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1.3. EL ALTO IMPERIO ROMANO: FILOSOFIA Y CRISTIANISMO.

LA GNOSIS: Bajo esta denominación suelen encuadrarse una serie de escuelas cuyo
fin era alcanzar la Gnosis (conocimiento), la sabiduría inefable, mediante la
contemplación directa de la divinidad.
EL NEOPLATONISMO: Bajo esta denominación se Conoce a la corriente filosófica
iniciada por PLOTINO (205-270 a.C.) ,que, inspiràndose en el Pensamiento último de
Platòn, intentó superar las contradicciones de su época y crear una doctrina que, pese
a su evidente origen místico, poseyera una raíz estrictamente filosófica.. Sus
principales oponente, eran, pues, todas aquéllas doctrinas religiosas que afirmaban la
necesidad de una "revelación" como condición indispensable para poder llegar al
conocimiento.
En consecuencia, por primera vez la TEOLOGIA ocupaba un primer plano y la razón
un segundo plano.El Neoplatonismo es la síntesis del pensamiento grecoromano que
empieza con el platonismo medio y el neopitagorismo. Otro representante importante
de esta doctrina es FILON DE ALEJANDRIA, quien se apoyaba en la filosofía de
Platòn, fue sobre todo un Teólogo, porque la fuente principal de su saber fue el
Antiguo Testamento y su trabajo intelectual consistió sobre todo en una labor
exegètica de la Sagrada Escritura, con el fin de armonizar la revelación con la
filosofía.
EL CRISTIANISMO PRIMITIVO: LA PATRISTICA
En su intento de prevalecer sobre las demás Religiones Orientales, el Cristianismo se
vio abligado a conciliar elementos tomados tanto del monoteísmo judío, como de la
filosofía griega; para ponerlos al servicio de la revelación cristiana. El máximo
representante de esta filosofía fue SAN AGUSTIN
SAN AGUSTÌN(354-430): La figura de San Agustín supone un momento decisivo en la
historia del cristianismo, ya que él fue el primero que, utilizando los métodos
conceptuales del pensamiento griego, adaptó la filosofía cristiana a la doctrina de la
fe.
Nacido en la ciudad norteafricana de Tagaste, estudió en Cartago y Roma.De
formación esencialmente neoplatónica se convirtió al cristianismo a los 34 años de
edad, más tarde se hizo sacerdote, y llego a ser obispo de Hipona.Entre sus
principales obras cabe recalcar: "Sobre la doctrina cristiana","Las Confesiones" y "La
Ciudad de Dios". El pensamiento de San Agustín tiene su fundamento en la
frase:"Comprende para creer, cree para comprender", no obstante que la fe es para él
siempre anterior al intelecto.San Agustín señala que el hombre es capaz de abstraer,
de percibir lo inmutable, esta capacidad ha sido puesta por DIOS, puesto que es
esencia inmutable.

FILOSOFÍA MEDIEVAL

1. BOECIO:(470-525): Autor de la obra "De la Consolidación por la Filosofía", fue algo


dignatario de la corte del rey godo Teodorico ,murió ejecutado bajo la acusación de
conspiración.
La traducción de Boecio posee la virtud de mantener una notable fidelidad del
pensamiento aristotélico. En su propia obra de indudable raíz cristiana, se aprecia sin
embargo el influjo del agustinismo y el neoplatonismo.
2. SANTO TOMAS DE AQUINO(1224-1274): Nacido en una pequeña localidad
cercana a Nápoles,ingresó a la orden Dominica y estudió en París con San Alberto
Magno. Entre 1259 y 1268 enseñó en la escuela pontificia de Roma. Su fallecimiento
tuvo lugar cuando se hallaba de camino al Concilio de Lyon.
OBRAS: Se clasifican en:
Comentarios:
- Aristóteles
- Metafísica
- A la Física
- A la Ética, etc.
Obras metafísicas menores:
- De Principius Naturae
- De ente et essentia
- De unitate intellectus contra averroistas.
Obras teológicas de importancia filosófica:
- Comentario a las sentencias
- Summa Theologica(I-II)
- Suma Teológica
- De ánima
Obras apologéticas:
- Suma contra los gentiles (llamado Suma Filosófica)
- Escritos de filosofía práctica: De regimine principium, Deregimen Judaeroum ad
ducissan Brabautiae.
2.1 FILOSOFIA Y TEOLOGIA: Lo primero que le preocupa a Santo Tomás de Aquino
es la distinción entre Filosofía y Teología y mostrar al mismo tiempo la armonía que
debe existir entre ambas. El campo de la Teología se ocupa exclusivamente a los
dogmas revelados y el de la Filosofía al conocimiento racional.
2.2 TEORIA DEL CONOCIMIENTO Y DEL ALMA: A diferencia de San Agustín, Santo
Tomás considera que el proceso del conocimiento no procede de la iluminación
divina, sino que constituye el resultado de una abstracción realizada a partir de los
datos de los sentidos. El alma es la forma substancial del cuerpo pero es al mismo
tiempo una sustancia espiritual que participa de DIOS y posibilita el conocimiento,
gracias a ella podemos captar la esencia, el universal, más para el intelecto humano
éste no puede separarse del conocimiento de los casos singulares.
2.3 DIOS Y EL MUNDO: Santo Tomás afirma que el mundo es una creación de DIOS
y que, como la revelación enseña ha sido realizada en el tiempo, así un principio y un
fin. Establece de esta forma una conexión causal en el orden del mundo que le va
apermitir elaborar sus cinco vías para la demostración de la existencia de DIOS.
(Ampliaremos esta información en el tema del Problema Teológico).
3. GUILLERMO OCKHAM(1300-1350): De orígen británico. En primer liugar OCKHAM
niega la existencia en el entendimiento divino;según él esta noción es un residuo
platónico del cristianismo y supone una mediatización de la librevoluntad divina.La
crítica que hace Ockam a la Metafísica racional está pues,basada en dos aspectos:
desde el punto de vista lógico, solo puede considerarse probada una afirmación que
se deduzca necesariamente de una proposición evidente, pero ésta puede obtenerse
mediante los sentidos.

FILOSOFÍA MEDIEVAL
WIKIPEDIA

Se denomina Filosofía Medieval a la filosofía dada en Europa y el Oriente Medio durante el


período conocido como Edad Media, periodo que se extiende desde la caída del Imperio Romano
de Occidente en el siglo V d. C. hasta el Renacimiento, en el siglo XVI.

Esta filosofía se inicia en el siglo II con el diálogo entre la filosofía helenística y las
grandes religiones monoteístas. Por esto algunos autores sostienen que la filosofía antigua
pierde su antigua autonomía y pasa a estar subordinada a la religión.

Temas abordados por la filosofía medieval

Los problemas fundamentales discutidos durante este periodo fueron la relación entre la fe
y la razón, la naturaleza y existencia de Dios, los límites del conocimiento (la experiencia o
la razón) y la libertad en el hombre, la naturaleza de las universales (es decir, cómo
pensamos, cómo sabemos y cuáles son las realidades a ser conocidas) y la individuación de las
sustancias divisibles e indivisibles.

Representantes de esta filosofía


La patrística es la fase en la historia de la organización y la teología cristiana que abarca
desde el fin del cristianismo primitivo, con la consolidación del canon neotestamentario,
hasta alrededor del siglo VIII. Además de la elucidación progresiva del dogma cristiano, la
patrística se ocupó sobre todo de la apología o defensa del cristianismo frente a las
religiones paganas primero y las sucesivas interpretaciones heterodoxas que darían lugar a
las herejías luego.

Su nombre deriva de los padres de la Iglesia, los teólogos cuya interpretación dominaría la
historia del dogma.

El cristianismo es una religión revelada: fue ofrecido al mundo por Cristo como una
doctrina de redención y salvación no como abstracto y teorético; este camino se recorre en
la práctica. Al asentarse el cristianismo los estudiosos desarrollaron su pensamiento y su
formación intelectual; el elemento filosófico tendió a hacerse claramente reconocible, en
especial cuando lo que se trataba era de enfrentarse con los ataques de filósofos paganos
profesionales.

La influencia apologética se debió entre otras cosas al ataque hostil, y por penetrar en los
datos de la revelación, el de formarse una imagen totalizadora del mundo y de la vida
humana a la luz de la fe. El progreso de lo implícito a lo explicito fue un progreso en la
ciencia teológica; en el proceso de argumentación y definición se emplearon conceptos y
categorías tomados de la filosofía. La filosofía imperante era el platonismo, neoplatonismo
(con toque estoico);

Los escritores cristianos no hicieron distinción entre filosofía y teología. Éstos mostraron
una divergencia de actitud ante la filosofía clásica: como enemiga o como utilidad.

San Agustín: Razón y fe

Agustín de Hipona, o San Agustín (en latín: Aurelius Augustinus Hipponensis) (Tagaste,
13 de noviembre de 354 – Hippo Regius, 28 de agosto de 430), es junto con Jerónimo de
Estridón, Gregorio Magno y Ambrosio de Milán uno de los cuatro más importantes Padres
de la Iglesia latina.

San Agustín comienza la búsqueda de la verdad de una manera casi desesperada. Ya a los
diecinueve años se pasó al racionalismo y rechazó la fe en nombre de la razón. Sin
embargo, poco a poco va descubriendo que la razón y la fe no se oponen, sino que su
relación es de colaboración. La fe es un modo de pensar asintiendo, si no existiese el
pensamiento, no existiría la fe. Por eso la inteligencia es la recompensa de la fe. La fe y la
razón son dos campos que necesitan ser equilibrados y complementados.

Esta postura se sitúa entre el fideísmo y el racionalismo. A los racionalistas le responde:


Crede ut intelligas ("cree para comprender") y a los fideístas: Intellige ut credas
("comprende para creer"), pues es imposible creer sin razón. San Agustín quiere
comprender el contenido de la fe, demostrar la credibilidad de la fe y profundizar en sus
enseñanzas

Averroes (1126-1198)

es el nombre por el que se conoce en la tradición occidental al filósofo y médico andalusí, maestro
de filosofía y leyes islámicas, matemáticas, astronomía y medicina. Su nombre también puede
encontrarse transliterado como Averroës o Averrhoës.

La noética de Averroes, formulada en su obra conocida como Gran comentario, parte de la


distinción aristotélica entre dos intelectos, el nous pathetikós (intelecto receptivo) y el nous
poietikós (intelecto agente), que permitió desligar la reflexión filosófica de las
especulaciones míticas y religiosas.
Averroes se esforzó en aclarar cómo piensa el ser humano y cómo es posible la formulación
de verdades universales y eternas por parte de seres perecederos.

El filósofo cordobés se distancia de Aristóteles al subrayar la función sensorial de los


nervios y al reconocer en el cerebro la localización de algunas facultades intelectivas
(imaginación, memoria...).

Averroes sitúa el origen de la intelección en la percepción sensible de los objetos


individuales y concreta su fin en la universalización, que no existe fuera del alma (el
principio de los animales): el proceso consiste en sentir, imaginar y, finalmente, captar el
universal.

Ese universal tiene, por lo demás, existencia en cuanto que lo es por aquello que es
particular. En cualquier caso, es el intelecto o entendimiento el que proporciona la
universalidad a lo que parte de las cosas sensibles.

Así las cosas, en su obra Tahâfut, expone la necesidad de que la ciencia se adecue a la
realidad concreta y particular, pues no puede existir conocimiento directo de los
universales.

La concepción del intelecto en Averroes es cambiante, pero en su formulación más amplia


distingue cuatro tipos de intelecto, es decir, las cuatro fases que atraviesa el entendimiento
en la génesis del conocimiento: material (receptivo), habitual (que permite concebirlo
todo), agente (causa eficiente y formal de nuestro conocimiento, intrínseco al hombre y que
existe en el alma) y adquirido (unión del hombre con el intelecto).

Averroes distingue, además, entre dos sujetos del conocimiento (más propiamente: los
sujetos de los inteligibles en acto): el sujeto mediante el cual esos inteligibles son
verdaderos (las formas que son imágenes verdaderas) y el sujeto mediante el que los
inteligibles son un ente en el mundo (intelecto material). Consecuentemente, el sujeto de la
sensación (por el cual es verdadera) existe fuera del alma y el sujeto del intelecto (por el
cual este es verdadero), dentro.

Santo Tomás: Pensamiento


Tomás de Aquino, en italiano Tommaso D'Aquino, (nacido en Roccasecca (Lacio) o
Belcastro (Calabria[1] ), Italia, a finales de 1224 o inicios de 1225 – † Abadía de
Fossanuova, en la actual Provincia de Latina, 7 de marzo de 1274), fue un teólogo y
filósofo católico perteneciente a la Orden de Predicadores, y es el principal representante de
la tradición escolástica, y fundador de la escuela tomista de teología y filosofía. Es
conocido también como Doctor Angélico o Doctor Común, y es considerado santo por la
Iglesia Católica. Su trabajo más conocido es la Suma Teológica, tratado en el cual postula
cinco vías para demostrar la existencia de Dios. Canonizado en 1323, fue declarado Doctor
de la Iglesia en 1567 y santo patrón de las universidades y centros de estudio católicos en
1880. Su festividad se celebra el 28 de enero.

El pensamiento del Aquinate partía de la superioridad de las verdades de la fe, sin embargo,
ello no le impidió presentar a la filosofía como un modo de conocimiento plenamente
autónomo capaz de, por un lado, concordar armonicamente con la teología y, por el otro, de
tratar de forma independientemente los mas diversos aspectos de la realidad.

Se puede analizar su pensamiento de acuerdo a dos etapas:

Primera (1245–1259). En este período predominan las influencias Platónicas (Avicena y


Alberto Magno) y las neoplatónicas (Agustín de Hipona y el Pseudo Dionisio).

Entre las obras más importantes de esta etapa podemos destacar: los comentarios a las obras
de Pedro Lombardo, Boecio (Sobre la Trinidad), el opúsculo titulado De ente et essentia y
el libro primero de la Suma contra Gentiles. La función de esta obra era servir de apoyo a
los predicadores que tenían que discutir con judíos y musulmanes, valiéndose de
argumentos racionales y filosóficos sin tener que basarse sólo en la fe.

Segunda (1259–1273). Sin cambiar su pensamiento precedente, domina en el filósofo el


pensamiento aristotélico, logrando una síntesis entre platonismo y aristotelismo. Así
comenta ampliamente la Ética a Nicómaco.

En este momento la universidad de París atraviesa un momento de gran inestabilidad que se


manifiesta en la pugna entre franciscanos, de orientación agustiniana, y los dominicos, con
fuertes influencias aristotélicas.

Tomás de Aquino realiza en esta etapa toda una síntesis de los problemas filosóficos más
discutidos (fe–razón, creación, política). Entre sus obras podemos destacar: finaliza la
Suma contra los gentiles, cuestiones disputadas sobre el mal, sobre el alma, opúsculos
contra los averroístas, como De aeternitate mundi y el De unitate intellectus. La obra más
importante de Tomás de Aquino es la Summa Theologica (1265–1272), en la que logra una
sistematización entre teología y filosofía.
Capítulo IV
Ojeada general sobre la Filosofía en la Edad Media
La Filosofía medieval. –El Cristianismo. –Misión de la Filosofía platónica. –La Gnosis. –
Los PP. orientales. La Iglesia y los bárbaros. –El trivium y el quatrivium. –La
Escolástica: su carácter, sus épocas, su desenvolvimiento, sus direcciones. –El
misticismo en la Edad Media.

Durante los primeros siglos de la Edad Media, la filosofía se nutre de savia teológica.
La pagana había venido a parar a la negación. La exageración de los principios
platónicos había conducido a negar el conocimiento, sustituido por el éxtasis; el éxtasis
arrastraba a la anulación de la individualidad, y la gran Unidad, Dios mismo, venia a
ser implícitamente negado: porque la unidad simplicísima excluye hasta la existencia,
que es ya una complicación. Los sistemas del lado opuesto habían engendrado el
escepticismo y el materialismo. La negación circundaba el pensamiento por todas
partes.

El cristianismo, basado en la revelación, descendía de Dios al hombre; es decir, tenía


un carácter sintético, por lo cual aprovecha de la antigua ciencia cuanto conviene a su
desenvolvimiento. Los grandes hombres del cristianismo sienten ante todo el apremio
de defender la religión de los ataques asestados por los paganos y de patentizar las
excelencias de su doctrina. De tal necesidad nace la filosofía apologística.

Vencido e1 paganismo, la Iglesia experimentó la urgencia [26] de edificar, de fijar el


dogma, y entonces acude a la ubérrima tradición platónica juzgándola como una
preparación de la doctrina revelada.

San Panteno erigió en Alejandría una escuela catequista que consideraba a la filosofía
complemento obligado de la religión, y su sucesor San Clemente es el fundador de lo
que entre los Padres orientales se llama gnosticismo.

Los grandes filósofos paganos prepararon a la humanidad para el cristianismo, y sobre


la ciencia, así como sobre la fe, existe, a juicio de San Clemente, un conocimiento
supremo, la gnosis, en que se contiene toda la verdad. La gnosis es la revelación del
Verbo, la soberana intuición del principio divino, y su eficacia llega tan profunda que
anonada las pasiones y promueve el desprecio de los placeres, pues todo se reduce a
miseria y sombra ante el éxtasis de la divina contemplación.

Discípulo de este santo el grande Orígenes (186-254), una de las mayores inteligencias
que la humanidad ha conocido, cuyo ideal era establecer la revelación mesiánica sobre
bases rigurosamente científicas, sabio y mártir, nos dejó, además de otros libros, el
Exaplos, los Principios y la Defensa del cristianismo contra los recios ataques del
ingenioso Celso. Orígenes llegó a admitir la eternidad del mundo y a negar la eternidad
de las penas, por lo que se vio cruelmente perseguido. San Gregorio Nacianceno (329-
89), poeta, filósofo y ascético, y otros Padres, participaron de las opiniones de
Orígenes. Todos los orientales fundaron la teología en la filosofía; los de Occidente
sometieron el conocimiento a la revelación.

En los Padres occidentales, ninguno puede igualarse con San Agustín (354-430).
Considerado como filósofo, señala el apogeo de la filosofía patrística, resucitando el
platonismo, y, cimentando en él la idea cristiana, da a la nueva doctrina una sólida base
psicológica (Noli foras ire...) Representa en la patrística la síntesis de las grandiosas
concepciones debidas a los Padres orientales y el [27] espíritu práctico de los
occidentales. En este caso, como siempre, el Oriente antepone la ontología y el
Occidente la psicología.

Al invadir los bárbaros la Europa, sólo una institución queda en pie: la Iglesia. La
poderosa unidad cristiana, como entidad espiritual, no podía ser alcanzada por los
golpes de la fuerza bruta. Ella es lo único que permanece, y por eso constituye el lazo
de unión entre el Imperio que se desploma y los nuevos Estados que traza la espada de
los invasores. Por ese título, se constituía la Iglesia en educadora de los jóvenes
pueblos que abrían apenas sus ojos a la civilización.

La ciencia profana, aun después de los esfuerzos de Carlomagno, Boecio y Casiodoro,


se hallaba reducida a las artes liberales, que, en número de siete, correspondiendo a
los días de la semana y a otros misteriosos simbolismos, se distribuían en dos grupos: el
primero, el trivium, comprendía tres en loor de la Santísima Trinidad (Gramática,
Lógica y Retórica); el segundo, el quatrivium, abrazaba cuatro por los cuatro ríos que
fecundaban el Paraíso terrenal (Aritmética, Geometría, Música y Astronomía).

Todas estas materias se resumían en un verso:

Lingua, Tropus, Ratio, Numerus, Tonus, Angulus, Astra.

La enseñanza de cada una se concretaba designando por la sílaba inicial la materia


correspondiente:

Gram., loquitur; Día, verba docet; Rhe, verba ministrat;


Mus., canit; Ar., numerat; Ge., ponderat; As., colit astra.

Los árabes solían sustituir la Retórica por la Medicina, y algunos suprimían otro
miembro del trivium para dar cabida a la Nigromancia. Tal era el vago recuerdo que
conservaba la Edad Media de los esplendores del clasicismo.

Si el platonismo había sido el instrumento de la Iglesia durante el período de


consolidación y fijación de los dogmas, el aristotelismo debía guiarla para la
explicación, [28] propaganda y organización interior de sus principios. La Escolástica,
así llamada por ser la filosofía que se enseñaba en las escuelas, esencialmente
dogmática, sirvió a la Iglesia para educar a los bárbaros.
En realidad, mejor que una filosofía, la Escolástica debe considerarse un método.
Manejada por la Iglesia, podría definirse el aristotelismo al servicio de la idea cristiana.
No empece que en posteriores tiempos surgiera una escolástica musulmana.
Filosóficamente el mahometismo no es un antípoda, sino un retoño del cristianismo.
Ambas direcciones se apoyan en el concepto hebraico de un Dios esencialmente
distinto del mundo, y ambas por tanto forman en la hueste dualista frente a los
panteísmos orientales. Educado en un monasterio, Mahoma no pudo formar otra idea
de la divinidad que la que los monjes le enseñaron, así que su doctrina no pasó de una
herejía como el arrianismo, fondo de su concepción, con ribetes nestorianos.

Es el escolasticismo una filosofía teológica, supeditada al dogma y juzgando axiomática


la armonía entre la fe y el dictado de la razón. La Escolástica prestó eminente servicio a
la especulación, facilitando su labor con los minuciosos y sutiles análisis, con los
rigores de su dialéctica; puliendo y perfeccionando hasta increíbles extremos el
instrumento de la filosofía, sin que por esta sincera confesión, pueda oscurecerse que
la exageración de la agudeza excediese, cuando faltó materia de investigación, las
fronteras de lo razonable, perdiéndose en laberínticos extravíos que sus mismos
maestros condenaron y trataron de corregir. Tales abusos, cuya explicación histórica ni
la menor dificultad ofrece, motivaron el descrédito de la escuela, los ataques de los
sensualistas, las ironías del racionalismo y hasta las burlas de los poetas. De Resnel
escribía:

Un scolastique vain, cherchant à discourir,


Cache la vérité, loin de la découvrir. [29]

Ya Vives pensaba que algún ingenio diabólico había sacado a luz la dialéctica
escolástica, empeñada en atacar la verdad, en no rendirse al que la confunde y siempre
gozosa cuando vence a la verdad con las armas del error. (Dialecticam hanc
contentiosam et pertinacem, non dubium ab ingenio diabolico esse profectam, quod in
verum contra niti semper, et melius dicenti nunquam cedere, et falso verum gaudet
vincere.) (Comm. in Civ. Dei.)

El P. Almeida, que aparenta someterse a la metafísica escolástica, escribe en su


compendio histórico de la Filosofía: «Era cosa de risa el leve fundamento sobre que se
basaban las contiendas que amotinaban el mundo». El mismo Balmes decía: «La
filosofía escolástica, que de suyo propendía a la sutileza, fue degenerando entre las
disputas de las escuelas. Conocidas son las cuestiones inútiles y hasta extravagantes
que se llegaron a suscitar y que consumían un tiempo que se hubiera empleado mejor
en estudios positivos». (H. de la F., XXXIX.)

Hasta mi inolvidable amigo Mosén Jacinto Verdaguer me decía, recordando sus años de
seminarista: «Me roda'l cap, quan sento una disputa escolástica.»

Pasa la Escolástica en Europa por un período preparatorio que va desde el siglo IX al


XII; raya en su zenit en los siglos XIII y XIV; desciende desde esta fecha hasta la
Reforma; disfruta en España un fugaz renacimiento debido solamente a Suárez y
Montoya, pues los Vitoria y demás escolásticos no son verdaderos filósofos
especulativos, sino meros aplicadores de la filosofía a la práctica; desciende hasta
llegar a completa postración en los posteriores tiempos y hoy pugna por renacer
abrazada a los adelantos de la ciencia experimental.

El precursor Juan Escoto Erigena (IX), de céltica estirpe, doctísimo en lenguas sabias y
semíticas, continuador del neoplatonismo, abrió el camino a la futura dirección realista
de la Escolástica. Su sistema, que ofrece marcadas analogías con el Sankya ateísta de
Kapila, con la doctrina de la liberación por la ciencia, identifica el conocimiento [30] y
la religión. En la cuna misma de la Escolástica se encrespa la formidable pugna, que
había de ensordecer la Edad Media, entre el nominalismo y el realismo, el eterno
problema, tan discutido hoy entre racionalistas y positivistas, como lo fue entre los
escolásticos y lo había sido en los albores de la filosofía helénica. Los realistas
aseguraban que los universales existían per se, ante rem, siendo percibidos por la
razón, el sentido de lo universal. Los nominalistas, afirmando que no hay conocimiento
sin los sentidos, y que éstos no perciben más que individuos, estiman que las ideas no
pasan de meros nombres, flatus vocis, cuya realidad depende de las cosas, post rem.
Apóstol de la primera dirección se alzó el gran San Anselmo (1033-109), natural de
Aosta y arzobispo de Canterbury, a quien su fe en la razón, quae judex omnium debet
esse, condujo a la célebre prueba ontológica de Dios, tan alta y profunda, que en ella
pueden resolverse cuantas de su misma índole han alegado los teólogos.

Combatió sus ideas Roscelino, canónigo de Compiègne, condenado en el Concilio de


Soissons (1092) por aplicar su individualismo a la doctrina de la Trinidad. Entre ambas
tendencias se colocó el romántico Abelardo (1079-142), sosteniendo que los universales
carecen de existencia objetiva, pero no subjetiva; entrando así a velas desplegadas por
las aguas del conceptualismo. Joven, poeta y erudito, Abelardo, fundador de la
escolástica racional, cautivó con su elocuencia innumerables discípulos, abordó los más
arduos problemas, ensalzó la razón y sentó tan atrevidas proposiciones, que San
Bernardo lo hizo condenar y encerrar en un claustro. Con la muerte de Abelardo y la
timidez de Pedro Lombardo y Juan de Salisbury, sus mejores discípulos, el
conceptualismo y el nominalismo cedieron al empuje realista, favorecido entonces por
la Iglesia.

Las traducciones hebraicas y latinas de las obras de Aristóteles y los comentos de los
orientales, despiertan nueva fase del pensamiento escolástico. La esfera más [31]
amplia de conocimientos, fecundada por el estudio de la naturaleza, impuso la
necesidad de conciliar la fe con la razón. El primer intento se debe al doctor
irrefragabilis Alejandro de Alés (1238), cuya Summa theologica sirvió de modelo a
Santo Tomás; pero el verdadero creador de la escolástica filosófica fue el dominicano
Alberto Magno (1193-280), que vivió casi todo el siglo XIII. Grandes prodigios se
cuentan del vasto saber de Alberto, tildado por la ignorancia popular de brujo.
Exponiendo a Aristóteles, inclínase del lado del realismo y desliza ideas que no se
hallan en el maestro, tales como la idea del ser en sí y la del alma como separable del
cuerpo, hecho de que dice haberse convencido en las experiencias de magia, con lo que
viene a constituir un precedente del espiritismo y del neobudismo o teosofía
contemporánea. En la moral, llama la atención la distinción entre la conciencia
propiamente dicha y la conciencia moral, y la de las virtudes teologales, nacidas por
efecto de la gracia divina, de las cardinales, producto de la voluntad.

Sin tratar aquí de otros escolásticos, ni de sus esfuerzos para conciliar la fe con la
razón, no se puede prescindir de Santo Tomás (1227-74), la principal figura de la
filosofía de las escuelas. Nació Santo Tomás cerca de Nápoles, fue discípulo de Alberto
Magno, y sus compañeros le llamaban por su silencio el buey mudo. Su maestro
profetizó que un día mugiría tan fuerte que lo escucharía todo el mundo. Noble de
origen, desplegando heroica resistencia a cuantas seducciones se enredaron a sus
plantas, profesó rebosando fe y amor a Dios en la orden de Santo Domingo. En ambas
Sumas, la Suma teológica y la Suma contra los gentiles, Santo Tomás prueba a
armonizar el realismo con el nominalismo, colocándose en el punto de vista
genuinamente aristotélico, esto es, en el conceptualismo. No sería congruente con mi
propósito entrar en la exposición detallada de la filosofía tomística, donde acaso se
confunden demasiado la fe y la razón. Baste confirmar que Santo Tomás es un perfecto
aristotélico y que pone su [32] cooperación personal en el desenvolvimiento de la
doctrina, con la distinción real del alma y sus facultades, y la hipótesis de las especies
inteligibles, que le pertenecen por modo innegable.

El doctor subtilis, Duns Escoto (1274-308), realista con propensión nominalista por
aceptar la realidad de las ideas generales como entidades, que tanto multiplicó el
tecnicismo escolástico, sigue la dirección de Santo Tomás: pero sostiene contra éste
que las facultades anímicas no tienen existencia distinta entre sí, ni menos separadas
del alma, dando lugar a obstinada contienda entre tomistas y escotistas. Del escotismo
se infiere la absoluta libertad humana, así como la voluntad divina independiente de
toda ley.

¡Curioso fenómeno! Las dos órdenes, la franciscana y la dominicana, encargadas por la


Iglesia de encauzar la Filosofía por el álveo de la ortodoxia, libran entre sí descomunal
batalla y resucitan controversias al parecer ya remotas.

A Santo Tomás siguieron los dominicos, y discípulos del santo varón fueron Herveus
Natalis (m. 1323), Enrique Gaethals o de Gan (1217-93), doctor solemnis, que tuvo sus
puntas de platónico sin leer a Platón, y en las oscilaciones de su vacilante espíritu,
acarició la idea de conciliar la Academia con el Liceo, y Richard Middleton, doctor
solidus, contemporáneo de Santo Tomás, aplaudido en las cátedras de París y de
Oxford.

En la hueste escotista se señalaban Francisco de Mayaronis (m. 1325), magister


abstractionum, que llegó a afirmar la separación real y positiva de los divinos atributos;
el ex-tomista Guillermo Durando (m. 1334), doctor resolutissimus, que se aparta de
Escoto en el problema realista, pues no concede efectividad más que al individuo, y, en
fin, toda la orden de los franciscanos.

Sin desconocer que Santo Tomás sirve de columna al neo-escolasticismo, preciso es


confesar que Duns Escoto abre desconocidos horizontes a la Escuela. En sus manos
[33] la filosofía escolástica vuelve sobre sí misma, reconoce su insuficiencia histórica, y
procura rehacerse con ansia de avanzar en la indagación de la verdad.

Raimundo Lulio, en el siglo XIII, patentiza con su intento de la máquina de pensar la


falta de realidad del formalismo escolástico. Rogerio Bacon (1214-92), doctor
admirabilis, acusado de nigromante, sufrió tenaces persecuciones. Matemático y físico
superior a todos los de su tiempo, defendió los fueros de la razón, predicó la necesidad
de estudiar todas las ramas científicas y preconizó la experimentación, considerando la
escolástica como una abstracción ineficaz para la ciencia. La lucha se recrudece entre
nominalistas y realistas; Walter Burleigh (1275-357), doctor planus et perspicuus
combate al franciscano Guillermo de Ocam (m. 1357), doctor invencibilis, defensor de
los reyes contra los pontífices y excomulgado por Juan XXII.

Desde este instante, la filosofía escolástica entra en plena decadencia, no sin haber
prestado a la ciencia eminente servicio. Su rigurosa dialéctica, perfeccionando y
sutilizando el raciocinio, contribuyó a disciplinar los entendimientos, pero, dejando
fuera del conocimiento los principios y los hechos, llegó a estabilizarse para la
evolución progresiva del pensamiento racional. El jesuita andaluz Francisco Suárez
(1548-617), la última gran figura de esta dirección filosófica, decidió la controversia de
nominalistas y realistas, estableciendo que lo universal se halla potencialmente en las
cosas e in actu en el entendimiento.

Tienen razón los que defienden que el formalismo escolástico, seco y árido, repulsivo a
las almas apasionadas, era incapaz de satisfacer los piadosos anhelos de confundirse
personalmente con Dios. El ardor religioso, el amor inefable, la sed de una suprema
bienaventuranza que sólo puede gozarse en la unión con Dios, desvaneciéndose en Él y
perdiéndose nuestra personalidad, arrojó a los espíritus fervorosos por la senda del
misticismo, no satisfechos de aquella unión mereintelectual que el tomismo les
brindaba. [34]

San Bernardo (1091-153) inicia la idea mística haciendo condenar ciertas proposiciones
de Abelardo, y el minorita Juan de Fidanza, vulgarmente conocido por San
Buenaventura (1221-74), doctor seraphicus, inspirándose en la filosofía agustiniana, es
el ingenuo intérprete de tan grandioso movimiento. Más semejante a los antiguos
Padres que a los doctores medioevales, San Buenaventura enseña que en Dios radica el
principio y el fin de la Ciencia, y que ésta no es más que una iluminación divina
realizable por los cuatro grados: exterior, interior, luz superior y unión con Dios. No
creo lícito exponer aquí la poética doctrina del doctor seráfico, ni ver cómo estas cuatro
iluminaciones se van gradual y progresivamente concretando en las necesidades
corpóreas (exterius), en el conocimiento sensible (inferius), en el filosófico (interius);
que puede referirse ad verba, ad res o ad more, y en fin, en las luces de la Escritura y
de la Gracia, hasta llegar al éxtasis.

Si el misticismo miraba con desconfianza a la escolástica, no recelaba ésta menos de la


ortodoxia mística. Los místicos tudescos son los primeros en ir reduciendo el dogma
cristiano a una forma cuyo fondo ha de descubrir la indagación especulativa. Tal es el
sentido de Ruys Broeck, de Eckart, de Suso y demás pensadores místicos germánicos,
sentido que invade a los dominicos, inspira a los valdenses y al fin se condensa en
Tauler (1290-361). En la Imitación de la pobre vida de Jesucristo enseña el doctor
alsaciano que para la unión con Dios hay que purificarse por el dolor físico y espiritual,
doctrina que propaga con elocuencia de apóstol y ejemplos de héroe, sufriendo
persecuciones y asistiendo a los atacados de la peste.

La Imitación de Cristo, libro extraordinario, de bárbara latinidad, cuyo autor es todavía


un misterio, enciende la llama del misticismo en los espíritus alejados de la comunión
filosófica, y la hace prender en toda la cristiandad.

Iniciado el misticismo por San Bernardo, sublimado por San Buenaventura, llevado a la
práctica por Tauler y [35] divulgado por la Imitación de Cristo, había llegado a su
apogeo y era sonada la hora de conciliarlo, templado el ardor del combate, con las
enseñanzas del tomismo escolástico. La ardua misión correspondió a Juan Charlier
(1363-429), natural de Gerson, para quien la teología es una ciencia experimental
fundada en la intuición inmediata, y el éxtasis no supone fusión completa, sino que en
el momento mismo del raptus, estamos como separados por una nube de Dios. Sin la
intuición, capaz de convertir al ignorante en teósofo, la ciencia degenera en ejercicio
estéril que separa a la criatura del Creador

He aquí el estado en que la filosofía mística bordea los límites de la Edad Media,
preparándose a iluminar directamente dos siglos de la Moderna y reaparecer en
diferentes formas y por sorpresa, cada vez que la belleza de la reflexión enardezca los
corazones y excite el santo entusiasmo de la verdad. [36]

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