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68 FILOSOFÍA
L. Wittgenstein y B. Russell:
la corriente analítica en la filosofía.
28-14679-13
Temario 1993
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1. La filosofía analítica
1.1. El análisis filosófico
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INTRODUCCIÓN
En las primeras décadas del siglo XX surgió lo que hoy conocemos como «filosofía
analítica». En este tema vamos a ocuparnos de los inicios de esta corriente de pen-
samiento que durante el siglo XX se ha consolidado como una de las tradiciones
filosóficas dominantes, sobre todo en el ámbito anglosajón.
Además de un breve recorrido por la historia de esta tradición, en la que trataremos
de recoger las diferentes etapas por las que ha pasado, nos centraremos en dos de
las figuras que mayor impacto han tenido en la filosofía posterior: Bertrand Russell
y Ludwig Wittgenstein. El primero, además de por su activismo político y sus ideas
morales, ha tenido una gran influencia como uno de los padres del análisis filosó-
fico moderno por el uso innovador que hizo de la lógica para reformular algunos
problemas clásicos de la tradición filosófica, en el que habría que destacar el rigor
matemático que trató de trasladar al discurso filosófico. En el caso de Wittgenstein,
su figura ha atraído la atención de estudiosos de diferentes procedencias intelec-
tuales a lo largo de todo el siglo XX, debido en parte al estilo críptico, original y
muchas veces místico de sus escritos, aunque no hay que dejar de lado el gran
interés despertado por su propia persona, acrecentado por los pocos textos que
dejó escritos y los cambios experimentados por su pensamiento, que han dado
lugar a que se hable de un primer y un segundo Wittgenstein, y en ocasiones de
un tercero, para hacer referencia a las obras publicadas por los albaceas literarios
con posterioridad a las Investigaciones filosóficas.
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1 La filosofía analítica
Los escritos de George E. Moore (1873-1958), junto a los de Bertrand Russell (1872-1970) y Ludwig
Wittgenstein (1889-1951), son considerados como los textos en que se origina la filosofía analítica,
con el notable precedente de Gottlob Frege(1848-1925). Esta corriente supuso una nueva forma de
entender la labor de la filosofía frente a una tradición filosófica inmediatamente anterior que estaba
ocupada en crear grandes sistemas de pensamiento. Su principal característica es la importancia
otorgada al análisis del lenguaje, en sus diferentes dimensiones, a la hora de afrontar los problemas
filosóficos.
Aunque a lo largo de la historia ha habido numerosas concepciones del análisis filosófico, lo que
desde un comienzo da unidad a la corriente analítica es lo que algunos autores han denominado la
dimensión interpretativa o transformativa del análisis. Con esta expresión se intenta hacer referencia
a una concepción del análisis que presupone una interpretación previa dentro de un determinado
contexto de aquello que queremos analizar. Un ejemplo de ello extraído de las matemáticas sería el
caso de la geometría analítica, en la que los problemas geométricos son primero traducidos o expre-
sados en el lenguaje del álgebra y la aritmética para así poderlos solucionar más fácilmente.
Trasladado a la filosofía, esta concepción del análisis es la que encontramos en los primeros trabajos
de Russell en los que se utiliza la lógica como herramienta o lenguaje en el que traducir los proble-
mas para así poderles dar solución.
Aparece así una separación entre las formas gramatical y lógica de los enunciados que pasará a ocu-
par un lugar central en esta nueva concepción de la filosofía, lo que traerá consigo otro tipo de cues-
tiones de carácter semántico, epistemológico y metafísico, que afectarán no sólo a las herramientas
a utilizar en esa «traducción» del lenguaje corriente a otro más preciso, sino que abarcarán todos los
aspectos referentes a las relaciones entre lenguaje, pensamiento, lógica y realidad.
Aunque a lo largo del siglo XX se han dado cambios sustantivos dentro de la tradición analítica, una
de las ideas que ha permanecido constante ha sido la consideración del lenguaje ordinario como
algo que puede resultar engañoso y donde albergan numerosos problemas filosóficos cuya solu-
ción pasa por analizar esas expresiones lingüísticas problemáticas.
Entendido de esta forma, el análisis como labor filosófica es más que la simple descomposición de
algo en sus elementos básicos, auque ésta también será una tarea importante de la que se ocupará
la filosofía analítica, apareciendo en primer lugar como una tarea crítica respecto a los usos tradicio-
nales del lenguaje en el pensamiento filosófico y que tiene entre sus objetivos abordar las cuestio-
nes tradicionales de la filosofía, ya sea la metafísica, la epistemología o la estética, partiendo de las
relaciones entre el lenguaje, la realidad y el pensamiento.
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Hemos visto en el apartado anterior a qué nos estamos refiriendo cuando hablamos de análisis
dentro de la corriente de pensamiento de la que nos estamos ocupando. Ahora profundizaremos
en la forma en la que los autores que se enmarcan en dicha tradición han entendido la labor de la
filosofía, lo que nos servirá para exponer de manera sistemática los rasgos que nos permiten hablar
de la filosofía analítica como una línea de pensamiento que se ha ido desarrollando desde comien-
zos del siglo XX hasta nuestros días.
Los rasgos que definen este movimiento filosófico giran en torno al lenguaje y el papel central que
este ocupa en la formulación de los problemas filosóficos. Además, el lenguaje que suelen utilizar
tiene a la claridad expositiva y evita el uso de términos cuya definición no pueda ser dada de manera
más o menos precisa.
Sintetizamos a continuación las características que en mayor o menor grado dan coherencia a la
filosofía analítica:
1. Los problemas filosóficos tienden a convertirse en problemas lingüísticos, debido a la naturaleza
engañosa de nuestros usos del lenguaje. Se concibe la actividad filosófica como una labor de
clarificación y análisis de las estructuras y usos del lenguaje, dejando en un segundo plano la
concepción de la filosofía como productora de nuevos conocimientos sobre la realidad.
2. En general, los pensadores ponen un gran énfasis en el método de resolución de los problemas,
al reconocer esto como tarea filosófica. Eso supone tratar de reducir al mínimo los supuestos
epistemológicos y metafísicos sobre los que fundamentar sus propuestas, recurriendo a menudo
a la apelación a la racionalidad o el sentido común como puntos de partida.
3. A menudo hace uso de las herramientas proporcionadas por la lógica matemática para abordar
las cuestiones filosóficas. La formalización del conocimiento es vista como la mejor manera de
clarificar los problemas y de dar un enfoque sistemático de las teorías que permita dar una justi-
ficación racional de las mismas.
4. Valora positivamente la ciencia y la racionalidad, y aunque suelen mantener una separación me-
todológica entre filosofía y ciencia, en muchos casos consideran que la actividad de ambas es
complementaria para dar una visión completa de la realidad. El punto de unión entre ambas
suele ser la racionalidad que en ambos casos se considera un elemento necesario para el cono-
cimiento del mundo y para su posterior análisis, y en general es una condición esencial de todo
discurso que merezca ser tomado en consideración.
5. Rechaza la metafísica en tanto que ciencia de los primeros principios, centrando sus críticas en la
oscuridad que acompaña a las especulaciones metafísicas y a las dificultades para relacionar sus
teorías con la experiencia empírica que para ellos es la base de todo conocimiento.
Después de haber expuesto las ideas que permiten hablar de un «parecido de familia» entre los au-
tores normalmente reconocidos como analíticos, pasamos ahora, de manera esquemática, a situar
temporalmente a algunos de los pensadores más relevantes de la filosofía analítica, para dibujar así
un mapa en el que recojamos las diferentes etapas por las que ha pasado esta corriente durante el
escaso siglo de vida transcurrido desde su surgimiento con la obra de Moore y Russell hasta nuestros
días.
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Los autores considerados clásicos serían, entre otros, Frege, Wittgenstein, Russell y Moore, y con
ellos se asociaría el uso de la lógica que posteriormente se extendería de la filosofía del lenguaje
al análisis de las teorías científicas, y que conectarían el lenguaje y el mundo mediante relaciones
representacionales.
En segundo lugar estarían los autores que forman parte del Empirismo Lógico, y en particular de su
primera manifestación organizativa: el Círculo de Viena. Todos estos autores aplicaron las reflexiones
sobre el lenguaje del análisis clásico al estudio del conocimiento científico. Algunos autores de este
grupo serían R. Carnap, O. Neurath, C. Hempel y A.J. Ayer.
En tercer lugar, aunque en algunos momentos se haya solapado con la segunda etapa, tendríamos
a los continuadores del pensamiento wittgensteiniano entre los cuales sería necesario distinguir en-
tre la escuela de Oxford y la de Cambridge. En ambos casos se daría un uso terapéutico del análisis
del lenguaje, sin ningún afán sistemático, sino más bien al contrario, preocupados por problemas
concretos que se tratan de solucionar mediante el análisis. J. Wisdom, G. Ryle, J. Austin y P. Strawson
son algunos de los autores más importantes de estas dos escuelas que han conseguido mantenerse
activas hasta el momento presente.
Para finalizar este apartado vamos a ocuparnos de las diferencias entre la filosofía analítica y lo que
se ha denominado filosofía continental.
La filosofía analítica además de un aunar a un grupo de filósofos con ciertos puntos de partida
comunes, denomina un estilo determinado de hacer filosofía, y no tanto un programa filosófico o
unos contenidos teóricos específicos. Los filósofos analíticos tienen como uno de sus objetivos la
claridad y la precisión argumentativa. También es característico como ya hemos mencionado el uso
que hacen de las herramientas de la lógica. Por último, se diferencian de los denominados filósofos
continentales porque, a menudo, se identifican más estrechamente con las ciencias y la matemática,
que con los autores clásicos de la tradición filosófica, en concreto con aquellos afines a posiciones
idealistas. En general, los filósofos analíticos tienden a verse como herederos del programa de la Ilus-
tración, mientras que la corriente continental tendría una concepción más escéptica y crítica frente
a la filosofía ilustrada.
La filosofía continental, denominada así por filósofos ajenos a tal tradición provenientes del mundo
anglosajón, se refiere a un grupo de filósofos franceses y alemanes de los siglos XIX y XX. La etique-
ta geográfica es engañosa: Carnap, Frege, y Wittgenstein provenían de la Europa continental, pero
por sus afinidades ideológicas y sobre todo por los lugares en los que su obra ha tenido una mayor
influencia aparecen inscritos en la tradición analítica. La figura fundamental de esta tradición es He-
gel, seguida por otras figuras como los otros idealistas alemanes postkantianos, por ejemplo Marx,
Nietzsche, Husserl. La filosofía continental se distingue por un estilo más literario, poco preocupado
por la claridad y la elaboración de argumentos, y sus preocupaciones se centran en temas conec-
tados con la estética, la moral, la política y la naturaleza del ser humano, y no tanto en solucionar
problemas dentro de estas áreas, sino más interesados en construir nuevas visiones y propuestas
teóricas en continuidad con la tradición filosófica anterior.
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Ya dijimos antes que tanto Moore como Russell tuvieron una formación filosófica dentro del idea-
lismo, a cuyas ideas irían dirigidas muchas de las críticas que posteriormente llevarían a afirmar que
la tradición analítica planteaba una ruptura radical respecto a la tradición filosófica anterior, no sólo
en los métodos sino en los contenidos. Erróneamente, se han situado las tesis anti-metafísicas, que
posteriormente defenderían Rudolf Carnap y otros representantes del positivismo lógico, a la base
de esas críticas al idealismo por parte de los padres del movimiento analítico. Como veremos en este
apartado, en el caso de Russell tales afirmaciones chocan con sus planteamientos filosóficos en los
que en ningún momento se plantea un ataque a la metafísica en su conjunto, sino que lo que está
planteando es la necesidad de un nuevo método para la filosofía, lo que irá necesariamente unido a
cambios en los supuestos teóricos sobre los que se establezca la práctica del análisis.
La separación entre el análisis como método de la filosofía y los contenidos que Russell consideraba
que debían ser el objeto de estudio será fundamental a la hora de entender el desarrollo del pensa-
miento analítico, puesto que las principales tesis defendidas por Russell no siempre fueron mante-
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nidas por los autores posteriores, mientras que sus propuestas sobre el método analítico han tenido
una mayor continuidad y han sido una de las señas de identidad del movimiento analítico.
Nos ocuparemos primero de las aportaciones hechas por Russell y posteriormente indagaremos en
el método analítico que Russell instauró como uno de los pilares de la tradición analítica.
Las contribuciones de Russell a la lógica y a la fundamentación de la matemática fueron numero-
sas y tuvieron una influencia directa en su filosofía. Entre las numerosas aportaciones que hizo se
podrían destacar el descubrimiento de la paradoja de Russell, el desarrollo de la teoría de tipos para
tratar de evitar que surgiera dicha paradoja descubierta dentro de la teoría de conjuntos, su defensa
del logicismo y la introducción de mejoras en el cálculo de predicados de primer orden.
Aunque su teoría de las descripciones podría enmarcarse dentro de sus aportaciones a la lógica,
por la trascendencia que ha tenido para la filosofía del lenguaje le dedicaremos posteriormente un
apartado entero.
Los trabajos en la fundamentación de la matemática sirvieron a Russell como modelo para sus in-
dagaciones filosóficas, dándole en ambos casos a la lógica el papel de herramienta analítica para la
clarificación de problemas.
Como temas que unificaron las aportaciones de Russell en diferentes áreas de la filosofía como la
epistemología, la ética o la metafísica, encontraríamos los siguientes:
1. Centralidad del conocimiento científico. Como otros muchos pensadores de la época, Russell
tenía una gran confianza en los avances que las ciencias habían proporcionado al conocimiento
del mundo, y consideraba que todo el conocimiento que podemos obtener sobre la realidad se
basa en los métodos empíricos de las ciencias. Por tanto la labor de la filosofía no sería construir
teorías sino solucionar problemas de carácter metodológico y fundacional surgidos a partir del
intento de conocer el mundo por parte de los científicos.
2. Metodología común a las ciencias y la filosofía. A pesar de que a filosofía no tiene como objetivo
obtener conocimiento sobre el mundo, los métodos que utilizara en sus indagaciones serán se-
mejantes a las usadas en las ciencias, puesto que será necesario el uso de herramientas formales
y buscar las bases del conocimiento en la experiencia, siendo ambos aspectos algo extendido en
las elaboraciones teóricas en ciencias como la física o la matemática que estaban poco a poco
volviéndose más rigurosas y desarrollando un mayor y sofisticado sistema formal.
3. La filosofía como conjunto de enunciados generales y a priori. Si bien el objetivo de la actividad
filosófica será la solución de problemas mediante el análisis lógico del lenguaje, sus presupues-
tos teóricos no tendrán una base empírica sino que tendrán una validez independiente que los
hará presentarse como un conjunto de principios generales a priori que deben guiar la práctica
del análisis filosófico.
El método que propuso Russell, y que puso en práctica en gran parte de su extensa obra filosófica,
podría ser dividido en dos fases, una primera de análisis y una segunda de síntesis.
En la primera fase, el objetivo del filosofo sería tratar de formalizar una teoría o conjunto de creen-
cias de manera que, partiendo de una formulación en cierta medida vaga, imprecisa, no unificada,
llegásemos a un conjunto de conceptos y principios generales que recogiesen de manera unívoca,
precisa y ordenada el cuerpo de conocimiento del que partíamos, partiendo de los elementos míni-
mos para reconstruir la teoría y dándole una formulación matemática precisa.
El segundo paso sería reconstruir la teoría o conjunto de creencias del que partíamos de forma que
los contenidos conceptuales más básicos establecidos en la primera fase serían ahora los compo-
nentes mediante los cuales reelaboraríamos todo el aparato teórico, que de alguna manera tendría
la forma de un sistema axiomático, en el que tendríamos un conjunto de premisas resultado de
nuestra labor de análisis y que sistematizarían los elementos más básicos y necesarios para recoger
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todo el contenido de la teoría, y todos las demás proposiciones podrían construirse de manera infe-
rencial a partir de esos axiomas.
A continuación nos ocuparemos del ejemplo paradigmático de análisis de un problema filosófico
mediante el uso de la lógica, siguiendo el método que acabamos de describir, el cual Russell de-
sarrollará en una de las obras que más repercusión han tenido dentro de la filosofía del lenguaje:
«Sobre la denotación». En este texto se ofrece un claro ejemplo de los beneficios que tiene la cons-
trucción de lenguajes ideales que nos permiten formalizar las expresiones del lenguaje cotidiano
de manera que podamos llegar a la estructura autentica de las proposiciones que será la que nos
desvele la verdadera naturaleza de la realidad y haga que el problema al que estábamos intentando
dar solución simplemente se disuelva al darle la expresión formal adecuada.
Dentro del desarrollo de la filosofía del lenguaje como un área de conocimiento autónoma las apor-
taciones de Frege y Russell abrieron nuevos caminos en la forma de abordar los problemas relativos
al significado. En 1911 Russell publica Sobre la denotación texto que pasará a ser ejemplo de aplica-
ción del método analítico al lenguaje y, a través de éste, a la metafísica.
En ese artículo va a aparecer la idea, ya defendida por Kant, de que la existencia no puede tomarse
como un predicado más, sino que afirmamos la existencia de una entidad simplemente al atribuirle
propiedades. Para Russell la única forma de que una afirmación de existencia sea verdaderamente
informativa es utilizando una descripción definida del tipo «el satélite de la tierra» o «el autor de
Waverley».
Uno de los problemas al que está tratando de dar solución es al de cuál es la condición ontológica
de los objetos inexistentes denotados por una descripción definida. Según algunos autores como
Alexius Meinong (1853-1920), esas expresiones denotarían un objeto inexistente, por lo que pobla-
ríamos nuestro universo con un tipo cuanto menos especial de entidades que serían los objetos o
entes imaginarios o inexistentes.
Lo que se propone Russell con su análisis lógico de las descripciones definidas es transformarlas en
expresiones en las que esas descripciones desaparecen de forma que en los enunciados lógicos no
habría descripciones sino afirmaciones de existencia.
Así, todos los enunciados que hablen sobre objetos inexistentes serían falsos puesto que en ellos se
estaría afirmando la existencia de dicho objeto. Pongamos el ejemplo de «el actual rey de Francia es
calvo». Según la teoría de las descripciones definidas, la verdadera forma lógica de este enunciado
sería (dicho en palabras para no entrar en la formalización de tales enunciados) «existe una entidad
que es el rey de Francia y es a su vez calva». Tendríamos por tanto un enunciado de existencia en el
que se le adscribirían a una entidad dos propiedades diferentes. Por tanto un enunciado como «el
actual rey de Francia es calvo» no tendría referencia, no denotaria ningún objeto del mundo, sino
que, haciendo uso de la distinción clásica de Frege entre sentido y referencia, sería una expresión
incompleta al no tener referencia pero sí sentido, que sería la forma en la que la expresión nos permi-
te identificar un objeto, nos dice sus cualidades, independientemente de que de hecho ese objeto
exista o no.
Las descripciones definidas son para Russell, junto con los nombres de clases y los nombres propios
(en su sentido ordinario, no en el sentido que Russell habla de ellos) símbolos incompletos que han
de desaparecer tras analizar las proposiciones en las que aparecen, por lo que sólo tendrán signifi-
cado dentro del contexto de una proposición, pero nunca consideradas aisladamente, puesto que
consideradas de esa forma no refieren a nada, no tienen significado.
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Queda aquí de manifiesto la concepción referencialista del significado que mantenía Russell, de
modo que podríamos resumir sus posiciones en torno al lenguaje como la necesidad de construir
un lenguaje perfecto mediante el uso del análisis lógico que elimine la ambigüedad y haga que los
términos siempre adquieran su significado mediante la referencia al mundo y cuyo sentido serían las
características concretas de los hechos de las cuales el sujeto tiene un conocimiento directo. El len-
guaje construido de esta forma tendrá que cumplir con el principio de extensionalidad que afirma
que todas las proposiciones complejas pueden descomponerse en otras más simples o atómicas, de
tal forma que la verdad o falsedad de las primeras dependa del valor de verdad de las segundas y las
conectivas lógicas que necesitemos para formalizar las complejas. Gracias a este principio será posi-
ble que según el método antes expuesto, tras la descomposición de una teoría en sus enunciados
más simples podamos reconstruirlo mediante el uso de la lógica en un segundo momento.
A la hora de reducir todo nuestro conocimiento a proposiciones atómicas Russell se encuentra con
tres casos en los que tal reducción le resulta problemática: en primer lugar estarían las proposicio-
nes negativas que son verdaderas, como podría ser «Sócrates no está vivo» puesto que su análisis le
llevaría a concluir que habría que aceptar que hay hechos negativos que harían verdaderas este tipo
de proposiciones. En segundo lugar estarían aquellos enunciados en los que se expresan estados
mentales del tipo «Yo creo que p» «Yo deseo p» etc. En estos casos el problema reside en que no hay
ningún conjunto de hechos que hagan verdaderas o falsas tales proposiciones puesto que el valor
de verdad de aquello que creemos o deseamos es irrelevante para el valor de verdad de la propo-
sición en su conjunto. Por último tendríamos las proposiciones universales o cuantificadas que no
podrían descomponerse en una conjunción de proposiciones sobre cada uno de los miembros de
clase puesto que la enumeración no recogería el carácter universal de la proposición puesto que no
expresaría que esos son todos los elementos que existen que forman parte de esa clase.
A pesar de los inconvenientes mencionados, el análisis de Russell de las descripciones definidas
sirvió de modelo para el trabajo posterior de numerosos filósofos que buscaron en la construcción
de lenguajes ideales o en la lógica las herramientas necesarias para dar solución a los problemas
filosóficos.
Ya dijimos que tanto Moore como Russell rechazaron el idealismo absoluto imperante en esa época
en Inglaterra. Una de las tesis defendida por autores como Bradley era la doctrina de las relaciones
internas, según la cual al estar todo de una u otra forma relacionado con todo, lo único que existe es
una entidad que lo abarca todo y de la que formarían parte las relaciones, que no serían más que una
forma de señalar la continuidad entre la naturaleza de los entes que están relacionados.
Por su parte Russell defendió una doctrina de las relaciones externas según la cual las relaciones
tienen una realidad independiente y por tanto no forman parte de la naturaleza o definición de los
términos que relacionan.
Esto le llevó a defender posiciones atomistas en tanto que defendía la posibilidad de reducir todo
conocimiento mediante el análisis a átomos lógicos que se corresponderán con lo real. Junto a ese
atomismo, Russell, tras abandonar las tesis realistas que defendió en Los principios de las matemáticas,
desarrollo una concepción del conocimiento marcada por tesis construccionistas.
Ese construccionismo lógico, en la línea de los grandes sistemas filosóficos que tratan de dar una
fundamentación del conocimiento, partía de la necesidad de buscar la certeza sobre nuestro co-
nocimiento. La forma en la que Russell va a tratar de justificar todo nuestro conocimiento sobre el
mundo va a ser mediante la reconstrucción del conocimiento a partir de relaciones entre entidades
simples de las cuales podamos tener una experiencia directa de forma que tengamos certeza sobre
su existencia.
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En el Tractatus encontramos expuesta de manera cuasi axiomática una construcción teórica que
intenta dar cuenta de la naturaleza del mundo y su relación con la esencia del lenguaje, ocupándose
también de otros temas como son la naturaleza de la lógica, de las matemáticas y de la filosofía.
El principal objetivo que Wittgenstein persigue en esta obra es investigar sobre los límites del pen-
samiento o, más exactamente, de aquello que se puede decir. Es por tanto un análisis de la esencia
del lenguaje, su función y estructura.
La tesis básica del libro la encontramos en la introducción: los problemas de la filosofía surgen por-
que no comprendemos la lógica de nuestro lenguaje, y por tanto para dar respuesta a los interro-
gantes que han ocupado a los filósofos desde la Antigüedad hay que poner un límite a nuestro
lenguaje de manera que haga que se desvanezcan los problemas que residen en una comprensión
errónea de la estructura del lenguaje y, por extensión, del pensamiento y del mundo.
A partir de aquí Wittgenstein presentará la actividad filosófica no como un intento de dar respuesta
a las grandes preguntas de las que se han ocupado tradicionalmente los filósofos sino de cuestionar
la posibilidad de hacer dichas preguntas.
Se plantea así la naturaleza del filosofar como la actividad de disolver problemas a través del análisis
lógico del lenguaje, no ya como un intento de responder a los problemas tradicionales de la ética,
la epistemología o la metafísica.
A diferencia de Russell, para el que había una continuidad entre los métodos de la ciencia y los de la
filosofía, para Wittgenstein la filosofía, a diferencia de la ciencia, no habla sobre el mundo sino que
se ocupa de clarificar y delimitar aquello de lo que se puede hablar, establece los límites del pensa-
miento, del lenguaje y, por extensión, del mundo.
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Los temas que recorren el texto dándole unidad podríamos reducirlos a tres: la lógica, el lenguaje y
el mundo. Aunque Wittgenstein trata cada uno de estos temas por separado, la originalidad de su
propuesta estriba en la manera en la que conecta estos tres elementos para construir su particular
teoría del conocimiento.
Las tesis que subyacen a su concepción de las relaciones entre lógica, lenguaje y mundo están ínti-
mamente relacionadas con el atomismo lógico de Russell y podríamos resumirlas en:
1. La lógica revela la estructura del lenguaje. Haciendo uso de la lógica como herramienta analítica
podemos entender cómo funciona el lenguaje y como está construido y entender la forma en la
que las palabras adquieren su significado.
2. La función esencial del lenguaje es representar la estructura del mundo. Las proposiciones ad-
quieren su significado y su valor de verdad por la relación que mantienen con los hechos del
mundo. Es por tanto un lenguaje descriptivo y ajeno a todo aquello que se escape de la realidad
empírica.
3. Si queremos conocer cómo es el mundo primero tenemos que analizar correctamente la es-
tructura lógica de nuestro lenguaje. En la adquisición de un conocimiento adecuado sobre el
mundo, lo primero que tenemos que hacer es desvelar y descomponer el lenguaje en sus partes
elementales haciendo uso de la lógica. Por ello el conocimiento de la lógica es un requisito para
saber cómo son las cosas, es algo dado a priori.
Resumiendo, la línea argumentativa que se puede encontrar desarrollada en el Tractatus podría ex-
presarse de la siguiente manera: el lenguaje y el mundo deben tener en común una misma estruc-
tura que posibilite que podamos pensar y hablar sobre el mundo. Podemos conocer la estructura de
ambos a analizando la de cualquiera de ellos. Ya que la lógica es capaz de extraer la forma o estruc-
tura que se esconde tras el lenguaje, será a través de ella como llegaremos a conocer la naturaleza
del mundo.
Aunque esta forma de entender el pensamiento de Wittgenstein pueda resultar clarificadora, a la
hora de enfrentarnos al texto debemos tener en cuenta que en su exposición el argumento se in-
vierte y se ocupará primero de la naturaleza del mundo, pues será necesario comprender ésta para
entender sus teorías sobre el lenguaje y el significado, las cuales a su vez arrojarán nueva luz sobre
la estructura del mundo y los límites del pensamiento, tema éste que conecta con la concepción
de la filosofía que Wittgenstein mantuvo en su primera época, de la cual nos ocuparemos al final de
este apartado.
Si la manera de llegar a conocer el mundo es a través del lenguaje, lo primero a lo que habrá que dar
respuesta es a cómo están conectados ambos para que podamos pasar del uno al otro. Siguiendo
la estela de la tradición empirista británica, Wittgenstein va a establecer la dicotomía proposiciones
elementales/ proposiciones compuestas teniendo en cuenta las diferencias en la forma que tene-
mos de acceder epistémicamente a ellas, lo que también tendrá relación con la conexión que se de
entre las proposiciones y el mundo.
Las proposiciones elementales son aquellas a las que tenemos un acceso inmediato, y cuya verdad
depende de si se da una correspondencia entre un estado de cosas del mundo y la proposición
que versa sobre él. Como consecuencia de conectar varias proposiciones elementales tendríamos
las proposiciones compuestas o complejas que en el plano epistémico serían funciones de verdad
de las elementales, y que ontológicamente se corresponderían con un hecho del mundo o un con-
junto de estados de cosas. Los nombres que aparecerían en las proposiciones denotarían objetos
del mundo, cuya configuración daría lugar a los hechos, y que serían los componentes básicos de
la realidad.
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En la conexión entre lenguaje y mundo el nexo fundamental es la estructura lógica común a ambos
que permite establecer una correspondencia biunívoca entre los elementos de una proposición y
los de la situación del mundo que describe. Esa forma lógica que subyace tanto al mundo como al
lenguaje sería el objeto de análisis de lo que se ha denominado teoría pictórica o representacional
del significado. La lógica es por tanto donde se expresa la relación de representación que se da entre
lenguaje y mundo. Esa relación representacional será isomórfica, por lo que a cada elemento de lo
representado le corresponde un elemento en la representación, y las relaciones que se dan entre los
objetos se corresponden con relaciones entre los constituyentes de la proposición.
De todo esto se deduce que el mundo, lo real, es representable en la medida en la que tiene una
estructura o forma lógica que nos permite hablar de ello, representarlo en proposiciones con sen-
tido que podrán ser verdaderas o falsas. El sentido o significado de las proposiciones sería aquello
que representan y que se corresponde con su forma lógica, la cual a su vez permite conectarla con
el mundo. Sin embargo no se podría decir que las proposiciones refieren a algo, puesto que sólo los
nombre refieren a algo, pero esa conexión entre lenguaje y mundo que muestra la lógica no es algo
que pueda ser dicho, está en el límite del lenguaje, y por tanto sólo puede ser mostrado haciendo
uso del análisis lógico.
Hasta ahora nos hemos centrado en aquellas proposiciones que tienen su contrapartida en el mun-
do, esto es, hemos asumido que la única función del lenguaje es describir la realidad.
Esa concepción del lenguaje es una de las piezas clave de la filosofía de Wittgenstein, y conecta
directamente con la manera en la que en el Tractatus se establece un límite en el mundo, que se co-
rresponde con los límites del lenguaje y del pensamiento, y que de alguna manera se identifica con
la lógica, pues es la forma lógica que desvelamos a través del análisis del lenguaje la que nos permite
discriminar entre las proposiciones que tienen sentido y aquellas que no lo tienen. A su vez, la lógica
no es algo que tenga sentido, es algo que se muestra en el lenguaje mediante el análisis, pero no
puede decirse nada con sentido sobre ella puesto que no tiene referente, no representa ningún
estado de cosas del mundo, sino que es la condición de posibilidad de toda representación.
Que aquello que puede ser dicho en una proposición se corresponda con un hecho empírico, como
vendría a decir la proposición 4.11 según la cual «la totalidad de las proposiciones verdaderas es la
totalidad de la ciencia natural» sólo puede entenderse teniendo en cuenta la diferencia que estable-
ce en el Tractatus entre «decir» y «mostrar».
Según las tesis wittgensteinianas, aquello que no puede decirse es de lo que se ha ocupado tradicio-
nalmente la filosofía. Las proposiciones de la ética, la estética o la metafísica carecen de significado
porque intentan hablar de cosas que están más allá del límite del lenguaje y por tanto del mundo.
Aunque no dicen nada, pues son carentes de significado, el valor de todas esas proposiciones está
en que nos muestran aquello que trasciende los límites del mundo, a lo que Wittgenstein se referirá
a menudo como lo místico, lo que estaría más allá de los limites del lenguaje y la lógica, y por tanto
sólo puede ser mostrado, señalado como algo que está fuera de los límites del lenguaje y de la
ciencia.
Aunque se puede hacer una lectura positivista de estas afirmaciones wittgensteinianas, lo cierto
es que en ningún momento nuestro autor defiende una posición anti-metafísica, sino que simple-
mente sitúa a la filosofía, junto a la matemática y la lógica, fuera de la ciencia natural y niega que
sus proposiciones puedan ser verdaderas o falsas, pues no se corresponden con ningún hecho del
mundo, sino que en ellas tratamos de hablar del límite del mundo y del lenguaje, y de aquello
que está más allá, como son las cuestiones sobre la naturaleza del mundo, o el sentido y valor de
las cosas. De todo ello, aunque no se puede decir nada que tenga significado, sí se puede tratar de
mostrar, a través de proposiciones carentes de significado, en qué consiste esa naturaleza última de
la realidad denominada lo místico, trazar los límites del pensamiento, y de aquello que está más allá
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de los hechos de los que habla la ciencia. El motivo por el que no se puede hablar de todo ello es
que no hay ningún elemento en el mundo con el que se pueda establecer una correspondencia,
puesto que ello supondría que el sentido del mundo fuese parte de él, algo que Wittgenstein no
está dispuesto a aceptar.
Por lo que se refiere a su concepción de la filosofía, la imposibilidad de hablar con sentido sobre todo
aquello que trasciende a la experiencia del mundo, entendido de la forma que venimos exponiendo,
hace que la labor de análisis llevada a cabo por Wittgenstein sea un conjunto de proposiciones sin
sentido que sólo puede ser mostrado estableciendo un límite a partir de aquello que sí puede ser
dicho. La tarea de la filosofía es por tanto poner fin al filosofar, en el sentido de que es necesario
abandonar los usos del lenguaje que pretenden dar una representación del mundo mediante pro-
posiciones que puedan ser verdaderas o falsas, pues los temas que han preocupado tradicionalmen-
te a los filósofos no pueden ser objeto del lenguaje, y por tanto tampoco del pensamiento, sino que
únicamente puede intentar mostrarse, por ello Wittgenstein acaba su obra con su célebre frase «de
lo que no se puede hablar, lo mejor es callar» .
Tras la publicación del Tractatus, Wittgenstein pensó que ya había solucionado las cuestiones básicas
que habían ocupado a la filosofía durante siglos, motivo por el cual pasó a dedicarse durante algu-
nos años a otras tareas alejadas del ámbito académico.
A su vuelta a las actvidades académicas, el principal cambio que se puede observar en la segunda
época del pensamiento de Wittgenstein es el rechazo del análisis lógico como método para acceder
a la naturaleza última de las cosas. Si en un primer momento el análisis filosófico era la herramienta
que permitía llegar al significado de las proposiciones y a desvelar la estructura de la realidad ha-
ciendo para ello uso de la lógica, en las Investigaciones filosóficas va a desaparecer esa aproximación
lógica y apriorística al significado y organización del lenguaje y el mundo, y va a ser sustituida por
una nueva concepción del significado centrada esta vez en la forma en la que accedemos al signifi-
cado de los términos.
Aparecerá así la teoría wittgensteiniana del significado como el uso que damos a las palabras y que
va estrechamente unido a lo que se denominan «juegos del lenguaje».
Se pasa de este modo de una concepción representacionista del lenguaje a una pragmática, centra-
da en el acto de nombrar como proceso básico de la comprensión del significado de los términos y
que ve la relación entre lenguaje y mundo como algo convencional, establecido a través de diversos
juegos de lenguaje.
Aparecen así nuevos aspectos del lenguaje que tendrán gran repercusión en la filosofía del lenguaje
posterior como son su naturaleza social, los diferentes propósitos u objetivos que se pueden perse-
guir al decir algo, sin que todo se reduzca a la función descriptiva del lenguaje en el Tractatus, y la
necesidad de recurrir a la práctica del lenguaje para entender los mecanismos que explican la forma
en la que damos significado a las palabras.
Además de los juegos de lenguaje, otro de los elementos clave para comprender el funcionamiento
del lenguaje en el segundo Wittgenstein es aclarar lo que entendemos por «seguir una regla», de
forma que al hacer uso del lenguaje en la práctica estamos de alguna manera siguiendo una regla
que hace que nuestras expresiones tengan significado en el contexto en el que estamos realizando
dicha práctica.
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La concepción del lenguaje que se puede extrapolar de las numerosas observaciones que Witt-
genstein recogió en sus Investigaciones parte de la inexistencia de unos rasgos comunes a todos los
fenómenos lingüísticos, por lo que preferirá hablar de juegos de lenguaje y no del lenguaje como
algo unitario. En esta segunda época ya no hay una búsqueda de la forma o estructura general de las
proposiciones, ni tampoco se mantiene la conexión entre lenguaje y mundo como algo que pueda
ser dilucidado de forma a priori mediante el uso del análisis lógico. Ahora su interés se va a centrar
en la forma en la que hacemos uso de las palabras y en cómo adquieren su significado.
Su forma de analizar los usos del lenguaje va a ser planteando sencillas situaciones en las que se
explica la forma en la que alguien aprende a hacer uso de ciertos nombres, y por tanto adquiere las
normas lingüísticas necesarias para hacer un uso correcto de ese lenguaje ficticio y simplificado, que
será la representación a través de la que Wittgenstein accederá a los diferentes juegos del lenguaje
que configuran el conjunto de las practicas lingüísticas.
Un juego de lenguaje englobará no sólo los nombres o expresiones lingüísticas, sino que también
serán importantes las acciones con las que se encuentran entretejidas en los procesos de adquisi-
ción de los términos y en el uso de los mismos, y que serán ejemplos de lo que denomina seguir
una regla.
El lenguaje es entonces una actividad, es un instrumento con el que realizamos diversas funciones,
y a cuyo significado accedemos mediante el uso.
Las reglas del lenguaje, que especifican la manera en que debemos utilizar las expresiones, son lo
que permite diferenciar entre usos correctos e incorrectos del lenguaje, así como prever y entender
el comportamiento lingüístico de los demás.
Aparece así el lenguaje como un acto de naturaleza social, pues el uso que se hace de las palabras,
así como los procesos mediante los que aprendemos su significado, son ambos de naturaleza in-
tersubjetiva. El significado ya no se reduce a una relación de referencia entre lenguaje y mundo,
mediado por la lógica, sino que es en el uso que hacemos de las expresiones en el que reside su
significado, y todo uso tiene un componente normativo que proviene de su naturaleza social y que
por tanto forma parte del significado.
Tanto el estilo de escritura como los nuevos planteamientos sobre la naturaleza del lenguaje supu-
sieron dibujar una línea divisoria precisa entre las concepciones filosóficas de Wittgenstein en cada
una de estas etapas, si bien es cierto que el análisis del lenguaje, entendido de una manera amplia,
aparece en ambos casos como herramienta clave en la actividad filosófica. Si en el Tractatus se utiliza
el análisis para disolver los problemas, en las Investigaciones su labor va dirigida a realizar una labor
terapéutica al ocuparse de problemas concretos a los que intenta dar respuesta, sin necesidad de
recurrir a la formalización para darles un tratamiento adecuado.
Resumiendo, tendríamos que en su primera época postula una teoría pictórica del significado, que
otorga la misma configuración lógica al mundo, al pensamiento y al lenguaje, de tal forma que existe
una correspondencia directa entre un hecho y
su figura o representación, entre los objetos y los elementos de la representación, y entre estado de
cosas y proposiciones elementales.
Los elementos del lenguaje tienen una relación univoca con las entidades del pensamiento; es in-
separable lo pensable de lo decible y lo decible de lo pensable. De acuerdo con el principio de re-
presentación, según el cual todos los objetos -reales y del pensamiento- son representados por los
signos lingüísticos, para Wittgenstein cuanto es decible puede, y debe, ser expresado con claridad,
de lo contrario no tiene sentido hablar de ello.
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En su segunda etapa nos encontramos con que el significado de los términos no se aprende me-
diante definiciones ostensivas, ni consiste en una relación representacional, ni puede encontrarse
tratando de imponer modelos apriorísticos a lo que sucede en la realidad, sino que debe buscarse
en los usos cotidianos de las palabras. Las expresiones lingüísticas no pueden ser entendidas fuera
de la utilización que hacen de ellas los sujetos, y este uso del lenguaje está en concordancia con
el resto de las prácticas que ellos realizan. El significado de las palabras es aprendido y entendido
dentro de los juegos de lenguaje; está en la práctica de los sujetos, y no en su idealización mediante
el uso de herramientas lógicas. El lenguaje es un juego y como tal está regido por reglas que son las
que dan sentido a todo aquello que forma parte del juego de lenguaje. Es en las normas donde se
encuentra el significado, que está constituido por las prácticas lingüísticas cuya naturaleza conven-
cional las diferencia de la estructura lógica que tenían en su teoría representacional.
Aunque en las líneas anteriores hemos resumido las dos líneas de pensamiento que más tarde hi-
cieron surgir dos tradiciones divergentes dentro de la filosofía analítica, lo cierto es que Wittgenstein
también se ocupó de otros temas que no pueden ser reducidos a sus reflexiones sobre la naturaleza
del lenguaje, que se corresponderían con lo que en el Tractatus aparecía como lo místico, y que
ayudó a que la filosofía wittgensteniana haya tenido un gran impacto fuera de la filosofía analítica
del lenguaje.
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CONCLUSIÓN
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BIBLIOGRAFÍA
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TORREVEJANO, M. (1991): Filosofía analítica hoy: encuentros de tradiciones. Santiago de Compostela: USC.
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RESUMEN
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Gracias a que existe esa forma común se puede hablar con El lenguaje tiene una naturaleza convencional que debe ser
sentido sobre la realidad. analizada para comprender la forma en la que adquirimos las
Todo elemento simple del mundo tiene su correlato en el len- reglas que guían los usos del lenguaje y que permite que las
guaje. palabras signifiquen algo en el contexto de esas prácticas lin-
La lógica es el límite a aquello de lo que se puede hablar, y güísticas.
ella misma es algo que no tiene referente en el mundo, por
tanto no tiene significado, pero sí un sentido que se puede
mostrar, al igual que ocurre con los juicios de valor de la ética,
la estética y la metafísica.
El triunfo de la filosofía sería poner fin a todo filosofar, enten-
diendo por ello que la filosofía debe dejar de tratar de ela-
borar un discurso sobre el mundo semejante al de la ciencia,
pues las únicas verdades a las que podemos llegar son las de
la ciencia.
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AUTOEVALUACIÓN
1. Bertrand Russell ha tenido una gran influencia como uno de los padres del análisis filosófico moderno:
a. Por haber conectado la epistemología con los procedimientos de prueba matemáticos.
b. Por el uso innovador que hizo de la lógica para reformular algunos problemas clásicos.
c. Por haber roto con la metafísica tradicional.
d. Por su fundamentación filosófica de las verdades matemáticas.
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8. El título del único libro que Wittgenstein llegó a publicar en vida es:
a. Tractatus logico-philosophicus
b. Los cuadernos Azul y Marrón.
c. Investigaciones Filosóficas.
d. Zettel.
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