tradiciones
© Guillermo de la Peña y Ricardo Ávila agroalimenticias y culinarias por la desnutrición que —real o supuestamente—
prevalece en México. Incluso en el siglo pasado, en diagnósticos sobre la desigual-
ISBN
dad social, se denostaba el consumo del maíz como un símbolo de atraso. Afor-
D. R. © Universidad de Guadalajara tunadamente, existen ya muchos testimonios y estudios serios que desmienten
tales creencias negativas. Desde hace muchas décadas sabemos, por numerosos
CENTRO UNIVERSITARIO DE LOS LAGOS
Av. Enrique Díaz de León 1144, Col. Paseos de la Montaña, C.P. 47460
estudios biológicos, genéticos, paleontológicos y arqueológicos, que Mesoamé-
Lagos de Moreno, Jalisco, México rica fue uno de los espacios en que nació y se desarrolló la agricultura mundial,
Teléfono: +52 (474) 742 4314, 742 3678 Fax Ext. 66527 1
aproximadamente unos siete mil años A.C. Gracias a ello, la riqueza evolutiva
http://www.lagos.udg.mx/
de la nutrición humana recibió de esta parte del mundo un vasto conjunto de in-
Se prohíbe la reproducción, el registro o la transmisión parcial o total de esta obra por cualquier sistema de recupe- gredientes fundamentales. En su contribución al presente libro, Alejandro Casas
ración de información, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electro-óptico, por fotocopia o cualquier
otro, existente o por existir, sin el permiso previo por escrito del titular de los derechos correspondientes. 1 De acuerdo con la definición de Paul Kirchhoff (1943), ya consagrada en la literatura, el área de Mesoamérica in-
cluye el centro y el sur de México y la mayor parte de Centroamérica; comparte muchos aspectos climáticos y
Impreso y hecho en México / Printed and made in Mexico ecológicos, y un antiquísimo sustrato civilizatorio (Bonfil, 1987).
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Ruiz Serna, Daniel y Carlos del Cairo (2016). “Los debates del giro ontológico en torno al natu- ¿Papadzules o enchiladas?
ralismo moderno”. Revista Estudios Sociales, 55, 193- 204. Globalización, translocalidad y
Sousa Santos, Boaventura de (2009). “Más allá del pensamiento abismal: de las líneas globales a
una ecología de saberes”. En: León Olive, Boaventura de Sousa Santos, Cecilia Salazar de la
colonialismo culinario
Torre, Luis J. Antezana, Wálter Navia Romero, Luis Tapia, Guadalupe Valencia García, Mar-
tín Puche Anyul, Mauricio Gil, Maya Aguiluz Ibargüen, Hugo José Suárez. Pluralismo Episte-
mológico. La Paz: CLACSO / Muela del Diablo Editores-Comunas-CIDES-UMNSA, pp. 31-84.
Sousa Santos, Boaventura de (2014). “Más allá del pensamiento abismal: de las líneas globales a Steffan Igor Ayora-Diaz
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Walsh, Catetherine (2014). “Pedagogías decoloniales caminando y preguntando. Notas a Paulo Comienzo este ensayo con un relato acerca de los papadzules. Durante mi infan-
Freire desde Abya Yala”. Entramados: educación y sociedad 1, 17-30. cia en Valladolid, Yucatán, ocasionalmente ayudaba a mi madre en su prepara-
Wilson, Kathi, Christian Abizaid, Amrita Daniere, Claudia Rocío Magaña-González y Alejan- ción y, por lo elaborado del platillo, como adulto lo he cocinado muy raramente.
dro Macías Macías, (2016). Examining local responses to global problems: The resurgence of local El o la cocinera debe de comprar semillas crudas de calabaza. Éstas se colocan
food production among the Nahuas indigenous community in México in the face of Agro-Industry. sobre un comal o una sartén caliente. Se tuestan y dejan enfriar. Luego se pelan
Recuperado de: https://www.univcan.ca/wp-content/uploads/2016/04/lacreg-asociacio- y las cáscaras se descartan. Las semillas se muelen en un molino de hierro accio-
nes-de-investigacion-colaborativa-superar-los-desafios-conjuntamente-2016.pdf nado manualmente, agregándoles un poco de sal y hojas de epazote. El resultado
es una masa, llamada localmente «recado», que adquiere un color verde, produc-
to del amalgamiento de las semillas y el epazote.1 Esta masa se disuelve en agua
y se hierve con más hojas de epazote. El espeso líquido se pasa por una tela, co-
lando y separando el aceite de las semillas. Este aceite servirá al final para condi-
mentar el platillo. El líquido espeso adquiere la textura de un velouté.
De manera paralela, tal y como se preparan los tomates fritos españoles, se
tuestan tomates, cebollas y ajos en el comal para luego deshacerlos en un mor-
tero y por último freírlos en aceite vegetal. A la fritura se agregan chiles haba-
neros enteros que la cocinera o el cocinero cuida de no romper para así dejar el
sabor y aroma del habanero en la salsa, y evitar el picante. Los chiles se ponen
en un plato aparte. Por separado, en una olla, se ponen a hervir huevos de galli-
na hasta cocerlos completamente. Se les quita la cáscara y se pican finamente,

1 Desde hace décadas uno puede omitir estos pasos iniciales. El recado para papadzules puede comprarse en mer-
cados o supermercados, pero uno debe saber dónde adquirirlos, ya que muchas veces estos productos se encuen-
tran adulterados habiéndoles agregado harina de maíz, o colorantes artificiales.

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o se desmenuzan manualmente. Hemos obtenido ya el velouté de semilla de ca- Paradigma Michoacán2 en la lista de Patrimonio Cultural Intangible de la unes-
labaza, la salsa de tomate frito, chiles habaneros cocidos, y huevos cocidos des- co, han aparecido textos en los que se equiparan los papadzules con las enchi-
menuzados. Llegó el momento de elaborar los papadzules: se toman tortillas de ladas. Así, realizando una búsqueda en Internet, bajo los términos «papadzules
maíz, se sofríen para aumentar su resistencia al velouté de semillas de calaba- como enchiladas», aparecieron varios sitios en los que se establece esta analo-
za y evitar que se deshagan antes de que el comensal los consuma. Se pasan las gía. En uno de ellos se proporciona una receta muy distinta de la manera local-
tortillas por el velouté. Estas se enrollan para tomar la forma de cannelloni, relle- mente establecida de prepararlos, al menos, debo decir, entre los yucatecos. Es-
nándolos de huevo cocido picado. Se colocan varios, uno junto al otro, de forma ta receta incluye chiles verdes picantes para preparar la salsa de pepita, y una
paralela. Se les agrega más velouté de calabaza con un cucharón. Por encima se cantidad ínfima de epazote; de hecho, el sitio incluye la receta titulándola «Pa-
coloca una cantidad, al gusto de quien lo cocina, de salsa de frito de tomate. Pa- padzules o enchiladas yucatecas».3 En el Larousse. Diccionario Enciclopédico de la
ra adornarlo se esparce por encima con huevos cocidos finamente picados y un Cocina Mexicana (Muñoz, 2012, p. 241) su autor define las enchiladas como «es-
hilo del aceite de calabaza apartado tempranamente durante la elaboración. Los pecialidad mexicana que se prepara con tortillas de maíz untadas con salsa de
habaneros se colocan en un plato sobre la mesa para que, según el gusto por lo chile y enrolladas y dobladas; por lo general están rellenas de algún alimento».
picante, cada comensal los agregue cuanto prefiera. Algunos lo añaden a la co- Este autor reconoce que existen múltiples variedades regionales y describe se-
mida, pero no es raro que los yucatecos no agreguen picante (imagen 1). senta tipos distintos de enchiladas, incluyendo las suizas, pero no incluye nin-
guna «enchilada» yucateca (Muñoz, 2012, pp. 242-247). Cuando describe los pa-
padzules, más adelante, tampoco los detalla como enchiladas, ni refiere el uso
de alguna salsa picante en su elaboración (Muñoz, 2012, p. 459). Tampoco el La-
rousse de la cocina mexicana (Gironella y De’Angeli, 2006) describe la salsa de los
papadzules como picante, ni al platillo como enchiladas. En ambos diccionarios,
sin embargo, aparece como «antojito» y no como un platillo en sí.4 A raíz de la
inclusión del Paradigma Michoacán y su uso discursivo para re-inventar una
cocina nacional mexicana (Pilcher, 1998), los platillos yucatecos pueden quedar
asimilados a categorías y descripciones significativas para los habitantes del
centro del país —como cuando clasifican la hoja de chaya como «quelite»—, pero
que constituyen categorías ajenas, al menos hasta ahora, al lenguaje yucateco.

2 Se refiere al expediente que argumentó y apoyó la inclusión a la lista de Patrimonio Cultural Intangible de la
unesco, dada la originalidad de cierta comida tradicional, y putativamente de origen prehispánico, propia de
un grupo étnico del estado de Michoacán. El expediente que fue postulado en su momento por ciertos actores
sociales fue aceptado en 2010.
Imagen 1. Papadzules que no son enchiladas. 3 Ver: https://articulos.elclasificado.com/recetas-y-menus/papadzules-enchiladas-yucatecas/; consultado el 8 de
marzo de 2019.
4 Su clasificación como «antojito» me parece reveladora ya que, como el mismo diccionario le define, un antojito
Para esta descripción he elegido arbitrariamente algunos términos que no es el «Nombre genérico de los bocadillos que se comen en ambientes informales o antes de la comida y que se
son usados localmente para presentar este platillo: velouté de semillas de cala- venden por lo general en puestos improvisados» (Muñoz, 2012, p. 36). Este no es el caso de los papadzules que,
aunque hoy se encuentran en casi todo restaurante dedicado a la gastronomía regional yucateca, constituye ha-
baza y epazote, tomate frito español y cannelloni. Con ello, mi intención es la de bitualmente un plato en sí, y no se vende en puestos improvisados. Por otra parte, desde el punto de vista de
poner de relieve otra arbitrariedad descriptiva. Después de la inscripción del autores mexicanos, de las cocinas regionales no merece ocuparse (Novo, 1967, p. 32), y se define el antojo de la
siguiente manera: «Dícese especialmente en la Capital de la República, en Méjico, de las comidas típicas de Pro-
vincia, y casi siempre en diminutivo y plural, ‘antojitos’» (Santamaría, 1959, p. 69).
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Los efectos no son sólo discursivos, sino que influyen sobre las prácticas cu- quienes tienen el poder económico y cultural han forzado los cambios sobre las
linario-gastronómicas locales. Por ejemplo, en un restaurante muy popular entre formas localmente establecidas de cocinar, especialmente cuando son transfor-
turistas mexicanos y extranjeros, localizado en el centro de la ciudad de Méri- maciones localmente percibidas como impuestas desde «arriba» (Heldke, 2003,
da, las cocineras preparan los papadzules agregándoles crema, ingrediente que p.XX). En este sentido, las transformaciones en los papadzules resultan revela-
puede encontrarse en algunos tipos de enchiladas, pero que es completamente doras, ya que los cambios descritos obedecen a una recodificación externa de la
ajeno a la receta regional. En otros restaurantes preparan la salsa de pepitas con cocina yucateca a la que se le entiende como una variante de la cocina mexicana
caldo de pollo, y en algunos le agregan tanto colorante que adquieren un color —en este caso, los papadzules son como las enchiladas— y una versión regional
verde fluorescente. Después de décadas de migración desde el centro del país ha- del Paradigma Michoacán; esto es, se define como un platillo indígena, aunque
cia Yucatán, y ante el creciente número de visitas anuales de turistas, otro res- posiblemente no lo sea. Estas son transformaciones que placen a los visitantes
taurante los prepara rellenándolos con pollo en vez de huevo cocido. Estas son que consumen servicios turísticos en la ciudad de Mérida y satisfacen su cacería
transformaciones que sugieren la asimilación de este platillo yucateco a la lógi- de lo «auténtico», pero no necesariamente agradan a la población local que no
ca de las enchiladas mexicanas. Debo señalar que aquí no estoy disputando si ha iniciado, impulsado, ni dirigido ese cambio y, por tanto, no reconoce su legi-
tienen o no buen sabor: el hecho de que esos sean restaurantes populares para timidad. Los papadzules no son el único platillo que ha sido objeto de distintas
ciertos turistas, sugiere que satisfacen el gusto de esos consumidores. Lo que transformaciones. Más adelante proporcionaré otros ejemplos.
quiero resaltar es que esto constituye una forma de apropiación cultural propia Quizás el tema menos discutido fuera de Yucatán es que la cocina yucateca es
de procesos de neo-colonialismo interno. una cocina caribeña más que mexicana. Esto se debe a razones históricas (Ayo-
Coincido con la filósofa Lisa Heldke cuando señala que «el imperialismo cul- ra-Diaz, 2010a, 2012) y es reflejo de la articulación de procesos global-locales y
tural se refiere a la imposición de prácticas culturales por un poder político y eco- translocales que explicaré en el siguiente apartado. El resultado de estos procesos
nómico; colonialismo cultural… se refiere a la apropiación de dichas prácticas por ha constituido un paisaje culinario-gastronómico que ha parecido estático, pero que
tal poder» (el énfasis es suyo) (2003, p. XVIII). De hecho, ambos, el imperialismo ha incorporado cambios a lo largo del tiempo. Estos cambios han sido posibles gra-
y el colonialismo cultural ocurren de manera paralela. Me parece, como la mis- cias a la apropiación local de prácticas culinarias importadas de Europa y Medio
ma filósofa reconoce, que el uso de «apropiación cultural» debe ser muy cuidado- Oriente en particular, pero frecuentemente mediadas por la historia de relacio-
so, especialmente cuando describimos prácticas y conocimientos culinarios. Si nes entre los pobladores de la península con los de otras islas y tierras del Caribe.
aceptamos que toda cocina es producto de préstamos de una cultura a otra, así
como de entrecruzamientos culturales a lo largo de la historia, podemos enten- LO GLOBAL, LO GLOBAL-LOCAL (GLOCAL), Y LO TRANSLOCAL
der estas formas de apropiación como posiblemente no coloniales, aunque sean Durante la última década me he propuesto darle cuerpo conceptual al térmi-
parte del proceso histórico de expansión imperial y colonial. En este sentido, co- no de «translocalidad». Esta palabra aparece frecuentemente en análisis de
mo muchas otras, la cocina yucateca, como explicaré más adelante, es producto distintos procesos globales, a veces se alterna con «transnacionalidad», o se
de la apropiación de técnicas y tecnologías, de recetas e ingredientes, derivadas usa como sinónimo del término señalado. Aunque es posible darnos cuen-
de otras prácticas culinarias culturales que se explican por los lazos global-lo- ta del poder evocador del vocablo translocalidad, me parece que si logramos
cales y translocales de la sociedad yucateca. Lo que nos permite argumentar que conceptualizarlo con mayor claridad puede enriquecer otros conceptos y pa-
una apropiación cultural de tipo colonial remite a la experiencia, la percepción res terminológicos, como lo global-local y lo «glocal», agregando así un estra-
de control sobre los procesos que tienen los sujetos. No es lo mismo cambiar una to de complejidad en el análisis de estos fenómenos. De manera similar a la
receta por el gusto de hacerlo o porque la comida ha cambiado, o porque en las que conceptos como el de «transnacionalismos menores» no niega la existen-
relaciones horizontales entre grupos de pobladores de la región se ha decidido cia de los nacionalismos (Shiah y Lionnett, 2005), «translocalidad» encuentra
experimentar y la modificación ha resultado aceptable, que cambiarla porque su sentido dentro de las teorías de la globalización.
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Aunque el tema de la globalización se encuentra ya plenamente sedimen- Reitero, mi intención no es la de reemplazar el análisis de estas relaciones
tado en las ciencias sociales y la antropología, el significado que se le otorga global-locales, sino desestabilizar esta conceptualización dicotómica que en-
resulta en voces frecuentemente discordantes, pero a mi entender comple- fatiza relaciones verticales, ya sea privilegiando fuerzas que operan de arri-
mentarias. Por ejemplo, autores como McLuhan y Powers (1989), Nash (2007), ba hacia abajo o en dirección contraria. Estos modelos pueden conducirnos a
Touraine (1999), Wolf (1982), y Wallerstein (1974), por sólo mencionar unos pensar en los actores locales como marionetas controladas por los hilos de las
cuantos, enfatizan sobre todo la conectividad global sin apenas mencionar el fuerzas globales, o como actores racionales que resisten y rechazan esas mis-
proceso de homogenización de sociedades y culturas. En los estudios sobre la mas fuerzas. Tengo la convicción de que para desestabilizar esta dicotomía
comida, se habla tanto de «coca-colonización» (Foster, 2008) como de «Mcdo- debemos analizar los procesos translocales. Propongo entonces que «trans-
naldización» (Ritzer, 1996). Es decir, para estos autores el término globaliza- localidad» es un concepto útil para explorar las relaciones horizontales entre
ción captura los miedos de que todas las comidas y bebidas y, por extensión, grupos, además de los múltiples procesos verticales. Es mediante la compleja
todas las prácticas y valores culturales del mundo se conviertan en lo mismo. articulación de lo translocal con lo global-local que se producen transforma-
En el otro polo hay quienes prefieren enfatizar los procesos locales —hetero- ciones en direcciones frecuentemente inesperadas, es decir, no-lineales (Ayo-
geneizantes—, debido a que por medio de ellos mismos se da la apropiación ra-Diaz 2007, 2013, 2017; Ayora-Diaz, Vargas y Fernández, 2016).
y la adaptación, lo que conduce a la producción de la diferencia. Movimientos Las sociedades contemporáneas son fluidas, dinámicas e inestables. Co-
sociales locales, étnicos, identitarios, así como de distintos grupos minorita- mo muchos autores han ya señalado, la movilidad es una de sus característi-
rios de interés, se convierten, para quienes los estudian, en el foco de análi- cas definitorias (Augé, 2007; Schiller y Salazar, 2013; Urry, 2007). La sociedad
sis para ejemplificar esta noción de globalización (Castells, 2000; Edelman, contemporánea global está marcada por la movilidad de personas, mercan-
1999; Friedman, 1994). Por mi parte, desde el inicio de la década de los años cías —incluyendo aquellas necesarias para cocinar—, tecnologías, dinero y
noventa del siglo pasado, a raíz de mi trabajo de campo con pastores de la is- elaboraciones discursivas. Éstas últimas son importantes en la construcción
la de Cerdeña, en el marco de la naciente Unión Europea, he adoptado la pos- de la imaginación en general y de los múltiples imaginarios sociales y cultu-
tura de que observamos la simultaneidad de fuerzas y tendencias homoge- rales (Appadurai, 1996). Como ha sugerido James Clifford (1997, 2013), en la
neizantes y heterogeneizantes (Ayora-Diaz y Vargas, 2005). Ninguna de estas sociedad contemporánea necesitamos explicar por qué hay gente que decide
tendencias logra completarse ni finalizar, ya que son dinámicas, fluidas, y se permanecer, tanto como nos dedicamos a explicar por qué otros se mueven.
encuentran en interacción continua. Roland Robertson (1992) ha discutido y Es más, aun aquellos que permanecen encuentran sus vidas transformadas
analizado esta articulación compleja desde 1992. Este mismo autor, es bien por el movimiento de los que se van, y por aquellos que vienen como inmi-
sabido, adoptó el término de glocalización para describir su naturaleza dual grantes, turistas, administradores o desarrolladores, por mencionar sólo al-
(Robertson, 1995). Aunque con diferencias terminológicas, encuentro que el gunos de estos posibles agentes. Este aspecto de flujos y fricciones globales
modelo de Robertson se complementa con el de Arjun Appadurai (1996), quien es importante para recalcar el primer principio de lo translocal: hoy en día es
describe los procesos de convergencia y divergencia de distintos paisajes. Y imposible afirmar —y debemos reconocer que muchos aún lo hacen— que al-
si me parece necesario agregar el tema de la translocalidad, es porque en ge- gún grupo social es estático, auto-contenido e indiferente a lo que sucede en
neral, aunque estos autores toman en cuenta la mayor complejidad de estos otras partes del mundo. Si pensamos en la cocina y la comida, muchos ingre-
procesos, al final sus explicaciones no renuncian totalmente a la oposición dientes y distintas tecnologías culinarias han sido introducidas en cada so-
dicotómica entre lo global y lo local. ciedad, luego del contacto con otros grupos, reconociendo así prácticas culi-
narias diferentes a las propias.

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Segundo principio. Estas transformaciones ocurren en distintas escalas.


Esto es, necesitamos considerar que la translocalidad ocurre no sólo debajo o
en medio de lo global-local. La escala más amplia, que es la del mundo, es una
en la que los valores de las sociedades del Atlántico Norte se han universaliza-
do, y éstos han sido localmente adoptados y adaptados. Por ejemplo, cuando
hablamos de modernidad, necesitamos reconocer que este término no descri-
be la misma condición cultural en los Estados Unidos, Canadá o en distintos
países europeos. Sin embargo, es a partir de las convergencias translocales,
mediadas principalmente por las distintas metrópolis, que podemos imagi-
nar la modernidad como si fuese una sola, y que en todas estas sociedades se
comparten los mismos valores, discursos y prácticas culturales. En otra esca-
la encontramos las relaciones entre distintas sociedades colonizadas y subor-
dinadas. Éstas se apropian de manera diferente respecto de las prácticas, va-
lores y visiones del mundo provenientes de distintos estados colonizadores,
y frecuentemente adoptan las jerarquías sociales establecidas por los estados
del Atlántico Norte. Un ejemplo claro ha sido la diseminación de la idea de
nación, la cual acompaña a la hegemonía de la cocina francesa a nivel global,
aunque ambas, en décadas recientes, han comenzado a ser disputadas. Estas Imagen 2. Lechón al horno en un puesto
sociedades subordinadas también intercambian gente, ideas, prácticas, tec- callejero de Mérida, México.
nologías y capital, y pueden en consecuencia crear nuevas prácticas cultura-
les que les son comunes, aunque sean diferentes. Por ejemplo, existen rece- Tercer principio. Requerimos tomar en cuenta la escala temporal. Sin embar-
tas en todo el Caribe que reflejan este gusto común por ciertos ingredientes go, me parece que más que privilegiar continuidades —como por ejemplo cuan-
y formas de cocinar. Sin embargo, en cada lugar la disponibilidad de ingre- do en distintas partes del país se afirma que la comida de los pobladores rurales
dientes permite crear un gusto que distingue al platillo de la manera en que sigue siendo la misma que se consumía en tiempos prehispánicos—, lo que ne-
se prepara en otras sociedades caribeñas. cesitamos es prestar atención a las fracturas y discontinuidades. Quizá la arqueolo-
El lechón al horno (o lechón horneado, o pernil) se encuentra en versiones gía del futuro pueda, algún día, reconstruir la cocina de los mayas antes de que
distintas pero reconocibles del mismo guiso en Yucatán, Cuba, Puerto Rico, fuesen colonizados por los «nuevos mexicas», para lograr así distinguirla de la
República Dominicana, Colombia, Honduras y Venezuela, por mencionar unos mezcla que seguramente debió haber resultado de la coexistencia entre esos dos
cuantos (imagen 2). El queso relleno es otro platillo que, basado en el queso pueblos en la península yucateca, antes de la llegada de los españoles. La llega-
Edam holandés, tiene un relleno diferente, y por tanto un sabor distinto en da de éstos en el siglo XVI, junto con gente asiática después, introdujo en la re-
Yucatán, Venezuela, Curazao, Puerto Rico y Nicaragua, además de que en Yu- gión nuevos ingredientes y tecnologías culinarias. Posteriormente, del periodo
catán se cocina al vapor, mientras que en otros lugares se prepara horneado. independiente necesitaríamos conocer las estrategias comerciales de los pobla-
dores de la República de Yucatán, quienes sufrieron un largo bloqueo naval por
parte del gobierno central mexicano. Más adelante, la exitosa economía de plan-
tación enriqueció a las élites de la región, que así se vieron con capacidad de im-
portar vinos, cervezas, distintos comestibles y tecnologías culinarias, tanto de
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Europa como de Estados Unidos (Hernández y Cámara, 2019). En estos mismos lores, técnicas y estética sensual-sensoriales de la gastronomía francesa (Fer-
años, dado el éxito económico de la región, Yucatán atrajo inmigrantes alema- guson, 2004; Trubek, 2000). Esto no quiere decir que aquéllas se adoptaron sin
nes, franceses, españoles y sirio-libaneses, al mismo tiempo que permitió impor- cambios, sino más bien, como lo muestra Sarah Bak-Geller Corona (2019) con
tar trabajadores de Corea, de China y del noroeste mexicano. Cada momento de respecto al discurso sobre el buen gusto en México, que transitaron por un pro-
ruptura permitió o posibilitó nuevas adiciones a la cultura culinaria de la región ceso de nacionalización. En el caso yucateco, la cocina regional que comenzó a
que, a pesar de la apariencia de estabilidad, cambiaba gradualmente. Durante ser llamada «yucateca» al final del siglo xix, surgió de la adaptación al mercado
varias décadas del siglo XIX, mientras que Yucatán fue viable y estuvo política- regional de ingredientes y tecnologías culinarias provenientes de la cocina euro-
mente separado de México, los yucatecos establecieron alianzas e intercambios pea, principalmente de la española y la francesa. La cocinera Manuela Navarre-
comerciales y culturales con el sur de los Estados Unidos, Cuba, Puerto Rico, Ve- te Arce publicó en 1889 su libro La verdadera cocina yucateca. Este libro fue reim-
nezuela, República Dominicana, Gran Bretaña, España y Francia. Reconociendo preso en varias ocasiones hasta las primeras décadas del siglo xx. No repasaré
la existencia de estas relaciones horizontales es posible vislumbrar los flujos de aquí su contenido, ya que lo he hecho en otros lugares (Ayora-Diaz, 2010, 2012);
intercambio que se articulaban con fuerzas global-locales. baste decir que el libro contiene múltiples recetas adaptadas de recetarios euro-
Cuarto principio. Al analizar la translocalidad no es posible establecer la equi- peos, y en su introducción sugiere prácticas de etiqueta importadas de Europa,
valencia entre horizontalidad, igualdad y armonía. Incluso en sociedades subor- como el tipo de cristalería y copas a ser utilizados para beber vinos y champag-
dinadas, las élites locales pueden forjar relaciones que resultan en la sujeción, ne, así como los utensilios de plata para servir el caviar. Entre sus recetas, con
ya sea de otros grupos locales o bien de élites de otras sociedades. Entre estos distintos nombres, pueden ser reconocidos algunos platillos de la gastronomía
grupos puede crecer la convicción de que su propia organización social, cultura regional yucateca, hoy icónicos. Libros de cocina posteriores siguieron enfati-
y prácticas culinarias es mejor y superior a la de las otras. Por ejemplo, en Yuca- zando lo yucateco de las recetas, subrayando su particular inclinación cosmo-
tán ha sido la élite meridana la que ha controlado el capital cultural y simbólico polita. Es decir, prácticamente hasta el presente, la cocina yucateca se distingue
de la cocina yucateca. Aunque muchos de los platillos se reconocen como origi- de la mexicana, entre otras cosas, por no ser una cocina indígena. Localmente se
narios de otras ciudades —Valladolid, Ticul, Maní, Motul, por mencionar unas considera una cocina criolla o mestiza que mezcla ingredientes locales con los
cuantas—, la cocina yucateca encuentra en Mérida la mayor diversidad de res- de otras partes del mundo, creando un sabor propio. Esta forma de apropiación
taurantes especializados en cocina regional que en otras ciudades o pueblos del de lo global, mediante articulaciones translocales, es entendida por los actores
resto del Estado. Así, aunque la cocina regional ha surgido de estas relaciones locales como auto-gestionada, producto de la creatividad de cocineras y cocine-
horizontales, la recodificación de las recetas en la capital del estado se convier- ros regionales. Es en este conjunto de prácticas, saberes y sabores al que está su-
te en rectora de sus modos de elaboración en otros lugares.5 jeto el proceso de colonialismo interno donde se busca actualizar y recrear una
Quinto y último principio. Las conexiones translocales requieren de actores cocina nacional con raíces indígenas.
sociales, de individuos que medien entre un grupo y otro. Anna Tsing (2005) ha
demostrado cómo distintos sujetos median y transforman prácticas y discur- LA UNESCO, LA COCINA MEXICANA Y EL COLONIALISMO INTERNO
sos durante su desplazamiento desde las agencias supranacionales a los Esta- Primero unas palabras acerca de mi uso del concepto «colonialismo interno».
dos-nación, de ahí a las instituciones de los Estado encargadas de su disemina- En las ciencias sociales mexicanas, durante la década de los años sesenta, Pablo
ción, y luego en su apropiación local por parte de distintos grupos. Así, durante González Casanova (1965) y Rodolfo Stavenhagen (1965) usaron el término para
el siglo xix y una buena parte del siglo xx, distintos chefs diseminaron los va- referirse a la relación colonial entre los europeos y sus descendientes, y los pue-
blos indígenas. Dado que mi interés radica en los reclamos identitarios regiona-
5 En años recientes, sin embargo, algunos restaurantes en distintas poblaciones comienzan a reclamar un lugar les yucatecos, mi uso deriva del análisis y argumento de Michael Hechter (1975),
en la lista de restaurantes que elaboran buena cocina yucateca. Por ejemplo, Kinich, en Izamal, y Pueblo Pibil, en
Tixkokob. quien da el mismo nombre al proceso de invención del Estado-nación de la Gran
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Bretaña. Hechter sugiere que este constructo nacional fue posible gracias al si- digma Michoacán (Ayora-Diaz, 2019) (imagen 3). Adicionalmente, este grupo
lenciamiento de las diferencias regionales en Gales, Irlanda y Escocia (ver tam- ha recibido del poder legislativo la autoridad para certificar a ciertas cocineras
bién Colley, 1992). En parte, me parece que la invención de México después de como «tradicionales», y busca impulsar una legislación encaminada a conver-
la independencia novohispana se acompañó del intento de supresión, en el ima- tirles en un órgano acreditador de la autenticidad de la cocina mexicana en res-
ginario de la nación en ciernes, de las diferencias regionales. Para poder imagi- taurantes extranjeros. Estas estrategias constituyen un movimiento homoge-
nar una nación mexicana co-extensiva con un territorio era necesario imaginar neizador de la cocina nacional, diseñado y promovido desde el centro del país,
la existencia de una cultura nacional (Anderson, 1983). Es en este sentido que hecho que como tal constituye una estrategia de colonialismo cultural interno.
entiendo el colonialismo interno como la supresión de las diferencias culturales
en favor de la unidad nacional. Como clara ilustración de este proceso, Pilcher
(1998) ha analizado los esfuerzos tempranos del nacionalismo mexicano que se
han encontrado hasta hoy enraizados en las ambivalencias de la cultura del maíz
y la cocina nacional mexicana en tanto que indígena y con un dominante com-
ponente prehispánico.
Si bien la UNESCO se encuentra dispuesta a incluir distintas prácticas culi-
narias culturales en su lista del Patrimonio Cultural Intangible, con el propó-
sito explícito de protegerlas regional o nacionalmente, las nominaciones a es-
ta lista por lo general se acompañan de intereses económicos y políticos. Hay
que poner el énfasis en prácticas, ya que la unesco no ha reconocido ninguna co-
cina nacional. En el año 2005 México falló en su primer intento de obtener di-
cho reconocimiento. En esa ocasión la solicitud resaltaba la vastedad y riqueza Imagen 3. La tríada de la cocina mexicana.
de las distintas cocinas regionales (Moncusí y Santamarina, 2008). El expe- Cartel del aeropuerto de la Ciudad de México.
diente estaba respaldado por corporaciones agroalimentarias especializadas
en el procesamiento del maíz y la elaboración de harinas y tortillas —Mase- Es importante señalar que éste no es el único caso en el que se gestan este
ca—, y de harinas de trigo y elaboración de pan —Bimbo— a escala industrial. tipo de relaciones económico-políticas y culturales. El mismo año que el Para-
Cinco años después, en 2010, la unesco incluyó al Paradigma Michoacán digma Michoacán fue incluido en la lista de la UNESCO, lo fue también la Dieta
en su lista del Patrimonio Cultural Intangible. Este Paradigma incluye un con- Mediterránea. Esta inclusión también estuvo plagada de controversias que resal-
junto de prácticas sumamente localizadas que se funda en la producción, el uso taban las ambivalencias en su valor (Moro, 2014). La Dieta Mediterránea inclu-
y consumo de ingredientes prehispánicos —la tríada maíz, frijol y chile, por yó a cuatro países en el 2010, pero luego fue actualizada a siete en 2013, fecha
supuesto—, el uso de chinampas en ríos y lagos, y resalta además las técnicas en que aparece registrada en la lista pertinente de la Unesco. Esta dieta fue
culinarias de un grupo rural indígena del estado de Michoacán. Este reconoci- «descubierta» y promovida en 1959 por los nutriólogos Ancel y Margarite Keys.
miento ha sido apropiado por la intelligentsia del centro de México para guiar De manera similar al Paradigma Michoacán, entre quienes elaboraban el expe-
una agenda nacionalista promovida por el Conservatorio de la Cultura Gas- diente de aquella dieta, varios buscaban resaltar otra triada sagrada: el trigo, las
tronómica Mexicana. Con este propósito se han organizado reuniones anuales olivas y las vides (Moro, 2016). Desde su formulación temprana, al final de los
de «cocineras tradicionales» en distintos estados del país, se ha impulsado la años cincuenta, se alzaron voces señalando que esa dieta no existe, sino que es
recuperación de recetas basadas en la «sagrada tríada», y mediante ello se ha un invento de nutriólogos que tuvo como objetivo homogenizar lo que en rea-
pretendido demostrar que todas las cocinas regionales son reducibles al Para- lidad es una gran diversidad de formas de cocinar, comer y alimentarse en una
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región tan vasta como lo es la cuenca del Mediterráneo. Por ejemplo, Camporesi inducen distintos cambios en las recetas. El precepto de gustibus non est dispu-
(1993) cuestionaba el constructo ideológico e indicaba que Italia, inmersa casi en tandum se toma hoy como «a cada quien su gusto». Sin embargo, originalmente
su totalidad en el Mediterráneo, no tiene una dieta uniforme, ya que es posible quería decir que el buen gusto, y el gusto de algo, no está en disputa: sólo hay un
decir que en el sur se comen más vegetales y pescado, mientras que el norte ha gusto y es el educado. Desde esta perspectiva trataré de transmitir en mis des-
sido durante varios siglos más carnívoro. Asimismo, antropólogos que coopera- cripciones de este apartado la contrariedad que ciertos cambios en la cocina yu-
ban con el equipo que elaboraba el expediente pertinente para la UNESCO, cues- cateca producen entre los yucatecos «originarios» y en aquellos que se han con-
tionaban fuertemente el propósito de calificar a la supuesta Dieta Mediterránea vertido en yucatecos después de décadas de residir ahí. Para añadir otra capa
como «ancestral» o como «tradicional» (González y Medina, 2012; Medina 2018). conceptual a ese contexto socio-cultural, debo anotar la simultaneidad de tres
Un tercer caso documentado es la inclusión en 2013 de la cocina washoku del distintos pero interrelacionados procesos. Aunque sus nombres sugieren una se-
Japón. También, a diferencia del Paradigma Michoacán, los miembros del equi- cuencialidad, debemos pensarlos como de ocurrencia simultánea. Territorializa-
po a cargo de su elaboración tuvieron que entablar procesos de negociación y ción: proceso por el que un tipo de cocina o de comida se hace co-extensivo con
redefinición del sentido de la solicitud. Según Bestor (2018), teniendo en cuen- un territorio; desterritorialización: proceso por el que distintos factores cuestio-
ta el fracaso en la obtención de reconocimiento de la cocina coreana por privile- nan esa co-extensividad; y reterritorialización: proceso por el que distintos agen-
giar a la cocina de la élite, los integrantes del equipo a cargo de formular la so- tes/actores sociales buscan reafirmar esa co-extensividad.
licitud para el caso japonés, decidieron renunciar a la idea de utilizar la cocina Como ya he propuesto, la movilidad caracteriza a las sociedades contempo-
de la realeza de Kyoto, y mejor se centraron en la cocina washoku, esto es, aque- ráneas en general. En éstas encontramos grupos de individuos que generan un
lla que política y discursivamente es considerada la «auténtica» cocina japone- ensamblaje de prácticas culturalmente significativas: la cocina. A partir de esta
sa, sin influencias extranjeras, «occidentales» —yoshoku. El reconocimiento, de invención se despliegan actos de repetición que relocalizan las recetas y los gus-
nuevo, fue otorgado a las formas de producción y elaboración de los alimentos tos en distintos lugares del mismo territorio. Gradualmente, mediante la repeti-
que privilegian ingredientes estacionales, de temporada, frescos y locales, igual ción diaria, hebdomadaria, mensual y anual, ciertos gustos y apetencias culina-
que en el caso del Paradigma Michoacán y de la Dieta Mediterránea. La corpora- rias se naturalizan y se convierten en co-extensivos en determinado territorio.
ción industrial alimentaria Ajinomoto apoyó activamente esa solicitud, en la cual Sin embargo, siempre ha habido inmigrantes. Sujetos que portan gustos y ape-
se resaltaba, entre otras cosas, la importancia del umami en la cocina washoku, tencias distintas y buscan recrear sus cocinas en un espacio ajeno; y también,
el quinto sabor, que algunos en Japón sostienen que sólo los japoneses pueden siempre han existido otros grupos de personas locales que con medios y recur-
entender (Osawa, 2018; Stalker, 2018). sos distintos desarrollan otras formas de comer que cuestionan la co-extensivi-
Este es parte del contexto global en el que las cocinas locales, étnicas, re- dad de un modo culinario con el territorio en cuestión, ya sea local, regional o
gionales, y nacionales deben de encontrar un nicho para lograr su sobreviven- nacional. Algunos comensales agradecen los cambios, pero otros los viven como
cia en la economía de servicios turísticos, misma en la que el turismo gastronó- un atentado a la cultura local, por lo que desarrollan estrategias que buscan en-
mico y culinario juegan un papel cada vez más importante. Los restauranteros, fatizar —reafirmar— la especificidad local de prácticas culinario-gastronómicas
en el espacio público, y las cocineras en el espacio doméstico, deben de negociar que contribuyen a definir su identidad local, regional o nacional.
el ritmo, la velocidad y la naturaleza de las transformaciones en los gustos lo- Aunque a lo largo de la historia han existido distintas fracturas que han per-
cales y regionales. mitido transformar las cocinas regionales, me parece que los efectos de la in-
clusión del Paradigma Michoacán en la lista de la UNESCO, particularmente
TERRITORIALIZACIÓN, DESTERRITORIALIZACIÓN Y RETERRITORIALIZACIÓN su asimilación en el imaginario de una cocina nacional en la que el gusto del al-
Si una persona no ha crecido con el horizonte de una cocina o una gastronomía, tiplano central coloniza el gusto de otras regiones, tiene efectos muy variados.
es difícil que comprenda las emociones y las respuestas político-culturales que
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NEO-COLONIALISMO POSTNACIONAL: LA GASTRONOMÍA YUCATECA EN EL SIGLO XXI y se rellena con pollo deshebrado en una salsa espesa del caldo con epazote, ce-
Discutiendo la condición postnacional, Sparke (2005) sugiere que mientras en bolla, achiote, ajos y pimientos dulces. Con la llegada de inmigrantes del altipla-
tiempos no muy remotos, el guion en un Estado-nación moderno anunciaba la no central, estos comenzaron a pedir que se rellenasen de jamón y queso. Esta
unión de ambos términos, en el presente significa su separación. Las sociedades variación provocó un rechazo muy difundido, no sólo de estas versiones del pi-
contemporáneas progresivamente se han tornado post-fundacionales; esto es, bil pollo sino de la presencia de estos extranjeros que venían a insultar la cocina
la idea de un Estado-nación homogéneo ha perdido piso —se ha desterritoriali- regional (Ayora-Díaz, 2012). Gradualmente, muchos yucatecos han comenzado
zado—, y por consecuencia, existen esfuerzos por re-territorializarlo. Si la coci- a aceptar estas versiones y, durante 2018, la transgresión más chocante referi-
na nacional de principios de siglo xx corresponde a lo que se ha llamado «colo- da en distintos medios (periódicos, Facebook, etcétera) fue la de solicitar estos
nialismo interno», la propuesta de una cocina nacional indígena centrada en la tamales en versión vegana.
tríada maíz, frijol y chile, corresponde al neo-colonialismo post-nacional; dicho
de otro modo, se trata de una renovación del esfuerzo por crear el uno —o úni-
co— nacional. Este esfuerzo se encuentra con las tendencias centrífugas de los
fragmentos de la vieja nación moderna, imaginada hace más de cien años, y de-
be re-significarlas. Al mismo tiempo, la reterritorialización de la nación consti-
tuye una fuerza desterritorializadora para las identidades regionales, incluyendo
la de los distintos estados de la República Mexicana. La lista UNESCO del Patri-
monio Cultural Intangible se convierte en un factor que se articula —no deter-
mina ni es determinado, pero se ensambla— con el turismo global, una forma
de consumo donde el reconocimiento «patrimonial» de una cocina agrega valor
a los bienes en el mercado global de las cocinas étnicas, nacionales, regionales y
locales. Este tipo de reconocimientos oficiales e institucionales conducen a trans- Imagen 4. Mucbil pollo «tradicional» en un restaurante yucateco.
formaciones en los modos de representación locales de las cocinas regionales. Es- Mérida, México.
tos modos son muy distintos, pero corresponden a estrategias que buscan crear
y preservar un nicho en el mercado local, global y translocal de cocinas y gastro- Los restauranteros han debido adaptar su oferta también al gran número
nomías regionales y nacionales. A continuación describo algunas estrategias de de turistas que visitan la región. Por ejemplo, a los panuchos (tortillas rellenas
re-significación de la cocina regional en Yucatán. de frijol, fritas) habitualmente se les añade carne deshebrada de pavo, cebolla
La importancia afectiva de la comida queda de manifiesto en las reacciones morada curtida, y picante si es el gusto del comensal y cliente. En sus versio-
viscerales que despiertan ciertas transgresiones a las recetas o a las formas de nes callejeras en vez de pavo se les añade una rebanada de huevo cocido, o una
comer un platillo. Estas reacciones ponen de manifiesto lo ya dicho previamen- cucharada de picadillo de carne con cebolla. En la Ciudad de México se comen
te: son más fuertes mientras menos control tengan los sujetos sobre los cambios. con cochinita pibil, y al migrar muchos «defeños» a la ciudad de Mérida, comen-
Desde que inicié mi investigación comencé a encontrar este tipo de respuestas. zaron a exigir a los restaurantes panuchos con cochinita. La cochinita, para la
Al inicio de este siglo y de mi investigación sobre la gastronomía yucateca, los mayoría de los yucatecos, no se come con frijoles. El panucho está relleno de
yucatecos urbanos rechazaban enérgicamente modificaciones en la preparación frijoles; consecuentemente, los panuchos con cochinita constituyen una trans-
de los mucbil pollos o pibil pollos, un tamal elaborado durante las celebraciones de gresión más al código gastronómico regional. Hace casi veinte años se negaban
los difuntos el 1 y 2 de noviembre (imagen 4). Este tamal se prepara, de acuerdo a servirlos de esta manera en los establecimientos, pero hoy se encuentran en
con el modo local, mezclando la masa de maíz con manteca de cerdo y achiote, sus menús para satisfacer a los turistas, mientras que, salvo alguna excepción,
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los yucatecos continúan rechazando esta versión. Para ello, localmente exis- suponen «mexicana». El reconocimiento de la UNESCO al Paradigma Michoa-
ten los salbutes: tortillas fritas sin ningún relleno a las que se les puede añadir cán ha re-significado el calificativo «indígena» en la cocina mexicana, y también
cualquier guiso. (imagen 5) en la yucateca. Pero, mientras que el citado restaurante se aprovecha de asimi-
lar a los papadzules dentro de la categoría «enchiladas», algunos restauranteros
yucatecos han elegido otra vía. En mis conversaciones con chefs y propietarios
de restaurantes, siguen insistiendo en que la gastronomía yucateca es criolla o
mestiza. El aspecto privilegiado por los citados restauranteros es el pib: un horno
bajo tierra, cuyo fondo requiere ser cubierto con rocas calientes, al rojo blanco,
como ellos le llaman, para luego colocar sobre ellas la comida envuelta en hojas
de plátano y colocada en bandejas. Todo se cubre con ramas aromáticas buscan-
do evitar la salida del vapor. Hasta hoy no he encontrado argumento fehaciente
de que la tecnología aludida sea prehispánica y, aunque arqueólogos sospechen
que sí lo es (2016), a mí me queda la duda de que tal vez fue importada por escla-
vos africanos y afroantillanos, o por cocineros asiáticos. Sin embargo, creo que
Imagen 5. Salbutes y panuchos en un restaurante. Mérida, México. lo más importante aquí no es establecer si es o no indígena, sino señalar que dis-
tintos restauranteros buscan evocar lo prehispánico de sus menús cocinando la
Un restaurante cada vez menos frecuentado por gente local, se encuentra en mayoría de sus guisos en pib. Dos restaurantes meridanos: La Tradición, y El Mu-
uno de los hoteles de cinco estrellas en el Paseo Montejo, arteria emblemática de seo de la Gastronomía Yucateca, así como Pueblo Pibil, en Tixkokob —un poblado
la ciudad de Mérida. Este restaurante ofrece un menú yucateco completamente situado 30 km al oriente de Mérida— cocinan en pib, no sólo la cochinita y el le-
volcado a la satisfacción del paladar turista, que se complace al consumir plati- chón, sino distintos guisos como el frijol con puerco, el mondongo, el escabeche
llos regionales adaptados al gusto de los mexicanos del altiplano central. La gas- y el relleno negro, por mencionar unos cuantos. En las casas se acostumbra ela-
tronomía yucateca es primordialmente carnívora, basada principalmente en la borar estos guisos en ollas sobre la estufa, o cuando no había estufas, o donde
carne de cerdo y de pavo; los pescados y mariscos se consumen preferentemente no las hay todavía, sobre fogones. El pib es una tecnología reservada para espe-
a la orilla del mar. Por razones históricas relacionadas con la pobre producción cialistas, y la mayor parte de sus guisos como la cochinita pibil o los mucbil po-
bovina y caprina, los productos lácteos son escasos, siendo una notable excep- llos, han sido preparados en ocasión de celebraciones religiosas y familiares, o
ción el queso relleno, elaborado con queso Edam, de importación holandesa. Sin para su venta en mercados y puestos callejeros. Sin embargo, esta oferta restau-
embargo, el restaurante aludido mantiene los nombres yucatecos de las recetas, rantera satisface los deseos de «autenticidad» que el turista busca.
aunque en vez de cerdo se usa carne de res, y en vez de pavo, pollo. Su menú lis- Los ejemplos abundan, pero creo que los hasta ahora expuestos permiten
ta varias ensaladas y sopas, ambos escasos en la dieta y recetarios regionales, e ilustrar tanto la imposición del gusto y del sistema de valores gastronómicos aje-
incluyen un par de cremas, también ausentes en la cocina local hasta la llegada nos a la región, como las formas de auto-gestión del cambio motivadas por la re-
de las cremas enlatadas de estirpe warholiana. valorización comercial de lo «auténticamente indígena». Por supuesto, algunas
El incremento de turistas en Mérida ha impulsado el crecimiento de la in- de estas prácticas adoptadas en restaurantes pueden entenderse como la acep-
dustria restaurantera, de tal manera que la ciudad cuenta con más de 300 res- tación del código de valores de la sociedad hegemónica; en este caso, la re-sig-
taurantes en la categoría «turismo», según el Instituto Nacional de Estadística, nificación de la gastronomía yucateca, que ha pasado de ser una cocina criolla o
Geografía e Informática. Muchos turistas extranjeros llegan buscando comida mestiza a una cocina «indígena», en consonancia con los valores promovidos por
mexicana, sin darse cuenta de que la gastronomía yucateca es distinta de la que la universalización del Paradigma Michoacán como cocina mexicana.
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CONCLUSIÓN: TRANSLOCALIDAD, GLOBALIZACIÓN Y NEOCOLONIALISMO AGRADECIMIENTOS


La globalización, en sus manifestaciones global-locales, local-globales, glocales y Una primera versión más corta de este texto fue presentada durante el Simpo-
translocales, incluye procesos de colonización cultural que mantienen la estruc- sio Alimentarse: Dimensiones antropológicas e históricas de un hecho cultural total,
tura de dominación y subordinación entre grupos distintos. Esta es una relación como parte de la Cátedra de Estudios Regionales Guillermo de la Peña, organi-
fractalizada: naciones que dominan naciones, estados nacionales que dominan a zada por el ciesas-Occidente, la Universidad de Guadalajara y cusur en Ciudad
sus etnias, a grupos minoritarios y a regiones, y grupos locales que dominan y son Guzmán, Jalisco, el 14 y 15 de marzo de 2019. Mi agradecimiento a Ricardo Ávila
dominados por otros grupos locales. El neocolonialismo en el contexto post-colo- Palafox, Sarah Bak-Geller Corona, y Guillermo de la Peña por su invitación y por
nial y post-nacional está cargado de ambivalencias, como argumenta Homi Bha- los comentarios vertidos acerca de la ponencia.
bha (1994). El fenómeno llamado «mimesis colonial» es importante para enten-
der los mecanismos socio-culturales que promueven y facilitan la aceptación y REFERENCIAS
adopción, por parte de sujetos dominados, de los valores y estructuras hegemó- Anderson, Benedict (1983). Imagined Communities. Reflections on the Origin and Spread of Nation-
nicas y homogenizantes. Así, quien consume hamburguesas en la franquicia de alism. Londres: Verso.
una cadena estadounidense quisiera sentirse, al menos por un momento, como Appadurai, Arjun (1996). Modernity at Large. Cultural Dimensions of Globalization. Minneapolis:
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De la misma manera en que todas las culturas son híbridas, las cocinas lo ber y poder en Chiapas y Yucatán”. Journal of Latin American and Caribbean Anthropology,
son también. Pero me parece necesario mantener en perspectiva que la hibrida- 12(1), 134-163.
ción no es la feliz conjunción de lo «moderno» y lo «tradicional», o de lo «local» y — (2010a). “Regionalism and the Institution of the Yucatecan Gastronomic Field”. Food, Culture
lo «global», sino un ensamblaje en el que las relaciones de poder se mantienen. El and Society, 13(3), 397-420.
hecho de que la hibridación traiga lo nuevo al mundo, parafraseando a Bhabha, — (2010b). “Libros de cocina: la representación de lo yucateco en la imaginación culinaria”. En:
no excluye que esto «nuevo» sean nuevas formas de colonialismo cultural. La Steffan Igor Ayora Diaz y Gabriela Vargas Cetina (ed). Representaciones culturales. Imágenes
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Sin embargo, lo importante es reconocer cuando el cambio responde a procesos de 53-80.
colonialismo cultural y cuando constituye una forma de auto-creación continua — (2012). Foodscapes, Foodfields and Identities in Yucatán. Amsterdam: Cedla; Nueva York: Ber-
por la que cualquier sociedad y cultura se renueva. ghahn. “”
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presuponen una serie de códigos culturales a los que se confiere valor universal. — (2017). “Translocalidad, globalización y regionalismo: cómo entender la gastronomía region-
En este sentido, los esfuerzos por obtener su reconocimiento constituyen una al yucateca”. Anales de Antropología, 51(2), 96-105.
respuesta local de apropiación y adaptación de esos códigos que luego se inser- — (2019). “Introduction: Matters of Taste: The Politics of Food and Identity in Mexican Food”. En:
tan en procesos translocales. Es por esto que me parece que podemos adoptar Steffan Igor Ayora-Diaz (ed). Taste, Politics and Identities in Mexican Food. Londres: Blooms-
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gunas pautas que se constituyen de la confluencia y cercanía de ambos hechos.
Sustento mis reflexiones en conocimiento social, doxa, observaciones propias,
argumentos literarios y cinematográficos, así como en ciertos discernimientos
científicos. Dicho de otro modo, abordo cuestiones sabidas. La sola diferencia
es que las planteo desde mi personal perspectiva. Esto explica por qué he esco-
gido el ensayo como forma argumentativa de este texto.

DEFINICIÓN Y OBJETO
De modo genérico, diccionarios y enciclopedias varios1 coinciden en señalar que el
amor es afecto —sobre todo—, inclinación emocional, empatía, deseo de bienes-
tar del congénere, etcétera. Estas concordancias plantean de inmediato una pre-
gunta: ¿cuántos tipos de amor existen? Parece que varios.

1 Real Academia Española (1992), Hornby (1974), (Robert (1978).


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