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LA GNOSIS: Bajo esta denominación suelen encuadrarse una serie de escuelas cuyo
fin era alcanzar la Gnosis (conocimiento), la sabiduría inefable, mediante la
contemplación directa de la divinidad.
EL NEOPLATONISMO: Bajo esta denominación se Conoce a la corriente filosófica
iniciada por PLOTINO (205-270 a.C.) ,que, inspiràndose en el Pensamiento último de
Platòn, intentó superar las contradicciones de su época y crear una doctrina que, pese
a su evidente origen místico, poseyera una raíz estrictamente filosófica.. Sus
principales oponente, eran, pues, todas aquéllas doctrinas religiosas que afirmaban la
necesidad de una "revelación" como condición indispensable para poder llegar al
conocimiento.
En consecuencia, por primera vez la TEOLOGIA ocupaba un primer plano y la razón
un segundo plano.El Neoplatonismo es la síntesis del pensamiento grecoromano que
empieza con el platonismo medio y el neopitagorismo. Otro representante importante
de esta doctrina es FILON DE ALEJANDRIA, quien se apoyaba en la filosofía de
Platòn, fue sobre todo un Teólogo, porque la fuente principal de su saber fue el
Antiguo Testamento y su trabajo intelectual consistió sobre todo en una labor
exegètica de la Sagrada Escritura, con el fin de armonizar la revelación con la
filosofía.
EL CRISTIANISMO PRIMITIVO: LA PATRISTICA
En su intento de prevalecer sobre las demás Religiones Orientales, el Cristianismo se
vio abligado a conciliar elementos tomados tanto del monoteísmo judío, como de la
filosofía griega; para ponerlos al servicio de la revelación cristiana. El máximo
representante de esta filosofía fue SAN AGUSTIN
SAN AGUSTÌN(354-430): La figura de San Agustín supone un momento decisivo en la
historia del cristianismo, ya que él fue el primero que, utilizando los métodos
conceptuales del pensamiento griego, adaptó la filosofía cristiana a la doctrina de la
fe.
Nacido en la ciudad norteafricana de Tagaste, estudió en Cartago y Roma.De
formación esencialmente neoplatónica se convirtió al cristianismo a los 34 años de
edad, más tarde se hizo sacerdote, y llego a ser obispo de Hipona.Entre sus
principales obras cabe recalcar: "Sobre la doctrina cristiana","Las Confesiones" y "La
Ciudad de Dios". El pensamiento de San Agustín tiene su fundamento en la
frase:"Comprende para creer, cree para comprender", no obstante que la fe es para él
siempre anterior al intelecto.San Agustín señala que el hombre es capaz de abstraer,
de percibir lo inmutable, esta capacidad ha sido puesta por DIOS, puesto que es
esencia inmutable.
FILOSOFÍA MEDIEVAL
FILOSOFÍA MEDIEVAL
WIKIPEDIA
Esta filosofía se inicia en el siglo II con el diálogo entre la filosofía helenística y las
grandes religiones monoteístas. Por esto algunos autores sostienen que la filosofía antigua
pierde su antigua autonomía y pasa a estar subordinada a la religión.
Los problemas fundamentales discutidos durante este periodo fueron la relación entre la fe
y la razón, la naturaleza y existencia de Dios, los límites del conocimiento (la experiencia o
la razón) y la libertad en el hombre, la naturaleza de las universales (es decir, cómo
pensamos, cómo sabemos y cuáles son las realidades a ser conocidas) y la individuación de las
sustancias divisibles e indivisibles.
Su nombre deriva de los padres de la Iglesia, los teólogos cuya interpretación dominaría la
historia del dogma.
El cristianismo es una religión revelada: fue ofrecido al mundo por Cristo como una
doctrina de redención y salvación no como abstracto y teorético; este camino se recorre en
la práctica. Al asentarse el cristianismo los estudiosos desarrollaron su pensamiento y su
formación intelectual; el elemento filosófico tendió a hacerse claramente reconocible, en
especial cuando lo que se trataba era de enfrentarse con los ataques de filósofos paganos
profesionales.
La influencia apologética se debió entre otras cosas al ataque hostil, y por penetrar en los
datos de la revelación, el de formarse una imagen totalizadora del mundo y de la vida
humana a la luz de la fe. El progreso de lo implícito a lo explicito fue un progreso en la
ciencia teológica; en el proceso de argumentación y definición se emplearon conceptos y
categorías tomados de la filosofía. La filosofía imperante era el platonismo, neoplatonismo
(con toque estoico);
Los escritores cristianos no hicieron distinción entre filosofía y teología. Éstos mostraron
una divergencia de actitud ante la filosofía clásica: como enemiga o como utilidad.
Agustín de Hipona, o San Agustín (en latín: Aurelius Augustinus Hipponensis) (Tagaste,
13 de noviembre de 354 – Hippo Regius, 28 de agosto de 430), es junto con Jerónimo de
Estridón, Gregorio Magno y Ambrosio de Milán uno de los cuatro más importantes Padres
de la Iglesia latina.
San Agustín comienza la búsqueda de la verdad de una manera casi desesperada. Ya a los
diecinueve años se pasó al racionalismo y rechazó la fe en nombre de la razón. Sin
embargo, poco a poco va descubriendo que la razón y la fe no se oponen, sino que su
relación es de colaboración. La fe es un modo de pensar asintiendo, si no existiese el
pensamiento, no existiría la fe. Por eso la inteligencia es la recompensa de la fe. La fe y la
razón son dos campos que necesitan ser equilibrados y complementados.
Averroes (1126-1198)
es el nombre por el que se conoce en la tradición occidental al filósofo y médico andalusí, maestro
de filosofía y leyes islámicas, matemáticas, astronomía y medicina. Su nombre también puede
encontrarse transliterado como Averroës o Averrhoës.
Ese universal tiene, por lo demás, existencia en cuanto que lo es por aquello que es
particular. En cualquier caso, es el intelecto o entendimiento el que proporciona la
universalidad a lo que parte de las cosas sensibles.
Así las cosas, en su obra Tahâfut, expone la necesidad de que la ciencia se adecue a la
realidad concreta y particular, pues no puede existir conocimiento directo de los
universales.
Averroes distingue, además, entre dos sujetos del conocimiento (más propiamente: los
sujetos de los inteligibles en acto): el sujeto mediante el cual esos inteligibles son
verdaderos (las formas que son imágenes verdaderas) y el sujeto mediante el que los
inteligibles son un ente en el mundo (intelecto material). Consecuentemente, el sujeto de la
sensación (por el cual es verdadera) existe fuera del alma y el sujeto del intelecto (por el
cual este es verdadero), dentro.
El pensamiento del Aquinate partía de la superioridad de las verdades de la fe, sin embargo,
ello no le impidió presentar a la filosofía como un modo de conocimiento plenamente
autónomo capaz de, por un lado, concordar armonicamente con la teología y, por el otro, de
tratar de forma independientemente los mas diversos aspectos de la realidad.
Entre las obras más importantes de esta etapa podemos destacar: los comentarios a las obras
de Pedro Lombardo, Boecio (Sobre la Trinidad), el opúsculo titulado De ente et essentia y
el libro primero de la Suma contra Gentiles. La función de esta obra era servir de apoyo a
los predicadores que tenían que discutir con judíos y musulmanes, valiéndose de
argumentos racionales y filosóficos sin tener que basarse sólo en la fe.
Tomás de Aquino realiza en esta etapa toda una síntesis de los problemas filosóficos más
discutidos (fe–razón, creación, política). Entre sus obras podemos destacar: finaliza la
Suma contra los gentiles, cuestiones disputadas sobre el mal, sobre el alma, opúsculos
contra los averroístas, como De aeternitate mundi y el De unitate intellectus. La obra más
importante de Tomás de Aquino es la Summa Theologica (1265–1272), en la que logra una
sistematización entre teología y filosofía.
Capítulo IV
Ojeada general sobre la Filosofía en la Edad Media
La Filosofía medieval. –El Cristianismo. –Misión de la Filosofía platónica. –La Gnosis. –
Los PP. orientales. La Iglesia y los bárbaros. –El trivium y el quatrivium. –La
Escolástica: su carácter, sus épocas, su desenvolvimiento, sus direcciones. –El
misticismo en la Edad Media.
Durante los primeros siglos de la Edad Media, la filosofía se nutre de savia teológica.
La pagana había venido a parar a la negación. La exageración de los principios
platónicos había conducido a negar el conocimiento, sustituido por el éxtasis; el éxtasis
arrastraba a la anulación de la individualidad, y la gran Unidad, Dios mismo, venia a
ser implícitamente negado: porque la unidad simplicísima excluye hasta la existencia,
que es ya una complicación. Los sistemas del lado opuesto habían engendrado el
escepticismo y el materialismo. La negación circundaba el pensamiento por todas
partes.
San Panteno erigió en Alejandría una escuela catequista que consideraba a la filosofía
complemento obligado de la religión, y su sucesor San Clemente es el fundador de lo
que entre los Padres orientales se llama gnosticismo.
Discípulo de este santo el grande Orígenes (186-254), una de las mayores inteligencias
que la humanidad ha conocido, cuyo ideal era establecer la revelación mesiánica sobre
bases rigurosamente científicas, sabio y mártir, nos dejó, además de otros libros, el
Exaplos, los Principios y la Defensa del cristianismo contra los recios ataques del
ingenioso Celso. Orígenes llegó a admitir la eternidad del mundo y a negar la eternidad
de las penas, por lo que se vio cruelmente perseguido. San Gregorio Nacianceno (329-
89), poeta, filósofo y ascético, y otros Padres, participaron de las opiniones de
Orígenes. Todos los orientales fundaron la teología en la filosofía; los de Occidente
sometieron el conocimiento a la revelación.
En los Padres occidentales, ninguno puede igualarse con San Agustín (354-430).
Considerado como filósofo, señala el apogeo de la filosofía patrística, resucitando el
platonismo, y, cimentando en él la idea cristiana, da a la nueva doctrina una sólida base
psicológica (Noli foras ire...) Representa en la patrística la síntesis de las grandiosas
concepciones debidas a los Padres orientales y el [27] espíritu práctico de los
occidentales. En este caso, como siempre, el Oriente antepone la ontología y el
Occidente la psicología.
Al invadir los bárbaros la Europa, sólo una institución queda en pie: la Iglesia. La
poderosa unidad cristiana, como entidad espiritual, no podía ser alcanzada por los
golpes de la fuerza bruta. Ella es lo único que permanece, y por eso constituye el lazo
de unión entre el Imperio que se desploma y los nuevos Estados que traza la espada de
los invasores. Por ese título, se constituía la Iglesia en educadora de los jóvenes
pueblos que abrían apenas sus ojos a la civilización.
Los árabes solían sustituir la Retórica por la Medicina, y algunos suprimían otro
miembro del trivium para dar cabida a la Nigromancia. Tal era el vago recuerdo que
conservaba la Edad Media de los esplendores del clasicismo.
Ya Vives pensaba que algún ingenio diabólico había sacado a luz la dialéctica
escolástica, empeñada en atacar la verdad, en no rendirse al que la confunde y siempre
gozosa cuando vence a la verdad con las armas del error. (Dialecticam hanc
contentiosam et pertinacem, non dubium ab ingenio diabolico esse profectam, quod in
verum contra niti semper, et melius dicenti nunquam cedere, et falso verum gaudet
vincere.) (Comm. in Civ. Dei.)
Hasta mi inolvidable amigo Mosén Jacinto Verdaguer me decía, recordando sus años de
seminarista: «Me roda'l cap, quan sento una disputa escolástica.»
El precursor Juan Escoto Erigena (IX), de céltica estirpe, doctísimo en lenguas sabias y
semíticas, continuador del neoplatonismo, abrió el camino a la futura dirección realista
de la Escolástica. Su sistema, que ofrece marcadas analogías con el Sankya ateísta de
Kapila, con la doctrina de la liberación por la ciencia, identifica el conocimiento [30] y
la religión. En la cuna misma de la Escolástica se encrespa la formidable pugna, que
había de ensordecer la Edad Media, entre el nominalismo y el realismo, el eterno
problema, tan discutido hoy entre racionalistas y positivistas, como lo fue entre los
escolásticos y lo había sido en los albores de la filosofía helénica. Los realistas
aseguraban que los universales existían per se, ante rem, siendo percibidos por la
razón, el sentido de lo universal. Los nominalistas, afirmando que no hay conocimiento
sin los sentidos, y que éstos no perciben más que individuos, estiman que las ideas no
pasan de meros nombres, flatus vocis, cuya realidad depende de las cosas, post rem.
Apóstol de la primera dirección se alzó el gran San Anselmo (1033-109), natural de
Aosta y arzobispo de Canterbury, a quien su fe en la razón, quae judex omnium debet
esse, condujo a la célebre prueba ontológica de Dios, tan alta y profunda, que en ella
pueden resolverse cuantas de su misma índole han alegado los teólogos.
Las traducciones hebraicas y latinas de las obras de Aristóteles y los comentos de los
orientales, despiertan nueva fase del pensamiento escolástico. La esfera más [31]
amplia de conocimientos, fecundada por el estudio de la naturaleza, impuso la
necesidad de conciliar la fe con la razón. El primer intento se debe al doctor
irrefragabilis Alejandro de Alés (1238), cuya Summa theologica sirvió de modelo a
Santo Tomás; pero el verdadero creador de la escolástica filosófica fue el dominicano
Alberto Magno (1193-280), que vivió casi todo el siglo XIII. Grandes prodigios se
cuentan del vasto saber de Alberto, tildado por la ignorancia popular de brujo.
Exponiendo a Aristóteles, inclínase del lado del realismo y desliza ideas que no se
hallan en el maestro, tales como la idea del ser en sí y la del alma como separable del
cuerpo, hecho de que dice haberse convencido en las experiencias de magia, con lo que
viene a constituir un precedente del espiritismo y del neobudismo o teosofía
contemporánea. En la moral, llama la atención la distinción entre la conciencia
propiamente dicha y la conciencia moral, y la de las virtudes teologales, nacidas por
efecto de la gracia divina, de las cardinales, producto de la voluntad.
Sin tratar aquí de otros escolásticos, ni de sus esfuerzos para conciliar la fe con la
razón, no se puede prescindir de Santo Tomás (1227-74), la principal figura de la
filosofía de las escuelas. Nació Santo Tomás cerca de Nápoles, fue discípulo de Alberto
Magno, y sus compañeros le llamaban por su silencio el buey mudo. Su maestro
profetizó que un día mugiría tan fuerte que lo escucharía todo el mundo. Noble de
origen, desplegando heroica resistencia a cuantas seducciones se enredaron a sus
plantas, profesó rebosando fe y amor a Dios en la orden de Santo Domingo. En ambas
Sumas, la Suma teológica y la Suma contra los gentiles, Santo Tomás prueba a
armonizar el realismo con el nominalismo, colocándose en el punto de vista
genuinamente aristotélico, esto es, en el conceptualismo. No sería congruente con mi
propósito entrar en la exposición detallada de la filosofía tomística, donde acaso se
confunden demasiado la fe y la razón. Baste confirmar que Santo Tomás es un perfecto
aristotélico y que pone su [32] cooperación personal en el desenvolvimiento de la
doctrina, con la distinción real del alma y sus facultades, y la hipótesis de las especies
inteligibles, que le pertenecen por modo innegable.
El doctor subtilis, Duns Escoto (1274-308), realista con propensión nominalista por
aceptar la realidad de las ideas generales como entidades, que tanto multiplicó el
tecnicismo escolástico, sigue la dirección de Santo Tomás: pero sostiene contra éste
que las facultades anímicas no tienen existencia distinta entre sí, ni menos separadas
del alma, dando lugar a obstinada contienda entre tomistas y escotistas. Del escotismo
se infiere la absoluta libertad humana, así como la voluntad divina independiente de
toda ley.
A Santo Tomás siguieron los dominicos, y discípulos del santo varón fueron Herveus
Natalis (m. 1323), Enrique Gaethals o de Gan (1217-93), doctor solemnis, que tuvo sus
puntas de platónico sin leer a Platón, y en las oscilaciones de su vacilante espíritu,
acarició la idea de conciliar la Academia con el Liceo, y Richard Middleton, doctor
solidus, contemporáneo de Santo Tomás, aplaudido en las cátedras de París y de
Oxford.
Desde este instante, la filosofía escolástica entra en plena decadencia, no sin haber
prestado a la ciencia eminente servicio. Su rigurosa dialéctica, perfeccionando y
sutilizando el raciocinio, contribuyó a disciplinar los entendimientos, pero, dejando
fuera del conocimiento los principios y los hechos, llegó a estabilizarse para la
evolución progresiva del pensamiento racional. El jesuita andaluz Francisco Suárez
(1548-617), la última gran figura de esta dirección filosófica, decidió la controversia de
nominalistas y realistas, estableciendo que lo universal se halla potencialmente en las
cosas e in actu en el entendimiento.
Tienen razón los que defienden que el formalismo escolástico, seco y árido, repulsivo a
las almas apasionadas, era incapaz de satisfacer los piadosos anhelos de confundirse
personalmente con Dios. El ardor religioso, el amor inefable, la sed de una suprema
bienaventuranza que sólo puede gozarse en la unión con Dios, desvaneciéndose en Él y
perdiéndose nuestra personalidad, arrojó a los espíritus fervorosos por la senda del
misticismo, no satisfechos de aquella unión mereintelectual que el tomismo les
brindaba. [34]
San Bernardo (1091-153) inicia la idea mística haciendo condenar ciertas proposiciones
de Abelardo, y el minorita Juan de Fidanza, vulgarmente conocido por San
Buenaventura (1221-74), doctor seraphicus, inspirándose en la filosofía agustiniana, es
el ingenuo intérprete de tan grandioso movimiento. Más semejante a los antiguos
Padres que a los doctores medioevales, San Buenaventura enseña que en Dios radica el
principio y el fin de la Ciencia, y que ésta no es más que una iluminación divina
realizable por los cuatro grados: exterior, interior, luz superior y unión con Dios. No
creo lícito exponer aquí la poética doctrina del doctor seráfico, ni ver cómo estas cuatro
iluminaciones se van gradual y progresivamente concretando en las necesidades
corpóreas (exterius), en el conocimiento sensible (inferius), en el filosófico (interius);
que puede referirse ad verba, ad res o ad more, y en fin, en las luces de la Escritura y
de la Gracia, hasta llegar al éxtasis.
Iniciado el misticismo por San Bernardo, sublimado por San Buenaventura, llevado a la
práctica por Tauler y [35] divulgado por la Imitación de Cristo, había llegado a su
apogeo y era sonada la hora de conciliarlo, templado el ardor del combate, con las
enseñanzas del tomismo escolástico. La ardua misión correspondió a Juan Charlier
(1363-429), natural de Gerson, para quien la teología es una ciencia experimental
fundada en la intuición inmediata, y el éxtasis no supone fusión completa, sino que en
el momento mismo del raptus, estamos como separados por una nube de Dios. Sin la
intuición, capaz de convertir al ignorante en teósofo, la ciencia degenera en ejercicio
estéril que separa a la criatura del Creador
He aquí el estado en que la filosofía mística bordea los límites de la Edad Media,
preparándose a iluminar directamente dos siglos de la Moderna y reaparecer en
diferentes formas y por sorpresa, cada vez que la belleza de la reflexión enardezca los
corazones y excite el santo entusiasmo de la verdad. [36]