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Alejandro Cassini
Clase teórica N° 8
El lenguaje científico
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Más adelante analizaremos con detalle estas dos características. Por el momento,
aceptaremos que la concepción clásica es una concepción enunciativa en tanto considera
que una teoría es un conjunto de enunciados organizados deductivamente. Ya
conocemos qué es un sistema axiomático interpretado Ahora debemos considerar la
cuestión del lenguaje de las teorías, tal como se la formuló en la concepción clásica.
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interpretadas. El vocabulario de las teorías empíricas consta de los siguientes tipos de
términos:
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Comencemos por analizar el concepto de término observacional. Curiosamente,
ni Carnap, ni Hempel, ni ninguno de los partidarios de la concepción clásica de las
teorías, proporcionaron nunca una definición de dicho concepto, a pesar de que es
fundamental para su manera de concebir no solo el lenguaje de la ciencia, sino la
estructura misma de las teorías empíricas. Al principio, se limitaron a proporcionar
ejemplos de términos observacionales: estos son los predicados como “rojo” “azul”,
“duro” o “caliente” que se refieren a propiedades directamente perceptibles por medio
de los sentidos humanos sin la mediación de instrumentos (cualquiera que use anteojos
se dará cuenta de que esta concepción es demasiado estrecha, porque, en sentido,
estricto, no estaría observando cuando tiene los anteojos puestos). Luego se extendió
también a nombre propios o descripciones, como “la Torre Eiffel” o “el Sistema Solar”,
que se refirieran a entidades que son en principio perceptibles (aunque las teorías
científicas pocas veces contienen nombres propios en su vocabulario). Podemos decir,
de manera más general, que los términos observacionales son aquellos que se refieren, o
pretenden referirse, a entidades, propiedades, eventos o procesos directamente
perceptibles por los sentidos humanos. Genéricamente los llamamos observables, por,
tanto, los términos observacionales son aquellos que, en caso de referir a algo, se
refieren a observables. No debe confundirse “observacional” que se aplica a los
términos de un lenguaje con “observable” que se aplica a las cosas, más precisamente a
entidades no lingüísticas. Otra vez es una cuestión de ascenso semántico: “Sistema
Solar” es un término observacional, pero el Sistema Solar es una entidad observable.
Debe advertirse, además, que los términos observacionales pueden referirse tanto a
particulares, como “Saturno” o a universales, como, “planeta”.
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a los seres humanos en particular. Borges, en su famoso cuento, decía que Funes el
memorioso percibía el movimiento del minutero, pero difícilmente consideraríamos que
este es un observable, aunque existiera una persona con capacidades perceptivas tan
excepcionales. La observabilidad se refiere a las capacidades perceptivas de los
humanos como especie, lo cual admite cierta variabilidad de un individuo a otro. Esto
ya tiene como consecuencia que los límites entre observables e inobservables se vuelvan
borrosos. Este hecho en el lenguaje común no es problema, porque todos los términos
de las lenguas naturales son vagos: los límites entre ser alto o bajo, o entre ser rico o
pobre son muy borrosos e incluso dependientes del contexto (un jugador de básquet que
mida menos de dos metros puede ser considerado bajo en el contexto de su equipo). No
obstante, resulta un problema para la concepción clásica de las teorías, que emplea
lenguajes formales donde la vaguedad no debería existir. Por consiguiente, la
concepción clásica necesita una distinción absoluta (no relativa a un contexto dado) y
tajante entre términos observacionales y teóricos. De allí, que requiera una
caracterización precisa de observabilidad. Volveremos enseguida sobre esta cuestión,
que no es sencilla de resolver.
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Así pues, según los empiristas lógicos, solo son observables las entidades
(propiedades, eventos, etc.) que se pueden percibir directamente por medio de los
sentidos sin la mediación de instrumentos. Las entidades inobservables se denominaron
también entidades teóricas y se las consideró como entidades inferidas. Así, por
ejemplo, cuando se dice que se observa una célula mediante un microscopio, en
realidad, no se la está observando, según este criterio, sino que se la está infiriendo a
partir de las imágenes directamente percibidas en el ocular del microscopio. Una célula
no perceptible a simple vista, entonces, no es una entidad observable, sino una entidad
inferida a partir de otras observaciones. Dado que la dicotomía observable-inobservable
es exhaustiva y excluyente, la célula debe considerarse como una entidad teórica. No
hay una diferencia esencial entre observar una célula y observar la trayectoria de un
electrón en una cámara de burbujas, en ambos casos se trata de inferencias. La
trayectoria de un electrón ciertamente no se observa a simple vista, sino que se infiere a
partir de la observación de la secuencia de pequeñas gotas que, se supone, son el efecto
producido por el paso de un electrón que ioniza las moléculas de vapor en el interior de
la cámara de burbujas. Este último ejemplo muestra claramente que el electrón no es
una entidad cuya existencia se ha inferido solamente de la observación de las gotas.
Para conectar el reguero de gotas con el paso de un electrón es necesario apelar a un
conjunto bastante grande de hipótesis y teorías presupuestas. Por ejemplo, a la hipótesis
de que el electrón, por el hecho de estar eléctricamente cargado, produce la ionización
(o sea, arranca electrones de las órbitas más externas) de las moléculas de vapor. Eso
ciertamente, no es algo que se observe a simple vista. Así pues, las entidades inferidas
siempre se infieren de otras observaciones que son interpretadas mediante un conjunto
de hipótesis.
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Esta obra de Carnap, que pese a su título intimidante, es de carácter introductorio fue republicada en
1974, luego de su muerte en 1970, con el título más general de An Introduction to the Philosophy of
Science. Los pasajes traducidos están tomados de la primera edición de 1966. La obra se tradujo al
español en Buenos Aires, en 1969, con el título inapropiado de Fundamentación lógica de la física. El
resto de la traducción, sin embargo, es confiable.
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Los filósofos y los científicos tienen maneras bastante diferentes de usar los términos
“observable” e “inobservable”. Para el filósofo, “observable” tiene un significado muy
estrecho. Se aplica a propiedades tales como “azul”, “duro” y “caliente”. Estas son
propiedades directamente percibidas por los sentidos. Para el científico, la palabra tiene un
significado mucho más amplio. Incluye cualquier magnitud cuantitativa que pueda ser medida
de una manera relativamente simple y directa. Un filósofo no consideraría que una temperatura
de 80 grados centígrados, o un peso de 93 ½ libras, es un observable porque no hay percepción
sensorial directa de tales magnitudes. Para un físico, ambas son observables porque pueden
medirse de una manera extremadamente simple [con una balanza o un termómetro]. El físico
no diría que la masa de una molécula, y no digamos la de un electrón, es algo observable,
porque aquí los procedimientos de medición son mucho más complicados e indirectos. Pero las
magnitudes que pueden ser establecidas por medio de procedimientos relativamente simples (la
longitud con una regla, el tiempo con un reloj, o la frecuencia de las ondas de luz con un
espectrómetro) son llamadas observables.
El físico podría replicar que esto es verdad, pero que la inferencia no era muy
complicada. El procedimiento de medición es tan simple y está tan bien establecido que no
podría dudarse de que el amperímetro da una medición exacta de la intensidad de la corriente.
Por tanto, se la incluye entre las cosas que son llamadas observables.
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científico. Diferentes autores individuales trazarán la línea donde sea más conveniente,
dependiendo de sus puntos de vista, y no hay razón por la cual no deberían tener este
privilegio. (Carnap 1966, pp. 225-226).
Hay muchas ideas interesantes para comentar en estos pasajes. Ante todo, como
cualquiera que conozca algo de la ciencia contemporánea, Carnap advierte que los
científicos no usan el concepto de observable en el sentido estrecho en que lo ha
caracterizado. Por otra parte, el sentido en que lo emplean los físicos es mucho más
amplio que el que el propio Carnap les atribuye, ya que consideran que los electrones, y
todas las partículas subatómicas, así como como sus propiedades, son observables. De
hecho, los artículos que anuncian el descubrimiento de una nueva clase de partícula
subatómica (sea o no una partícula considerada elemental) frecuentemente llevan en el
título la palabra “observación”. En general, Y en contra de lo que Carnap dice, los
físicos llaman observable a cualquier entidad que sea detectable mediante instrumentos,
no importa cuán complejos sean, y a cualquier propiedad que sea medible por cualquier
procedimiento, aunque sea muy indirecto.
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Adviertan que en esta última referencia se ejemplifican los dos casos, el de observación
y el de evidencia. Por último, cuando se mide alguna propiedad de las partículas, se
emplea el término “medición”. Por ejemplo: “Measurement of the Neutrino-Nucleon
and Anti Neutrino Nucleon Total Cross Sections” (1973), o “Measurement of Tau
Decay Modes and a Precise Determination of the Mass” (1978). Así pues, no cabe duda
de que los físicos de partículas consideran observables a las partículas, a sus
propiedades, como la masa, y a los eventos microscópicos, como la desintegración de
una partícula o la colisión entre dos partículas.
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pueden encontrar artículos firmados por hasta 1000 autores, que forman lo que se
denomina una “colaboración”, pero que en muchos casos nunca han interactuado
personalmente, sino que se encuentran dispersos en diferentes lugares del mundo.
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métrico decimal es, sin duda, más simple y ventajoso en muchos aspectos que los
sistemas antiguos de medidas, pero sería erróneo decir que es el sistema verdadero o
correcto. Las convenciones no son susceptibles de ser verdaderas o falsas, ni correctas o
incorrectas en ningún sentido de estos términos. Una comunidad científica (o de
cualquier otro tipo) tiene amplia libertad para elegir sus convenciones y para
cambiarlas, cosa que ocurre frecuentemente en la historia de la ciencia. Por ejemplo, la
definición del metro es una convención que se cambió muchas veces, hasta llegar a la
actual, establecida en 1983, donde se lo define en función de la velocidad de la luz: un
metro es la distancia que recorre la luz en el vacío en 1 / 299 972 458 segundos. (Lo que
no puede existir son las convenciones individuales, las que, como los lenguajes
privados, serían arbitrarias ¿O es posible que cada uno adopte sus propias
convenciones?).
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tienen y cómo se comportan bajo determinadas condiciones. Sin la mediación de esas
hipótesis, no podríamos tener experiencia, ni siquiera muy indirecta, de los electrones,
ni, mucho menos, medir sus propiedades (su masa, carga eléctrica y spin, que son las
tres propiedades fundamentales de las partículas subatómicas). En efecto, la medición
de estas propiedades presupone el uso de complejos instrumentos, los cuales, a su vez,
no podrían haber sido construidos sin el empleo de numerosas hipótesis y teorías
científicas (hipótesis de la mecánica, de la óptica, del electromagnetismo, y muchas
más). Así pues, la posición central de Carnap y de otros empiristas lógicos es que los
términos observacionales poseen un significado directo mientras que el significado de
los términos teóricos es indirecto y, en última instancia, está dado por su conexión con
algunos términos observacionales. El llamado problema de los términos teóricos es,
entonces, esencialmente un problema de significado: consiste en determinar cuál es la
conexión con los términos observacionales que les permite a los términos teóricos
adquirir significado. Volveremos sobre esta cuestión varias veces a lo largo del curso.
Toda teoría empírica tiene, como hemos visto, un vocabulario teórico, que es el
conjunto de todos los términos teóricos de cada teoría, y un vocabulario observacional,
que es el conjunto de todos los términos observacionales, que generalmente no son
específicos de cada teoría (de hecho, muchos provienen del lenguaje natural, como los
que Carnap ofrece como ejemplos, y pueden ser compartidos por muchas teorías
diferentes). Los términos teóricos por su parte, no necesariamente son específicos de
una teoría determinada, al contrario, muchos de ellos pueden provenir de otras teorías.
Por ejemplo, “carga eléctrica” es un término teórico propio de la electrodinámica, pero
también se emplea en la mecánica cuántica y en otras teorías; “fuerza” es un término
teórico de la mecánica, pero también se usa en la termodinámica, la electrodinámica y
en casi todas las teorías de la física.
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Los diferentes tipos de enunciados científicos se obtienen a partir de la
combinación de los términos que componen el vocabulario. El uso de los términos
lógico-matemáticos está presupuesto en todos los casos y no introduce diferencias. La
diferencia proviene del hecho de si los términos no lógicos que aparecen en los
enunciados son teóricos u observacionales. Advirtamos que la palabra “observacional”
se aplica tanto a términos como a enunciados. El contexto debe permitir distinguir a qué
se aplica en cada caso.
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significado de los términos teóricos. Señalamos antes que los términos teóricos de una
teoría, según Carnap y los empiristas lógicos, adquieren su significado de manera
indirecta por medio de su conexión con los términos observacionales que se usan en
dicha teoría. Precisamente, las reglas de correspondencia, por el hecho de ser
enunciados mixtos, son las que conectan algún término teórico con algún término
observacional. Por ello, se las concibió como reglas semánticas: su función principal es
la de dar significado a los términos teóricos de una teoría. Los términos teóricos,
entonces, adquieren su significado mediante reglas de correspondencia. Por tanto, toda
teoría empírica necesita reglas de correspondencia; sin ellas, carece de contenido
empírico y no es más que una teoría formal. Las reglas de correspondencia son, así, las
que permiten interpretar a las teorías empíricas, como veremos enseguida. Se las puede
llamar también reglas de interpretación o reglas interpretativas. Todo esto se aclarará
más cuando estudiemos la estructura de las teorías según la concepción clásica. La
evolución de la concepción clásica de las teorías, en efecto, está estrechamente ligada al
problema de cuál es la forma lógica que deben tener las reglas de correspondencia.
Dada la teoría del significado de los empiristas lógicos, los términos teóricos
eran sospechosos porque su significado no estaba claro, incluso se podía dudar de si
tenían o no algún significado. Para Carnap y los empiristas lógicos el problema de los
términos teóricos era equivalente al problema de cómo adquieren significado estos
términos. Por significado entendían el sentido o la intensión de tales términos. Sin
embargo, el problema se puede plantear también en términos de su extensión o
referencia. Podemos preguntar si tales términos tienen referencia, lo cual equivale a
preguntar si las correspondientes entidades o propiedades inobservables realmente
existen o no. Este suele llamarse el problema de la existencia de las entidades teóricas.
Dicho más directamente, mediante un ejemplo, ¿existen los electrones o los quarks? O,
de otro modo, ¿son reales las fuerzas y los campos electromagnéticos o solamente son
ficciones útiles? Cuando se lo plantea de esta manera, el problema de los términos
teóricos es muy antiguo y no es en absoluto una invención de los filósofos de la ciencia.
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que actúa a distancia entre los cuerpos sin que haya contacto entre ellos y sin que se
postulara la existencia de algún medio material intermediario que transmitiera las
interacciones. En la teoría newtoniana de la gravitación, un planeta ejerce
instantáneamente una fuerza atractiva sobre otro planeta a través del espacio vacío de
toda materia. Esa noción de fuerza actuando a distancia les pareció inaceptable a todos
los contemporáneos, e incluso al propio Newton. En una carta de 1693 dirigida al
teólogo Richard Bentley (1662-1742), Newton se expresó en estos términos:
Que la gravedad sea innata, inherente y esencial a la materia de modo tal que un
cuerpo pueda actuar sobre otro a distancia, a través de un vacío sin la mediación de ninguna
otra cosa, y que a través de dicha distancia su acción o fuerza pueda ser comunicada de uno a
otro, es para mí un absurdo tan grande que creo ningún hombre que tenga alguna competencia
en cuestiones filosóficas pueda jamás caer en él. La gravedad debe ser causada por un agente
que actúe constantemente de acuerdo con ciertas leyes, pero si este agente es material o
inmaterial es una cuestión que he dejado a la consideración de mis lectores. (Tercera carta a
Bentley del 25 de febrero de 1693).
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encontrar incluso algo parecido a lo que sería una concepción instrumentalista de la
ciencia.
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cierta velocidad en cierta dirección. Pero hay infinitas causas posibles, infinitas
combinaciones de fuerzas, que podrían haber provocado ese mismo movimiento. Para
una mentalidad empirista, esta situación, si no es totalmente inaceptable, al menos es
sumamente incómoda, porque implica introducir en la ciencia una cuota importante de
subdeterminación empírica en nuestras teorías e hipótesis. El empirista siempre se
siente más cómodo eliminando estas posibilidades observacionalmente indiscernibles;
lo que desearía, en el fondo, es directamente eliminar toda referencia a entidades
inobservables de nuestras teorías. Y esto fue lo ocurrió de hecho: se intentó eliminar los
términos teóricos de las teorías empíricas. Veamos ahora de qué manera.
∀𝑥 (𝑆𝑥 ↔ (𝐴𝑥 → 𝐷𝑥 ))
En lenguaje natural, el enunciado sería así: “Todo objeto es soluble si y solo si,
si se lo sumerge en agua, entonces, se disuelve”. Esta es una definición operacional
porque define el término teórico “soluble” mediante dos términos observacionales
“sumergirse en agua” y “disolverse”, que se refieren a operaciones empíricas. El
antecedente del condicional del definiens, el que contiene el predicado A, expresa la
condición de prueba, y el consecuente, el que contiene el predicado D, expresa el
comportamiento del objeto ante esa condición de prueba. Otros ejemplos característicos
de definiciones operacionales son las definiciones de términos psicológicos, como
“inteligente” mediante términos observacionales que expresan estímulos y respuestas de
la conducta del sujeto. Son características de la psicología conductista. Aunque
“inteligente” también se considera como un término disposicional (la disposición a
actuar de cierta manera en determinadas circunstancias), las definiciones operacionales
de los términos psicológicos pueden ser más complejas que la definición de “soluble” u
otros términos disposicionales de las ciencias físicas. Por ejemplo, el esquema de una
definición operacional del predicado “inteligente” podría tener la siguiente forma.
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∀𝑥 (𝐼𝑥 ↔ ((𝐸𝑥1 & 𝐸𝑥2 &, … , & 𝐸𝑥𝑚 ) → (𝑅𝑥1 & 𝑅𝑥2 &, … , & 𝑅𝑥𝑛 )))
Esto en lenguaje natural sería así, “Todo sujeto es inteligente si y solo sí, si se
encuentra con los estímulos 𝐸𝑥1 & 𝐸𝑥2 &, … , & 𝐸𝑥𝑚 , entonces, produce las respuestas
(𝑅𝑥1 & 𝑅𝑥2 &, … , & 𝑅𝑥𝑛 ). Es decir, un sujeto es inteligente si y solo si actúa o se comporta
de determinada manera en determinadas circunstancias. Por supuesto, los estímulos y
las respuestas tienen que especificarse explícitamente, por eso, decimos que la anterior
es un esquema de definición operacional de inteligencia y no una auténtica definición.
Ahora podemos advertir que, una vez que se tiene una definición explícita (sea
operacional o no) de un término teórico mediante una combinación finita de términos
observacionales, es posible eliminar ese término teórico de todos los enunciados en los
que aparece reemplazándolo por su definiens. De esa manera, podrían eliminarse todos
los términos teóricos de una teoría, que quedarían relegados a la categoría de términos
definidos, que, como ocurre en un sistema axiomático formal, siempre son prescindibles
(de hecho, un sistema puede no tener términos definidos). No obstante, la eliminación
de los términos teóricos mediante definiciones explícitas tiene un costo: necesariamente
complica la formulación de la teoría. Los enunciados sin términos teóricos son más
complejos que sus respectivos equivalentes con términos teóricos. Eso es evidente, ya
que el definiens de un término teórico siempre contiene dos o más términos
observacionales. Por tanto, un enunciado en el cual se reemplacen sus términos teóricos
siempre contendrá un número mayor de términos, que incluso puede ser muy grande.
Por ejemplo, supongamos que el siguiente enunciado sea una hipótesis fundamental de
una teoría (ficticia) sobre psicología de la inteligencia:
∀𝑥 (𝐼𝑥 → 𝐴𝑥 )
Esto es: “Todos los sujetos inteligentes son altruistas” (lo cual parece, por lo
demás, falso). Se trata de un enunciado teórico puro, ya que no contiene términos
observacionales. Tanto “inteligente” como “altruista” son términos teóricos
disposicionales y, por tanto, deberían reemplazarse de acuerdo con sus definiciones
operacionales. Supongamos que la definición operacional de “altruista” sea la siguiente:
1 𝑗 1 𝑘
∀𝑥 (𝐴𝑥 (𝐸 ′ 𝑥 &, … , & 𝐸 ′ 𝑥 ) → (𝑅′ 𝑥 &, … , & 𝑅′ 𝑥 ))
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Teniendo las definiciones operacionales de los términos “inteligente” y “altruista”, es
posible eliminar los términos teóricos del enunciado teórico “Todos los I son A”, El
resultado de hacer ese reemplazo, entonces, sería un enunciado observacional puro de
esta forma:
1 𝑗 1 𝑘
∀𝑥 ((𝐸𝑥1 &, … , & 𝐸𝑥𝑚 ) → (𝑅𝑥1 &, … , & 𝑅𝑥𝑛 ) → (𝐸 ′ 𝑥 &, … , & 𝐸 ′ 𝑥 ) → (𝑅 ′ 𝑥 &, … , & 𝑅 ′ 𝑥 )))
Bibliografía
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