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TERAPIAS PSICOLÓGICAS I

Terapias sistémicas: Terapia estructural.

La psicoterapia estructural
de Minuchin

Minuchin y la Escuela de Filadelfia

La familia es un grupo de personas interdependientes que se organizan de una forma


jerárquica. Esto quiere decir que el reparto de derechos y obligaciones no es homogéneo, sino
asimétrico: unos tienen unas responsabilidades y otros, otras. Un niño tiene derecho a que lo
cuiden y protejan, el bebé a que lo alimenten. El padre sólo tiene derecho a ello, por ejemplo, si
está enfermo. Tiene sin embargo derecho a tomar ciertas decisiones que el niño no debe tomar.
Los papeles que cada uno desempeña en la familia tienen que ver con derechos y obligaciones, y
en última instancia determinan quién puede o debe hacer qué hacia quien. La organización de la
familia remite en último término a este reparto de funciones, de autoridad, de derechos y
obligaciones.

Existe toda una rama de la terapia familiar que se reúne en torno a la obra del médico de
origen argentino Salvador Minuchin, conocida como terapia estructural. Se basa en el estudio de
la estructura de la familia, es decir, de cómo están repartidas esas funciones (la estructura
interna) y de la forma en que la familia se relaciona con el exterior (cómo son los límites de la
estructura). Hay estructuras que funcionan bien y otras que son potencialmente disfuncionales,
de modo que es posible recorrer la trayectoria de un síntoma o un trastorno a través del análisis
de la estructura familiar. La disfuncionalidad puede radicar en la poca claridad de los límites, o
en lo férreo de los mismos, o en que los papeles de cada uno no estén claros, o en que unos
miembros hayan asumido papeles que no les corresponden, o porque existen alianzas o
antagonismos que perjudiquen a otros.

En los años 60, Minuchin dirigía una investigación en la Wiltwyck School de Nueva York,
un centro dedicado a niños afroamericanos con problemas sociales graves, y buscaba una teoría
que pudiera dar cuenta de lo que observa en la red social de estos niños. Sus ideas, que devienen
finalmente en su propuesta terapéutica estructural, parten de un estudio sociológico, pues lo que

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Yolanda Alonso · Departamento de Psicología · Universidad de Almería
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le interesa al principio es la pobreza y la disgregación social y la posible influencia de estas


variables en las familias. Encuentra que en las familias de los pequeños delincuentes los roles
están mal definidos, los premios y castigos se administran de forma errática, y también
encuentra un predominio de los grupos externos a la familia (tanto para padres como para hijos)
en perjuicio de las instancias familiares (por ejemplo, la Iglesia, la pandilla…). Escasean el orden,
las reglas o la intimidad, y los niños tienden a mostrar poca tolerancia a la frustración, son
impulsivos y prefieren la acción al lenguaje.

Tras haber extraído ya algunos elementos de lo que sería su terapia estructural,


Minuchin cambia de lugar de trabajo. En los años 70 se hace cargo de una serie de
investigaciones con niños con problemas de salud en el Philadelphia Child Hospital (de hecho, al
grupo gestado por Minuchin se le llama a veces escuela de Filadelfia). En su conocido estudio con
niños diabéticos1 descubre que ciertos episodios de cetoacidosis, imprevisibles desde el punto
de vista médico, guardan relación con eventos familiares (ver apartado más abajo). Concluye que
aquellos niños diabéticos y asmáticos especialmente vulnerables a la aparición inesperada de
crisis, presentan en sus familias características llamativas desde el punto de vista estructural, del
tipo de límites poco claros (exceso de protección, intromisión), y dificultades para resolver
conflictos, pero también poca flexibilidad, es decir, una organización demasiado rígida que
dificulta la adaptación a situaciones cambiantes, pero que al mismo tiempo hace parecer a las
familias estables, excesivamente quizá.

La estructura familiar

La estructura familiar es el conjunto invisible de demandas funcionales que organizan los


modos en que interactúan los miembros de la familia. La estructura refleja quiénes son los que
actúan, con quién y de qué forma. El modelo estructural entiende la familia como un sistema que
defiende su estabilidad ante los cambios de condiciones e influencias internas y externas.
Cuando se sobrepasan los límites del equilibrio familiar es cuando se puede generar un síntoma.
Dicho de otro modo, algunas familias pueden proteger su equilibrio mediante mecanismos de
mantenimiento del statu quo a costa del sufrimiento de alguno de sus miembros. El
restablecimiento de jerarquías, la formulación de límites claros, la definición de roles y funciones
y la disolución de alianzas o triángulos ayudaría regresar a una estructura familiar funcional.

1
Minuchin, S. (1974/1979). Familias y terapia familiar. Barcelona: Gedisa. Véase también Minuchin, S; Rosman,
B; y Baker, L. (1979). Psychosomatic Families. Cambridge, Mass: Harvard University Press.
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Los conceptos con que se describe a las familias en términos estructurales son:

Los subsistemas. La familia como sistema más grande engloba subsistemas menores.
Son subsistemas naturales los formados por los padres, por la pareja (estos dos son
funcionalmente diferentes, aunque suelan estar integrados por las mismas dos personas), y por
los hijos. Los subsistemas pueden funcionar en calidad de alianza (dos personas actúan de
acuerdo para obtener beneficio mutuo o apoyarse mutuamente). Son deseables las alianzas
parentales y de pareja y también las constituidas por hermanos que comparten una afición o
colaboran para algún fin. También pueden darse alianzas entre miembros de generaciones
diferentes, movidos por algún interés y objetivo común. También pueden tomar la forma
potencialmente disfuncional de antagonismos, en los que en lugar de cuidado mutuo habría
hostilidad y ataques. La situación más indeseable es aquella en la que existe una colusión2, que
consiste en la unión de dos para dañar a un tercero. Por regla general, las alianzas y
antagonismos se establecen independientemente de los objetivos: la gente se lleva mal o bien
independientemente del tema o del objetivo. Si dos se llevan mal, se llevarán la contraria sea
cual sea la cuestión a debate.

Los límites. Definen quién participa en qué y de qué manera, y protegen la


diferenciación de los subsistemas dentro del sistema familiar. El concepto de límite es similar al
concepto de participación. El subsistema parental, por ejemplo, debe estar protegido contra la
intrusión de los menores, que no deben participar en decisiones ni en actividades que atañen
sólo a los padres. Dos hermanos pueden constituir un subsistema por afinidad en el que
comparten aficiones o confidencias, y en el que los padres no deben entrometerse. Para que el
funcionamiento familiar sea adecuado y no existan interferencias en el desarrollo de funciones
de los diferentes subsistemas, los límites deben ser claros pero flexibles. Existen familias que se
definen como aglutinadas, en ellas los límites son difusos, los miembros están sobreinvolucrados
y disfrutan de poca autonomía personal. En estas familias suele haber confusión de roles y
funciones, y lo que hace uno repercute intensamente sobre los demás. Por el contrario, una
familia desligada o disgregada tiene unos límites internos rígidos, sus miembros tienen un alto
sentido de la independencia, no hay lealtad ni sentimientos de pertenencia, y por lo general unos
no responden a las necesidades de los demás. Tanto el aglutinamiento como el disgregamiento
no son de por sí condiciones patogénicas o malas, ambas pueden ser adaptativas e incluso en

2
Término que proviene del derecho y alude a un pacto ilícito que daña a un tercero. Con frecuencia se ha
venido llamando a esto coalición, aunque este término carece de la connotación negativa que se quiere
expresar.
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ciertos momentos deseables.3 Lo que sí es cierto es que ese tipo de límites se suelen encontrar
en familias que no funcionan bien, y el tipo de problemas a los que se asocian van desde los
celos, ansiedades de separación, agresiones, evitaciones de conflictos hasta patologías más
graves.

Las jerarquías. Está en una relación jerárquica aquel grupo de personas en el que uno
dice al otro más lo que tiene que hacer, que el otro al uno. Jerarquía significa en definitiva
reparto asimétrico de libertades, tanto para actuar como para pensar. El concepto de jerarquía
es útil para determinar cómo se distribuyen los derechos y obligaciones y cómo definen la
posición de las personas que integran el sistema. Existen repartos de jerarquías disfuncionales,
como las inversiones jerárquicas: alguien en una posición inferior intenta controlar al que está
por encima. Las jerarquías definen las relaciones de poder y por lo tanto diferencia los papeles
de padres e hijos y los límites entre las generaciones. Una forma de inversión jerárquica es la
parentalización, que consiste en la asunción de roles de adulto por parte de un hijo, cuando
alguno de los progenitores está ausente o existe dejación de funciones.

Lo que Minuchin y sus colaboradores llaman estructura tiene mucho que ver con el
concepto de regla, de rutina, y se deduce de las pautas de interacción que se repiten y son
predecibles. “Estas pautas reflejan las afiliaciones, tensiones y jerarquías importantes en las
sociedades humanas y confieren significado a la conducta y las relaciones … Las pautas
organizadas son la expresión de reglas implícitas”4. Más adelante añaden: “Dado que definen las
expectativas y los límites, los miembros de la familia saben lo que está permitido y lo que no lo
está5”. En efecto, lo que Minuchin llama límites vendrían a ser reglas de reserva y de
participación: los deberes y derechos de los miembros de la familia a la hora de conocer las
actividades de los demás y a participar en ellas. Otras reglas se refieren a la autoridad o el
control (jerarquías), que atañe a los deberes y obligaciones de restringir o de aceptar la libertad
de acción. Otras más se refieren a procurar beneficios, cuidados o protección.

La palabra estructura sugiere algo estático, pero sólo si nuestra observación es puntual.
La estructura está en constante transformación, sujetas como están las familias a cambios
constantes.

3
Por ejemplo, la relación deseable entre un bebé y su cuidador debe ser “aglutinada”, en el sentido de que no
existen límites entre cuidador-bebé (por la supervivencia de éste) y el cuidador está permanentemente
involucrado en las actividad básica del bebé.
4
Minuchin, Colapinto y Minuchin 1998 p 27
5
Op cit p 29
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Subsistemas peligrosos
Las familias son más o menos funcionales, funcionan mejor o peor. Las familias más
funcionales serán capaces de adaptarse frente a las crisis (situaciones nuevas que exigen
cambios), mientras que otras aumentaran la rigidez de sus pautas y la de sus fronteras, de forma
que les resulta difícil explorar alternativas y hacer cosas nuevas. En último término, la visión de
la terapia estratégica nos suele remitir al concepto de “homeostasis”, en la que los movimientos
observados en las interacciones redundan finalmente en la conservación de lo que hay.

La transgresión del funcionamiento “sano” puede, según Minuchin y su escuela, adoptar


formas diferentes. La triangulación sería una de ellas. Se entiende por triángulo la expansión de
una relación de dos que no funciona bien (generalmente una pareja que no pueden resolver sus
conflictos) para incluir a un tercero (generalmente un hijo), de forma que se encubre el
problema de la díada original. El ejemplo más sencillo de triangulación es aquél en el que uno de
los progenitores, en conflicto con el otro, consigue el favor o la lealtad del hijo o hija. Las
situaciones de triangulación conllevan por lo general un conflicto de lealtades en el hijo
implicado. Muchas veces la situación es más grave y el triángulo contiene una colusión, es decir,
el progenitor y el hijo se alían en contra del otro miembro de la pareja. También se genera un
triángulo insano cuando el perdedor de un conflicto entre dos se refugia en una alianza con un
tercero, sea de forma abierta o no. Así compensa la frustración de saberse perdedor y la relación
no se desintegra, es decir, la díada se estabiliza con referencia a un tercero (“he perdido, pero a
menos mi hijo me apoya a mí”). Otro tipo de triangulación es aquella en la que el hijo es utilizado
como “cabeza de turco”, es decir, como foco para desviar un conflicto marital de difícil solución.
En este caso, de alguna forma (generalmente no intencionada) se han fomentado conductas
patológicas o conflictivas en los hijos. Desde el punto de vista familiar, la mayoría de problemas
de conducta de los niños podrían inscribirse en este tipo de tríadas. El conflicto marital puede
desplazarse en forma de discusiones sobre cómo tratar al hijo problema, y puede incluir la
demonización del hijo problema (atribuirle maldad o intenciones perversas).

Las familias psicosomáticas


La familia de Marta no marcha muy bien desde el nacimiento de ésta, que tiene ahora
cuatro años. Marta no duerme bien, da mucho la lata para acostarse, se despierta cada noche y
llama a su madre o acude a la cama matrimonial, de manera que la noche resulta incómoda para
todos. Así las cosas, la madre de Marta decide que la niña duerma con ella en la cama grande y que
el padre use la habitación infantil. Esto ha desencadenado protestas y frustración por parte del

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padre, que se siente relegado, y opta por salir más con sus amigos y volver en ocasiones con alguna
copa de más. Por su parte, la madre de Marta se queja desde el principio de que su marido no la
ayuda lo suficiente con el cuidado de la niña, y que toda la carga de la crianza y de la casa descansa
sobre ella, que trabaja fuera de casa también. Su vida sexual ha sido también muy escasa y señal de
que algo va mal entre ellos, y hasta el momento, el insomnio de la niña es una buena forma de
mantener ese problema entre paréntesis. Ahora las cosas van a cambiar mucho porque un
hermanito de Marta está a punto de nacer, y ella debe abandonar la cama de mamá para ceder el
paso al recién nacido. Poco antes de nacer su hermano, y después de haberla convencido su madre
de que tenía que volver a dormir en su cama (en vista de lo que se avecinaba), una noche Marta dio
un buen susto a sus padres: en el transcurso de un resfriado sufrió una ataque de tos muy fuerte y,
tan difícil le resultaba respirar que terminaron en urgencias. Los médicos les dijeron que podía
tratarse de un episodio asmático. Asustados, los padres siguen las instrucciones del pediatra a
rajatabla, observándola bien y permaneciendo atentos a la posible aparición de una nueva crisis.
No ocurre nada más hasta que le hermanito tiene 3 meses, cuando una noche Marta dice que no
puede respirar bien y vuelven a oírse silbidos en sus pulmones. La madre se carga otra vez con la
responsabilidad del cuidado nocturno trayéndose a la niña de nuevo a la cama matrimonial. Su
marido esta vez es fácil de convencer, porque como ella debe levantarse cada noche para dar el
pecho al bebé y eso interrumpe su descanso, accede sin apenas resistencia. Con el tiempo, los
ataques de asma de Marta se hacen más frecuentes y siempre tiene cerca el inhalador presurizado.
Cuando Marta se pone a buscarlo, los padres se unen inmediatamente en su atención a la niña. El
resto del tiempo el padre sigue más bien ausente, y la madre tiene mucho trabajo con el bebé, así
que Marta no recibe mucha atención genuina, sólo cuando la acompaña su ataque de asma. Los
padres son poco atentos a las necesidades de la niña, sólo a las señales de si sus pulmones marchan
bien o no. Por lo demás, la madre tiende a resaltar la relevante y lo fatigoso del cuidado del bebé,
ya que así resalta la desatención de su marido, de modo que la vida familiar se dibujando en torno
al cuidado del bebé y la preocupación por Marta, asuntos ambos sobre los cuales la madre lleva la
voz cantante.

Según la propuesta de Minuchin, las familias psicosomáticas se caracterizan por


triangulaciones muy fuertes: no cuidamos hasta que alguien se pone enfermo, entonces lo
cuidamos, pero cuando sana lo ignoramos nuevamente, de forma que el enfermo reclama
nuestra atención, lo cual hace que queramos despegarnos aún más de él. El “enfermo” sólo
consigue cuidados y atención dando la lata, pero lo critican por ello. Solamente queda una vía
para conseguir cuidados a salvo de críticas, y es enfermar. Cuando un paciente asume un
comportamiento sintomático, se estimulan las respuestas de tipo protector, pero permanecen
ausentes mientras el síntoma no está, porque entonces hay asuntos más urgentes que resolver.
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Si en una familia existe un miembro, generalmente un hijo, que padece una disfunción
orgánica específica, o es fisiológicamente vulnerable, ello puede ser utilizado como vehículo de
las relaciones familiares, y como protección del equilibrio familiar. La disfunción adquiere así
una función de aglutinador de la familia o estabilizador de los conflictos. Minuchin llama a esto
“tríada desviadora-asistidora”, en la cual los padres enmascaran sus diferencias volcándose en la
sobreprotección del hijo enfermo. Lo que caracteriza a estas familias, con miembros que
padecen enfermedades psicosomáticas, sería según Onnis (1990):

Sobreinvolucración. Las familias son lo que en términos estructurales se denomina


amalgamadas o aglutinadas, es decir, la proximidad entre sus miembros y la intensidad de las
relaciones son muy altas, de forma que todo lo que ocurre influye de forma especialmente
intensa en todos los demás. Existe poco espacio para la libertad y el quehacer autónomo de cada
uno.

Sobreprotección. Hay un alto grado de preocupación de los miembros de la familia por el


bienestar de los demás, lo que significa una hipersensibilidad a las señales emocionales de los
otros. Esto supone también un alto grado de sensibilidad a la tensión que advierte de la
aproximación de niveles peligrosos de conflicto.

Rigidez. Aspecto que con más frecuencia caracteriza a los sistemas patológicos. La familia
es particularmente resistente al cambio, sus relaciones con el exterior son escasas y se busca la
conservación de la propia homeostasis.

Problemas para enfrentar conflictos. Es típico de estas familias la puesta en marcha de


mecanismos destinados a evitar o no agravar los desacuerdos de forma que quedan por debajo
de la línea de flotación y casi nunca estallan. El niño enfermo tiene un papel importante en estos
procesos de evitación de conflictos.

Proceso terapéutico y objetivos


El terapeuta estructural explora la manera en que los síntomas mantienen las pautas de
interacción me contribuyen a la estabilidad familiar. La tarea del terapeuta es descubrir cómo las
conductas peculiares de los miembros se pueden entender como respuestas a las tensiones o
conflictos familiares. El objetivo es una reestructuración de la familia: devolver los roles que
corresponden a cada uno, flexibilizar los límites o establecerlos, según el caso. Cuando existe una

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triangulación, el terapeuta puede abordarla ingresando en el triángulo y aliviando al niño de su


tarea.

El terapeuta estructural evalúa las siguientes características de las familias:


1. Momento del ciclo vital en que se encuentra la familia
2. Interacciones durante la entrevista
3. Alianzas y coaliciones entre los miembros
4. Distribución de las jerarquías
5. Tipo de límites intra y extrafamiliares
6. Fuentes de apoyo y de estrés dentro y fuera del grupo familiar
7. La forma en que el síntoma es aprovechado por la familia para mantener las pautas
disfuncionales

En base a estas informaciones, se intentan introducir pautas nuevas que consigan una
estructura diferente. Entre otras cosas, se intenta no patologizar, y presentar el síntoma a la
familia como dotado de sentido dentro del esquema familiar actual. Esto supone un
cuestionamiento de la forma en que la familia ha entendido los síntomas hasta el momento, y
supone un desafío para la familia y un cambio de visión. Los terapeutas estructurales trabajan
mucho con el cuestionamiento, la redefinición y la inducción terapéutica de crisis.

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