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LENGUAJE Y COMUNICACIÓN

1.1. Cuento
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Conciencia breve

Iván Égüez (ecuatoriano)

     Esta mañana Claudia y yo salimos, como siempre, rumbo a nuestros empleos en


el cochecito que mis padres nos regalaron hace diez años por nuestra boda. A poco
sentí un cuerpo extraño junto a los pedales. ¿Una cartera? ¿Un...? De golpe recordé
que anoche fui a dejar a María a casa y el besito candoroso de siempre en las
mejillas se nos corrió, sin pensarlo, a la comisura de los labios, al cuello, a los
hombros, a la palanca de cambios, al corset, al asiento reclinable, en fin.

- Estás distraído, me dijo Claudia cuando casi me paso el semáforo. Después siguió
mascullando algo, pero yo ya no la atendía. Me sudaban las manos y sentí que el
pie, desesperadamente, quería trasmitir el don del tacto a la suela de mi zapato para
saber exactamente qué era aquello, para aprehenderlo sin que ella notara nada.
Finalmente logré pasar el objeto desde el lado del acelerador hasta el lado del
embrague.

     Lo empujé hacia la puerta con el ánimo de abrirla en forma sincronizada para


botar eso a la calle. Pese a las maromas que hice, me fue imposible, Decidí
entonces distraer a Claudia y tomar aquello con la mano para lanzarlo por la
ventana. Pero Claudia estaba arrimada a su puerta, prácticamente virada hacia mí.
Comencé a desesperar. Aumenté la velocidad y a poco vi por el retrovisor un carro
de la policía. Creí conveniente acelerar para separarme de la patrulla policial pues si
veían que eso salía por la ventanilla podían imaginarse cualquier cosa.

- ¿Por qué corres? me inquirió Claudia, al tiempo que se acomodaba de frente como
quien empieza a presentir un choque. Vi que la policía quedaba atrás por lo menos
con una cuadra.

     Entonces aprovechando que entrábamos al redondel le dije a Claudia saca la


mano que voy a virar a la derecha. Mientras lo hizo, tomé el cuerpo extraño: era un
zapato leve, de tirillas azules y alto cambrión. Sin pensar dos veces lo tiré por la
ventanilla. Bordeé ufano el redondel, sentí ganas de gritar, de bajarme para
aplaudirme, para festejar mi hazaña, pero me quedé helado viendo en el retrovisor
nuevamente a la policía. Me pareció que se detenían, que recogían el zapato, que
me hacían señas.

- ¿Qué te pasa? me preguntó Claudia con su voz ingenua.

- No sé, le dije, esos chapas son capaces de todo.


     Pero el patrullero curvó y yo seguí recto hacia el estacionamiento de la empresa
donde trabajaba Claudia. Atrás de nosotros frenó un taxi haciendo chirriar los
neumáticos. Era otra atrasada, una de esas que se terminan de maquillar en un taxi.

- Chao amor, me dijo Claudia, mientras con su piececito juguetón buscaba,


inútilmente, su zapato de tirillas azules.

1.2. Barreras comunicacionales


Las barreras son obstáculos que dificultan el proceso de comunicación, en el que
dos o más personas intercambian mensajes, a través de un canal que facilita la
transferencia de la información.

Tipos de barreras en la comunicación

Físicas

Son las condiciones que se presentan en el ambiente y que impiden una buena
comunicación. Por ejemplo: ruidos, iluminación, distancia; falla de los medios
empleados para emitir un mensaje: teléfono, proyector, acústica, grabadora,
pantalla.

Semánticas

Se refiere al sentido de las palabras, estas pueden tener diversos significados; por
lo tanto, distintas interpretaciones. Por ejemplo, si el emisor dice: “ven lo más rápido
posible”, el receptor podría interpretar como “de inmediato” o “pronto, pero no
urgente”.

Fisiológicas

Están relacionadas con los defectos fisiológicos que afectan a los sentidos, tanto del
emisor como del receptor, y que dificultan la transmisión y recepción clara de los
mensajes. Por ejemplo: deficiencia auditiva, visual, en la escritura, la lectura.

Psicológicas

Relativas a actitudes, prejuicios, estados anímicos, emocionales (miedo, alegría,


tristeza, enojo…) del emisor o receptor.

1.3. Modelos comunicacionales


Modelos contaminados

Virginia Satir, educadora y psicoterapeuta familiar, plantea que la comunicación es


vital en las relaciones interpersonales e identifica cuatro modelos contaminados.

1. Inculpador

Tiene dos enfoques:


- El victimario. Es el acusador, autoritario, tiene una actitud de superioridad,
impone sus opiniones, busca defectos, critica y culpa a los demás. Utiliza frases
como: “Tú tienes la culpa”, “Yo tengo la razón, es como digo y punto”, “Siempre te
equivocas”.

- La víctima. Emplea oraciones como: “Yo tengo la culpa”, “Todo me pasa a mí”.

2. Racionalista o calculador

Adopta una actitud correcta, sensata, serena, razonable en exceso, fría, sin reflejo
de emociones. Utiliza un lenguaje intelectual para afrontar la amenaza, recurre a
citas, explicaciones científicas, emite frases como: “Según señala tal autor”, “Como
lo señala la ley”.

3. Evasivo o distractor

Ignora la amenaza, busca mecanismos para enfocar la atención en otro tema, se


dispersa, es esquivo, evita la confrontación; por lo tanto, no resuelve los conflictos.

4. Conciliador o aplacador

Intenta aplacar a fin de evitar el enojo del otro, se disculpa, quiere agradar, ser
aceptado, siempre está de acuerdo, busca la aprobación de los demás. Las
expresiones más comunes del conciliador son: “Como tú prefieras”, “Lo que dices
me parece bien”, “Lo que decidas está correcto”.

Modelos sanos

Cuando las personas nos comunicamos lo hacemos no solo con palabras, sino con
todo nuestro ser (con el cuerpo, el rostro, la mirada, el tono de voz, nuestros
principios y valores, etc.). Debe haber congruencia entre el lenguaje verbal y el no
verbal.

Para que la comunicación sea efectiva debemos considerar tres “puertas”: verdad,
necesidad y calidez o afecto.

Hablar con la verdad es fundamental para construir relaciones saludables, por ello
debemos descartar las llamadas “mentiras blancas o piadosas”, pues la verdad
siempre sale a la luz.

Por otro lado, debemos considerar si lo que vamos a decir es necesario o si es


preferible ser prudentes y guardar silencio.

Hemos escuchado con frecuencia expresiones como “lo importante no es lo que se


dice, sino cómo se lo dice”, “Más vale una gota de miel que un barril de vinagre”, de
ahí la necesidad de comunicarnos de manera cálida y afectuosa, donde el respeto
es primordial.

Virginia Satir nos habla de un modelo de comunicación congruente funcional, en el


que la persona es consciente de sus pensamientos y emociones, se expresa de
forma honesta, franca, directa, clara, respetuosa, su lenguaje corporal y verbal son
coherentes, establece límites, no teme la confrontación, llega a acuerdos ganar-
ganar, no inculpa ni juzga. El congruente se expresa con este estilo de locuciones:
“Desde mi punto de vista”, “Salvo mejor criterio considero…”, “Me pare conveniente
proceder de esta manera”.

Modelo de la comunicación no violenta (Marshall B. Rosenberg)

Rosenberg (2000) nos ofrece su modelo de la comunicación no violenta o


comunicación compasiva que parte de dos preguntas: “¿Qué ocurre cuando nos
apartamos de esa actitud solidaria, cuando nos conducimos de forma violenta y
abusamos de nuestro prójimo? Y a la inversa, ¿por qué algunas personas son
consecuentes con esta actitud solidaria incluso en las circunstancias más
adversas?” (p. 13).

Sus estudios determinaron la trascendencia de la comunicación en el desarrollo de


la capacidad compasiva del ser humano. “Descubrí ese enfoque específico de la
comunicación -hablar y escuchar- que nos lleva a darnos a los demás de todo
corazón, a conectar con nosotros mismos y con otras personas de manera que
aflore nuestra compasión natural”. (Rosenberg, 2000, p. 15).

El modelo de la comunicación no violenta se sintetiza en cuatro pasos o


componentes:

1. Actos concretos que observamos que afectan nuestro bienestar.


2. Cómo nos sentimos en relación con lo que observamos.
3. Las necesidades, los valores, los deseos, etc., que crean nuestros
sentimientos.
4. Los actos concretos que queremos pedir a la otra persona para enriquecer
nuestra vida. (Rosenberg, 2000, p. 19)

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