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Abordajes socio familiar de los TEA

Debido a que la enfermedad mental es parte de la condición de vida de un individuo y éste es


parte de una familia, resulta necesario pensar simultáneamente acerca de la interacción entre el
individuo y su entorno familiar. Anderson C, en 1986, mencionó tres puntos importantes por los
que el estudio de la familia, en particular en la esquizofrenia, es relevante:

● Primero. Porque se provoca un impacto en todos los miembros de la familia.

● Segundo. Porque la familia no recibe asistencia, ni apoyo y sus miembros no podrán ayudar a su
paciente de manera efectiva, siendo frecuente observar el surgimiento de conflictos conyugales
entre los padres, depresión, conducta inadecuada entre los hermanos, y síntomas físicos en casi
todos los miembros de la familia.

● Tercero. Porque la familia experimenta un estrés grave y crónico asociado a la convivencia con el
enfermo.

Estas características se suelen pasar por alto con excesiva frecuencia. Estudios como los de
Cabrero (1993), ponen de manifiesto el costo o tensión que origina la estigmatización, los temores
a conductas impredecibles, la pérdidas de vínculos sociales, el descuido de necesidades y la
sobreocupación del familiar que atiende al paciente, las consecuencias económicas si el paciente
era el jefe de familia, y plantea dos rasgos íntimamente relacionados con el costo: La sobrecarga y
la desesperanza por parte de los integrantes de la familia.

La familia juega un papel determinante; sin embargo, es fácil olvidar que ésta suele encontrarse
tan necesitada de ayuda y de escucha como su enfermo o usuario. Además es importante tomar
en cuenta que las familias, de por sí arrastran sus propios problemas y conflictos los cuales
simplemente se complican por la nueva crisis que supone una enfermedad grave.

El estudio del impacto en la vida familiar, tanto en los cuidadores como en los usuarios se ha
observado en diversos aspectos como la restricción en sus actividades sociales (Platt y cols, 1980),
la reducción de sus vínculos sociales (Anderson, 1984), y el aislamiento en sus hogares con pocos
contactos sociales (MacCarthy, 1988).

Así que la forma externa o interna en que la familia experimenta el control de la enfermedad,
incidirá sobre la interpretación que le den al padecimiento, su comportamiento frente a él y su
capacidad para brindar cuidados al enfermo (Rolland, 1994). Cuando alguien siente que el control
se localiza de manera interna, es decir que el individuo y su familia conciben que ellos puedan
llevar el control mediante el tratamiento la enfermedad, podrán entonces dominarla y no
permitirán que sea ésta la que los controle. Por otra parte, si el individuo y su familia sienten o
piensan que el control se encuentra en otro u otros (Dios, los médicos o el azar), les resultará más
difícil aceptar la enfermedad y hacerse cargo de ella.

Sería necesario evaluar las creencias que tienen la familia y el paciente acerca de la enfermedad,
así como aquellas ideas que de una u otra manera pueden influir sobre el curso de la misma. Las
creencias involucran vergüenza, culpa o rechazo, y muchas veces bloquean el proceso familiar de
aceptación. Por otra parte, desde las políticas nacionales hasta la psicología popular se mantiene
una tendencia a la internacionalización y localización de los problemas en el individuo o la familia.
Estos valores interactúan con el sistema de creencias familiares y producen la sensación de que la
pérdida de un miembro, como consecuencia de una enfermedad, constituye un signo de debilidad
y falta de carácter para luchar, por lo que esto llega a transformarse en una sensación de derrota y
vergüenza (Velazco ML y Sinibaldi J; 2001).

Evaluación de los recursos de la familia

Las expectativas y la forma de reaccionar ante los sentimientos dolor de cada quien, ya sea el
paciente o los familiares darán la diferencia, entre tener elementos o recursos para afrontar y
sobrellevar la nueva condición de vida.

La adaptación familiar a la enfermedad mental puede seguir uno de dos cursos (Koch, 1985):

1) Cuando las familias son flexibles y las reglas permiten a sus miembros expresar emociones, la
adaptación familiar es eficaz y continúa funcionando efectivamente aun cuando sea de forma
diferente.

2) La adaptación ineficaz ocurre cuando los roles son rígidos o cuando las reglas familiares
prohíben la expresión emocional. La flexibilidad en roles como en reglas debe considerarse como
el recurso que contribuye a que la familia resista el impacto desorganizante del estrés que
ocasiona el padecimiento.

“Mientras más funcional sea una familia, contará con más recursos para manejar la enfermedad
mental.

En cuanto a los recursos de la misma, habrá que valorar una serie de aspectos como la capacidad
de autonomía de los diferentes miembros, la existencia o no de límites de funcionamiento claros,
el estilo de comunicación, la capacidad o dificultad de la familia para expresar sus afectos de
manera clara y directa,

así como si existe un sistema abierto que permita la entrada y salida de información al igual que la
creación de relaciones nuevas y, finalmente, su habilidad para resolver problemas y conflictos.

Las demandas que la enfermedad mental exige a la familia, así como la gravedad de la misma se
encuentran inversamente relacionadas con el grado de adaptación familiar al padecimiento
(Sholevar y Perkel; 1990). La poca adaptación familiar por lo general se relaciona con la aparición
de “otros” estresores dentro del sistema (Koch, 1985), los cuales quizá se presenten como un niño
con problemas escolares, un individuo con depresión, desesperanza o ideación suicida (Guthrie,
1996), o bien con conflictos en la pareja marital (Rolland, 1994).

Las familias con mayor información, un mejor sostén emocional y material tienen mayor
oportunidad de alcanzar una adaptación efectiva a la enfermedad; por otra parte, aquellas que
viven relativamente aisladas de la sociedad, en la pobreza o que son estructuralmente inflexibles,
pueden tener mayor dificultad para adaptarse. Así que la actitud de la familia y del paciente
resulta crucial en la determinación del curso de la enfermedad y contribuye para el mejoramiento
o exacerbación de los síntomas (Velazco ML y cols; 2001).

Bibliografía:

Guía psicoeducativa para personal de salud que atiende a familiares y personas con trastornos
mentales. Rascón Gasca M L, Hernández Durán V, Casanova L , Alcántara RH, Sampedro Santos CA
Editores: Shoshana Berenzon,Jesús delBosque,Javier Alfaro,Ma.Elena Medina-Mora. Instituto
Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente Muñiz México, 2011.

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