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busca abrirse camino y debe, para ser liberado, pasar por relaciones que
no ponen en contacto directo los elementos que entran en su composi-
ción o que no pueden ser deducidos por relaciones simples de proximi-
dad inmediata, descuidando aquello que parece desempeñar solo la fun-
ción de digresiones. Por supuesto, los afectos desempeñan el rol más
importante en esta difracción, sus derivaciones, rupturas o encadena-
mientos. Sin embargo, sería erróneo pensar que la huella de los afec-
tos alcanzaría para orientar claramente hacia aquello que debe condu-
cir al significado latente. De este modo los afectos pueden surgir como
una consecuencia del desmantelamiento asociativo y no tener por fun-
ción sino la connotación de un aspecto de un discurso aparecido, en el
devenir, sin tener un rol importante sobre la trama significativa puesta
en evidencia gracias al trabajo asociativo.
Vemos que esta forma de pensamiento no hace más que buscar un
aflojamiento de la censura, pero induce un funcionamiento desemba-
razado de las exigencias de la puesta en secuencia de palabras en su-
cesión lógica categorizada, haciendo jugar la atracción (y el rechazo
que la acompaña) de los elementos reprimidos que dirigen la produc-
ción del discurso. La demanda de la asociación libre tiene una doble
consecuencia. Si por un lado lleva a renunciar a las exigencias que ase-
guran el encadenamiento de ideas –la coherencia lógica requerida
por el pensamiento secundario– y a liberar así la circulación de las
divagaciones temáticas tanto sobre la sucesión de los diferentes pen-
samientos emitidos como sobre los desvíos producidos por algunos de
entre ellos que pueden parecer a primera vista contingentes o adya-
centes, este modo de discursividad, a la vez flojo y entrecortado, faci-
lita como contrapartida, por el aflojamiento de las relaciones inter-
nas de la comunicación, una actividad que intensifica los modos de
irradiación a distancia entre partes del discurso, como la poesía y la
escritura literaria buscan deliberadamente, pero de modo contro-
lado. Lo que nos indica que esta irradiación, suscitando efectos a dis-
tancia, parece ser una capacidad del espíritu humano que entra en
juego cuando aquello a lo que tiende el discurso no puede ser enun-
ciado sin hacer correr un riesgo a aquel que lo expresa, o que un dis-
curso aparentemente errático es más rico cuando adopta las formas
de la poética (fig. 2). Los lazos entre palabras tienen más capacidades
semánticas que la sucesión de palabras en sí mismas. Esto pone en
claro la importancia de la dimensión de evocación del lenguaje (La-
can) que escapa a la visibilidad, a la continuidad y al arreglo obte-
nido por los lazos perceptibles dentro de una lógica que define sus re-
glas obedeciendo a leyes que rigen los procesos secundarios.
aquí alusión a un analizando que vino a verme por una angustia cró-
nica. Había hecho varias tentativas terapéuticas que revelaron, entre
otras cosas, su intolerancia al silencio. Poco tiempo después del comienzo
de la cura conmigo, que él parecía haber deseado intensamente, y se-
guidamente a intervenciones que me habían parecido más necesarias
en relación con sus experiencias previas, marcadas por un silencio trau-
mático, llegó a responderme: “Yo no lo escucho, tengo mierda en los oí-
dos”. Él no me hablaba de su sordera como de una imposibilidad de
oírme, sino de un rechazo a escucharme. Diez años más tarde, en el curso
de una sesión reciente, volvió a decirme a propósito de una interpreta-
ción que lamentablemente no le gustó: “Yo no lo escucho”. No comprendí
que expresaba la misma oposición de antaño y creí que mi voz no ha-
bía sido suficientemente audible. Constancia sorprendente, él solo ha-
bía suprimido la contracción anal metafórica de su oído. En la sesión
siguiente mostró, sin embargo, una destacable capacidad integradora.
No obstante, esta comprensión en forma de sierra ha permanecido ca-
racterística de su funcionamiento, aun después de avances notables. La
diferencia residía en una capacidad de restablecimiento del insight cuyo
progreso no era una ilusión, pero cuyo ejercicio debía estar precedido
de la compulsión de repetición devenida felizmente transitoria, desti-
nada a hacerme perder pie para emparejar la inminencia del peligro
que podía representar la visión más profundizada que él había adqui-
rido de sus conflictos pasados.
Hoy creo que esos comportamientos cuya finalidad defensiva he com-
prendido deben ser vinculados a manifestaciones fóbicas. Pero me res-
taría pasar del plano del comportamiento, por sintomático que fuese, a
aquello que hace a la especificidad y que obstaculiza la inteligibilidad
analítica: es decir que el sentido como emergencia de la asociación li-
bre en la relación transferencial deviene el objeto de una confusión y
una asfixia casi sistemáticas.
gún sus propias palabras, a una madre como él había soñado que ella
hubiera sido. Sentí que un cambio se producía en él, como si pudiera
admitir una imagen menos estereotipada que la que había aparecido
durante el análisis. Retornó sin embargo, larga y repetitivamente, so-
bre la anorexia de su madre y su impotencia de hacerla comer cuando
era pequeño. Reencontró con gran emoción la irritación profunda en la
que ella lo sumergía. Una anotación me había retenido sin comprender
lo que significaba. Aun en el hospital donde ella permanecía y donde él
mismo le llevaba alimentos que pudieran abrirle el apetito, me dijo
que se las arreglaba para no estar presente cuando ella comía. Pronto
pudo evocar un período del pasado del cual no había podido hablar, en
el que su madre, salida de su marasmo, se había graduado y llevaba
una vida activa durante un cierto tiempo antes de deprimirse nueva-
mente por una causa desconocida. Por otra parte, Gabriel soportaba mal
las consecuencias de ciertas dificultades presentes en su entorno e in-
dependientes de él, y reaccionaba a situaciones objetivamente exigen-
tes operando ciertos clivajes, ensayando abstraerse por la denegación
de los problemas que lo cercaban, sin hacer frente a nada. En el mismo
tiempo, y a partir de conversaciones con la madre, él volvió en sesión a
sus recuerdos de la infancia. Ella le recordó cómo vivían en un am-
biente de 25 metros que servía también de taller a su padre. Él dor-
mía en un catre de campo, en el taller de su padre, su padre en la cama
del cuarto de estar y la madre, en un canapé del cual él era incapaz
de decir si estaba en la habitación en la que dormía el padre o en la
que él mismo dormía. La madre fue igualmente incapaz de dar esta
precisión, que estaba cargada de consecuencias psíquicas. Él mismo
había repetido obstinadamente que no había visto a sus padres dor-
mir juntos, salvo una mañana de Navidad en la que había recibido
regalos. Poco después, volviendo a la anorexia de su madre, surgió una
idea: no podía recordarla comiendo, pero se acordó de cierta circuns-
tancia en la que ella bebía cerca de él. Al tomar su taza de té, ella
emitía ciertos ruidos con la garganta que lo ponían en un estado de
extrema irritación. “Hubiera querido parar los ruidos insoportables
que emitía su cuerpo”. Yo sugerí que estos ruidos lo forzaban a repre-
sentar el interior del cuerpo de su madre, lo que él admitió, pero sin
que un verdadero cambio se produjera de inmediato. En la sesión si-
guiente, después de haber evocado los problemas de su hijo, los pro-
yectos de separación de su mujer y los relativos a su futuro, de los
que me hacía partícipe con una reticencia llena de sospechas, ex-
presó su deseo de volver al recuerdo de su madre tomando el té. Ha-
biendo reflexionado sobre el tema, se dio cuenta de que en la lengua
de sus padres se decía “un vaso”: gluss (de té), palabra cuya sonori-
4. Glousser: disfrutar.
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Desarrollos metapsicológicos
Post scriptum
verla siempre, y llegó a percibir el modo como ella también había sido.
En lo sucesivo puedo decir que la imago maternal, ayudada por la trans-
ferencia, ha sido verdaderamente internalizada, sin idealización exce-
siva pero con un pleno reconocimiento de los aspectos positivos que
ella le había transmitido (todo particularmente en la sublimación). Otros
signos del cambio en la vía de la cura han aparecido. Gabriel ha dado
pruebas de su capacidad de enfrentar y sobrepasar con éxito situacio-
nes frente a las que había reculado hasta el momento.
Llegó a decirme no solo que él estaba contento de sus éxitos, sino, lo
que me parece no menos importante, que él se siente un hombre “casi”
libre. ¿Quién lo es totalmente?
Resumen
Summary
THE CENTRAL PHOBIC POSITION: WITH A MODEL OF FREE ASSOCIATION