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Quizás la habilidad básica más importante que se debería enseñar a todas las personas es la capacidad
de ver, escuchar y comprender realmente a los otros. Esta habilidad resulta útil en el trato con todos:
amigos, familiares o extraños. Nos capacita para comprender más rápidamente a una persona,
prescindiendo de muchas palabras y dudas. Un amigo puede decir que anda perfectamente, pero se
puede ver la ansiedad o la depresión en su rostro o gestos. Unas pocas palabras amistosas que reflejen
lo que usted ve en el otro harán que sus relaciones se asienten en una base más profunda y real. Lo que
de otro modo podríamos tomar como una actitud deliberadamente obstinada en una persona, puede
contradecirse al observar en ella una notoria rigidez corporal. Entonces, usted podrá ver que esta
actitud no sólo está dirigida a usted, sino que forma parte de la vida completa de esa persona. El que es
visto y escuchado, generalmente se siente mejor cuando es bien comprendido. Entonces, las
respuestas del observador se acercan más a la situación real del sujeto.
Algunas personas pueden pensar que esto huele a una invasión de la privacidad. Tales
personas tienden a atribuir demasiada habilidad al observador: “Tienen ojos que te traspasan, pueden
leerte el pensamiento”. Sin embargo, examinando la situación más de cerca, hallamos que el
observado no se encuentra tan desamparado. Ver y escuchar a los demás consta esencialmente de
tanteos1 y aproximaciones. Con práctica y habilidad considerables, recién podemos comenzar a
reconocer sentimientos y actitudes en la otra persona. Estas aproximaciones se hacen de modo
tentativo. El buen observador modifica sus conjeturas tentativas momento a momento.
Sin embargo, existen aspectos más importantes y profundos que resguardan a la persona
observada. Resulta muy difícil adivinar el estado de ánimo o actitud de otra persona sin empatizar con
ella, es decir, sin intentar ponerse en su lugar y sentir como ella siente. Esto no significa, entonces,
dominar o controlar a otros, sino comprenderlos. De hecho, la necesidad de dominar y controlar a
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En el texto original aparece el neologismo “guesstimate”, contracción de guess = adivinar, conjeturar, y
estimate = estimar, evaluar (N. de los T.).
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otros tiende a interferir con el tipo de empatía que permite una percepción acertada. Un temor común
de la gente es que se les entienda mal. Preferirían ser comprendidos de modo superficial a ser mal
comprendidos. Una comprensión real de otra persona facilita y simplifica la comunicación, le quita la
tirantez. La persona que se siente comprendida empáticamente, por lo general está más dispuesta a
abrirse y mostrarse a niveles más profundos. La idea que tenemos de la persona que lee la mente con
ojos taladrantes es que desea ejercer algún tipo de control extraño y peligroso sobre uno. El
interlocutor empático da la agradable sensación de alguien que intenta comprender la situación del
otro. La relación se torna más cálida, el nivel de compromiso puede aumentar; el tono general de la
relación se torna más flexible, liviano o emotivo.
He enseñado a muchos grupos, de todo tipo, a observar y mis opiniones se ilustran en lo que
veo en los individuos que me rodean. La mayoría se muestra algo temeroso en un principio, por lo que
yo pueda ver o decir acerca de ellos. Pronto aprenden que mis observaciones son bastante tentativas e
inciertas, lo que los hace sentirse mejor. Muchos lo toman como un juego divertido y se esfuerzan
especialmente en observar a sus amigos. Les gusta comentar mis gestos más frecuentes, para ver cuán
bien me conozco. Si usted va a observar estrechamente a otros, lo justo es que intenten hacer lo
mismo con usted. De hecho, si esto se produce por ambas partes, la comunicación mejora. En mi
experiencia, los que se sienten incómodos al saber que van a ser realmente vistos y escuchados, son un
mínimo. Temen ser mal entendidos y mal interpretados. Tienen escasa capacidad para autoanalizarse
y temerosamente interpretan mal sus propios impulsos. Temen lo que pudieran encontrar en sí
mismos y, por tanto, también temen a lo que cualquier observador hábil pudiera hallar. En un mundo
donde existiera la comprensión generalizada entre los hombres, deberíamos permitir que este tipo de
personas se camuflaran adecuadamente. ¡Sin embargo, el observador podría inferir muchas cosas de
sus movimientos! Muchos se esconden bajo el amorfo “Estoy muy bien, ¿y usted cómo está?” con
una amable sonrisa. La sonrisa dice: “No te haré daño, así que tampoco me lo hagas a mí”.
La habilidad de ver y escuchar con precisión a otros no se circunscribe a ningún grupo,
profesional o de otro tipo. Es la materia prima del trabajo de los psicoterapeutas; políticos y
diplomáticos la emplean. Los vendedores de puerta a puerta desarrollan habilidades de “diagnóstico”
muy rápido. Es utilizada por la dueña de casa que educa a sus hijos (o a su marido). Cualquier
botones, vendedor de boletos, vendedora de tienda, camarera u otra persona que tenga la oportunidad
de observar a centenares y miles de personas puede desarrollar una habilidad certera para captar las
reacciones de los demás. Vendedores de yates con años de profesión me dicen que pueden predecir si
un cliente se interesa por veleros o lanchas a motor, porque se comportan de un modo muy diferente.
Cierta vez quedé muy impresionado con un profesor de medicina veterinaria que estaba enseñando a
un estudiante a observar un caballo. Aun cuando el estudiante y yo nos concentramos totalmente al
observar al caballo, el profesor realmente podía distinguir detalles en su andar que ambos pasábamos
por alto.
Contrariamente a la opinión generalizada, contamos con muchas claves para captar la
naturaleza de otras personas. Pero pasamos por alto gran parte de esta riqueza de información y
generalmente utilizamos la fuente menos confiable: lo que la persona dice. ¡Intentando compensar
esta actitud errónea, transmitida culturalmente, enfatizaré todas las otras maneras de comprender a una
persona! Cuando hablo de escuchar a otra persona, mi principal interés se centra en cómo se le oye, el
ritmo y entonación de su voz, no las palabras. ¡Sus gestos y cualidad de la voz también me comunican
si lo que dice tiene alguna importancia, y si es, con cierta probabilidad, verdadero!
Cuando era niño, en San Francisco, viajaba a todas partes en tranvía, lo que implicaba
muchos viajes aburridos. Elegí un juego cuya utilidad se demostró después. Por ejemplo, una anciana
se sube al tranvía y se sienta. Sólo para pasar el rato, me transformo en ella por un momento. Estudio
todo lo que guarde relación con ella y reconstruyo mi mundo como el de esta anciana. Mi bolso de
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compras de andrajosa tela es de valor inapreciable; contiene comida para una semana. Lo coloco entre
mis piernas para sujetarlo. Debo afirmarme —estos carros se mueven mucho—, mis manos atrapan
una manilla cercana. Observo a mi alrededor, intentando ver cuánto hemos recorrido, pero no puedo
ver bien y nuevamente me dedico a observar mis compras. El carro se sacude y yo me sujeto,
sintiéndome frágil; un resbalón y me caería, rompiéndome los huesos. Tanto ruido. Tan
desconcertante. Chequeo nuevamente mi bolso, me sujeto; pronto estaré en mi casa. Ya que veo y
oigo mal y soy un ser frágil, el mundo es cerrado y pequeño, sus ruidosos sacudones una amenaza. Mi
ropa es muy anticuada: sombrero negro adornado con cuentas, abrigo negro, vestido de satín y
zapatos altos con botones. Estoy acostumbrada a ella. Tanta ruidosa confusión. No debo pasarme de
mi paradero. Pronto estaré a salvo en casa, tras una puerta con cerrojos. Si sólo lograra llegar sin
recibir daño.
Entonces sube al tranvía un hombre corpulento, treintón. Ahora, repentinamente, soy tan
grande y fuerte, con tanto poder latente, que ir en el tranvía es como estar encerrado en un juguete de
latón. Con mi gran tórax y brazos, me sentiría más cómodo rompiendo cemento con un pesado
combo.
De este modo, intentaba notar cada detalle de otra persona, registrando sus características con
mi ojo mental. A veces incluso trataba de imitar sus movimientos: intentaba sentir la mano trémula de
una anciana, con tan escaso poder para atrapar cosas.
Como adulto, este juego me fue muy útil en aburridas reuniones administrativas, donde lo
practicaba con mucho mayor detalle. Podía emplear treinta minutos en estudiar cómo sostenía una
persona su cigarrillo. Entonces formulaba conjeturas y teorías; finalmente llegaba un momento
dramático en que el modo como sacudía la ceniza en el cenicero y lo que decía al hacerlo confirmaban
mi impresión.
Tiempo después tuve que entrenar enfermeras psiquiátricas en la observación de pacientes.
Podíamos oír y ver a un desconocido cuando se le entrevistaba al otro lado de un espejo de visión
unilateral. En un primer momento, las enfermeras se sentían impotentes cuando cortaba el sonido y les
pedía que se concentraran solamente en los movimientos que la mujer realizaba con su mano derecha.
Les insistía que observaran cada detalle y luego formularan conjeturas. Después de muchas
vacilaciones, sus adivinanzas gradualmente revelaban, a grandes rasgos, la vida de la mujer. Sentían
satisfacción y algo de sorpresa al hallar que sus impresiones confirmaban lo que la mujer decía y lo
descrito en su historial psiquiátrico.
Hay una serie de claves simples que deben utilizarse para escuchar y comprender a otra
persona.
1. Examine su actitud como observador. Si usted está con un estado de ánimo muy pronunciado
o tiene preocupaciones, probablemente no observará bien. Si desea impresionar a los demás
con su destreza, tampoco lo hará bien. La actitud más productiva es una relajada curiosidad
que observa cada detalle de la otra persona.
2. Haga un esfuerzo para sentirse en la situación del otro. Captará inmediatamente su situación o
la descubrirá al imitar sutilmente sus gestos, imaginando que se mueve y habla como el otro o
recorriendo verbalmente las características de esta persona. “Ahora soy una anciana
encorvada de 90 años de edad, de zapatos gastados a los lados, un poco sorda...”. Si logra
alcanzar esta etapa, perderá gran parte de su estar pendiente de sí mismo y logrará una intensa
captación de la otra persona.
3. Parta de la base de que cada detalle es importante. Podría bastar con ver claramente el
movimiento de una mano o escudriñar una y otra vez la entonación de una frase determinada.
Tengo la fuerte sospecha de que toda la naturaleza y aspectos cualitativos de la vida de una
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persona están presentes, con todos sus detalles, en su rostro, gestos o voz. Puede repasar
cualquier detalle que le llame la atención, hasta no encontrarle más significados.
4. Trate abiertamente de imaginar cómo sería estar dentro del pellejo del otro. Una gran
diferencia entre las personas más empáticas y aquellas que lo son menos es que las primeras
se sienten más libres para conjeturar y adivinar.
5. Esté abierto a modificar sus impresiones cuando surjan otras. Su fracaso es seguro si se forma
una impresión y luego se esfuerza por confirmarla.
6. Las impresiones que parecen confirmarse de una u otra manera debieran sostenerse más
firmemente que aquellas que obtienen menor confirmación posterior. La reiteración de la
misma temática a través de variadas observaciones (coherencia interna) tiende a sugerir
precisión.
7. Practique observando primero a amigos y parientes. Debiera conocerlos lo suficiente como
para comprobar en sus gestos y voz lo que sabe de ellos. Una dificultad que existe con amigos
y parientes es que se tiende a pasar por alto demasiadas cosas, esto es, ¡a no verlos ni
escucharlos! Practique después con extraños, con quienes, sin embargo, tendrá muchas
menos posibilidades de comprobar posteriormente si tiene o no la razón.
8. Las personas varían ampliamente en cuanto a su coherencia interna. Algunas juegan un solo
rol: los gestos, la voz, las palabras y actos nos relatan la misma historia. Otras no están en paz
consigo mismas: sus gestos nos dicen una cosa y sus palabras otra. Esta discrepancia
representa un conflicto interno. Preguntándoles directamente de qué aspecto se dan más
cuenta de sí mismas, podemos aclarar qué es lo que tienen más consciente.
EL ROSTRO
Después de las palabras, la expresión facial es el aspecto que más se observa. Así como las palabras,
forma parte de nuestra fachada social, la máscara que empleamos para proyectar la imagen deseada.
Cuando saludamos a un amigo, se espera que sonriamos. Si deseamos impresionarlo realmente,
adoptamos una expresión feliz y animada. Todos estamos acostumbrados, en mayor o menor grado, a
observar el rostro como parte de nuestra comunicación cotidiana.
Las personas varían ampliamente en cuanto a la utilización que hacen de su rostro. Algunas
guardan casi siempre la misma expresión. Otras permiten que sus sentimientos íntimos se expresen
totalmente, casi pidiendo al observador que note el dolor o humor sombrío. Otras consiguen que su
rostro se transforme gradualmente en una máscara inexpresiva. El grado de expresividad emocional
de los rostros varía en amplio margen. Es muy marcado en el recién nacido y generalmente declina al
llegar a la madurez. El estado emocional más frecuente tiende a quedar, con los años, grabado
permanentemente en el rostro. Recuerdo las caras de algunos ancianos que parecen expresar un
desacuerdo crónico, como si nada en el mundo estuviera nunca totalmente bien. También recuerdo a
una anciana cuyo rostro jovial, abierto y feliz parecía reflejar una vida completa de infantil felicidad.
El rostro más común se asemeja a una máscara, en donde la reflexión ha reemplazado al sentimiento.
Es una cara de póker, destinada a jugar a cubierto el juego de la vida.
Es relativamente fácil descubrir el estado de ánimo o emocional de otra persona en su rostro.
Pero siempre debemos tener en cuenta que el rostro está bajo cierto control consciente. Puede ser que
el estado de ánimo o emoción que vemos es lo que la persona desea mostrar. Una expresión
relativamente artificial en el rostro de una mujer se logra con un maquillaje prolongado y con una
sobrecargada expresión del tipo “¡Todo es maravilloso!”. Tanto el maquillaje como la emoción
exagerada sugieren que ella está trabajando arduamente para controlar las reacciones de los demás. La
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expresión seductora de una persona que parece haberse enamorado de usted y buscarlo anhelante
también sugiere un teatral intento de seducción. En contraste, uno se siente mucho más cómodo con
un rostro que parece representar de un modo más natural las ideas y estado de ánimo de la persona.
Cuando dice algo serio, la cara se muestra seria. Cuando existe duda, la cara muestra duda, etc. Se
permite al rostro reflejar claramente el mundo interior de la persona.
Se puede aprender mucho de los ojos. Si usted tuviera a su alrededor un círculo de personas
mirándolo, podría evaluar la distancia psicológica a la que están, sólo a través de los ojos. En una
persona, los ojos parecen acercarse a usted, mostrando confianza. En otra, los ojos están más distantes,
demostrando reserva y poca confianza. Una tercera persona podrá dirigir hacia usted sus ojos
inexpresivos, como si su dueño fuera otra persona y sus ojos lo miraran sólo por cortesía. La distancia
que se siente de los demás no guarda relación con la distancia física. En realidad, la primera es la
distancia existente hacia la persona real. La mirada de un extraño puede permitirnos cruzar
tranquilamente el cuarto, colocar un brazo en su hombro y conversar con él. Otra persona, más
cercana, puede reflejar a través de los ojos: “Guarde su distancia hasta que yo lo conozca mejor”.
Existen ojos muy abiertos que parecen tocar lo externo, y ojos introvertidos que parecen mirar tanto
hacia adentro como hacia afuera. Estos últimos nos pueden recordar a una persona atisbando a través de
persianas, desde cierta distancia.
Sin duda, debiéramos ser capaces de distinguir las emociones fuertes a través del rostro. Estas
le otorgan una trémula vitalidad. La tristeza enrojece casi de inmediato los ojos y los hace aparecer
acuosos. La reacción más común de la persona es tratar de cerrar su cara, escondiendo esta emoción
intensa hasta lograr controlarla. La fatiga también se debiera distinguir claramente en la cara de las
personas; entonces el rostro da la sensación de algo flojo y colgante. Es difícil vislumbrar dos
sentimientos contradictorios en la cara. Por ejemplo, una persona puede mostrarse alegre y contenta al
encontrarse con usted y dejar entrever, además, una subyacente fatiga o depresión: ambos aspectos
están presentes. La expresión jovial se presenta en el momento en que se la espera, pero la otra
expresión tiende a aparecer en los instantes en que el control se relaja. Lo más valioso es descubrir en
otra cara lo que realmente le importa. En este caso, el rostro adquiere una expresión de intensidad
vívida y natural. Contrariamente a la expresión artificial, puede estar apenas bajo el control del
individuo. Puede dar la momentánea sensación de que va a llorar y también la sensación de un
esfuerzo por controlarse. El observador se sorprende especialmente al hallar esta expresión en medio
de una conversación cuyo tema parecía sin importancia. Cuando esto me ocurre, trato de determinar a
grandes rasgos el aspecto que aparentemente causó la reacción, intentando con ello aclarar el
verdadero significado de esto para el individuo.
VESTIMENTA
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MOVIMIENTOS CORPORALES Y GESTOS
El cuerpo físico de una persona es su don fundamental. Observo para ver este don y su utilización. En
el hombre observo las manos, brazos, hombros, cuello, abdomen y piernas para obtener una
impresión general de la fortaleza física básica. Aun sin observarlo desnudo, es relativamente fácil
determinar si es físicamente fuerte, si tiene músculos y gordura, o si es principalmente blanducho. Con
esto podemos establecer de inmediato conclusiones referidas a su estilo de vida. La curva que une
cuello y hombros, aun cuando en su mayor parte está cubierta por ropa, podría revelar una fortaleza
física generalizada. Si cuerpo es delgado o pequeño, observaría los huesos, preguntándome si era
potencialmente más grande, si fue desnutrido o, por último, si su físico estaba destinado a ser menudo.
Luego observaría los gestos, para ver cómo utiliza su cuerpo. Un hombre determinado goza con su
fortaleza física y la emplea con soltura. Otro tiene gestos afeminados, como si hubiera deseado tener
un cuerpo distinto. El hombre pequeño puede sobrecompensar haciendo gestos amplios, para hacer
sentir su presencia. Si existe algún tipo de handicap físico, me interesa saber qué significado le
atribuye la persona afectada. Uno podrá ser ciego y vivir como si fuera vidente; otro consideraría que
una imperfección menor es una tragedia para toda la vida.
Del mismo modo como observo la musculatura de los hombres, observo las redondeces de
las mujeres. Una figura de matrona, pesada y enorme, puede sugerir una conducta correspondiente,
hasta que se observen con mayor detalle los gestos concomitantes. Las mujeres con una delgada capa
adiposa, piel delgada y aparentes músculos tienden a ser, de un modo u otro, atléticas. He especulado
largamente sobre la importancia del tamaño del pecho en una mujer. ¡Cualquiera sea la relación que
tenga con algún aspecto de la personalidad, no parece guardar ninguna con la maternidad! Algunas
mujeres parecen tener mayor volumen bajo la cintura, en comparación con la parte superior. Estas
mujeres parecen más terrenas. El aspecto ofrecido por el cuerpo entrega la base para especular acerca
de la vida de los demás. En Europa, la ciencia que estudia la personalidad en base al aspecto del
cuerpo se denomina psicología fisiognómica. Es poco conocida y aceptada en Estados Unidos.
El gesto es complejo y revelador y no podré señalar aquí todas sus implicancias. El ritmo
usual de los gestos se relaciona con el ritmo al que se vive. Si tuviera que elegir obreros para un
trabajo arduo y dispusiera sólo de un criterio, querría verlos caminar a través del cuarto. Algunas de
las personas menos productivas que conozco daban la sensación de arrastrar cada uno de sus
movimientos. ¡Daban impresión de que sus piernas se movían en un sosiego infinito y que la parte
superior del cuerpo colgara hacia atrás, incluso a esta velocidad! Los que han sido atendidos por
camareras saben que hay algunas que casi no pueden moverse rápido. Otras apenas logran moverse
con lentitud.
A menudo pasamos por alto las características del caminar de una persona, pero muchos
pueden reconocer el sonido que hace un pariente al caminar. Algunos golpean el suelo con los pies.
Las personas muy cerebrales parecen tocar apenas el suelo. Otras caminan siempre al mismo ritmo.
Incluso otras varían ampliamente su estilo, a la par con su vida interior. Las que están siempre en el
futuro, pensando acerca de lo que debe hacerse, planeando, elaborando caminos para lograr objetivos
futuros, tienden a inclinarse hacia adelante al caminar, como si su extremo superior adelantara al
inferior. Una mujer que conocí tenía frecuentes embarazos ilegítimos y balanceaba su pelvis de un
modo muy curioso, llevándola delante del resto del cuerpo.
Es muy interesante observar las manos de las personas cuando hablan. Pueden irse hacia
adelante y elaborar hábilmente un tema. Pueden demostrar tensión o ser lanzadas hacia adelante,
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como atacando. Un gesto simple como colocar una mano sobre la boca tiene varios posibles
significados. Puede significar: “Estoy pensando”, “Dudo qué decir” o “Seré cauto al hablar”. La mano
que juega sobre y alrededor de la boca sólo puede formar parte del tocarse y sentirse de la persona, o
bien los dedos en la boca pueden ser un acto de autonutrición. Sería muy conveniente que un gesto
determinado significara siempre lo mismo, pero los gestos difieren tanto como las personas. Un gesto
que frecuentemente se considera defensivo es cruzar los brazos sobre el pecho. Puede significar una
muralla, una protección, torpeza de manos y brazos (que se resuelve entrelazándolos), conservar el
calor del cuerpo, etc. El significado de un gesto es más claro en el contexto total de la conducta de una
persona: interpretar por diccionario un gesto determinado, buscando una supuesta correspondencia
unilateral, es algo ficticio e irreal.
Podemos captar con relativa facilidad el vigor o estado de ánimo de una persona. Si está
disimulando —sintiéndose deprimida, pero actuando alegremente—, debiéramos ser capaces de
descubrir el sentimiento subyacente que se halla revestido de un barniz de vigor e interés. En este
caso, los movimientos pueden extinguirse decayendo demasiado pronto, denotando la falta de vigor
sostenido. O bien, los movimientos pueden ser demasiado animados y exuberantes, aproximándose a
lo descontrolado. En una ocasión, un hombre con tales movimientos me pidió dinero prestado. Supe de
inmediato que no me lo devolvería.
He examinado en situaciones formales a muchas personas que deseaban impresionarme. Tras
la fachada de la conversación trivial, no se percataron que yo las observaba mientras echaban la ceniza
al cenicero. Por ejemplo, un hombre tenso y pensativo, colocando la colilla lentamente, presionándola
con cuidado. Otro era un hombre obsesivo y compulsivo que apagaba su cigarrillo, comprobando si
estaba apagado, apagándolo de nuevo y luego limpiando las cenizas diseminadas. Los detalles de su
acto lo traicionaban. No podía sentir entera satisfacción con el resultado. He aquí un alcohólico con
ficha criminal: mientras se comportaba con deferencia y cortesía, tiraba las colillas y la ceniza al suelo.
Su gesto revelaba su escasa consideración con los demás.
Examinemos sólo el acto de fumar. Existe una diferencia considerable entre aquel que parece
desesperado por llevarse el cigarrillo a los labios y aquel que se vuela en su imaginación tras el humo.
Algunos inhalan el humo meditativamente. Otros se hallan impacientes e irritables, en guerra con su
cigarrillo, que es asido, fuertemente aspirado y el humo lanzado fuera. Yo solía observar en esto a mi
jefe. Sabía que en el momento mismo de la conversación en que lanzara una mirada ansiosa hacia sus
cigarrillos, siempre en el bolsillo izquierdo de su abrigo, era señal de que se sentía cansado y deseaba
terminar con la charla para atender a sus propias necesidades. Era un buen momento para dar por
terminada la conversación e irse. Los pensadores con quienes me agrada compartir ideas rompen
cuidadosamente y con parsimonia el extremo de la ceniza y estudian su suavidad y forma. Entonces
sé que estoy presenciando sus pensamientos más elevados, desarrollados con lentitud y cuidado,
saboreando cada uno de sus matices. Podría conjeturar que aquellos que establecen una intensa relación
con su cigarrillo —aquellos que lo cogen y aspiran apenas conscientes del acto— son los que
encuentran más difícil dejarlo, ya que les satisface necesidades inconscientes.
Se desconocen muchas cosas sobre el cuerpo. Un ejemplo de ello son los tabúes acerca de
ciertas zonas. Todos sabemos dónde podemos tocar a un amigo o a un extraño. En un hombre
podemos tocar la mayor parte de su brazo (las axilas resultan algo prohibidas), hombros, cuello y parte
superior del tórax. En una mujer, las áreas permitidas son aun más restringidas. Las dos zonas
alrededor de los senos sólo están permitidas a los amantes, los médicos y los niños. El límite de estas
áreas es claramente definible: un hombre puede tocar a una mujer progresivamente hacia el seno, y
tanto el hombre como la mujer pueden señalar cuando se alcanza el límite prohibido, dentro de un
margen de un centímetro a un centímetro y medio.
Cuando dibujamos las zonas de “no tocar” en el cuerpo, surge un gracioso esquema. En el
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rostro, los ojos, el interior de la nariz, la boca y las orejas están prohibidos mientras su dueño no diga
lo contrario. En la mujer, está prohibida la zona de los senos y de los tejidos que llevan en esa
dirección. El área de los genitales, la región anal y las nalgas son tabúes en ambos sexos. El extremo
inferior de la pierna no presenta tabúes, excepto quizás entre los pulgares de los pies. El muslo es tabú
sólo en la medida en que uno se aproxime a la zona genital y las nalgas. En otras palabras, todos los
orificios del cuerpo, y todo lo relacionado con el sexo, son tabúes. Los pliegues de la piel (entre los
pulgares de los pies, dedos, bajo los brazos) son levemente tabúes. Todo esto se transmite fielmente de
generación en generación, hablando poco o nada acerca de ello. Las extensiones amplias y
relativamente planas del cuerpo no son tabúes. Los tabúes comienzan alrededor de los orificios apenas
insinuados entre los pulgares de los pies y resultan bastante definitivos alrededor de los orificios reales.
Las áreas del cuerpo que tienen escasa apertura (por ejemplo, el pene), pero que resultan fuertemente
sensibles, tienen prohibiciones capitales. Es como si el cuerpo fuese un castillo donde cada una de sus
puertas y ventanas fuera cuidada por una aduana.
Se sabe muy poco sobre el lenguaje del cuerpo en el espacio. Por ejemplo, si se le dijera a
todos los que están en la pieza que inclinen la cabeza hacia la izquierda y realicen una introspección
para descubrir los sentimientos y actitud representados por esta postura, veríamos que la mayoría
reportaría contenidos similares. “Hacia la izquierda me siento tolerante, aprehendiendo pacientemente
algo que no comprendí. Daré a la otra persona el beneficio de la duda”. La cabeza inclinada hacia la
derecha tiene un significado semejante si bien opuesto. “En realidad no le creo. Lo que dice me
sorprende y choquea. Me resulta difícil aceptarlo”. Una gran cantidad de significados están asociados
al modo de pararse y al modo como uno ocupa y utiliza el espacio2. Pararse derecho significa que uno
está alerta y domina el espacio ocupado. Cualquier otro tipo de inclinación, holgazaneo, etc., implica
que uno está utilizando el espacio, pero no dominándolo totalmente. Los esquizofrénicos, encerrados
en un mundo lleno de fantasías y alucinaciones, tienen dificultad para bajar al suelo y utilizarlo
confortablemente como medio de apoyo. Algunos de estos significados se demuestran en los tests
proyectivos. Por ejemplo, si se pide a una persona que dibuje una figura humana en una página en
blanco, el agregado poco usual de una línea de suelo bajo los pies demuestra que el individuo se siente
inseguro de sus conexiones y sustentación en el mundo3. Si pedimos a un paranoico que realice
bosquejos en un papel, sus dificultades para desligarse de los demás pueden dar como resultado que
establezca curiosos límites entre los diseños4.
Hasta donde yo sé, sólo los fenomenólogos europeos se han preocupado del oscuro problema
de los significados del hombre en su espacio5. En su mayor parte, este es un tema poco conocido. Uno
de sus aspectos más importantes es que en el cuerpo se puede descubrir un desorden en la relación que
se sostiene con el mundo, como lo ha demostrado la psicoterapia bioenergética6. Más aún: ¡una
modificación directa en la forma como se utiliza el cuerpo tiende a modificar también las actitudes y
experiencias internas! Este mismo conocimiento también está implícito en antiguas disciplinas como el
yoga y el T’ai CM Ch’uan7. En el T’ai Chi se aprenden y practican largas series de movimientos
gráciles similares a una danza que nos representan en un combate ficticio con el mundo. Se aprende
un estilo armonioso de lidiar con el mundo. Nos inclinamos tanto a creer que dominamos el cuerpo y
2
R. Sommer, Espacio y Comportamiento Individual (Madrid: Inst. Adm. Local, Col. Nuevo Urbanismo, No.
8, 1974).
3
K. Machover, Proyección de la Personalidad en el Dibujo de la Figura Humana (Bogotá: Cult.
Colombiana, 1974).
4
M. Hutt y G. Briskin, La Adaptación Hutt del Test Gestáltico de Bender (Buenos Aires: Guadalupe).
5
J. van Den Berg, The Phenomenological Approach to Psychiatry (Springfield, III.: C.C. Thomas, 1955).
6
A. Lowen, Physical Dynamics of Character Structure (Nueva York: Grune and Stratton, 1958).
7
C. Man-Ch’ing y R. Smith, Tai Chi (Rutland, Vt.: C.E. Tuttle, 1967).
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que éste actúa en base a nuestros deseos, que es toda una revelación descubrir que el cuerpo también
nos hace hacer lo que él desea.
El don del cuerpo posiblemente se relaciona con nuestro potencial dado. Los gestos y
movimientos son indicaciones mucho más expresivas y sutiles de cómo utilizamos este potencial. En
lugar de conseguir que nuestros gestos hagan nuestra voluntad, estos en gran medida revelan hábitos
menos conscientes.
CUALIDAD DE LA VOZ
La cualidad de la voz es uno de los medios menos aprovechados, menos comprendidos y más
efectivos para comprender a una persona. La cualidad de la voz se refiere a todos los aspectos del
habla, exceptuando el contenido verbal. Incluye el ritmo, la entonación, los aspectos en que se enfatiza
y todos los matices sutiles que hacen que la voz de una persona resulte única. Los que observan la
cualidad vocal pueden utilizarla como índice para chequear la probable validez de lo que se dijo. No
existe mucha literatura en este campo y es difícil describir la cualidad vocal por escrito. Una grabación
que entregara ejemplos de diferentes voces resultaría más efectiva.
Ya que no todos sabemos que la voz refleja la personalidad de su dueño, existe relativamente
poca manipulación consciente de ella. Gran parte de esta manipulación es exclusiva de los que
adiestran su voz para presentaciones en público. El viejo estilo consistía en desarrollar una voz
sobreacentuada, en la cual los aspectos triviales sonaran como asuntos de vida o muerte. Algunos de
los locutores más antiguos presentan esta característica. Ciertos sacerdotes desarrollan una voz de
pulpito también sobreacentuada; dan la sensación de un mal actor que despliega más sentimiento del
que siente. Algunas personas desarrollan esta misma tendencia, a escala más reducida. Usualmente,
esto se acompaña con gestualidad exagerada y movimientos oculares excesivos. Una simple
deducción que se infiere es que la persona desea provocar una impresión dramática. A esta voz le falta
la cualidad de excitación natural como, por ejemplo, la de un niño al jugar. El niño se siente excitado y
comprometido, y su voz lo revela.
Existe una amplia gama de voces que reflejan variadas relaciones entre palabras y significado.
Por ejemplo, una persona que reflexiona profundamente sobre lo que dice, tiende a hablar con
lentitud, midiendo sus palabras. Lo contrario sería el pensador volátil que corre entre racimos de
palabras, sin detenerse a pensar en lo que hace. La mayoría de las personas mide cuidadosamente lo
que dice en ciertas ocasiones. La gente que lo hace todo el tiempo goza con el proceso de buscar
significaciones. También existen personas que hablan como si las palabras fueran sabrosos y
deliciosos manjares. Tienden a disfrutar con las palabras en sí. Se impresionan con la poesía, el drama
y la literatura. Los abogados y las personas que se les asemejan, frecuentemente disfrutan clarificando
la estructura lógica de las ideas. Disfrutan disecando y estableciendo líneas en las relaciones. En fuerte
contraste se halla el murmullo sordo y pasoso de la persona que tendría dificultad para comprender lo
que significa la racionalidad. El ritmo del habla de la persona es otro índice de su ritmo global. Esto
puede variar desde el hablar pausado hasta el chorro de palabras, similar al repiquetear de una
metralleta.
Existe un aspecto claramente interpersonal del habla. La persona que proyecta sus palabras,
que las arroja como dardos, intenta realmente llegar a los demás. Contrastando con esto, se halla aquel
sujeto más introvertido cuya voz suena encerrada, como si hablase desde dentro de un barril. Algunos
introvertidos realmente parecen hablarse a sí mismos. Su voz posee un estilo plano, monológico, que-
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no-sale-de-la-boca. Pueden estar deseando que alguien oiga casualmente su monólogo. No considero
enferma o esquizoide a una persona cuya mirada está en todas partes excepto sobre mí, cuya conducta
y voz están lejanas. Su voz sólo comunica: “En este momento le envío un mensaje indirecto, mientras
me mantengo a cierta distancia”.
En la cualidad vocal se pueden descubrir gradualmente muchas cosas más. Creo notar en la
voz lo mismo que noto en el resto de cada persona. Cada detalle de la voz, el modo dramático como
se pronuncia cada palabra, parecen ser una imagen del total. Asimismo, el gesto podría limitarse al
movimiento de una mano y, sin embargo, revelar la tendencia principal de la personalidad. Así como
podríamos fotografiar con nuestro ojo mental un fragmento de un gesto y repasarlo una y otra vez,
también podemos grabar el tono de una palabra o frase. Cuando la disecamos y examinamos
cuidadosamente bajo el microscopio fenomenológico, la palabra o frase contiene un drama completo.
Por ejemplo, una palabra determinada tiene varias posibles variantes de energía o ritmo. En las
mujeres que basan su vida en el sentimiento, cada palabra puede tener giros emocionales claros que
terminen en una oscilación cantarina. Una sola palabra puede sonar muy musical, como si se cantase
una alegre canción. En una persona deprimida, cada palabra tiene un matiz sombrío. Quizás bastaría
escuchar todas las implicancias contenidas en una sola palabra.
Considerando que el sentimiento es la clave de la vida interior y de lo que es significativo para una
persona, es importante subrayar el rol que desempeña en la observación. Para profundizar una
conversación o relación, concéntrese en hallar el sentimiento de la otra persona. Si lo descubre, un
simple comentario sobre su presencia profundiza la relación. Por ejemplo, mi esposa me preguntó si
iba a querer esto o aquello para cenar. Su actitud sugería que ésta no era una pregunta rutinaria.
Necesitaba apoyarme y serme útil. Para ella era importante una respuesta que tuviera esto en mente.
Un ejemplo más impactante se presentó cuando una joven formuló una pregunta sobre el asma. Le
pregunté si eso le preocupaba. A medida que ella hablaba, noté muchos pequeños bloqueos que se
producían en medio de palabras aparentemente inocentes. Con un pequeño esfuerzo, logró revelar lo
que ocultaba al hablar. Terminamos con una apertura emocional llena de lágrimas acerca del modo
como ella se sentía bloqueada en muchos aspectos.
El sentimiento se demuestra a través de muchos aspectos que están relacionados entre sí. El
rostro muestra una característica emocional más dramática. La voz puede temblar como si el
sentimiento se rompiera al formarse las palabras. Los gestos pueden revitalizarse y los ojos
enrojecerse o humedecerse rápidamente. Varias veces he entrevistado a una persona mientras muchos
otros miraban. Aun cuando miraban de cerca, sólo una fracción de los observadores lograba captar el
sentimiento. Este aparece rápidamente y se muestra sólo por señas muy tenues. Al inquirir por
primera vez, el sujeto puede expresar que no tiene conciencia de su presencia. El sujeto sintió algo,
pero lo descartó fácilmente como intranscendente. A veces esto ocurrirá por segunda vez, antes que la
persona comience a sentir clara y conscientemente una avalancha de sentimientos.
En este proceso, tan simple en apariencia, ocurre una serie de cosas. En primer lugar, siempre
me reservo mi juicio hasta que el sujeto puede reconocer al sentimiento. Puedo pensar que está ahí,
pero no lo está realmente hasta que se muestra y el sujeto lo reconoce como suyo. En segundo lugar,
los espectadores de tal proceso tienden a sentirse incómodos y muy inseguros cuando los sentimientos
resultan más evidentes. Es como si existiera un acuerdo tácito en el sentido de no suscitarnos
11
sentimientos unos a otros. Los observadores frecuentemente captarán el sentimiento en un sujeto y
entonces lo ayudarán a salir del paso cambiando el tema y entrando en algún debate intranscendente.
Cuando se libera un sentimiento fuerte en un sujeto, los observadores realmente son tomados por
sorpresa. ¿Qué podemos hacer para controlar este proceso o ayudar a la persona? Esta actitud refleja
una comprensión errónea acerca de la naturaleza de lo que es un sentimiento intenso. La persona que
se pone a llorar se halla ante lo que más le importa. Si el significado no le es claro, yo me inclino a
expresar algo como: “Por favor, no intente retener las lágrimas. No me molesta que llore. Veamos qué
es lo que hay en esto que tiene tanta importancia para usted”. Las lágrimas son significados que salen
burbujeando hacia la superficie. Permanecerán bajo ella mientras el significado permanezca bloqueado
en el individuo. Cuando son liberadas, no debemos temer que inunden el mundo y se prolonguen por
siempre. Constituyen una valiosa oportunidad para descubrir lo que es realmente importante para el
individuo. Uno ni siquiera necesita preocuparse de qué hacer con este significado. Este es propiedad
de la persona. Hallando lo que le resulta significativo, está en una posición muchísimo más
privilegiada para decidir que hacer con él. Algunos observadores opinan que resulta cruel despertar tal
sentimiento. Su propia crueldad al dejar que la vida siga sepultada es mucho mayor. El sujeto que ha
experimentado un alivio de sentimiento-significado usualmente se siente mejor después de eso, y sus
amigos lo comprenden mejor. Por supuesto, esto no es algo que uno haría en un cóctel. Si en esa
situación surgieran aspectos emocionales, sería preferible percatarse de su existencia y disponer una
reunión privada para enfrentarlos.
La angustia también resulta visible. Además de los otros índices que señalan una emoción
marcada, hay un cambio en la respiración, cuya profundidad se restringe más. El golpeteo más
acentuado del corazón puede verse en el pecho. Una vez más, el individuo puede tender a reprimir los
perturbadores sentimientos de angustia. Puedo preguntar: “¿Te angustiaste un poco? Pareces estar
conteniendo la respiración”. Si la respuesta es afirmativa, me inclino a preguntarle por el motivo de su
ansiedad. Quizás sea necesario preguntar varias veces antes que el sujeto se de cuenta de su angustia.
En una sociedad ideal, todos serían capaces de percibir el sentimiento y de ayudar al
sentimiento-significado a desplegarse. Sólo una sociedad emocionalmente desequilibrada dejaría esta
tarea a expertos asalariados. Todos debiéramos ser capaces de hacerlo. Cuando usted formula a un
mecánico de autos una serie de inquietantes preguntas sobre su vehículo, un genial mecánico Zen
puede hacerle tomar conciencia de sus temores, trasladando entonces el núcleo del problema desde el
auto hacia su dueño. Habiéndolo desligado del auto, el desorden resulta ser propio, resulta estar en
nuestro interior, donde existe mayor probabilidad de superarlo. Cuando observamos a una camarera
que emana alarma por todos los poros, podemos ayudarla si decimos: “Parece increíblemente
ocupada..., ¿me puede hacer este favor?”. También podemos captar lo que interesa a alguien que
recién conocemos: está presente en el tema alrededor del cual la persona demuestra repentinamente
una mayor animación y compromiso emocional. El ver, elicitar y seguir la hebra del sentimiento en
otra persona es la clave de la comprensión.
No resulta muy difícil estimar a grandes rasgos en qué medida un determinado individuo se da cuenta
de sí mismo. Una persona que está consciente de sí misma capta y dirige los procesos que se dan en su
interior. Probablemente, este aspecto corre a la par con la capacidad de percibir a los demás. Sin la
conciencia de sí, el individuo dispone de un cuadro de sí mismo simplista, plano y unidimensional. La
clave para apreciar el grado de conciencia está en lo que dice acerca de sí mismo en comparación con
lo que otro puede ver y oír. Por ejemplo un amigo siempre hacía rechinar los dientes al hablar de su
hijo. Cuando mencioné el rechinar de dientes, constaté que él no tenía conciencia de ello. También
12
negó la existencia de cualquier sentimiento agresivo hacia su hijo. Incluso olvidó que su hijo asistía a
terapia lúdica con motivo de ciertos problemas conductuales. Demostró bajo nivel de conciencia
frente a este problema. En otra ocasión vi a un psicólogo que tenía un modo muy especial de hacer
una pausa en la conversación: mantenía la boca abierta y movía lentamente la cabeza de un lado a
otro. El gesto parecía destacar con mucho dramatismo lo que para él resultaba importante. Cuando se
le señaló el gesto, respondió que sostenía la teoría de que con la boca abierta tendría más aire y le
dolería menos la cabeza. Bromeando, le pedí que imitara lo que yo había visto. Lo hizo en forma
deficiente, con la boca apenas abierta. En el gesto original apenas respiraba, en abierta contradicción
con la teoría que sustentaba. Conocía parcialmente su propia conducta y no la explicaba totalmente
por medio de la teoría que tenía de sí. Por otra parte, la persona cuya conciencia de sí es considerable
puede describirse a sí misma tal como los otros la ven, incluyendo los matices de sus gestos y
conducta. De hecho, si se le menciona un determinado gesto suyo, puede describir gran parte del
sentimiento que lo subyace.
El darse cuenta de sí es lo que se denomina “insight”. Las personas con poca intromisión son
reprimidas y poco perspicaces. Es más difícil el trato con ellas. Aún cuando el observador puede ser
capaz de ver y oír gran parte de la naturaleza de sus vidas, también debe tener en mente la limitación
del darse cuenta de sí mismo. El trato con personas con mayor grado de insight resulta más fácil en un
nivel profundo. Sus impresiones de cada instante poseen mayor riqueza. No se esconden
defensivamente. Están disponibles para sí mismas y los demás.
Las implicancias diagnósticas de un insight limitado no están en absoluto claras. He conocido
psicóticos que se hallaban casi hasta el cuello en insight. Pero sus insights eran muy desorganizados y
no resultaban útiles para nadie más. Otros psicóticos parecen tener una visión más limitada e
inadecuada de sí mismos, como si se conocieran a través de algún libro. Algunas personas son
capaces de percibirse a sí mismas con claridad, pero prefieren no hacerlo. Los retardados mentales
también parecen variar, desde la nula conciencia de sí mismos hasta una sensibilidad muy marcada.
Sin embargo, como los niños, puede resultarles difícil retratarse a sí mismos en palabras. Cualquiera
que haya jugado con niños como parte de un estudio diagnóstico de su mundo, sabrá que tienen gran
capacidad para vivir y expresar su situación conductualmente; pero, tal como los retardados, les puede
resultar difícil presentar verbalmente un cuadro completo de sí mismos.
Aquellos que poseen escasa conciencia de sí mismos tienden a pensar que la autoconciencia es algo
que debe evitarse como a una plaga. En general, la conciencia de sí profundiza tanto los aspectos
negativos como los positivos de la propia experiencia. Con ella experimentamos más y más
intensamente. Provee las claves para solucionar los problemas cotidianos y nos permite profundizar el
problema inmediato con el que nos enfrentamos. Las personas que se dan cuenta de sí mismas se ven
a si mismas tal como las ven los demás. Si les preguntamos, pueden comentar la cualidad de su voz o
gestos de un modo que nos permite comprenderlas mejor. Están conscientes de los matices de sus
sentimientos. Tienen un sistema de valores, objetivos, esperanzas, temores, que pueden mostrarnos.
Esto no es en absoluto cuestión de inteligencia. Algunas personas de inteligencia brillante demuestran
escasa conciencia de sí mismas; otras relativamente ignorantes y sencillas pueden mostrar un
asombroso insight. No podemos hacer otra cosa que respetar a un individuo, de cualquier edad, que se
conozca bien a sí mismo. Su desarrollo llega a niveles mucho más elevados que aquellos que se limitan a
un estrecho cuadro de sí mismos.
La observación cuidadosa de otros no debiera ser un proceso unilateral. Generalmente, una persona
que se siente comprendida se anima más y se abre más a relacionarse con el observador. Con
13
frecuencia hay una reacción de sorpresa cuando sujeto descubre que se le está aprehendiendo a un
nivel más profundo que el usual. A veces ocurrirá que una persona defensiva eche pie atrás en la
relación. Para ella, el juego debe ser superficial, y cualquier otro tipo de estilo resulta amenazante. El
observador ocasionalmente puede manejar esta situación con humor, ya que esto permite la
comunicación a dos niveles simultáneamente. Por ejemplo, los comentarios relacionados con el
estado de ánimo sombrío de una mujer hicieron que ella se pusiera tensa y echara pie atrás. Entonces,
el interlocutor podía responder: “Ahora que todos se sienten contentos, podemos seguir planificando
la excursión mañana”. Una mirada comprensiva resuelve el asunto. Reconoce que su ánimo está
decaído y que no debe hablarse de ello.
A veces una persona que se siente especialmente bien comprendida empieza a sentir que ella
no ha tenido una actitud similar. Entonces, para no absorber toda la atención, dará giro a la
conversación, planteando preguntas sobre la vida del observador. Tal como el observador deseaba
hallar abierto al otro, a su vez él mismo debe estar abierto. Si una persona me ha confiado aspectos
íntimos de su vida, debo estar dispuesto a compartir algo mío, igualmente íntimo, si esa persona
manifiesta interés en ello. En aquellos aspectos en que la otra persona encuentra dificultades para
abrirse, nosotros mismos podemos señalarle el camino si nos abrimos primero.
He tenido muchas oportunidades para observar a estafadores profesionales y a mentirosos. A
estas alturas, ya debería ser capaz de formular brillantes observaciones acerca de ellos, pero no lo soy.
Una clave importante que he descubierto es el modo como responden a nuestra relación. Si sospecho
que estoy tratando con un engañador (criminal, estafador), modifico deliberadamente mi estado de
ánimo manifiesto e incluso el tema y observo cuán bien me sigue la otra persona. Si puede captar y
reaccionar casi instantáneamente a mi estado de ánimo, sin importar con cuánta sutileza éste se
muestre, significa que está excesivamente pendiente del efecto que él me produce. Si puedo cambiar
los temas de conversación y lo veo igualmente fascinado con cualquier cosa que yo diga, está
realmente decidido a manipularme. La persona normal no responde tan rápido a los cambios de
humor. Los cambios de tema la desconciertan. El engañador hace un bosquejo mental de nosotros y,
como un espejo rosado, nos devuelve una linda imagen nuestra. Está tenso y alerta, chequeando
constantemente su desempeño. La persona común tiene sus propios sentimientos, intereses y
perspectivas. Tiende a guardar una sola línea; no le importa en un grado tan exagerado lo que piense el
otro. Demuestra alguna ansiedad, algún estado de ánimo, algunas preocupaciones centrales. No
siempre dice lo que deseamos oír. Es una persona que se pertenece a sí misma, no está programada
para impresionar a otro.
Los contactos más agradables son aquellos que adquieren cierta profundidad. Uno se siente
más humano en ellos y siente que el otro es una persona de verdad.
Aun cuando hemos presentado las observaciones en forma fragmentada, de hecho las realizamos
simultáneamente, basándonos en una serie de aspectos de la persona. Un ejemplo servirá para
clarificar el proceso.
En una oportunidad me encontré con un extraño en una recepción de matrimonio.
Al iniciar una conversación liviana sobre los novios, observé una serie de detalles. Vestía
traje y corbata como todos los otros hombres, pero sus pantalones estaban un poco
arrugados y su corbata, mal anudada. Daba la impresión de no sentirse cómodo con esta
ropa. Le habría gustado vestirse más libremente. Su cabello era ligeramente canoso, debía
tener unos 45 años. Su redonda y pesada cara y sus orejas y manos tenían un color tostado.
Era evidente que hacía algo a la intemperie. Había una pesada solemnidad en sus modales.
14
A medida que hablaba, tuve la impresión de que juntaba los labios con facilidad. Habría
preferido no parlotear. Sus palabras y frases declinaban al terminar. Medía alrededor de un
metro ochenta y era de contextura robusta. Tuve la impresión cada vez con mayor claridad,
de que era un hombre sencillo, amante de la naturaleza, atrapado en una situación que no
era de su agrado. Le pregunté a qué se dedicaba. Trabajaba dirigiendo programas anti-
drogas para la comunidad. Dijo esto en un rápido monólogo, con escasa animación o
inflexión en la voz. Supuse que su trabajo no le gustaba realmente. Entonces oí un ligero
suspiro a medida que enlodaba rápidamente su trabajo. Su vocabulario revelaba educación
e inteligencia, pe sus modales eran torpes e indicaban incomodidad. Yo buscaba la
explicación de su desagrado. Nuevamente, notando su tostado, dije: “El color de su piel
sugiere que usted debe hacer algo al aire libre”. Pareció ligeramente sorprendido, sonrió y
retrocedió abriendo los brazos. Supe que me había acercado lo que era más significativo
para él. Dijo que le agradaba navegar cuando tenía la oportunidad de hacerlo. Me escudriñó
y su respiración era contenida, como si observara mi reacción. Formulé sólo dos preguntas
acerca de la navegación en yate, y con esto pareció totalmente animado y a sus anchas. Aun
cuando era un brillante y conocido científico social, se sentía prisionero de su trabajo.
Poseía un bote pequeño, pero esperaba construir uno más grande en algunos años y navegar
alrededor del mundo. Ya no le interesaba el mundo de las fiestas, del traje y corbata, de causar
cierta impresión y presentar una imagen. Era un hombre rústico y brillante que deseaba
construir un bote e internarse en el océano. Finalmente sentí que me había contactado con
él y que lo comprendía. A ambos nos resultó difícil reunirnos con los otros invitados para
charlar con ellos. Yo también me sentía más sencillamente humano.
15
Ramírez T, José Agustín. (1998). Agentes dinámicos del Psicodrama. En su: Psicodrama.
Teoría y Práctica. México: IVEC. pp. 67-128.
CAPÍTULO 4
EL DIRECTOR
Hay que tener en cuenta que hacia 1921, cuando Moreno inició su Teatro de la
Espontaneidad, su finalidad principal era la renovación del teatro y el desarrollo de la
espontaneidad, primeramente en los actores y secundariamente en los asistentes. Mucho de lo
que dice Moreno acerca del director como “productor” se refiere al director en el Teatro de la
Espontaneidad, en el que el director elige el argumento y a los actores que
espontáneamente, sin ensayos previos, desarrollan las escenas que el director-productor
señala. Lo que Moreno escribe como introducción al libro de Ira Greenberg,
Psychodrama and Audience Attitude Change: Comments on theDeve1opment of a
Movement (1968, Págs. 1-49), parece que se refiere principalmente al director-productor
en un Teatro de Espontaneidad. Por ejemplo, su preocupación por la posición de los
16
actores, sus movimientos, la coordinación de las palabras y de su acción, y sobre todo,
la responsabilidad de organizar rápidamente el argumento de modo que satisfaga las
necesidades personales de los actores y de los espectadores.
Como productor, el director es un ingeniero de coordinación y producción. A diferencia del
dramaturgo ordinario, el director trata en primer lugar de ponerse en contacto con el público y
los actores para saber dónde están y sacar de ahí el material para el argumento de la
producción que cuadre con las necesidades personales y colectivas de los mismos actores y
del público (Psycho drama I, 1968, Pág. 252).
El director debe seguir unas reglas generales respecto a las ideas del argumento, la rapidez de
la acción, la posición de los actores en el escenario y la interacción entre ellos. El director debe
formular para cada situación específica la idea dominante, el tiempo deseable, la mejor
posición y el patrón ideal de la interacción (Ibíd. pág. 20).
Si el argumento y los detalles de la producción son planteados por el director, se tiene una
producción dramática de Teatro de Espontaneidad. Pero si el argumento y las escenas se
toman de la exploración terapéutica de las necesidades del protagonista, se tiene un
psicodrama (Moreno, en Ira Greensberg, op. cit. Pág. 18).
17
“el director es el símbolo de una acción balanceada; de la orquestación, integración, síntesis y
fundición de todos los participantes en la acción” (Moreno: Psycho drama I, 1 9 6 8 ,
Pág. 247).
18
al respecto:
El director deberá trabajar con el menor desgaste posible de energía emocional. Una
vez que ha empezado la dramatización, el director deberá dejar el desarrollo al
sujeto. Cuando y donde haya necesidad de guiar al protagonista, deberá dejarlo a los
egos auxiliares que están en escena con el protagonista. Sacará ventaja del hecho de que
los egos auxiliares son extensiones de sí mismo, objetivos y a distancia… En cuanto
más relajado esté en la sesión, mejor atención pondrá al total desarrollo de la misma y
observará las reacciones del público (Moreno: Psychodrama I, 1968, Págs. 257-258).
19
Lewis Yablonski compara al director de psicodrama con un general que debe
movilizar todos los elementos a su disposición según se presente la situación del
protagonista y del público. También lo compara con un director de orquesta que intensifica
la acción o la suaviza para acomodarse a las necesidades emocionales del protagonista.
Asimismo, el director es miembro participante del grupo y debe aceptar las c r íticas del
grupo y pensar si tienen base, sin escudarse en evasivas de transferencia o. resistencia
(Yablonski: Psychodrama, 1976, págs. 111-192).
20
sentirá aburrido, y en este caso el aburrimiento desaparecerá cuando comience la acción.
Cuando el director ha llegado a aceptarse a sí mismo y a las personas que le son
importantes, su energía fluirá y se desarrollará espontáneamente en lugar de gastarse
en conductas defensivas (Psychodrama Training Tips, pág. 171).
21
personalmente con quién prefiere trabajar. Si su propia preferencia es opuesta a la
selección del grupo, discutirá eso mismo con el grupo o hará un soliloquio, ayudado
por un alter ego, sobre sus sentimientos personales o las dificultades que siente para
trabajar con tal o cual persona. Esta humildad y sincera apertura que él espera del
grupo y, más que todo le ayudará a él mismo a aclarar sus sentimientos y liberarse de
obstáculos que le impidan trabajar. Bajo este aspecto el director es también paciente o
protagonista y aprovechará cada sesión para su mayor progreso personal.
Puesto que no podemos llegar hasta el fondo de la mente para ver lo que el
individuo percibe y siente, el psicodrama intenta, con la ayuda del paciente, poner
la mente ‘fuera’ del individuo y objetivizarla dentro de un universo tangible y
controlable. Este proceso puede llegar hasta estructuras del mundo del paciente,
hasta el umbral de la tolerancia y aun sobrepasar la realidad y penetrar en la
‘realidad surplus’ reconstituyendo en todos sus detalles el mundo físico, social y
mental que el paciente explora. Su objetivo es hacer toda la conducta del paciente
directamente visible, observable y controlable. El protagonista tiene así un
encuentro directo consigo mismo.
23
llama de subjetivización, en la que se organiza e íntegra de nuevo lo que se había
objetivizado. Estos dos procesos son igualmente necesarios y no se dan en un orden
prefijado; el director guiará al protagonista a uno y otro proceso según se vaya
requiriendo y como convenga más al protagonista.
El método psicodramático se apoya en la hipótesis de que para poder hacer
factible al paciente una reintegración psicodinámica, social y cultural, se requiere
formar “pequeños cultivos terapéuticos” en lugar de los habitats naturales dañinos
(Moreno, Psychodrama I, 1964, pág. XXI-XXII).
La idea de Moreno es que el grupo psicodramático es un laboratorio vivencial
en que se da al protagonista la oportunidad de revivir las experiencias malsanas de su
vida para reintegrarlas después saludablemente con la cooperación del director, del
doble, de los egos auxiliares y de todo el grupo. Aunque es un psiquiatra graduado en
Viena en 1917, el punto de vista de Moreno no es exclusivamente médico, sino que ve
los problemas emocionales de los neuróticos y psicóticos como problemas que brotan
de las condiciones malsanas de la familia y de la sociedad. El enfermo mental es tal
por deficiencias de los grupos naturales en que se creó; para devolverle la salud mental
es preciso un grupo terapéutico donde restablezca su vitalidad psicodinámica íntima y
su potencialidad sociocultural. Tal es su visión del psicodrama. El director es parte
esencial del grupo terapéutico psicodramático, pero debe tener confianz a en sí mismo
y en el grupo para entrar en el mundo distorsionado y enfermizo del protagonista y
luego ofrecerle un mundo nuevo de reintegración y regeneración.
En el volumen II de Psicodrama, Moreno describe “el psicodrama de Hitler”
que menciono en el capítulo anterior. Se trata de un judío que escapó con su familia
de Alemania y de las garras de Hitler en la Segunda Guerra Mundial, y que al querer
establecerse en Nueva York se figuró que él era el verdadero Hitler, autor del Mein
Kampf, que tenía como misión redentora unificar toda Europa y salvarla para siempre
de las guerras que la desgarraban periódicamente. Cuando se presentó en Beacon,
N.Y., en el sanatorio, Moreno lo trató como si realmente fuera Hitler y le pidió que
representara en el teatro psicodramático lo que quería hacer y hasta su propio suicidio
(esto antes de la terminación de la guerra), para ofrecer al pueblo alemán y a toda
Europa un héroe que se había inmolado para darle unidad y felicidad. El “verdadero
Hitler” vivió varios meses en un bungalow en la Colina Beacon, donde estaba el
sanatorio, pensando que estaba en su refugio de los Alpes.
Cuando la dinámica evasiva de poder supremo que lo convirtió en Hitler se
agotó, Karl “X” pudo aceptar su inseguridad ante la competencia de trabajo e n Nueva
York; pidió se le cortase el bigote de Hitler y volvió a su casa como Karl a buscar
trabajo en su especialidad de cortador de carnes (Moreno, Psychodrama II, 1959,
págs. 191-200).
Durante nuestro entrenamiento en psicodrama, en la década de los ses entas, el
doctor Moreno nos aseguraba que en las sesiones como la de “Hitler”, Karl se había
identificado tanto con su ideal que no sólo repetía sus discursos con la vehemencia de
éste, sino que aun se anticipó al desenvolvimiento, crecimiento y destrucci ón del
Tercer Reich hasta consumar su suicidio en Berlín. Cuando el director de psicodrama
ha tenido el valor de entrar en los laberintos y vericuetos de su personalidad que en
miniatura son parecidos a los de los pacientes mentales, tendrá valor y confian za de
ver con calma el mundo distorsionado y fantástico de los neuróticos y psicóticos y
sabrá ayudarles a reconstruir su mundo en las condiciones terapéuticas del grupo
24
psicodramático.
El director debe estar atento a todos los mensajes verbales y no verbales,
conscientes e inconscientes, que le da el protagonista para ayudarle a aclararlos,
poniéndolos en escena con confianza plena de que la luz sale del mismo caos del
paciente y de que los materiales de reconstrucción y reintegración están en el mundo
evasivo, proyectivo o imaginario del paciente.
25
nosotros”. Pedí enseguida que miembros del grupo formasen una pared humana entre
ella y el ego auxiliar que representaba su esposo, y le dije: “Ahí está la pared, ¿qué
quieres hacer con ella: llorar en ese muro tus tragedias y lamentaciones o hacer algo
por echarla abajo?”. Inmediatamente tomó aliento de su debilidad e impotencia y
luchó aguerridamente hasta abrirse paso para llegar adonde estaba su marido. Des pués
de romper, con esfuerzo, esa pared humana que le presentaron miembros del grupo, se
sintió capaz y fuerte para empezar a romper las dificultades de comunicación entre
ella y su marido sin esperar que ese muro cayera como los muros de Jericó al son de
una trompeta o con los quejidos de sus lamentaciones.
Asimismo el director debe estar alerta para enfatizar e intensificar las
expresiones o actitudes constructivas del protagonista. En el ejemplo anterior, si la
mujer dijera “tengo que romper esa barrera”, hay que pedirle que repita esa frase cada
vez más alto y con más fuerza y luego actúe como dijimos antes. Si en el cambio de
roles con su marido ella dice, tomando la persona del esposo: “Después de todo te
quiero mucho, vida mía”, el director le pedirá que vuelva a su rol de esposa y que el
ego auxiliar que hace de marido repita esas mismas palabras y refuerce el mensaje con
otras expresiones verbales y no verbales que signifiquen lo mismo. No es lo mismo
decir que oír una frase, sea de amor o de odio, de comprensión o de irritación.
Repetimos: el director debe estar atento a todo lo que se efectúa, se dice o se insinúa
en el escenario para objetivizarlo e intensificarlo. La acción es la mejor fuente de
insight y de nuevas perspectivas, y es también fuente de valor, confianza y fuerza en
sí mismo. Por eso en un verdadero psicodrama no hay lugar para las interpretaciones.
El director también debe tener en cuenta la inseguridad o debilidad emocional
del protagonista y ayudarle a dar paso tras paso valiéndose para ello de técnicas
adecuadas. Sirve mucho para esto la técnica del espejo. Si el director ve que el
protagonista expresa no verbalmente, con su modo de andar, la posición de su cuerpo
y el tono de su voz, que no tiene el valor de enfrentarse a una situación difícil, puede
pedir a miembros del grupo que vengan al escenario, hagan una reproducción d e lo
que han visto y expresen verbal y no verbalmente lo que sienten como si fueran el
protagonista. El protagonista ve esto y oye de distintos egos auxiliares lo mismo que
estaba sintiendo y que no podía expresar con palabras. Se siente comprendido y toma
aliento para enfrentarse de nuevo a la situación en una repetición de su propia escena,
corregida ahora y robustecida por lo que vio y oyó de los egos auxiliares en la técnica
del espejo.
Puede suceder también que el protagonista no se sienta con valor de enfrentarse
a las demandas exageradas del administrador de una empresa o de su jefe en una
oficina cualquiera. El director puede preguntarle al protagonista quién se podría
enfrentar con toda libertad al administrador o jefe que le parece tan temible como un
tigre. El protagonista, que conoce bien todos los escalones de autoridad en su trabajo
le diré tal vez que el supervisor o dueño de la empresa. Entonces se le pedirá que tome
ese rol y se encare con el administrador o jefe y le eche en cara las injusti cias o
desmanes que está cometiendo contra el protagonista; éste, en el rol de supervisor o
dueño, podrá decir lo que no puede en nombre propio y poco a poco cobrar valor para
enfrentarse directamente al administrador o jefe, primero en psicodrama y despué s en
su vida real.
26
FUNCIONES DURANTE LA PARTICIPACIÓN
RESUMEN
Martín Haske resume las funciones del director de psicodrama en los siguientes
puntos:
Planear cada sesión teniendo en cuenta las necesidades e intereses de los miembros
del grupo tal como él las conoce.
Fomentar una atmósfera permisiva y acogedora en que los miembros del grupo puedan
expresarse libremente.
Calentar el grupo de modo que puedan unirse para decidir sobre las finalidades de la
sesión y ponerse en marcha tras ellos.
Asistir al grupo en la selección del protagonista.
Usar todas las técnicas disponibles para que todos puedan involucrarse fácilmente en
la acción. Lo que se desea en un psicodrama es la participación activa del
protagonista y del grupo. La participación verbal es superficial y no basta.
Ayudar al protagonista a preparar cada escena y actuar.
Poner a disposición del protagonista las técnicas que se han comprobado como las
más eficaces en la exploración y solución de los problemas y relaciones que él
28
presenta.
Proteger al protagonista contra cualquier ataque por parte del grupo.
Dirigir la discusión grupal después de la acción de cada sesión.
Hacer un resumen de la sesión y discusión basándose en la acción y participación (M.
Haskel: Socioanalysis. 1975, págs. 161-164).
EL DOBLE
I. ¿Qué es un doble?
El doble debe evitar toda interpretación prematura y expresar sólo aquello que el
protagonista parece tener en la punta de la lengua. El doble hará mejor su función si
tiene conocimientos y experiencia en el arte de escuchar y reflejar sentimientos al estilo
de Carl Rogers. No debe haber ni lo más mínimo de confrontación o interpretaciones.
Se debe evitar lo de “el doble sabe mejor". El protagonista es el que da forma y figura
al doble, y no al contrario. Cuidado con aquel doble que pretende informar y formar al
protagonista para meterlo dentro de una teoría o interpretación intelectual (Dr. Warner:
Psychodrama Training Tips, manuscrito, pág. 35).
La sexta función del doble es dar apoyo físico y moral al protagonista cuando
éste se adentra en el hondón oscuro de su psique o se enfrenta a personas importantes de
su vida que siempre lo amedrentaban. El doble realiza esta función permaneciendo
siempre al lado del protagonista, tomando la misma posición corporal e imitando sus
ademanes de manera que el protagonista sienta que se está viendo en un espejo y oyendo
sus propios pensamientos. Le da también apoyo moral cuando el doble habla en primera
persona de las emociones que el protagonista está sintiendo en su interior. El
protagonista llega a sentir al doble como parte de sí mismo, su propio yo escondido u
olvidado.
Cómo doblar
31
psicodrama y sus auxiliares, el ego auxiliar y el doble:
32
indicarán al doble que el protagonista trata de eludir sentimientos que le molestan. Por
ejemplo, si tratándose de situaciones trágicas, el protagonista usa un tono de voz monótono
e insulso, el doble sospechará que trata de apagar o negar sentimientos que lo agitan
fuertemente en su interior.
Otros puntos en que el doble debe fijarse para inferir empáticamente los
sentimientos del protagonista, son las características físicas del mismo: si es alto o bajo,
flaco o gordo, bien formado o enclenque, joven o viejo, así como el rol o posición social
que ocupa, por ejemplo, director o empleado de una empresa, soltero, casado o divorciado,
doctor, sacerdote o campesino. Blatner escribe a este respecto:
Con el acervo de información que reúna el doble al tomar la posición física del
protagonista y observar el lenguaje y corte de frases que emplea, podrá iniciar su
segunda función de expresar claramente y aun dramatizar los sentimientos que el
protagonista hace asomar con su comunicación verbal y no verbal.
Al principio el doble parafraseará las expresiones del protagonista haciendo
énfasis en los sentimientos expresos o implícitos en la relación de su problema. En
cuanto sienta que está identificado será más atrevido y expresará aquellos
sentimientos que el protagonista evade valiéndose de algún mecanismo de defensa. Le
será útil para este trabajo conocer lo que autores como Ana Freud han escrito sobre
esta materia. No es función del doble, como tampoco lo es del director, hacer
interpretaciones ni aclaraciones de esos mecanismos de defensa, sino sólo expresar
verbalmente lo que el protagonista ha expresado no verbalmente o “a medias tintas”.
El doble podrá expresar el mecanismo de defensa diciendo, como si fuera el
protagonista: “Yo nunca he sentido ganas de llorar”. Si el protagonista habla en
términos generales o usa un lenguaje abstracto, el doble repetirá la frase como algo
personal y concreto. Por ejemplo, el protagonista puede decir: “Es muy natural que
uno se sienta disgustado o frustrado cuando las cosas no salen bien”, el doble podrá
decir: “Yo me siento furioso cuando no logro lo que me propongo”, teniendo cuidado
de mantenerse dentro del contexto del lenguaje habitual del protagonista, ya sea
discreto, desbocado o infantil.
33
ejemplo, podrá decir: “Yo odio a mi suegra”, a lo que el protagonista podrá añadir:
“Bueno, no, eso es mucho; simplemente me irrita que se meta a mangonear en mi
casa”. El doble podría también probar el otro extremo diciendo: “Yo realmente quiero
a mi suegra”, lo que el protagonista puede reafirmar o decir: “La quisiera más bien ver
en el cementerio o a mil kilómetros de distancia”.
Las intervenciones del doble deben ser breves y precisas, sin meterse en dar
explicaciones del por qué de los sentimientos. Por ejemplo: “Me siento decaído”, sin
apuntar las razones verdaderas o falsas que puedan apoyar ese sentimiento; eso debe
dejárselo al protagonista. Después de tener alguna intervención el doble se fijará en la
reacción del protagonista: ¿Acepta lo que dice o lo rechaza con algún ademán o
movimiento de cabeza? Esto le servirá para seguir por la misma senda si el
protagonista acepta sus expresiones, o bien buscar un nuevo derrotero.
Es natural que el doble sienta satisfacción al comprobar que ha sabido
identificarse con el protagonista y que ha captado los sentimientos paliados o implícitos
del mismo, pero debe contener su alegría y no querer tomar el papel del protagonista
interviniendo constantemente sin dejar que el protagonista asuma la responsabilidad de
dialogar y defenderse o enfrentarse con sus adversarios. El doble es sólo como un
apuntador de teatro señalando el sentimiento y dejando que el protagonista lo explaye.
Tampoco debe perder el ánimo si el protagonista niega o arguye contra el sentimiento
expresado por él. No es su función convencer al protagonista ni dar las razones o
bases en que apoya su intervención. El doble es sólo un auxiliar. En el caso anterior el
doble pondrá más atención afinando las antenas de sus sentidos internos y externos. Si
vuelve a confirmarse en los sentimientos antes expresados los repetirá valientemente,
pero sin querer probar su posición o argüir que el doble “sabe más”.
Blatner añade que el doble deberá
Esto lo podrá hacer cuando el protagonista sea tan tímido o inhibido que jamás
se atreva a expresar corporalmente lo que siente, pero teniendo cuidado de no tomar el
papel principal como si él fuera el protagonista o se tratara de su propio problema.
Puede haber uno o varios dobles a la vez, pero teniendo como principio que la
acción dramática del psicodrama debe ser tan sencilla, tersa y clara como sea posible.
Por tanto, no hay que llenar el escenario de tanta gente que impida la claridad de la
acción. En general se puede decir que se debe dar al protagonista un solo doble que
esté siempre a su lado y lo acompañe física y psicológicamente en todos sus pasos y
en su búsqueda de luz en la confusión de sus sentimientos y en el conflicto de las
fuerzas dinámicas que lo zarandean. Su función es captar esos sentimientos y
corrientes dinámicas para expresarlos con claridad y objetividad a fin de que el
protagonista las entienda. Podrá a veces expresar las necesidades reprimidas de la
infancia y luego las demandas interiorizadas del superego. Asimismo, el doble captará
el pro y el contra de una decisión que inquieta al protagonista poniéndoselos como en
espejo para que el protagonista se incline a uno y otro lados.
Para esta función tan complicada se requiere que el doble esté bien entrenado y
haya llegado a una integración personal tal, que no se asuste ante la problemática que
agita al protagonista. Si el director no tiene ese doble entrenado en sus sesiones
34
psicodramáticas, p o d r í a dividir las múltiples funciones entre los miembros del grupo.
Así podrá asignar un doble para los años de la niñez del protagonista que haga resonar
los deseos y necesidades de la infancia; p o d r á asimismo, poner otro doble que capte
las demandas paternales introyectadas en el protagonista como preceptos del
superego. Cuando el protagonista se debata entre hacer o no hacer una cosa que la
sociedad considera ética o no ética, el director le p o d r á asignar dos dobles: uno que
haga de “ángel bueno” poniéndole a la vista los pros que el protagonista tenga, y otro
que haga de “diablo” e intensifique los deseos que el protagonista tenga para ejecutar
tal acción. En este caso los dobles, como ya se dijo, sólo son un eco fuerte y claro de
los sentimientos del protagonista. Por razón de su función se podría llamar a los dos
primeros “dobles de desarrollo” y a los segundos “dobles éticos o sociales”.
En caso de que el grupo sea de niños, de personas poco avezadas en aspectos
psicológicos o de pacientes mentales, el director podrá invitar a cualquier persona del
público que pase al escenario y exprese más claramente, verbal y no verbalmente, lo
que el protagonista trata de expresar. Su actuación se podrá limitar a una frase o a un
contexto particular y luego podrá retirarse. Si el protagonista no acepta ese doblaje, el
director p o d r á invitar a otros que hagan la prueba de comprender y expresar más
claro lo que el protagonista está diciendo, hasta que uno dé en el clavo. Este modo de
doblar “tirando y corriendo” tiene la ventaja de que activa una mayor participación del
grupo en lo que está sucediendo en el escenario. Cuando el doble haya cumplido su
intervención y no tenga más que decir, el director lo deberá retirar del escenario para
que la acción siga tersa y limpia según el principio de Moreno.
Ya se dijo que unos directores colocan al doble frente al protagonista para que
observe y capte mejor los gestos y ademanes del mismo. Esta posición tiene la
desventaja de hacer sentir al protagonista que está siendo observado e imitado y puede
cortar su espontaneidad. Además, el protagonista lo puede ver como alguien que lo
está analizando. Los Moreno y la mayor parte de los directores entrenados en el
Instituto Moreno prefieren colocar al doble a un lado del protagonista, en un ángulo
de 45 grados, desde donde pueda observar los ademanes y gestos del protagonista y
reproducirlos él mismo sin servirle de distracción.
También difieren algunos directores de psicodrama respecto a si el doble debe
seguir al protagonista cuando éste cambia de rol y asume el papel de ego auxiliar o
antagonista, v.g. su padre, con quien estaba discutiendo, algunos directores hacen que
el doble se mueva con el protagonista a donde quiera que vaya, en este caso a tomar el
papel de su propio padre. Pero ahí ya no actuará como doble sino como simple
acompañante. Yo, al igual que la mayor parte de los directores, sigo las instrucciones
de Moreno y prefiero que el doble permanezca en donde estaba cuando el protagoni sta
cambia de lugar al tomar el rol de algún ego auxiliar, en este caso el lugar de su padre.
Permaneciendo en ese lugar el doble seguirá repitiendo las expresiones del protagonista
para permitir que éste se enfrente consigo mismo.
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V. Entrenamiento del doble
El entrenamiento del doble, lo mismo que el del director, debe empezar por
conocerse a sí mismo y reconocer sus reacciones emocionales y corporales ante diversas
situaciones problemáticas empezando por las propias. Así que el primer requerimiento
para ser un buen doble es haber tenido terapia personal y de grupo hasta llegar a un
grado de integración personal en que pueda identificarse con el protagonista como su
alter ego, “como si” fuera él mismo, pero sin riesgo de perderse a sí mismo en esta
identificación y sin miedo a que su personalidad y los principios con que se rige se vayan a
desmoronar al reflejar sentimientos, actitudes y modos de pensar y de vivir distintos al
suyo.
Al tener terapia personal durante su entrenamiento, los futuros dobles se dan
cuenta de los mecanismos de defensa que han usado ellos mismos para evadir el
enfrentarse abiertamente con sus problemas. Como el entrenamiento en psicodrama se
hace preferentemente en grupos, los dobles se percatan también de los mecanismos de
defensa empleados por miembros del grupo. Teniendo ese conocimiento teorizo y
vivencial de los mecanismos de defensa apuntados por Freud y explicados por su hija
Ana Freud, el doble podrá objetivizarlos, enfatizarlos e intensificarlos, como se dijo
anteriormente, de tal manera que el protagonista se vea como en un espejo pero sin
sentirse acusado ni analizado.
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2) SEGUNDA ETAPA DE ENTRENAMIENTO DEL DOBLE
Se puede hacer después una variante del mismo ejercicio formando otros pares
y dando las siguientes instrucciones: una persona expresará con todo el cuerpo un
sentimiento particular, sin decir cuál; la otra tratará de adivinar qué sentimiento es.
Después el “observador” expresa no verbalmente un sentimiento y el otro trata de
adivinarlo. Así, ambos podrán fijarse en la variedad, intensidad o falta de expresión
tanto en ellos mismos como en su compañero, y se ayudarán mutuamente a corregir o
afirmar su sensibilidad.
Se puede usar también el siguiente ejercicio para preparar tanto a los dobles
como a los futuros protagonistas. El director indicará que cada miembro del grupo
piense en una situación personal conflictiva o de satisfacción y pase al escenario a
representarla con mímica, sin palabras. Después un doble pasará al escenario y
repetirá la pantomima pero añadiendo expresiones verbales como si fuera el
protagonista. El protagonista dirá si el doble ha acertado o no. Si la representación lo
amerita, o sea, si el director ve que tanto el protagonista como el doble están listos
para la acción, podrá preguntarle al protagonista si quiere explorar esa situación un
poco más. En caso afirmativo, se iniciará la acción dramática representando esa y
otras escenas relativas al problema y terminando con la participación de todo el grupo.
Así habrá una sesión psicodramática y de entrenamiento con calentamiento, acción y
participación. Esta misma técnica se podrá seguir en sesiones subsiguientes.
Otra técnica de preparación de dobles y calentamiento de todo el grupo para la
acción dramática es la siguiente: se divide el grupo en subgrupos de cinco o seis
personas siguiendo el método sociométrico de Moreno, a saber: A escoge a B; A y B
escogen a C; A B y C escogen a D; A, B, C y D escogen a E, indicándoles que en su
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elección tengan en cuenta que van a hablar de cosas personales. Después el director
dará la siguiente instrucción a cada subgrupo: que cada persona escriba en un pedazo
de papel un problema que le está afectando o inquietando. Todos arrojan sus papeles
sin nombre en el centro del grupo y cada uno toma un papel que no sea el propio. En
seguida cada miembro del grupo trata de identificarse con el problema o situación
presentada por uno de los compañeros y empieza a hablar de ella como si fuera
propia. Después cada cual hablará del problema que ha escrito dando indirectamente
retroalimentación al doble respecto a su exposición vicaria del problema. Este
ejercicio sirve para el calentamiento y selección del protagonista. El director indicará
a cada subgrupo que elija entre sus integrantes a uno que sirva de protagonista según
ellos hayan evaluado la situación. El director proseguirá a trabajar en una sesión
psicodramática con el problema del protagonista escogido en cada subgrupo, siempre
que él quiera explorar la situación más a fondo. Si uno rehúsa se tomará a otro. En
todo caso esta técnica servirá de calentamiento y preparación remota aun al
protagonista que no quiera seguir trabajando sobre su problema en ese momento.
Otra variante de esta técnica consiste en dividir el grupo en subgrupos de cinco o
seis personas escogidas sociométricamente. Luego les indicará el director que cada uno
exprese verbal y no verbalmente cómo se sienten en el momento. Después, dos o más
de los miembros del grupo repetirán la presentación sacando a flote verbalmente
sentimientos que el protagonista sólo ha expresado no verbalmente con sus gestos,
ademanes, tono de voz y lenguaje general o evasivo que haya usado. De cada grupo
podrá sacar el director un protagonista si quiere seguir una acción psicodramática.
C) EGOS AUXILIARES
1. Conceptos generales
Otro de los factores dinámicos del psicodrama es el ego auxiliar. Los egos
auxiliares, al igual que el doble, son asistentes terapéuticos y ocupan un lugar
intermedio entre el director y el protagonista. Son asistentes de ambos.
Algunas veces Moreno y otros autores hablan de egos auxiliares comprendiendo
en su descripción tanto funciones del doble como de los egos auxiliares propiamente
dichos. El doble, que al principio designaba Moreno como alter ego, es el miembro
del grupo que se identifica con la psique del sujeto o protagonista, ayudándole a tomar
conciencia y expresar los sentimientos que bullen dentro de su persona, aunque sean
contradictorios, como amor y odio, arrojo y timidez, propia exaltación y desestima
profunda de sí mismo. Los egos auxiliares, en cambio, son los miembros del grupo
que en la actuación dramática del protagonista ocupan el lugar de personas o colas de
su átomo social, esto es, personas, cosas, trabajo y posición social que son el contexto
de su conflicto o la causa de triunfos y éxitos.
El uso de egos auxiliares en el tratamiento de un conflicto social o personal:
marido-mujer, padre-hijo, madre-hija, jefe-empleado, es otra de las grandes
invenciones de Moreno. En la terapia ordinaria una mujer puede hablar de las
dificultades que tiene con su marido, pero nunca se enfrenta con él en la sesión
terapéutica. El terapeuta espera que después de hablar de sus problemas con él, la
paciente tendrá el valor de actuar en su vida real las ideas que la discusión le dio.
39
Moreno describe con lucidez esta situación y cómo se le ocurrió resolverla:
40
condición en reclusorios, prisiones y hospitales mentales.
En el uso de la técnica de egos auxiliares ha habido un desarrollo progresivo.
Primero el mismo Moreno actuaba como ego auxiliar y terapeuta; luego recurrió a
egos auxiliares entrenados por él mismo que lo acompañaban y asistían en las sesiones
individuales y grupales; finalmente empezó a utilizar egos auxiliares elegidos por el
mismo protagonista, aunque hubiera egos profesionales en el grupo. Este último
desarrollo no hace la producción tan estética como cuando se usan egos auxiliares
profesionales, pero la sesión suele ser más benéfica y de mayor dimensión terapéutica,
porque siguiendo el concepto sociométrico de Moreno llamado “tele”, el protagonista
escoge casi siempre para desempeñar el papel de personas de su átomo social a aquellos
asistentes del grupo que él conoce o intuye como un reflejo físico o psicológico de las
personas involucradas en su problema. En este caso la actuación del pro blema es más
realista porque se hace con personas que han vivido o están viviendo aún ese mismo
problema, y por lo tanto el protagonista puede enfrentarse a la situación conflictiva
con más efectividad por la mayor aproximación de la producción psicodramát ica a la
situación existencial de su vida.
La actuación de egos auxiliares a personas metidas en el mismo conflicto les
sirve a ellas mismas porque viven vicariamente su propio problema mediante la
actuación del protagonista. Por ejemplo, si el protagonista elige para el papel de madre
egoísta y dura a quien él sospecha que se porta así con sus hijos, ella empezará a
tomar conciencia de las reacciones de sus propios hijos al presenciar las reacciones de
odio y desesperación del protagonista. En un grupo de psicodrama con familias de
alcohólicos que yo tenía en Chicago, con frecuencia los protagonistas elegían para el
rol de mujer dura y madre sin corazón a una mujer hombruna con buena cantidad de
agresividad embotellada bionergéticamente en sus hombros y antebrazos. Solía
disculparse diciendo que tenía poca experiencia en ese tipo de relación por tener, según
ella, muy buena relación con sus hijos. Con todo, al empezar a actuar solía presentar
su papel como quien tenía experiencia personal. Sucedió que después que su marido
alcohólico se suicidó, el hijo mayor, Mark, tenía la idea de matarla para vengar la
muerte de su padre, a la cual, según él, había orillado la dureza y egoísmo de su
madre. Sea dicho de paso que actuamos psicodramáticamente la muerte de la madre.
Después de esta sesión y de las otras en que había actuado en tal rol como ego auxiliar,
se le cayó la máscara de madre ideal que había traído siempre, creyendo que sólo tenía
dificultades con su marido alcohólico. También después de la sesión, Mark salió de
Chicago y se fue a trabajar a Nuevo México. Tengo entendido que ha vuelto a
Chicago y que ahora la relación entre madre e hijo es satisfactoria y agradable.
Moreno explica largamente el proceso evolutivo de la técnica de los egos
auxiliares:
41
se preparan suficientemente por la interacción con egos auxiliares diversos;
al fin ellos mismos podrán enfrentarse a las personas reales de su átomo
social y actuar en la realidad los estados y escenas emocionales que estaban
irresueltos e inexplicables (Op. cit., pág. 244).
Algunos autores escriben que el director elige quiénes han de tomar el rol de
egos auxiliares. Me parece que estos autores dependen de lo dicho por Moreno antes
de 1960. Posteriormente él mismo cambió de opinión en esto. Así que se puede repetir
que los egos auxiliares son escogidos por el mismo protagonista entre las personas del
grupo según se lo indique su propio tele respecto a los miembros del grupo. El dejar
esta elección al protagonista tiene las siguientes ventajas tanto para el director como
para el protagonista y los mismos egos auxiliares: El director capta objetivamente la
dinámica subjetiva del protagonista por la elección que hace. En una sesión de
psicodrama el protagonista eligió para tomar el papel de su madre a una mujer
musculosa y gigantesca, aun cuando su madre era de muy corta estatura. Al
presentarse en escena la historia del desarrollo psicosexual del protagonista, el
director comprendió que el protagonista miraba a su madre como una mujer que lo
había aplastado y castrado. El director podía ver la relación madre-hijo por la elección
de ego auxiliar que el protagonista había hecho.
La libre elección de egos auxiliares hecha por el protagonista entre los
miembros del grupo le da mayor margen para representar más objetivamente tanto la
realidad dolorosa de su vida como la esperanza alentadora de su liberación
psicológica. Así, podrá elegir como madre sin corazón a una persona y como madre
ideal a otra persona del grupo sin estar ligado a transferencias negativas del pasado.
La elección libre de egos auxiliares hecha por el protagonista tiene además
ventajas psicológicas para las mismas personas elegidas para tomar un papel. A veces
he oído de las mismas al ser elegidas: “Haré lo posible para desempeñar ese papel
porque estoy metida en el mismo conflicto”. Su actuación les sirve de calentamiento
para trabajar más ampliamente su problema en una sesión psicodramática posterior. De
momento su participación como egos auxiliares les sirve para oír y sentir
empáticamente y sin mayor implicación defensiva las reacciones y sentimientos del
protagonista parecidas a las de sus propios hijos, consorte y demás familiares.
Los que sólo tienen un conocimiento superficial de la dinámica del psicodrama,
como Fritz Perls, creador de la terapia Gestalt, que, como se dijo antes, estudió con
Moreno durante un corto tiempo y adoptó de él algunas técnicas como la de la silla
vacía llamándola silla caliente, temen que al llenar la silla vacía con una persona real
que tiene o puede tener una relación conflictiva parecida a la del protagonista, esto vaya
a confundirlo añadiendo la problemática del ego auxiliar. Todo lo contrario; el uso de
un ego auxiliar real —distinto del protagonista— intensifica y profundiza la
comprensión y concientización del problema. El protagonista, al enfrentarse con su
padre en la silla vacía representado por un ego auxiliar, se enfrenta no sólo con su
proyección sino con una persona real; comprende y vive esa proyección, pero sin estar
sujeto a ella. Es cierto, el protagonista puede ocupar la silla vacía, pero puede hacer del
antagonista un mono de paja a quien puede derribar con facilidad. Eso es más difícil si
el papel lo toma otra persona que le impide continuar un monólogo infructuoso que ha
repetido a su entera satisfacción toda la vida sin encararlo en la realidad.
Claro está que puede darse el caso de que el ego auxiliar elegido por el
42
protagonista esté tan involucrado en su propio problema que no oiga las indicaciones
del protagonista. En este caso él también es protagonista, ya que no puede distinguir o
mantener la distancia entre su problema y el del protagonista. Si el director es una
persona de mucha experiencia clínica y psicodramática, podrá trabajar con dos
protagonistas. Cuando el ego auxiliar está hablando de su propio problema el
protagonista inicial le servirá de ego auxiliar, lo que le ayudará a ver su problema bajo
otro punto de vista y con otros matices. En mi entrenamiento en psicodrama presencié a
Zerka Moreno dirigir psicodramas con dos protagonistas que cambiaban de rol
ayudándose mutuamente. Pero esto requiere mucha experiencia y habilidad para
mantener bien claros y definidos los puntos y enfoques de cada uno con la ventaja para
los protagonistas de ver sus problemas con otros ojos y haciendo a un lado el propio para
entender el ajeno. Una manera más fácil de resolver esa dificultad es sustituir el ego
auxiliar por otra persona y después trabajar con él como protagonista.
1 ) FUNCIONES ESPECÍFICAS
La primera función del ego auxiliar es pues la de representar la persona del átomo social
del protagonista con quien éste tiene el conflicto. Esta representación se hace siguiendo
los lineamientos que da el protagonista aunque el ego auxiliar conozca a la persona y crea
que la caracterización que hace el protagonista no es exacta por lo que el ego auxiliar
sabe por otras fuentes. Su papel en el psicodrama no es el de hacer historia ni tampoco
está ahí para defender a la persona ausente de las distorsiones y exageraciones que de ella
haga el protagonista. Su primera función es objetivizar la proyección, obsesión o
caricatura que el protagonista está haciendo de la persona a fin de que éste la vea fuera de
sí, viviente y palpitante con todos los defectos, fantasías e idealizaciones con que la ve el
protagonista. Moreno escribe a este respecto:
El ego auxiliar debe estar convencido de que el paciente tiene razón. No basta que represente el papel
que le asigna el protagonista; debe además creer y convenir que el protagonista tiene razón dude su
punto de vista subjetivo, y esto es posible porque todo ego tiene razón desde su propia perspectiva. El
terapeuta debe ser capaz de identificarse con el paciente con sinceridad y sin engaño. La primera
función del ego auxiliar es vivir la subjetividad del paciente e identificarse con sus expresiones y
modos de ver hasta donde se lo permitan sus propias limitaciones orgánicas (Psychodrama I,
43
pág. 234).
La persona representada por el ego auxiliar puede ser real o sólo una ficción de su
imaginación; puede ser una persona que vive actualmente o que ya ha muerto y que sólo
“vive” en el recuerdo obsesivo del paciente. La persona representada por el ego auxiliar
puede también estar presente en la sesión, como sucede en terapia matrimonial y familiar,
pero se considera ausente por no tomar parte en la actuación dramática que hacen el
protagonista y su representante, el ego auxiliar. La representación por el ego auxiliar de una
persona que está presente en la sesión tiene una ventaja enorme. El protagonista puede oír
razones y argumentos que da el ego auxiliar en el lugar de su consorte, que no oye ni
entiende en la vida real. Asimismo, la persona representada también puede caer en la cuenta
de su posición extrema y unilateral en el conflicto matrimonial o familiar. Al terminar esa
escena la persona que ha sido representada por el ego auxiliar puede tomar su propio lugar
y expresar sentimientos y actitudes que se le hicieron más claros y evidentes por la
actuación del ego auxiliar. El ego auxiliar puede entonces tomar el papel de doble y ayudar
a la persona que antes representó a presentar su propio caso y expresar claramente sus
sentimientos y su posición en el conflicto.
El ego auxiliar puede ser llamado a representar y objetivizar un personaje
mitológico o temores subjetivos que el protagonista se figura como agentes reales externos.
Puede asimismo representar valores, ideales y hasta prejuicios que obstaculizan el
desarrollo y crecimiento del protagonista. En este caso el problema deja de ser interpersonal
para volverse intrapsíquico. Para objetivizarlo de manera que el protagonista lo vea con
claridad, sirven tanto el doble que se identifica con la psique del protagonista, con su propio
superego e id en lenguaje de Freud, como el ego auxiliar que le ayuda a verlo a distancia
como si fuera un personaje externo que lo domina o amedrenta.
Básicamente hay tres roles que el ego auxiliar está llamado a representar. Puede tomar el papel de
una persona real que se relaciona conflictivamente con el sujeto; puede ser también un personaje
que el sujeto se imagina, y finalmente puede ser la proyección de una parte del ego del protagonista.
Ya se trate de una persona real o de una ficción simbólica del protagonista, el ego auxiliar deberá
siempre representar el papel identificándose con los procesos mentales del protagonista. La prueba
de que el ego auxiliar ha captado lo que el protagonista piensa o se imagina y que lo representa
fielmente, es que el mismo protagonista lo reconozca y acepte como tal. Entonces será
verdaderamente un ego auxiliar y como tal, una prolongación del director y un instrumento de
investigación psíquica o social y de terapia mental (Op. cit., pág. 260).
Dice también:
En el nivel psicológico el ego auxiliar debe personificar los héroes, los diablos y los dioses del
protagonista, y actuar sus obsesiones, sus temores, sus ilusiones y sus chifladuras (Ibíd. pág. 336).
Por lo antes dicho se comprenderá que tanto el director del psicodrama como los
dobles y egos auxiliares deben tener una fe firme en la capacidad de reorganización mental
del protagonista, aunque se trate de un psicótico, y de su tendencia innata a la salud mental
e integración personal. Repetimos que bajo este punto de vista la filosofía terapéutica de
Moreno es muy parecida a la de Carl Rogers, aunque su modo de operar es muy distinto.
44
Moreno requiere también de los egos auxiliares una confianza plena en sí mismos
para estar seguros de que su personalidad no se distorsiona ni se desquebraja al penetrar en
la oscuridad y tenebrosidades de la personalidad del protagonista. Deben también guardar
serenidad al objetivizar obsesiones, ilusiones, fantasías, alucinaciones e idealizaciones del
protagonista. Su tarea no es fácil; pero si tiene confianza en sí mismo y en el método,
tendrá la satisfacción de ver que de las tinieblas psicológicas sale la luz, y que lo que parece
caos son pedazos del rompecabezas del protagonista que han quedado dispersos por la falta
de aceptación de personas importantes de su átomo social y que pueden integrarse en una
personalidad nueva con la ayuda de los que no temen identificarse con él para ayudarle a la
reconstrucción de sí mismo.
Si el ego auxiliar no alcanza a captar ni puede representar las características de la
otra persona que entra en el conflicto por las indicaciones que el protagonista ha dado, el
director pedirá cambio de papeles; entonces el protagonista toma el lugar de la otra persona
y el ego auxiliar toma nota de las expresiones, gestos y ademanes con que el
protagonista representa a esa persona, a fin de formarse una mejor idea de quien es esa
otra persona según la proyección del protagonista.
El director ordenará también cambio de roles entre el protagonista y el ego
auxiliar cuando el protagonista hace una pregunta al ego auxiliar que éste no puede
responder o le pide que tome una decisión que el ego auxiliar no puede ni debe tomar.
Por ejemplo, tratándose de una joven como protagonista que pregunta al ego auxiliar
(novio): “¿Hasta cuándo me traerás engañada haciéndome mil promesas? Dime si me
quieres o déjame en paz”. Obviamente el ego auxiliar no puede responder a esto, y no
debe hacerlo, aun cuando supiera la respuesta de la persona a quien representa. Al hacer
el cambio de roles, la protagonista tomará el papel del novio y se dará la respuesta que
ella sabe o supone que el novio le daría. Al tomar de nuevo su papel, el ego auxiliar
repetirá la respuesta que dio el protagonista y seguirá interactuando con la pauta que el
mismo protagonista le ha dado.
La segunda función del ego auxiliar es la de investigador social. Moreno hace mucho
hincapié sobre esta función. Además de representar objetivamente la proyección subjetiva
que el protagonista hace de la persona involucrada en el conflicto, el ego auxiliar tiene la
función de investigar y aclarar la relación personal que existe entre ellos. Esta
investigación la hace el ego auxiliar no como trabajador social haciendo una entrevista,
sino interactuando y dialogando con el protagonista. Por ejemplo, si el protagonista ha
expresado odio y aversión hacia otra persona, el ego auxiliar que toma el papel de esa
otra persona le podrá preguntar como investigador social por qué le tiene tanto odio y
mala voluntad. El protagonista le dará entonces las razones y el ego auxiliar irá viendo
mejor los fundamentos de la mala relación.
El ego auxiliar es también investigador social al tratar de comprender y poner de
manifiesto al protagonista lo que la otra persona siente por el odio, mala voluntad, etc.,
del protagonista. Como éste sabe muy bien que el ego auxiliar es sólo un representante
de la otra persona, puede oír con mayor calma los sentimientos que el ego auxiliar le
presenta como posibles reacciones y sentimientos de la otra persona. En una sesión
psicodramática, después que el protagonista había expresado su rabia contra su padre por
la falta de amor y atención, el ego auxiliar respondió como si fuera el padre: “Al oírte
45
me siento todavía más derrotado; nunca he hecho una cosa bien, ni cuando era chico ni
con tu madre ni contigo”. Esto calmó la rabia del protagonista haciéndole comprender
que su padre cargaba también una enorme problemática; que le faltaba amor y
comprensión desde su infancia y que si no sabía expresar su amor era porque él mismo
nunca lo había tenido. Naturalmente que sólo se podrá hacer esta declaración como el
padre del protagonista si el ego auxiliar pone mucha atención en las acusaciones que
hace espontáneamente el protagonista.
Por la descripción de las funciones de los egos auxiliares se podrán entrever las
cualidades que deben adquirir a través de un entrenamiento adecuado.
INTEGRACIÓN PERSONAL
SENSIBILIDAD
La cuarta cualidad que debe tener un ego auxiliar, lo mismo que un doble y un
director de psicodrama, es una fe firme y una convicción profunda de la tendencia del
protagonista hacia la salud mental e integración personal, siempre que se le ofrezca un
medio ambiente de respeto, aceptación y aprecio verdaderos. No debe, por tanto,
asustarse ante la aparente agresividad, confusión y desorden que muestra el
protagonista. Como se ha indicado anteriormente, detrás de esa agresividad incontenible
hay con frecuencia un niño que llora, grita y se enfurece por falta de amor y aceptación de
sus padres y de otras personas importantes en su vida.
5) VALOR Y ARROJO
D) EL PROTAGONISTA
Cuando el enfoque de la terapia pasó del individuo al grupo en la terapia de grupo, el grupo entero
fue el nuevo paciente. Cuando el protagonista entra en acción y presenta sus problemas
individuales, todo el grupo es el agente de la terapia. El director actúa sólo como parte del grupo. El
medio terapéutico es la experiencia grupal (Who Shall Survive, 2a. edición, Beacon, Beacon
House, 1953, pág. 90).
52
En el segundo volumen de psicodrama, en la segunda conferencia, Moreno
propone la hipótesis de que en la terapia de grupo, especialmente en psicodrama, por sus
técnicas de soliloquio, cambio de roles, uso de dobles y egos auxiliares, la influencia
mutua del protagonista y los miembros del grupo se basa en la interacción del
inconsciente de todo el grupo. Esta relación e interacción se verifica a través de la
comunicación no verbal —gestos, ademanes, tonos de voz—. A esto añade que la raíz
última de muchos problemas emocionales se remonta a experiencias y privaciones que el
niño tuvo antes del desarrollo del lenguaje, y que a ellos se llega sólo mediante técnicas
no verbales anteriores al mismo lenguaje. (Psychodrama II, págs. 45-58).
E) EL GRUPO
1) EN EL CALENTAMIENTO
En la primera fase del psicodrama —el calentamiento—, los miembros del grupo
ayudan al director a ablandar la rigidez y romper el aislamiento del que ha de ser
protagonista, y preparan la acción estableciendo una atmósfera de espontaneidad,
confianza y apertura sociométricas en las que el protagonista podrá desenvolverse
libremente. El grupo ayuda también en la selección del protagonista, ya sea eligiéndolo
como el mejor representante y expositor de sus problemas colectivos, o hablando
abiertamente cada uno de los suyos propios con lo que el director puede escoger a aquél
que tenga mayor necesidad de trabajar inmediatamente y que tenga mejores redes
sociométricas que alcancen a todo el grupo.
53
2) EN LA ACCIÓN
54
Bello, María Carmen. (2000). La teoría de la técnica. En su: Introducción
al Psicodrama. México. pp. 47-100.
•4•
La teoría de la técnica
Ya vimos que estos instrumentos o elementos del psicodrama surgen de la teoría del
desarrollo del niño. Esto quiere decir simplemente que el psicodrama toma sus
elementos de la vida. El psicodrama recrea la vida y, para hacerlo, debe tomar los
elementos lógicamente de la vida misma.
4.1.1. El protagonista
4.1.2. El yo auxiliar
Desde el punto de vista técnico, los yo auxiliares son los herederos de los actores del
teatro de la espontaneidad. En el psicodrama público, y en las sesiones de psicodrama
individual o de pareja que relata Moreno, él trabaja acompañado de “yo auxiliares
entrenados”. Se ve en sus escritos que muchas veces Zerka Moreno, segunda esposa de
Moreno y gran psicodramatista, desempeñaba esta función.
Actualmente ha ido desapareciendo esta entidad de los yo auxiliares entrenados.
Sólo en el psicodrama psicoanalítico francés se reserva el término de yo auxiliar para los
coterapeutas que participan en la dramatización.
Por lo general, el yo auxiliar es un miembro del grupo de psicodrama, o
indistintamente un miembro del equipo coordinador, sin que esto comporte una diferencia
fundamental, que ayuda al protagonista en su dramatización, representando un personaje
significativo de su vida (persona, animal u objeto) o representando al protagonista o a una
parte de él. Giovanni Boria (no sé si tomando el término de los Moreno) le llama alter ego
al yo auxiliar que representa al protagonista.
55
4.1.3. El director
Es el espacio físico donde se realiza la dramatización, pero también es mucho más que
eso. Es el lugar del “como si” dramático: como si ésta fuera mi casa, como si éste fuera
mi padre, como si ésta fuera la época de mi adolescencia.
Todos conocemos el escenario de psicodrama que inventó Moreno, en forma de
pastel de bodas de tres pisos, y también sabemos que cualquier espacio vacío puede
convertirse en espacio dramático.
Los psicodramatistas morenianos suelen usar, dentro del espacio dramático, una
rudimentaria utilería: alguna mesa, sillas, quizás una taza o libro. Giovanni Boria, en
Italia, representa hasta las paredes y las puertas. Dalmiro Bustos creó una serie de cubos y
medios cubos de espuma, que se convierten en muebles u objetos, como en el teatro
moderno. Nosotros nos limitamos al uso de cojines o almohadones.
Para los psicodramatistas franceses, lo más importante del espacio dramático es la
frontera que delimita el lugar como sede de lo imaginario. Dentro del espacio dramático
se juega (en el sentido más amplio que tiene jouer en francés) y fuera de él se habla del
juego. Dentro del espacio están prohibidos todos los objetos. Todo debe ser imaginario.
En mi opinión no es relevante si se usan objetos o no. Es en general el
caldeamiento el que permite la magia del “como si” dramático, y por él un protagonista se
mueve en un espacio vacío, como si estuviera en un bosque, por él se sienta en un
almohadón de felpa con el garbo de quien se apoltrona en un sillón de terciopelo, por él el
grupo entero observa una recámara o el comedor de una familia, donde sólo hay una
alfombra.
4.1.5. La audiencia
Es simplemente la parte del grupo que no está participando directamente durante una
dramatización. Algunos autores le llaman grupo, pero yo creo que el grupo comprende a
los yo auxiliares y al protagonista. Por eso prefiero el término de audiencia. Por ser poco
utilizada la palabra en español, podemos consagrarla como un término técnico que
designa esta población, que por un momento queda fuera del área del espacio dramático,
pero que está siempre participando, aun desde el silencio, y vierte luego esta participación
en el momento de compartir o sharing.
56
4.2. Pasos o Fases del psicodrama
Ejemplo:
8
Zerka Moreno, “Reglas y técnicas psicodramáticas y métodos adicionales”, Momento, Argentina, Año I,
núm. 2, 1974.
57
desgano a mi saludo, cuchichean entre ellos, se desploman en los cojines.
Decido entonces explorar el clima del grupo dramáticamente. Les pido primero
que cierren los ojos, así como están y que dejen que su respiración les vaya trayendo
las escenas de lo que pasó en estas vacaciones, en forma desordenada, espontánea.
Luego les pido que recuerden la última sesión que tuvimos a fin de año, incluyendo sus
sentimientos y sensaciones. Con todos estos recuerdos flotando delante de ellos,
como nubes, van a dejar que aparezca una nueva imagen. Va a ser la imagen de lo
que ellos necesitan para reconectarse con nuestro trabajo ahora que han terminado
las vacaciones.
Cuando cada uno tiene esta imagen, les indico que abran los ojos y que
lentamente se vayan incorporando y acercándose al espacio dramático. Cada uno va
compartiendo su imagen y la vamos poniendo en acción.
Alexis recordó un comercial de pañales de la TV, donde se ven muchos bebés
gateando y jugando entre ellos, pero lo que dicen se oye con voz de adultos. Socorro
ha encontrado un metro que sirve para medir los pasos que ha ido dando dentro de
la terapia y los que le faltan dar. Margarita recordó el momento más emocionante
para ella de su trabajo en el grupo durante el año pasado, Mark trajo una vaga
sensación de enojo que no podía ubicar bien. Raquel evocó una pantera muy
agresiva, personaje de un sueño que habíamos dramatizado en el grupo.
Así cada uno va compartiendo su imagen y vamos poniéndolas en acción en el
espacio dramático. De esta manera todos podemos comprender el mensaje que me
están dando con su apatía para comenzar el grupo: ellos son muy chiquitos aunque
me hablen con sus voces de adultos. No debí dejarlos tanto tiempo solos en las
vacaciones. Les falta dar muchos pasos hacia su curación. Están muy enojados por
cosas que les han quedado pendientes de analizar y cuando se enojan pueden ser
peligrosos, como panteras u otras fieras.
Esta interpretación hubiera sido difícil de hacer en frío al comenzar el grupo y,
además, al ponerlas en acción y representarlas podemos comenzar a elaborarlas. La
apatía se va sustituyendo por otros sentimientos que nos permiten trabajar. El
comercial de los bebés gateando, por ejemplo, resulta tremendamente divertido.
Raquel quiere morder a todos “porque le están saliendo los dientes”.
Mark comienza de pronto a agarrarse el estómago y dice que es un bebé
“empachado”. Cuando vemos qué cosas lo han indigestado, dice que debe ser un
recuerdo que tuvo hacía poco (durante el psicodrama interno). Recordó una ocasión
en que yo no había tenido en cuenta una sugerencia suya para realizar una
dramatización y se había sentido enojado e injustamente tratado.
Ya estamos trabajando; suavemente vamos pasando a la etapa de la acción.
9
Karl y Sharon Hollander, The Warm Up Box, Colorado Psychodrama Center, 1978, Snow Lyon
Press, Denver. También J.A. Ramírez, Psicodrama: teoría y práctica, Diana, México, 1987, p. 140 y G.
Boria.
58
grupo, los “emergentes grupales” y darles forma de juego dramático o de sociodrama para
ayudar al grupo a prepararse para la acción.
4.2.2. Dramatización o acción propiamente dicha
Ejemplo:
En el ejemplo anterior, vemos claramente cómo, desde una escena grupal vamos
pasando hasta escenas centradas en un protagonista.
Cuando Mark plantea la situación que lo ha “empachado”, la dramatizamos,
convirtiéndose él en protagonista. Una de sus compañeras me representa a mí en la
escena, y esta escena nos lleva luego a otra de la infancia de Mark, donde se sintió
desautorizado por la madre enfrente de sus hermanos.
En psicodrama pedagógico o en capacitación, las escenas de la etapa de acción
del psicodrama pueden estar centradas en el rol (de maestro, de trabajador de una
empresa, por ejemplo), de manera que un participante del grupo puede ser protagonista
y compartir una escena importante de su vida como docente, o entre todos pueden
dramatizar “un día cualquiera en la fábrica”.
Es el momento de poner en palabras los sentimientos y recuerdos que ha evocado cada uno
durante la acción dramática. Para el protagonista es el momento de recibir, para el grupo de
adquirir nivel protagónico. En sesiones prolongadas, aquí surge normalmente otro
protagonista. En sesiones cortas, se comparte verbalmente. Zerka Moreno describió esta
etapa muy poéticamente diciendo que es el momento en que “habla el corazón”.
Aun en grupos no terapéuticos, esta etapa es imprescindible. No necesariamente
debe hablarse de algo íntimo o conflictivo, pero sí de la propia experiencia y de los
sentimientos.
Aquí Jaime Winkler, mi coterapeuta o co-coordinador en muchos trabajos, resalta
siempre una deformación de nuestra cultura: el “yo siento que tú”. Muchas veces con esta
fórmula se trata de “pasar de contrabando” una interpretación disfrazada de sentimiento. Si
pensamos “me parece, o yo creo que tú...”, podemos luego agregar “y frente a eso yo
siento...”. En psicodrama está prohibido el “yo siento que tú”. Tenemos que tratar de
sustituirlo, como decía un integrante de un grupo de adolescentes, por el “yo siento que
yo”.
59
4.2.4. Procesamiento y conceptualización
Sobre este punto hay grandes divergencias en la literatura psicodramática. Se les llama
técnicas a muchas cosas diferentes, desde el cambio de roles hasta la dramatización de
sueños, a veces también al caldeamiento y a la Tienda Mágica. En un texto sumamente
aburrido que escribí para mis alumnos, traté de hacer una sistematización obsesiva de
técnicas y recursos, diferenciando ambas categorías. Aquí voy a resumir estos conceptos. 10
Ya vimos que de la teoría del desarrollo del niño surgen tres técnicas, que representan las
funciones que cumple la Madre como yo auxiliar para el niño. A estas técnicas vamos a
llamarlas técnicas básicas. Son implementadas por el director, pero están centradas en el yo
auxiliar.
4.3.1. Doble
El yo auxiliar hace o dice lo que el protagonista no puede decir por sí mismo, como la
madre para el niño en la primera etapa del primer universo.
Ejemplo:
60
de la despedida, sus lágrimas fluyen con las de Nina.
En la etapa de compartir, dice que ha pensado mucho en sus hijos, que están
ahora en España. “La escena del aeropuerto me mató”, dice Andrés. Le sugerimos
entonces que use la misma escena para él. Nina representa ahora a su hija, y un
compañero, a su hijo. Con el bolso de viaje en la mano, Andrés se despide alegremente.
Va a México “a triunfar”. Sus hijos quedan bien cuidados por su ex mujer y sus
abuelos. En las vacaciones van a venir a visitarlo. “No hay ningún problema”, dice, y
me mira sonriente, “esto no tiene nada que ver”. Todos menos él sabemos que esto tiene
mucho que ver. Le pido entonces que elija a alguien que sea su doble, “como otra voz
de su interior”. Él pregunta si puede ser Jaime, mi coterapeuta. La elección es muy
buena, porque además de que Jaime tiene entrenamiento, es también extranjero y ha
temido que las migraciones lo separaran de su hijo, a quien adora. Puede identificarse
fácilmente con la situación.
Jaime comienza tomando la postura corporal defensiva de Andrés. Junto a él lo
insta a que se despidan rápido. “Vámonos”, le dice, “no pasa nada, nos vamos a
triunfar, los niños van a estar perfectamente bien. Mejor que nunca”. Jaime ha captado
el aspecto maniaco negador de Andrés y lo exagera. Andrés duda un instante. Los ojos
de Nina lo miran desafiantes.
Jaime exagera ahora la duda, poniéndole palabras: “¿Y si no salen tan bien las
cosas? ¿Y si no me va tan bien en el trabajo?” (La empresa que envía a Andrés a
México quiebra al poco tiempo y éste queda casi en la ruina económica.) “¿Y si yo los
extraño como loco y no puedo vivir sin ustedes...?”
Andrés ha encorvado la espalda, y él sigue hablando. Ya no necesita la ayuda de
su doble. “¿Y si ustedes no me perdonan que los haya abandonado...? Yo tampoco me lo
voy a perdonar...”
11
Algunos psicodramatistas usan sistemáticamente la técnica del doble, e incluso piden al protagonista que
elija alguien que lo doble desde el comienzo de la dramatización “por si se ofrece”. Ellaine Sanchckov, a quien
tuvimos oportunidad de ver dirigir hace varios años, procedía de esta manera. Sin embargo, mi amigo Paul
Holmes asegura que Zerka Moreno en los últimos tiempos está abandonando la técnica del doble, porque
considera que la inversión de roles es la técnica por excelencia del psicodrama y no es prácticamente
necesario usar otras.
61
4.3.2. Espejo
Por ejemplo, Nilda, que llega siempre cansada a su sesión de terapia y “no sabe
por qué”, representa en el espacio dramático los momentos antes de salir: Habla por
teléfono para solucionar un problema de la oficina, que su compañero del turno de la
tarde no pudo resolver. Deja la comida hecha para los niños, porque la empleada no se
las hace igual de rica. Atiende una llamada de una amiga que se siente muy mal y
necesita consuelo. Saca la ropa que el marido va a necesitar para ir a la natación,
etcétera, etcétera, etcétera.
Cuando una compañera representa su papel, Nilda, que ve de fuera la escena
junto a la directora, se da cuenta de que se hace cargo de las responsabilidades de
todos los demás y no se deja espacio para sí misma.
Podrá, entonces, investigar posteriormente cuál es el origen en este rol.
La función del espejo psicodramático puede ser también confrontar dos épocas o
dos momentos de la vida del protagonista.
Ejemplo:
Estela llega a terapia, planteando su decisión de separarse de su esposo
porque ha descubierto que él le ha sido infiel. No quiere repensarlo, ni ir a terapia
de pareja aunque él se lo ha pedido. Quiere solamente que la terapia la ayude a
“separarse lo antes posible”.
Al verse en espejo, representada por una compañera del grupo, en una
escena feliz de los comienzos del matrimonio, comienza a permitirse el espacio para
analizar su decisión.
62
y tú me mirarás con los míos.12
La inversión de roles permite al protagonista ver la situación desde los ojos del otro,
verse a sí mismo desde la perspectiva del otro, y al yo auxiliar le da material para “entrar” en
el personaje que debe representar.
A veces basta con una inversión de roles para captar en profundidad la situación, y
por eso esta técnica muchas veces puede ser usada como maniobra única en la comprensión
de un problema.
Ejemplo:
4.3.4. Soliloquio
12
Moreno, Psicodrama, p. 17. A mis alumnos mexicanos, este lema les resulta especialmente sangriento, por
lo que lo evitan y hablan delicadamente de la inversión de roles como “ponerse en los zapatos del otro”.
63
4.3.6. Maximización
En general, se llama “interpretación desde el rol” a la que hace el yo auxiliar desde alguno
de los lugares de la escena: desde el rol del deuteroagonista, desde el rol del protagonista
mismo. Pero el director también puede interpretar durante la acción y poner a prueba su
interpretación durante la dramatización. La interpretación durante la acción tiene un valor
diferente que en un contexto puramente verbal.
4.3.9. Concretización
Ya vimos, al hablar de la teoría del desarrollo del niño, que ésta parece ser la técnica que
corresponde a la función del padre en dicha teoría. No debemos entonces extrañarnos de
que ésta sea la técnica sobre la cual hay más contradicciones o ambigüedades en la
bibliografía del psicodrama.
64
Moreno la menciona a propósito de algún ejemplo,13 como una “medida
terapéutica”, consistente en irle presentando al protagonista obstáculos externos en su
dramatización para ejercitar su espontaneidad. Bustos la describe en su primer libro como
consistiendo en “cambiar la estructura de la escena psicodramática”. Luego abandona el
término.
Yo la he entendido como una técnica interpretativa que el director puede
implementar. Cuando el protagonista declara “no poder” reaccionar o resolver una
situación, el director puede permitirle que ensaye qué pasa si no lo hace. Así, en lugar de
insistirle que salga del pozo, derribe sus barreras o conteste a la agresión, puede apoyar que
no lo haga, y que ensaye dramáticamente esta opción: quedarse protegido en el pozo, detrás
de la barrera, o seguir siendo chiquito, etcétera. De esta manera recurre a los recursos de
salud del protagonista y a su responsabilidad sobre la necesidad de cambiar.
Otra interpretación posible sería que todas las técnicas que implementa el director
(soliloquio, maximización, etcétera) son interpolación de resistencias en la dramatización.
Esto sería más coherente con la teoría.
13
Moreno, Psicodrama, p. 295.
65
Voy a relatar cuatro pequeñas escenas de un grupo de maestros y profesores, en las
que se usaron algunas de estas técnicas implementadas por el director.
Los protagonistas fueron elegidos por el grupo. El tema de las escenas responde a
una sugerencia mía: “Recordar el mejor momento vivido como maestro, aquel por el cual
pensamos que valió la pena el camino recorrido y las dificultades que hubo que superar”.
Cada escena lleva un título puesto por el protagonista.
En la escena, Mario es muy joven. Lleva a un grupo de niños a pasear al campo. Mario
trae cargando a un niño ciego (Rodrigo). De pronto ve una flor de color azul, muy
hermosa. Dice, como si pensara en voz alta (soliloquio) “me duele que Rodrigo se pierda
esta maravilla de la naturaleza; quisiera poder prestarle mis ojos”. Acerca el niño a la
flor, se la describe, hace que la toque y la huela. Rodrigo sonríe.
Para cerrar la escena pido a Mario que elija un yo auxiliar que lo represente fuera
de la escena, en la edad que tiene ahora. (Técnica del espejo). El Mario joven le da
entonces un mensaje al Mario actual: “Cuando tengas dudas de si vale la pena enseñar,
recuerda la sonrisa de Rodrigo, recuerda que un día pudiste enseñar lo que quiere decir
hermoso a un niño ciego”.
Recién recibida de maestra, a Tina se le asigna el grupo más difícil de la escuela. Van
llegando uno a uno los niños, y cada llegada es una presentación de un personaje infantil
conflictivo.
Para conocer a los niños, hago inversión de roles, con cada uno de ellos, y también
una entrevista o interview, preguntándoles cómo se sienten en la escuela y qué les parece
la maestra nueva. Así me entero de que Raquel es muy tímida, Ezequiel ya ha cambiado
muchas veces de escuela y sólo quiere que su mamá se lo lleve a casa, José Juan es
hidrocefálico, y alonso ríe sin parar.
Para cerrar vemos cómo los niños se despiden de Tina a fin del año: Ezequiel ya no quiere
irse, Raquel ha recobrado espontaneidad, Alonso y José Juan están más tranquilos. Tina
ha aprendido mucho de ellos. Les expresa su gratitud.
Lucila está con un grupo de padres de adolescentes en un jardín. Todos traen un frasco
con una mariposa adentro. Lucila les pregunta qué quieren hacer con las mariposas.
Algunos dicen que quieren dejarlas volar. Lucila hace un símil con los hijos. Dice que llega
un momento en que también los hijos necesitan libertad.
Todo el grupo está en el espacio dramático. Todos son yo auxiliares. Unos
representan a los padres y otros a las mariposas. Jorge, uno de los compañeros que
representa a una mariposa, espontáneamente simula tener un alita lastimada y no querer
66
volar. Lucila dice que así ocurrió exactamente en la vida real. Ella y varios padres se
acercan a ayudar a la mariposa para que pueda levantar el vuelo.
Lucila está muy conmovida. Le pregunto si alguna vez ella se ha sentido así,
privada de su libertad, con necesidad de volar, o al revés, si alguna vez le costó dejar volar
a alguien (interpretación desde el rol). Ella asiente. Como éste no es un grupo terapéutico,
yo no le propongo dramatizar esta otra escena. En cambio, le digo al grupo que
seguramente todos hemos vivido alguna situación parecida, y que por eso ahora vamos a
acompañar el recuerdo de Lucila con los nuestros, mientras vemos a las mariposas levantar
el vuelo en cámara lenta.
67
4.4. Recursos del psicodrama
14
C. Martínez Bouquet, Fundamentos para una teoría del psicodrama, Siglo XXI, México, 1977. El
autor habla de pensamiento en escenas, escena manifiesta, escena desde el punto de vista del grupo y escena
latente. Desarrolla una teoría interesante de la escena, pero para mi gusto, al ignorar por completo la teoría
moreniana, la suya queda flotando en el aire, sin poder sustentar realmente al psicodrama como técnica ni
lograr del todo un nuevo cuerpo teórico de “psicodrama psicoanalítico”, sobre todo por la ficción de usar
terminología lacaniana, pero para designar cosas diferentes.
68
clases, podemos proponer que cada integrante dramatice una escena de sus vacaciones.
O cuando comienza un grupo terapéutico, cada uno puede dramatizar un momento
representativo de su vida actual que les permita comenzar a conocerse. O en un grupo
de capacitación en una institución, puede pedirse a algunos participantes que
representen una escena donde se vea un momento de su quehacer cotidiano.
Estas escenas tienen, sin embargo, un desarrollo. Parten, como toda
dramatización, de un contrato, aunque éste sea tan simple como “compartir lo que
hicimos en vacaciones”, Tienen luego una acción y un cierre.
Cuando yo dirijo escenas simples, me esmero especialmente con los cierres.
Trato de que la escena no se termine como si se interrumpiera. Uso siempre alguna
técnica dramática o algún recurso estético para darle un final.
En el ejemplo de las vacaciones, que es el más sencillo que se me ocurrió,
podemos, sin embargo, aprender algo de cada escena. Un mensaje que nos damos desde la
técnica del espejo, o poner en palabras algo que hubiéramos querido decir y no dijimos, o
darle voz a algún objeto inanimado de la escena para finalizarla, pueden ser un cierre.
Ejemplo:
En un grupo de aprendizaje intensivo, de viajeros, cuando estaba yo terminando
mi entrenamiento, se planteó la posibilidad de dramatizar “momentos buenos vividos”.
Ya habíamos trabajado con contenidos de enojo, dolor y nostalgia, y todos coincidimos
en que era una buenísima idea.
Una de mis compañeras se propuso como protagonista y me pidió que la
dirigiera. En aquel momento me pareció que debía ser dificilísimo dirigir una escena
agradable, sin conflictos.
Veinte años después, ésta es la dramatización que más recuerdo de toda aquella
jornada:
La protagonista llega en la noche a su hotel. Está cansada por el viaje y triste por
una reciente ruptura de pareja. Cuando se acerca a la cama, encuentra en el doblez de
la sábana una tarjetita que le desea buenas noches y un pequeño chocolate. Esto le
conforta el corazón.
Esta era toda la escena. Mi habilidad de directora novel estaba en juego. Es fácil
impactar con las lágrimas y los golpes de cojines, ¿pero cómo se impacta con una dulce
tarjetita de buenas noches?
Miré de reojo un cuadro de Moreno que había en el salón para que me iluminara
y no fue tanto, pero me dio una buena idea que me permitió hacer un honroso cierre de
la escena. Le pedí a la protagonista que se convirtiera ella en la tarjetita, mientras un yo
auxiliar ocupaba su lugar. Desde allí nos entregó un mensaje diferente a cada uno de
nosotros, nos “regaló una tarjeta de buenos deseos” a todos los compañeros que ya
habíamos compartido tantas penas.
Compartir el momento bueno es el contrato, la acción es la llegada al cuarto de
hotel y el encuentro con la tarjetita. El regalo para el grupo es el cierre.
69
4.4.2. Dramatización completa (¿redonda, integral?)
Ejemplo:
15
Reglas de Zerka Moreno, texto ya citado.
16
Ver el anexo “Espirales psicodramáticas”.
17
Estoy desarrollando esta idea en otro escrito: “El psicodrama como psicote rapia breve”, que aún
no he terminado.
70
Veamos un ejemplo de una dramatización completa en un grupo terapéutico.
El protagonista es Chavo, un hombre joven, estudiante de administración de
empresas y propietario también de un pequeño negocio de papelería y fotocopiado
que le permite mantenerse mientras termina la carrera.
Contrato: “¿Por qué cuando parece que el éxito está cercano, algo ocurre
que se me desmorona?” El contrato es el planteo del protagonista que nos va a guiar
en el curso de la dramatización. Si el director no tiene claro este punto de partida, muy
rápidamente va a perderse en el curso de la dramatización. En este caso, el contrato
me parece claro, pero hago hincapié en que aquí podremos ver lo que él hace para
contribuir a que el éxito se desmorone, o para tener esa impresión. Lo hago porque
su propuesta alude vagamente a una especie de “destino fatal” que hace que las cosas
terminen saliendo mal. En psicodrama, como en cualquier abordaje clínico, lo que
podemos investigar es cómo contribuimos nosotros a nuestros destinos fatales.
Primera escena:
Elegimos ver una escena a la que Chavo se ha referido verbalmente muchas veces,
porque fue el detonante de que entrara en el grupo terapéutico. Chavo está con un
grupo de colegas de su universidad, un comité científico, y se lo acusa de un fraude
que no cometió. Chavo presenta las pruebas de su inocencia sin una palabra de
reproche hacia quienes lo acusaron. Una amiga suya se enfurece con él, le dice que
no entiende cómo permite tal ofensa, pero Chavo no abandona el comité ni hace nada
más. Su nudo está con él. Le dice: “Tranquilo, tranquilo, no hagas nada, o algo peor
puede pasar”.
Le pregunto entonces al protagonista (que está representando a su nudo)
cuándo ha aparecido por primera vez en la vida de Chavo para salvarlo de “algo
peor”.
71
Escena nuclear conflictiva:
El protagonista nos lleva entonces a un colegio de monjas, cuando él tiene unos seis
o siente años. Una de las compañeras del grupo representa a la madre superiora, que
está dando clase. El resto del grupo toma el lugar de los compañeritos del salón. Hay
inquietud en la clase. Alguien está haciendo alguna travesura. Chavo está riéndose,
distraído. La madre superiora se enoja, le pide que se ponga de pie, lo acusa del
revuelo en la clase, y le dice que va a traer “tres litros de leche para que se aclare”,
haciendo alusión al color moreno de su piel.
Imagen nodal:
Si tomáramos esta escena como traumática, pensaríamos que es aquí donde surge
el rol en conflicto de quien se deja ofender o tratar injustamente sin defenderse.
Si en cambio pensamos que estas escenas corresponden a una constelación
de roles que se han entrelazado de esta manera e imponen esta estructura a muchas
otras diferentes, vamos a buscar dicha estructura, este modelo de amor, esta imagen
o sociograma en acción que da forma a la escena. Ésta es la imagen nuclear o
nodal.
En este caso, necesito traer al espacio dramático a los seres significativos
de este momento en la vida de Chavo. Le pregunto si en su casa se van a enterar de
este episodio. Dice que no, que nunca va a relatarlo. Le pido que esta vez traigamos
a los integrantes más importantes de la familia para que se enteren.
Chavo elige un yo auxiliar para que represente a su madre y otro para el
abuelo. Y hacemos inversión de roles con ambos para ver cuál es su reacción frente
al maltrato de la madre superiora. La madre dice que quisiera insultar a la monja y
llevarse a su hijo. El abuelo aconseja a su nieto que no se deje maltratar. “En esta
vida hay que defenderse —dice— y, si es necesario, dar de garrotazos.”
Le digo a Chavo que si éstos fueran los únicos mensajes que él ha recibido,
no aparecería el nudo. Debe de haber otro mensaje muy importante, diferente de
estos. Él asiente: ya sabe de qué se trata. Trae al espacio dramático a su madrina.
Es una mujer que ha logrado una buena posición económica. Se casó con un
diplomático, ha viajado. Le aconseja que se aguante. Debe estudiar para ser
alguien. Si ahora responde y se va de la escuela, va a quedarse en el campo, en la
pobreza, como el abuelo. Nunca va a progresar.
El nudo aparece aquí para protegerlo del impulso. El silencio frente a la
agresión (aguantarse) es vivido aquí como la única manera de salir adelante.
Catarsis
Le digo que esta vez no tiene que hacerle caso al nudo, y le ofrezco la escena para
que haga lo que quiera con ella. Chavo golpea a la madre superiora (representada
ahora por un cojín que sintetiza también a todos los personajes de su vida que lo
72
han maltratado). La insulta y le da de garrotazos, como le hubiera gustado al
abuelo, le recrimina su insensibilidad y lo poco cristiano de su conducta.
4.4.3. Viñeta
Ejemplo:
18
Paul Colmes, comunicación personal.
73
para él es que traten de imponerle cosas sin decírselas directamente.
Comenzamos por una escena de su trabajo. Su jefe (en un despacho de
arquitectos) lo manda llamar y le dice que no está de acuerdo con el enfoque de su
último proyecto. Extiende un plano sobre la mesa de dibujo y comienza a explicar su
punto de vista.
Martín ya no escucha. Dice, en un furibundo soliloquio, que su jefe le está
demandando e imponiendo cosas sin decírselas directamente. “¡Preferiría que me
despidiera!”, exclama.
La reacción parece desproporcionada con respecto al estímulo. Después sus
compañeros comentarán que les pareció muy evidente que Martín estaba conectándose
con otra persona y con otra historia y no con su jefe ni con el problema del plano. Por
lo menos no aparecía por ningún lado que el jefe estuviera “imponiendo cosas sin
decirlas directamente”. Más bien su ejercicio de la autoridad parecía bastante claro:
no le había gustado el proyecto y quería que se le hicieran correcciones.
Entonces le pregunto sencillamente con quién está enojado. Me dice que esto es
lo que le ha pasado toda la vida con Víctor, su hermano gemelo. Es tan obvio que Víctor
está allí entre nosotros, entre Martín y su jefe, impidiéndole conectarse con el presente,
que decido simplemente corporizarlo, sin ir a ninguna escena del pasado.
Martín elige como yo auxiliar a un compañero más joven que él para que
desempeñe el papel del Víctor de diez años atrás. Desde una inversión de roles, el
protagonista representa a su gemelo decidiendo todo por los dos. “Pensamos como un
solo hombre —dice. Estamos de acuerdo en todo.”
Llorando, Martín le dice que no puede seguir viviendo así, que siente que no
tiene vida ni voluntad propia. Después de la expresión de enojo aparece el dolor: “Me
tengo que separar de ti; si no lo hago nunca voy a crecer.” “No tengo más hermano.”
En cámara lenta se separan los gemelos. La separación, que se ha hecho con
rabia y violencia en la realidad, se reproduce en el espacio dramático, ahora con
tristeza y dolor. En aquel momento fue la única manera posible de separarse y crecer
como dos personas, no como “un solo hombre”. “Quizás algún día —le digo- puedan
volver a reunirse como dos adultos, como dos personas diferentes, a pesar de ser
gemelos.”
Víctor se va y la escena original ha quedado congelada, como en el cuento de la
Bella Durmiente. Martín se acerca a su jefe y escucha con respeto los cambios que él
quiere que haga. Le da también su opinión.
Martín respira profundamente, como después de un gran esfuerzo. Dice sentirse
aliviado. Hasta ahora está siempre a la defensiva, porque cualquier opinión diferente de
la suya es vivida por él como una invasión. Prefiere la ruptura, que aceptar nada que se
parezca a una imposición. Le queda mucho por aprender.
75
por un diálogo sincero con sus padres.
Hay veces en que la dramatización de sueños puede ser un punto de partida para una
dramatización completa.
Ejemplo:
76
la madre cree intrigas entre ellas. Ella las quiere y las necesita mucho.
Vuelvo ahora a la escena con Elisa, que Sonia resuelve rápidamente diciéndole que
ella no tuvo la culpa. Está demasiado tomada para tener la culpa de algo. Es ella
misma la que se ha dejado arrebatar muchas veces la posibilidad de tener una buena
relación con un hombre.
Ahora le propongo a Sonia que sueñe un nuevo suño y lo hace con mucha alegría.
Pero ahora sí le pide a la verdadera Carla que represente su papel. La escena que se
representa es muy divertida. Carla dirige a la policía montada con verdadero placer y
cuando llega frente a la puerta de Sonia, la invita a la fiesta con gran simpatía. Sonia
se emociona mucho y le dice que la espere un momentito. Tiene que cambiarse de
ropa. Se pone un vestido verde que le gusta mucho. Los muchachos del grupo gritan
¡guau!, ¡que guapa! Lo hacen espontáneamente. Todos son lo que Sonia podría llamar
“muchachos buenos y agradables” como dice después, y corre a la calle donde la
espera su amiga. Carla y Sonia se abrazan. Carla le dice que jamás le va a molestar
que ella le llame, pero además trae el libro consigo, porque lo tenía muy presente.
El sharing ha comenzado. Dejo que Sonia se despierte en su cama para que el grupo
pueda compartir con ella.
Otras veces, el protagonista que trae un sueño es portavoz de un tema grupal, y puede
incluirse al grupo en la dramatización.
Ejemplo:
77
pone de pie con agilidad y nos saluda. Selma grita: “¡Bien! ¡Otra vez, otra vez!” y le
dice al director: “Cuando sale bien es emocionante.”
A esta altura, yo, como yo auxiliar, ya he comprendido de qué se trata: el juego
peligroso que yo estoy jugando con tanta desenvoltura es el psicodrama. Es peligroso
porque si no sale bien, puede dar a la gente en el corazón y hacer mucho daño. Ahora
que ellos están aprendiendo a dirigir, que son mis copilotos, es más peligroso. Ellos
tienen todavía más riesgo de equivocarse que yo.
Me permito entonces hacer una interpretación desde el rol y le digo a Selma: “Es
genial el psicodrama, ¿eh?, ¿quieres dirigir tú? A ver si se ofrece otro protagonista.”
Sin sorprenderse, Selma asiente, toma el volante y repite el juego con otro
compañero que se lanza entre las ruedas, mientras yo desde el asiento del copiloto le doy
algunas indicaciones. “Con cuidado, por aquí...”
Luego el director ofrece el volante a otros compañeros y todo el grupo ensaya el
rol de director y de protagonista. Hay mucha alegría. El juego ha sido entendido
perfectamente.
Después, en el sharing, podemos abordar con seriedad el tema del temor a dirigir
y a protagonizar. Selma dice que le da miedo no saber cerrar una dramatización.
Recordamos que Jaime usa muchas veces la metáfora de la cirugía para recalcar la
importancia del cierre en la dramatización. No cerrar bien sería como hacer una
operación y luego dejar la herida sin suturar. Por eso el charco de sangre.
En la dirección del sueño ha pasado algo de lo temido por Selma: Tomás
comenzó dirigiendo, y una vez puesta la escena del sueño (muy bien, por cierto), no ha
sabido qué hacer. Como yo estaba dentro de la escena, otro compañero, Ricardo, ha
tomado la dirección y completado la dramatización con mucha eficiencia. Nadie ha sido
herido. Todos festejamos la coincidencia.
Otro ejemplo, muy conmovedor e inolvidable para mí, puede mostrar cómo todo el
grupo puede no sólo participar, sino aun contribuir en la construcción de un sueño, cuando
el sueño es verdaderamente un emergente grupal. En este caso, yo podría decir que el sueño
fue emergente no sólo del grupo, sino de la comunidad a la que este grupo representaba.
Ejemplo:
El sueño termina aquí; pero le digo a Mariana que ahora, en vez de despertarse,
comience a clasificar los cantos de los pájaros. Ella empieza a hacerlo, y el grupo
va distribuyéndose según sus indicaciones: aquí los pájaros enojados, ahí los
pájaros tristes, allí los pájaros alegres. Todo el grupo interviene.
Cada grupo encuentra una música o canción que lo representa. Los pájaros
enojados cantan a todo pulmón una canción de protesta, de Viglietti, un músico
compatriota que por supuesto había estado prohibidísimo por razones políticas: “A
desalambrar, a desalambrar, que la tierra es tuya es mía y de aquél...” Una triste
canción de amor representa al segundo grupo y el tercero canta y baila un
candombe, la música negra de carnaval del Uruguay, acompañándose por
tamborileos en el piso.
Mariana dirige a sus pájaros como una directora de orquesta. Se ríe y al mismo
tiempo se le salen las lágrimas, igual que a mí y a todos.
Éste es en realidad el nuevo sueño, el de Mariana, el del grupo y quizás el de todos
los uruguayos de ese momento: atravesar el enojo y el dolor, aceptar la tristeza y
recuperar la esperanza. Ese es el nuevo trabajo de todos.
19
Una egresada de nuestra escuela, Marta Elena García, es directora de un jardín de niños. Ella utiliza desde
hace años el psicodrama con los muy pequeños. Ella adaptó el ritual de las dramatizaciones de duelos para
ayudar a los menores a despedirse de su colegio cuando terminan allí su ciclo. Lo interesante es que estos
niños no solamente se despiden bien de su escuela, sino que este recuerdo queda en ellos como un modelo de
trabajo de duelo para su vida futura. Así se lo han referido algunos de sus niños años después y por eso Marta
lo considera un trabajo psicoprofiláctico. Ella tiene un video filmado de este trabajo, y es muy emocionante
ver a los niños diciendo adiós a su escuela, de salón en salón y abrazándose entre ellos y a sus maestras para
despedirse.
79
La capacidad del psicodrama de recrear lo ausente en el espacio dramático lo hace
especialmente válido como camino para la elaboración de duelos.
Irinea es una joven de unos 26 años, tímida, retraída. Una vez hicimos en su
grupo un caldeamiento dirigido a focalizar los pendientes que cada uno tenía
consigo. De este trabajo de imaginación, Irinea trajo una foto suya de cuando tenia
20 años. En ella se veía vestida a la moda, con un traje negro muy bonito y el
cabello suelto y rizado, pero con una expresión muy triste. Esta foto representa un
pendiente, porque allí ella siente que “se detuvo su crecimiento espiritual y algo se
perdió”.
Cuando nos ubicamos en esa época, vemos que es poco después de la
muerte de su hermanito Nelson, de 14 años. Ampliando dramáticamente la foto,
observamos que Irinea se encuentra en el hospital donde Nelson ha sufrido un
accidente. Irinea y la madre esperan en un pasillo el diagnóstico del médico. Irinea
va al baño, y de rodillas pide a Dios que lo salve. Pero Nelson muere, e Irinea
pierde simultáneamente a su hermano y su fe. “¡No voy a creer nunca mas!”, grita
con dolor. ¿Por qué Dios, si es bondad, le hace esto, por qué le hace esto a un niño
bueno de 14 años?
Le digo que hay una sola persona que puede contestarnos esta pregunta.
Abrimos juntas la puerta del cuarto de hospital de Nelson y le preguntamos a él por
qué Dios hizo esto. En inversión de roles con el hermanito, Irinea se contesta, con
la mayor sencillez, que Dios no hizo esto. “Esto fue un accidente de los hombres, no
de Dios. No es un castigo ni una prueba para ti —se dice—, pero esa llamita que es
la fe, no debes perderla jamás, porque simboliza el amor que nos tuvimos tú y yo,
los hermanos, y que nunca va a apagarse.”
Nelson no siente ningún rencor. Ante una pregunta mía, le da permiso a su
hermana para que viva y sea feliz.
Vuelta a su lugar, Irinea se da cuenta de que después de la muerte de
Nelson, la familia que estaba muy separada se ha unido, y que ella no estaba
disfrutando de esta unión por su enojo. Le agradece a su hermano esta unión, y
también todas las cosas que vivieron juntos y que nunca va a olvidar. Se despide de
él con un apretado abrazo y él le regala la llamita de la fe y el amor, que ella guarda
en su corazón.
Cada uno de los compañeros del grupo va acercándose a Irinea, como en un
velorio, y en voz baja le hablan de sus pérdidas y duelos. Casi todos lloran con ella.
Podemos ver en este ejemplo muy resumidamente los pasos de la ceremonia del
trabajo de duelo:
81
entonces, el director de psicodrama debe rescatar también cuál es el duelo grupal
que se pone en juego en una dramatización como ésta.
Ejemplo:
82
Ejemplo:
La imagen es a veces construida por todo el grupo. Las famosas esculturas que
Virginia Satir construye con el grupo familiar son imágenes. Voy a dar ahora un ejemplo
de dramatización de imagen en un grupo no terapéutico
Ejemplo:
83
4.4.7. Dramatización del átomo social
Ya vimos que el átomo cultural es el conjunto de roles de una persona, el átomo social es
el conjunto de personas, y el átomo social perceptual es la representación psicológica de
estos átomos sociales y culturales. Así comprendido, todo lo que dramatizamos co-
rresponde al átomo social perceptual de una persona.
A lo que nos referimos aquí, cuando hablamos
de dramatización del átomo social, es a la representación dramática del conjunto
de personas significativas que rodean al protagonista, sus redes vinculares. Se trata de su
átomo social perceptual, dado que lo que vamos a ver en el espacio dramático es la
vivencia que él tiene de su entorno social, mediante los roles que desempeña en relación
con éste.
La dramatización del átomo social es en general la de una imagen y es también un
instrumento importante de diagnóstico. Puede representarse como un mapa sociométrico en
acción, con el protagonista en el centro y sus seres significativos a diferentes distancias de él.
Me gusta más que el protagonista imagine libremente cómo es su entorno social y le
dé una forma y un escenario. Así, un protagonista puede imaginar su átomo social como un
día de campo donde los personajes están distribuidos en una ladera, y otro puede verlos a
todos desperdigados en un desierto. La mesa familiar es un escenario habitual para el átomo
social, aun cuando se use como una imagen y no una escena, donde se ubican juntos
personajes que en general no lo están. El lugar que ocupa cada uno alrededor de la mesa es
significativo.
A su vez los compañeros, que han ido representando los diferentes personajes,
no han sido elegidos al azar. Cada uno se ha identificado con algo de su personaje.
La familia grupal va a irse desarrollando en futuros trabajos dramáticos que ya
se esbozan en esta primera merienda simbólica, y cada uno va a hacer algo para
encontrar su lugar.
En el trabajo con familias, la imagen del átomo social puede ser construida entre
todos. Zerka Moreno describe un trabajo de este tipo, con una gran familia constituida por la
unión de dos núcleos familiares: el de una viuda, su hija y un hombre separado con cinco
hijos. Para comenzar a conocerlos, Zerka les pide que muestren en el espacio dramático
cómo se sentaron en la camioneta para llegar a la Clínica. Esta distribución de lugares se
84
convierte rápidamente en un sociograma en acción.21
4.4.8 Juegos dramáticos
Aquí hay un espacio negro porque estuve mucho tiempo pensando si iba a escribir algunos
de los juegos que me gusta dirigir, o no. Estuve luchando contra la idea de escribir mi
manera de dirigir la Tienda Mágica. Me dije que mejor no, que en cada libro de psicodrama
aparece, que este no es un libro centrado en lo técnico, que mejor no, pero no pude. Aquí
va:
El juego de la Tienda Mágica consiste en montar imaginariamente en el espacio
dramático una tienda en donde pueden comprarse todo tipo de cualidades humanas, cosas
que necesitamos para ser mejores, o más felices como personas. El montaje de la tienda
depende de la creatividad del psicodramatista, o de su capacidad para hacer que todo el
grupo vaya inventándola en acción. El vendedor puede ser el director de psicodrama o un
yo auxiliar, o uno o varios miembros del grupo ayudados por el director.
21
Time, Space, Reality, and the Family: Psychodrama With a Blended (Reconstituted) Family”, Zerka T.
Moreno, en Psychodrama, Inspiration and Technique, editado por Paul Holmes y Marcia Karp,
Routledge, 1991, Londres.
22
En especial me refiero a René Kaés, a quien tuvimos la suerte de ver trabajar con psicodrama aquí en
México, y a algunas cosas escritas por Anzieu e incluso a Pacho O’Donnel, quien parece seguir la misma
línea.
85
algo es necesario renunciar a otras cosas. Así, por ejemplo, si alguien quiere
comprar control para sus conductas agresivas, debe dejar en la tienda
frasquitos con la satisfacción de decirle al otro lo que se merece, el placer
de la descarga del impulso, etcétera. Si alguien quiere adquirir la capacidad
de vivir en pareja, tendrá que pagar a cambio independencia, tiempo para sí
mismo, o las renuncias que signifique para cada quien el vivir en pareja. Así
uno puede darse cuenta de que no se trata de algo imposible, o algo que a uno
le está negado, o no se le da, como dicen en México, sino que también hay en
juego una decisión responsable de renunciar a otras cosas.
3. A mi me gusta dirigir la Tienda Mágica de una manera en que combino el
juego y la dramatización. Voy a dar un ejemplo en que no dirigí yo.
Solamente ayudé. Dirigieron dos de los mejores psicodramatistas en
formación que hay en nuestra escuela: Rafael y Roberto.
Ejemplo:
Cecilia, una muchacha joven y muy bonita, se acerca a la tienda para comprar
liberación. Los vendedores la reciben muy amablemente y comienzan a buscar en los
numerosos estantes el producto. Roberto saca finalmente un frasquito y le dice que es
una fórmula mágica compuesta, que trae varios ingredientes, pero que por favor ella
los lea porque él “no trae los lentes”.
Cecilia va leyendo en voz alta las “sustancias” y Rafael le va ofreciendo un yo
auxiliar para cada una. Las sustancias son: amor por uno mismo, seguridad, humildad,
y muuucha despreocupación (tres yo auxiliares para representar la despreocupación).
En cambio de roles, cada ingrediente le da un mensaje a Cecilia:
Cuando está lista la fórmula, notamos que el frasco dice “agítese antes de usar”, así
que Rafael le da un toque de humor al momento, haciendo que Cecilia haga girar y
brincar a sus yo auxiliares.
Ya, en este momento, Cecilia ha adquirido cierto grado de insight sobre lo que
significa lograr la liberación que desea, pero avanzamos un paso más.
Los vendedores le dicen que para que se vaya tranquila le van a permitir probar la
fórmula. ¿En qué situaciones ella la necesita más? Cecilia contesta rápidamente que
en la relación con su familia. Ella se ha ido a vivir sola, pero no se ha liberado
realmente. Se fue con el pretexto de que consiguió trabajo en otra ciudad. Pero sigue
siendo la hijita; le siguen imponiendo las reglas de la familia aun a distancia. Y,
además, ahora quiere vivir con un compañero sin casarse y, para peor, con alguien muy
diferente del partido que sus padres esperan para ella.
Roberto la ayuda entonces a armar la escena de la familia, con el resto de los
compañeros del grupo. Está la mamá, el papá, la abuela, el hermano y muchísimos tíos
y primos. Es una fiesta familiar. La mamá y la abuela se abalanzan a recibirla con
86
frases tales como: “Al fin llegaste, eras la única que faltaba, ya pensamos que no
venías, ya ves lo que pasa por estar tan lejos. Estamos tan orgullosos de ti. No nos
vayas a fallar”. El padre mira la blusita muy moderna que trae Cecilia, con tajos que
descubren su cintura y le dice que está muy desabrigada y puede resfriarse. Cecilia
siente deseos de huir y dar algún pretexto para irse lo antes posible.
Roberto regresa a Cecilia al comienzo de la escena, construye una puerta con un
cojín y le dice que antes de pasar por esa puerta va a tomarse una dosis de la fórmula
mágica. Los yo auxiliares que representan los ingredientes, actúan ahora con su
espontaneidad y acompañan a Cecilia a entrar en la fiesta familiar. La animan,
intervienen cuando lo consideran necesario.
Cecilia entra lentamente, sonríe, y en cuanto la madre la abruma con su saludo, la
detiene y les dice a todos con naturalidad que no va poder venir a estas reuniones tan a
menudo como antes. Despacito, va comunicándoles que ha crecido y que se está
independizando y tomando sus propias decisiones.
Tampoco les dice todo de un golpe, como había pensado, porque se da cuenta de que
la liberación no puede darse de una vez para siempre. Se trata de crecer, no de hacer
una revolución. “Voy a tomar una pequeña dosis tres veces por día”, dice Cecilia.
Abraza a sus seres queridos con emoción y les dice que no por esto va a dejar de
quererlos.
Ahora Rafael se encarga de cobrar. La clienta parece satisfecha con el producto.
Vamos a ver con que va a pagar. Cecilia le ofrece dejar un frasquito de su “imagen de
perfección frente a la familia”. Podría regatearse más, pero ya Cecilia ha trabajado
mucho para hacer su compra, y Rafael le acepta el pago: “Trato hecho, gracias por su
compra, esperamos que regrese pronto.”
Otro juego que me gusta mucho es uno que describe Eva Leveton, y que ella
aprendió de Virginia Satir. Se llama “Seis personajes en busca de personalidad”. El
protagonista elige seis personajes de la fantasía, de los libros, de las películas, de la historia,
etcétera, tres femeninos y tres masculinos y sus compañeros los representan interactuando
en una fiesta. El protagonista se ve entonces reflejado en esa interacción.
El trabajo con personajes siempre me ha gustado mucho. Jaime y yo lo usamos con
algunas variaciones en el taller de psicodrama lúdico. Se nos ha hecho claro que el
personaje es una magnifica representación de un rol, o de un conjunto de roles, como la
máscara. Seis personajes, entonces, lógicamente van a representar una serie de roles,
probablemente en conflicto.
Así entendido el juego, en lugar de dejar libre la interacción, le pido al protagonista
que él les dé una tarea a resolver a los personajes. Algo importante de su vida, que tenga
que ver con su trabajo, sus relaciones o sus decisiones importantes por tomar.
Lógicamente, los personajes no resuelven la tarea, pero muestran claramente por
qué no ha podido resolverse.
Cuando dirijo este juego, hago en general un caldeamiento para que el grupo
recuerde los personajes que tuvieron influencia en su vida, por medio de los libros, las
películas, los periódicos, los cuentos de hadas, etcétera.
Otras veces incluyo este juego con otros en un campamento gitano, donde en un
carromato hay una tienda mágica, y en otro una gitana tiene una bola de cristal que, en vez
de adivinar el futuro, observa el mundo interior. En esta bola de cristal aparecen los
87
personajes.
En lugar de ser yo la que elija el lugar de reunión, dejo que el protagonista lo haga.
Así, en general, uno de los personajes es el anfitrión y recibe a los demás porque, por
ejemplo, se elige la selva del Rey León o la nave de Han Solo como lugar de reunión. El
protagonista presenta a sus personajes en inversión de roles de manera que los yo
auxiliares puedan representarlos usando su espontaneidad, pero según estos lineamientos.
Ejemplo:
23
Elena Noseda de Bustos, “Psicodrama con adolescentes”, en El psicodrama: aportes a una teoría de los
roles, Proyecto Cinae, Argentina, 1982.
88
En teatro y talleres de creatividad para escritores, puede utilizarse el teatro de la
espontaneidad para la composición de personajes y creación literaria, a la manera de
Pirandello.
4.4.10. Psicodrama interno
Role playing es otro de los términos conflictivos, muy utilizado, y muy mal definido en la
literatura del psicodrama. Ya vimos el concepto cuando hablamos de role taking, role
playing y role creating.
Sin embargo, se lo usa también para designar un recurso técnico: dramatizaciones
grupales centradas en un rol (rol del terapeuta, del maestro, del enfermero, etcétera), más que en
una persona. Se lo utiliza en psicodrama pedagógico, en capacitación y en el entrenamiento
profesional.
Es un recurso que se utiliza, según palabras de Moreno, “para tender un puente entre dos
protagonistas”. Pueden utilizarse todas las técnicas del psicodrama (doble, espejo, cambio
de roles, soliloquio, etcétera) con el fin de restituir el factor tele en la relación. Se despejan
los fantasmas transferenciales que puedan estar interfiriendo, e incluso pueden dramatizarse
las distintas versiones de los hechos que han provocado malentendidos.
Este recurso se usa cuando hay un conflicto entre dos o más personas en un grupo y
es también la base de la terapia psicodramática de familia y pareja. En capacitación es el
modelo psicodramático de lo que suele llamarse gestión de conflictos.
Ejemplo:
24
Cuando se integra la respiración al psicodrama interno, se parece mucho a la autohipnosis que describen
los eriksonianos. Esto lo descubrí sin querer, tratando de ayudar a una amiga embarazada en su trabajo de
parto. Tenía fuertes contracciones y ninguna dilatación: La iban a preparar para una cesárea. Como de todas
maneras tenía que esperar, le propuse trabajar con psicodrama interno. Lógicamente, no podía pararse para
hacer cambios de roles ni nada parecido. La respiración se integró sola, porque ella la usaba para controlar el
dolor, como se enseña en la preparación del parto psicoprofiláctico. De esta manera, la fantasía dirigida de
abrirle la puertita al bebé, integrada a la respiración, resultó tan efectiva que mi amiga se salvó del cuchillo.
El ginecólogo quedó convencido de que yo era una instructora de parto psicoprofiláctico y me mandó varias
pacientes. Años más tarde, leí la fundamentación de todo esto.
89
El conflicto se ha hecho evidente en el test sociométrico, en que ambas han tenido
una incongruencia. En el periodo de elaboración dramática del test, ambas están de
acuerdo en dramatizar la situación.
Comenzamos con las protagonistas frente a frente, sentadas en el espacio
dramático. Cada una le dice a la otra cómo se siente con respecto a ella, y qué reclamos
quiere hacerle.
Como el diálogo parece muy encerrado, pido a los compañeros que actúen como
dobles de las protagonistas. En esta ocasión dejo que sean los compañeros quienes tomen la
iniciativa del doblaje, dado que todo desencuentro dentro de un grupo los afecta a todos, y
todos seguramente pueden identificarse con parte de la situación.
Varios pasan como dobles. Agustín, como doble de Marta, dice: “Debo
protegerme; no debo permitir que haya demasiado acercamiento dentro del grupo, o voy
a resultar herida.”
Galatea, doblando a Violeta, dice: “Yo ya he sufrido tanto, que se me ha hecho un
callito.” Violeta llora sacudiendo la cabeza y agrega: “Eso he querido creer, pero no es
cierto, no tengo ningún callito. Las cosas me siguen doliendo. Marta me hace sentir que
he actuado mal por algo que no entiendo y que no tiene remedio”.
Mi única pregunta: “¿Como quién?” Nos lleva directamente a encontrar el
personaje que oscurece transferencialmente a Marta a los ojos de Violeta: “Como mi
mamá”.
Le pido a Violeta que nos lleve a alguna escena en que mamá la haya hecho sentir
culpable de algo que no sabe que es, y que no puede reparar.
Violeta nos lleva a una escena, n o muy lejana en el tiempo, en que ella está
pidiendo perdón a su mamá y su mamá le dice que nunca va a perdonarla. Están en la
casa. Violeta corre de un lado a otro detrás de su mamá, diciendo “por favor, por favor”.
Ninguna de las dos sabe qué es aquello tan grave que ha hecho Violeta para que la madre
no la perdone. En inversión de roles con la madre, Violeta dice: “No sé, no sé, siempre
está haciendo algo para molestarme y luego quiere arreglarlo pidiendo perdón. Como si
fuera tan fácil”.
Vuelta a su rol, pregunto a Violeta qué habrá hecho para enojar tanto a su mamá,
¿qué será lo imperdonable? Ella dice: “De que se fuera mi papá”. Su voz es la de una
niña pequeña. Sé entonces que va a llevarme a una escena infantil.
Estamos ahora en la casa de la infancia de Violeta, donde todavía vivían con su
papá. Es en la noche. Violeta tiene como cinco o seis años. Está mirando sus caricaturas
favoritas en la TV, cuando los gritos de los padres se hacen más fuertes que la música de
la TV, Violeta se acerca a la madre, y se agarra de su falda. El padre le dice “sólo por
ella me he quedado hasta ahora”. Besa a la niña, da un portazo y se va. La madre da un
empujón a Violeta y le dice “Mira lo que hiciste. Nunca te lo voy a perdonar”.
Hemos llegado a la escena nuclear conflictiva: Violeta se ha sentido responsable
de la unión y la separación de los padres. A partir de allí se ha sentido en deuda con la
madre. Las conductas irritativas de Violeta con la madre (y a veces también en el grupo)
son formas de reiterar su culpa y renovar el castigo de no ser perdonada.
En inversión de roles con la madre y el padre, Violeta hace el saneamiento de
roles. Desde allí puede decirse a sí misma que ella no fue la responsable de la separación
de los padres. El padre tiene reiterados episodios de alcoholismo, que no puede controlar.
La madre se siente abrumada por la situación: no aguanta las consecuencias del alcohol
en su casa, pero es muy fuerte su amor por el padre, y va a necesitar que sea él quien se
90
vaya, para admitir separarse. Aun así, necesita responsabilizar a Violeta, porque es
macho el dolor que siente, y mucho lo ha querido.
Ambos piden perdón a Violeta, y luego ella puede quedarse con lo mejor que le
ha dado cada uno: la fuerza de la madre y el cariño del padre. Esto último es
representado por un momento en que el padre le canta una canción de cuna, que todo el
grupo acompaña.
Marta está muy conmovida, pero falta aún ver su parte en el desencuentro.
Sabemos que Violeta ha tenido con ella algunas de estas interacciones irritativas que a
veces la sacan de sus casillas, pero no la molestan tanto. Al contrario, siente afecto por
ella, y no entiende por qué se mantiene tan alejada.
Se despliegan aquí las escenas de la vida de Marta:
una escena de un grupo de estudios en que las relaciones afectivas eran tan
intensas, que ella elige mantenerse afuera hasta que abandona el grupo
una escena de conflicto muy enloquecedora en su familia en la que ella
decide “no involucrarse” para poder mantener algún contacto.
91
Ramírez T, José Agustín. (1998). Técnicas Psicodramáticas. En su: Psicodrama. Teoría y
Práctica. México: IVEC. pp. 133-171.
CAPÍTULO 5
TÉCNICAS PSICODRAMÁTICAS
A) INTRODUCCIÓN
I. Definición
92
director y a la situación emocional y problemática del protagonista y del grupo.
III. Comentarios
Expondremos en este capítulo las principales técnicas que pueden usarse en las tres
fases que estructurar una sesión psicodramática, a saber: el calentamiento, la acción y la
participación. Pero antes reproduciremos algunas reglas básicas que regular la acción
psicodramática expuestas breve y claramente por Zerka T. Moreno.
B) REGLAS
3. El director acepta como verdad la versión subjetiva del protagonista sin hacer
comentario o pregunta alguna que ponga en tela de juicio lo que el protagonista dice. En
psicodrama, la actuación está antes que la modificación, aunque se trate de una ilusión o
sueño fantástico. El protagonista podrá hacer cambios después de tener la satisfacción de
objetivizar y completar su presentación.
10. En psicodrama no se admite ninguna interpretación sin acción previa. El valor del
95
psicodrama radica en que la percepción objetiva de una situación conflictiva —el insight—
viene de la integración personal de sus pensamientos y sentimientos. Una interpretación
teórica verbal se queda sólo en la cabeza y puede contribuir a reforzar las defensas del
sujeto, porque no le viene del interior y de su confrontación a la situación conflictiva por
medio de la actuación dramática.
13. Nunca debe dejarse al protagonista con la impresión de que él es el único que
tiene el problema presentado. Ya se dijo en un capítulo anterior que en la selección del
protagonista y del problema que se va a actuar, el director debe buscar siempre que el
problema tenga resonancia en el grupo, ya que los asistentes son coterapeutas y copacientes
a la vez. Además, en la tercera parte del psicodrama —la participación—, cuando el grupo
expone sus vivencias personales en relación con el problema presentado, el director debe
cuidar que no hagan moralizaciones ni análisis teóricos, ni den consejos que las más de las
veces resultan superfluos. “Si el protagonista hubiera hecho o no tal o cual cosa, no abría
problema”, esto es una suposición que suena como acusación al protagonista y no le sirve
de nada. Al finalizar la sesión, el director debe poner empeño en reintegrar al protagonista
como uno de los miembros del grupo y establecer mayor cohesión entre ellos mediante la
comprensión, empatía, amor e identificación vivencial.
14. El director procurará inducir al protagonista a que tome el papel de las personas
con quienes tiene dificultades en su vida cotidiana a fin de que explore y sienta en carne
propia lo que ellos sienten por él. El cambio de roles es tal vez una de las mayores
invenciones de Moreno. Difícilmente podrá el protagonista corregir su percepción
desenfocada de los otros y las distorsiones con que proyecta sus problemas sobre ellos si no
ve, oye y siente como los otros, poniéndose en su lugar.
C) TÉCNICAS PSICODRAMÁTICAS
Ya dije antes que las técnicas que se usen en psicodrama deben corresponder a la
naturaleza activa, corporal, dramática y espontánea de este método. Hay más de 300
técnicas que psicodramatistas certificados usan en sus sesiones según su personalidad y los
grupos con quienes trabajan. Muchas se tomaron directamente de Moreno; otras se han
adaptado de diversas orientaciones, especialmente de la psicología humanista, de la
bioenergética y del movimiento de crecimiento personal. Yo las agruparé en tres secciones
según la aplicación que suelo hacer de ellas al principio de la sesión o calentamiento, en la
acción y en la terminación o participación. Con todo, no hay nada que impida que se usen
en distintas etapas de la sesión si el director juzga que pueden ser útiles para involucrar más
al protagonista y al grupo, o para enfrentarse a una situación inesperada que surja en la
misma sesión o dentro del grupo. En todo caso, hay que tener en cuenta la naturaleza y
dinámica particular del psicodrama como se expuso en capítulos anteriores y como suscinta
y claramente expuso Zerka Moreno en las reglas que acabamos de transcribir.
1 ) PRESENTACIÓN DE SÍ MISMOS
El director invitará a todos y cada uno a presentarse, dando su nombre, diciendo algo de
lo que hacen o piensan y de los problemas que quisieran tratar en la sesión. Si el grupo es
reservado o lento en iniciar esta presentación, el director empezará a presentarse a sí
mismo y decir cómo se siente al iniciar la sesión con este grupo en particular. Su
presentación será como un modelo de lo que espera del grupo. Si al hablar y presentarse
permanece sentado o habla demasiado, su presentación influirá negativamente en el
grupo modelando una sesión larga, intelectual y tediosa por su verborrea. Así que él
97
mismo sacudirá su apatía poniéndose de pie, saludando y relacionándose con los
miembros del grupo con la mayor espontaneidad posible. El doctor Moreno, desde la
década de los treinta, solía saludar de mano a todos los asistentes y establecer con cada
uno una relación personal y visual, lo que entonces era un anatema por los cánones
pasivos y de distanciamiento de los métodos terapéuticos de esos años. Con esto intuía
Moreno lo que cada uno sentía hacia él o esperaba o temía de la sesión: admiración,
miedo, desconfianza, etc. Moreno usaba también esta técnica como un test
sociométrico, observando quiénes se sentaban voluntariamente junto a él y quiénes se
mantenían lo más alejado posible; igualmente, quienes iniciaban la presentación
personal y quiénes esperaban hasta el último momento o no lo hacían. De a.m. podía
inferir quiénes estaban dispuestos a colaborar con él por razón de su arrojo y
espontaneidad.
Si el director posee entrenamiento en bioenergética, podrá ir viendo también cuál
es la problemática de cada uno por su manera de ponerse de pie, de andar y de hablar,
observando dónde están las tensiones y la armadura corporal de los que se presentan,
según las teorías de W. Reich y A. Lowen.
PRESENTACIÓN NO VERBAL
Si el director observa que el grupo es pasivo y que se anda por las ramas con
largas presentaciones verbales, podrá pedirles que cada uno se presente expresando el
sentimiento que tiene en ese momento de una manera no verbal: por medio de
pantomima, gestos, sonidos y cualquier otra forma corporal que se le ocurra. Así irá
conociendo la rigidez o la espontaneidad del grupo.
Aquí se pide a cada uno que piense en un familiar o amigo que le conozca bien y
que se presente como lo haría ese familiar o amigo: andando, hablando y usando
manerismos de la persona representada. Esta técnica se usa también para preparar egos
auxiliares y facilitarles el tomar el papel de otros empezando por aquellos que les son
más conocidos. El grupo podrá hacerle al tal “familiar o amigo” preguntas acerca del
presentado, de la relación que tiene con él y de qué cosas le gustan o disgustan de su
persona. El director notará quién es la persona elegida para esta presentación y
empezará definiendo a las personas importantes del átomo social de cada una.
Aquí también se pide a los miembros del grupo que piensen en alguna persona
que les quiera mal o les tenga antipatía y que se presenten a sí mismos como lo haría esa
persona. Después de la presentación, que bien se puede suponer será negativa y hostil, el
grupo le podar preguntar por qué no quiere a la persona que ha presentado y qué ha hecho
para que le tenga tal aversión. Esta técnica tiene varias finalidades. Ayuda al protagonista,
98
al director y al grupo a darse mejor cuenta de las personas con quienes el sujeto tiene
problemas, y a éste a ponerse en el lugar de otros y ver su punto de vista y las razones
por las que existe una mala relación entre ambos. Cada una de estas presentaciones
incluye la técnica de cambio de roles que se expondrá en la sección de la “Acción” y
que es de mucha efectividad y de aplicación universal.
Se pide al grupo que se ponga de pie y que cada uno vaya diciendo su nombre o
sobrenombre con el tono de voz que usa una persona que los quiere bien o que les tiene
mala voluntad. El grupo repite a coro la expresión con el tono de voz y ademanes que
usa el que se presenta. El director notará quiénes no pueden expresar amor o aversión ni
aun tomando el papel de otra persona. Además de relajar el ambiente del grupo, esta
técnica ayuda a darse cuenta de los problemas por los que pasa o ha pasado el futuro
protagonista y lo que sienten por él personas de su átomo social. Esta es también una
técnica para preparar dobles y egos auxiliares.
6) SOCIOGRAMA EN ACCIÓN
Se pide al grupo que se ponga de pie si ha estado sentado. (Nótese de paso que en
psicodrama hay que movilizar al grupo constantemente, sobre todo si es un taller de
muchas horas, evitando que permanezcan sentados por largo tiempo). Luego se les pide
que cada uno ponga la mano derecha sobre el hombro de la persona del grupo que más
conozcan. Tienen que escoger sólo a una persona, pero varios miembros del grupo pueden
poner su mano sobre la misma persona. El director notará quién o quiénes son los mejor
conocidos; asimismo, podrá ver si hay un solo grupo o muchos subgrupos, porque su
siguiente tarea será integrar todos los subgrupos en un solo grupo. Cada quien habla de las
cualidades y de lo que sabe de la persona sobre la cual puso su mano derecha. Otras
variantes de esta técnica consisten en fijar diversos criterios para hacer la elección, por
ejemplo, que pongan la mano sobre la persona que más quieran, que más admiren o que
más deseen conocer, y ver los distintos sociogramas y “estrellas” que resultan de cada
criterio o base de elección.
Esta técnica se usa mucho con niños y personas de formación muy intelectual y
rígida que sólo saben expresarse con palabras. Se les da a todos una caja de crayolas de
diversos colores y hojas de papel sin rayas, y se les pide hagan un dibujo abstracto que
exprese quiénes son y cómo se sienten. Cuando hayan terminado se ponen todos los
dibujos en el suelo para ser inspeccionados por el grupo. Cada uno va escogiendo el
dibujo que más le impresione y que tenga mayor resonancia para él; sobre ese dibujo pone
el pie derecho. Nadie debe escoger el dibujo propio. Se formarán varios sociogramas con
mayor o menor votación por cada dibujo. Cada uno va tomando el dibujo que escogió y
dice la impresión que le ha causado sin hacer ningún análisis ni del dibujo ni de la
personalidad de su autor. Aquí se verá la sensibilidad que tiene cada uno y el director
verá quiénes pueden servir más adecuadamente de dobles. Cuando hayan terminado todos
esta fase del ejercicio, cada cual recoge su dibujo, lo muestra a todo el grupo y comunica
los sentimientos propios que quiso expresar. El oír antes a los demás expresar diversos
sentimientos por su dibujo, le ayudará a tomar mayor conciencia de lo que sentía cuando
hacia su obra.
Otra variante de la presentación por dibujos es la siguiente: Cada uno hace un
dibujo que exprese algo de lo que él es o que lo represente simbólicamente, y sobre él
escribe, con los colores que quiera tres o cinco cualidades que le enorgullecen y uno o
dos defectos que le disgustan. Las cualidades quedan marcadas con una cruz como señal
de algo positivo. Luego circulan todos por el salón con su dibujo al frente, presentándose
en silencio a los compañeros. De esta forma cada uno va tomando conciencia de lo que
es, de sus buenas cualidades y de algunos defectos sobre los que puede trabajar durante la
sesión.
9) ESCULTURAS
Otra forma consiste en que cada uno, valiéndose de los miembros del grupo,
haga una representación gráfica de su familia poniéndolos en la postura
ordinaria en que él los ve y dando a cada uno una frase que exprese lo que cada
uno de su familia siente por el sujeto. Como puede suponerse, esta forma nos
indica ya la problemática de cada uno, además de promover la espontaneidad y
cooperación de todos.
10) DANZAS
11) CANTOS
b) También podrá el director sugerir que todos pataleen fuertemente para energetizar los
pies y las piernas, tanto individualmente como en pares que se mudan constantemente, de
tal manera que todos se relacionen entre sí. En el ejercicio de pares se podrá dar además la
instrucción de que cuando brinquen o griten al unísono, mantengan el contacto visual
entre sí.
c) Asimismo, se podrán dar otros ejercicios que promuevan una respiración más
profunda y la relajación de las tensiones de la garganta, como gritar fuertemente lo que
siente cada quien. Con este ejercicio se facilita la expresión de la agresividad y de otros
sentimientos.
Se pide al grupo que cada uno piense en algún personaje histórico o ficticio como
Sócrates, Napoleón, El Cid, Don Quijote, etc., o en alguna persona ideal que haya
conocido durante su vida, y que después de identificarse mentalmente con tal personaje
pase al escenario a presentarlo como si él mismo fuera tal persona. El grupo puede
hacerle preguntas adecuadas, como si realmente él fuera el personaje representado,
preguntándole qué piensa hacer ahora y cómo piensa lograrlo. Asimismo, le pueden
preguntar que piensa de “X” (el sujeto que hace la representación) qué tanto lo admira y
qué cree él que el tal sujeto puede hacer en la vida imitándolo. Aquí mostrará cada uno
los ideales que tiene y cómo piensa realizarlos en la vida.
Esta es una técnica que el mismo Moreno usaba con frecuencia con los niños de
Viena hacia 1911. Se pide al grupo que diga qué fábula les interesa más, sobre todo
tratándose de niños, o qué novela o película les ha impresionado más. De las mencionadas
se elige una para actuarla libremente. El que ha escogido la historieta, novela o fume,
hace de director y productor escogiendo a quienes han de representar cada papel y
modificando este a su gusto. En un taller, con estudiantes de teología de un seminario
luterano, usé con mucho provecho esta técnica preguntando cuál era el pasaje de la Biblia
que más recordaban. Acto seguido se actuaron con mucha espontaneidad y actualidad de
lenguaje y expresiones algunos de los mencionados, entre ellos la parábola del Hijo
Pródigo y la promulgación de los Mandamientos en el Sinaí. Cada pasaje tenía relación con
algún problema personal o institucional del grupo.
3) TIENDA MÁGICA
El director anuncia que va a abrir una tienda mágica que pondrá al servicio del
grupo por una o dos horas. En ella se podrán obtener cosas que no se venden en ninguna
otra tienda, por ejemplo: paz, seguridad interior, éxito en el amor, admiración, etc. Estas
cosas no se compran con dinero, sino por medio del trueque. Se obtiene la cosa deseada
dando a cambio algo personal y comprometiéndose a hacer algo en particular. El director
elegirá a un miembro del grupo que conozca la técnica para que haga de propietario y
vendedor, o él mismo tomara este papel la primera vez, y luego dejará que otros sean los
vendedores. El vendedor invita a los miembros del grupo que pasen a la tienda
exponiéndoles las cosas maravillosas que pueden obtener ahí y que no se ofrecen en
ninguna otra tienda. Si el comprador pide éxito en la escuela o en su profesión, el
vendedor le asegura que sí tiene ese precioso objeto, pero necesita saber que le puede
ofrecer de su parte, como horas de trabajo, estudio, etc. El grupo asesora al vendedor
respecto de si el precio ofrecido es adecuado o si la persona podría hacer u ofrecer algo
más a trueque del éxito que quiere. Al convenirse el trueque, el vendedor pide a su
asistente que traiga de la trastienda ese precioso objeto, lo envuelva bien a gusto del
comprador y se lo entregue dándole la garantía de que tendrá el éxito que desea, siempre
104
que él cumpla su parte del contrato. Otros, en una especie de participación, comentan al
feliz comprador si ellos tienen tal objeto y cómo lo consiguieron. Es obvio que en esta
especie de juego cada miembro del grupo expone lo que le falta y que quisiera obtener en
psicodrama y el grupo juzga si está usando los medios adecuados. El análisis transaccional
tomó también esta técnica del psicodrama.
4) MONODRAMA
Aquí el director pide al grupo que si alguno tiene un problema, pase al escenario a
representarlo tomando el mismo todos los papeles de la situación interpersonal
conflictiva, primero tal como la percibe o es en realidad, y después como él quisiera que
fuese. El grupo termina esta presentación con la participación del conflicto que tiene cada
uno semejante al presentado. El director tomará como protagonista al que hizo la
representación o a aquél que aparece más involucrado en el problema al hacer su
participación, lo pasa al escenario y empieza una acción o actuación psicodramática
dirigida más extensa y profunda.
5) TÍTERES
Con niños se pueden usar títeres o muñecos con figuras de papá, mamá, niños o
animales. El director les deja escoger el muñeco que quieran y que actúen y dialoguen
unos con los otros como si fueran la figura escogida. También pueden organizar una
función más completa utilizando todas las figuras y dialogando y actuando coma si fueron
dichas figuras.
6) REPRESENTACIÓN DE ANIMALES
Esta es una técnica muy eficaz que sirve para calentar a todos como posibles
protagonistas y para entrenar al grupo entero como dobles. El director anuncia que se van
a formar subgrupos de cuatro o cinco personas seleccionadas sociométricamente para
hablar de cosas personales con aquellos a quienes se les tenga más confianza. La selección
sociométrica puede hacerse en cadena o por deliberación común. En la selección por
cadena, A escoge a B, B escoge a C, C a D y D a E; en la selección por deliberación
común, A elige a B, A y B eligen a C, A B y C eligen a D y todos a E. Una vez formados
105
los grupos, cada uno de los componentes hablará de un problema personal que quiera
comunicar a los otros compañeros; éstos escucharán con empatía sin hacer comentarios,
preguntas, análisis ni interpretaciones, y después harán de dobles, esto es, repetirán como
si fueron el protagonista lo que han captado, enfatizando las partes ambiguas. Después que
todos hayan hablado como dobles, el protagonista puede repetir la exposición de su
problema sirviéndose de los puntos aclarados por los dobles, o bien se puede ceder la
palabra a otra persona. Después de una nueva exposición del mismo protagonista o de los
otros miembros del subgrupo, los de más hablaran como dobles en primera persona como
se ha dicho. El director iré de grupo en grupo a fin de que se observen las indicaciones
dadas y para irse enterando de los problemas presentados.
Cuando todos hayan hablado como protagonistas y todos hayan hecho de dobles
de cada protagonista, el subgrupo elige y exhorta a uno de ellos que se ofrezca a
presentarse como protagonista delante de todo el grupo para tratar con mayor profundidad
el problema o problemas que ha mencionado. De cada subgrupo saldrá un protagonista, y la
siguiente tarea del director será la selección del que esté mejor preparado y cuyo problema
tenga mayor eco en el grupo general. Para esto pondrá a los protagonistas seleccionados
en el centro del grupo general y les pedirá expliquen por qué fueron elegidos por su
subgrupo. Después el director, el grupo, o ambos escogen a quien va a ser protagonista de
la actuación psicodramática o el orden en que se trabajará con cada uno si se trata de un
taller de 10 horas. Acto seguido el director iniciará la acción psicodramática delante de
todo el grupo con el protagonista seleccionado. Esta técnica es una verdadera terapia de
grupos pequeños en que todos son pacientes y todos son dobles o terapeutas rogerianos, y
es de suma eficacia para preparar a todos tanto como protagonistas como coterapeutas.
106
a) Actuación de situaciones bochornosas
b) Escenificaciones positivas
Con grupos de poca estima personal como son los grupos de alcohólicos y
prisioneros, empiezo la serie de sesiones con algo que les sirva de satisfacción personal
por lo que han hecho a lo largo de su vida, ya sea en su familia, en su trabajo y aun en el
deporte. Hay que recordar que el psicodrama no sólo sirve para resolver, problemas, sino
también para aumentar la estima personal. Al principio de una sesión con alcohólicos,
cuando hacen su presentación y empiezan a repetir las confesiones que han hecho en
sesiones de Alcohólicos Anónimos, los detengo y les digo en lenguaje apropiado al
grupo que por el momento no quiero oír deficiencias ni fallas, sino cosas positivas que
han hecho y que les den satisfacción al sólo recordarlas. Después de momentos de
aparente amnesia en que no recuerdan nada positivo, empiezan a hablar con emoción y
ternura de cuando jugaban con sus hijos pequeños a quienes abandonaron hace 10, 15 ó
20 años. Otros suelen hablar con orgullo del trabajo que tenían y de la posición que
ocupaban antes de caer en el hoyo del alcoholismo; otros más mencionan incidentes de
satisfacción como futbolistas, tiradores de armas de fuego o beisbolistas. No faltan
incidentes en que con su intervención salvaron de apuros a otros amigos o trataron de
retirar a alcohólicos tirados a mitad de la calle para que no fueran atropellados por un
coche. Después de la presentación oral se hacen dramatizaciones con la ayuda de otros
egos auxiliares o con la técnica del monodrama. En Chicago solía trabajar también con
jóvenes a prueba en una de las peores correccionales. Después de un calentamiento
ruidoso y caótico solía presentar escenas de lealtad a toda costa por otros compañeros
de fechorías, y de interés profundo por ayudar a salir de situaciones difíciles a los
amigos, así como por estimularlos a trabajar o continuar su educación escolar. Quiero
107
recordar que así como los componentes del grupo son coterapeutas y copacientes,
también el director debe tomar parte en la tarea propuesta hablando también de sí
mismo como cualquier otro, o sirviendo de ego auxiliar cuando así lo solicita el grupo
en escenas estructuradas. En estas escenificaciones se comprueba una vez más la
eficacia y dinámica de la actuación psicodramática, porque con la acción los episodios
resultan más reales, más emotivos y con una riqueza de información y matices
personales que no aparecieron en la relación oral. Después de estas escenificaciones de
algo positivo, de satisfacción personal y de aceptación grupal, los miembros del grupo
están ya dispuestos a adentrarse en cosas más dolorosas y en situaciones conflictivas en
las que no saben qué hacer.
2) ACTUACIÓN DE FANTASÍAS
Estoy enumerando técnicas que sirven de mayor calentamiento personal y grupal y que al
mismo tiempo son ya de por sí una acción dramática ligera. Éstas funcionan en grupos de
niños y adultos que no saben hablar de problemas o que se resisten a actuarlos. Las
fantasías y los sueños actuados ayudan al grupo a tomar conciencia de aspectos oscuros o
inconscientes de su personalidad. La imaginación es una lámpara que puede iluminar los
recovecos del interior aun en los pacientes mentales. La técnica de las fantasías es ya de
por sí un método valioso para explorar el inconsciente siguiendo las pautas de Roberto
Assagioli, pero su eficacia aumenta muchísimo cuando se actúan psicodramáticamente.
Unas fantasías son libres y espontáneas y otras son dirigidas.
a) Fantasías libres
El director da una breve explicación de los sueños, las ilusiones y las fantasías, y
cómo éstas pueden ser útiles para conocernos, aclarar nuestros problemas y hasta para
saber cómo resolverlos según la teoría de Carl Jung. Luego pregunta si han tenido la
fantasía de ser algún animal, algún personaje histórico o algo muy especial. Les pide
respiren profundamente y traten de concentrarse en esas fantasías olvidándose de todo lo
demás. Después cada uno va contando su fantasía mientras los demás oyen con respeto y
atención. Es útil que el director participe en este ejercicio como todos los demás y hable
también de sus propias fantasías. Con esta participación común el grupo se integra más y
se prepara para tomar los roles necesarios en la dramatización. El director distinguirá
quien es el que participa más activamente y quien parece estar más involucrado en su
fantasía para escoger a quien habrá de iniciar la dramatización. También el grupo puede
escoger por cual fantasía se empezará la acción. La persona escogida pasará al escenario
como productor y director de la dramatización escogiendo a las personas que han de
representar cada papel. Si alguno no actúa como él ha pensado o fantaseado, le ayuda
tomando momentáneamente ese papel, y con esto se irá involucrando más y más en su
creación imaginaria. Al terminar, el productor hará un soliloquio expresando los
sentimientos que tan imaginación le ha producido. Otros podrán añadir sus propias
reacciones personales al presenciar la actuación. Si de este ejercicio resulta un
protagonista, el director proseguirá la sesión con un psicodrama más completo; si no, se
seguirá el ejercicio representando otras fantasías. Al ver la fantasía actuada, casi todos los
productores se dan cuenta que esas fantasías dicen algo de su persona y de sus problemas
108
o ideales.
b) Alucinaciones, ilusiones y obsesiones de pacientes mentales
Muchos psiquiatras utilizan fármacos para cortar esas fantasías obsesivas cerrándose la
puerta y el camino que los conduciría a la raíz del problema del paciente. Moreno
reconocía con Jung que esas alucinaciones pueden conducirnos a la raíz del problema y
asimismo darnos una idea de por dónde está la solución si se actúa psicodramáticamente.
Con la actuación de las alucinaciones, éstas se desvanecen en lugar de reforzarse como
temen los que no han visto los efectos del psicodrama, y los pacientes se dan cuenta más
directamente de sus problemas, deseos o ideales religiosos, sociales y personales.
c) Fantasías dirigidas
Los sueños que se repitan con regularidad aunque con variedad de matices se
trabajan de la siguiente manera en psicodrama: El director pregunta quién ha tenido
recientemente sueños que de alguna manera se repiten constantemente. Si alguno
responde afirmativamente, el director le pide pase al escenario y empiece a hacer un
soliloquio de los sentimientos, pensamientos y preocupaciones que tenía antes de
dormir; luego le pide que dramatice las cosas que hizo antes de acostarse: cambiarse
de ropa, lavarse los dientes, ir al baño y tal vez leer en la cama. El protagonista se
recuesta y se acomoda para dormir como lo hace ordinariamente, dándose vuelta o
cayendo como un tronco sobre la cama. Se acerca el director y, poniendo ligeramente
su mano sobre la cabeza del protagonista, le pide respire profundamente y trate de
recordar todas las partes del sueño del principio al fin y que le de una señal moviendo
los dedos cuando ya tenga presente todo el sueño o las partes que recuerda. Lo pone
de pie y exhorta a todo el grupo a que en cuanto el protagonista vaya enumerando las
partes del sueño, ellos lo vayan actuando como figuras mudas de ballet. Si hay
diálogos, los repiten tal como lo va haciendo el protagonista. Éste va viendo la
objetivización de su propio sueño hasta llegar al punto culminante que le hizo
despertar. Después le pide que regrese a la cama, respire y trate de reconstruir el
110
sueño añadiendo aquellas partes que quiera y quitando las partes que le atemoricen.
Cuando tenga la reconstrucción del sueño a su gusto se lo indica al director; éste lo
levanta y se hace la dramatización —con la ayuda del grupo como egos auxiliares— de
todo el sueño reconstruido a su gusto. Después se pide al protagonista que ve a cuáles
son las diferencias del primer sueño que le atemorizaba y del segundo que él mismo ha
reconstruido. En esta discusión se ve claramente cuáles son sus aspectos o las
situaciones que le atemorizan y cuál es la ruta a tomar para solucionar esa dificultad.
Si se trata de sueños placenteros que han dejado al protagonista con
sentimientos de satisfacción y gozo, también se pueden dramatizar como en los sueños
de pesadilla. Aun entonces se puede hacer una reconstrucción que de al protagonista
mayor satisfacción todavía. Recuérdese que el psicodrama sirve tanto para la solución
de problemas como para incrementar y reforzar las actitudes y sentimientos
satisfactorios.
4) PROYECCIONES IMAGINARIAS
111
5 ) LA SILLA VACÍA
6) CAMBIO DE ROLES
113
7 ) TÉCNICA DEL ESPEJO
8) MODELACIÓN DE RESPUESTAS
Esta técnica se usa cuando el protagonista ha tomado una decisión apresuradamente sin
ver ni evaluar otras alternativas. Consiste en pedir al grupo que tomen el lugar del
protagonista en el escenario y se enfrenten a la situación conflictiva como si fueran el
protagonista, pero pensando y sopesando la situación bajo su punto de vista personal. El
protagonista observa la actuación de distintos egos auxiliares que toman su lugar y
presentan diversas soluciones o alternativas; luego repite la escena tomando de las
presentaciones ofrecidas por los egos auxiliares lo que más le convenga, o repitiendo su
primera presentación, pero con más seguridad y convicción personal. En psicodrama, ni el
director ni los miembros del grupo tratan de adoctrinar ni inducir al protagonista a seguir
un camino determinado. Simplemente se le ayuda a ver su posición objetivamente y
también a ver con calma los distintos atajos y caminos a seguir, pero se le deja en
absoluta libertad de seguir el camino que más le agrade.
114
9) EL SOLILOQUIO
10) APARTES
Son frases breves con que el protagonista expresa lo que realmente siente,
interrumpiendo un diálogo convencional que tiene con otra persona ausente representada
por un ego auxiliar. Se le indica al protagonista que al expresarse así voltee a un lado la
cabeza para que el director y el grupo sigan el diálogo y comprendan lo que el
protagonista realmente piensa —muchas veces distinto de lo que dice en el diálogo—
respecto a la persona de su átomo social con quien está encarándose con ayuda del doble
y del ego auxiliar. Guiado por estas revelaciones íntimas del protagonista, el director podrá
cortar diálogos de hojarasca y convencionalismos insulsos y guiar al protagonista hasta el
fondo del problema y de lo que realmente siente y piensa.
115
11) PROYECCIÓN DEL FUTURO
Moreno había dirigido algunas sesiones con pacientes en estado hipnótico, como se
puede ver en su literatura de los años 50. Pero las sesiones eran lentas, como cuando se está
dirigiendo un psicodrama en lengua extraña donde el director depende siempre de la
intervención de un intérprete. Durante mi estancia como instructor y terapeuta en el
Hospital Chicago Read del Departamento de Salud Mental del Estado de Illinois, decidí
experimentar los efectos del psicodrama c o n un paciente hipnotizado. En una primera
sesión, un psicólogo experto en hipnosis puso al paciente mental en estado hipnótico y
luego le dio la sugerencia de que trabajaría en psicodrama conmigo (ya me conocía). La
sesión se llevó a cabo como si el paciente no estuviera hipnotizado, mostraba más
espontaneidad en las escenas presentadas, pero no admitía dobles ni egos auxiliares ni sabía
a que se referían otros pacientes cuando en la participación éstos manifestaban que habían
estado en situaciones parecidas.
Esta dificultad se desvaneció en otra sesión con una trabajadora social que estaba en
entrenamiento conmigo. Después de hipnotizarla, el inductor le dio la sugerencia no sólo
de que yo trabajaría con ella en psicodrama como estaba acostumbrada, sino que también
los asistentes tomarían el papel de dobles y egos auxiliares cuando fuera conveniente.
Asimismo le dio la sugerencia de que al finalizar la sesión se acordaría de todo lo actuado
cuando los asistentes hablaran también de sus problemas. Durante la sesión, que fue
prolongada con varias escenas desde la infancia hasta el presente, la protagonista hablaba y
actuaba como si no estuviera hipnotizada, pero con mayor libertad, menos inhibición y
aceptando más abiertamente su transferencia hacia mí. La sesión fue grabada con permiso
de la protagonista y quedó en video-tape como un recurso más al servicio del personal del
hospital.
El doctor Ira Greenberg se ha especializado en sesiones psicodramáticas con hipnosis
del protagonista y del director y hasta en hipnosis grupal. Naturalmente, para esto tiene que
depender de la ayuda de un asistente experto en inducción hipnótica. En mi corta
experiencia hay mayor espontaneidad y creatividad en la sesión, pero parece que la toma de
conciencia de lo actuado es menor en el protagonista.
Hay otras muchas variedades de las técnicas expuestas que sería prolijo enumerar o
detallar. Un buen director de psicodrama debe estar siempre dispuesto a aprender de los
demás, manteniéndose en contacto con otros profesionales en conferencias y congresos
nacionales e internacionales para adoptar y adaptar otras técnicas dentro de las líneas
estructurales y dinámicas del psicodrama. Muchas de las técnicas básicas del movimiento de
crecimiento personal y de la psicología humanista se inspiraron en un principio en las
invenciones e innovaciones del doctor Moreno, pero después fueron desarrolladas más por
la creatividad de los grandes iniciadores de la psicología humanista como William Schutz.
117
Los psicodramatistas pueden retomar esas mismas técnicas y volverlas al cauce original de
Moreno, poniéndolas dentro del cuadro dinámico del psicodrama.
En el órgano oficial de la Sociedad Americana de Terapia de Grupo y Psicodrama
—Journal of Group Psychotherapy, Psycodrama and Sociometry— el lector encontrará
descritas otras técnicas nuevas o modificaciones a las ya expuestas. Asimismo, podrá leer
descripciones de sesiones con distintos temas, por ejemplo, psicodrama del nacimiento de
un niño con una madre temerosa; psicodramas de matrimonio, divorcio y muerte;
psicodramas de intento de suicidio, homicidio y juicio de Dios después de la muerte con
pacientes zarandeados por estos problemas. En números antiguos, cuando Moreno trabajaba
con pacientes mentales, aparecen también psicodramas o actuaciones de alucinaciones,
obsesiones e ideas fantásticas de pacientes mentales, lo mismo que de “exit psychodrama”,
donde el paciente se prepara para salir de una institución mental y enfrentarse de nuevo con
la realidad del mundo actual. Sería largo enumerar todos los temas, porque estos los dan los
pacientes o protagonistas con quienes se trabaja.
1) PARTICIPACIÓN VERBAL
Las personas del grupo que no tienen experiencias personales que se asemejen a
las del protagonista, pueden acercarse a él y expresarle con abrazos y hasta con besos
su comprensión y empatía.
119
CANTOS Y ABRAZOS
REFLEXIONES:
a) niños de 7 a 12 años;
b) adolescentes de 14 a 17 años;
c) jóvenes de 18 a 23 años;
d) adultos de 30 a 40 años;
e) profesionistas tales como maestros,
EJERCICIOS
1. Al principio de una sesión se puede pedir a dos o tres miembros del grupo que
coloquen a todos los asistentes como para tomarles una fotografía, pero
120
acomodándolos de acuerdo a la percepción que tienen de cada uno de ellos: ¿qué tan
lejos o separados unos de otros?, ¿quién junto a quien?, ¿quién adelante y quién
atrás?, ¿en qué postura?, ¿con qué expresión en la cara? Este ejercicio se puede
repetir al final de la sesión y observar cómo cambio o se conservó la impresión que
se tenía de cada uno de los asistentes, donde quedó el protagonista en relación a
todo el grupo, si se integraron los miembros del grupo o algún individuo quedó
aislado, etc.
El calentamiento ayuda a movilizar el cuerpo, a relacionar unas personas con
otras, a promover un ambiente de cooperación y confianza y a afinar la percepción
que se tiene de sí mismo y de los demás. Al final da mayor retroalimentación de
nuestra percepción, ayuda a constatar los cambios que hubo en la sesión y pone más
de manifiesto el grado de evolución del grupo.
2. Para relajar al grupo en sesiones de 10 ó 12 horas, se pueden utilizar los siguientes
ejercicios además de los ya anotados en este capítulo.
121
Rojas B, Jaime. G. (1985) El objeto intermediario. En su: Títeres
y sicodrama. Argentina: Celcius. pp. 99-114.
EL OBJETO INTERMEDIARIO
122
Cualidades del Objeto Intermediario
Inocuo
Maleable
Para que la aplicación del OI rinda al máximo, es necesario poder contar con la
posibilidad de su adecuación a los cambios bruscos e inesperados que suele ofrecer el
proceso terapéutico. Al iniciarse el mismo, cuando se ha logrado centrar la atención del
paciente en el OI, no se sabe en qué sentido vendrá su respuesta, ni cuál será el rol que
pondrá en juego. De esta manera el OI deberá ser lo suficientemente dúctil como para
adecuarse con facilidad a las circunstancias que se presenten. Si, por ejemplo, el títere
está jugando el rol de enfermero, y la respuesta del paciente evidencia que el rol
activado es el de comprador, el títere debe pasar a responder como vendedor.
Los posibles significados de los roles jugados, así como de sus contenidos, no son
tomados en cuenta, ya que la finalidad propuesta es la de procurar restabl ecer la
comunicación interrumpida, independientemente de los contenidos que puedan tener los
mensajes verbales. Se favorece así y se estimula la interrelación sin restricciones ni
preceptos que puedan limitarla.
124
Transmisor
Adaptable
Asimilable
Instrumentable
Identificable
127
Mecanismos de acción del Objeto Intermediario
La Comunicación Natural
128
La comunicación verbal es un proceso en el que se conjugan gran parte
de estos elementos y de ahí su importancia como producto humano
deshumanizado. Estos códigos son Formas Naturales, por ejemplo, actitud es
posturales que responden a Estructuras Genéticas Programadas Internas,
complementarias de Estructuras Genéticas Externas, que determinan cierto tipo
de conductas específicas y estereotipadas.
133
Pendzik, Susana. On dramatic reality and its therapeutic
function in drama therapy.
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134
http://wwwielsevier.com/locate/permissionusematerial
ELSEVIER
Abstract
Dramatic reality is a core concept in drama therapy, and perhaps also the most genuine feature of
the field. All drama therapists draw on dramatic reality in some form, both in their clinical practice
and in their theoretical thinking. This paper explores the concept of dramatic reality in drama
therapy from a philosophical angle, in a way that is unattached to a particular model or a specific
approach: first, the article defines the concept’s scope and boundaries, with reference to its modes
as informed by Schechner’s notion of performance activities; then it describes the main features
a n d properties of dramatic reality, while looking at their implications in a therapeutic setting.
Finally, it points out the four main tasks that drama therapists are called on to perform in connection
with dramatic reality.
© 2006 Elsevier Inc. All rights reserved
Introduction
As a drama therapy teacher and supervisor I’m often asked questions, such as: when
does the therapy really occur in drama therapy? Is it in the verbal processing that follows the
enactment? Is it possible to do drama therapy without acting? What about without working on
roles? Do I have to use tales, plays, or projective tools or can I work directly on the client’
personal story? Can playing chess with a client be thought of as doing drama therapy? What
about basketball? My answer to these questions is essentially linked to the presence and form
25
Tel.: +972 2 679 2750; fax: +972 2 679 0950.
E-mail address: pend@netvision.net.il.
0197-4556/$ - see front matter © 2006 Elsevier Inc. All rights reserved.
doi: 10.1016/j.aip.2006.03.001
135
of dramatic reality in the therapeutic interaction: as long as we and our clients are involved in
dramatic reality, we are doing drama therapy.
Dramatic reality is a core concept in drama therapy and perhaps its most genuine
feature. Many writers –both drama therapists and theorists from related fields– refer to a
category of experience that is unique to dramatic interaction, which involves a tangible
entrance into an imaginary realm, engaging in make-believe play, in as if behavior, etc.
Compared to verbal psychotherapy, where interventions are made primarily in the actual
situation (or via the transference process) through the therapeutic relationship, in drama therapy
interventions are made mainly within or through dramatic reality. Although there are probably
as many ways of doing drama therapy as there are practitioners in the field, all drama
therapists engage in dramatic reality in their work. The drama therapy journey invariably entails
some form of contact with this category of experience, whether it is through roles (Landy,
1993, 2000, 2001), improvised transformations (Johnson. 2000), scene work and dramatized
personal stories (Emunah. 1993, 1994), plays, tales, or myths (Gersie. 1997; Jenkyns, 1996;
Jennings & Minde, 1993; Jennings, 1998), ritual structures (Grainger, 1990; Jennings, 1994;
Mitchel, 1994; Snow, 2000), or projective tools.
The expression dramatic reality has been employed by many drama therapists (Duggan &
Grainger, 1997; Jennings, 1998). However, as I have stated in a previous article in this journal (Pendzik.
2003), the notion has been called various names, both in drama therapy and in related fields: Early in
the 1950s Moreno coined the term surplus reality to indicate a level where reality can be simulated
through drama, so as to include “the intangible, invisible dimensions of intra- and extrapsychic life”
(1987, p. 7). Johnson (1991) speaks of the playspace, which he defines as “an enhanced space where
the imagination infuses the ordinary” (p. 289). Lahad (2000) refers to fantastic reality as a realm “where
time and space are suspended and where the impossible is made possible” (p. 16). Courtney (in
Cattanach, 1994a) speaks of the fictional present, as a reality that is both present and past, real and
symbolic. Blatner and Blatner (1988) suggest the term “liminal field” to represent the dimension in
which objective and subjective reality meet, where the mind “is inextricably interactive with matter”
(p. 58). The notion is akin to Winnicott’s (1971) idea of the potential space – an intermediate zone
that lies between behavior and contemplation, between me and not me, and that is the natural site of
play. From the theatre side, dramatic reality is informed by Stanislavki’s (1936) concept of the as if –
the conscious mechanism by which performers brings themselves into the realm of the imaginary. In
Boal’s (1995) terms, the aesthetic space refers to “a space within a space, a superposition of spaces”
(p.18) in which the dramatic space takes up the subjective qualities of reality. Borrowing a theory from
semantics, Elam (1980) speaks of dramatic worlds as possible worlds, as hypothetical constructs
that are recognized as “counter-factual (i.e., non-real) states of affairs but are embodied as if in
progress in the actual here and now” (p. 102).
In spite of the diversity of names ascribed to it, the idea is equivalent. More than expressing a
discrepancy concerning the essence of the concept, these variations probably reflect different modes
of approaching it. Thus, for instance, Johnson’s improvisational style emphasizes the play element;
Lahad’s use of stories stresses the fantastic aspect, while Boars theatrical outlook calls attention to the
aesthetics. In order to explore the concept in a way that is not attached to a particular orientation, I chose
the term dramatic reality, as in my view it has a more generic connotation. Being a core aspect of drama
therapy, the concept needs to be clarified independently of any particular style of working with it. This
article attempts to define the concept of dramatic reality, and to explore its qualities, in order to reach a
better understanding of how to use it as a therapeutic tool.
136
Dramatic reality: definition and modes
Dramatic reality exists between reality and fantasy: it partakes of both and belongs to
neither. Although it is closely connected to the fantastic, it is different from fantasy. While
fantasy exists primarily in the private realm, dramatic reality belongs to the public domain.
Fantasy is a subjective, internal, and personal experience that occurs within a person’s
head. In order for fantasy to qualify as dramatic reality it has to be made visible, to be
conveyed in a real form, not just fantasized or talked about. Dramatic reality needs to be
manifested in the here and now, and experienced as a legitimate and alternative form of
reality which is also different from ordinary life.
The creation of a dramatic reality can take different forms –and not all of them are
necessarily acting in the strict sense of the term. Take for example activities such as plays,
games, or rituals: do they not involve an “as if made real” of some sort? In her
groundbreaking work, Improvisation for the theater, Spolin (1983) quotes Boyd saying that
“playing a game is psychologically different in degree but not in kind from dramatic acting”
(p. 5). Likewise, Huizinga (1976) questions the differences between play and ritual, and
concludes that ritual could be conceived as “sacred play” (p. 64). From a drama therapy
point of view, Jennings’s (1998) EPR paradigm presents embodiment, projection, and role
not only as stages of dramatic development, but also as different manners of engaging with
dramatic reality. The question then is: where does one draw the line between what
constitutes dramatic reality and what does not?
Schechner (1988) puts forward an interesting theory that may help to clarify this,
point. Challenging the notion that theatre derives from ritual, he proposes that there are
137
certain human activities that are primeval, have developed horizontally as autonomous
genres, and share some basic characteristics. There are seven performance activities –as he
calls them– and they include theatre, dance, music (comprising the aesthetic genres), ritual,
play, games, and sport. These activities share a common ground concerning various aspects of
reality, such as time, objects, productivity, rules, and space. According to Schechner (1988),
in performance activities time is not uniform and linear as in real life, but “is adapted to the
event, and is therefore susceptible to numerous variations and creative distortions” (p. 6).
Objects are invested with a significance that they do not possess in ordinary life, and that
usually does not match their actual market value. He asserts that in spite of the big time
economics and professionalism that has developed around sports and theatre, performance
activities in themselves are non-productive of goods and are separated from productive work.
Still, they absorb the attention of those involved in it, perhaps because they seem to be ruled
by the pleasure principle rather than by plain economics. Special rules are instituted in
performance activities that help to define their boundaries by setting them apart from ordinary
life: “What rules are to games and sports, traditions are to ritual and conventions are to theatre,
dance and music” (Schechner 1988, p. 11). Finally, special spaces are set up or sometimes
even purposely designed –like sacred spaces, stadiums, auditoriums, etc.– so as to permit a
full rendering of the other world that these activities want to hold.
Schechner’s (1988) ideas can be helpful in order to delineate the borders of what
constitutes dramatic reality; for any of the performance activities cited above possesses the
capacity to manifest a world within a world. As mentioned earlier, dramatic reality is not
about imagining, but about manifesting the imagined in the here and now. Thus (without
attempting to diminish their therapeutic value in any way), techniques such as meditation,
guided imagery, or visualization, would not be considered as dramatic reality. They could of
course be turned into dramatic reality –if and when they become apparent in the here and
now. On the other hand, playing basketball or monopoly with a client would qualify as
establishing a dramatic reality, as they involve the materialization of another level of
reality within actual life. One may have questions about the quality of the dramatic reality
generated by activities such as “Monopoly playing” (a point which I will address later).
Clearly, performance modes such as the aesthetic genres (theatre, music, and dance),
symbolic play, and ritual often lend themselves more naturally to therapeutic interventions
than sports or games. However, provided that these activities are performed within a
context that takes into consideration the meta-reality they create, and in as much as this
level is used for therapeutic purposes, they would definitely constitute a dramatic reality in
drama therapeutic terms.
One of the main attributes of dramatic reality is its capacity to hold and bring together
the imaginary and the real, the virtual and the concrete: It is virtuality made concrete.
According to The Oxford Advanced Dictionary of Current English virtual means: “being in
fact, acting as, what is described, but not accepted openly or in name as such” (Hornby, &
Cowie, 1980, p. 958). By providing concrete forms to virtual contents, dramatic reality allows
these contents (some of which may not be accepted openly or named) to have a legitimate
place in the world of concrete things. This turns dramatic reality into a good arena for
expressing difficult feelings, testing hypotheses, or re-living memories. In fact, it functions as
138
a laboratory where people can explore and experience possible worlds: not only past, present
and future events, but also, as Schechner (1985) would call them, nonevents – i.e.,
subjunctive, virtual, fictional events.
The transferring of virtual contents into artistic forms is in itself the locus of a
powerful therapeutic occurrence –whether it is processed verbally or not. First and
foremost, this process involves an act of creation – something which has long been
acknowledged as possessing an intrinsic healing value (Blamer & Blather, 1988; Hillman,
1972; Jung, 1971; Maslow, 1977; Moreno, 1987; among others). It is perhaps meaningful
and illustrative in this regard that the Hebrew words “creation” (beriah) and “health”
(beriyuth) derive from the same root. Similar ideas about the healing power of the creative act
are held by many cultures. Indeed, it was probably this deep-rooted belief in the therapeutic
value of the creative act that fuelled the development of all the creative arts therapies in the
20th century.
Yet the act of creation is only the ignition of a process that drama therapists seek to
maximize through their use of dramatic reality, for as we try to infuse the imaginary into the
real, some of its deeper, complex, tricky, or inadequate features become apparent. For
example, I used a fantasy-reification technique with a client who felt inadequate and
rejected, but in her fantasies, played a version of herself as “cool and successful.” As she
embodied “the character of her dreams” in dramatic reality, she realized how flat, superficial,
and irritating this character was. As long as the contents were kept as fantasy, they
compensated for her feelings in ordinary life and prevented or obstructed therapeutic change.
As they took on an actual form in dramatic reality, they were transformed, and the
defensive use of the fantasy was shattered. The opposite may occur as well, when people
experience that the contents of their imagination are not as scary or threatening as they
assumed they would be prior to bringing them into dramatic reality. Whether it is about
letting go of a fantasy or about daring to try it out, there is always a fruitful dialogue at
work when the virtual meets the dimension of the real.
But the other side of the coin is: how real is dramatic reality? Certainly, it has a
quasi-real flavor that closely resembles “the stuff reality is made of.” As Elam (1980)
claims, to the extent that they are representable, dramatic worlds are based on the actual
world, and unless specified otherwise, will be assumed to obey the logical and physical laws
of ordinary life. Being so akin to actual life, theatre is the art form that reproduces more
faithfully the nature of ordinary reality. However, as Artaud (1958) wisely reminds us,
theatre is not a mirror of life but its double –and herein lays its cathartic force: theatre can
free the darkest aspects of human nature precisely because it expresses them for real while
negating them in actuality at the same time. The contests are truly embodied; but in a
dimension of reality that destroys itself as soon as those involved in it stop what Coleridge
called the “willing suspension of disbelief” (Duggan & Grainger, 1997). Dramatic reality is
an embodied construct. It is real because it is embodied in the here and now, and by virtue of
the fact that it takes reality as its reference. On the other hand, the fact that it is a construct
implies that –unlike most aspects of ordinary life– it can be simply deconstructed.
This paradox confers dramatic reality an ontological status that is precious in a
therapeutic context, for there is always a paradoxical safety in knowing that what one does in
dramatic reality is both real and not real. As Oren (1995) suggests, the therapeutic secret of
make-believe play lies in the fact that it is based on a set of contradictory claims about
139
reality. Boars (1995) ideas support these premises from another angle. He claims that one of
the gnoseological properties of the aesthetic space, which stimulates discovery, recognition,
and experiential learning, is that it is inherently dichotomous, and therefore it “creates
dichotomy” (p.23). Clearly, dramatic reality is a crossroad where me/not me, real/imaginary,
private/public, virtual/concrete, and many other paradoxes, meet. Thus, a dialectical
relationship between life paradoxes is established in dramatic reality, which has both
emotional and existential implications. Holding a paradox is always an empowering
experience: it helps us tolerate our inner contradictions and cope with the paradoxical
nature of life. Hence, the fact that dramatic reality holds basic life paradoxes has a
tremendous healing effect. As Landy (1993) suggested, the ontological state of being and
not being comes to a resolution in dramatic reality, because one can experience both
simultaneously.
Mother important feature of dramatic reality is its flexibility, for although it possesses
the substantial appearance of ordinary reality, it still retains the qualities of the fantastic
realm. In other words, dramatic reality is not ruled by the laws and limitations that govern
actual life, but by the laws of imagination. Much like in the oneiric world, in dramatic reality
time and space do not necessarily obey the natural laws of physics: a person can be in two
places at the same time, can be younger and older at once, objects may appear and
disappear, dead people may come back to life, and so on. In Boal’s words, “this extreme
plasticity allows and encourages total creativity” (1995, p. 20).
In therapeutic terms, this flexibility is what makes dramatic reality an invaluable tool for
making interventions, for in a world where everything is possible we are only bound by our
own limitations and restrictions. Nothing, not even as final as death, can “stop the ball from
rolling” in dramatic reality. I will illustrate with an example: an eight year-old boy plays a
recurrent scene with miniature soldiers, in which invariably, they all get killed. After witnessing a
couple of rounds of his repetitive play, the drama therapist intervenes, by picking up one of the “dead
bodies” and saying from his role:
“Wow ... gee ...! Am I dead? Am I really dead...? Hey John...! (Signaling to the boy to pick up
another soldier) Are you dead too? My God...! Do you get it, man? We're both dead...! Well, now this
could be fun here... both of us dead ... you know? Let's see what's going on in the world of the dead ... I'm
dead hungry...! What about you, John ...?” (And the scene moves on).
Unlike actual reality, dramatic reality is as flexible as dough, and can be made into almost anything.
Being so elastic, dynamic, and manageable, it lends itself to be modified and transformed by an act of will.
Problems and conflicts that are hard to solve in ordinary life may find a solution (or at least explore several
options) in dramatic reality. As Jennings (1998) claims, even the mere formulation of hypotheses is an act
of dramatic imagination, for it requires an ability to frame ideas in the context of an as if reality. Thus,
practicing, rehearsing, and exploring are always a possibility in dramatic reality. In the Book of Life
metaphor, dramatic reality has the quality of a draft that can be always worked and re-worked; in the
World's a Stage analogy, it has the status of a rehearsal. These features grant dramatic reality a
remarkable therapeutic potential as a testing ground for any behavior, expression of emotions, or ideas.
Moreno (1972) already pointed to this direction when he defined the function of drama in psychodrama
as
an extension of life and action rather than its imitation, but where them is imitation the emphasis is not on that
140
it imitates, but upon the opportunity of recapitulation of unsolved problems within a freer, broader and more
flexible social setting(...). Within the infinite number of imaginary worlds life itself appears as but one
strained variety. The patient-actor is like a refugee who suddenly shows new strength because he has set foot
into a freer and broader world (p. 15–16).
Because dramatic reality is essentially ruled by the laws of imagination, and it retains its properties,
it is an excellent container of all subjective experiences. Subjective processes such as memory,
imagination, affects, and dreams are easily projected onto dramatic reality (Boat, 1995). But its capacity
to contain them is not merely a matter of being a passive recipient of these contents. In fact, there is an
active ingredient in the relationship between dramatic reality and the subjective world, for dramatic
reality actively invites, stimulates, welcomes, and shelters subjective reality. Fantastic, extra-ordinary,
inner experiences find their home when they enter dramatic reality, not only because they are liberated
there, but also because they encounter a hospitable habitat –an alternative dimension of the real to which
they can belong. Thus, dramatic reality gains ontological validity due to its capacity to embody “the full
continuum of “reality” by encompassing the range of human experience” (Blather & Blamer, 1988, p.
59).
The therapeutic implications of this are that dramatic reality allows for the inner world to be
expressed, in such a way that it validates subjective experiences and provides a bridge between them
and the outer world. This idea can be further anchored in the context of narrative therapy theory. White
and Epston (1990) assert that people organize their life-experience as a narrative that tends to reinforce
only certain aspects of it. This version of experience is ascribed with meaning, and it becomes the
“official” discourse that guides the way in which people story their lives. Anything that does not support
or fit the dominant discourse is usually discarded or suppressed. Thus, in their view, one of the main
goals of psychotherapy is to help people acknowledge and then integrate alternative versions of their
experience into the narrative. Since subjective experiences are generally composed of fantasies,
dreams, feelings, and bits and pieces of other “unreal” contents, they tend to be regarded as fragmented,
chaotic, or at least, qualitatively different from, and therefore less valid than, objective reality. This
places subjective experiences in a position from which they find it difficult to acquire a place in the
dominant discourse. By bringing them closer to a dimension of reality that can be seen and experienced
by others, dramatic reality helps to integrate subjective experiences into the narrative.
This point also leads to another defining feature of dramatic reality –namely, that it is a shared
experience. According to Grotow ski (1968) theatre can be defined as “what takes place between
spectator and actor” (p. 32); thus, encounter is the most essential component of theatre. The same applies
to dramatic reality, which is fundamentally a social, interactive form. As stated above, dramatic reality
differs from fantasy –and for that matter, from dreams, visions, and other altered states of consciousness–
precisely in that it becomes apparent in the public domain. In order to exist, dramatic reality requires a
mutual agreement between parties –whether between performer and audience or among players: at least
two different entities have to concur about the fact that the invisible world that is being manifested is
truly material– for a given time. This mutual consent is what permits or hinders the creation of dramatic
reality, because whenever this agreement is impaired, it would fail to be established. In other
words, dramatic reality is always a co-creation: it takes at least two to embody a construct. As
Boal (1995) points out, even a performer rehearsing alone holds an implicit audience in mind,
and this is also true for children playing on their own, or for a shaman performing a secluded
ritual.
141
Fig. 2. Diagram showing the process of dramatic reality within a therapeutic context
In order to make the most of the therapeutic potential inherent in dramatic reality, the drama
therapist has to perform four main tasks in connection with it: (1) facilitate the transition
between ordinary and dramatic realities; (2) sustain, support, and enrich the materialization of
dramatic reality; (3) make therapeutic interventions in dramatic reality; and (4) help
individuals to integrate dramatic reality and everyday life.
As a specialist in dramatic reality, the drama therapist is responsible for facilitating the
client's transition to and from dramatic reality. Regardless of the contents brought into
therapy, and of whether they are clear or loosely defined, people often need assistance in the
translation of their issues into dramatic images that can be embodied in dramatic reality.
Thus, the drama therapist's first task is to be alert and receptive in order to suggest possible
and effective entries, or to follow their clients into dramatic reality.
However, for some individuals (notably for children and psychotic populations),
exiting dramatic reality could be as difficult a task as it is for others to enter it. Therefore, the
drama therapist is also responsible for helping the clients return to ordinary life —just as a
shaman would be in charge of bringing back a person’s soul from another cosmic region.
In order to be effective therapeutically, the borders between dramatic and ordinary
reality should be clear and distinct. As Jennings (1998) claims, “it is important, especially
for vulnerable people, that these two realities are maintained as separate worlds albeit
worlds that inter-connect” (p. 118). This can be done in various ways: The session may be
structured as a journey that involves three phases: (1) a discussion of the person’s issues in
ordinary reality, (2) a segment of work in dramatic reality, and (3) a processing of the
journey back in ordinary life. De-roling techniques are also useful for this purpose: asking
clients to state their actual names, talk about the role they played in third person, put the
objects back in their “regular” space, summarize the action with a few lines, find a title for
the enacted piece, speak about it as if they had been watching a movie, etc. Some drama
therapists use physical space as a means to define the borders between realities (Cattanach,
1994b; Mitchell, 1996). However, as it is known from children’s games or sport events,
magic words or special sounds agreed upon beforehand may also help to break the spell and
bring people out of dramatic reality.
144
Making interventions in dramatic reality
Verbal processing of what occurred in dramatic reality and its connection with
actual life events or patterns is a matter of approach, and can be also dictated by the needs
of a particular client or population. Johnson (1991) points out that some transformation
sessions take place entirely within the playspace. Jennings (personal communication)
believes that connecting the work performed in dramatic reality with actual life is not
necessarily achieved by means of verbal discussion. In contrast, Landy (2001) asks from his
clients to reflect upon the roles they have played in dramatic reality and to link them to their
everyday lives, claiming that “reflection and verbal processing are potentially as important
as enactment in leading to healing” (p. 42). However, verbal processing may be at best
ineffective with some populations. For instance, most children seem to possess a natural way
of integrating the material without the mediation of verbal processing.
Nevertheless, whether processing is carried out via words, or the contents elicited in
dramatic reality are incorporated through symbolic means (such as those employed for de-
roling), some form of integration is necessary. In my view, it is also the task of the drama
therapist to monitor, or at least be aware that this integration is actually taking place.
Otherwise, the journey to dramatic reality would be detached from life, and therefore be
ineffective and futile.
Conclusions
The therapeutic gift of drama therapy is closely connected to its access to dramatic reality:
dramatic reality possesses intrinsic healing and therapeutic attributes that are maximized and
fully expressed within the drama therapy setting. Dramatic reality is at the core of drama
therapy. Regardless of the particular approach taken by a practitioner, doing drama therapy
145
always involves working with dramatic reality in some manner. All the modes that
Schechner (1988) calls performance activities are at the drama therapist’s disposal –
inasmuch as they are able to generate a degree of dramatic reality, even if they do not
constitute theatre in the conventional sense.
Going back to the questions mentioned at the beginning of this article, when drama
therapists play, their purpose is not “to make their clients feel relaxed, so that they can talk
about their lives afterwards” (although this may happen as well!). The therapy is not in the
talking, but rather, as Hamlet would put it: “the play's the thing...” The therapeutic purpose in
drama therapy is to reach the realm of dramatic reality, engage clients in some of its forms,
and make a journey to a place within which whatever contents they bring can be safely
explored, worked on, transformed. Drama therapy can be done with or without props,
enactment, stories, or characters; but never without some form of dramatic reality. Dramatic
reality is not representative of one single aspect of the field, but is a unifying force
underlying all drama therapy theories and models. Furthermore, dramatic reality is a genuine
constituent of the field, and as such, it is one of the major contributions of drama therapy to
the helping professions.
Acknowledgements
I wish to thank my colleagues Armand Volkas, MA, MFA, RDT, BCT, Gallia Oren, MA,
and Dina Kaplan and Tal Maimoni for their helpful feed-back and comments on the paper, as
well as David Nestel, PhD, for his help with the figures.
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