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Alejandro Cassini
Clase teórica N° 7
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síntesis, los enunciados analíticos son necesarios, a priori y carentes de contenido
empírico.
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A los fines de este curso, aceptaremos la distinción analítico-sintético como
criterio para distinguir las ciencias formales de las ciencias fácticas. Aceptaremos,
entonces, que las ciencias formales contienen exclusivamente enunciados analíticos,
mientras que las ciencias fácticas contienen tanto enunciados analíticos (como las
definiciones estipulativas) y enunciados sintéticos (como las hipótesis que forman las
teorías). Así pues, la diferencia esencial entre unas y otras es el hecho de contener o no
enunciados sintéticos. Todos los filósofos clásicos de la ciencia, desde los empiristas
lógicos, como Schlick, Carnap, Reichenbach, Hempel y otros que ya mencionamos,
aceptaron esta distinción y consideraron que las hipótesis y teorías científicas son
enunciados sintéticos y, por tanto, solo justificables a posteriori. Una gran parte del
programa de investigación de estos filósofos consistió, como veremos, en determinar de
qué manera las hipótesis y teorías científicas se justifican mediante la experiencia.
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Los filósofos clásicos de la ciencia, que estudiaremos en las primeras unidades
de esta parte del curso, no solo aceptaron la distinción entre los dos contextos, sino que
consideraron que la filosofía de la ciencia debía restringirse al contexto de justificación.
La razón de ello, en el fondo, es que consideraban que no existe una lógica del
descubrimiento. Y dado que la filosofía de la ciencia se funda en el análisis lógico de las
teorías científicas (aunque no se reduce únicamente a ello), no podrá ocuparse de los
procesos de descubrimiento, que no están sujetos a reglas lógicas.
Por otra parte, es evidente, para cualquiera que conozca un mínimo de ciencia o
de su historia, que los científicos no presentan sus teorías de esta forma y que los libros
de texto de ciencias naturales prácticamente no contienen axiomatización alguna. La
descripción de la manera en que los científicos presentan sus hipótesis y teorías, según
los filósofos clásicos, pertenece a disciplinas empíricas como la historia y la sociología
de la ciencia, pero no es competencia de la filosofía. Por esta razón, no es de extrañar
que dichos filósofos hayan tenido escaso interés en la historia de las teorías, en sus
procesos de descubrimiento, y en el problema del cambio científico en general. Su
interés principal era, en cambio, el análisis de la estructura lógica de las teorías, con el
fin de proporcionar la mejor reconstrucción racional de ellas. En suma, el contexto de
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justificación de la ciencia se ocupa de cuestiones normativas, principalmente de carácter
lógico, mientras que todas las cuestiones descriptivas sobre la ciencia son relegadas al
contexto de justificación. Como hemos de ver, esta distinción perduró hasta
aproximadamente la década de 1960, cuando fue cuestionada, o directamente ignorada,
por los filósofos de la ciencia de orientación historicista, como Thomas Kuhn (1922-
1996), cuya obra estudiaremos con detalle más adelante. No obstante, la distinción entre
los dos contextos resulta esencial para comprender la filosofía clásica de la ciencia, que
se origina con los empiristas lógicos y, por tanto, debemos tenerla siempre en cuenta en
todo lo que sigue.
El método hipotético-deductivo
Todos los filósofos clásicos de la ciencia, como los empiristas lógicos, son
hipotético-deductivistas, es decir, consideran que el método hipotético-deductivo es el
método propio de todas las ciencias fácticas. Surgido en el siglo XIX, aunque con
muchos antecedentes desde el siglo XVII, su nombre antiguo era el “método de la
hipótesis”. La idea central del método (en adelante, para evitar repeticiones, será
abreviado frecuentemente como H-D) es que las teorías científicas son conjuntos de
hipótesis que se justifican por medio de las consecuencias observacionales que
implican. Más precisamente, las teorías se contrastan empíricamente deduciendo de
ellas consecuencias observacionales. Carl Gustav Hempel (1905-1997) elaboró la
versión más clara del método, que es la que estudiaremos a continuación y en clases
siguientes. El método hipotético deductivo no proporciona un método para el
descubrimiento de hipótesis, sino solamente un método para su justificación. Por esa
razón, algunos filósofos de la ciencia lo consideran incompleto. Hempel mismo, por
ejemplo, reconoce ese hecho.
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Ninguna investigación científica puede comenzar a partir de un completo vacío
de conocimiento (algo que ya Aristóteles había advertido en el primer capítulo
de los Segundos analíticos).
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enunciados que sean contrastables mediante observaciones o experimentos. Las
consecuencias observacionales son enunciados que, en principio, pueden
verificarse o falsarse mediante la experiencia, esto es, puede probarse mediante
alguna observación o experimento controlado que son verdaderas o falsas. Casi
siempre, la deducción de consecuencias observacionales a partir de una teoría o
hipótesis fundamental emplea hipótesis auxiliares. Es la conjunción de la teoría
con las hipótesis auxiliares la que implica las consecuencias observacionales y
no una hipótesis aislada por sí misma. Este hecho, como veremos, tiene
consecuencias epistemológicas muy importantes.
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pertenece dicha hipótesis en particular. Nos ocuparemos de esa cuestión en
próximas clases.
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Adviértase que, según el método H-D, la experimentación se produce en las
etapas finales de la investigación, cuando se dispone de una hipótesis o teoría que pueda
ser contrastada y se han deducido de ella consecuencias observacionales. La
investigación científica puede comenzar con la observación que lleva a plantearse un
problema empírico, por ejemplo, la observación de un fenómeno nuevo y sorprendente,
que no resulta explicable, o siquiera clasificable, mediante el conocimiento disponible.
Pero si no se plantea un problema o una pregunta acerca de ese fenómeno, la
investigación ni siquiera puede comenzar. Por otra parte, si no se formula una hipótesis,
aunque sea muy provisoria, como respuesta a dicha pregunta o solución a dicho
problema, no se puede determinar cuáles son las observaciones que serían relevantes
para dicho problema.
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hipótesis de que lo que ocurre es que la columna de agua dentro del tubo se rompe por
su propio peso, como ocurre cuando se levanta una soga, o una varilla de madera o de
hierro (algo que puede comprobarse por experiencia). Adviértase que la hipótesis se ha
concebido por analogía con otros fenómenos familiares.
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de evitarlo. La explicación parece demasiado antropomórfica como para resultar
satisfactoria en un momento de auge del mecanicismo, como era el siglo XVII. [Dicho
sea de paso, el antropomorfismo en la explicación de los fenómenos naturales es propio
del pensamiento mítico-mágico-religioso y, de hecho, todavía no ha desaparecido, como
lo muestra la pervivencia de expresiones como la “madre naturaleza”, la “madre tierra”
o la “roca viva”, que muchos todavía toman literalmente]. Torricelli, como muchos de
sus contemporáneos estaba realizando experimentos para determinar la existencia del
vacío y las causas por las cuáles la naturaleza parece tratar de evitarlo. La cuestión de si
el vacío existía o no era crucial en el siglo XVII, sobre todo para los anti-aristotélicos
como Galileo, porque toda la tradición escolástica aristotélica había negado la
posibilidad de que en la naturaleza pudiera haber vacío. Los cielos, por ejemplo, se
concebían llenos de una sustancia (sólida o fluida, eso era debatible) denominada éter.
Aristóteles mismo, en la Física, había considerado que la existencia del vacío era
imposible y hasta principios del siglo XVII su obra tenía una gran autoridad (aunque en
modo alguno era considerada indiscutible ni infalible, como a veces suele decirse).
Torricelli, contra toda la tradición aristotélica, sostuvo que el vacío existía y que
la naturaleza no le tenía ningún horror ni le oponía ninguna resistencia. La auténtica
causa de que la naturaleza parezca resistirse a la producción del vacío es según
Torricelli, la presión atmosférica. En una célebre carta a su mecenas, Michelangelo
Ricci, del 11 de junio de 1644 expuso sus conclusiones y describió los experimentos
que las sustentaban. Allí, en un pasaje célebre, afirmó que: Vivimos sumergidos en el
fondo de un mar de aire elemental, el cual [sabemos] por experiencia que tiene peso, y
tanto peso que el aire más denso en las cercanías de la superficie de la Tierra pesa
alrededor de 1/400 partes del peso del agua. Veamos cómo llego a esa hipótesis y
cómo la contrastó experimentalmente.
La hipótesis afirma que el aire tiene peso y que el peso del aire ejerce una
presión sobre el líquido que lo impulsa a elevarse por el tubo de la bomba. El hecho de
que el agua ascienda hasta los 18 cúbitos se explica por el hecho de que el aire tiene un
peso determinado. De esa hipótesis, Torricelli deduce muchas hipótesis derivadas. La
primera hipótesis derivada es que los líquidos más pesados, con mayor peso específico,
que el agua se elevarán a menos altura, suponiendo que el peso del aire permanezca
constante. Otra hipótesis derivada es que la altura a que se elevarán los líquidos será
directamente proporcional a sus pesos específicos. De allí se deduce una consecuencia
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observacional: si un líquido es tiene n veces el peso específico del agua, la altura a la
que se elevará por el tubo de una bomba será de 18/n cúbitos. Esa consecuencia
observacional puede contrastarse mediante un experimento con un líquido cuyo peso
específico relativo al del agua sea conocido.
Advirtamos que se necesita una analogía para aplicar los resultados del
experimento de Torricelli a las bombas aspirantes de agua, con las cuales no
experimentó. Se debe suponer, en efecto, que el tubo está lleno de aire y que la acción
de la bomba no consiste en producir vacío dentro del tubo, sino en desalojar el aire. A
medida que se desaloja el aire, el agua sube por el tubo empujada por la presión
atmosférica. Una vez que el agua alcanzó la altura máxima, en el tubo no queda vacío,
sino aire; el vacío se produce si la bomba prosigue trabajando una vez alcanzada la
altura máxima. Pero ¿cómo puede saberse que se ha producido un vacío?
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El experimento de Torricelli no convenció a quienes negaban la existencia del
vacío, que sostuvieron que la parte superior de los tubos, aparentemente vacía, estaba
llena de alguna sustancia sutil y muy rarificada (“raro” en el lenguaje de la física es lo
contrario de “denso”) que no era visible, como un éter. Para refutar esa hipótesis ad hoc,
Torricelli realizó otro experimento donde el recipiente se llenaba de agua por encima
del mercurio. Luego, elevando lentamente el tubo, podía observarse que cuando el
extremo sumergido alcanzaba el agua, el mercurio caía y el agua llenaba rápidamente
todo el tubo. Con el fin de mostrar que el nivel del mercurio no se debía a la atracción
de una sustancia sutil que quedaba en la parte superior del tubo, Torricelli realizó otro
experimento con tubos que tenían extremos superiores diferentes, como se observa en la
figura. En ambos tubos, el mercurio alcanzó el mismo nivel, lo cual, según Torricelli,
refutaba la hipótesis de que la atracción se debía a esa supuesta sustancia, ya que dicha
atracción debería ser mayor en uno de los tubos (el que tiene una esfera en su extremo)
que en el otro, ya que este contendría mayor cantidad de sustancia. Los plenistas,
negadores del vacío, tampoco quedaron convencidos y propusieron la nueva hipótesis
ad hoc, según la cual el mercurio era retenido por especie de hilo invisible (un
funiculus) que operaba como una suerte de resorte. ¿Cómo podría contrastarse esa
hipótesis? No proseguiremos el tema, pero, como pueden advertir, el juego de las
hipótesis ad hoc parece no tener fin.
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Observemos que el experimento de Torricelli proporciona a la vez un
instrumento para medir la presión atmosférica: el barómetro. Los cambios en la presión
atmosférica deberían reflejarse en cambios en la altura del mercurio, a mayor presión
más altura y a menor presión, menor altura. Ese instrumento, como uno puede
imaginarse, permite diseñar nuevos experimentos para contrastar la hipótesis de
Torricelli.
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control. Conjuntamente, los dos experimentos confirmaron la hipótesis de la presión
atmosférica de Torricelli.
El análisis que hemos presentado está lejos de agotar el caso de estudio. Ante
todo, como ya podemos advertir, Torricelli empleó un número considerable de hipótesis
auxiliares para deducir las consecuencias observacionales que contrastó en sus
experimentos. Y hemos mencionado una de ellas: que el aire, el agua y el mercurio son
fluidos que cumplen con las leyes generales de la estática de los fluidos. Hay otras
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hipótesis auxiliares presupuestas y constituye un buen ejercicio de análisis tratar de
identificarlas. Si no se aceptara alguna de las hipótesis auxiliares, la consecuencia
observacional que se contrastó no podría haberse deducido. Por ejemplo, si se negara
que el aire es un fluido sometido a las mismas leyes físicas que los líquidos, la
argumentación de Torricelli no podría sostenerse.
Por otra parte, existen en principio muchos factores que podrían afectar el
resultado del experimento, como, por ejemplo, la temperatura del ambiente (o la
humedad, la iluminación, el material de los tubos, etc.). Torricelli no tuvo en cuenta
ninguno de estos factores, es decir, admitió implícitamente lo que en filosofía de la
ciencia se llama una cláusula ceteris paribus (expresión latina que significa “siendo
iguales las demás cosas”). Este tipo de cláusula afirma que no existen otros factores
relevantes que podrían modificar el resultado del experimento, en particular, que no hay
causas ocultas o desconocidas operando sobre el dispositivo experimental. Todo
experimento requiere una cláusula ceteris paribus, pues, de otro modo, no podría
realizarse. En efecto, los factores potencialmente relevantes que podrían cambiar el
resultado experimental son, en principio, ilimitados. De hecho, cualquier cosa podría
influir en ese resultado: el color de ojos del experimentador, su nombre o su fecha de
nacimiento. Usualmente descartamos estos factores, pero eso solo puede hacerse sobre
la base de nuestro conocimiento previamente disponible. Al hacerlo, necesariamente
tomamos como presupuesto un número muy grande de hipótesis y teorías aceptadas,
que, sin embargo, podrían ser falsas. A menudo se descubre que un factor que no se
había tenido en cuenta está afectando de manera drástica el resultado de un experimento
y que, cuando ese factor se elimina o se controla, el resultado experimental es muy
diferente. De todo ello se sigue que las cláusulas ceteris paribus son muy inciertas,
pues, de hecho, nunca podemos saber si son verdaderas, es decir, si se cumplen o no en
el caso particular del experimento que hemos realizado. No obstante, son
indispensables, ya que en la práctica no es posible repetir un experimento variando
todas las condiciones que podrían afectar su resultado (por ejemplo, con
experimentadores de todos los nombres posibles, etc.). Todo esto ya nos da una idea de
todas las incertidumbres que acechan a la investigación científica. Algunas pueden
reducirse, y de hecho eso se hace a menudo de manera exitosa, pero nunca podrán
eliminarse todas. Por consiguiente, nunca podremos tener certeza absoluta acerca de
ningún resultado experimental. La ciencia es esencialmente falible.
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Bibliografía obligatoria
Bibliografía optativa
Los textos originales en los que se basa el caso de estudio histórico se encuentran en:
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