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(TERCERA REVISIÓN)
RESUMEN
ABSTRACT
With the exception of the pure right processes that, by their nature, are
not about facts but only about the law applicable to the controversial case,
in all other processes the controversy revolves around facts that must be
proven by those who affirm them and by those who the controverted
denying them and affirming other facts; hence the importance of the test
and the activity that develops around it, which is the so-called probative
activity. In this article, the evidence is analyzed as an activity of the parties
and the judge, and the various means of evidence that can be offered to
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demonstrate the veracity or falsity of the facts that are the subject of
controversy in the process and that constitute the so-called thema
probandi, that is, the set of facts that must be subject to the evidence
offered by the parties and, exceptionally, ordered ex officio by the judge
(the latter being the stance with which we do not agree at all, as we shall
see later).
At the end of the article we examine, very briefly by the complexity of the
subject, the so-called procedural truth, charged with touching this subject
in extenso in a second article on the test as a tool of truth.
1.- INTRODUCCIÓN.
Los medios probatorios tienen una finalidad precisa: 1) acreditar los hechos
expuestos por las partes; 2) producir certeza en el juez respecto de los
hechos controvertidos, y 3) fundamentar fácticamente la decisión
(sentencia o auto final) que resuelve el proceso.
Analizando punto por punto lo anterior, no hay duda que los medios de
prueba tienden a acreditar los hechos que son materia de la controversia
(porque los hechos no controvertidos no requieren ser probados), pero en
cuanto a producir certeza hay opiniones discrepantes, porque la certeza es
el grado sumo de la convicción que se alcanza a través de un razonamiento
lógico impecable y mediante una demostración fehaciente de los hechos,
que no deje dudas sobre su probanza; de otra manera la convicción (el
convencimiento sobre el hecho) sería meramente subjetiva. Sobre esto
volveremos más adelante.
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prueba (thema probandi). La certeza es el grado mayor del convencimiento
que puede alcanzar el juez, por lo que la prueba debe estar orientada a
lograr ese grado de convencimiento sobre los hechos que decidirán la
controversia, que ha sido prefijada como thema decidendi;
cronológicamente, una vez definida la controversia y fijados los puntos
controvertidos que serán objeto de prueba se pasa al saneamiento
probatorio, que consiste en una suerte de tamizaje donde el juez decide
sobre la admisibilidad de los medios probatorios oportunamente ofrecidos
por las partes como fundamento fáctico de sus pretensiones.
En todo proceso civil, para estar en capacidad de definir los hechos que van
a ser materia u objeto de la prueba (que son las afirmaciones realizadas por
las partes sobre los hechos que sustentan sus pretensiones), que es lo que
se conoce con el nombre latino de thema probandi, es necesario que
primero se defina lo que será el tema de la controversia (thema
decidendi). Es alrededor de este tema que gira la controversia sobre los
hechos introducidos al proceso por las partes: el demandante, con la
demanda, y el demandado, con la contestación de la misma (negándola,
desde luego). Nuestro proceso civil se encuentra primordialmente regido
por el principio dispositivo, en virtud del cual las partes son las encargadas
de fijar el alcance y contenido de sus pretensiones, lo que permite
demarcar el perímetro del thema decidendi, es decir, aquello sobre lo que
debe pronunciarse el juez para decidir el conflicto de intereses que debe
resolver mediante la sentencia.
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Así el thema probandi responde al interrogante de qué hechos deben ser
probados en un proceso, esto es, lo que debe probarse y lo que está exento
de prueba. Desde luego, deberán probarse los hechos controvertidos, esto
es, los hechos que son afirmados por una parte y contradichos por la
contraria, y estarán exentos de prueba los hechos sobre los que exista
conformidad entre las partes (excepto en los procesos no dispositivos, en
los que la conformidad de las partes no vincula al juez; por ejemplo, en un
proceso de divorcio, la aquiescencia de la contraparte a la pretensión de la
parte demandante no puede ser valorada aisladamente, sino que necesita
ser corroborada con otros medios de prueba, pues de no hacerse se
permitiría llevar a cabo un proceso fraudulento, seguido con la finalidad de
obtener un decisión judicial sobre materia no disponible).
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puede impugnar. Sin embargo, en la actualidad, el uso cada vez más
frecuente de la maternidad subrogada como medio de procreación pone
en duda la citada presunción, que ha permitido atribuir el hijo sin necesidad
de reconocimiento de la mujer que lo ha dado a luz por aquello de partus
sequitur ventre. Ahora habrá que distinguir entre el “vientre de alquiler”
(esto es, la mujer que se aviene a gestar el óvulo ya fecundado) y el caso
en el cual el óvulo es de la gestante, pero el padre es el marido de la mujer
infértil que, obviamente, no es la madre biológica.
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septiembre de 2001), que es un hecho que casi nadie puede desconocer.
Tampoco se puede desconocer que la primera conflagración mundial de
nuestra época se inició en el año 1914 y acabó en el año 1918 con la
rendición de Alemania; lo mismo puede decirse con respecto a la primera
bomba atómica arrojada sobre Hiroshima en el curso de la segunda guerra
mundial, etc.
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possunt”); que la gravedad atrae los cuerpos con una fuerza directamente
proporcional al producto de sus masas e inversamente proporcional al
cuadrado de la distancia que los separa, etc. También sabemos por
experiencia que las hojas de los árboles caen en otoño; que en invierno
hace frío y en verano calor. El dolor también es una experiencia (Ortega y
Gasset decía que la experiencia de un dolor de muelas era intransferible),
etc.
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La clasificación precedente, como ya se mencionó, tiene suma importancia
en materia probatoria: quien alega la existencia del hecho jurídico
constitutivo, extintivo o impeditivo debe, por regla general, probar el
hecho respectivo.
La costumbre mercantil puede variar de una plaza a otra, y en tal caso debe
probarse la costumbre mercantil que se invoca en la plaza que
corresponda. Sobre esta materia la ICC (International Chamber of
Commerce o Cámara de Comercio Internacional, con sede en París)
contribuye de manera decisiva a uniformizar la costumbre mercantil,
mediante la difusión, a través de sus “Brochures” o “Publicaciones”, de las
normas de uso mercantil generalmente aceptadas por los comerciantes
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internacionales (así los “Incoterms”, por ejemplo, o 'Términos
Internacionales de Comercio', que son términos de tres letras cada uno que
reflejan las normas de aceptación voluntaria por las partes de un contrato
internacional de compraventa acerca de las condiciones de entrega de las
mercancías y/o productos; así FOB “Free On Board” significa que es
obligación del vendedor poner la mercancía a bordo del buque que la
transportará; CIF “Cost, Insurance and Freight”, significa que en el precio
se incluye el costo, el seguro y el flete, etc. ).
Lo primero que hay que dejar en claro es que tanto la teoría de la Carga
Dinámica de la Prueba como la doctrina de la Prueba Difícil, que veremos
en el punto siguiente, son excepciones a la teoría general de la carga de la
prueba, la que de ordinario recae sobre el que afirma un hecho, así como
que ambas no han sido receptadas por nuestro ordenamiento procesal
civil, y en poquísimos casos, han sido tratadas jurisprudencialmente en
nuestro país.
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Argentina, y de las construcciones teóricas en torno a este tema
consolidadas por PEYRANO, quien en su obra “Cargas Probatorias
Dinámicas”, la que comparte con otros autores, elabora toda una
sistematización al respecto. Esta tesis sustenta que “más allá del carácter
de actor o demandado, en determinados supuestos la carga de la prueba
recae sobre ambas partes, en especial sobre aquella que se encuentre en
mejores condiciones para producirla.”
Concordamos con esta opinión, pues la teoría no puede dar lugar a una
regla de alcance general, sino que su aplicación debe ser evaluada en cada
caso, pues la regla general imperante es que la carga de la prueba recae en
quien afirma un hecho. Pero en materia de responsabilidad civil por mala
praxis médica no hay duda que los que están en mejor aptitud de
demostrar que actuaron con la debida diligencia son los propios médicos
que participaron directamente en el hecho.
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cargo de la cirugía le echaba la culpa de tal descuido al médico anestesista
que, según sostenía el primero, era el encargado de controlar que el
paciente estuviera oxigenado durante todo el procedimiento quirúrgico,
por lo que los hijos del paciente(que quedó en estado vegetativo como
consecuencia de ese hecho) demandaron una indemnización por el daño a
los médicos intervinientes y a la clínica en la que el paciente estuvo
internado y se llevó a cabo el acto quirúrgico donde ocurrió el evento
dañoso. Lo cierto es que los demandantes invocaron la teoría de la carga
dinámica de la prueba y el juez les dio acogida, viéndose los médicos y la
clínica en el deber de probar que no habían actuado negligentemente.
Como era previsible, éstos no pudieron producir prueba de su diligencia
médica (pues en la Historia Clínica se había anotado ese hecho, la ausencia
de oxígeno por 20 minutos) y el caso se cerró con un acuerdo transaccional
mediante el cual la clínica se avino a pagar una importante suma de dinero
por el daño causado al paciente.
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controvertidos. La parte se considerará en mejor posición para probar en
virtud de su cercanía con el material probatorio, por tener en su poder el
objeto de prueba, por circunstancias técnicas especiales, por haber
intervenido directamente en los hechos que dieron lugar al litigio, o por
estado de indefensión o de incapacidad en la cual se encuentre la
contraparte, entre otras circunstancias similares.
Cuando el juez adopte esta decisión, que será susceptible de recurso,
otorgará a la parte correspondiente el término necesario para aportar o
solicitar la respectiva prueba, la cual se someterá a las reglas de
contradicción prevista en este código.
Los hechos notorios y las afirmaciones o negaciones indefinidas no
requieren prueba.
Iteramos que nuestro Código Procesal Civil (vigente desde julio de 1993) no
ha receptado esta tesitura; por el contrario, como ya lo advertimos, el
antes citado artículo 196 hace recaer la carga de la prueba en quien afirma
un hecho determinado (“… la carga de la prueba corresponde a quien
afirma hechos que configuran su pretensión, o a quien los contradice
alegando nuevos hechos”).
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el ejemplo que pusimos en un párrafo precedente, es obvio que en un caso
de responsabilidad por malapraxis médica, el que está en mejores
condiciones de probar que no hubo negligencia (o, mejor todavía, que se
actuó con la debida diligencia; lex artis) en el acto quirúrgico son los
médicos que intervinieron en el mismo, y no la víctima o sus familiares que
desconocen lo que verdaderamente ocurrió durante el mismo.
Peyrano, quien ha dedicado algún trabajo sobre el tema, sostiene que “La
materia de la prueba -materia ‘difficilioris probationes’, se decía
antiguamente- constituye uno de los capítulos más apasionantes y
cambiantes del derecho probatorio”.
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quien soporta la carga en cuestión), la “prueba extinguida” (aquella cuyo
soporte material ha desaparecido), etc.
Para concluir, dice Peyrano, “…y sin que con ello, como dijéramos, se deba
considerar clausurada la nómina de supuestos de “pruebas difíciles”,
tenemos el caso de las “pruebas leviores” (que son pruebas menos eficaces
por contraposición a las “pruebas efficacioris”, o pruebas eficaces), que
constituyen una suerte de excepción al principio probatorio según el cual
sólo puede reputarse acreditado un hecho cuando la prueba genera
certeza en el juez.
Este artículo establece el primer principio que hay que tomar en cuenta en
materia de valoración de la prueba: el “principio de unidad de la prueba”.
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En virtud a este principio los medios de prueba no pueden ser valorados
aisladamente por el juez, como si de compartimientos estancos se tratara,
pues de procederse así sería imposible causarle convicción sobre la
veracidad o falsedad de los hechos, que es la finalidad más relevante de la
prueba. Así, los medios de prueba o, mejor dicho, la prueba aportada para
el esclarecimiento de los hechos debe ser valorada por el juez de manera
conjunta, tal como lo ordena el ya mentado artículo 197 del CPC.
En cuanto a los medios de prueba que pueden ser ofrecidos por las partes
para sustentar los hechos en que fundan la demanda y la contradicción,
dado que en nuestro Código Procesal Civil existen tres procesos de
cognición (que son el de conocimiento, el abreviado y el sumarísimo), éstos
varían según se trate de la vía procedimental en la que se deba tramitar el
proceso. Sobre esto también volveremos más adelante.
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Además del supuesto descrito anteriormente, existen otros que están
contemplados en los artículos 374 y 429 del código procesal.
En los dos supuestos es obvio que los documentos a los que se refiere el
artículo son aquellos que han sido expedidos con posterioridad a la
preclusión de la etapa postulatoria; al margen de si el hecho es anterior o
posterior al inicio del proceso, lo que importa es que el documento sea
posterior a éste.
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En cuanto al artículo 429, este establece que, luego de interpuesta la
demanda, solo pueden ser ofrecidos los medios probatorios referidos a
hechos nuevos y a los mencionados por la otra parte al contestar la
demanda o reconvenir. El artículo añade que, de presentarse documentos,
el juez debe conceder a la otra parte traslado para que dentro de cinco días
reconozca o niegue la autenticidad de los que se le atribuyen, si fuera el
caso.
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que tiene que ser probado y, entonces, tiene que serlo en la etapa
correspondiente del proceso, no pudiendo dejarse su determinación para
luego de dictada la sentencia; esto pone de relieve que la prueba debe
ofrecerse necesariamente en los actos postulatorios (con la excepciones
que hemos visto); por ejemplo, podría el actor ofrecer una prueba pericial
para apreciar los daños y perjuicios y lo mismo podría hacer el demandado
en la etapa postulatoria, pero lo que no puede hacerse es pretender
producir y actuar prueba sobre ese monto luego de dictada la sentencia,
porque es un despropósito que se entable un contradictorio sobre el
quantum indemnizatorio en la etapa de ejecución de la misma, que debe
limitarse al cumplimiento de lo ordenado en la sentencia. De hecho,
permitir eso equivaldría a una suerte de nuevo proceso, lo que,
obviamente, está vedado.
Como dijimos antes, este principio postula que las pruebas, en su totalidad,
deben ser evaluadas conjuntamente por el juez, esto es que no es posible
evaluar un medio de prueba aislándolo del conjunto de los demás; esto no
significa, en modo alguno, que el juez no pueda valorar las pruebas que
considera más relevantes por encima de las que considera poco relevantes;
todo lo contrario, el juez puede hacer una valoración discriminada de la
prueba al tiempo de razonarla, pues no es lo mismo el grado de convicción
que puede producirle al juez la declaración de un testigo sobre un
determinado hecho, que la convicción que le produce un documento que
constata la veracidad (o falsedad) de tal hecho (por ejemplo, un video, o un
audio, etc.) y que demuestra, mejor que un testigo, la ocurrencia o no de
un hecho y la forma cómo ocurrió ( o no ocurrió).
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La actividad probatoria es la actuación que realizan los sujetos procesales
a fin de establecer la exactitud o inexactitud de los hechos en que fundan
sus respectivas pretensiones. En nuestro sistema procesal actual también
el juez tiene derecho a ordenar pruebas de oficio para llegar al
convencimiento sobre la verdad de los hechos (artículo 94 del CPC), algo
que debe desterrarse para siempre, pues es una rémora inaceptable del
principio inquisitivo en el proceso civil que debe estar regido únicamente
por el principio dispositivo, en el que son las partes las que aportan la
prueba y de ahí que si el actor no prueba su pretensión la demanda debe
declararse infunda, como lo manda el artículo 200 del CPC (Improbanza de
la pretensión). Permitir que el juez ordene una prueba de oficio solo
beneficia al demandante, que no ha logrado convencer al juez con los
medios probatorios que ha ofrecido en prueba de los hechos que
constituyen la fundamentación fáctica de su demanda. Y eso propicia la
desigualdad de armas en el proceso, que es lo opuesto al principio de
socialización del proceso que postula el artículo IV del Título Preliminar del
CPC. Por eso esta rémora del proceso inquisitivo, que es la prueba de oficio,
debe desaparecer en el sistema procesal civil de nuestro país. No es tarea
del juez buscar la verdad de los hechos más allá de los que han sido
presentados por las partes al proceso y para cuya acreditación han ofrecido
los medios probatorios.
Sobre las dos primeras fases no hay mucho que comentar, salvo que las
pruebas de un hecho pueden preexistir al proceso (como ocurre con la
generalidad de los documentos) o pueden ser establecidas dentro del
proceso a través de los medios probatorios ofrecidos por las partes (como
ocurre con los dictámenes periciales, o la declaración de parte, o la de
testigos).
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En cuando a la introducción de medios probatorios, es un hecho, por demás
evidente que, mientras el demandante tiene todo el tiempo del mundo
para reunir la prueba de los hechos sobre los que fundará su demanda, el
demandado tiene plazos perentorios para hacerlo, lo que supone una
desigualdad que no es posible corregir en un sistema probatorio como el
que tenemos si no se flexibiliza la oportunidad para introducir medios de
prueba al proceso, como ya está ocurriendo en materia de derechos de
familia. Esto, sin duda, afecta el derecho de defensa del demandado, que
se ve obligado a presentar aquello que tiene a la mano o que puede
conseguir en cuestión de pocos días, pero no aquellos medios, sobre todo
instrumentales, que toman un tiempo considerable para conseguirse,
como, por ejemplo, una escritura pública otorgada ante Notario fallecido,
cuyos archivos se encuentran en el Archivo General de la Nación, y cuya
obtención supone un trámite moroso. Es cierto, sin embargo, que muchos
jueces, conscientes de esta limitación que le impone la ley al demandado,
admiten que éstos ofrezcan medios que aún no tienen en su poder con el
compromiso de presentarlos en cuanto los adquieran, presentando al
juzgado la solicitud dirigida al Archivo General de la Nación para que se le
extienda un traslado de la misma. Desde luego, esto tiene que dar lugar a
que el plazo que tiene la contraparte para formular oposición a la prueba
tenga que extenderse en tanto el medio probatorio no se produzca (que,
en el ejemplo, sería cuando se obtenga el traslado de la escritura pública y
se presente al proceso).
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esencialmente, al medio probatorio en sí mismo considerado. La ley de
Enjuiciamiento Civil española, en su art. 283.2 dice que son inútiles aquellas
pruebas que, según reglas y criterios razonables y seguros, en ningún caso
puedan contribuir a esclarecer los hechos controvertidos.
Para finalizar este punto: la inutilidad (dejando de lado los casos donde esta
resulta de razones ex abundantia, porque el hecho ya está más que
probado con los otros medios probatorios), esta se refiere a la
inadecuación del medio respecto del hecho que se pretende probar: por
21
ejemplo, no servirá la inspección judicial para probar la presión que
soportan los pilares de un puente, porque el juez no es ingeniero
estructural. En general, los motivos que pueden ocasionar la inutilidad son
la ausencia de relevancia, la notoriedad del hecho (de la que ya nos hemos
ocupado arriba; véase 1.2) y la imposibilidad del hecho.
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saneamiento probatorio, esto último en razón a que el postulado del
principio es que una vez admitido un medio probatorio, éste es “adquirido”
por el proceso y desde ese momento pertenece a éste, es decir a quienes
forman parte del mismo y no solo a quien lo ofreció.
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uno de los medios probatorios admitidos, el Juez podrá disponer la
actuación de los medios disponibles. Sin embargo, la actuación de la
declaración de las partes siempre será el último medio probatorio.
Para concluir esta parte, el artículo 209 señala que el juez puede
“…disponer la confrontación entre testigos, entre peritos y entre éstos,
aquéllos y las partes y entre estas mismas, para lograr la finalidad de los
medios probatorios”.
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2.4 Los requisitos intrínsecos de la prueba.
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admitirse como medio probatorio porque en su obtención se han
vulnerado o violado derechos de contenido constitucional; por ejemplo, se
viola la garantía constitucional del derecho al secreto de las
comunicaciones cuando se graba subrepticiamente una conversación entre
dos o más personas que, obviamente, no han prestado su consentimiento
para ello.
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está corrompida (envenenada, también metafóricamente hablando),
cualquier cosa que provenga del mismo (los frutos) también lo estará. El
“fruto del árbol” envenenado” (the fruit of the poisonous tree) es una
metáfora legal en los Estados Unidos usada para describir la prueba
(evidence) obtenida ilegalmente. La lógica de la terminología es que si la
fuente (el árbol") de la prueba o la prueba misma está corrompida (tainted)
entonces cualquier cosa proveniente de la misma también lo está.
La doctrina del “árbol envenenado” fue acuñada por los tribunales de los
Estados Unidos de América en el caso Silverthorne Lumber Co. vs. Estados
Unidos (de 1920) y también desarrollada en el caso Nardone (de 1939,
donde se acuñó la frase “los frutos del árbol venenoso”), y es el
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antecedente de la prueba ilícita y de los consectarios que provengan de
ella. El principio es que si el origen es ilícito las consecuencias también lo
son (lo que se conoce en derecho común como “principio de
accesoriedad”, según el cual lo accesorio o derivado sigue la suerte de lo
principal).
El caso fue así: Silverthorne Lumber Co. intentó evadir el pago de
impuestos; inopinadamente los agentes federales incautaron ilegalmente
los libros de contabilidad de la empresa y crearon copias de los registros
contables. La cuestión era, en este caso, si los derivados de pruebas
ilícitamente obtenidas eran o no admisibles en los tribunales. La decisión,
emitida por el Associate Justice Oliver Wendell Holmes, Jr., era que de
permitirse que los derivados de la prueba ilícitamente obtenida tuvieran
valor de prueba, se alentaría a los agentes federales a evadir el
cumplimiento de la Cuarta Enmienda, por lo que las pruebas ilegalmente
copiadas se consideraron manchadas (tainted) e inadmisibles. Este
precedente más tarde se conoció (caso Nardone, 1939) como “fruits of the
poisonous tree” (o frutos del árbol venenoso), y es una extensión de la
regla de exclusión que impide que las pruebas derivadas de una prueba
obtenida ilícitamente puedan ser reconocidas como eficaces en un
proceso judicial.
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otra obtenida ilícitamente siempre que el descubrimiento de la segunda se
hubiera producido incluso sin la existencia de la primera, de
manera inevitable); la de la “fuente independiente” (si se demuestra que
la prueba supuestamente contaminada fue producto de una fuente
independiente obtenida de manera legal (así, en el caso US vs. Crews, la
Suprema Corte declaró que un reconocimiento judicial de un imputado no
era fruto del árbol envenenado de su arresto ilegal, porque al momento del
mismo la policía ya tenía suficiente información sobre las identidades tanto
del testigo como del imputado y el reconocimiento llenó las formalidades
legales); de la “buena fe” (cuando se obtiene con desconocimiento de su
origen ilícito); la de “bandeja de plata” (que consistía en una práctica en la
cual los agentes federales entregaban la prueba ilícita a agentes estaduales
“en bandeja de plata” (silver tray) para que estos la utilizaran en otros
procesos); la del “tinte indeleble” (o “vínculo atenuado”), en la que las
posteriores actuaciones derivadas de las ilícitas van perdiendo relación con
aquella y la propagación del vicio se atenúa o diluye hasta llegar a estar
levemente manchada (purged taint).
Por su parte, el Código Procesal Penal emplea las frases “carecen de efecto
legal” (art. VIII del TP) y “no podrá utilizar” (art. 159). Ambos términos están
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relacionados con la “inutilizabilidad” o “ineficacia probatoria”, es decir, que
no podrán ser objeto de valoración por el juez.
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los hechos que configuran la controversia que se ventila y sobre los cuales
debe emitir una decisión (thema decidendi).
Esa apreciación conjunta de las pruebas es la que permite que el juez pueda
llegar a un mayor grado de certeza, ya que existirán algunas que sirven de
respaldo (corroborativas positivas), así como también otras que ayuden a
desvirtuar las menos creíbles (corroborativas negativas). Esta actividad
valorativa de las pruebas es la que brinda mayores garantías al
procedimiento probatorio en sí, pues, no sólo protege a las partes sino
también al juez, ya que la sentencia que éste dicte lo será en función,
precisamente, a lo que él considera probado en el proceso, la llamada
“verdad procesal”.
31
En nuestro Código Procesal Civil los medios de prueba típicos están
señalados en el artículo 192 y son los siguientes:
1. La declaración de parte
2. La declaración de testigos
3. los documentos
4. La pericia
5. La inspección judicial
Mientras que los atípicos están definidos en el artículo 193 en los siguientes
términos:
La Declaración de Parte está regulada en los artículos 213 al 221 del CPC. El
artículo primero de los cuales establece que las partes pueden pedirse
recíprocamente su declaración.
32
La declaración se inicia con una absolución de posiciones, atendiendo al pliego
de preguntas acompañado por la contraparte (las preguntas ya no se formulan
en sentido interrogativo-asertivo, como antaño ocurría con las preguntas en
la prueba de confesión, como vamos a ver enseguida) y una vez respondidas
las preguntas del pliego, las partes, a través de sus abogados, pueden hacerle
al declarante nuevas preguntas y solicitar aclaraciones a las respuestas; desde
luego, el juez puede hacer las preguntas que considere convenientes por el
sistema dispositivo-inquisitivo que tenemos y del más adelante hablaremos,
cuando toquemos el tema de las pruebas de oficio, con cuya actuación
estamos en completo desacuerdo por las razones que exponemos más
adelante.
33
(testigos, inspección ocular); si la ley le atribuía un determinado valor a una
prueba por encima de otra, el juez era forzado a tener que dar por probados
los hechos que se acreditaban mediante esas pruebas plenas (como en el
caso de la confesión, que aun cuando ficta, probaba plenamente los hechos a
los que se contraía), aunque contrastadas con el conjunto de las otras pruebas
el resultado indicado por ese conjunto fuera otro, ya que aquél solo tenía la
potestad de apreciar con otro criterio las pruebas semiplenas y las que podían
ser interpretadas utilizando su apreciación razonada. Este sistema probatorio
devino en obsoleto, e injusto, muchos años antes que se elaborara el actual
Código Procesal Civil, que entró en vigencia en el año 1993, y que dejando de
lado el anterior sistema de la prueba tasada, instauró el sistema de la
valoración conjunta y la apreciación razonada por el juez, plasmado en el
artículo 197 de dicho código.
34
pierde mucho de su sentido, al punto que puede no servir para demostrar el o
los hechos que se pretendían probar con la declaración de parte.
De otro lado, el artículo 215 del CPC establece que la declaración de parte es
divisible si 1) comprende hechos diversos independientes entre sí, o 2) se
demuestra la falsedad de una parte de lo declarado. La divisibilidad significa
que el juez puede apreciar por separado las respuestas dadas por la parte a las
preguntas formuladas en el pliego y a las repreguntas y aclaraciones
formuladas por las partes y el juez en la audiencia de su propósito.
Por último, ningún pliego interrogatorio puede tener más de 20 preguntas por
cada pretensión.
35
éstas, aunque el proceso sea declarado nulo, siempre que la razón del vicio no
las afecte de manera directa. Desde luego, se entiende que dichas
declaraciones asimiladas prueban contra quien las expresa, pero no a favor,
como ocurre con toda declaración de parte dentro de un proceso, que no
puede tomarse en beneficio del declarante.
Para finalizar este punto, anotamos, como dato curioso, que en el código de
1912 existía un medio probatorio que nunca en mi vida profesional pude ver
que se ofreciera como tal; se llamaba “juramento decisorio” y consistía en que
la controversia quedaba enteramente sometida al juramento que, a pedido de
una de las partes, debía prestar la contraparte sobre la verdad de los hechos.
Desde luego, un medio probatorio así, que dejaba la suerte del juicio en manos
de una de las partes, era posible solo en una sociedad con muy altos valores
morales, pero resulta inconcebible para la época en que vivimos, en que la
mentira es no es sancionada con todo rigor, a pesar del deber de probidad que
deben observar las partes procesales y sus abogados según el artículo IV del
TP del CPC.
3.2 Testigos.
El CPC no dice nada sobre si el conocimiento del hecho del testigo debe ser
directo o puede tratarse de un testigo de referencia (testigo de oídas), que ha
tenido conocimiento de los hechos sobre los que depone de manera indirecta,
36
pero no habiendo previsión legal alguna al respeto, lo razonable sería exigirle
al testigo que, en tal caso, indique el momento, el lugar, la persona y el
medio por los cuales obtuvo el conocimiento de los hechos. Si dicho testigo se
niega a proporcionar la identidad de esa persona, su testimonio no debería ser
tomado en cuenta.
Puede ocurrir que el testigo haya sido propuesto por ambas partes, en cuyo
caso el interrogatorio empezará por las preguntas de la parte demandante;
esto está establecido en el artículo 224 del CPC.
Como es lógico, el testigo solo puede ser interrogado sobre los hechos
controvertidos especificados por el proponente al ofrecer su testimonio.
1
RABANAL PALACIOS, “La prueba prohibida desde la doctrina y la jurisprudencia”.
37
En cuanto a las prohibiciones para que declare como testigo, están señaladas
en el artículo 229 del código adjetivo y son las siguientes:
2. El que ha sido condenado por delito que a criterio del juez afecte su
idoneidad.
3.3 Documentos.
El artículo 232 define a los documentos como “…todo escrito u objeto que sirve
para acreditar un hecho”, pero hay que acudir al siguiente artículo para saber
qué se considera específicamente como documento en el proceso civil.
38
El citado artículo 233 enuncia los siguientes:
Dentro del género “documento” el más importante durante el siglo pasado fue
el “instrumento”, que es el documento escrito.
Según el artículo 235 del CPC, son documentos públicos (léase instrumentos)
los siguientes:
39
Como dijimos arriba, al ocuparnos de la confesión, los instrumentos públicos
ya no constituyen prueba plena como en el pasado, durante el sistema de la
prueba tasada, sino que son apreciados en conjunto con los demás medios
probatorios; sin embargo, no hay duda que un instrumento público, más allá
que la ley ya no le atribuya ese carácter de prueba plena, intrínsecamente lo
es, pues su contenido prueba plenamente los hechos que ahí se hacen constar,
a menos, desde luego, que se demuestre su falsedad o su nulidad.
Del documento privado se ocupa el artículo 236 del CPC, que lo define como
aquél que no tiene las características de documento público, añadiendo que
su legalización o certificación no lo convierte en público.
40
La ley distingue entre documento y acto; la distinción es del todo válida, pues
el acto puede subsistir sin que subsista el documento, que puede ser declarado
nulo (no falso, porque en tal caso el acto tendría que probarse por otro medio);
esto está señalado en el artículo 237 del CPC.
41
pagado el total del precio, la empresa de leasing presentó, además, la
constancia de haber abonado en la cuenta corriente del arrendatario
financiero la suma que éste le había adelantado al vendedor.
Como es sabido, ciertos actos jurídicos requieren ser celebrados por escrito y
esta formalidad puede ser exigida por la ley (o establecida por las partes) bajo
sanción de nulidad, de manera tal el acto no existe sino se ha sujetado a esa
formalidad; en estos casos no aplica el principio de prueba escrita, pues, como
señalamos, el acto es su forma. Por ejemplo, si se tratara de demostrar la
existencia de una hipoteca, no bastaría a ese fin el documento donde el dueño
del inmueble deja constancia que lo está hipotecando, pues este derecho real
de garantía es eminentemente formal y la ley exige que se otorgue mediante
escritura pública y se inscriba en la partida registral del inmueble. Sin esto no
existe hipoteca alguna.
42
Cuando la forma se exige ad probationem, es decir que ciertos actos deben ser
probados observando la forma prescrita por la ley, existiendo un principio de
prueba escrita pueden ser corroborados con otros medios de prueba. Una
formalidad se exige ad probationem cuando determinada forma debe
observarse en los actos jurídicos a los efectos de su prueba, no de su validez,
de manera tal que nada impide su corroboración por otros medios de prueba
(siempre que exista, desde luego, principio de prueba escrita).
43
cuanto los adquieran (ahí como en el ejemplo de la escritura pública que se
encuentra en el Archivo General de la Nación, presentando al juzgado la
solicitud para que se le extienda un traslado de la misma). Ese es un caso muy
similar, de manera que teniendo en cuenta que al demandado no le será
posible obtener a tiempo las copias certificas, debería admitirse tal medio
probatorio presentando copias simples con el compromiso de presentar las
certificadas una vez que las obtenga, acompañando copia del escrito con el
que ha solicitado dichas copias en el expediente de su propósito.
Sobre los documentos en otro idioma baste decir que deben ser acompañados
de su traducción oficial; como en ciertos casos el volumen a traducir puede ser
considerable, debería aplicarse aquí la misma tesitura que sugerida para casos
anteriores, es decir, una constancia que están siendo traducidos por un
traductor público juramentado y, de ser posible, acompañar una traducción
simple mientras se obtiene la oficial o, al menos, dar razón de su contenido,
para que la otra parte sepa a qué se enfrenta.
El artículo 242 trata sobre la ineficacia por falsedad de documentación; desde
el punto de vista sistemático, está mal ubicado, porque la tacha de falsedad
pertenece al capítulo X que trata de las Cuestiones Probatorias.
44
haber más de uno, prevalece el título de fecha más antigua. Como ésta hay
muchos otros casos en que la fecha decide un conflicto de intereses.
La forma del reconocimiento está normada en el art. 249 que dice así:
46
responsables. La parte que ofrece el medio probatorio tiene la obligación de
poner a disposición del órgano jurisdiccional los medios necesarios para su
actuación. El Juez dejará constancia de los hechos que observe y de los que
indiquen los intervinientes.
3.3.6 Cotejo.
Del cotejo de documentos se ocupan los artículos 255 al 258 del CPC que
pasamos a transcribir ya que se explican por sí solos.
El artículo 258 establece que el cotejo de documentos se rige, además, por las
normas de la prueba pericial, en cuanto sean pertinentes.
3.3.7 Exhibición.
Por último, en cuanto a la prueba documental, los artículos 259, 260 y 261 del
CPC se ocupan de la exhibición; la exhibición de un documento puede estar a
cargo de una de las partes o de un tercero y las reglas que gobiernan su
actuación son las siguientes:
Artículo 259.- Exhibición por terceros.
48
documentos que tengan relación necesaria con el proceso. La exhibición
se tiene por cumplida si se acompañan copias completas debidamente
certificadas de los documentos ordenados. Si la exhibición está referida
a documentos públicos se cumple con ella dando razón de la
dependencia en que está el original. A pedido de parte y en atención al
volumen del material ofrecido, el Juez puede ordenar que la exhibición
se actúe fuera del local del Juzgado.
49
Efectivamente, en el código anterior el apercibimiento consistía en tener por
ciertas las afirmaciones sobre el contenido y firma del documento hechas por
la parte que había solicitado su exhibición, o tener por cierta la copia cuyo
original se solicitaba exhibir.
3.4 Pericia
El artículo 262 señala que “La pericia procede cuando la apreciación de los
hechos controvertidos requiere de conocimientos especiales de naturaleza
científica, tecnológica, artística u otra análoga”.
El artículo 263 establece los requisitos que debe observar la parte que ofrece
la prueba pericial; dice así:
50
La prueba pericial puede ser ofrecida en la forma señalada en el artículo
transcripto y entonces los peritos son designados por el juez, generalmente en
número de dos, pero también la parte o la contraparte pueden presentar
informes periciales de parte; de estos se ocupa el siguiente artículo, a saber:
Las partes pueden, en el mismo plazo que los peritos nombrados por el
Juez, presentar informe pericial sobre los mismos puntos que trata el
Artículo 263, siempre que lo hayan ofrecido en la oportunidad debida.
Este perito podrá ser citado a la audiencia de pruebas y participará en
ella con sujeción a lo que el Juez ordene.
Sin poner en duda la probidad de los peritos, los peritajes de partes suelen
inclinar la balanza en favor de la parte que los solicita y los paga, pero esto no
necesariamente es así en todos los casos. De cualquier manera, siempre se
pueden contrastar el peritaje dispuesto por el juez a pedido de parte con el
peritaje hecho a pedido de una de las partes y sacar conclusiones valiosas.
51
ser materia de un peritaje, cuya actuación más bien demostraba que la
falsificación no era notoria pues de serlo no se hubiera requerido de la misma.
53
declaró improcedente, dejándose a salvo el derecho del banco para demandar
la entrega del terreno mediante la acción y vía correspondiente.
Sobre la forma cómo se realiza la diligencia, nos ilustra el artículo 273 que
señala lo siguiente:
Los sucedáneos son los sustitutos de los medios probatorios típicos y son
definidos por sus fines en el artículo 275 del CPC en los siguientes términos:
También son sucedáneos los indicios; de ellos se ocupa el artículo 276 en los
siguientes términos:
54
conducen al Juez a la certeza en torno a un hecho desconocido
relacionado con la controversia.
Sobre los indicios hay tema para escribir todo un artículo; sin embargo, acá
nos vamos a ocupar de definirlos más allá de cómo son definidos en el artículo
transcrito.
55
mortales, y llega a la conclusión, mediante un razonamiento deductivo, que
cualquiera que sea hombre es, consecuentemente, mortal. En el
razonamiento inductivo la relación se invierte, ya que se parte de una premisa
mayor que abarca una generalidad de cosas o sujetos que tienen propiedades
comunes, luego de haber sido analizadas; entonces, si alguna otra cosa encaja
en ese universo de la premisa mayor, se dice que ese sujeto o cosa también
participa de las propiedades de las demás. El razonamiento deductivo es una
inferencia lógica que parte de lo universal hacia lo particular, en tanto que la
inferencia inductiva recorre el camino inverso, esto es, parte de lo particular
hacia lo universal.
También dijimos lo que los artículos 278 y 279 señalan que las presunciones
legales no admiten prueba en contrario, y pusimos como ejemplo la
57
presunción legal del artículo 2012 del Código Civil con relación al contenido de
las inscripciones en Registros Públicos, en el sentido que se presume, sin
admitir prueba en contrario, que todos tenemos conocimiento del contenido
de las mismas (lo que, además de ser una presunción legal, es también una
ficción legal, pues no se corresponde ni remotamente con la realidad).
Desde luego, para hacer valer una presunción iuris tantum, la parte que la
invoca debe probar el presupuesto de hecho de ella (en el caso del ejemplo
anterior, debe probar que el hijo no nació durante el matrimonio o dentro de
los 300 posteriores a su disolución), mientras que la parte que intenta
destruirla debe probar que a pesar de esos supuestos, no se trata de un hijo
matrimonial porque durante ese lapso el marido estuvo ausente del hogar
conyugal, o existía una separación de hecho que impedía la cohabitación, o
había permanecía en un país extranjero según su registro migratorio, o
finalmente, pero más fehacientemente, recurriendo a la prueba biológica del
ADN y demostrado concluyentemente que no es el padre, a pesar de la
presunción.
58
En caso de duda sobre la naturaleza de una presunción legal, el Juez ha
de considerarla como presunción relativa.
Aunque es difícil que se presente una hipótesis como la del artículo transcrito,
no es imposible; de hecho, no podríamos citar un caso en que exista duda
sobre la naturaleza de una presunción legal.
Ahora vamos a entrar a lo que el código llama presunción judicial, que no tiene
el carácter que tienen las presunciones que hemos visto anteriormente y que,
según nuestro criterio, debería estar ubicada en el Capítulo I (DISPOSICIONES
GENERALES) del Título VIII (MEDIOS PROBATORIOS), porque esta llamada
presunción judicial forma parte del razonamiento del juez para discernir los
hechos que constituyen el thema probandi, y no constituye propiamente un
medio probatorio; el artículo dice así:
59
El Juez puede extraer conclusiones en contra de los intereses de las
partes atendiendo a la conducta que éstas asumen en el proceso,
particularmente cuando se manifiesta notoriamente en la falta de
cooperación para lograr la finalidad de los medios probatorios, o con
otras actitudes de obstrucción. Las conclusiones del Juez estarán
debidamente fundamentadas.
Líneas arriba pusimos como ejemplo de ficción legal la presunción de iure del
artículo 2012 del Código Civil, según la cual se presume, sin admitir prueba en
contrario, que todos tenemos conocimiento del contenido de las inscripciones
en Registros Públicos. Nada más alejado de la realidad que esto; de hecho,
nadie conoce el contenido de todas las inscripciones que existen en esos
60
registros y solo se toma conocimiento de una mínima parte de su enorme
contenido cuando existe un interés personal en conocer sobre alguna partida
registral en particular, como, por ejemplo, cuando se trata de comprar o
vender un inmueble, constituir una gravamen, examinar una sucesión
intestada, o el otorgamiento de un testamento por escritura pública, o
examinar los alcances de un poder, o una partida societaria, etc.
Otro ejemplo de ficción legal es la creada por la Ley Nº 29618 Ley, que
establece la presunción que el Estado es poseedor de todos los inmuebles de
su propiedad (privada) y declara imprescriptibles los bienes inmuebles de
dominio privado estatal (lo que es inconstitucional, porque el artículo 73 de la
Constitución establece que solo los bienes de dominio público del estado son
inalienables e imprescriptibles). La ficción legal, en este caso, consiste en
presumir como verdadero un hecho que a todas luces no lo es, porque el
Estado no ejerce de hecho la posesión de todos los inmuebles de su propiedad.
En eso consiste la ficción legal, en dar por cierto e incontestable un hecho que
no lo es.
4. CUESTIONES PROBATORIAS
61
Artículo 301.- Tramitación.
62
pertinentes”. Estos artículos están ubicados en el Título IX IMPEDIMENTO,
RECUSACIÓN, EXCUSACIÓN Y ABSTENCIÓN, y el primero de ellos enuncia las
causales de impediente del juez para actuar en un proceso determinado,
mientras que el segundo enuncia las causales de recusación de un juez.
63
aunque esto último funciona más como una oposición a responder las
preguntas más que al medio de prueba, tal como se expresa en el artículo 220
del CPC.
64
firmas eran o no “notoriamente” falsificadas, ello era la mejor prueba que no
existía tal “notoriedad” (dejamos aclarado que el examen de la/s firma/s se
hace de visu y en un brevísimo tiempo por el recibidor-pagador, cotejando la
firma del girador con la de la tarjeta de registro de firmas del titular de la
cuenta), y que la prueba resultaba siendo no solo inútil sino también
sinsentido, motivo por el cual no debía actuarse; desde luego, por tratarse de
una decisión de la Corte Suprema el juez declaró infundada la oposición y
ordenó llevar adelante la actuación pericial.
Aquí se hace necesario recordar que según la última parte del arriba transcrito
artículo 301 del CPC, el medio probatorio cuestionado deber ser actuado de
todas maneras, pero su eficacia se resolverá en la sentencia, salvo decisión
debidamente fundamentada e inimpugnable, como señala la última parte del
artículo 301 del CPC arriba transcrito.
En otros casos, que quedan a criterio del juez pero que debemos suponer que
son más evidentes, el artículo autoriza a éste a que mediante una resolución
“...debidamente fundada e inimpugnable…”, rechace la actuación del medio
probatorio.
65
Aquí permítasenos una digresión: algunos autores distinguen entre falsedad y
falsificación: para ellos la falsedad es el género y la falsificación la especie; si
el distingo es válido, la falsificación supondría siempre la falsedad, mientras
que la falsedad no implica la falsificación. En realidad “falsificar” viene a ser
una conducta que consiste en elaborar algo a imitación de un modelo y la
falsedad no es sino el resultado de tal actividad, es decir, la cualidad del objeto
así elaborado. Para otros autores es intrascendente la distinción entre
falsedad y falsificación, posición que compartimos en el campo de la prueba
civil, pero con la que discrepamos en el terreno de lo penal, donde se trata de
una conducta (la falsificación) que por sí constituye un delito.
La ley prevé el caso del conocimiento sobrevinientes, esto es, cuando se tiene
conocimiento de una causal de tacha u oposición después del plazo para
interponerla; esto está en el siguiente artículo.
5. LA PRUEBA DE OFICIO
66
El artículo 194 es el que autoriza al juez a ordenar la actuación de pruebas de
oficio, y luego de haber sido modificado, dice así:
67
Ya señalamos arriba que la regla de la carga de la prueba postula que si una
parte afirma un hecho debe probarlo (artículo 196 del CPC), con excepción de
los hechos que la ley presume. También dijimos, en referencia a la prueba de
oficio, que si bien en nuestro sistema procesal actual juez tiene derecho a
ordenar pruebas de oficio para llegar al convencimiento sobre la verdad de los
hechos (artículo 94 del CPC), esta potestad es algo que debe desterrarse para
siempre, pues es una rémora inaceptable del principio inquisitivo en el
proceso civil que debe estar regido únicamente por el principio dispositivo, en
el que son las partes las que aportan la prueba y de ahí que si el actor no
prueba su pretensión la demanda debe declararse infunda, como lo manda el
artículo 200 del CPC (Improbanza de la pretensión).
En efecto, permitir que el juez ordene una prueba de oficio solo beneficia al
demandante, que no ha logrado convencer al juez con los medios probatorios
que ha ofrecido en prueba de los hechos que constituyen la fundamentación
fáctica de su demanda. Y eso propicia la desigualdad de armas en el proceso,
que es lo opuesto al principio de socialización del proceso que postula el
artículo IV del Título Preliminar del CPC.
Un caso práctico nos ayudará a probar este punto: se trató de un proceso
entablado por un abogado que había prestado sus servicios a un banco
comercial de este plaza, al que le demandó el pago de una indemnización de
daños y perjuicios por haberle resuelto el contrato de prestación de servicios
celebrado para la cobranza de deudas morosas, en base a una causal unilateral
pero, sobre todo, fundándose en el hecho que un gran volumen de esos
procesos de cobro estaban en etapas muy avanzadas y que la resolución del
contrato le había frustrado su expectativa de lograr un resultado positivo, esto
es la recuperación de las sumas puestas a cobro en esos procesos, ya que en
este tipo de contratos los honorarios los percibe el abogado en función a las
sumas que recupere para el banco. Como quiera que ese abogado no
conservaba en su poder los falsos expedientes, pues los había devuelto al
banco al terminar el contrato, el juez del caso, ante la improbanza de la
pretensión, ordenó de oficio un peritaje sobre esos falsos expedientes para
demostrar los alegados avances que habría logrado el abogado demandante
en los mismos, y la actuación de esa prueba ocasionó que el proceso quedara
estancado por seis años, porque los honorarios de los abogados que debían
peritar esos más de 120 falsos expedientes, eran sumas que el actor se negaba
68
a pagar y también el banco; finalmente el banco pudo convencer al juzgado
que dejara sin efecto esa prueba de oficio y así se logró una sentencia
desestimatoria en vista que el demandante no había podido probar este punto
(por improbanza de la pretensión, conforme al artículo 200 del CPC). Es claro
que la prueba ordenada de oficio ayudaba al actor a probar su pretensión, lo
que significaba irrespetar el derecho de los justiciables a un trato igualitario
en el proceso, pues inclinaba la balanza en perjuicio de la parte demandada, a
tal punto que al haberse prescindido de ella la parte demandante no pudo
probar los fundamentos fácticos de su pretensión y como correlato necesario
el juez dictó una sentencia desestimatoria.
El ejemplo anterior pone de relieve dos cosas: una es el enorme atraso que la
frustrada actuación de la prueba de oficio ocasionó al proceso y el otro, más
importante aún que el primero, es que esa prueba constituía, a todas luces,
una ayuda que el juez le brindaba al demandante que no había podido probar
ese punto a cabalidad, infringiéndose, al ordenarla, el principio de igualdad de
armas, en detrimento del banco, cuando lo cierto es que debió primar el
principio de socialización del proceso del artículo IV del Título Preliminar del
CPC, que propicia la igualdad de las partes en el proceso.
Por eso consideramos que esta rémora del proceso inquisitivo debe
desaparecer en el sistema procesal civil de nuestro país. Como ya lo
expresamos arriba, no es tarea del juez buscar la verdad de los hechos más
allá de los que han sido presentados por las partes al proceso y para cuya
acreditación han ofrecido los medios probatorios, y además contraviene lo
dispuesto en los artículos 196, sobre carga de la prueba, y también el artículo
200, sobre improbanza de la pretensión. Debemos dejar en claro que, desde
luego, esto no va más allá de los derechos disponibles, y no se aplica en los
casos de derechos de familia indisponibles ni en los indisponibles en materia
laboral Tampoco cuando está de por medio el orden público y/o las buenas
costumbres (concepto, este último, no solo indefinido, sino también variable
con los tiempos, y que debería ser eliminado como referente).
69
resolución que la dispone no es susceptible de impugnación alguna; el tenor,
que volvemos a copiar, es el siguiente:
“La resolución que ordena las pruebas de oficio debe estar debidamente
motivada, bajo sanción de nulidad, siendo esta
resolución inimpugnable, siempre que se ajuste a los límites
establecidos en este artículo” (el resaltado es nuestro).
Además, ¿en qué situación quedan los litigantes que advierten que la
resolución no está “debidamente motivada”, como exige la norma y, por lo
tanto, es nula? Al menos, en teoría, estarían desprotegidos desde que no
pueden impugnarla, debiendo limitarse a solicitar al juez que la dictó que la
declare nula haciendo valer la nulidad como remedio que, aunque no es un
medio de gravamen es, de todos modos, un medio impugnatorio, pues es
sabido que éstos de clasifican en remedios y recursos. Así las cosas, ¿cómo
hacer valer los litigantes esta nulidad? Aparentemente estarían totalmente
desprotegidos, ya que el juez podría declarar improcedente sin más la nulidad
propuesta sobre la base del carácter de inimpugnable que tiene la resolución
que ordena la prueba de oficio, y en vista que no puede impugnarla mediante
un recurso, que es un medio de gravamen, siendo esta nula podría solicitar al
juez que se declarase dicha nulidad como remedio, aun cuando este es
también un medio impugnativo, según vimos.
Esta tónica del código de establecer con cierta frecuencia casos en los que el
juez dicta resoluciones inimpugnables ya la hemos visto también cuando
hicimos referencia a la resolución que decide sobre una tacha u oposición
(supra 4. CUESTIONES PROBATORIAS), y eso también constituye un recorte
inaceptable a la garantía constitucional de pluralidad de instancia y al derecho
de defensa de las partes. Además, siendo que las impugnaciones se tramitan
en cuaderno separado, sin detener el curso del principal, no existe una razón
70
valedera para impedir su ejercicio. Desde luego, en estos casos podría
imponerse una multa al impugnante para el caso que el superior confirmara la
resolución, lo que quizá evitara el uso indiscriminado o malicioso de estas
impugnaciones, pero impedirlas es, además de agraviante al derecho de
defensa, una mala práctica como sistema de derecho procesal.
6. LA VERDAD PROCESAL
También es preciso dejar sentado, antes de tocar el tema en sí, que, por un
imperativo constitucional (art. 139, inc. 5., de la Constitución), las resoluciones
judiciales en nuestro país deben ser suficiente y debidamente motivadas: esto
significa que el convencimiento sobre los hechos al que llega el juez al
momento de sentenciar no es uno de mera convicción, que atañe al plano de
71
la conciencia íntima del juez, sino uno basado en un examen conjuntamente
apreciado de cada uno de los medios de prueba relevantes introducidos al
proceso que deben ser razonados lógicamente para que pueda inferirse la
decisión que resulta de ese examen fáctico (lo que el código llama apreciación
conjunta y razonada de los medios de prueba en su art. 197). La consecuente
subsunción de esos hechos así demostrados (o no demostrados) para el juez
es un acto posterior, ya que consiste en aplicar la norma legal a esos hechos y
así obtener la conclusión, que en este caso viene a ser la decisión del caso. En
la lógica aristotélica (que es la es la lógica de las inferencias proposicionales,
o, dicho de otro modo, la lógica que conecta los enunciados o premisas y
extrae de esa conexión una conclusión) es el llamado silogismo jurídico el que
el juez aplica al momento de resolver la controversia (cuyas reglas de
inferencia son, entre las principales, el llamado modus ponendo ponens, que
puede traducirse por "el modo que al afirmar, afirma", y que puede
ejemplificarse así: si todos los hombres son mortales y Juan es hombre, Juan
es mortal); por oposición, el modus tollendo tollens, es” el modo que al negar,
niega”; la regla de inferencia modus tollendo tollens establece que si una
primera afirmación implica una segunda afirmación y esta no es verdadera, es
válido inferir que la primera tampoco es verdadera. A esto puede sumársele
las vías del silogismo disyuntivo y de reducción al absurdo como otros medios
de razonamiento proposicional.
72
aleatoriamente, que emite un veredicto que se limita a pronunciarse sobre la
conclusión a la que han llegado los miembros del mismo (guilty o non guilty,
en un proceso penal, o liable o non liable, si es uno civil), pero sin motivar su
decisión de manera alguna. Desde luego, la sentencia la dicta el juez, pero es
un juez que se ocupa del derecho aplicable a los hechos establecidos como
probados o no por el jurado. Esta falta de motivación del jurado,
particularmente sobre cómo ha llegado a establecer los hechos, tiene mucho
de subjetividad (y hasta de arbitrariedad) y es muy similar al antiguo sistema
donde los jueces fundaban sus sentencias en su íntima convicción, sin dar
mayores explicaciones del cómo y el por qué llegaban a esa decisión. Desde
luego, el juicio de hechos por jurados solo es posible en sociedades tan
avanzadas como la norteamericana o la inglesa, por el grado de civilidad de
sus ciudadanos.
Retomando el hilo del discurso, existen, de otro lado, teorías sobre la prueba
que, según sus impulsores, podrían ayudar al juez como herramientas para
alcanzar la verdad probatoria en términos probabilísticos; cito como ejemplo,
en una de las varias teorías de la probabilidad, el teorema de Bayes (publicado
póstumamente en 1763), que expresa que la probabilidad condicional de un
evento aleatorio A dado B en términos de la distribución de probabilidad
condicional del evento B dado A y la distribución de probabilidad marginal de
solo A. Dicho en otros términos: si tengo el dato (obviamente apriorístico) que
un evento A probabilísticamente ocurre dado B, dado el evento B qué
probabilidad tengo que ocurra A.
73
es la relación entre A y B), por lo que su aplicación a la teoría de la prueba es
sumamente difícil en la medida que en el proceso judicial se carece de este
dato conocido previamente, y así resulta inútil a los fines de determinar un
hecho como estadísticamente probable.
De ahí que la primera no pase de ser un ideal que puede o no alcanzarse (de
hecho, solo en pocos casos se produce esa correspondencia total con lo real),
y la segunda no es tan solo el resultado de nuestra condición humana, como
se suele decir, sino también es resultado de no haberse probado
satisfactoriamente los hechos en que se funda la demanda y la contradicción,
si fuera el caso.
74
datos que estos nos brindan (y que traduce muy bien la frase latina “ese est
percipi: ser es ser percibido, donde lo físico se identifica con lo sensible -lo
sentido-, eliminando la dificultad cartesiana de conseguir certeza a propósito
del mundo corpóreo -que sencillamente no existe-), y la del mundo inteligente
(mundus intelligibilis), que es el mundo representado por nuestro
pensamiento (“cogito, ergo sum”, como fue magníficamente enunciado por
Descartes).
Aunque importa una nueva digresión en el discurso, hay que recordar que
Martin Heiddeger y Alfred Tarski, en el siglo XX, reformularon esta concepción
de la verdad, que había sido desarrollada por filósofos de la talla de Aristóteles
y Santo Tomás y que, a partir de Tarsky (1944), resulta siendo conocida como
la “teoría semántica de la verdad” (para este último “La oración ‘la nieve es
blanca’ es verdadera si, y sólo si, la nieve es blanca” [La concepción semántica
de la verdad y los fundamentos de la semántica; A Parte Rei, Revista de
Filosofía, pág. 4]).
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Decir de lo que es que no es, o de lo que no es que es, es falso y
decir de lo que es que es, o de lo que no es que no es, es
verdadero.
Retomando el hilo del discurso, y como dijimos, la tarea del juez es, sin duda,
alcanzar la verdad del proceso porque, no teniendo más herramientas que las
pruebas de los hechos ofrecidas por las partes (y, en ciertos casos, ordenadas
de oficio, facultad que, como hemos dicho, recusamos), no puede pretender
llegar a alcanzar la verdad-verdadera de que hablábamos antes, la que no pasa
de ser un desiderátum más que una tarea que se le puede imponer al juez
como algo necesario para concluir un proceso, que no puede ser otra que el
dictado de una sentencia según la verdad que ha podido alcanzar en el mismo
a través de las pruebas que ha valorado y razonado, es decir, la verdad que
hemos llamado “verdad procesal”, que aunque no necesariamente se
corresponda con la “verdad verdadera”, puede servir para que el juez dicte
76
una decisión justa que, finalmente, es lo que busca el proceso con abstracción
de sus participantes (porque el demandante busca siempre que le den la
razón, en tanto el demandado busca lo contrario).
Ahora bien, como hay dos instancias de mérito (por la garantía de pluralidad
de instancia), también puede haber dos verdades procesales: la establecida
por el juez de primera instancia y la que establezca el juez de alzada; de no
coincidir ambas verdades debe prevalecer la de este último (la del segundo
juzgador); en opinión del jurista argentino Alvarado Velloso ello es así “… por
la simple adecuación lógica del caso a la verticalidad propia de los estamentos
que integran el Poder Judicial, en el cual la Verdad será sólo la que declare el
último juzgador previsto como tal en el sistema de que se trate” (Alvarado
Velloso, Adolfo “El debido Proceso”, pág. 165, edición peruana a cargo de
EGACAL), al menos para todo efecto legal y práctico, ya que la Corte de
Casación no puede actuar como instancia de mérito (aunque sí puede actuar
como sede de instancia, revocando el fallo recurrido, pero tomando como
verdaderos los hechos definidos como tales por el segundo y último juzgador
de mérito, lo que significa que no puede hacer una nueva [y tercera] valoración
de los hechos).
Por eso las sentencias de la Corte de Casación son de dos clases o tipos: a) son
rescindentes, cuando casan y anulan la sentencia de segundo grado (y, muchas
veces, declaran también la insubsistencia de la de primer grado), lo que
importa el reenvío al inferior para que resuelva nuevamente tomando en
consideración las pautas que le fija la sentencia de la Corte, o b) son
rescisorias, cuando casan y resuelven el caso como sede de instancia, con lo
cual el proceso acaba de manera definitiva, al producirse, como efecto
necesario, la cosa juzgada. Desde luego, como todo recurso que se resuelve
mediante un pronunciamiento motivado, el de casación (aun cuando es
extraordinario) puede ser declarado fundado en parte e infundado en otra
parte, es decir, se puede acoger una de las denuncias y rechazar la otra.
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