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Tema 26 Las Distintas Concepciones de La Psicologia Como Ciencia
Tema 26 Las Distintas Concepciones de La Psicologia Como Ciencia
1. Definición de Psicología
Dar una definición de psicología que sea aceptable para la mayor parte de los especialistas
es prácticamente imposible debidos a las siguientes razones:
A pesar de todo ello, intentaremos dar una definición provisional. A finales del siglo XIX,
la Psicología era concebida como un saber sobre la conciencia. Así, William James la
definía como «la descripción y explicación de los estados de conciencia, en tanto que
estados de conciencia». Esta concepción fue considerada como acientífica, ya que la
conciencia no podía ser abordada mediante procedimientos empíricos. Como alternativa,
Watson definió la Psicología como «el estudio de las reacciones objetivamente observables
que un organismo lleva a cabo como respuesta a estímulos, también objetivamente
observables, provenientes del medio». Según Watson, puesto que la conciencia no podía ser
directamente observada, tenía que permanecer necesariamente fuera del campo de la
investigación psicológica.
1. La conducta animal posee analogías con la humana, por lo que sirve de referencia
para aprender sobre el comportamiento de nuestra especie. No hay que olvidar, no
obstante, que hay diferencias significativas entre ambos tipos de conducta.
2. En aquellas ocasiones en las que por motivos éticos no se puede realizar
experimentos con seres humanos, los psicólogos los llevan a cabo con animales
Tanto el nombre como las primeras elucubraciones sobre algunos de los principales
problemas de la Psicología aparecieron por primera vez en la Atenas de Pericles justamente
con el auge de la Filosofía clásica.
Los sofistas, abandonando las antiguas preguntas sobre el origen del Universo, trasladaron
el interés filosófico hacia la antropología. A partir de las preguntas sobre qué es y cómo
piensa el ser humano, aparecen ya las primeras reflexiones acerca de la psique. De un modo
muy general, cabe decir que se considera a ésta como un elemento contrapuesto al cuerpo,
como un ente cuyas funciones esenciales regulan las actividades de la vida y del
conocimiento.
Ahondando en la vía iniciada por Descartes, aunque discrepando de él, los empiristas
británicos del siglo XVII y XVIII (Locke, Hume y Berkeley) se dedicaron al análisis de los
procesos psíquicos. Su contribución a la Psicología consistió en abordar la constitución y el
funcionamiento de las facultades cognitivas del ser humano, centrándose especialmente en
los estudios sobre la sensación y los mecanismos mentales de asociación de ideas. En
síntesis, trataron de aislar los elementos más simples del conocimiento para tratar de
determinar con posterioridad cómo la mente los sintetizaba en unidades superiores a las que
denominaron ideas complejas.
Ernst Heinrich Weber se dedicó al estudio de las sensaciones táctiles y calculó que –con
objeto de producir un incremento igual en las sensaciones– los estímulos tenían que verse
aumentados en proporción a su intensidad original. En otras palabras, Weber trató de
determinar cuantitativamente la diferencia mínima que debía existir, por ejemplo, entre dos
pesos para tener la sensación de que uno pesa más que el otro. Se propuso establecer la
relación existente entre la intensidad del estímulo y los juicios que dan los sujetos, con
respecto a esas diversas intensidades.
Profundizando en estos estudios, Hermann Helmholtz afirmó que los órganos de los
sentidos, más que registradores son elaboradores. No registramos objetos ante nuestros
ojos, sino que juzgamos su forma, su distancia, su disposición en un ambiente, y así
sucesivamente. Al igual que –para determinar la posición de un astro– un astrónomo mide,
compara y efectúa razonamientos deductivos, de un modo análogo trabajan nuestros
órganos de los sentidos: organizan los objetos, los elaboran y los evalúan.
El objeto de la psicología está constituido por los datos de experiencia que es preciso
analizar en sus elementos. Tales elementos son procesos mentales, actos, operaciones o
actividades psicológicas, cuyas leyes de desarrollo debe determinar el investigador.
5. Psicología de la forma
Según estos psicólogos, nuestras experiencias dependen de los modelos que los estímulos
forman y de la organización de la experiencia. Lo que vemos es relativo al fondo, a otros
aspectos del todo. El todo es diferente de la suma de sus partes: el todo se compone de las
partes que están en relación.
Aunque no les gustaba la psicología introspectiva típica de sus días, fueron vigorosos
oponentes del conductismo. No querían entregarse a un tipo de introspección libre que se
conoce bajo el nombre de fenomenología. Deseaban ser libres para preguntar a un niño qué
le parecía alguna cosa, lo que significaba para él. Estaban interesados por la visión de los
movimientos, por la percepción de los tamaños, por la apariencia de los colores bajo los
cambios de iluminación.
La defensa de la nueva postura vino en parte de las analogías con el moderno campo de la
física. La palabra “campo” en física designa un conjunto de fuerzas magnético que sirve
para indicar un tipo de líneas de atracción y repulsión. El carácter ejemplar de los campos
físicos proporcionó una útil analogía con los tipos de organización de los acontecimientos
psicológicos. De aquí que algunas derivaciones de la psicología de la Gestalt reciban a
veces el nombre de teorías de campo.
Según estos psicólogos, las ideas complejas no se conforman desde elementos simples en
un proceso, sino que son inmediatas en la experiencia como un todo con significado.
Sostuvieron que la descomposición del todo en un intento de aislar sus pretendidas partes
constitutivas supone una falacia metodológica; construyeron, por tanto, una psicología de
corte holístico basada en la percepción mental de las formas acabadas: el todo perceptual es
lo que se presenta en nuestra conciencia. Según Wertheimer
6. Funcionalismo
Según Angell (su figura más representativa), cualquier sensación está determinada por las
exigencias planteadas al organismo por la situación ambiental, es decir, está determinada
funcionalmente. Niega un valor fundamental a los posibles contenidos de conciencia. Lo
importante es observar las funciones de ésta ya que “en momentos diferentes, distintos
contenidos mentales pueden ser llamados a realizar funciones idénticas”. Admite que la
concepción subyacente en el funcionalismo es la evolucionista, donde “las estructuras
orgánicas y las funciones existen en virtud de la eficacia con que encajan en las condiciones
vitales existentes”
7. Freud y el psicoanálisis
Freud afirmó que el inconsciente es el lugar mental donde residen ideas reprimidas que no
pueden alcanzar, por esto mismo, la conciencia. La represión se produce como reacción
ante la insoportabilidad de que se hagan presentes en nuestra conciencia; se trata de una
forma de defensa del “yo”. Freud niega el carácter débil de las ideas del inconsciente; por el
contrario, éstas sostienen una dura pugna contra el mecanismo represor para aflorar a la
consciencia a través de caminos tales como el sueño.
La concepción de Freud incluía unas consideraciones sobre las fuerzas que subyacen en la
conducta humana. Éstas no son sino los instintos o pulsiones que se desvelan como
tensiones fisiológicas que requieren un apaciguamiento por medio de una satisfacción de la
conducta. Estas pulsiones, innatas, son compartidas por el resto del mundo animal junto al
hombre, el cual sólo se distingue por la complejidad de los mecanismos represores
culturales y racionales. Así pues, la actividad del hombre tiende a transformar sus apetitos
animalescos en la construcción de la civilización.
Los primeros estudios de Freud se refieren a la histeria. El nombre proviene del griego
“hysteros” (útero) ya que entre la comunidad médica de la época se atribuía el origen de la
enfermedad a disfunciones del órgano femenino, llegándose a la creencia de que, quienes
padecían tal trastorno, eran las mujeres. Freud no tardó en aceptar la tesis de Charcot de que
el mal histérico surgía de un desequilibrio propio de la mente. El origen de la histeria se
arraiga en una experiencia de tipo traumático donde la emoción que se suscita no se ha
liberado de modo adecuado. La experiencia insoportable no puede acceder a la conciencia y
es así que se instruye un aparato represor que la relega fuera de aquélla, pero que aún
continúa operado y provoca un síndrome histérico. Así el paciente puede reconocer el
síntoma, pero no la causa, la experiencia de que se nutre su mal.
La psique es, para Freud, una estructura de significado antes que una entidad física. Está
relacionada con los procesos simbólicos y requiere una interpretación. Por ello, Freud optó
por invitar a sus pacientes a que hiciesen todo tipo de asociaciones libres sobre los síntomas
que presentaban, y hablasen sin pudor ni límite sobre todo aquello que se les viniera a la
mente. Estas investigaciones sugirieron a Freud que el origen de los desequilibrios
histéricos había que buscarlos en algún problema de tipo sexual.
Freud siempre consideró los sueños como el conducto más importante hacia la profundidad
del inconsciente. En su intento de lograr una comprensión más profunda de los sueños, su
método se diferencia de los anteriores en que no se basa en un código de sueños previo.
Propone estudiar le material de esos sueños por sí mismo. Freud demuestra que la
interpretación de los sueños debe ser especial porque un sueño es la realización de un
deseo, el deseo de que no se entienda en el plano de su contenido manifiesto. Un sueño
contiene invariablemente un mensaje oculto, relacionado con la sexualidad del que sueña.
La sexualidad está esencialmente oculta; tiene que estarlo. Ello quiere decir que la
sexualidad está asociada a los signos y a lo simbólico. No es un impulso animal, sino que
está imbricada en todos los desplazamientos de la vida social y cultural.
No existe ningún código predeterminado para interpretar un sueño. Cada elemento debe
interpretarse como si fuera la primera vez. La razón es que el sueño no es tanto el resultado
de procesos lingüísticos como un lenguaje en sí mismo: se aproxima a un idiolecto.
En sus obras finales, Freud introdujo el concepto de “pulsión de muerte”. Tal novedad
supuso un cierto replanteamiento de sus tesis precedentes, sin abandonar la idea de una
mente en conflicto. Ahora la mente se concibe más como el resultado de la pugna
sostenida, por parte de las pulsiones, en devolver un estado de tensión a otro previo donde
tal tensión no existe. El estado previo es el inorgánico, el aún no vivo, al que tienden las
pulsiones enfrentadas a otras que buscan prolongar la vida. Estas consideraciones fueron
ampliando su replanteamiento de la estructura de la mente, como aparece en su obra El yo y
el ello. En esta renovada visión, el mapa mental se hace más complejo. En primer lugar
encontramos un “ello” irracional, inconsciente, donde se amparan las pulsiones y que actúa
desde la infancia como fuerza original. Estas pulsiones se proyectas sobre la madre y
objetos inmediatos que informan al niño del mundo, contribuyendo a la formación del “yo”,
que se asocia al principio de realidad, cuya función es modular la tendencia a satisfacer el
apaciguamiento de tensiones que exige el “ello”. Por último, se conforma el “supero-yo”
que surge como agente de la moral interna. Éste se desarrolla desde la época vital edípica.
El temor al rival del mismo sexo entre los progenitores acaba por ceder en pro de una
aceptación de los valores morales que propugnan y que sirven de apoyatura al “yo” que, a
su vez, ordenará el aparato represor. La relación de estas tres esferas de la mente produce la
conducta y la conciencia. De su falta de equilibrio provendrá la patología mental.
7.1 El inconsciente
1. No existen contradicciones lógicas. Las leyes lógicas sólo rigen para la mente
consciente. Y el principio de no-contradicción es una categoría propia del
consciente. Pero en el inconsciente predomina la ambivalencia, pues una cosa puede
darse al mismo tiempo que su contraria.
2. Es atemporal. También el tiempo, el saber el antes, el ahora y el después, es propio
de la mente consciente. El inconsciente, por el contrario, es atemporal. Esto explica
que un conflicto o trauma provocado en la primera infancia, actúa –o puede
hacerlo– en el individuo aunque hayan pasado muchísimos años, si todavía no ha
sido resuelto. Su existencia reprimida hará que despliegue toda su fuerza dinámica
en nuestro inconsciente y que incluso se nos presenten síntomas –como los
histéricos– en nuestra vida cotidiana, produciendo la sintomatología neurótica.
3. No existen las abstracciones. El inconsciente no sabe filosofar, ni realiza
abstracciones, sino que, por el contrario, es concretista. La abstracción es propia de
la mente consciente. Por esto el inconsciente recurre a símbolos que concreten hic et
nunc lo que quiera simbolizar, teatralizando o dramatizando situaciones y
personajes.
4. Es primitivo y ancestral. No presenta las sutiles gradaciones de la mente consciente.
Así, conscientemente podemos distinguir entre sentirse frente a una persona con una
cierta antipatía o aversión, pero a nivel inconsciente existe una sola reacción (sin
matices), que es más primitiva: matarla o agredirla.
5. Es mágico. Dos cosas que han estado en contacto (magia de contacto) o dos cosas
que se parecen (magia de analogía) forman unidades cerradas en el inconsciente.
También se considera omnipotente: v.gr., si se piensa en alguien, y junto a ese
pensamiento se tiene un sentimiento de odio, sólo con pensar en esa persona, cree
que se le dará muerte.
La obra de Freud se puede dividir en dos etapas, a las que se conoce con el nombre de
primera y segunda tópicas. En la primera tópica 8anterior a 1923) Freud hace una
descripción topográfica de la mente; divide la mente en cuatro “regiones” que son:
1. El Yo. Según Freud proviene del Ello, al rozar éste, en la vida cotidiana del hombre,
con las dificultades y exigencias de la vida en sociedad. Está “situado” en un estrato
superior al Ello y organiza los instintos y las pulsiones, controlando al Ello. Su
principal tarea es la autoconservación: mide los riesgos y los peligros, y procura
evitarlos a cualquier precio. Sus características básicas son: a) toma conciencia de la
realidad, del medio ambiente; b) comprueba la realidad, confrontándola con el
“principio del placer” del Ello; c) se rige por el “principio de realidad” (la
conveniencia o no de hacer algo); d) controla los impulsos del Ello (cuando los
deseos de la libido chocan con la realidad, el Yo frena esos deseos, pues el
“principio de realidad” le enseña que no puede hacer todo lo que se le antoje); e)
origina el nacimiento del Superyó; f) una “parte” se dirige hacia lo externo y otra
hacia el interior del hombre; g) está “situado” entre el Ello y la realidad exterior; h)
en él se originan las censuras y las represiones (propias del Superyó), pero éste nace
del Yo).
2. El Ello. Es la parte desconocida del psiquismo humano, pero que, a pesar de no ser
conocida, influye decisivamente en el comportamiento cotidiano y onírico del
hombre. El Ello comprende los impulsos instintivos e inconscientes de la psique.
Tiene como características básicas las siguientes: a) es primitivo: representa la
historia ancestral filogenética e instintiva del hombre; b) es el motor de toda la
energía instintiva: genera la libido y los impulsos del eros y el thánatos; c) se rige
por el “principio del placer” y la evitación del dolor: divida a todas las personas y
cosas en placenteros o displacenteros, tendiendo siempre a conseguir el mayor
placer posible; d) es ilógico: la lógica pertenece sólo a la mente consciente y, por
tanto, el Ello no sabe de lógica y pertenece al mundo de lo mágico; e) es amoral: la
moral emerge del yo hasta el superyó, y no está presente en el ámbito del instinto; f)
es atemporal: para el Ello no hay tiempo pasado, todo es presente; g) siempre está
operando: aunque no seamos conscientes de su presencia, lo instintivo, el Ello,
siempre está actuando y nunca descansa.
3. El Superyó. Compone, junto al Yo y al Ello, la estructura de la mente. El Superyó se
origina en el Yo, al introyectar la mente la cultura y los valores sociales (sobre todo,
los familiares). De aquí nacen la conciencia moral y el “ideal del Yo” (la imagen
que uno tiene de sí mismo). Es el estrato superior de la mente; aquí la realidad no es
sólo placentera (como pretende el Ello, llevado por el principio del placer”) o
dolorosa (como le “advierte” el Yo con su “principio de la realidad”, sino que
también puede ser moralmente bueno o malo, censurable o no. Es el responsable de
los “remordimientos” de conciencia. Sus características básicas son: a) es heredero
directo del complejo de Edipo; b) se rige por el “principio del bien”: lograr lo
bueno, evitar lo malo; c) es ilógico –en tanto que inconsciente–, pero moral; d) insta
al Yo a la represión y a la censura; e) produce los sentimientos de culpa y
autocrítica.
Quizá no haya ningún aspecto de la vida humana en cuya comprensión y praxis se haya
dejado sentir tanto la revolución copernicana de Freud como en el de la sexualidad, porque
a partir de ella ha dejado de ser un aspecto del hombre, para convertirse en una dimensión
totalizante del psiquismo y, a través de él, de la vida humana misma. El descubrimiento de
la sexualidad infantil y el estudio de las perversiones sexuales fueron los fundamentos de la
ampliación totalizante de la sexualidad. La sexualización del psiquismo humano fue la
resultante del descubrimiento de que no hay región del cuerpo que sea ajena a la pulsión
sexual, ni existe ningún tiempo en la vida del hombre que desconozca el placer erótico. A
partir de aquí comienza a derrumbarse una concepción de la sexualidad que la identificaba
con la genitalidad y que la restringía a la adultez del hombre. Lo genital es el lugar
privilegiado de la sexualidad porque en él encuentra su culminación la búsqueda y
obtención del placer, pero este placer lo busca y lo obtiene preparatoria y anticipadamente
el organismo del hombre a través de otras regiones del cuerpo; así como la genitalidad ve
diluidas las fronteras de lo sexual con respecto al resto del cuerpo, también se diluyen las
que separaban lo normal de lo perverso. El perverso ya no lo es porque encuentre placer en
unas zonas distintas de las genitales; también el “normal” lo va a buscar y obtener en ellas.
La única diferencia radica en que en éste ese placer anticipa y prepara el genital,
integrándose en su contexto.
Desde el nacimiento el organismo humano entra en relación con los otros porque desde él
busca en ellos la satisfacción placentera de sus pulsiones, pulsiones que en la adultez
quedarán integradas en la genitalidad, pero que hasta entonces se van desplegando a través
de las distintas zonas erógenas. Y del mismo modo que el proceso dialéctico pulsiones-
cultura implicaba la interiorización de la cultura como momento del devenir del psiquismo,
también aquí es la realidad psíquica de los otros y no tanto la física la que es decisiva. El
sujeto se constituye, así, a través del proceso por el cual se relaciona con los otros, pero en
cuanto estos otros son vivenciados psíquicamente en fantasías e imágenes como objetos
referidos a las distintas zonas erógenas del cuerpo y, al mismo tiempo, como fuentes de
placer.
Es así como Freud otorga a la sexualidad una dimensión psíquica al mismo tiempo que
sexualiza todo el psiquismo. La sexualidad ya no queda relegada al plano puramente
biológico o fisiológico, ni se reduce a una actividad destinada a desembocar
exclusivamente en la reproducción (como sostiene la moral más conservadora). La
sexualidad, desde la perspectiva freudiana comprende y es el conjunto de procesos a través
de los cuales se constituye el sujeto humano en relación con los otros, como otros
psíquicamente interiorizados. El psiquismo se sexualiza entonces porque estos procesos
relacionales que lo constituyen obedecen originariamente a un dinamismo de búsqueda y
obtención del placer, placer que obtiene su máxima expresión –pero no la única– en la
relación genital con otro. En cuanto esta relación genital placentera puede tener como
efecto –el más importante para la especie humana– la reproducción, ésta queda asumida por
la sexualidad. También en este nivel se pone de manifiesto la dialéctica placer-sentido, que
constituye el psiquismo humano: la sexualidad se hace propiamente humana cuando la
pulsión en su búsqueda de placer, obtiene placer en el sentido. Es cuando el otro ya no es
sólo objeto, sino al mismo tiempo otro sujeto humano.
8. El conductismo
A fin de hacer de la psicología una ciencia, decía Watson, sus datos deben estar abiertos a
la inspección pública como los de cualquier otra ciencia. Cuando una rata corre por un
laberinto puede tomarse una película de sus movimientos y a cualquier persona competente
le es posible comprobar las afirmaciones hechas sobre el orden en que la rata entró en los
callejones sin salida. En la medida en que se estudie lo que el animal o la persona hace o lo
que logra, puede disponerse de una ciencia objetiva, distinta de la ciencia subjetiva a la que
se limita la introspección. La conducta es pública; la conciencia es privada. La ciencia debe
tratar hechos de apreciación general. La conducta, pública y observable, es el único objeto
de la psicología. El hombre se reduce a sus conductas: por lo tanto, la ciencia psicológica es
conductismo. El psicólogo trabaja de la misma forma que el científico de la naturaleza:
«Dada [...] una situación, debe establecer qué hará el individuo ante ella. Y a la inversa: al
ver que el individuo hace algo, es preciso indicar cuál es la situación o el objeto que ha
producido dicho acto».
Watson sustituye las viejas “sensaciones” por las “respuestas” de la conducta, y sostiene
que el pensamiento es una forma de conducta, una organización motriz, exactamente igual
que el jugar al tenis o al golf. Las conductas son los únicos objetos de la psicología y ésta
debe hallar las leyes que los explican. Hallar las leyes que los explican quiere decir
descubrir sus causas. Y estas causas Watson las encuentra en los estímulos que el individuo
recibe de forma incesante desde el ambiente: las conductas son respuestas a estímulos
ambientales, y la psicología científica es la ciencia de la pareja “estímulo-respuesta”.
Ahondando sobre las ideas de Watson, apareció el conductismo radical de Skinner, el cual
pretende vincular su teoría psicológica al neodarwinismo, que indaga las causas de la
conducta del hombre en factores externos a él.
Admite que un organismo puede ser afectado por variables de control que han de ser
necesariamente estímulos. También afirma que la conducta ha de concebirse como
movimiento en el espacio, esto es, como fenómeno meramente físico.
El principio del reflejo condicionado lo descubrió Ivan Petrovich Pavlov, considerado como
el fundador de la psicología objetiva. Pavlov clasificó a todos los reflejos en dos grandes
grupos:
8.2 Watson
Watson realiza su estudio remitiéndose a las relaciones entre los acontecimientos del
entorno físico (los estímulos) y el comportamiento de los animales y los hombres (sus
respuestas o reacciones a estos estímulos). Su análisis se centra en las acciones observables
en los organismos. Éstos responden a las solicitaciones de los estímulos ambientales.
Mientras que la ciencia de la conciencia (psicología) no era accesible más que por el
método introspectivo (Wundt), la psicología dispone de un método objetivo aplicable a
datos que son accesibles a muchos observadores objetivos.
8.3 Skinner
En 1930 publicó su primer trabajo, donde describe una técnica experimental que será la
piedra angular, tras diversos retoques, de su conductismo radical. La técnica consistía en lo
siguiente:
1. Una caja provista de un mecanismo que suministraba una bolita de comida a una
rata privada de alimento cada vez que el animal abría la puerta de un comedero.
2. Un dispositivo que provocaba el movimiento vertical de una plumilla sobre una
cinta deslizante de papel, cada vez que la rata abría la puerta del comedero.
En 1932 presenta otra versión de lo que denominará caja de Skinner. Cuando la rata aprieta
una pequeña palanca situada en una de las paredes de la caja, pone en acción un mecanismo
que hace aparecer una bolita de comida en el interior de la caja, debajo de la palanca;
paralelamente, cada accionamiento de la palanca se traduce en una marca de registro
acumulativo. De este modo, la caja de Skinner permite poner en evidencia el hecho de que
un comportamiento emitido por un organismo privado de alimento que vaya seguido
inmediatamente por la presentación de la comida, incrementa su frecuencia de emisión. Si
bien la primera vez que la rata acciona el mecanismo es por casualidad y atendiendo a la
dualidad ensayo-error, la cada de Skinner muestra que se puede modificar como se desee a
conducta del animal.
Llevado esto al límite, significa que cualquier persona será capaz de controlar el
comportamiento de otras personas para conseguir cualquier objetivo deseable, en la medida
en que:
Por lo general, el hombre actúa para evitar el castigo, lo desagradable, y entonces se dice de
él que es bueno, y se alaba su dignidad y su libertad, pero el mérito no está en el hombre,
sino en el medio, que es quien castiga, y por eso es al medio al que se debería alabar, y no
al hombre. De este modo, según Skinner, el hombre se verá obligado a abandonar su último
reducto diferencial (la conciencia, el yo interior) y aceptar la cruda realidad: su
comportamiento, lo mismo que el de los demás organismos, es función de una historia
genética y de unas contingencias ambientales. Además, «todavía está por ver lo que el
hombre puede hacer del hombre». Las conquistas del hombre son «tan dignas de admirar
como un follaje en otoño».
Piaget, opuesto a la noción central del conductismo, según la cual el individuo sería más o
menos una construcción elaborada por un ambiente, también se muestra contrario a un
innatismo de tipo kantiano, pero admite un desarrollo fijo y definido de estructuras
definidas y universales.
10. El cognitivismo
Esta corriente de la psicología presupone que los seres humanos, así como los animales
superiores y también los computadores, son sistemas de procesamiento de información. En
contraposición al conductismo sostiene la existencia de estados internos, que identifica con
los procesos mentales, entre estímulo y respuesta, que son la causa de la conducta. Estos
estados internos se alimentan de información. También se la denomina psicología
computacional.
En síntesis, argumentaban que el objeto a estudiar (la relación entre mente y conducta) no
podía someterse al reduccionismo del propio método experimental. En la actualidad, esta
vieja polémica continúa vigente, siendo una de las señas de identidad que caracterizan a la
Psicología como ciencia.
Las argumentaciones más frecuentes contra el carácter científico de la Psicología, así como
las réplicas de sus defensores son:
Frente a este conjunto de críticas, los partidarios de considerar a la Psicología como ciencia
señalan, en primer lugar, el carácter interdisciplinario de la Psicología en relación con otras
ciencias. Afirman que esa dependencia, en lugar de empobrecerla, la enriquece, puesto que
permite contemplar desde otra perspectiva los problemas de las demás ciencias con las que
mantiene contacto. El que un psicólogo utilice descubrimientos fisiológicos no significa
que sea fisiólogo, sino que dichos descubrimientos le permiten explicar de manera más
satisfactoria determinados comportamientos conductuales. Para ellos, la Psicología posee
un objeto propio de estudio que la diferencia claramente de las demás ciencias, aunque
utilice en muchas ocasiones métodos y conceptos tomados de otros saberes con el fin de
procurar una interpretación global de la conducta.
13. Bibliografía