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INTERVENCIÓN GRUPAL CON FAMILIAS DE

ADICTOS

Leandro Palacios Ajuria. Psicólogo. Especialista en Psicología Clínica.


Coordinador Asistencial de la Fundación Instituto Spiral. Madrid.

1. Aproximación conceptual al funcionamiento familiar


2. La familia del adicto
3. Apuntes sobre el abordaje familiar de las adicciones
4. Psicoterapia de grupo con familias de adictos
5. Bibliografía

1. APROXIMACIÓN CONCEPTUAL AL FUNCIONAMIENTO FAMILIAR

El concepto central en los modelos de terapia familiar es el de la


familia como sistema, que se refiere básicamente a que la conducta y la
experiencia de un miembro de la familia no se pueden entender
separadas de la del resto de sus miembros. Los terapeutas de familia
sostienen pues que su labor no consiste simplemente en comprender
las formas en que las causas de los problemas de un individuo pueden
tener su origen en la familia. Más bien acentúan la importancia de
prestar atención a las características de la interacción entre los
miembros de una familia que inhiben y promueven el funcionamiento
de los individuos y de la familia como un todo.

Considerar a la familia como una unidad permite a los


profesionales de la salud mental entender el funcionamiento familiar
según tres parámetros: estructura, regulación e información.

1. La estructura incluye características tales como:


 El grado de claridad o difusión de los límites entre los miembros de
la familia.
 El grado en que existe una jerarquía (quién está a cargo de quién y
de qué).
 La diferenciación (el grado en que los miembros de la familia tienen
identidades separadas sin dejar de mantener el sentido de la familia
como un todo).

Un tipo importante de disfunción de la estructura familiar es la


triangulación, que se puede definir como el intento de resolver los
conflictos interpersonales de dos personas involucrando a una tercera.
Las características de la tercera persona, especialmente sus problemas,
se convierten en el foco de las interacciones en las que participa las tres
personas. Este fenómeno se observa con gran frecuencia en padres de
adictos, especialmente en el momento en que el paciente empieza a
resolver sus propios problemas y emergen las disensiones entre la
pareja parental. Juan Luis Linares (Linares, 1996) sitúa gran parte de
los fenómenos adictivos dentro de lo que denomina “triangulaciones
manipulatorias” y “triangulaciones desconfirmadoras”, que suponen en
ambos casos una parentalidad más o menos conservada frente a una
conyugalidad problemática.

2. Una segunda faceta del funcionamiento familiar sería la regulación,


que se refiere al modo en que la familia mantiene su balance de
interacciones y englobaría los siguientes aspectos:

 El concepto de causalidad circular, según el cual las conductas


familiares se retroalimentan por oposición al de causalidad lineal, en
el que la conducta de un miembro de la familia es causada por la
conducta de otro que la precedió inmediatamente. Un ejemplo de
causalidad circular comúnmente citado es el siguiente: una esposa
“regaña” a su marido porque rehusa comunicarse, éste responde
distanciándose cada vez más de su esposa, ella vuelve a regañarle y

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así sucesivamente. Al explicar sus frustraciones, el marido dice que
su retraimiento no es mas que una defensa contra los constantes
regaños de su mujer mientras que ésta dirá que eso constituye una
distorsión burda e intencional de lo que “realmente” sucede en su
matrimonio, esto es, que ella le critica o le regaña debido a su
pasividad. Despojadas de todos los elementos efímeros y fortuitos,
sus discusiones consisten en un intercambio monótono de los
mensajes: “me retraigo porque me regañas” y “te regaño porque te
retraes”.

 El segundo término que se utiliza para describir la autorregulación


de la familia es el de homeostasis, que concibe a ésta como un
sistema autorregulado o autocorrectivo que encuentra su equilibrio
gracias a mecanismos de retroalimentación que regulan los patrones
relacionales de forma similar al termostato que mantiene un cierto
rango de temperaturas. Debido a ello, si algún miembro de una
familia presenta una disfunción psíquica la intervención terapéutica
no debe limitarse a ese miembro sino extenderse a todo el núcleo
relacional de la persona. De no ser así, los cambios que introduce el
terapeuta se verán contrarrestados por la retroalimentación negativa
que caracteriza a los sistemas patológicos.

3. El tercer aspecto de la familia como sistema es el de la información.


La información alude al modo en que los miembros de la familia se
comunican unos con otros.

 En familias conflictivas se han observado muchas formas patológicas


de comunicarse, una de las cuales sería la contradicción entre el
mensaje verbal y no verbal (por ejemplo, si un niño afligido le
pregunta a su madre si ella realmente lo quiere, y la madre le
responde fríamente “por supuesto que te quiero”, el niño puede

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sentirse perfectamente desconcertado por el contraste entre la
información verbal y la no verbal).

 Otro aspecto importante a tener en cuenta es que la comunicación


familiar se produce en dos niveles simultáneos: el nivel de contenido
y el nivel relacional, siendo este último el que clarifica al primero
pues alude a qué tipo de mensaje debe entenderse que es el que se
emite y, por tanto, a la relación entre los comunicantes. Las
relaciones “enfermas” se caracterizan por una constante lucha por
definir y controlar la naturaleza de la relación, mientras que el
aspecto del contenido se vuelve cada vez menos importante. Debido
a ello, estos sistemas suelen ser los que con mayor frecuencia
presentan y/o mantienen problemas como una adicción.

2. LA FAMILIA DEL ADICTO

Se han realizado varios intentos de conceptualizar y explicar el


abuso de drogas como fenómeno familiar. Así, Alexander y Dibb
encuentran en la adicción un factor de estabilización familiar mientras
que Noone y Redding consideran que la familia está atascada en una
etapa del ciclo vital evolutivo como resultado de lealtades y
pesadumbres familiares no resueltas. Reilly por su parte entiende que
los problemas de pérdida, duelo y angustia de separación en la familia
se perpetúan en el patrón de abuso de drogas mientras que desde una
perspectiva menos lineal Stanton sugiere que la drogadicción puede
considerarse como parte de un proceso cíclico que involucra a tres o
más individuos, comúnmente el adicto y sus dos padres o padres
sustitutos, en el cual la conducta del adicto cumple una importante
función protectora contribuyendo a conservar el equilibrio homeostático
del sistema familiar.

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Por otro lado, diversos autores han trabajado en los últimos años
para intentar determinar las características más frecuentes de las
familias de adictos. Ausloos distingue entre familias de transición
caótica, que generarían delincuentes o drogodependientes y familias de
transición rígida, que generarían miembros psicóticos o anoréxicos. De
las primeras, que son las de nuestro interés, habría que destacar su
fuerte tendencia a la transformación, es decir, no poseen reglas estables
sino que éstas se encuentran en un continuo proceso de cambio. Las
fronteras o límites en este tipo de familias son muy abiertas y
permeables, con lo que la información no es retenida ni elaborada. Los
comportamientos que exhiben sus miembros son desordenados, no hay
ligazón entre ellos, no se definen con relación a los otros y generalmente
suelen buscar a alguien que arbitre entre ellos y sus conflictos con la
sociedad.
Este autor extrapola de su trabajo con familias unas características
generales estadísticamente significativas:1-El adicto suele ser rechazado
por el padre del mismo sexo ya que es el único objeto de amor del padre
del sexo contrario en detrimento de la pareja.2- Respecto a los
hermanos del adicto, si éste no es el mayor, entonces el que ocupa el
primer lugar suele presentarse como un modelo o hijo ideal.

Cancrini describe cuatro categorías de adicciones en su


clasificación y afirma que existe una consonancia entre la organización
psicológica individual, el síntoma y la organización familiar:

a) Tipo Traumático (adicción traumática). La adicción surge ante


un hecho traumático que envuelve a toda la familia original
(muerte de un miembro, ruptura de la pareja parental, etc.) y
provoca un sentimiento de culpa en el sujeto. Este
acontecimiento traumático desmorona el equilibrio psíquico
de la persona y, ante la imposibilidad de expresar el duelo, se
produce una evolución patológica. En este caso el síntoma es

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funcional para el sujeto pues le permite afrontar y superar el
sufrimiento personal.
b) Tipo Adicción de Neurosis Actual (el tipo más frecuente según
Cancrini). La estructura familiar donde se desarrolla este tipo
de adicción se caracteriza por: 1- La gran implicación de uno
de los padres (generalmente el del sexo opuesto) en la vida del
hijo y su enfermedad. A este aspecto, un estudio de Attardo
demuestra que las madres de adictos se atascan en una edad
más temprana de crianza y tienden a aferrarse a los hijos y
tratarlos como si fueran menores de lo que son. 2- El papel
periférico del otro miembro de la pareja parental. 3- La
presencia de una estructura conocida como el triángulo
perverso (Haley) consistente en una díada progenitor - hijo
excesivamente apegados y el otro vértice excluido. 4- La
debilidad entre subsistemas que constituyen la jerarquía
familiar. 5- El desarrollo de una polarización que define al
hijo adicto como “malo” en comparación con otro(s) hijo(s)
“bueno(s)”.6- Un sistema de comunicación caracterizado por
mensajes contradictorios no paradójicos y conflictos que se
desarrollan rápida y violentamente.7- La existencia de un
conflicto irresuelto entre los padres que es mantenido oculto
por el síntoma del hijo. 8- Si los padres están separados, el
hijo mantiene un vínculo cómplice mediante sus problemas
para que los padres sigan juntos.
Este tipo de adicción, según Cancrini, sería propia de
adolescentes en vías de individualización o de jóvenes
adultos en fase de abandono del hogar con una constelación
familiar en la que no hay comunicaciones incongruentes sino
comunicaciones contradictorias.
c) Adicción Transicional. En ellas el contexto familiar se
caracteriza por el esfuerzo de no definir las relaciones. Esto se
logra mediante el frecuente número de mensajes paradójicos
e incongruentes. Este tipo de trastorno se sitúa entre la

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neurosis y la psicosis con defensas de ambas. La droga
funciona entonces como una válvula de escape para la
psicosis es una especie de “terapia peligrosa” para mantener
el equilibrio. Ambos progenitores en este tipo de familias
están muy involucrados, unidos y ligados, aunque existe un
divorcio emocional entre ellos.
d) Adicción Anti-Social y Sociopática (Acting-out).
Presenta rasgos comunes con familias desligadas, familias
que generalmente pertenecen a clases sociales bajas cuyos
miembros parecen moverse en órbitas aisladas, mostrando no
tener mutuamente ninguna interdependencia. El uso de
drogas en estos sujetos es una forma de autodestruirse, de no
quererse a sí mismos y presentan problemas de adaptación
antes de que comience la adicción. Suelen tener una
personalidad antisocial o psicopática y tienden a expresar el
conflicto psíquico a través del acting.

Stanton y Tood describen un modelo prototípico para las familias


de adictos varones en el cual la madre está comprometida en una
indulgente, enredada, sobreprotectora y dramática relación con el
adicto, que es colocado en una posición de “niño favorecido”.
Frecuentemente está mimado, es definido por la madre como bueno y
como el más fácil de criar. La figura del padre es definida como
periférica, no comprometida, débil o ausente y la relación padre - hijo es
descrita por el adicto como negativa con una tensa e inconstante
disciplina. Un número desproporcionado de padres manifiestan
problemas de alcohol (u otros similares a la adicción). Schwarteman
distingue entre dos tipos de padre de adicto: el hombre de paja, que es
autoritario, violento pero fácil y controlable por la madre y el distante,
que es claramente secundario a la madre en términos de poder dentro
de la familia. En este punto me parece interesante incluir un estudio de
Vaillant en el que encontró que los adictos que se mantuvieron

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abstinentes después del tratamiento no residían con sus padres y que
la cura estuvo asociada para ellos a no vivir con los padres o parientes.

3. APUNTES SOBRE EL ABORDAJE FAMILIAR DE LAS


ADICCIONES

En un intento de superar la crisis de los modelos médicos clásicos


basados en la disimetría terapeuta - paciente frente a una realidad tan
desbordante y amalgamada como la de los fenómenos adictivos, se
“descubrió” algo tan obvio (y esto dicho no peyorativamente, pues lo
obvio a veces es complicado de captar) como es que la familia posee un
papel central tanto en las dinámicas patológicas que causan, mantienen
o son consecuencia de tales fenómenos como en sus posibles
soluciones.

Debido a ello, desde hace algunos años se considera a la


intervención familiar como uno de los factores que más contribuye al
éxito de los procesos terapéuticos en adicciones. No obstante, esto no
fue siempre así pues la mayor o menor rigidez con que se han venido
defendiendo ciertos paradigmas clínicos de corte individual lograron que
en muchos casos o bien la familia del adicto se presentase ante los ojos
de los profesionales como saboteadores de los esfuerzos que realizaban
para ayudar a sus pacientes (y si no que se lo pregunten a alguno de
mis compañeros, a los que trabajar con familias les trae “por la calle de
la amargura”) o bien aparecieran como depositarios de la culpa de los
problemas que éstos sufrían.

Paradójicamente, el reconocimiento de la importancia de la


familia llegó a convertirse en otro problema si cabe mayor que el no
hacerlo pues, como suele ser recurrente en salud mental, la parte se
transformó en el todo y lo familiar se constituyó en único campo de
interés y de intervención para algunos profesionales. Otro error del que

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también hubo que aprender mediante fracasos, puesto que lo
interpersonal no suplanta totalmente a lo intrapersonal y no hay suma
sin al menos dos factores, por mucho que el resultado de la misma sea
algo cuantitativa y cualitativamente distinto a los elementos que la
producen.

Un apunte final sobre las familias de adictos: los términos


“familia” y “adicción” en ocasiones pueden llegar a parecer sinónimos y
en otras todo lo contrario en el trabajo clínico y terapéutico, pues las
patologías relacionales que acompañan a las adicciones tienen mucho
de histórico y de contemporáneo tanto familiar como individual. Nos
parece crucial obtener una perspectiva global de las complejas
relaciones que se establecen entre estos elementos y, debido a ello,
creemos que esta tarea resultará difícil para cualquier terapeuta que no
sea capaz de cambiar de una mentalidad más lineal a otra de
perspectiva más amplia y abierta.

3.1. Orígenes y desarrollo del programa de terapia familiar y


sociorrelacional de Instituto Spiral

A través de los años y del contacto habitual con familias de


adictos que solicitaban nuestros servicios fuimos tomando consciencia
de la especial simetría existente entre las dificultades de éstos en su
proceso terapéutico y los problemas relatados por sus familiares
respecto al manejo tanto de la propia adicción como de muchas otras
circunstancias que implicasen intercambios y acuerdos entre sus
componentes.

Según iba poniendo de manifiesto la experiencia clínica, la


inclusión de la familia en el tratamiento ejercía como factor clave en el
positivo desarrollo del mismo y mejoraba ostensiblemente el pronóstico

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a largo plazo. No obstante, también resultaba evidente que tal inclusión
exigía la confección de un programa familiar paralelo al del paciente que
permitiera incidir de manera secuencial y sinérgica en los distintos
trastornos observados.

Con estas premisas - y una vez clara la necesidad de un programa


familiar - había que resolver otras cuestiones para conferirle
consistencia e implementar su ejecución:

− Respecto a los objetivos, quizá el más general ya se ha enunciado:


la familia que colabora en el tratamiento consigue mejores
resultados tanto en la recuperación de una dinámica relacional
más sana como en el fomento y mantenimiento de los avances
efectuados por el miembro adicto, a la par que se rompe la
interpretación selectiva y distorsionada de los problemas y se
liberan recursos que ya existían en la familia. Este objetivo
eminentemente práctico se fue desarrollando en muchos otros de
los que se hablará más adelante.

− Respecto a los planos de intervención, aunque el acercamiento


terapéutico a la realidad y características de cada familia se
presentaba como base de nuestra intervención, pronto nos dimos
cuenta de que ello no bastaba para hacer frente a todas las
dificultades que iban surgiendo. Así, observamos que resultaba
necesario crear un espacio de encuentro multifamiliar donde las
familias aprendieran a romper el reduccionismo a ultranza que el
proceso adictivo introduce en su visión y actitud frente al mismo
mediante el acto de compartir las propias dificultades con otras
familias en situación semejante (objetivo que no se alcanza
recurriendo únicamente a la terapia unifamiliar).

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− Respecto a la secuenciación del programa, la barrera de
ignorancia familiar con que chocábamos en cualquier plano de
intervención, hicieron que las etapas iniciales del programa de
terapia familiar se planteasen con un enfoque predominantemente
psicoeducativo para volverse más psicoterapéutico en etapas
siguientes, ya que este desconocimiento familiar de la adicción -
real en ocasiones, consecuencia de un proceso de negación en
otras - impedía avanzar hacia terrenos más íntimos y
proporcionaba además un excelente argumento para la ausencia
de implicación de parte o de la totalidad de los miembros de la
familia (“Los profesionales son los que saben, que se encarguen
ellos”).

− Respecto a la temporalización y metodología del programa, las


sesiones multifamiliares nacieron como pequeños maratones
mensuales que duraban un fin de semana completo. En estos dos
días se pretendía efectuar un repaso lo más exhaustivo posible a
temarios confeccionados a tal objeto y debatir cuantos temas
surgieran en las sesiones hasta llegar a conclusiones prácticas,
sobre todo en forma de pautas de comportamiento. Se utilizaban
técnicas activas de dinámica de grupos pero el componente afectivo
aún no era tratado de manera apropiada, convirtiéndose así
algunas sesiones en simples desahogos colectivos. Las entrevistas
unifamiliares, por su parte, iban adquiriendo mayor frecuencia y
complejidad a medida que avanzaba al proceso de rehabilitación y
pasaban de ser entrevistas de evaluación, orientación y apoyo muy
generales a entrevistas centradas en aspectos específicos de cada
familia y de cada paciente.

No nos extenderemos más (en otros apartados posteriores se tratará


monográficamente cada uno de los puntos citados) y pasaremos ahora a
otro apartado de suma importancia en nuestro trabajo terapéutico con
familias.

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3.2. Las Áreas Básicas y la Terapia Familiar

Las Áreas Básicas son aquellos trastornos psicopatológicos


nucleares sufridos por el adicto que mejor cualifican y diferencian a las
adicciones de otros cuadros patológicos (C. Sirvent, 1991)

En el presente trabajo hemos venido señalando la simetría sujeto


- familia como motivo fundamental que justifica la sinergia entre
tratamiento individual y familiar. Para comprender mejor este principio,
tenemos que detenernos ahora en una explicación más detallada de las
Áreas Básicas, que son cuatro: Desvitalización, Dependencia,
Descontrol y Mistificación (C. Sirvent, 1991).

I. Desvitalización

En todos los casos en que exista un proceso adictivo la persona


que lo sufra experimentará alteraciones en su capacidad, energía y
actitud vitales que no desaparecerán cuando remitan los efectos de las
sustancias consumidas o cuando el sujeto se aparte durante un corto
periodo de tiempo del objeto de su adicción (esto sucede también en
dependencias no químicas). Y ello es debido a que una vez alcanzado
este nivel aparecen los denominados trastornos motivo – érgicos, (C.
Sirvent, 1991) que incluyen alteraciones como la apatía, la inedia, el
desinterés, la ausencia de ilusiones y la patológica inconstancia que
tantas recaídas causa) y los trastornos volitivos, que se concretan en esa
ausencia de “fuerza de voluntad” que tan conocida y citada por
familiares y pacientes.

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II. Dependencia

La dependencia resulta el argumento crucial que conduce a un


sujeto a buscar ayuda especializada. Postulamos que detrás de una
adicción se esconde una personalidad dependiente, en mayor o menor
grado, de personas, situaciones y emociones que no tiene o ha perdido
la capacidad para tolerar las frustraciones, que busca su propia
comodidad por encima de todo (ojo, esta búsqueda en muchos
momentos no es intencionada pues forma parte de los tropismos
implícitos en la anergia del adicto, como señala Carlos Sirvent, 1991),
escapando de cuanto le pueda producir displacer y que mantiene en
muchos casos un estilo consumista y hedonista tanto en la relación con
los demás como en su actitud ante la vida.

III. Descontrol

La situación caótica que llega a sufrir el adicto es otro de los


denominadores comunes observables entre personas de distinta
procedencia, nivel sociocultural, situación familiar y características
psicológicas. Por otro lado, hablar de dependencia es hablar de
ausencia de autocontrol, de manera que este concepto se convierte no
sólo en un objetivo a alcanzar por sí mismo sino en la resultante del
trabajo terapéutico.

IV. Mistificación

Este concepto nada tiene que ver con lo religioso ni con lo místico
y sí en cambio con “engañar, embaucar, falsear, falsificar, deformar”
(Diccionario de la Real Academia Española, 1992).

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En el caso de las adicciones haría referencia a la serie de alteraciones
del sentido de la realidad que sufren los adictos (originalmente
imputables a los efectos que tienen las drogas sobre el estado de
consciencia y que más tarde se mantienen a consecuencia de un
aprendizaje mistificador) y que les conducen a no saber distinguir la
realidad de la fantasía, la verdad de la mentira y la necesidad de la
apetencia.

Si analizamos cada uno de los conceptos propuestos como Áreas


Básicas desde la óptica familiar, tenemos que también la familia vive en el
mundo irreal de la adicción (Mistificación) que, bien por ignorancia, bien
por tácita negación o bien por otros fenómenos distintos, dificulta el
afrontamiento objetivo del trastorno y alejan las soluciones. El terapeuta
tiene que hacer frente a esta circunstancia con serenidad, firmeza y
respeto, ya que la reconstrucción de una realidad más funcional y
adaptativa es una ardua tarea que supone tiempo, esfuerzo y dedicación.
Para ello, no obstante, resulta imprescindible que la familia confíe y
coopere con el equipo técnico que la atiende a fin de sortear aquellos
vaivenes afectivos a que, sin duda, la someterá el proceso de
rehabilitación y que la obligarán a cuestionar y romper la
interdependencia que en mayor o menor grado mantiene con el adicto
(Dependencia).

Como ya se ha señalado, el tratamiento no sólo supone un ejercicio


de reflexión y de análisis guiados por el terapeuta, también posee una
vertiente eminentemente práctica que se concretiza en las tareas a
desarrollar por la familia. Estas tareas se basan normalmente en
actuaciones que el equipo prescribe, pautas específicas que enuncian una
serie de normas y de conductas frente a circunstancias previsibles o
reacciones esperadas y conocidas gracias a la experiencia y compromisos
que implican el predominio del raciocinio (C. Sirvent, 1991) y la búsqueda
de resultados sobre el impulso afectivo descontrolado y el subjetivismo a
ultranza (Autocontrol).

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Pero, como es lógico, para soportar todo lo antes dicho, la familia (al
igual que el propio sujeto) debe ganar la energía que la dinámica del
trastorno le robó o que hizo que la invirtiera desafortunadamente en
soluciones inadecuadas (Desvitalización). Bebe intentarse por ello que la
familia en general y aquellos miembros más afectados en particular
recuperen el equilibrio perdido entre pensamiento, afecto y conducta al
objeto de no sólo poder manejar mejor lo que suceda con el adicto sino
encontrarse mejor consigo mismos.

3.3. Características básicas del Programa de Terapia Familiar y


Sociorrelacional.

El Programa de Terapia Familiar y Sociorrelacional se desarrolla de


forma paralela al programa individual que sigue el adicto, sea cual fuere
su espacio terapéutico y posee las siguientes características:

− Se busca la participación activa de la familia de origen del adicto


aunque éste no viva con ella, intentando restablecer entre la familia y el
miembro adicto una comunicación posiblemente interrumpida y/o
deteriorada por la adicción.

− Con un reconocimiento de las propias actitudes paralelo al proceso de


clarificación y crecimiento que desarrolla el adicto a lo largo de las
diferentes fases del programa terapéutico, la reestructuración familiar
se consigue no sólo mediante las entrevistas familiares y las
actividades informativas sino a través de aquellas tareas que se
encargan a la familia durante todo el programa.

− Por último, resulta necesario lograr que las familias no vivan el


problema de la adición como algo único y exclusivamente suyo. Se
fomenta, por tanto, el encuentro entre familias de pacientes en
tratamiento y se potencia el concepto de autoayuda.

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3.4. Principios que orientan el Programa de Terapia Familiar.

I. - Las familias con miembros adictos forman un grupo muy


heterogéneo que debe ser abordado desde muy diversos frentes e
incluso modos de interacción, por lo que se entiende que un sólo
enfoque de tratamiento no sería aplicable a todas las situaciones
clínicas, de ahí la pluralidad de técnicas y abordajes utilizados:
predominantemente educativo y consignatario el principio, más
convencional y dinámico luego y francamente abierto e interactivo al
final.

II. - Si bien no todas las familias con miembros adictos llegan a organizar
la vida familiar en torno a los mismos, aquellas que sí lo hacen dicho
problema llega a ser algo tan importante en la vida familiar que afecta
profundamente a todos sus miembros.

III. - Con frecuencia las personas afectadas por adicciones ven alteradas
las estructuras reguladoras de su funcionamiento interno (actitudes,
supuestos básicos, expectativas, prejuicios, convicciones y creencias),
erigiéndose tales estructuras en marcadores de la medida en que cada
familia ha sido reorganizada en torno al problema. Por consiguiente,
estos elementos son referentes básicos para la evaluación y el
diagnóstico clínico.

IV. - El importante impacto de la adicción sobre la familia se observa en su


capacidad para deformar el desarrollo normativo y los patrones
relacionales de la misma. En función de dichas variables, la familia
atraviesa diferentes fases en las que la significación subjetiva y
funcional de la adicción cambia en gran medida dependiendo del
estado evolutivo en que ésta se encuentre. A través de la terapia
familia (uni + multi) se intentará recorrer un camino inverso

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procurando no sólo que se subsane el deterioro relacional y normativo
habido, sino que se dé una reestructuración familiar lo más armónica y
saludable posible a fin de prevenir la reaparición del deterioro
relacional y, si se produjera una recaída, capacite a la familia y al
propio adicto para reaccionar adecuada y rápidamente ante la misma.

V. - El programa de terapia familiar no es una enucleación del tratamiento


general sino que se integra y sincroniza con el resto de actividades de
manera que se produzca una sinergia entre todos los frentes de
intervención del programa terapéutico (socioterápico, psicoterápico,
familiar, etc.).

3.5. Objetivos generales del Programa de Terapia Familiar.

I. Evaluar el sistema familiar y el papel que juega el problema de la


adicción dentro de la estructura familiar.

II. Reestablecer los roles dentro de la jerarquía familiar y buscar una


línea de actuación común ante el problema.

III. Aprender y poner en práctica aquellas pautas de comunicación más


adecuadas que fomenten la aparición de cambios en la interacción
familiar.

IV. Modificar los esquemas relacionales que puedan estar favoreciendo


el mantenimiento de la conducta adictiva.

V. Posibilitar una redefinición del problema que permita avanzar hacia


la eficaz solución del mismo mediante la colaboración activa de la
familia.

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VI. Actuar en coordinación con las demás actividades que el sujeto va
efectuando dentro de su tratamiento, de manera que se establezca
un sincronismo y sinergia de actuaciones que se ajusten en todo al
"tempo" terapéutico.

VII. Favorecer el establecimiento de normas que posibiliten un


funcionamiento más adecuado en pos del mantenimiento de la
abstinencia dentro del mejor clima familiar posible.

VIII. Coadyuvar en la progresiva adquisición de autonomía,


independencia y autoeficacia del sujeto drogodependiente y demás
miembros familiares si procediera y estuviese dentro de nuestras
posibilidades terapéuticas.

IX. Hacer que la familia, el sujeto y las PES (personas significativas del
entorno sociofamiliar) sean capaces de detectar y prevenir una
recaída sabiendo reaccionar ante la misma con prontitud, serenidad
y sin las perturbaciones en la dinámica relacional de la vez (o veces)
anteriores.

4. PSICOTERAPIA DE GRUPO CON FAMILIAS DE ADICTOS

Decir que la familia es el grupo principal por excelencia en que


muchos adictos suelen escenificar sus trastornos y alteraciones es
confirmar una realidad clínica que se repite con tanta frecuencia que la
inclusión de la terapia familiar en su versión más clásica y conocida 1 es
una necesidad de sobra aceptada hoy en día en la terapéutica de las
adicciones. No obstante, muchas familias de adictos se sienten aún
excluidas de las intervenciones profesionales, pues aún pesa en este
campo la tradición de los modelos que han mantenido el foco en el
paciente individual. Esta circunstancia puede situar a la familia en un
rol de agente patógeno que refuerce la culpa que frecuentemente

1
La que reúne al paciente y a su núcleo familiar junto al(os) terapeuta(s) en una misma sesión.

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experimentan sus miembros y agrava emociones como el miedo, la
impotencia, la rabia, la desconfianza y la inseguridad.

Nuestro postulado de que existe un paralelismo entre los trastornos


psicopatológicos del paciente y los que sufre su familia tanto a título
individual como global se sustenta en el hecho de que el adicto se
convierte en eje de la vida familiar, llegándose a establecer un proceso
de retroalimentación entre ambos que potencia negativamente toda la
problemática que surge una vez se instaura la adicción.

Por último, no debemos olvidar que las familias están compuestas


por personas que sufren los problemas y trastornos de los adictos hasta
hacerlos tan propios que acaban necesitando una ayuda para sí
mismas, no sólo porque puedan convertirse en “instrumentos
terapéuticos” con los que conseguir otros fines. Desde esta perspectiva,
resulta imprescindible que la planificación terapéutica familiar
contemple e incluya otros planos de intervención además de la terapia
familiar de corte clásico como son la terapia multifamiliar y la terapia
tanto individual como de pareja para familiares de adictos en
tratamiento (en caso de que sean necesarias).

Me gustaría detenerme ahora en una modalidad familiar cuya


praxis se ha asociado en muchas ocasiones únicamente con la
autoayuda o con la intervención psicoeducativa (Escuela de Padres). Me
estoy refiriendo a la Terapia Multifamiliar o, lo que es lo mismo según
nuestra manera de entender este tipo de intervención, a la Terapia de
Grupo con familiares y P.E.S2 de sujetos en tratamiento. Dado que en
este tipo de intervención utilizo con frecuencia – y buenos resultados
según mi opinión – técnicas activas, merece la pena que comente
someramente los objetivos y beneficios de la misma:

2
Personas significativas del Entorno Sociofamiliar.

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4.1. Objetivos de la Terapia de Grupo con familiares de adictos

 Crea un espacio terapéutico propio para familiares y un grupo


de referencia que frene el proceso de despersonalización
familiar.

Las personas más cercanas a los adictos sufren un progresivo


deterioro psicológico imputable a diversos factores: el apropiamiento
involuntario por parte de los familiares (especialmente los padres y la
pareja) de funciones, roles y cometidos que corresponden al adicto/a
según éste se vuelve más negligente o incapaz3, la enorme tensión que
provocan las adicciones en quienes están cerca del adicto dadas las
situaciones límite que les toca vivir, la voracidad emocional de
trastornos como los que acompañan a las adicciones, la reclusión de los
familiares en la problemática adictiva de manera que la misma se
esclereotiza y cronifica por efecto de su participación en la ella, etc. Se
podrían dar muchas más razones pero el resultado final seguiría siendo
la ya apuntada despersonalización de los familiares y la desaparición de
distancias emocionales adecuadas respecto al problema y al sujeto del
mismo. El grupo terapéutico multifamiliar devuelve un referente a sus
integrantes que contrarresta eficazmente todas estas distorsiones y
devuelve poco a poco el sentido de individualidad a los familiares.

 Favorece el intercambio de experiencias y soluciones.

De manera similar a lo que sucede en psicoterapia de grupo con


pacientes, las sesiones multifamiliares sirven para que sean los propios
participantes quienes obren de terapeutas los unos de los otros,
aportándose información significativa tanto vivencial como acerca de las
posibles formas de enfrentarse a las respectivas problemáticas. Aunque

3
Hay que tener en cuenta que muchas veces esta circunstancia se produce por una
premeditada manipulación del adicto a uno o varios de sus familiares, a quienes chantajea
emocionalmente para que le sustituyan y asuman sus responsabilidades. Cierto es no obstante
que la otra persona ha de aceptar dicho “juego” para que éste se lleve a cabo.

20
no hay mejor maestro que aquél que ha experimentado algo parecido a
lo propio y ha sabido resolverlo4, para que quien recibe dicha
información pueda utilizarla favorablemente tiene que poder
“encontrarse” con aquella persona que la ofrece y las sesiones
multifamiliares son espacios de encuentro, siempre y cuando el
terapeuta sepa proveerlas de las condiciones necesarias para que así
sea.

 Incide en cuestiones emotivo-afectivas desde un marco de


empatía e identificación.

La posibilidad de abordar alteraciones, trastornos y problemática


afectiva general en un entorno cómodo para los familiares ayuda - y
mucho - a que solventen dichos problemas. De sobra son conocidos los
beneficios de un ambiente verdaderamente empático que lleve a quien
en él se encuentra a sentirse cada vez menos extraño tanto consigo
mismo como con las dificultades que le toca vivir. No basta, sin
embargo, con confortar y ser confortado (“mal de muchos, consuelo de
tontos”) sino que es indispensable, como he dicho antes, un verdadero
encuentro entre quienes participan en las sesiones a fin de que sea
posible trascender las propias escenas traumáticas y, dotándolas de
nuevo significado, liberarse de las reacciones y comportamientos
esterotipados incluidos en las mismas.

 Posibilita las intervenciones de talante psicoeducativo.

Antes he comentado que juzgo un error confundir esta modalidad


terapéutica familiar con las denominadas Escuelas de Padres, en las
que - desde distintas perspectivas - se entrena a progenitores en el
afrontamiento de determinadas problemáticas sin incidir en demasía en
otro tipo de cuestiones más profundas, y todo desde un enfoque
predominantemente educativo. Pues bien, el hecho de que nosotros

4
Este es uno de los efectos beneficiosos del modelado grupal sobre el bipersonal.

21
consideremos a la Terapia Multifamiliar como algo que trasciende lo
formativo no quiere decir que no se tenga en cuenta y que no posea
importancia en esta dimensión terapéutica. Antes bien, en las primeras
fases de la intervención multifamiliar predomina un enfoque
psicoeducativo (recogiendo las ideas de Anderson sobre el tratamiento
psicosocial de la esquizofrenia) sobre otro más decididamente
psicoterapéutico pues las familias necesitan orientación e indicaciones
claras tanto respecto a los fenómenos adictivos como al programa
terapéutico5. Con todo, además de proporcionar a las familias
información básica sobre dichos fenómenos, se intenta establecer un
marco terapéutico de diálogo que favorezca la expresión racional y
emocional de los distintos problemas de los asistentes y oriente en el
establecimiento de futuras líneas de trabajo individual y colectivo,
pretendiendo además que las familias se impliquen progresivamente en
el programa de rehabilitación.

 Facilita el tránsito de la experiencia propia y constrictiva de


los familiares a la comprensión de los fenómenos generales que
acompañan al proceso adictivo.

Puede parecer mentira en una sociedad tan informada como la


nuestra que los familiares de quienes sufren una adicción sientan que
las experiencias que les tocan vivir son extrañas, únicas e irrepetibles.
Ello se debe no sólo al efecto que nos causan a todos nuestras propias
emociones (estamos metidos en ellas) sino a que poco a poco la tensión
emocional va haciendo que los familiares asuman papeles y roles que
no les corresponden y que intenten controlar (infructuosamente casi
siempre) el comportamiento alterado del adicto, contemporizando en los

5
Para explicar esta cuestión, suelo valerme del ejemplo siguiente: si pasas por un río y ves que
alguien se está ahogando, espero que no se te ocurra impartirle una clase de natación en ese
momento aunque estés convencido de que lo ideal sería que supiera nadar y se salvara a sí
mismo. Antes bien, le intentarías sacar del agua y, una vez pasado el peligro mayor, es cuando
le ayudarías a que aprendiera a nadar.

22
conflictos, intentando obsesivamente que no consuma drogas y – en
definitiva- ofreciendo toda su vida a la servidumbre de la adicción. Lo
habitual es que la situación degenere hacia un permanente estado de
conflicto y /o hacia una ceguera patológica de manera los familiares se
convierten en una especie de mártires por la causa, más bien
resignados que masoquistas, y que se comporten con una irracional
abnegación. El final es una autoanulación absoluta que acaba
convirtiéndose en una situación de cuasi - esclavitud voluntaria.
Encontrarse con otras familias que aportan, transmiten y repiten las
mismas actuaciones, afectos y vínculos es como mirarse en un espejo,
“verse los michelines”6 y darse cuenta de que los demás también los
tienen pues han seguido la misma “dieta defectuosa”.

 Proporciona una vía de acceso menos tensa que la terapia


unifamiliar a las patologías relacionales y vinculares.

Dice el refrán que “divide y vencerás”. Pues bien, teniendo


nuevamente en cuenta la enorme conflictividad que caracteriza a estas
familias y la circunstancia frecuente de que cuando se inicia un
tratamiento suele existir una situación de grave enfrentamiento entre el
adicto y su familia7, en la práctica resulta inviable conseguir cambios
significativos hasta que dicha tensión no aminora. Debido a ello,
siempre nos ha dado buen resultado reducir al mínimo en las primeras
fases del proceso terapéutico las sesiones y entrevistas conjuntas
paciente – familia y, mientras, trabajar con ellos por separado hasta que
la intensidad de sus conflictos descienda hasta un nivel que permita la
intervención unifamiliar.

6
Otra expresión de Pablo Población (¿qué tendrá él con /contra la acumulación de grasas?).
7
Suelo comentar medio en broma medio en serio que un porcentaje muy elevado de adictos al
empezar tratamiento tienen “una oreja más grande que la otra”, refiriéndome a la presión que
ha de ejercer su entorno sociofamiliar para que esto suceda.

23
 Potencia la adquisición de nuevos recursos mediante su
entrenamiento en un entorno menos traumático.

A riesgo de repetirme en demasía, señalaré nuevamente que las


situaciones familiares de crisis tienen un componente fóbico tan intenso
que no resultaría viable la capacitación de los familiares de adictos, al
menos inicialmente, si no se interviene previamente sobre el nivel de
tensión para que disminuya, algo muy difícil de lograr en sesiones
unifamiliares al comienzo del tratamiento. Una vez que se logra, la
posibilidad de la multiplicación dramática8 convierte el grupo
multifamiliar en un catalizador terapéutico o incluso en un reactivo
para quienes no se habían planteado siquiera que en muchos más
momentos de lo que se piensa los problemas son las soluciones
adoptadas y que si sólo se aborda el componente emocional, los
comportamientos concretos - que a la postre suponen el cambio -
quedan sin gestarse. El role - playing pedagógico tiene por todos estos
motivos mucho que decir en este tipo de intervención. Otro tema
diferente es la fantasía del “manual de instrucciones” que caracteriza
según mi experiencia a estas familias.

Entre las ventajas de reunir a varias familias de sujetos con


problemas adictivos queremos destacar, en primer lugar, todas aquellas
que se derivan de concebir al grupo de familiares como un grupo
terapéutico “per se”, no sólo como un espacio educativo y formativo de
adquisición de habilidades y recursos ante un problema cercano pero
externo a los participantes. Desde esta perspectiva tanto la aparición de
fenómenos grupales clásicos como las técnicas y estrategias utilizadas
en la psicoterapia de grupo tienen cabida en la intervención
multifamiliar que venimos describiendo.

8
Este es un concepto psicodramático que alude a la cualidad y capacidad que tienen los grupos
terapéuticos para no sólo multiplicar cuantitativamente las alternativas comportamentales ante
una misma situación sino para ayudar a las personas a mirar sus dificultades de otra manera.

24
4.2. Etapas que configuran el Programa Multifamiliar

1. - Etapa de Integración Funcional

Esta primera etapa se centra en el abordaje de las contingencias


biopsicosociales más inmediatas de las adicciones. Además de
proporcionar a las familias información básica sobre dichos fenómenos,
se intenta conseguir un marco terapéutico de diálogo que favorezca la
expresión racional y emocional de los distintos problemas de los
asistentes y oriente en el establecimiento de futuras líneas de trabajo
individual y colectivo, pretendiendo además que las familias se impliquen
progresivamente en el tratamiento.

Como objetivos centrales de esta etapa podemos señalar:

 Análisis y comprensión tanto del proceso adictivo como de las


consecuencias familiares del mismo.
 Recuperación y fomento del interés en restablecer una relación
familiar más saludable y satisfactoria.
 Progresiva resolución de conflictos anteriores y actuales mediante la
capacitación práctica para el manejo de las dificultades implícitas en
los mismos.
 Resolución de los sentimientos desfavorables frente al familiar
adicto.

Enlazando con este último objetivo, si bien esta primera etapa en


principio posee una orientación más educativa que terapéutica, las
sesiones suelen estar muy “cargadas” afectivamente ya que la adicción
sume a la familia en una situación grave de incomunicación y de
conflicto en que aparecen con fuerza arrolladora emociones como el
miedo, la culpa, la impotencia, la rabia, la desconfianza y la
inseguridad.

25
Además, el hecho de que aún en la actualidad muchas familias de
personas con problemas de adicción se sientan excluidas de las
intervenciones profesionales, agrava las emociones antes señaladas y
sitúa a la familia en un rol de agente patógeno que refuerza la culpa
que experimentan. El resultado de cuanto viene diciendo es que
frecuentemente las familias acuden a las primeras sesiones con una
mezcla de desconfianza, ansiedad y esperanza cuasi - mágica en que
todas sus dudas y problemas sean resueltos desde el primer momento
por los profesionales encargados de dirigir dichas sesiones. Recordemos
por ello que la familia del adicto está compuesta por PERSONAS QUE
SUFREN y que no encuentran el espacio donde compartir tal
sufrimiento y que la actitud y comportamiento del(los) terapeuta(s)
deben ajustarse a tales circunstancias mediante intervenciones
terapéuticas que contengan y vehiculen simultáneamente dichas
tensiones al objeto de evitar que los conflictos no abordados en el
ámbito familiar perjudiquen seriamente al proceso de recuperación.

2. - Etapa de Maduración

En esta segunda fase del programa se aborda de forma intensiva el


papel de la dependencia en la estructura familiar y en su ciclo vital, el
estilo comunicativo, las reacciones afectivas, las consecuencias
relacionales y las medidas adoptadas al objeto de lograr un cambio de
actitud, de posibilitar entrenamientos específicos en técnicas de solución
de problemas y de potenciar tanto el incremento de la autoestima de los
familiares como la pérdida progresiva de importancia del miembro adicto
en la organización y estructura familiares.

La metodología utilizada en esta etapa privilegia un acercamiento


mucho más activo (mediante grupos de trabajo, role-playing, dinámicas
grupales, técnicas psicodramáticas, etc.) sobre el enfoque
eminentemente pedagógico de la anterior fase, ofreciendo de este modo

26
un margen más amplio a la expresión de los conflictos familiares y
convirtiendo los grupos multifamiliares en auténticos grupos de
psicoterapia que reúnen todas las características de los mismos. De
hecho, según avanza el proceso terapéutico se observa cómo el
lenguaje de los asistentes va cambiando del característico “ellos y sus
problemas” iniciales al “nosotros y los nuestros” propio de un grupo
centrado en sí mismo y en las dificultades de los miembros que lo
componen.

3.- Etapa de Reintegración Social- Implementación

Etapa resulta definitiva tanto para el paciente como para su familia


puesto que la culminación del proceso terapéutico individual ha de venir
pareja a la clarificación de las dificultades familiares en los diversos
ámbitos que configuran la intervención (afectivo, comunicativo,
estructural, etc.).

Objetivos propios de esta etapa son:

 La normalización de la vida familiar.


 Participación en las decisiones familiares de todos sus miembros,
incluido el adicto.
 Realización de actividades conjuntas.
 Adecuada resolución de conflictos.
 Pérdida de protagonismo del adicto dentro del grupo familiar.

Al igual que en todos los demás planos familiares e individuales,


según se confirman los avances tanto de las familias en su conjunto como
de los diversos miembros que las conforman por separado (especialmente
los más implicados y/o afectados por el problema de la adicción) se va
abordando la despedida progresiva de quienes participan en las sesiones
multifamiliares. Dicha despedida en muchas ocasiones se produce a

27
instancias del propio equipo terapéutico pues aparece la ya citada
dependencia institucional con una intensidad que sorprende al tratarse
de familiares y no de afectados.

Cuando el sujeto obtiene el alta terapéutica por finalización del


programa (o fórmula consensuada similar) y concluido también el trabajo
familiar en sus diversos planos de intervención, paciente y familia entran
en una etapa de seguimiento dentro de la cual se mantienen contactos
periódicos tanto conjuntos como separados a fin de conocer la evolución
general y contrastar cómo se va produciendo la nueva adaptación familiar
(autorregulación), procurando, en el caso de situaciones en extremo
difíciles, proveer a los miembros de la familia de los recursos personales
suficientes como para mantener el mejor equilibrio psicorrelacional
posible.

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