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La simulación como práctica verosímil
Simulación, del latín simulatĭo, es la acción de simular. Este verbo refiere
a representar algo, imitando o fingiendo lo que no es, indicando que simulación es la acción
y efecto de simular. El diccionario de María Moliner proporciona varias acepciones, una de
ellas es “hacer parecer que existe u ocurre una cosa que no existe u ocurre”.
Cabe señalar, que si bien se participa de un como si, las escenas construyen una
realidad en sí misma. Esas escenas ponen y exponen a quienes participan de ellas a la
asunción de un rol profesional que poco tiene de ficcional. La potencia de esa construcción
se da tanto para los que llevan adelante la situación (quienes asumen un rol profesional)
como para los que participan de ella observando, como veremos más adelante.
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Las simulaciones en la formación de profesionales tienen el potencial de construir
verosimilitud, tanto para quienes observan la situación como para quienes la construyen
desde la actuación. Ésta se relaciona con la construcción de una “escena posible de la
profesión”, que puede ser llevada adelante tal como sucede en la práctica profesional real,
bajo determinadas condiciones y restricciones.
A continuación, haremos una breve mención a los distintos usos y sentidos que han
tenido las simulaciones en el campo de la formación docente.
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La duración prescripta para una micro-clase era de diez minutos y se grababa o
filmaba para que el docente en formación pudiese observarse a sí mismo, analizar sus
acciones, recibir retroalimentación y volver a enseñar corrigiendo sus errores en una
segunda oportunidad. Conjuntamente con otras técnicas formativas, la “microenseñanza”
fue utilizada para “introducir una nota de realismo al principio de la formación, porque los
pasantes, en su mayor parte, venían con la idea reinante en los medios intelectuales de que
todo aquello de lo que un profesor tiene necesidad es de conocer su cometido, la materia.”
(Maximino, 1979:97).
Si bien la mayor parte del discurso didáctico define las simulaciones como un
método de enseñanza. (Davini,2008;Joyce y Weill,2002), nos interesa posicionar a las
prácticas simuladas como un dispositivo de formación.
El primero en acuñar la noción de dispositivo fue Foucault (2008), para referirse a la
circulación de poder en determinadas organizaciones como las cárceles y los hospitales.
Para el autor, un dispositivo es una red que vincula un conjunto de elementos heterogéneos,
con un carácter estratégico, en un juego de relaciones de poder y de saber. Al delimitar el
concepto, Foucault refiere a una retícula o a un tipo de relación, y un juego de fuerzas.
A partir de la década del ‘90 y desde el paradigma del pensamiento reflexivo del
profesor, el dispositivo de micro-enseñanza fue resignificado. Para ello tomaremos como
referencia la idea de Practicum Reflexivo que plantea Schön:
A su vez, las prácticas de la enseñanza desde este enfoque son entendidas como
situaciones de gran complejidad en las que se ponen en juego aspectos vinculados a lo
individual, lo interpersonal, lo grupal, lo situacional, lo organizacional y lo contextual de
las instituciones educativas. Analizar, comprender y mejorar la propia práctica supone
entonces indagar en estos diversos niveles que atraviesan la clase en tanto unidad y requiere
una actividad reflexiva por parte del docente en formación.
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Por ello, se entiende que la labor de esa formación y del practicum es ayudar a los
futuros docentes a internalizar las disposiciones y habilidades para llegar a ser mejores
docentes a lo largo del tiempo o, dicho de otro modo, ayudarles a responsabilizarse por su
propio desarrollo profesional (Zeichner, 1992 y Blanco, 1999).
Tal como expresan Anijovich y otras (2009) la visión que se está presentando
implica un “giro” respecto de los orígenes positivistas y conductuales de las micro-
enseñanzas. En el marco de la reflexión, las prácticas simuladas son dispositivos de
formación basados en interacciones que privilegian el intercambio y la confrontación entre
pares. Son propuestas que favorecen el ejercicio de la observación, el desarrollo de
competencias comunicativas, la formulación y recepción de retroalimentaciones, la
integración de conocimientos de diferentes disciplinas y la articulación entre teoría y
práctica.
Consideramos que es posible emplear este dispositivo para generar una práctica
reflexiva prestando especial atención a las decisiones que los profesores toman en el
proceso de diseño, coordinación y evaluación de sus propias experiencias de enseñanza.
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Tomando en cuenta los aportes de Jackson (1968, edición 1991) sobre los
momentos de la enseñanza, identificamos tres en el desarrollo de las simulaciones como
dispositivo de formación desde el paradigma de la reflexióni:
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Respecto del momento preactivo, supone planear quiénes van a observar
sistemáticamente y cómo lo van a hacer. Implica en el análisis posterior al desarrollo de las
simulaciones que se tomen los registros de observación y se reflexione sobre lo realizado.
En el momento de la práctica propiamente dicha. Se despliegan los roles y las
acciones. En el momento de la retroalimentación los observadores tienen un lugar
fundamental para la construcción de la reflexión sobre la práctica desarrollada.
Solo a modo de mención algunos focos pueden ser: la interacción entre los alumnos,
la comunicación que se establece, las preguntas que formula el docente, el tipo de
intervenciones de los alumnos, el modo en que circula el saber, la secuencia de
presentación de los contenidos. Esto permitirá ajustar la mirada y propiciar la construcción
de conocimiento pedagógico – didáctico sobre diferentes objetos de saber. La observación
tiene la intención de formar una “mirada” contextualizada y a la vez focalizada.
b) Enseñar a registrar
Quienes llevan adelante el rol de observadores en las simulaciones realizan registros
de lo observado. La elaboración de éste último no es una cuestión menor ya que debe ser
acorde a lo que se observa, al para qué, al cómo y al modo en que será analizado aquellos
que se observa. En el marco de las prácticas simuladas los registros narrativos resultan
particularmente apropiados.
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Los registros narrativos centrados en el desarrollo de las acciones permiten contar
la situación observada. Son particularmente potentes para realizar análisis y reflexiones,
posibilitan la construcción de “evidencias” y asumen la implicación del observador al
momento de observar.
El registro audiovisual de las simulaciones
Es posible recurrir a filmaciones como otro modo de registro de la práctica
simulada. La filmación da la posibilidad de registrar en tiempo real las prácticas
desarrolladasii, complementando así los registros que realizan los pares/compañeros.
Vale aclarar que si bien creemos que el uso de las filmaciones aporta algunos
elementos valiosos al proceso de formación, no siempre se dispone de los recursos o
infraestructura necesaria para realizar la práctica de este modo, lo cual no inhabilita que la
práctica simulada sea un dispositivo de formación potente más allá de si se cuenta con la
posibilidad de trabajar con las filmaciones o no. Las grabaciones de audio, son recursos
más factibles de conseguir y aunque tienen menos potencialidad aportan a elementos para
el análisis de las prácticas.
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Las prácticas simuladas: articulador entre las teorías en uso y las teorías
adoptadas
Particularmente en el momento de enseñanza interactiva cuando finaliza el
desarrollo de la práctica simulada y se realizan devoluciones sobre la situación
desarrollada, así como en el momento posactivo, se generan espacios propicios para
analizar y revisar las relaciones existentes entre las teorías en uso y las teorías adoptadas
(Argyris y Schon: 1974).
Los autores mencionados plantean que las personas poseen mapas mentales
referidos a cómo actuar en situaciones particulares, esto se refiere a la manera que ellos
planean, aplican y revisan sus acciones. Dichos mapas regulan las acciones de las personas
más que las teorías de las que dicen disponer explícitamente. Es más, pocas personas
conocen los mapas o las teorías que utilizan (Argyris, 1999). Argyris y Schön sugieren que
las personas disponen de dos teorías de la acción involucradas, que no se oponen, sino que
se implican. La distinción que puede hacerse entre ambas teorías de la acción es que unas
de ellas están implícitas en lo que hacemos, y otras se ponen en juego al hablar de nuestras
acciones a otros: pueden conceptualizarse, y verbalizarse. Aquellas que están implícitas en
lo que hacemos, se denominan teorías en uso. Estas teorías gobiernan nuestras conductas y
tienden a ser estructuras tácitas. Al decir de los autores, su relación con la acción es como
“…la relación de la gramática en uso con el discurso; esas teorías contienen las
suposiciones sobre sí mismas, sobre los otros y sobre el entorno, y estas suposiciones
constituyen un microcosmos de la ciencia en la vida cotidiana…” (Argyris y Schön 1974:
30).
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requiere, comunica a otros. Sin embargo, la teoría que efectivamente gobierna sus acciones
es la teoría en uso.
Hacer la distinción entre “teorías en uso” y “teorías adoptadas” nos permite
formular la siguiente pregunta: ¿puede existir congruencia entre ambas teorías? Según
Argyris (1980) pareciera no haberla. La clave de la reflexión es revelar la teoría en uso.
Tal como refieren Argyris y Schön (op. Cit,), en toda situación se ponen en juego
teorías en uso, y se explicitan las teorías adoptadas, que no siempre son coincidentes, queda
abierto el espacio de la reflexión. Al analizar la práctica simulada–a veces sin registro
objetivo de ello- se toman decisiones contrarias a aquellas que plantean explícitamente en
la planificación. El momento de la devolución es central para problematizar alrededor de la
congruencia entre ambas teorías, poner en tensión decisiones de la planificación y acciones
desarrolladas en la práctica enriquece este trabajo.
Bibliografía:
i
Este desarrollo lo sostenemos a partir de numerosas experiencias y reflexiones
desarrolladas en la formación de docentes en general y en particular en la formación de
profesores en ciencias jurídicas en el marco de la asignatura de Observación y Práctica del
Profesorado en Ciencias Jurídicas de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos
Aires.
ii
Otro uso que se puede desarrollar es el registro de situaciones específicas de la práctica
profesional con un guion y actores profesionales. Existen en la formación de profesiones
como pilotos de avión, bomberos, trabajadores de las centrales nucleares, médicos y
enfermeros un empleo de la filmación en este primer sentido. Comúnmente las filmaciones
en estos casos son empleadas para modelizar y formar nuevos profesionales en protocolos
de actuación en la resolución de situaciones de la práctica profesional que presentan cierta
complejidad o riesgo. Generalmente estas filmaciones de situaciones para el entrenamiento
podrían ser vistas como casos de estudios por el uso que se hace de las mismas y a su vez
por la preparación que se hace de ellas. Conforme a la planificación y los objetivos del
curso, se elabora un guion y se contrata actores profesionales que llevan adelante la escena
que luego es utilizada por distintos grupos de alumnos para su análisis a modo de ejemplo o
modelo a ser imitado.
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