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Cuatro días de audiencias públicas por parte del Consejo Nacional de Seguridad en
el Transporte la semana pasada sugirieron que las acciones de la tripulación de la
cabina de mando, las prácticas de capacitación de la aerolínea y ciertos aspectos
del diseño de Airbus A300 contribuyeron probablemente a la caída del vuelo 587.
Pero la revelación más dramática, según varios expertos del gobierno y del sector,
fue la falta de conexión durante años entre American Airlines y Airbus en lo referente
al intercambio de información sobre los riesgos potenciales de los timones de
dirección en estos aviones.
Información importante nunca se filtró a la gente que más lo necesitaba, los pilotos
de American que volaban los A300dijo el miembro del consejo, John Goglia. A pesar
de que ejecutivos de alto nivel en ambos lados reconocieron anteriores señales de
alarma, una escasa parte de la preciada información llegó a los pilotos.
American, por su parte, tampoco fue muy comunicativa. Inmersa en una batalla legal
contra Airbus sobre un contratiempo anterior con otro avión, los ejecutivos de
seguridad de American en principio se negaron a compartir la información completa
sobre el vuelo que tuvo problemas en Florida.
Poco después de que se partió el estabilizador vertical del vuelo 587 en noviembre
de 2001, el estabilizador del A300 del incidente de Miami fue finalmente
inspeccionado con equipos de ultrasonido. Se descubrió que una de sus partes
estaba dañada y el avión dejó de volar. No volverá a prestar servicio hasta que sea
reparado con una cola completamente nueva, que se espera para pronto.
CÓMO UNA PALABRA INCORRECTA PUEDE CAUSAR UN ACCIDENTE DE
AVIÓN
“Varios accidentes aéreos han sido causados por el mal uso del inglés entre pilotos
y controladores aéreos”
Si bien es cierto que entre pilotos y controladores hay fórmulas para verificar que el
mensaje se ha recibido correctamente, hay numerosos casos en que hay un trágico
desenlace por un pequeño error de comunicación. En ocasiones las interferencias
juegan en contra, pero la mayoría de los casos se debe a un mal uso del inglés.
Uno de ellos sucedió en 1990: el vuelo 52 de Avianca, que desde Bogotá estaba
llegando a Nueva York, se encontraba con poco combustible. Además se
encontraba en un patrón de espera por las malas condiciones climáticas, pero los
pilotos nunca dijeron la palabra “emergencia” para que su aterrizaje tenga máxima
prioridad. El avión cayó en la costa norte de Long Island y murieron 65 pasajeros y
ocho tripulantes.
Estival, autora del libro Aviation English: A Lingua Franca for Pilots and Air Traffic
Controllers (Inglés para la aviación: una lingua franca para pilotos y controladores
de tráfico aéreo) asegura que uno de los problemas es que muchos angloparlantes
no usan el lenguaje de inglés estándar y caen en expresiones coloquiales que
pueden inducir a errores.
Un informe de la CAA (Autoridad de Aviación Civil del Reino Unido) precisa que los
pilotos y controladores deberían realizar exámenes periódicos de inglés como los
que no son angloparlantes. Muchas veces los errores se cometen porque quien
tiene al inglés como primera lengua habla demasiado rápido, o usan términos
y entonaciones que no son las recomendadas por la OACI. Por ejemplo, para evitar
la confusión sonora entre five y nine (cinco y nueve) este organismo exige que se
vocalicen como fife y niner.
Este informe precisa que mientras que los pilotos no angloparlantes tienen que
acreditar un Nivel Cuatro de inglés en la escala de la OACI, pero los que provienen
de Gran Bretaña, Irlanda, EEUU o Australia –entre otros- cuentan con un Nivel Seis
pero sin dar un examen previo.
El objetivo es reforzar los controles en el aspecto lingüístico, y lograr que el inglés
de las comunicaciones sea una lengua distinta al idioma de Shakespeare, en el
sentido de que cambia la entonación y el significado de muchas palabras para un
mejor control de la seguridad.