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Filosofía de las Ciencias 2021 Prof.

Alejandro Cassini

Clase teórica N° 5

Las geometrías no euclídeas

Consideraciones introductorias

Nos ocuparemos ahora del surgimiento de la geometría no euclídea, un tema


muy interesante desde el punto de vista epistemológico que, además, tuvo diversas
implicaciones filosóficas, aunque no inmediatas sino, más bien, relativamente tardías.
Esto quiere decir que pasaron por lo menos treinta años, o incluso cincuenta, hasta que
se tomó en serio a estas geometrías y se extrajeron algunas de sus consecuencias
filosóficas. El estudio de este tema nos permitirá entender la aplicación de los conceptos
de independencia de los axiomas y de prueba de consistencia relativa de un sistema
axiomático.

La primera geometría no euclídea surgió como una consecuencia tardía de las


dificultades de la geometría euclídea, algunas de las cuales ya habían sido advertidas en
la Antigüedad. Así pues, para entender este proceso, es necesario que nos ocupemos
previamente de la geometría de Euclides. Comprender la geometría euclídea es un
requisito previo para comprender cualquier geometría no euclídea, pues, de otro modo,
no podría entenderse en qué consiste el carácter no euclídeo de esta clase de geometrías.
Análogamente, conocer la lógica clásica es indispensable para entender cualquier lógica
no clásica, pues, de otro modo, no se comprenderá por qué estas lógicas son no clásicas.

La geometría de Euclides

La historia de la geometría antigua se conoce hasta donde lo permiten las


fuentes, como ocurre en general con toda la filosofía y la cultura de la Antigüedad. Gran
parte de las obras originales se han perdido y a menudo solo se conocen por menciones
o citas de autores más tardíos, que suelen llamarse testimonios en la jerga de los

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filólogos. El caso de Euclides es paradigmático porque, siendo la figura principal de la
historia de la matemática griega, es un personaje sobre el cual prácticamente no tenemos
datos biográficos ni tampoco históricos. Por ejemplo, no sabemos cuándo ni dónde
nació y murió, ni dónde vivió y escribió su obra. Lo único que se sabe con cierta
seguridad es que vivió en la ciudad de Alejandría, hacia aproximadamente el año 300 A.
C., es decir, Euclides es una generación más joven que Aristóteles (384-322 A.C.) y es
algo más joven que Alejandro Magno, el fundador de Alejandría, pero no sabemos
mucho más. También buena parte de sus obras se han perdido; conocemos los títulos de
muchas de ellas, pero el texto no se ha conservado. Debemos ubicarlo en el mundo
helenístico, al comienzo del período posclásico, una época que es la más importante en
la historia de la ciencia griega.

En el mundo helenístico, Atenas ya no es el centro del saber, sino Alejandría,


una ciudad nueva fundada en 331 A.C. por Alejandro Magno, que rápidamente se
convierte en un foco cultural que atrae a sabios de todo el mundo griego y también
egipcio, persa, y de otros lugares. Es una ciudad cosmopolita. Todos hemos escuchado
hablar del museo y de la biblioteca de Alejandría, pero hay que tener cierto cuidado con
estos términos porque no significan lo mismo que en la actualidad. El Museo de
Alejandría no es lo que nosotros entendemos por museo, es decir, un lugar donde se
exhiben objetos de arte o de valor histórico. El Museo es un templo originalmente
dedicado a las Musas, deidades protectoras de las ciencias y las artes, como la historia,
la música, y otras. Una de las nueve musas es Urania, la musa de la matemática, que en
la Antigüedad comprende también a la astronomía, la óptica y la teoría musical. Así
pues, el Museo es un lugar anexo al palacio real de la ciudad, donde los gobernantes
egipcios son los llamados Diádocos, los sucesores de Alejandro, que en este caso es la
dinastía de los Ptolomeos. Es el Egipto griego, el Egipto colonizado por Alejandro
Magno, donde se habla griego, pero, además, se habla egipcio, sirio, hebreo y otros
idiomas, La célebre Biblioteca de Alejandría se forma progresivamente como un anexo
donde se guardan las obras que leen y consultan los miembros del Museo. En cierto
modo, es, dentro de Occidente, una de las primeras instituciones culturales sostenidas
por el Estado. Las escuelas filosóficas de Atenas, en cambio, son privadas: la Academia
platónica, el Liceo aristotélico, la Stoa estoica y el Jardín epicúreo son emprendimientos
privados, sostenidos por ciudadanos ricos. El Museo y la Biblioteca de Alejandría son
parte del presupuesto del reino, por lo que son instituciones que llamaríamos del Estado,

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donde trabajan sabios mantenidos por dineros públicos. Allí trabajó Euclides y allí
trabajaron tantos matemáticos durante siglos. Alejandría es el centro de la ciencia griega
durante mucho tiempo, hasta el fin del mundo antiguo en el siglo VI D.C.

Dado que gran parte de la matemática anterior a Euclides se ha perdido, no


conocemos los antecedentes de Euclides, ni podemos juzgar su originalidad. Que se ha
“perdido” quiere decir que dejó de copiarse en algún momento y que los ejemplares
anteriores a ese momento no resistieron el paso del tiempo. Curiosamente, en el mundo
digital en el que vivimos hemos vuelto a una situación similar: todo lo que sea digital
existirá en tanto se siga copiando, en cuanto se deje de copiar por unos años se
extinguirá. “Libro” en la Antigüedad tampoco significa lo que entendemos en la
actualidad. Un libro es lo que cabe en un rollo, por eso la Metafísica tiene doce libros y
Aristóteles aparece en toda la tradición medieval como autor de “los doce libros de la
Metafísica”, que son doce rollos, no doce libros en el sentido actual. Cada uno de ellos
es para nosotros un capítulo de un único libro, pero en la Antigüedad se los concibe
como doce libros independientes de una misma obra, como si hoy dijéramos una obra
en doce volúmenes.

Los Elementos de Euclides tienen trece libros, lo cual en la Antigüedad significa


que es una obra muy extensa. Contra lo que podría creerse a priori, no es una obra de
geometría exclusivamente; allí también se desarrolla la aritmética, en los libros VII,
VIII y IX. Son los libros que fueron llamados “aritméticos”, donde se explican las
operaciones aritméticas mediante métodos geométricos, por ejemplo, mediante la
adicción o sustracción de segmentos. Ese procedimiento siguió usándose durante dos
milenios o más, mientras la obra de Euclides se empleó como texto para la enseñanza de
la matemática. Todavía a comienzos del siglo XX, la geometría se enseña en Europa
utilizando los Elementos. Dentro del inmenso contenido de esa obra, no sabemos qué es
original de Euclides y qué fue demostrado anteriormente, o sea, no sabemos cuán
original fue Euclides ni podremos saberlo nunca a menos que se descubra algún
documento nuevo que lo revele. “Elemento”, el término que titula la obra, es un término
que tiene dos significados. Sabemos que había muchas obras anteriores que llevaban ese
título y era un nombre genérico para las obras de matemática, en particular, para las de
geometría. “Elemento” tiene un significado estrecho y uno amplio. El significado
amplio es el de ser premisa de una inferencia, de una prueba, de un razonamiento. Y el

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significado específico, el más característico, es el de ser el primer principio de una
demostración, más o menos en el sentido aristotélico de “axioma”.

La cuestión de la relación entre Aristóteles y Euclides es históricamente


insoluble: no sabemos si Aristóteles llegó a conocer algo de la obra de Euclides o si
Euclides conoció la obra de Aristóteles; no lo sabemos, ni tampoco lo sabremos. En
general, los especialistas actuales rechazan la idea de que los Elementos sean una
aplicación del método demostrativo aristotélico de los Segundos analíticos. Hay cierta
terminología común y ciertas coincidencias entre esas dos obras, pero en otros aspectos
son diferentes. La obra de Aristóteles es esencialmente de carácter metateórico o
epistemológico, a diferencia de la de Euclides, que es puramente matemática y no
contiene reflexión epistemológica alguna. Pero no podemos saber mucho más porque
las fuentes no nos dicen nada acerca de la relación entre ellos. Por su parte, Euclides no
es un filósofo, sino un matemático. La matemática ya está claramente separada de la
filosofía en tiempos de Aristóteles, o incluso antes. Euclides es un matemático que hace
todo lo que cae bajo el término “matemática” en la Antigüedad, por ejemplo, se
conserva, aunque no completa, una Óptica de Euclides. La óptica es una de las partes de
la matemática porque básicamente es óptica geométrica y la astronomía también lo es
porque es astronomía geométrica o geometría celeste.

No sabemos si los Elementos contenían algún tipo de introducción explicativa


porque empiezan de una manera abrupta con las definiciones, postulados y axiomas sin
dar ni la más mínima explicación de qué es lo que se entiende por “postulado” o por
“axioma”. De hecho, eso ya fue una dificultad para los comentadores antiguos, como
fue una dificultad la obra de Aristóteles, compilada sin explicaciones de la manera en
que se articula. Ya los antiguos no entendían la obra de Aristóteles, sobre todo la
Metafísica, una obra que carece de unidad, y en buena medida seguimos sin entenderla
en términos generales, por eso se producen más y más comentarios. Alejandro de
Afrodisias fue un comentador griego de comienzos del siglo III D.C. que se pasó toda la
vida glosando a Aristóteles, línea por línea. Los comentarios de Alejandro son libros de
un gran tamaño, que, por suerte, se han conservado. Los eruditos aristotélicos todavía
los consultan frecuentemente. Sabemos que también hubo diversos comentarios
antiguos a los Elementos, pero se han perdido todos, con una única excepción: el
comentario de Proclo (412-485 D.C.), un filósofo neoplatónico del siglo V D.C., muy
tardío en la historia del pensamiento griego, del cual se conserva completa la primera

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parte. El comentario de Proclo es muy útil y sirve para entender también algo de la
historia de la matemática anterior y posterior a Euclides a pesar de que la distancia
temporal entre Proclo y Euclides es más grande que, digamos, la distancia nuestra
respecto de un filósofo medieval (casi ocho siglos).

Aquí estudiaremos solamente la base axiomática de los Elementos, pero,


indudablemente, la influencia de Euclides se debe a los 465 teoremas que se prueban en
la obra. No tenemos ningún modo de saber si los probó Euclides por sí mismo o si
alguien los había probado antes y, en ese caso, si hubo otras demostraciones de ellos
diferentes de las que presenta Euclides. En principio, todos esos teoremas se atribuyen
exclusivamente a Euclides. La obra empieza listando los principios, o sea los elementos
en uno de los sentidos del término, en el sentido más restringido. En el comienzo del
Libro I se introducen sin explicación las definiciones, axiomas y postulados. Son
difíciles de traducir porque son demasiado escuetos, de modo que es necesario reponer
palabras para que tengan sentido. En el apéndice 2 de El juego de los principios, los he
traducido del modo más literal posible.

El libro I comienza con una lista de 23 definiciones. Luego se presentan cinco


postulados y cinco axiomas, en ese orden. Esa no es toda la lista de principios porque
Euclides en los otros libros de la obra va introduciendo más y más definiciones hasta
llegar a un total de 132. No es pequeño el número de definiciones, y algunas de ellas
nunca se utilizan en las demostraciones. El siguiente cuadro resume los principios que
forman la base axiomática de Euclides.

Euclides no explica qué diferencia hay entre los postulados y los axiomas, y ya
desde el siglo XIX la diferencia entre ambos se pierde, porque se usan como sinónimos.
Todavía hoy se suelen usar como sinónimos, aunque el término “postulado” tiende a
dejar de usarse. Euclides, aparentemente, tiene en mente la idea de que los axiomas son
comunes por lo menos a varias disciplinas matemáticas, pero los postulados, en cambio,

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parecen ser más específicos. El contenido propiamente geométrico de la llamada
geometría euclídea está en los postulados y no en los axiomas.

Después de los principios, se presentan lo que Euclides llama “proposiciones”,


lo que traducimos por proposiciones demostradas. Estas proposiciones son de dos tipos:
problemas y teoremas. Euclides tampoco explica en qué se diferencian estos dos tipos
de proposiciones, pero cuando se examinan las demostraciones que siguen se puede
advertir que unos y otros tienen ciertas propiedades comunes. Los problemas se refieren
a la construcción de figuras con regla y compás, mientras que los teoremas se refieren a
la demostración de que las figuras geométricas tienen ciertas propiedades.
Generalizando, pude decirse que los problemas tiene un carácter constructivo, pero los
teoremas tienen un carácter teórico. Es lo que se resume en el siguiente cuadro.

La distinción entre problemas y teoremas actualmente está en desuso, pero se


conservó al menos hasta el siglo XVIII y podemos encontrarla, por ejemplo, en los
Principios matemáticos de la filosofía natural de Newton (1642-1727), que se publicó
en 1687.

Todo esto que para nosotros es bastante ajeno fue parte del sentido común de la
educación en Occidente hasta principios del siglo XX. Bertrand Russell, por ejemplo,
dice en uno de sus escritos autobiográficos que él aprendió geometría en la escuela
secundaria en Londres estudiando los Elementos de Euclides, lo cual habla del alto nivel
que tenía la educación secundaria inglesa en esa época, porque es bastante difícil leer
esos teoremas. Análogamente, la lectura de los tratados biológicos de Aristóteles, que
ocupan la mayor parte de su obra conservada, era parte de la educación estándar de los
biólogos. Charles Darwin (1809-1882) escribió en su autobiografía que aprendió
biología estudiando las obras de Aristóteles. Y Darwin no lo considera filósofo, sino
que se refiere a él como un científico. Pero todo eso lo hemos perdido en nuestra
educación, justamente a principios del siglo XX. Ya nadie aprende geometría con el
texto de Euclides, ni biología con las obras de Aristóteles. Quizá la gran ruptura con la

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cultura clásica ocurre como consecuencia de la Primera Guerra Mundial. Todavía a
principios del siglo XX las tesis doctorales se escribían en latín, y filósofos como Henri
Bergson (1859-1941) o Lucien Lévy-Bruhl (1857-1939) en Francia, escriben en latín.
Todo eso se pierde a partir de 1920 y el conocimiento de la obra de Euclides como parte
de la educación también se pierde en esa época. De hecho, a lo largo de la historia hay
innumerables ediciones escolares de Euclides, que están resumidas, y que se usaban
como libros de texto escolares, pero no en la educación superior, sino en la educación
secundaria, o incluso primaria, en buena parte de Europa.

Los axiomas de Euclides son los siguientes:

A1. Las cosas que son iguales a una misma cosa son iguales entre sí.

A2. Si iguales se agregan a iguales, los totales son iguales.

A3. Si iguales se sustraen de iguales, los restos son iguales.

A4. Las cosas que coinciden entre sí son iguales entre sí.

A5. El todo es mayor que la parte.

Los axiomas 1, 2 y 3 parecen ser de carácter aritmético. Al menos, resultan


verdaderos respecto de números. El axioma 4 es un axioma de congruencia, que, en
principio podría aplicarse a figuras geométricas. El axioma 5 es muy general, ya que
parece aplicarse a toda clase de entidades que estén compuestas de partes. Como puede
advertirse, los axiomas tienen un carácter bastante general y no tienen mucho contenido
geométrico.

Los postulados en cambio, son muy diferentes y más específicos, ya que hacen
referencia explícita a entidades geométricas, como rectas, círculos y ángulos. Son los
siguientes:

P1. Trazar una recta desde cualquier punto hasta cualquier punto.

P2. Producir una recta finita continuamente en línea recta.

P3. Dibujar un círculo con cualquier centro y distancia.

P4. Todos los ángulos rectos son iguales entre sí.

P5. Si una recta que cae sobre otras dos rectas hace a los ángulos interiores de
un mismo lado menores que dos rectos, entonces, si las dos rectas se prolongan
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indefinidamente, se encuentran del lado en el que los ángulos son menores que
dos rectos.

El primer postulado, como lo entendieron los comentadores de la Antigüedad,


afirma que es posible trazar una recta desde cualquier punto hasta cualquier punto. El
segundo postulado debe entenderse como la afirmación de que es posible prolongar
indefinidamente una recta. El tercer postulado, como la afirmación de que es posible
construir un círculo que tenga un radio de cualquier extensión. El cuarto postulado
parece ser mucho más específico que los otros, ya que se refiere exclusivamente a los
ángulos rectos, de los cuales parece afirmar algo que es obvio por la propia definición
de ángulo recto. El quinto postulado, como se advierte a simple vista, es mucho más
extenso y complejo que los otros cuatro y, además parece mucho menos evidente. Lo
comentaremos con más detalle enseguida.

Euclides no afirma en ningún pasaje de su obra que sus axiomas y postulados


sean verdades evidentes, pero así se los entendió ya desde la Antigüedad. De hecho, se
los consideró, con la excepción del quinto postulado, como ejemplos paradigmáticos de
verdades evidentes, posiblemente hasta fines del siglo XIX.

Las definiciones introducen los términos que se usan en los axiomas y


postulados, y muchos otros, como punto, línea, recta, superficie, ángulo (agudo,
obtuso), figuras, círculo, semicírculo. La definición 23 es importante porque introduce
el concepto de paralelismo, que como veremos, se redefine de una manera diferente en
la geometría hiperbólica. La definición que usa Euclides dice: paralelas son las rectas
que si están en el mismo plano y se prolongan indefinidamente no se encuentran en
ninguna dirección. Es decir, las define como rectas coplanares no intersectantes. No
hay en los Elementos ninguna indicación de términos primitivos, por lo cual las
definiciones son circulares, o bien presuponen otras definiciones, o bien emplean
conceptos no definidos. Por ejemplo, esta definición de paralelismo emplea el concepto
de recta (que podría haberse considerado como un término primitivo). Desde nuestro
punto de vista, la falta de términos primitivos representa un defecto de la axiomática de
Euclides que la vuelve imperfecta. Euclides intenta definir todos los términos técnicos
que emplea, pero, como ya sabemos, eso no puede hacerse en el método axiomático. Si
se lo intenta, necesariamente se caerá en circularidad o se presupondrán términos no
definidos.

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Hay en los Elementos muchas reglas tácitas que se emplean para resolver los
problemas de construcción de figuras. Por ejemplo, las construcciones deben hacerse
con regla y compás, pero se presupone que la regla no está graduada con marcas de
distancia y que el compás debe cerrarse cuando se levanta, de modo que no puede
usarse para trasladar segmentos o comparar distancias. La regla solo puede emplearse
para trazar rectas y el compás para trazar círculos. Esas reglas de construcción no están
explícitas, aparentemente, porque se presuponen conocidas por la práctica, ya que eran
usuales en la matemática griega anterior a Euclides. El gran ingenio que muestra
Euclides, y toda la matemática griega, consiste en cómo probar igualdades de figuras, de
segmentos, etc. usando solamente estas dos reglas de juego.

Veamos ahora un ejemplo de problema, la proposición I.1, esto es, la


proposición 1 del Libro I. La primera proposición demostrada por Euclides es un
problema cuyo enunciado dice lo siguiente: sobre una recta finita dada construir un
triángulo equilátero. Euclides presenta la figura que reproducimos abajo. La prueba
debe deducirse estrictamente de los postulados y axiomas, por lo cual la figura es una
mera construcción auxiliar. Lo demostración no debe depender de la percepción
sensible ni, por tanto, de ningún rasgo de la figura. Las obras de geometría actual no
contienen dibujos ni figuras porque no las necesitan en una presentación axiomática. Si
hay algún teorema que se prueba a partir de la figura pero no se deduce de los
postulados y axiomas, el sistema tiene una falla porque está suponiendo información
que no está contenida en la base axiomática.

Lo que debe probarse en el problema I.1 es que el triángulo ABC, construido


sobre el segmento dado AB, es equilátero. La primera línea de la demostración dice que
sea AB la recta finita dada, se requiere construir un triángulo equilátero sobre AB. La
primera prueba de la demostración dice que con centro en el punto A y distancia AB se
traza un círculo BCD y esa construcción se justifica con el Postulado 3, que afirma que
se puede trazar sobre un punto dado un círculo. Luego se hace lo mismo con el círculo
ACE. Luego se trazan las rectas CA y CB, cuya existencia está justificada por el
Postulado 1. A partir de allí, una vez que está hecha la construcción, Euclides razona de
la siguiente manera para probar que el triángulo ABC es equilátero: los segmentos AC y
AB son iguales porque son dos radios del mismo círculo BCD, lo cual está justificado
por la definición 15; lo mismo se hace con los segmentos BC y BA en el círculo BCE.
Finalmente, se prueba que los segmentos AC y BC son iguales, empleando el Axioma 1

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(que expresa la transitividad de la igualdad). Se concluye, entonces, que los tres lados
del triángulo ABC son iguales. Este es el esquema de la demostración (al que le falta el
punto C en el vértice superior del triángulo):

1) Postulado 3

2) Postulado 3

3) Postulado 1

4) AC = AB (Definición 15)

5) BC = BA (Definición 15)

6) AC = BC (Axioma 1)

7) AB = BC = AC (de 4, 5 y 6) •

La demostración solo apela los postulados, definiciones y axiomas. No recurre a


la intuición sensible, ni a la medición de distancias, la cual sería imperfecta, ya que
siempre estaría sujeta a error. Midiendo las distancias con la regla o el compás, además
de violar las reglas del juego, no se podría probar la igualdad exacta de los tres lados del
triángulo. A lo sumo, se podría obtener una aproximación, útil para fines prácticos, pero
ese no es el objetivo de la geometría como ciencia exacta. Observemos, además, que
tanto los postulados como las definiciones se han empleado como axiomas, en el
sentido actual del término, esto es como principios de la demostración.

Los geómetras ya en el siglo XIX se dieron cuenta de que esa demostración es


inválida porque tiene varios presupuestos que no han sido demostrados y que no pueden

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deducirse de los postulados, axiomas y definiciones de Euclides. Los matemáticos son
muy puntillosos, por tanto, si el problema pide construir un triángulo, tiene que ser un
solo triángulo. Pero en la construcción de Euclides hay dos triángulos, como se ha
dibujado en la figura (lo cual es un agregado que no se encuentra en Euclides). Se han
construido dos, pero se pedía construir uno. Pero ese no es el problema fundamental. La
verdadera dificultad es que de los axiomas y postulados no se sigue que el punto de
intersección C entre los dos círculos exista porque no se sigue de ellos que el espacio
sea continuo. En algunas geometrías actuales se postula la existencia de espacios que no
son continuos, porque hay puntos que faltan, puntos que no existen. Es decir, el espacio,
podría ser discreto, de modo tal que entre dos puntos dados no existieran otros puntos.
Los axiomas y postulados de Euclides no permiten demostrar que siempre hay un punto
en el que los círculos trazados se cortan. El Postulado 5 solo garantiza la existencia de
un punto donde dos rectas no paralelas que están en un mismo plano se cortan, pero
tampoco garantiza que exista el punto donde una recta y un círculo se corten. Todo eso
está presupuesto por Euclides, pero no se deduce de su base axiomática. De hecho, las
axiomatizaciones modernas de la geometría euclídea, como la de Hilbert, usan uno o
varios axiomas de continuidad para capturar la propiedad intuitiva de que el espacio es
continuo, que no tiene agujeros o huecos, para decirlo de un modo gráfico. Hilbert,
emplea para ello dos axiomas, que pueden verse traducidos en el apéndice 2 de El juego
de los principios. Si se imaginan círculos que en la práctica no pueden construirse con
ningún compás, por ejemplo, dos que tuvieran radios de un año luz de extensión, ¿cómo
podría comprobarse si se intersectan o no en un punto? En esos casos, no puede apelarse
a la intuición. La existencia de dicho punto debe deducirse de los postulados y axiomas
del sistema, pero los que presenta Euclides no son suficientes para hacerlo.

Otro presupuesto del sistema de Euclides, que no está garantizado por los
axiomas y postulados, es que las rectas sean infinitas. Lo que puede deducirse es que la
rectas no tengan límites, que sean ilimitadas, pero esa, como se descubrió mucho más
tarde, es una propiedad diferente de la infinitud. Es una propiedad topológica que no
tiene que ver con la distancia, que es una propiedad métrica. Una línea recta puede ser
ilimitada y a la vez, ser finita. Por ejemplo, sobre un espacio curvo, como la superficie
de una esfera, donde las líneas que se prolongan indefinidamente vuelven al punto de
partida. La distinción entre la infinitud y la ilimitación de las rectas no se hizo hasta
mediados del siglo XIX, cuando la introdujo el matemático alemán Bernhard Riemann

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(1826-1866) en su famosa tesis de habilitación sobre los fundamentos de la geometría.
Por cierto, no podemos reprocharle a Euclides no saber cosas que se descubrieron más
de dos milenios después de su muerte. No obstante, ahora sabemos que la
axiomatización de Euclides no puede sostenerse porque no es una axiomatización
satisfactoria de la teoría que hoy denominamos geometría euclídea. Esa es la razón por
la cual en la segunda mitad del siglo XIX hubo una gran cantidad de reaxiomatizaciones
de la geometría de Euclides. La más conocida es la de Hilbert, pero hubo otras
anteriores y posteriores. Todas intentaron proporcionar una base axiomática suficiente
para deducir válidamente todos los teoremas conocidos de la geometría euclídea, cosa
que en los Elementos no es posible hacer.

Ahora debemos volver al célebre quinto postulado, sobre cuya historia podría
escribirse un libro entero. La geometría no euclídea surge como consecuencia de los
intentos repetidos, y fallidos, de demostrar ese postulado, es decir, de probar que no es
independiente de los otros cuatro. Cuando se lo lee parece complicado, pero en cuanto
se lo dibuja resulta muy sencillo. Repitámoslo una vez más: Si una recta que cae sobre
otras dos rectas hace a los ángulos interiores de un mismo lado menores que dos
rectos, entonces, si las dos rectas se prolongan indefinidamente, se encuentran del lado
en el que los ángulos son menores que dos rectos. (Si una recta que cae sobre otras dos
hace a los ángulos menores que dos rectos de un lado, si se prolongan se cortan de ese
lado). Euclides no ofrece ninguna figura que lo ilustre, pero la manera usual de
presentarlo es mediante el siguiente diagrama:

La formulación del quinto postulado resultó cuestionable desde un comienzo


porque no pareció tener la evidencia que tienen los otros cuatro. No es obvio que exista
el punto en el cual se corten las rectas del lado en que los ángulos son menores que dos
rectos ya que no siempre es posible probarlo por construcción. Si uno de los dos

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ángulos interiores de la figura es recto y el otro es agudo, pero cercano a un recto, el
punto de intersección de las dos rectas A y B no se puede trazar en un dibujo, ya que se
encuentra a una gran distancia de la recta C. En ese caso, es posible comprobar que las
dos rectas convergen, pero no que se cortan a una distancia finita de C. En principio, es
posible que pudieran aproximarse indefinidamente sin cortarse. Eso ya lo había
advertido Proclo en su comentario. ¿Por qué esta aproximación no podría ser una
asíntota? Los matemáticos griegos estudiaron todas las secciones cónicas, las curvas
como la parábola y la hipérbola, y sabían perfectamente que una hipérbola tiene una
relación de asíntota donde se aproxima indefinidamente a los ejes verticales sin
cortarlos nunca. De hecho, la asíntota es un descubrimiento de la geometría griega, por
tanto estas dos rectas podrían aproximarse indefinidamente y nunca cortarse como
ocurre con las asíntotas. La diferencia es que la hipérbola es una curva que se aproxima
a una recta, mientras que en el postulado de Euclides son dos rectas, pero lo que ocurre
con esta curva y esta recta podría ocurrir también con dos rectas a medida que la suma
de los ángulos internos  y  se aproxima a dos rectos.

Así pues, el quinto postulado no resultó una verdad evidente para los propios
contemporáneos de Euclides. No obstante, se suponía que los postulados debían ser más
evidentes que los teoremas porque eran los que justificaban su demostración. Los otros
postulados no fueron cuestionados, hasta donde sabemos, porque parecían ser evidentes.
En cambio, el quinto postulado, como afirma Proclo, parecía meramente “plausible”.
Vale la pena citar el pasaje del comentario de Proclo dedicado a esta cuestión: así, en
este caso, cuando los dos ángulos rectos son disminuidos, el hecho de que las líneas
rectas convergen es verdadero y necesario; pero el enunciado de que se encontrarán en
algún momento, puesto que convergen más y más cuando son producidas, es plausible,
pero no es necesario en ausencia de algún argumento que muestre que es verdadero.

Proclo parece sugerir que el quinto postulado debía demostrarse como teorema.
Y, en efecto, muchos matemáticos griegos pensaron que debía ser demostrable, es decir,
que podía deducirse de los otros cuatro, posiblemente empleando también los axiomas y
definiciones de Euclides. En nuestra terminología, pensaron que no era un postulado
independiente. La cuestión de la independencia del quinto postulado es quizá el
problema más célebre de toda la historia de la matemática. Ocupó a matemáticos
griegos, árabes, medievales, renacentistas y modernos, desde los tiempos de Euclides
hasta mediados del siglo XIX. Hay una inmensa cantidad de intentos de demostración,

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y, a pesar de que muchas obras antiguas se han perdido, conocemos por referencias
como las que hace Proclo, que hubo muchos matemáticos griegos que intentaron
demostrar el quinto postulado. Todas las demostraciones resultaron fallidas, hasta las
del siglo XIX también, y siempre por la misma razón: porque se lograba una
demostración del quinto postulado pero introduciendo, a veces de manera implícita,
algún otro postulado diferente de los de Euclides. Nadie consiguió hacer una
demostración solamente en base a los cuatro postulados y los axiomas y definiciones de
Euclides. Todas las demostraciones del quinto postulado emplearon algún postulado
adicional que, cuando se lo examina atentamente, resulta ser equivalente al quinto
postulado. Equivalente en sentido lógico, es decir, que el quinto postulado es deducible
del postulado adicional y, a la vez, el postulado adicional es deducible del quinto
postulado. Por tanto, la demostración resulta circular, ya que en realidad no se ha
demostrado el quinto postulado, sino que se lo ha reemplazado por otro postulado
equivalente.

Es fascinante la historia de los intentos de demostración del quinto postulado y


de los equivalentes que se encontraron de él, que no son nada obvios. Ya los
matemáticos griegos encontraron varios equivalentes del quinto postulado, y son
bastante sorprendentes. Observen que el quinto postulado se llama “postulado de las
paralelas” pero en el enunciado de Euclides no se hace referencia alguna a las paralelas,
al contrario, se habla de rectas que se cortan. Sin embargo dos matemáticos griegos del
siglo I A.C., Gémino de Rodas y Posidonio de Apamea (135-51 A.C.), encontraron un
equivalente que afirmaba que existen dos líneas rectas en un mismo plano que son en
todas partes equidistantes entre sí. Es decir, el postulado de que en un plano existen dos
líneas que son paralelas es equivalente al quinto postulado. La equivalencia no es en
absoluto evidente porque, como ya dijimos, el quinto postulado no habla de paralelas,
sino de rectas que se cortan. Observen, además, que la definición de paralelas
presupuesta por Gémino y Posidonio (rectas equidistantes) es diferente de la de
Euclides (rectas que no se cortan).

Numerosos matemáticos a lo largo de la historia encontraron diferentes


equivalentes al quinto postulado. Por ejemplo, el matemático inglés John Wallis (1616-
1703), el matemático italiano Girolamo Saccheri (1667-1733), y los matemáticos
franceses Lazare Carnot (1753-1823) y Pierre Simon Laplace (1749-1827) encontraron,
de manera aparentemente independiente entre sí, este equivalente: existen un par de

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triángulos similares que no son congruentes. Figuras similares son las que tienen la
misma forma y congruentes las que se pueden superponer exactamente. Dicho
informalmente, figuras similares son las que tienen la misma forma y congruentes las
que, además, tienen el mismo tamaño. Por ejemplo, dos triángulos equiláteros son
figuras similares, y si tienen la misma superficie, entonces, también son congruentes. Y,
por supuesto, pensamos que existen en el espacio dos triángulos equiláteros que tienen
distinta superficie y, por tanto, no son congruentes. Ese postulado resulta equivalente al
quinto postulado, aunque su equivalencia no es evidente, al contrario, necesita ser
demostrada. Otros equivalentes interesantes son estos dos. El matemático francés
Adrien-Marie Legendre (1752-1833) encontró uno que afirma que existe al menos un
triángulo cuyos ángulos interiores suman dos rectos. Por su parte, el matemático
alemán Carl Friedrich Gauss (1777-1855), considerado el matemático más importante
de toda la historia, encontró este otro: no hay límite superior para el área de un
triángulo. Como hemos de ver enseguida, ninguno de estos equivalentes, y muchos
otros que se han descubierto, es un teorema en la geometría no euclídea de
Lobachevsky, la geometría hiperbólica, precisamente porque su punto de partida es la
negación del quinto postulado de Euclides. Consecuentemente, serán teoremas todas las
negaciones de esos equivalentes.

Orígenes históricos de las geometrías no euclídeas

Un lugar destacado en el proceso de intentos de demostración del quinto


postulado lo ocupa Girolamo Saccheri (1667-1733), una figura interesante de la historia
de la matemática y también de la lógica, a quien se considera el precursor más antiguo
de las geometrías no euclídeas. Figura olvidada por mucho tiempo, Saccheri fue un
jesuita italiano profesor de matemática y de lógica en diversas universidades italianas y
autor también de una breve obra de lógica llamada Logica demonstrativa. Escribía en
latín, por supuesto, porque en el siglo XVIII todavía el latín es la lengua académica.
Poco antes de morir publicó una obra que estuvo perdida por mucho tiempo, hasta que
se redescubrió en el siglo XIX. La publicó en Milán en 1733 con el título de Euclides ab
omni naevo vindicatus, que significa Euclides vindicado o reivindicado de toda mancha,
o sea, liberado de toda mancha. Allí, Saccheri intentó hacer una prueba por el absurdo
del quinto postulado de Euclides, y hasta donde sabemos, fue el primero en emplear esta

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clase de prueba indirecta para demostrar ese postulado. La prueba es bastante
complicada y ocupa todo el libro. Pero la estrategia fundamental es clara. Hay una
particularidad de la geometría de los Elementos, que ya advirtieron los matemáticos
griegos y es que el quinto postulado no se usa en la demostración de los teoremas hasta
el número 29, por lo cual, las primeras 28 proposiciones demostradas no se deducen del
quinto postulado como premisa y, por consiguiente, son independientes de él. Si se
eliminara el quinto postulado, los primeros veintiocho teoremas de Euclides
permanecerían intactos, porque se deducen de los otros postulados y axiomas. Saccheri,
entonces, tuvo la idea de usar esos 28 teoremas como axiomas, lo cual es correcto,
porque según el método axiomático cualquier teorema se puede usar como axioma de
otra prueba una vez que está demostrado. Saccheri intentó, pues, deducir el quinto
postulado empleando como premisas los otros cuatro postulados de Euclides, junto con
los cinco axiomas y los primeros 28 teoremas.
Procedió de la siguiente manera: tomó una figura cuadrilátera donde, por
construcción, los ángulos A y B son rectos y los lados AC y BD son iguales. Esta figura
se conoce como el cuadrilátero de Saccheri y los ángulos C y D como los ángulos
característicos de ese cuadrilátero.

Saccheri se pregunta, entonces, qué se deduce acerca de los ángulos


característicos C y D de los cuatro postulados junto con los otros 28 teoremas de
Euclides. Demuestra que de allí se deduce que esos ángulos son iguales, pero no se
deduce que sean rectos. Luego, prueba que si se usa el quinto postulado, se puede
demostrar que C y D son rectos. También prueba la proposición conversa, de lo cual se
sigue el siguiente teorema: el quinto postulado de Euclides es equivalente a la
proposición de que los ángulos característicos son rectos.

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Entonces, hace una jugada extremadamente audaz y sostiene que hay tres
hipótesis posibles: que los ángulos característicos sean los dos rectos, o los dos agudos o
los dos obtusos. Las tres son compatibles con la base axiomática de Euclides sin el
quinto postulado. Las llama, respectivamente, la hipótesis del ángulo recto, la hipótesis
del ángulo agudo y la hipótesis del ángulo obtuso. Esas tres hipótesis son excluyentes
entre sí, ya que solo una de ellas puede ser verdadera, y, además, son exhaustivas, ya
que no hay una cuarta hipótesis posible. Dado que la hipótesis del ángulo recto es
equivalente al quinto postulado, para demostrarlo por el absurdo es necesario probar que
la hipótesis del ángulo agudo y la hipótesis del ángulo obtuso implican contradicción y,
por tanto, son falsas. La prueba por el absurdo de Saccheri consiste en mostrar que la
hipótesis del ángulo agudo y la hipótesis del ángulo obtuso implican proposiciones
inconsistentes, por lo que solo queda como posibilidad la hipótesis del ángulo recto, que
equivale al quinto postulado. La forma del argumento es la siguiente:

HR v HA v HO
 HO
 HA
---------------
HR
HR  QP
---------------
QP

Procede, entonces, a demostrar que la hipótesis del ángulo obtuso implica una
contradicción y, luego de una larga cadena de 13 teoremas, consigue hacerlo. En suma,
prueba que la hipótesis del ángulo obtuso implica el quinto postulado, pero, como este
es equivalente a la hipótesis del ángulo recto, resulta la siguiente contradicción: los
ángulos característicos son a la vez rectos y obtusos. Saccheri concluye, entonces, que la
hipótesis del ángulo obtuso es falsa. En realidad, lo que ha probado es que dicha
hipótesis es incompatible con los primeros cuatro postulados de Euclides, esto, es que el
sistema formado por los cuatro postulados y la hipótesis del ángulo obtuso es
inconsistente.
Luego, intenta probar que de la hipótesis del ángulo agudo también se deduce
una contradicción. La prueba resulta mucho más difícil, por lo que Saccheri se ve

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obligado a deducir una cantidad de teoremas aparentemente muy extraños, pero en sí
mismos consistentes. Deduce, por ejemplo, que la hipótesis del ángulo agudo es
equivalente al siguiente teorema: por un punto exterior a una recta pasan varias
paralelas a dicha recta. También deduce el teorema según el cual la suma de los
ángulos interiores de todo triángulo es menor que 180 grados. También prueba muchos
otros teoremas que, como veremos enseguida, son característicos de la geometría
hiperbólica, la primera geometría no euclídea. Ninguno de esos teoremas es en sí mismo
inconsistente, aunque son incompatibles con diversos teoremas que se pueden demostrar
en la geometría euclídea (incluyendo el quinto postulado). Por ejemplo, en la geometría
de Euclides, es un teorema que la suma de los ángulos interiores de todo triángulo es
igual a 180 grados. Saccheri, finalmente, cree haber encontrado una contradicción a
partir de la hipótesis del ángulo agudo: prueba que esa hipótesis implica que si dos
rectas se prolongan indefinidamente se unen en una sola y tienen una perpendicular en
común. Saccheri sostuvo que ese teorema “repugnaba a la naturaleza de la línea recta”.
En general, todos los expertos coinciden en que esa no es una contradicción, sino, más
bien, una hipótesis vaga acerca de lo que ocurre en el infinito. Por consiguiente, una
parte de la prueba de Saccheri, la refutación de la hipótesis del ángulo agudo, no es
concluyente y, por tanto, tampoco lo es su demostración por el absurdo del quinto
postulado de Euclides.

La obra de Saccheri fue más bien ignorada por la posteridad, hasta que la
redescubrió el matemático italiano Eugenio Beltrami (1835-1900), que fue un geómetra
que hizo contribuciones importantes a la geometría no euclídea, ya en el último tercio
del siglo XIX. Saccheri creyó haber refutado tanto la hipótesis del ángulo obtuso como
la del ángulo agudo y, por consiguiente, haber probado por el absurdo la hipótesis del
ángulo recto, que es equivalente al quinto postulado. Desde el punto de vista actual, lo
que podemos decir es que probó que la hipótesis del ángulo obtuso es incompatible con
los cuatro postulados de Euclides, mientras que la hipótesis del ángulo agudo parece ser
compatible con éstos, al menos, en tanto no se ha deducido una contradicción del
sistema formado por los primeros cuatro postulados de Euclides junto con la hipótesis
del ángulo agudo, también tomada como postulado. Retrospectivamente, se advirtió que
Saccheri, sin proponérselo y sin advertirlo, demostró un número importante de teoremas
de geometría no euclídea. Por esa razón, se lo considera solamente como un precursor
de esas geometrías, pero no un auténtico descubridor, ya que nunca creyó que hubiera

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descubierto una nueva geometría, algo que para él, como para Kant y todos sus
contemporáneos, era imposible. Después de la muerte de Saccheri, el matemático
alemán Johann Lambert (1728-1777) llegó de manera independiente a los mismos
resultados, por lo que también se lo considera un precursor. Esto, sin embargo, plantea
un problema filosófico interesante: ¿Quién es el descubridor de una entidad X, quien la
encuentra o quien la reconoce como una nueva clase de entidad antes desconocida? Si
consideramos que el descubridor de una nueva clase de entidad es el que la reconoce
como tal, entonces, ni Saccheri ni Lambert descubrieron la geometría hiperbólica.

Los intentos por demostrar el quinto postulado continuaron a lo largo del siglo
XVIII y XIX, pero siempre fracasaron por la misma razón, por el hecho de presuponer
como premisa una proposición equivalente al quinto postulado. El más famoso de los
equivalentes es el que suele aparecer en casi todos los libros de geometría como el
postulado de las paralelas, a veces erróneamente atribuido a Euclides. No es de
Euclides, es simplemente un equivalente que encontró el matemático inglés John
Playfair (1748-1819) en el año 1795. Dice lo siguiente: por un punto exterior a una
recta que está en el mismo plano pasa una sola paralela a esa recta. Ese postulado es
más simple e intuitivo que el de Euclides y, por ello, es el que se emplea en la mayoría
de las reconstrucciones axiomáticas de la geometría euclídea en los siglos XIX y XX.
Hilbert, por ejemplo, también lo usa. Por eso el quinto postulado vino a llamarse el
postulado de las paralelas, aunque su formulación original no hace referencia alguna a
rectas paralelas, sino, por el contrario, a rectas que se cortan.

El primero que sospechó que el quinto postulado no podía probarse a partir de


los otros cuatro, es decir, que era independiente, fue Carl Friedrich Gauss (1777-1855)
Gauss, ya en su época llamado “el príncipe de los matemáticos”. Gauss fue el primero
en concebir la posibilidad de una geometría no euclídea que estuviera basada en los
cuatro postulados de Euclides y en la negación del quinto. Nunca publicó ese
descubrimiento, que se conoce por su correspondencia con otros matemáticos; la carta
más antigua que se conserva es una referencia del año 1813. Dado que, según los
criterios actuales, la prioridad en un descubrimiento la tiene el primero que lo publica, la
prioridad no le fue adjudicada a Gauss. De todos modos, para esa época Gauss ya había
hecho tantos descubrimientos que incluso este podría haberle parecido un asunto menor,
uno que no le iba a agregar demasiado a su inmensa obra. Él mismo dice que no lo
publicó porque le parecía que eso iba a escandalizar a sus contemporáneos. Su famosa

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frase fue “por temor al clamor de los beocios”, usando una expresión de la historia
griega clásica. Pero todo esto se supo retrospectivamente, una vez que se inventó la
geometría no euclídea.

El descubrimiento de la geometría no euclídea es un caso interesante de


descubrimiento simultáneo. Hay muchos descubrimientos simultáneos en la ciencia,
sobre todo, porque hay problemas que están en el ambiente, en cuya solución trabajan
muchos científicos al mismo tiempo. También existe el descubrimiento independiente,
que sucede cuando los descubridores trabajan en momentos diferentes, pero sin conocer
cada uno el trabajo del otro. Tanto los descubrimientos simultáneos como los
independientes suelen provocar agrias disputas de prioridad. En caso de la primera
geometría no euclídea hay tres descubridores independientes, como ahora veremos, pero
no se trató de un descubrimiento estrictamente simultáneo.

Antes de abordar ese episodio histórico, es necesario hacer una precisión


terminológica: ¿Qué se entiende por geometría no euclídea? Hay dos sentidos diferentes
de la expresión geometría no euclídea. El primero es un sentido estrecho y especifico,
que es el sentido histórico que se le dio en el siglo XIX; según este primer sentido la
geometría no euclídea es la que se deduce de los axiomas y postulados de Euclides junto
con la negación del quinto postulado. Según este criterio, en el siglo XIX hubo dos
geometrías no euclídeas: la geometría hiperbólica y la geometría elíptica, como
veremos. El segundo es un sentido amplio, según el cual no euclídea es cualquier
geometría que contenga al menos un teorema que sea incompatible con algún teorema
de la geometría euclídea. Según este otro criterio, hay muchas geometrías no euclídeas,
que no tienen que ver con el quinto postulado o su negación. Incluso, algunas son
anteriores al descubrimiento de la geometría hiperbólica, la primera geometría no
euclídea. Por ejemplo, la geometría proyectiva, formulada por el matemático francés,
Jean-Victor Poncelet (1788-1867) en 1822. La geometría proyectiva estudia ciertas
transformaciones de las figuras, tales como una proyección sobre otro plano, como
ocurre cuando uno proyecta una fotografía en una pantalla y la imagen se agranda. En
esa clase de transformaciones no se conservan las distancias entre los diferentes puntos
de las figuras, pero se conservan los ángulos y el paralelismo. Si se proyecta una
diapositiva, las distancias no se conservan, pero las paralelas siguen siendo paralelas y
los ángulos rectos siguen siendo rectos. La geometría proyectiva es un ejemplo de
geometría no euclídea en este sentido amplio. La geometría euclídea no estudia ese tipo

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de transformaciones de las figuras, como la proyección. La geometría euclídea estudia,
por ejemplo, las rotaciones rígidas de las figuras, o los movimientos rígidos de los
cuerpos en general, es decir, transformaciones donde se conservan las distancias entre
puntos diferentes. En este segundo sentido, existen muchas geometrías no euclídeas,
pero no nos ocuparemos de ellas en este curso.

Nos limitaremos al primer sentido de geometría no euclídea, es decir, a la


geometría que resulta de mantener los primeros cuatro postulados de Euclides, pero
reemplazando el quinto postulado por su negación. Es importante tener en cuenta que,
como ya advirtió Saccheri, no hay una sola negación posible del quinto postulado, sino
dos. Si usamos el equivalente de Playfair, la primera negación afirma que por un punto
exterior a una recta no pasa ninguna paralela a dicha recta. Este postulado es
equivalente a la hipótesis del ángulo obtuso de Saccheri y, como él mismo demostró, es
incompatible con los otros cuatro postulados de Euclides. O sea, el sistema formado por
los cuatro primeros postulados euclídeos junto con esta negación del quinto postulado
es inconsistente. La otra negación afirma que por un punto exterior a una recta pasa
más de una paralela a dicha recta. Este postulado es equivalente a la hipótesis del
ángulo agudo de Saccheri. Este es el postulado que se empleó para reemplazar al quinto
postulado en el descubrimiento de la geometría no euclídea.

Los detalles históricos del proceso que llevó a este descubrimiento son
demasiado extensos y complejos como para exponerlos ahora. Nos limitaremos a
algunos hechos fundamentales. En primer, lugar, como ya mencionamos, Gauss
demostró, hacia la primera década del siglo XIX, un gran número de teoremas
deducidos de los cuatro postulados de Euclides junto con el postulado de que por un
punto exterior a una recta pasa más de una paralela a dicha recta. Gauss fue consciente
de que había inventado una nueva geometría diferente de la euclídea, a la que primero
llamó “antieuclideana” y más tarde “no euclideana”. Así pues, el nombre usual de
geometría no euclídea se debe a Gauss. Pero, dado que no publicó sus demostraciones,
solo algunos corresponsales y amigos estaban enterados de ese descubrimiento.

En 1823, sin conocer la obra de Saccheri ni la de Gauss sobre el tema, el


matemático húngaro János Bolyai (1802-1860) estudió las consecuencias de la
negación del axioma de las paralelas y llegó a redescubrir varios de los teoremas no
euclídeos ya probados por el propio Saccheri y luego por Gauss. Farkas Bolyai (1775-

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1856), su padre, que también era matemático, le propuso sistematizar sus resultados y
publicarlos como parte de un tratado de matemática que se encontraba escribiendo. El
resultado fue un artículo de 26 páginas, escrito en latín, titulado “La ciencia del espacio
absoluto”, finalizado en 1829. Sin embargo, la publicación del extenso tratado de Farkas
se demoró hasta 1832, cuando el artículo de su hijo se publicó como un apéndice al
primer volumen. Ese año Farkas escribió a Gauss, de quien era amigo, enviándole el
artículo de su hijo. La respuesta de Gauss fue, literalmente, “no puedo elogiar ese
trabajo” ya que eso sería “elogiarme a mí mismo”. Luego, le explicó a Farkas que todos
esos teoremas ya los había descubierto muchos años antes. La respuesta frustró tanto a
János Bolyai que no volvió a publicar nada más sobre matemática en su vida.

Mientras tanto, en Rusia, Nikolai Lobachevsky (1792-1856), de manera


completamente independiente, había llegado a los mismos resultados que Gauss y
Bolyai. El punto es que los publicó primero y, por esa razón, le corresponde la prioridad
del descubrimiento. La primera publicación de Lobachevsky fue un artículo en ruso
titulado “Sobre los principios de la geometría”, que apareció en la universidad de
Kazán, con fecha 1829-1830. Tuvo escasa repercusión y, por la lengua en que fue
escrito, no tuvo recepción fuera de Rusia. Más tarde, Lobachevsky publicó un libro en
alemán (Investigaciones geométricas sobre la teoría de las paralelas, 1840) y otro en
francés (Pangeometría, 1855), para difundir sus ideas. Esas dos eran las lenguas
científicas más importantes de Europa, antes de que el inglés adquiriera preeminencia.
En 1837 Lobachevsky llamó “geometría imaginaria” a su teoría, quizás porque todavía
estaba bajo la creencia de que la geometría euclídea era la única geometría real, en el
sentido de ser la geometría del espacio físico. El nombre “geometría hiperbólica”, es
muy posterior, ya que se debe al matemático alemán Félix Klein (1849-1925).

Vale la pena señalar que es imposible exagerar la importancia de Euclides en la


historia de la filosofía, Euclides es el modelo de conocimiento para numerosos filósofos
a lo largo de la historia. Para todos los racionalistas modernos (Pascal, Descartes,
Spinoza, Leibniz, Kant) Euclides es el modelo de conocimiento, es el ideal al que hay
que aspirar, el ideal de certeza. Euclides muestra que es posible el conocimiento cierto,
el conocimiento que no puede ser falso. Ese el tipo de conocimiento que la filosofía
debe obtener para sí misma y debe hacerlo, entonces, imitando el método de Euclides: la
deducción a partir de axiomas y postulados que sean verdades evidentes. La ética de
Spinoza se llama Ethica more geometrico demonstrata, esto es, demostrada al modo

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geométrico, es decir, axiomático. Es un modelo tanto para la ciencia como para la
filosofía. Descartes ya había hecho un intento de metafísica axiomática.
Simultáneamente, Galileo lo intenta con la mecánica y Newton lo lleva a su
culminación. Leibniz considera que el método de Euclides es el modelo, además, para
resolver los debates éticos y políticos, algo que jamás pudo hacerse. Para Kant, Euclides
prueba que es posible el conocimiento sintético a priori, que hay conocimiento
necesario del espacio físico real. En suma, la geometría axiomática de los Elementos
proporciona el ideal de conocimiento en Occidente. Hasta comienzos del siglo XX, todo
el mundo conoce a Euclides, no hay filósofo o científico que no haya estudiado a
Euclides, que era parte de la formación básica, casi como del sentido común científico.
Es comprensible, entonces, que la geometría no euclídea fuera considerada al comienzo
como una mera curiosidad matemática sin relación con la descripción del espacio físico
real. Todavía en el siglo XIX, la geometría euclídea se considera verdadera sin más.

Está claro en la actualidad que Gauss, Bolyai y Lobachevsky descubrieron la


primera geometría no euclídea de manera independiente y que Bolyai y Lobachevsky lo
hicieron, además, de manera simultánea. Por otra parte, la repercusión del
descubrimiento de una nueva geometría entre los matemáticos demoró un tiempo y no
se produjo hasta después de 1840, cuando se publicó en alemán la obra de
Lobachevsky. La asimilación de las consecuencias filosóficas de la nueva geometría,
como veremos, fue todavía muy posterior. Seguramente, la idea de que exista más de
una geometría posible resultó demasiado novedosa y radical. Incluso en nuestros días
mucha gente ignora que existen múltiples geometrías no euclídeas.

Bibliografía

KLINE, M. (1967) Matemáticas para los estudiantes de humanidades. México: Fondo


de Cultura Económica, 1992. [Capítulo 20].

TORRETTI, R. (2003) Relatividad y espaciotiempo. Santiago de Chile: RIL Editores.


[Capítulo 6, pp. 139-143].

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Bibliografía complementaria

Existen muchos libros sobre la geometría no euclídea, pero están escritos por
matemáticos y su nivel es superior al de este curso. Quienes tengan interés pueden
consultar:

Greenberg, M. J. (1993) Euclidean and Non-Euclidean Geometry: Development and


History. Third Edition. New York: Freeman.

Trudeau, R. (2008) The Non-Euclidean Revolution. Boston: Birkhäuser.

Ambos libros están disponibles en la Web (en Libgen.is). Debe tenerse en cuenta
que la terminología de estos dos autores es diferente, tanto entre sí como respecto de la
que se utilizó en las clases.

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